¡Hola Minna-san! En primer lugar debo dar un agradecimiento general por el apoyo. Me alegra que esta historia también guste. ^-^ Y pues aquí está el primer capítulo; en este episodio entran algunos personajes más y espero que la caracterización que hago de ellos les guste. No se preocupen que después aparecerán los demás. ¡¡¡Ya he puesto otro capítulo de Prueba de Fuego y espero les guste al igual que este!!!
Ahora...
¡¡¡¡ VAMOS AL FIC!!!!
DEDICATORIA:
Este fic está dedicado a Patricia-chan y Buffy-chan, que son las personitas que
siempre me dan muchísimos ánimos para seguir con Prueba de Fuego. Chicas,
espero que este fic también les guste. ¡¡¡Está hecho con todo cariño!!!
DISCLAIMER:
Yo confieso ante ustedes hermanos que he pecado de obra, palabra... eh…
disculpen, creo que me desubiqué. Lo que tengo que confesar realmente es que
Rurouni Kenshin y los derechos de este magnífico anime no me pertenecen.
Después de todo soy pobre, así que no me demanden que me falta mucho para acabar
la universidad, ser abogada y así poder defenderme sin que me cueste. T_T
"No consideres segura una historia hasta que el combate no haya llegado
a su fin"
Solón.
EL FRAUDE
Capítulo Primero
25 de Noviembre del 2002
-Ciudad de Tokio -
-Japón-
7: 30 a.m.
El sonido infernal del despertador la obligó a despertarse con sobresalto.
"¡Agh! ¡Chikuso! ¡Kami-sama, mi cabeza! ¿Es que no puedo despertar un día sin ese maldito sonido? ¿Qué hora será? Las 7: 30, umm- bostezando- creo que aún es temprano, las 7. 30, bueno… ¡Kami! ¡¿LAS 7: 30?! ¡No puede ser verdad!"
Y entonces el ritual de cada mañana empezó. Se levantó de la cama, fue a la cocina y tomó un vaso de jugo de naranja que cada mañana estaba tan terriblemente agrio como el anterior. Entró al baño y se lavó los dientes mientras cogía una toalla de la cesta que contenía numerosas de estas, todas de color azul marino distribuidas de arriba hacia abajo jerárquicamente según el tamaño.
Se desnudó y se metió a la ducha al vuelo. Sintió correr el agua helada sobre su cuerpo y no pudo evitar temblar un tanto ante el cambio de temperatura inminente. Era invierno y como todos los inviernos en Japón éste era demasiado frío como para soportarlo y aun así no concebía la idea de bañarse con agua caliente y, en sus propias palabras, sancocharse viva en el intento. Enrolló una toalla mediana alrededor de su cabello e hizo lo mismo con su cuerpo. Cuando estuvo seca, se colocó la bata y salió del cuarto de baño caminando descalza sobre la alfombra que cubría todo el piso de su habitación.
Abrió su closet y sacó la ropa que hubo alistado la noche anterior. Qué bueno que alisté esto sino estaría más tarde de lo que estoy ahora, ¡En fin! ¡A vestirse!
Se puso la falda, la blusa y los zapatos a una velocidad ejemplar; cogió el saco de su conjunto y se lo colgó al hombro; tiró la toalla que permanecía en su cabeza como un gran turbante turco a la cesta de ropa sucia junto con las demás que usó en el baño de hoy. Dejó la amplia habitación sin peinarse y con el cabello húmedo y tan enredado como cada mañana. Escribió luego una nota a la empleada que limpiaba su departamento todos los días pidiéndole que no olvidara llevarse la ropa sucia y darle de comer al gato.
Se dirigió hacia la sala y se arrodilló junto al teléfono que daba al mini bar.
Ahí, hacia abajo, dentro de una cesta azul primorosamente manufacturada con
lazos celestes y blancos, estaba su mascota de raza persa durmiendo
plácidamente. Una sonrisa espontánea se dibujó en su rostro y mientras acariciaba
el suave y blanco pelaje de su gata le dijo,
"Adiós Kirei, pórtate bien onegai.- El gato abrió lentamente los ojos y maulló a su dueña como respondiéndole- Muy bien, entonces qué tengas un buen día. Descansa tranquila que ya viene Yue y te atiende".
Le hizo una última caricia al felino y entró al baño de visitas para lavarse
las manos rápidamente antes de irse. Apenas terminó, entró a su habitación
nuevamente y cogió el portafolio que estaba apunto de olvidarse.
Aseguró su departamento dándole tres vueltas a la llave y se dispuso a empezar un nuevo día laboral. Bajó por el ascensor hasta el sótano y entró a la cochera del edificio que todavía permanecía oscura. Vio a su auto reluciente como cada mañana y se acercó él con la llave en las manos; abrió la puerta y la alarma sonó automáticamente haciendo un ruido estrepitoso en todo el lugar.
"Che! ¡¿Por qué siempre tiene que pasarme esto en los peores momentos?!
Ahora todos los vecinos querrán matarme apenas vuelva..." - bramó
disgustada al mismo tiempo que desactivaba la alarma.
Entró a su auto y cogió el control remoto que yacía sobre el asiento del
copiloto. Bajó su ventana unos centímetros apretando uno de los botones del
tablero de mando situado en la puerta y luego prendió la calefacción a
intensidad moderada; hizo rugir el motor, rozó el acelerador apenas un poco y
comenzó a dar la vuelta en dirección a la salida. Una vez frente al portón de
madera, control en mano, extendió este brazo afuera de su ventana y apuntó a un
aparato en la parte lateral derecha de la reja que daba la impresión de ser una
filmadora.
Apretó el botón rojo del control y la puerta del garaje se abrió dándole libre acceso a una de las vías más congestionadas del mundo. Oyó al vigilante saludar y contestó el saludo con la sonrisa de siempre. Salió del recinto despidiéndose con un gesto del brazo pero con toda la agenda del día de hoy comenzando a buscar el orden establecido en su mente.
Camino a su trabajo se dio con una de las razones por las que prefería el metro: el tráfico. El día de hoy estaba tan horriblemente cargado como todas las mañanas desde que se compró su auto. El amplísimo sector laboral de Tokio tomaba los metros, buses o taxis de acuerdo a la urgencia de llegar a su centro de trabajo y/o a la lejanía del mismo. Masas y masas de gente se veían desplazarse por las congestionadas calles de Tokio. Cada vez que veía a cualquier multitud cruzar un semáforo en rojo o quizá alguna calle, el imponderable de siempre cruzaba por su mente dejándola tan atónita como el primer día que se preguntó lo mismo en un soliloquio análogo al presente. ¿Cómo es que puede caber tanta gente en este país que no es más que una isla?
Despejando estos pensamientos apretó el acelerador cuando la luz cambió de rojo
a verde. Siguió manejando y abrió la guantera con el brazo izquierdo mientras
con el derecho sostenía el timón y dividía su visión entre la pista, el carro
de en frente y sus asuntos con la maldita cajuela que no abría. Tras usar el
mismo truco de todos los días - que consistía en darle dos buenos golpes antes
de intentar abrirla -, se deslizó de inmediato un cepillo y un set de
cosméticos; los cogió y se dispuso a desenredarse el cabello sin dejar de
manejar un solo segundo.
En el siguiente semáforo, se puso algo de lápiz labial color marrón y se delineó los ojos con el lápiz color negro, acentuando sus bellos ojos grandes. Prosiguió manejando a ritmo medio y sacó de debajo del tapete que cubría el espacio entre la ventana frontal y el tablero del carro, una cadena y dos aretes de oro con zafiros en formas circulares. Se las colocó y se miró en el retrovisor interior esperando el cambio de luz de otro semáforo. No lucía tan mal para haber improvisado. No había duda de que la práctica hace al maestro, ya que en su caso el apuro de todos los días le había enseñado a arreglarse en el auto sin sentir la menor incomodidad al hacer dos cosas al mismo tiempo: manejar y ocuparse de su arreglo personal.
Inevitablemente pasó por el centro de la ciudad. Carteles inmensos en los que se admiraban las inmensas propagandas de las también inmensas empresas japonesas estaban por doquier. Más adelante, en los laterales de la carretera se veían los tentadores y crueles avisos turísticos. Aquellos que cada vez que pasaba por su lado la hacían desear estar en el paraíso natural que muestran tan cerca pero a la vez tan lejos de nuestro alcance. Esta vez aparecía el Fuji Yama, el pico más alto de Japón y a la vez el volcán inactivo más representativo de este poblado país. Único en forma y tamaño, constituía un paisaje hermoso digno de admirar personalmente. Por enésima vez en su vida deseó caminar por los alrededores mostrados y relajarse sin pensar en el mañana.
Y es que el estrés de la ciudad era realmente opresivo. La competitividad en Japón, como en todo el mundo, es la pieza fundamental del mercado; solo que en esta determinada nación se la vive al doscientos por ciento, de ahí su desarrollo y poderío económico. Lamentablemente esto también significaba que era casi imposible tomarse un respiro.
Llegó por fin a su trabajo. Estacionó de nuevo su auto y saludó sin prestar mayor importancia al otro vigilante al cual detestaba por las mirabas que todos los días le lanzaba. Era realmente incómodo pasar al lado de una persona de esa calaña sin evitar el deseo de estrellar un puño en su cara y hacerle desear no haber nacido jamás. Maldito pervertido.
Sacó su maleta del asiento posterior y bajó del auto. Solo espero no olvidarme de nada. Entró al edificio y se paró en el hall esperando a que las puertas del ascensor se abrieran para dejarla ingresar. Llegó al quinto piso y el logo del bufete de abogados en donde trabajaba se imponía como siempre, en la misma pared y en el mismo lugar. No pudo evitar sentir la nostalgia de todos los días al reconocer en aquellas letras negras parte de su vida:
"KAMIYA & ASOCIADOS"
Se acercó a la puerta, suspiró antes de pasarla e hizo la petición de siempre: Otou- san onegai ayúdame en este día. Miró su reloj y se alegró. Las ocho en punto. Muy bien, es hora de trabajar. Una sonrisa se formó en su rostro y entró al lugar lo más animada posible. Apenas la vieron entrar, los saludos no se hicieron esperar:
- Ohayo, Kamiya-san
- Ohayo Tae, y ya sabes que no me tienes que tratar con tanto respeto, somos
amigas ¿lo recuerdas?- dijo sonriendo profusamente.
- Hai, Kamiya- san - respondió la amable secretaria con el buen humor que le era característico. Ella solo suspiró.
- Bueno, ¿Alguna reunión programada para hoy?
- Iie, Kamiya-san. No he sido informada de ninguna.
- OK -suspirando- ¿Por qué no me sorprende? - se preguntó más a sí misma que a Tae mientras emprendía el camino a su oficina.
Antes de llegar se cruzó con un sonriente muchacho vestido en un pantalón color
azul claro y una camisa blanca que iba acompañada de una corbata azul marino.
Él salía del archivero cargando unos folios que tenían la apariencia de ser
demandas, a juzgar por el color de los fólderes.
- Ohayo, Kamiya- san ¿Cómo ha amanecido hoy?
- Ohayo, Soujiro. Supongo que bien, gracias. ¿Qué tenemos para esta mañana? ¿Algo nuevo?
- Me temo que no, Kamiya-san. Lo de siempre, juicios por robo, asesinatos...
- Ah ya veo- interrumpió con el ánimo muy bajo - Repito. ¿Por qué no me sorprende? Está bien Soujiro, entonces ¿por dónde empezamos?- preguntó con una sonrisa.
- Creo que el asunto más urgente es el juicio de Ari-
- Suminasen, Soujiro, antes de empezar, de casualidad ¿ya llegó Shishio?
- Hai, Kamiya-san. Llegó diez minutos antes que usted. Ahora está con Komagata-san en su oficina.
- Ah, ya veo. - dijo Kaoru haciendo un gesto de desagrado en el rostro.- Entonces será en otro momento. Te espero en mi oficina con los expedientes.
- Ahora mismo, Kamiya-san- respondió el joven practicante.
****
El bufete de abogados Kamiya fue en un tiempo uno de los más importantes y renombrados en todo Japón. Era reconocido por contar con una gama de profesionales de alto nivel entre los que se encontraba el líder del grupo Koishiro Kamiya, uno de los penalistas más destacados de este país, además de ser un flamante integrante del cuerpo diplomático de Japón.
Desde niña Kaoru vio en su padre el prototipo de persona que quería ser, y al crecer involucrada en asuntos jurídicos, con el tiempo empezó a agradarle la labor de los abogados. Cuando tuvo la edad suficiente para decidir su futuro, decidió estudiar Derecho y seguir los pasos de su padre, viviendo los principios que él le había inculcado desde que era muy pequeña. La madre de Kaoru falleció cuando ella era aún muy pequeña y debido a esto, Kaoru siempre vivió muy apegada a su padre, quien respetó el recuerdo de su madre y la amó aun después de muerta. Tanto así que no se volvió a casar, ocupándose de su hija por sí mismo a pesar de las obligaciones que tenía.
Practicó desde antes de recibirse de abogada en el bufete en que ahora trabajaba y ganó experiencia en el área penal y civil, aunque su verdadera especialidad era el derecho empresarial. Aunque su posición actual no era la de jefe del grupo, su nivel era más que sobresaliente en medio de sus colegas. Dentro del plantel de abogados que trabajaban ahí, ella era considerada un profesional cualquiera, sin prerrogativa alguna por ser hija del antiguo jefe; es más, nunca le eran otorgados juicios de importancia, lo cual era injusto porque a pesar de la corta edad que tenía -veintidós años- era plenamente capaz de asumir la defensa de cualquier persona y salir victoriosa en el juicio.
El bufete era liderado actualmente por un ex socio de su padre llamado Makoto Shishio, un tipo en realidad desagradable y que creía que nadie tenía su misma capacidad en los tribunales; tenía fama de ganar juicios apelando a la extorsión y a los acuerdos por lo bajo sin reparos de ningún tipo. Además se decía que era el amante de una de las abogadas del bufete, Yumi Komagata, y que por esto ella tenía considerables preferencias y le eran otorgados poderes que en realidad no merecía. A pesar de ser accionista, al heredarlo de su padre, Kaoru no podía hacer nada más que soportar las injusticias sin decir nada, contrario a su carácter ya que tenía un misión que cumplir. Su palabra estaba de por medio.
Aceptaba que su trabajo se redujera a litigar o hacer los papeleos de las demandas debido a que tenía una promesa que cumplir más importante que cualquier situación que viviera. Antes de morir, Kaoru le juró a su padre que libraría su nombre del oprobio del cual fue objeto injustamente tiempo atrás.
Fueron aproximadamente cinco años antes cuando su padre llevó un juicio sobre
el asesinato de un congresista reconocido. Fiel a su costumbre de indagar la
verdad de los hechos, Koishiro descubrió que su defendido no era inocente
aunque este le había asegurado serlo. Para muchos abogados este ligerísimo detalle no tendría
importancia ya que son contratados para defender una posición y no para decir
la verdad. Kamiya tenía ética y no concebía dejar en libertad a un criminal por
más que la suma ofrecida en retribución por un fallo favorable fuera más que
tentadora. Y contrario a cualquier creencia, en este caso el tener valores
literalmente le costó la vida.
Una vez que se enteró que estaba a punto de liberar a un asesino, se retractó y mostró las pruebas de que su defendido era en verdad culpable. El caso era de conocimiento e interés público y no tardaron en aparecer las noticias y los reportajes sobre el tema.
Ciertamente era muy extraño que el propio abogado del acusado presentase pruebas para que el caso se perdiera, aunque para Koishiro Kamiya este era un simple acto de moral. Como el hombre de principios que era, creía que liberar a un culpable era volverse cómplice de las fechorías del defendido. No haciendo más que ser fiel a lo que sus principios le dictaban, comenzó el proceso de contra-defensa de su cliente.
Trágicamente los sucesos dieron un vuelco de trescientos sesenta grados. En vez de que Kamiya fuera congratulado por su estoica acción, surgió una nueva versión, obviamente creada por la parte afectada en detrimento de Koishiro, en la que era inculpado por vinculaciones oscuras y secretas con el bando acusador en contra de su cliente.
Se creó la imagen de que Koishiro fraguó documentos inculpatorios contra su defendido y que fue sobornado por los intereses de la familia del congresista asesinado, quienes deseaban inculpar al presunto asesino por tener líos familiares con él. El embrollo del asunto no estaba tan lejos de esto y paradójicamente le daba credibilidad a esta mentira.
El congresista fallecido era familiar del inculpado y llevaba un juicio con
este debido a una herencia multimillonaria que estaba en juego. Las malas
relaciones de ambos no eran un secreto ya que sus intereses estaban al mismo
nivel: ambos querían tener la herencia completa y no compartirla. Típica
actitud de ricos inconformes y ambiciosos; así que al momento de hacer las
averiguaciones el principal sospechoso terminó siendo el culpable y fue
arrestado como tal tras un largo proceso de captura de los asesinos y de
extracción de la verdad a los mismos.
Koishiro pasó a ser su abogado y con gran destreza y astucia logró ganar las primeras instancias y apeló hasta llevar el juicio a los Tribunales Superiores. Hasta ese momento él creía que su defendido era inocente, aunque siempre le quedó dudas sobre la versión que el inculpado le dio. Empezó unas averiguaciones particulares y comprobó que el asesinato realmente había sido cometido por su defendido.
Koishiro enfrentó a su empleador airado por la mentira en que lo habían envuelto y le exigió que se declarara él mismo culpable sin dilaciones o, en su defecto, él lo haría. Es obvio que el inculpado no aceptó y ofreció más dinero a Kamiya quien no aceptó semejante atrevimiento. Tras no tener otra alternativa a la cual acudir, el asesino amenazó de muerte a Koishiro si es que no seguía defendiéndolo en el juicio.
Aquel maleante y su grupo mafioso no creyeron capaz a Koishiro de poner en juego su vida y fallaron estrepitosamente en su hipótesis. Koishiro hizo pública la culpabilidad de su defendido sin importarle las repercusiones que podrían traerle sus actos. Ante el inminente desenmascaro público, este círculo mafioso recurrió al recurso de los sujetos bajos y amorales: creó un ardid para hundir la credibilidad de Koishiro. Fue así que se creó la mentira del soborno.
El asesino consiguió un abogado altamente eficiente, tan bueno como Koishiro pero sin catadura moral, que no tuvo en todo el proceso miramiento alguno al valerse de mentiras hasta demostrar la inocencia de su defendido. Kamiya estaba tan desacreditado ante el mundo que por más que buscó defenderse y recurrir a amigos que pudieran apoyarlo todas las puertas se le cerraron en la cara. Presuntos amigos que antes se desvivían por un favor de parte de él se olvidaron de la lealtad que debe unir una amistad y le dieron la espalda, haciéndose parte del grupo de los que lo señalaban con el dedo acusándolo injustamente.
Koishiro quedó anulado y fue enviado a la cárcel demandado por el asesino. La venganza de este estuvo muy bien planeada, tanto así que Koishiro murió tres años más tarde, en la cárcel, justo antes de que saliera libre por falta de pruebas contundentes. Lo irónico del asunto fue que el asesino gozaba de la herencia (ya que se quedó con el dinero al haber muerto el otro heredero) y además de libertad, ya que ganó el juicio sin lugar a apelación.
Kaoru estaba consciente de toda la historia y trataba de limpiar el nombre de su padre relatando la verdadera historia, pero muy pocas personas le daban valor de verdad a sus palabras. Creían que ella trataba de desenlodar su apellido creando una historia en el que su padre aparecía como inocente absoluto. La gente se negaba a creer que todo el gobierno estuviera siendo pagado para dar un fallo a favor del asesino. Y a pesar de que nadie concebía siquiera la posibilidad de esto, así fue. Por más increíble que el relato parezca, todo era cierto. En una historia llena de mentiras bien narradas, la verdad es considerada increíble. Es trágico, pero con el pasar del tiempo las mentiras nos suenan cada vez más reales y posibles que la verdad. Para Kaoru Kamiya fue un choque tremendo el darse cuenta de la injusticia en que su padre terminó sus días, solo por no ser una marioneta más de un grupo de mafiosos que hicieron prevalecer sus oscuros intereses ante la reputación de un hombre intachable.
Kaoru trabajaba profesionalmente a diario para ganarse el sitio que aspiraba en el bufete que una vez fue de su padre. Quería llegar a ser como él y seguir el ideal de verdad que defendió hasta el final. Aun cuando Koishiro estaba en la cárcel y los pocos amigos que le quedaban le recomendaron que declare que todo fue una equivocación y que montara una historia con el fin de salir en libertad, él nunca aceptó y siguió por el camino de autenticidad que siempre inculcó a su hija hasta que encontró la muerte.
Kaoru no estaba dispuesta a permitir que su padre fuera recordado como un
corrupto en vez de serlo como el extraordinario abogado y hombre que fue en
vida. El recuerdo de sus últimas palabras permanecería inalterable en su mente
y en su corazón, convirtiéndose en el norte de su existencia:
"Kaoru-chan, vive una vida honesta y cabal hasta el último de tus días. Que llegada la hora de partir no tengas nada de que avergonzarte y arrepentirte al mirar el camino que recorriste. Recuerda que el único orgullo que prevalece por siempre es el de vivir a plenitud en la verdad. No lo olvides nunca hime-chan…"
****
Kaoru estaba sentada en su oficina tipeando un escrito en su lap top cuando su
teléfono sonó de repente,
- ¿Sí Tae?
- Kamiya-san, la llama por teléfono, Makimachi-san por la línea tres. ¿Toma la llamada?
- Por supuesto, Tae, pásala. - Sonó la clásica melodía de espera por unos segundos cuando oyó la voz chillona y efusiva de su amiga:
- ¡Ohayo Kaoru-chan!
- ¡Ohayo, Misao-chan! ¿Acaso sucede algo?
- No, claro que no, ¿qué te hace suponer eso, Kaoru-chan?
- Pues me estás llamando a las 8: 30 de la mañana. A estas horas debes estar en tu programa ¿no? No me digas que te despidieron, itachi- dijo Kaoru comenzando a sonreír.
- Pues no, tanuki, aún me soportan por aquí. Y sí, sí estoy en medio de mi programa, solo que es el bloque de deportes y pues yo no aparezco en los siguientes cinco minutos y...
- ...y como no te puedes quedar callada un segundo me llamaste - interrumpió Kaoru con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¡Mou, Kaoru-chan! ¡Si sigues así no te vuelvo a llamar!
- Maa, maa Misao-chan. Suminasen, solo estaba jugando un poco, es que eres tan predecible en tu comportamiento que no podía evitar el placer de oírte renegar. Dejando de lado eso, ¿para qué llamabas entonces?
- Mira nada más, la madura Kaoru Kamiya, alumna ejemplar de la Universidad de Tokio jugando como si fuera una niña del parvulario- una carcajada siguió a su irónico comentario.
- Bueno, bueno, comadreja ¿para qué es que me llamabas?- volvió a preguntar acompañando a su amiga en la carcajada.
- Es que quiero que veas mi bloque hoy.
- Pero tengo mucho trabajo Misao-chan. Tengo miles de expedientes por resolver.
- ¿Sigues con aquel caso del psicópata que mató a su hijo y su esposa?- preguntó con cierto interés Misao.
- Sí Misao-chan el mismo caso. Me parece horroroso lo que hizo este tipo, me da asco de solo ordenar los datos de aquel homicidio.
- ¿Te animaste a defenderlo?
- No, Misao-chan. ¿Cómo puedes preguntarme eso? Sabes perfectamente que no defiendo gente culpable. Solo me dieron el caso para que lo revise y haga el papeleo inicial, como siempre.
- Sigues teniendo problemas en tu trabajo ¿verdad?
- Sí, algo por el estilo. Sabes que lo que ellos quieren es sacarme de aquí, quieren que me canse y que me largue dejándoles el espacio libre para que hagan lo que deseen, pero no lo haré así. Que me den estúpidos y triviales casos delincuenciales, no me importa. - respondió Kaoru con el ceño fruncido.
- No sé si debo calificarte de extraordinaria o masoquista Kaoru-chan. Yo me habría cansado hace buen tiempo. Alguien con tu talento podría estar en un bufete de más trascendencia y sin problemas de credibilidad.
- ¿Qué tratas de decir Misao? Sabes muy bien que mi padre no tuvo nada que ver…
- No, Kaoru, por favor no me malinterpretes - interrumpió Misao antes de tener
una pelea con su mejor amiga- me refiero a que deberías exigir que te traten
mejor. Después de todo tu padre fue el socio mayoritario. Te mereces al menos
un rango con la categoría como para decidir qué casos llevar y cuáles no. Ese
no es un privilegio, es un derecho, no puedes ser obligada a hacer trabajos de
dos por medio tan solo por la promesa que le hiciste a tu padre.
- Misao, yo no puedo exigir nada aquí. Entiende que lo que ellos desean es que
yo reaccione, y es entonces cuando sacarán las garras y destruirán todo por lo
que he estado luchando.
- Kaoru-chan, me preocupa mucho tu situación. Llevas un año y medio trabajando
con ellos. No te pagan bien, haces el trabajo de un practicante, no te sientes
a gusto, ese Shishio te relega a un lugar que no te mereces y sus indirectas
son más que insultantes para la memoria de tu padre. Vamos Kaoru-chan ¿En
verdad quieres esto para ti?
- No Misao-chan. Sabes que yo soñaba con algo diferente. Me esforcé tanto
tiempo para lograr metas mucho más altas, aún así... - respondió sinceramente
Kaoru - Bueno, dejemos el tema de lado por ahora ¿Por qué es que deseas que vea
tu programa?- preguntó agregándole vivacidad a su voz.
- Eres muy buena para cambiar de tema Kaoru. Quiero conversar contigo personalmente ¿está bien?
- Está bien, Misao, está bien. Pero te aseguro que no me vas a convencer de dejar esto; me juré a mi misma limpiar el nombre de mi padre y lo voy a hacer, y si necesito trabajar como esclava lo haré. Yo misma me encargaré que este bufete tenga el nombre que tuvo antes y además...
- Eso lo comprendo Kaoru, pero no vas a lograr nada desaprovechando tu talento en labores menores como las que haces. No dejes que te hagan perder tantos años de estudios para nada.
- Si tengo que empezar desde abajo, lo voy a hacer. No me importa en realidad, ya dejó de importarme hace mucho tiempo.
- ¿Y tú de verdad crees que algún día te darán un mejor puesto ahí? Discúlpame pero yo no lo creo.
- Las cosas tendrán que cambiar algún día ¿no crees?
- No eres la misma muchacha que conocí en la facultad Kaoru. Esa Kaoru no dejaría que la subestimen en sus habilidades y...
- Y esa Kaoru ahora tendría el puesto que merece ¿verdad? Misao, te agradezco, pero te pido que entiendas que esto no es por mí, es por mi padre y por él hago y haré cualquier esfuerzo.
- Kaoru, Kamiya-san no habría dejado que estés triste pudiendo ser feliz.
- Las cosas cambiarán Misao, de eso estoy segura. Además no la paso tan mal.
- Sí claro...
- Oye Misao-chan, no me llamaste para esto. ¿Por qué deseas que vea tu programa? - Al otro lado del teléfono se oyó la voz que decía: # Misao un minuto para entrar al aire # #Ya está bien, qué apurados # - contestó molesta Misao. - Kaoru, solo mira el reportaje, ya tengo que irme, Salgo al aire en segundos. Estoy segura que te gustará. Bye! te llamo más tarde.
- Bueno, suerte.
Ambas colgaron y Kaoru le sonrió al teléfono como si fuera Misao quien estuviera ahí. No cabe duda que ella era la misma de siempre. Todavía podía recordar el día en que se conocieron. Habían terminado las clases de las seis de la tarde. Era Sociología y trataron un tema controvertido, la cultura y la pregunta de la existencia de un único significado de la misma.
La discusión se había puesto muy buena y las posturas estaban divididas en el
salón de clases. El profesor miraba a los alumnos sonriente, como sabiendo a la
conclusión que llegarían. Después de dos horas de polémica todos se dieron
cuenta de que ninguna posición era totalmente correcta. Por más que se
figuraban nuevos argumentos los contra argumentos también salían. En fin, era
una confusión total. Cuando el profesor concluyó que ninguna de las posturas
era la correcta ya que ambas tenían sus lados positivos y negativos, y que lo
mejor sería la creación de valores universales, Misao se levantó del asiento y
le dijo al profesor mirándolo fijamente a los ojos y con un gesto de molestia
en el rostro:
"¿Pues y qué ganan haciéndonos hablar como locos durante dos horas si esa es la respuesta?"
Hubo un silencio sepulcral y el profesor estaba frío. Luego se escucharon risitas y esto terminó en una carcajada general. El profesor se retiró de la clase sin decir nada más. Al parecer estaba tan aturdido por la actitud de Misao que se quedó sin habla. Felizmente era un buen hombre y no tomó represalias contra ella.
Cuando salieron de clases Kaoru se la encontró en el baño. Estaba acomodándose la bincha que usaba en ese tiempo para recogerse el cabello cuando se dio cuenta de que Kaoru la miraba. Con una sonrisa en los labios la reconoció como su compañera y comenzó a hablarle. Se notaba que a Misao sí que le gustaba hablar. Con el correr del tiempo, Kaoru descubrió en ella a una buena amiga. Era una muchacha transparente y tal vez eso era lo que más tenían en común y por lo que siempre se sintieron tan a gusto juntas.
Aun cuando cada una tomó sus caminos de acuerdo a las respectivas carreras que deseaban seguir (Misao siguió la rama de Ciencias de la Comunicación y la especialidad de Periodismo) nunca dejaron de verse. Era como si una relación fraternal se hubiese formado para nunca romperse; Ni en las peores circunstancias Misao dejó el lado de Kaoru y viceversa.
Si es que había en el mundo alguien que hubiese escogido bien su carrera esa era Misao sin lugar a dudas. En la universidad no necesitaban preguntarle qué iba a seguir, eso saltaba a la vista. Y ahora Misao era una conocida periodista en Japón. Tenía una sección en un noticiero matinal en el que presentaba reportajes turísticos. A Misao siempre le gustó eso y estaba feliz con su trabajo. A pesar de tener veintiún años era una periodista muy buena y reconocida. Su desempeño ante cámaras era tan natural que caía automáticamente bien a quien la observaba. Tenía ofertas de muchas televisoras que le ofrecían un programa para ella sola y un staff de otros periodistas que estarían bajo su mando pero ella renunció a todo esto ya que, según decía, no aceptaría tanta responsabilidad por el momento. "Soy joven y quiero vivir como tal", respondía siempre a esta clase de interrogantes. Definitivamente Misao tenía éxito en su trabajo y Kaoru estaba feliz por ella. Ella se merecía todo lo que tenía y aun más, ya que su corazón era tan grande como la hermosa sonrisa que siempre llevaba en el rostro.
****
Kaoru colgó el auricular y abrió su portafolios. Cogió el watchman que Misao le había regalado por su cumpleaños hace un par de años y lo encendió. Esta era una de las pocas veces que lo hacía. Su trabajo no le permitía ir por ahí viendo televisión ni divertirse a menudo. Sintonizó el canal 32 de Tokio y en pantalla apareció el infantil y sonriente rostro de Misao. Subió el volumen ligeramente y se escuchó la conversación que sostenía con el otro conductor de televisión.
- ... y ahora damos pase a la hermosa Misao Makimachi con su sección Reportajes. Al parecer el reportaje de hoy es uno bastante interesante. - dijo Yamato Miyasawa sonriendo a Misao.
Él era un conductor reconocido que estaba interesado en Misao desde hacía mucho tiempo y que no hacía el más ligero intento por ocultarlo, ni siquiera al aire. Era un hombre atractivo pero de aire y maneras altaneras que al tratar de parecer un caballero fallaba y caía en la ridiculez.
- Arigato, Yamato-san- respondió ella sin ruborizarse en lo más mínimo y sin cortar
la sonrisa de siempre - Y ohayo a todos ustedes amigos. El día de hoy tengo
preparado un reportaje especial sobre uno de los escenarios arquitectónicos más
bellos de Japón. Me refiero al castillo de Himeji, en la prefectura de Hyogo,
que fue construido a mediados del siglo XIV, reconstruido en 1577 y restaurado
en 1609 y 1964. Su traza, característica de las fortificaciones surgidas
durante el turbulento periodo Azuchi-Momyama, aparentemente es un intento de
combinar el poderío con la elegancia. El edificio es de madera enlucida. El
alto muro de piedra sobre el que descansa el edificio era necesario para
proteger a sus habitantes de los ataques con armas de fuego que habían sido
introducidas desde Europa por esos tiempos.
Después de este breve preámbulo ¿Que les parece si vemos los interiores? Antes de irnos debo decir que este reportaje fue hecho pensando en mi mejor amiga Kaoru.
Un guiño, una sonrisa más y el video en el que Misao dirigía una visita televisada estaba en el aire. Después de unos minutos el reportaje terminó dejando a Kaoru con lágrimas en los ojos. Misao estaba al aire nuevamente y tenía una amplia sonrisa de satisfacción.
- Excelente reportaje, Misao - elogió Yamato más sonriente que nunca.
- Arigato - respondió cortante - Ya lo saben amigos, no se olviden de darse un tiempo y visitar el castillo Himeji. Siempre es interesante aprovechar bien nuestro tiempo libre y nada mejor que admirando la cultura y belleza que nuestro país nos ofrece. Conmigo será hasta mañana, que pasen un lindo día, Ja ne, Minna-san!
****
Kaoru apagó el aparato y cogió su celular. Marcó el número de Misao y a la
primera timbrada ella contestó. Esperaba su llamada.
- ¿Y qué te pareció, tanuki?
- Misao-chan, no sé qué decir.
- Creo que lo correcto es decir "arigato"
- ¡¡¡Arigato!!!
- ¡Estaba jugando, Kaoru-chan! No me tienes que agradecer nada en lo absoluto.
- ¡Claro que sí! ¡No sabes cuánto me gustó!
- Sabía que te gustaría, tanuki. Como me contaste que era el lugar que más te
gustaba visitar porque tu papá te llevaba a verlo siempre, creí que sería bueno
hacer un reportaje por ahí. Me alegra que te haya gustado.
- Hai Misao-chan, arigato por acordarte. - Kaoru dijo con la voz algo quebrada mientras peleaba por calmar las lágrimas que seguían corriendo libremente por sus mejillas.
- No fue nada, tanuki. Oye, Kaoru, lo hice para que te alegraras, no para que te pusieras a llorar. ¡Vamos para de llorar; no seas niña!
- Está bien Misao-chan, ya no lloro. Gracias nuevamente, tú sa...
Pero no pudo terminar la frase que intentaba decir ya que fue cortada en seco cuando la puerta de su oficina se abrió para luego cerrarse estrepitosamente. Kaoru levantó la mirada y vio a Shishio Makoto sentarse frente a ella con una sonrisa cínica en los labios. Sus piernas abiertas y estiradas mientras estaba recostado en el respaldar con las manos en la nuca. Sus ojos color sangre no dejaban de verla ni un solo momento.
- Tengo que cortar Misao, suminasen- dijo Kaoru en voz muy grave.
- Pero…
- Te llamo luego. Adiós.
Colgó. Levantó nuevamente la mirada. Se extrañó de ver a Shishio en persona
frente a ella. No es que fuera un honor ni nada semejante, sino simplemente era
muy raro que este tipo que solía ignorarla y que nunca se dio la molestia de
pasar por su oficina o tan siquiera interesarse por mirarla a los ojos cuando
le contestaba los saludos, se hiciese presente en su oficina.
Kaoru lo quedó mirando a los ojos por unos segundos para luego decir con el
tono más neutral que pudo manejar mientras luchaba con la cólera que corría
junto con su sangre por sus venas.
- Shishio-san, creí que al menos tenía privacidad en mi oficina pero veo que es todo lo contrario.
- ¿Qué recibimiento es este, Kaoru-chan? Pero si vengo a tu oficina sin ningún afán beligerante.- respondió sonriendo malévolamente, como siempre que tenía algo entre manos.
- Bueno, como desee, pero no era la forma de entrar a una oficina que no le pertenece. ¿Se le ofrece algo?
- Me tratas como si fuera un extraño, no sabes cuánto me lastima eso. Tú sabes que es todo lo contrario, Kaoru- dijo sonriendo más aun, como si fuese posible.
- ¿Específicamente a qué vino, Shishio-san? Tengo trabajo que hacer y...
- Como conversar por teléfono y - mirando el watchman en el escritorio de Kaoru - ver televisión. Qué excelentes aparatos estos ¿verdad? - agregó levantando la pequeña máquina y sonriéndole de forma sarcástica otra vez.
- Shishio-san, creo que cumplo con mi trabajo de forma eficiente, así que no es necesario que venga a hacer rondas por mi oficina.
- Por supuesto que sí, Kaoru, yo no digo nada al respecto ¿por qué tan agresiva de repente? Tu padre no era así de...
- Mi padre y yo somos dos personas distintas. Y no es agresividad, es solo que pido respeto a mi privacidad. No puede entrar aquí como si fuera su propia oficina...
- Muy bien Kaoru, muy bien, Discúlpame - hizo una reverencia exagerada- No fue mi intención molestarte. Yendo al grano, he venido aquí para ofrecerte un caso. - dijo él parándose y viendo una foto del padre de Kaoru en su escritorio.
- ¡¿Un caso?! - preguntó ella con cierta sorpresa y alegría que hubiese preferido esconder.
- Sí, pero solo si es que crees que puedes tomarlo por supuesto. - respondió Makoto Shishio con malignidad en sus pupilas. Ella tuvo la reacción que él esperaba, lo demás sería fácil.
- Claro, prosiga...
- Muy bien. Es el siguiente...
Continuará...
Notas finales:
¡¡¡Lo terminé!!! No saben cómo he sufrido para hacerlo. Me ha llevado toda la
tarde. Aunque sé que no es muy largo pero créanme que todo eso del juicio me
tiene algo cruzada. No sé si la parte de la historia del papá de Kaoru está
clara. Espero que me haya quedado entendible. En relación al castillo de
Himeji, toda la información es cierta y la incluí aquí porque me pareció una
preciosidad al verlo. Si es que desean conocerlo, mándenme un e-mail y les paso
la foto. Estaré gustosa de hacerlo. ^_^
Espero de verdad que les haya gustado el capítulo. El próximo tratará de Kenshin y su entorno en Japón. ¿Qué les pareció las profesiones de Kaoru y Misao? ¿Qué les parece sus personajes? ¿Cuándo se conocerán Kenshin y Kaoru? ¿Cuándo y en qué funciones aparecerán los demás? ¡Vamos! ¡Denme una mano dejándome sus sugerencias y comentarios!
¡¡¡ Domo Arigato, Minna-san!!!
Shiomei
Agradecimientos Particulares:
Mer-san: ¡¡¡ Gracias por el apoyo!!! Solo espero que este capítulo te haya gustado también.
Patricia-chan: ¡¡¡Hola!!!
Tú siempre tan linda conmigo. Que bueno que te gustó el prólogo y los
personajes de Kenshin y Tomoe. En este capítulo está basado más en Kaoru y su
problemática. No olvides decirme si te gustó.^-^
Kaoru-san: Arigato.
¿Qué tal este capítulo? No olvides dejar tu review onegai.
Andrea-san: Arigato por el apoyo de siempre. Ojalá te haya gustado este
capítulo también.
Hechicera-flor-san: Me halaga que te guste mi historia. Espero que este
capítulo también te guste.
Pamky-san: Demasiados
halagos. ^///^ No sé si los merezca en verdad pero me alegra tener lectores
como tú que me dan ánimos para seguir adelante.
Kaily-san: Domo
Arigato. Gracias por el apoyo. Ojalá te guste este capítulo de igual manera.
MUCHAS GRACIAS TAMBIÉN A TODOS LOS QUE ESTAN LEYENDO ESTE FIC Y POR ALGUNA RAZÓN
NO HAN DEJADO UN REVIEW. SI TIENEN TIEMPO HÁGANME LLEGAR SUS COMENTARIOS, ¡¡¡LO
APRECERIARÍA MUCHO!!! ¡¡¡ DOMO ARIGATO DE GOZARU YO!!!
HASTA EL PROXIMO CAPÍTULO
