Disclaimer: Como viene pasando en la larga historia de los fanfics, los personajes no me pertenecen, solo la idea y el tiempo invertido en escribirla.
Nota: Debéis saberlo vosotros también, me encanta el angst. Aquí encontrareis mucha, mucha, cuidado.

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Debi Saberlo
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By Nagi-chan

1

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Debí saberlo.

Debí darme cuenta.

No solo por que Mulder es un hombre de costumbres, que no suele variar a no ser que sea por algo extremadamente importante, y que yo he llegado a aprender, sin querer, en estos siete años en que hemos compartido prácticamente todo. Es como si formaran parte de mi rutina también.

No solo por que, aunque mi mente racional se ría de ello y me diga con esa vocecita chillona 'si Mulder supiera que estás pensando eso....como se reiría de ti', sé que a veces tengo corazonadas, sensaciones tan fuertes que no pueden ser ignorarlas, aunque tampoco explicadas, y que te dicen que algo anda mal, que algo no es igual que siempre. Una sensación de que algo está pasando ante tus ojos y tú ni siquiera te das cuenta. De que algo se está consumiendo.

Y ese día tuve una corazonada.

Algo andaba mal.

Y yo debí saberlo.

Por que soy su compañera, lo he sido durante los siete años más importantes en toda mi vida, los más intensos, en los que he aprendido más que en todas mis clases en la facultad de medicina, por que mis lecciones no eran teóricas, no estaban en los libros, mis lecciones estaban en el corazón. Por que soy su amiga, no se cuando exactamente pasamos la barrera del compañerismo a la amistad, pero lo hicimos hace mucho y no dejaré que termine nunca. Le he visto ganar batallas, perder a seres queridos, salvar vidas, culparse por los errores del pasado, perseguir un ideal; le he vito reír, llorar, soñar, temer, hasta puede que amar....

Y sin embargo, no me di cuenta.

Y ahora siento que le he perdido, pero de una forma mucho más dolorosa de lo que nunca podría haber imaginado. Y cada vez que pienso eso, cada vez que siento que le he perdido, las lágrimas toman el control de mis tristes ojos durante horas y hacen que me plantee el dejar de maquillarme, para no parecer aún más

(derrotada)

abatida de lo que estoy.

Y todo vuelve otra vez.

La culpa, el remordimiento. Los reproches por no haber sido la amiga que debí ser. La renuncia por no haber sido la agente del FBI que necesitaba.

Y la vista se me vuelve a nublar.

Por supuesto que Skinner no la ha aceptado, miró primero el sobre blanco que puse encima de su mesa, luego me miró a mi con una mirada profunda, como escrutándome, y dijo algo sobre dejar pasar un tiempo hasta que todo se aclare y ver como resultaba. Que él estaba mi lado. Que no dudara en contar con él. Y luego simplemente rompió la hoja y la tiró en la papelera.

Pero nada necesita ser aclarado. Fue mi culpa, así de simple. No supe ver las señales que su subconsciente me mandó y seguí con mi vida.

(...dejar pasar un tiempo.....)

y él con la suya. Solo que tomaban caminos mucho más lejanos de lo que yo nunca pude imaginarme.

(...ver como resultaba...)

y ya no hay vuelta a tras.

-¿Señorita Scully?

Me giro sobresaltada y veo al doctor Payton mirándome preocupado. Parece que tampoco a dormido mucho últimamente.

-Si

-¿Podría... hablar con usted fuera...? Si no le importa, claro…...

-No, claro.

Me levanto con cuidado y salgo de la habitación. Fuera parpadeo varias veces antes de que mis ojos terminen de acostumbrarse a la luz que entra por las amplias ventanas del hospital mientras unas enfermeras cruzan rápidamente llevando a un enfermo en una camillas blanca, y algunos médicos hablan de una paciente que tiene nosequé en los pies. Miró mi reloj de pulsera y me sorprendo al ver que son ya casi las nueve. Entonces me doy cuenta de que el tiempo ha seguido corriendo fuera de esa habitación.

Sin embargo, cuando estaba ahí dentro parecía como si el mundo se hubiera detenido.

Sonrío ante mi propios pensamientos, pensando que empiezo a parecer más demente que los pacientes de psiquiatría.

-¿Se encuentra bien?

Otra vez la cara de preocupación. ¿Cuántos años tiene? ¿Veintiocho? ¿Veintinueve? Aún es tan joven e inocente... después de pasar algunos años en la unidad de cuidados intensivos su rostro cambiará, se volverá más rudo, mirará todo con ojos analíticos, los ojos de alguien que ha visto demasiadas desgracias, y no con esos mares que parecían estar a punto de llorar a cada momento. Y ya no se preocupará mas que por los pacientes que él pudiera salvar.

Le pasa a todos. Tarde o temprano.

-Si, doctor Payton. Es solo.. que no he dormido mucho.

-Ya veo, y no creo que eso sea bueno, ni para usted ni para ... él.

-No creo que a él le importe mucho.

Me mira un poco sorprendido. No quise ser grosera, pero últimamente mis ánimos no están en su mejor momento.

-Lo siento.. yo

-No se preocupe, señorita Scully, se que esto es duro. ¿Podría acompañarme? Hay algo que tiene que ver.

-Claro.

Comienza a caminar sin echar la vista atrás. Yo le sigo a través de la unidad de psiquiatría hasta una pequeña sala apartada. Entonces comienza a buscar algo entre unos sobres que hay encima una mesa blanca. (Dios, todo es blanco en los hospitales, ¿cómo logran soportarlo?) El doctor Payton se mueve nervioso, con movimientos bruscos, diría que incluso torpes. No deberían haberle dejado al cargo de este caso, aún es demasiado joven. Pero claro, con millones de pacientes en este hospital no iban a preocuparse por uno al que ya daban por perdido. Y se lo encargaban al bueno de Payton.

-Aquí están.

Colocó tres radiografías en la pantalla de luz que había en la pared. Una tras otra, mostraban el cráneo de una persona desde distintos ángulos. Pero había algo brillante en la parte posterior. Me acerco un poco más para verlos mejor, parece....

-Una bala del calibre 38. Como puede ver, está alojada en el lóbulo temporal. Parece que no ha desgarrado los tejidos a su paso, como cabría esperarse, a sido casi milagroso. Si se fija en esta radiografía –dijo señalando la del medio- apreciará que solo con un par de milímetros en cualquier dirección no estaríamos hablando de él en presente en estos momentos. Ha sido toda una suerte.

Si, muy joven.

Por que yo se que la suerte no tiene nada que ver.

He tenido casos muy extraños desde que empecé la medicina, y no solo hablo de las autopsias a las que he tenido que enfrentarme, sino también a todos los pacientes que tuve que atender cuando hacía prácticas en el hospital de San Diego. Una vez vino un hombre con la cabeza ensangrentada diciendo que su esposa acababa de pegarle un tiro en la cabeza. Estaba muy nervioso, y mientras le hacían unas pruebas me contó que él cogió la foto del día de su boda con marco y todo para defenderse, pero que no sirvió de mucho. Incluso había traído la foto. El marco estaba roto en una de las esquinas, como si la bala lo hubiera rozado. Más tarde descubrí que fue ese pequeño golpe lo que hizo que variara el rumbo de la bala y que ese pobre hombre salvara la vida. Pero no fue la suerte sino una estúpida casualidad.

La vida está llenas de ellas. Como la que ha hecho que Mulder aún no haya muerto.

Por que si se tratara de un golpe de suerte, ese hombre, al igual que Mulder, no tendrían ahora un trozo de metal alojado en el cráneo.

-Pero como sabrá siento usted médico, se encuentra en una zona muy delicada, que hace casi imposible su extracción... no sin poner en peligro la vida del agente Mulder.

-Ya

-No se que más decirle... con la hemorragia cauterizada ahora solo podemos esperar. Esperar a que

(muera)

se despierte...

-Ya.

Noto que mis ojos se vuelven a nublar. El doctor Payton se levanta raudo sin saber muy bien que hacer y mirando a todas partes en busca de algo que decir, supongo. Sus ojos de pronto reparan en algo y me mira:

-¿Quiere una taza de café?

Asiento lentamente.

Una taza de café.

Aquí tienes tu primera pista, Sherlock, dice la vocecita chillona.

Es lo primero que veo cada mañana al llegar a la oficina. Inexorablemente, llueva o haga calor, tanto si hemos vuelto de un viaje el día anterior o hemos estado colocando informes toda la noche, días laborables y fines de semana, Mulder siempre tiene una taza de café humeante encima de si escritorio. Siempre En los siete años en que he llegado a pasar más tiempo allí que en mi propia casa, siempre ha estado allí.

Pero ese Martes no estaba. Mulder si, claro, y todo su desorden organizado y su aroma a colonia de hombre y sal, y su barba a medio afeitar y sus ojeras..., en fin, Mulder. Pero La taza no estaba. Su taza de siempre no estaba. ¿Y que hice yo? La que se cree tan buena compañera, tan buena conocedora de él y todos sus pequeños detalles no hizo nada.

Al principio me pareció extraño, claro, inusual, tal vez, pero luego pensé inocentemente que estaría muy ocupado con esa nueva tarjeta que le habían dado, con ese paso importante para su ¿carrera?, bueno, un paso importante después de todo, y se habría olvidado

¿De hacerse su taza de siempre? Claro. Es muy lógico.

Cuando nos dirigimos a ver el nuevo centro ya casi ni me acordaba. Después de hablar con el supervisor ya era algo borroso en mi memoria. Cuando me despedí de Mulder ya no lo recordaba.

Ahora ya se que debí saber que algo empezaba a ir mal.

-Solo, por favor.

Él se muestra solícito y me trae uno de esos vasos de plástico blanco con una buena cantidad de café caliente. Me quemo un poco la lengua al primer sorbo, pero tengo que terminármelo si quiero llegar a la hora de la comida sin quedarme dormida.

Pero no consigo sacar a la taza de mi mente.

Incluso recuerdo que pensé en preguntarle algo al respecto.... algo como

-¿Mulder? ¿Desde cuando

2

llevas aquí?

-Buenos días a ti también, Scully. ¿Por qué lo dices?

-No lo se... –el detalle de la taza aún escapaba a mi percepción, eran las siete y media de la mañana de un espantoso Martes, pero había algo en la cara de Mulder, en sus ojos... algo sombrío. Y esas ojeras no eran solo por no dormir- ...pareces

(preocupado)

cansado, ¿has dormido bien?

-Lo que se dice dormir...dormir...

De pronto levanta la cabeza y me mira. Yo doy un respingo involuntariamente. Esos ojos... realmente algo parece preocuparlo.

-¿Ocurre...algo?

-No, no. Vámonos.

-¿De veras?

Pero Mulder ya ha cogido su chaqueta marrón y sale disparado por la puerta hacia el ascensor. Yo me limito a seguirle de cerca y entrar en el ascensor antes de que se cierren las puertas. Nos dirigimos al edificio Parrish, una nueva construcción que alberga más de 100 oficinas en los 27 pisos que lo componen, haciéndolo constar como uno de los edificios no subvencionados por el gobierno más altos del condado. El objetivo principal es la exploración del espacio, búsqueda con potentes teleobjetivos, rastreamientos con radares de alta tecnología y todos esos tecnicismos que se publicaban en el informe que Mulder recibió hará una semana. Buscar hombrecitos verdes, como resumió Frohike cuando hablamos del tema con los Pistoleros. Grises, fue la respuesta de Mulder, antes de que todos rompiéramos en carajadas.

Que lejos de ese Mulder era el que ahora caminaba por el pasillo hacia el aparcamiento.

-¿Me la dejas ver?

-¿El que?

-La tarjeta que te han dado, tengo curiosidad por verla.

Mulder parecía distraído, como si no le importara demasiado que le hubieran hecho uno de los socios de la fundación casi de inmediato, debido a su trabajo con los expedientes X y las conferencias que había dado. Con la pequeña tarjeta plastificada que le enviaron podía entrar en cualquiera de las instalaciones hasta el nivel 8 (creo que solo había hasta nivel 9) y mirar cualquier documento o descubrimiento que hubieran hecho.

Ayer estaba emocionado, excitado, y no paraba de hablar del tema; hoy diría que ausente, incluso, aunque no estoy segura, asustado...

-¿La tarjeta? Claro. No es gran cosa.

-¿No es gran cosa? Mulder, ayer me dijiste que era una de las pocas cosas que te hacía sentir como si hubiera una recompensa a tantos años de...

-Recuerdo muy bien lo que dije, Scully. Solo que ahora no me parece tan importante.

-¿Y se puede saber que te ha hecho cambiar de idea?

-No lo se. Tal vez...

-¿Qué?

-Nada. Vamos, o llegaremos tarde.

Y yo me subo al coche entre intrigada y preocupada por Mulder. Lo conozco demasiado bien como para no darme cuenta

(...ahora no me parece tan importante)

de que algo le está rondando la cabeza. Y que no haya querido decírmelo no me da muchos ánimos.

¿Mulder preocupado por llegar tarde? Si, definitivamente algo iba mal.

Pero la pregunta es ¿hiciste algo? Lo conocías demasiado bien pero ¿hiciste algo para averiguar que iba mal?

No. Tengo que rendirme a la evidencia que no lo hice. El viaje en coche duró muy poco para que yo aclara mis ideas, y cuando entramos en el edificio y un tal Stanly Bowers empezó a enseñarnos el edificio Mulder parecía más animado, incluso sonrió un par de veces a algunas bromas que nos hizo nuestro amable guía sobre la piel de los extraterrestres, y se interesó por los prototipos de búsqueda y las medidas de seguridad. Más tarde Bowers nos invitó a almorzar en la cafetería del edificio y a Mulder pareció encantarle la idea. Para entonces los nubarrones de mi pensamiento se había despejado y dejaban paso a otros asuntos tales como la maravillosa forma que tiene Mulder de coger los palillos chinos y lo estupendamente bien que le queda esa camisa una vez que se quita la corbata.

Muy inteligente.

Cuando volvimos a la oficina eran casi las cinco, y Mulder, mirando nervioso el reloj dijo que iba a volver a casa por que le dolía el estómago y que lo excusase ante Skinner si llegaba el caso.

-¿Seguro que puedes llegar a tu apartamento?

-Si, no te preocupes, Scully, es solo que la comida china de la cafetería no me ha sentado muy bien.

-Puedo llevarte en un momento y estaría de vuelta ensegui...

-No, no hace falta. Además, alguien debe quedarse a defender el sótano.

Sonrío y le miro, y él me devuelve la sonrisa. Esa comunicación con una simple mirada es quizá una de las partes que más me gustan de mi relación con Mulder.

Era una especie de chiste interno entre nosotros, por algo que pasó hará pocos meses. Fue un horrible día en el que no paró de sonar el teléfono (casi todo por personas que parecían haber confundido nuestro número con el de los caza-fantasmas, según le hice saber a Mulder) y de llegar gente (otros agentes) quejándose de que nuestra investigación se había entrometido en la suya o bobadas por el estilo. Algunos, después de decirnos sus reclamaciones con un tono áspero, se calmaban y nos miraban con cara de alguien que se acaba de dar cuenta del estúpido tan grande que acaba de hacer.

Entonces Mulder hizo una comparación entre nuestra situación y la de una película antigua de esas en las que tanto le gusta desperdiciar su tiempo, en la que todo el mundo en una casa se volvía loco y los protagonistas se refugiaban en el sótano para no acabar también locos ellos...

-Nosotros somos ellos, Scully, tenemos que defendernos de los locos de allá afuera, tenemos que defender el sótano...

Y lo dijo con tanta seriedad que no pude aguantar y estallé en carajadas. Mulder, asombrado al principio, también rió con ganas.

Desde entonces, ambos nos afanamos en defender el sótano.

-Esta bien, pero llámame en cuanto llegues. No te olvides. Y procura tomar mucho líquido.

-No se preocupe, doctora Scully, no pienso dejar que una comida china acabe conmigo. Y vuelve a sonreír, pero a mi esa sonrisa me pareció mucho más triste que alegre.

-Hasta mañana.

-Hasta mañana.

Y allí me quedé en el aparcamiento, viendo como el coche de Mulder se alejaba calle abajo.

Pero había algo más, un sonido insistente...., biiip, como un timbre...., biiiip

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biiiiip

-...vil

-¿Cómo?

-Dije que le está sonando el móvil.

Me dice Payton con tono preocupado. Yo le sonrío tímidamente y me levando de la silla, cacando con un poco de dificultad el teléfono, que sigue sonando insistentemente, de mi bolsillo. Es Skinner.

-Discúlpeme.

-Claro.

Salgo de la habitación y descuelgo.

-Scully.

-Agente Scully, soy Skinner, necesito que venga a la oficina. Hay algo que tiene que ver.

-Claro, señor. Estaré allí en quince minutos.

-Bien.

Hay algo que tiene que ver

Era la segunda vez que me lo decían en el día, y la primera no había sido demasiado alentadora. Espero que Skinner me de buenas noticias, aunque mi instinto me dice que no lo son.

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