Errante

Capítulo II - De Ulan Bator a Xining

Jamás supuso Sanosuke que sus superiores lo pusieran en tal predicamento. Colaborar con un enemigo podía ser tolerado en determinadas circunstancias, pero, que lo pusieran bajo su mando era algo que resultaba desde cualquier punto de vista inadmisible. Tanto su orgullo nacionalista como su propia independencia natural le impedían considerar tal circunstancia de otra forma que no fuera como una afrenta parsonal de la cual debería exigir explicaciones a su enlace en Port Arthur, fuera quien fuera tal enlace. Pero ya que por el momento no podía hacer nada excepto acatar las órdenes so pena de juicio sumario y, lo que para él era peor, perder el elevado pago en oro que acostumbraba pedir por sus servicios en tierras donde la raza nipona no era muy bien vista le resultó más productivo el averiguar a quién iba asociado el nombre de su jefe temporal en China central.

Cuando inició su viaje ni siquiera tenía planeado cual sería su itinerario hasta su destino; si bien es cierto el viaje no sería superior a unas 250 o 300 leguas de distancia, los lugares que eventualmente serían sus posadas si viajara como cónsul o incluso como correo estarían llenos de ojos y oídos que, si bien no le buscaban a él, estarían más que a gusto poniendo fin a los días de un japonés que se encontrara en el lugar y momento equivocado. Fuerza era, entonces, el encontrar una forma de atravesar todo el trecho que lo separaba de aquella ciudad, o al menos gran parte de él, de una forma que no levantara sospechas. Y he aquí que la oportunidad se le presentó de forma providencial el día que se enteró de el hecho que una caravana realizaba un viaje desde Tomsk a Hong Kong con un rico cargamento de pieles, lo que, a pesar de demorarle un poco en su trayecto, le daría una cubierta perfecta. Al principio pensó en engancharse a ellos como Kuli (cargador), pero sus empleadores juzgaron que, dados los hechos de su dicción en casi todos los idiomas de quienes formaban parte de la caravana, que contaba con su propia cabalgadura y que, a todas luces, podía luchar sin que debieran cubrirle las espaldas si llegaba a darse la ocasión de defender la propiedad de la caravana, decidieron que formara parte de el cuerpo de capataces; la única objección que puso Sanosuke es que sólo los acompañaría hasta Lanchow, allí se separarían sus caminos, objeción que resultó aceptada luego de disminuir la participación en las ganancias del nuevo capataz de manera considerable y con una cantidad de objeciones igualmente cuantiosas proferidas por Sanosuke.

Resuelto el problema de una buena cubierta para sus movimientos el resto del viaje pudo dedicarlo a lo que se había propuesto, es decir, tratar de aprender algo que aquel hombre llamado Han Ming Wa. Al principio los datos resultaban escasos, pero al acercarse a la frontera norte de China éstos comenzaron a hacerse más numerosos, pero no por ello más coherentes; algunos daban cuenta de él de tal forma que incluso podría habérsele catalogado de una leyenda... se decía que era un famoso luchador, soldado, monje, príncipe, viajero e incluso un ser inmortal. Al final, como siempre, la verdad la obtuvo de un personaje al calor de un buen licor. La caravana había hecho un alto antes de llegar a Lanchow, y en la posada Sanosuke se dispuso a realizar su habitual y discreta investigación; la diferencia es que esta vez sí pudieron darle la información que él deseaba. El diálogo sostenido con su interlocutor, el dueño del hostal, le entregó las nociones básicas de con quien tendría que verse en Xining... la historia que le relataron en verdad era como sacada de un cuento, pero le hizo comprender que su trato no sería con un imperialista de la vieja escuela como él pensaba, sino con un hombre por sobre todo ecuánime, con los pies asentados firmemente en la tierra y con sus objetivos excepcionalmente claros.

- Así que, en verdad existe ese tal Han Ming Wa -dijo Sanosuke al dueño del local-

- No dude de mi palabra, amigo; existe tal como usted y yo

- ¿Y qué hay de todas aquellas patrañas que me dijeron antes de llegar aquí?

- ¿Patrañas?... supongo que se refiere a habladurías tales como la omnipotencia de el señor Ming o su supuesta vida sin límites

- Entre otras cosas...

- Pues sólo puedo decirle que cuando no se conoce a alguien se suelen hablar muchos disparates

- ¿Podría entonces usted informarme con mayor claridad?... si he de serle franco la curiosidad me mata -dijo Sanosuke con tono inocente-

- Por mí no hay problema, pero déjeme traer más licor, porque la historia es un poco larga

Un vez que estuvieron bien aprovisionados, el posadero comenzó su relato

- Probablemente le habrán hablado a usted de un ser de fábula cuando preguntó por el señor Ming, como le agrada que le llamen sus coterráneos. Muchos de esos relatos que usted habrá oído no dejan de tener cierta razón por una única causa: Hacen referencia a muchas personas, todas ellas han llevado el cargo de Tai-Pan (jefe) de la casa Han, así que, obviamente, siempre ha existido un Han en el palacio de Lanchow... o al menos hasta unos años atrás así había sido

- ¿Cómo es eso?

- No desespere amigo, hacia allá voy: Ha de saber usted que desde su llegada a China el señor Ming no ha estado de acuerdo a la idea de residir en el palacio familiar, y cuando aún era joven decidió ingresar al castillo de la guardia imperial en Xining... allí, aparte de ser entrenado como a cualquier futuro maestro del Wu-shu se le entregaron las normas básicas de comportamiento en la corte, cosa que él de plano detesta

- Un momento, dice que todo aquello sucedió después de su llegada a China, pero... ¿acaso no nació en esta tierra?

- Eso es a causa de su origen; la madre del señor Ming es japonesa... muy poca gente lo sabe, pero ella fue vendida como esclava al abuelo del señor Ming, quien decidió dársela como concubina a su hijo... lo que no contaba el viejo Tai-Pan era que su hijo se enamoraría de ella y que rechazara todos los compromisos de matrimonio con que intentó obligar a su hijo. Entonces el viejo Han decidió poner tierra de por medio y enviar a la extranjera de regreso a su país... el resto de la historia ha quedado como cuentos de viejas comadronas

- Vamos, la historia se pone interesante y decide cortarla... continúe -dijo Sano mientras volvía a llenar los vasos-

- Bueno... según me contaba mi madre el joven príncipe Han se las arregló para acompañarla hasta Shangai... el cómo es algo que jamás llegó a revelarse por mucho que pasaran los años... luego de ello, pasaron 15 largos años hasta que el viejo Tai-pan de la casa Han dejó este mundo agobiado por el peso de los años... y quizás por el peso de su conciencia...

- Siempre es posible...

- En fin, pese a todas las tentativas que hizo en vida para que su hijo se casara su empeño resultó en vano... llegó incluso al extremo de exponer a su hijo en público y humillarlo durante un carnaval poniendo en duda su hombría por el hecho de no aceptar a las jóvenes más bellas del imperio, entre las que se contaban algunas hijas del emperador. Sin embargo el joven no dio pie atrás diciendo que su padre era libre de pensar lo que quisiera, pero que el tiempo le daría la razón a él

- ¿Entonces?

- Nada, simplemente el joven fue paciente al saber que el tiempo trabajaba para él, y que a pesar de el edicto de muerte que pesaba sobre su amada si volvía a pisar la provincia sería él quien sucedería a su padre en el trono de la casa Han... así que la desposó apenas su padre hubo fallecido... todo un escándalo de aquella época, si me permite decirlo, más aún considerando que ella volvió con un joven a su lado

- ¿Un amante?

- Por supuesto que no; su hijo... que poca tolerancia al licor

- Perdón, es la costumbre de ver las cosas como suceden en otros lugares... pero, estábamos en que a Han Ming Wa no le agradaban los asuntos de la corte

- Quizás se haya debido a que la presencia de su padre, a pesar de ser poderosa, no pasó de ser sólo un espectro durante su infancia, por lo que, lógicamente, él manifestó un moderado desprecio por el cargo que algún día habría de heredar... de hecho, cuando llegó su turno de subir al trono provincial se las arregló para permanecer siempre dentro de su querido castillo en Xining o en alguna misión encargada por el emperador fuera de nuestras fronteras. En una de esas misiones debió visitar Japón, ya que se le había encargado "contactar" al jefe de un clan que estaba dando problemas gracias a sus redes de tráfico de esclavos

- ¿Redes de tráfico?

- Así es... de hecho, por aquel entonces en nuestra provincia se produjeron cientos de desapariciones de personas de todas las edades... el misterio se dilucidó pasados un par de meses gracias a la captura de uno de los raptores, quien luego de una no muy agradable sesión en los calabozos del castillo de Lanchow entregó tantos nombres que se necesitó de un escribano especial para recopilarlos... lo que siguió resultó lógico: se encomendó al señor Ming la labor de llegar hasta la cabeza de la organización y hacerlo desaparecer, no importando el tiempo que ello tomara ni el lugar donde él se encontraba

- ¿Qué sucedió entonces?

- Pues... creo que es desde entonces que data su primera visita a Japón como un extranjero... nunca supimos en realidad qué sucedió, pero no regresó durante algunos años, y luego, cuando marchó a Japón por segunda vez, ahora por mucho más largo tiempo, dejó el trono a cargo de su hermano hasta su incierto regreso... de hecho, muchos temieron una revuelta cuando el señor Ming regresó, pero él decidió entregar todos los privilegios de la regencia provincial de forma definitiva a su hermano, Fu Hi, con la condición de que fuera el hijo del señor Ming, Maki, quien le sucediera en el trono, condición a la que el señor Fu Hi no puso reparos, ya que él está consciente que la línea de sucesión pasa por la descendencia del primogénito de la familia... y también creo que sabe que el mismo señor Ming quizás haya renunciado al trono por razones de índole política, para evitar un eventual derramamiento de sangre que podría producirse si un japonés fuera entronizado como jefe de una provincia china

- ¡Vaya!... sí que es todo un japonés

- Sólo de nacimiento... sigue siendo Chino tanto por sangre como por crianza

- Y dice que tiene un hijo

- Así es, su nombre es Maki, como ya dije, es el príncipe de la casa Han... es un caso análogo al del señor Ming

- ¿Qué quiere decir?

- El señor Maki es hijo de una mujer japonesa, tal como su padre... de hecho, si no estoy mal informado su madre era la hija de un maestro de la espada... o algo parecido... la diferencia radica en que el señor Maki nació en China, y desde pequeño tanto el señor Ming como su alteza Fu Hi lo convirtieron en algo así como hombre de confianza; bueno, nunca hemos sabido exactamente cuál es su función, pero por los rumores que siempre nos llegan aquí es claro que algo tiene que ver con la solución de problemas que no deben llegar al conocimiento público, mismos rumores que por algún oscuro motivo están asociados con el título de "Feng Xuan", que suele dispensarse para los guardianes del castillo Shaolín de Xining, donde el señor Ming se formó como guerrero. Y por cierto, tampoco nos logramos explicar cómo además de todo aquello llegó a aprender el arte de la espada de la forma que lo domina. Aunque su abuelo haya sido un maestro inigualable, tal como se dice, y haya pasado dos de cada tres años en Japón, resulta extraña su natural habilidad

- ¿No estarás endiosando demasiado a ese mocoso malcriado? -intervino un anciano parroquiano del lugar que había estado escuchando la conversación-

- Vamos viejo, sabes que es cierto -dijo el dueño del lugar con cierta sorpresa de la presencia de aquel anciano-

- No niego su habilidad, pero así como resultó un buen peleador sigue siendo muy impulsivo

- ¿Y eso qué? -volvió a decir el dueño-

- Que si yo fuera su padre le daría una paliza si lo escuchara hablar de sí mismo de esa forma

Sanosuke empezaba a divertirse con el diálogo, pero decidó que era hora de volver a su tema

- ¿Y luego de todo aquello?... es decir, me queda claro que a pesar de haber merecido el trono de la provincia decidió rechazarlo para evitar problemas a los mandos de la provincia, y que si se trata de una especie de monje guerrero, tal como algunos dicen, pero, aparte de ello, ¿qué más sabe?

- Hummm.... déjame ver... a pesar de rechazar su título de nobleza se le respeta de la misma forma que a su alteza Fu Hi, entre otras cosas por su reconocida labor como juez cuando ha sido requerido como tal; además de ello algo han dejado filtrar los guardias de palacio acerca que constantemente el emperador solicita su ayuda para resolver algunos asuntos importantes con la mayor discreción posible... por cierto...

- ¿Por qué pregunto tanto acerca de él?

- Sí, eso quería saber

- Nada importante, simplemente tengo un negocio que tratar con él y quería saber algo mas acerca de su persona...

- Ya veo... nada desusado

- ¿Nada desusado?

- Más de una vez alguien ha dicho lo mismo... aunque no siempre los resultados de aquellas visitas hayan sido del todo pacíficos

- Descuide, no vengo en busca de problemas... por último -dijo Sano junto con dejar un par de yuans para pagar la cuenta-... ¿saben dónde puedo encontrarlo?

- Lo último que supimos de él era que se dirigía al castillo de Xining a encontrarse con su hijo... de eso hace un par de días, así que quizás aún está allí, le resultará fácil hallarlo amigo, eso si él quiere que lo encuentre

- Creo que será así... buenas tardes y muchas gracias, tanto por el licor como por la conversación, ambos han sido de la mejor calidad

- Adiós y vuelva cuando quiera, amigo -le despidió el posadero-... y recuerde lo que dicen por ahí... "en Xining pasan cosas extrañas"...

- Lo tendré en cuenta... gracias nuevamente

Luego de todo aquello la caravana partió al amanecer de la posada y luego de 6 horas de viaje, habiendo arribado a Lanchow, se encontró nuevamente al garete en una ciudad de la que no conocía sino el nombre; afortunadamente para él ya no tenía nada más que hacer allí. Había recibido su paga y con ella en el bolsillo decidió darle un día de descanso a su cabalgadura, así que, sobrándole el tiempo y habiendo hecho todas las averiguaciones que deseaba hacer se dispuso a ocupar el breve resto del día que le quedaba en darse un merecido baño de vapor y quizás por fin poder cortarse el largo cabello que durante los últimos meses había cultivado. Lamentablemente, las cosas no siempre suceden como uno dispone.

- ¡Rayos!... nunca pensé que fuera tan cierto aquello de "los relajantes baños de vapor".... ¿¡cómo demonios pude dormirme en uno de ellos durante 7 horas!?... es un milagro que no esté muerto a causa del calor... en fin, nuevamente me quedo con el molde hecho... tendré que conformarme con mi viejo hachimaki rojo (cinta para la cabeza)... ¡ma!, ¡que sed tengo!, ¡y lo peor es que quiero agua!... espero que mi caballo haya descansado lo suficiente... al parecer será mejor que parta en la mañana si deseo encontrarme con aquel Han Ming Wa... por ahora, una buena comida y a dormir, que buena falta me hace... ¡auch!, me siento deshecho luego de ese condenado baño


Lejos del trajín de la capital provincial, en medio de la noche dos cabalgaduras se dirigían a toda velocidad hacia Xining... un hombre adulto y un anciano, ambos de cabellos blancos como la más pura nieve, ambos parte de una gigantesca conjura contra un poderoso enemigo, ambos, padre e hijo, entregados al sagrado deber que habían aceptado como propio de formar parte de aquella monumental opereta. Iban vestidos de la forma más sencilla posible, con simples pantalones de lino y gruesas capas de piel a la usanza mongola cubrían su cuerpo por completo. Sin embargo algo en ellos hacía verlos como si fuesen los amos de la pradera, tanto, que ni aún los más osados bandidos de la región tuvieron a bien en considerarlos en sus correrías durante aquella noche... definitivamente su presencia imponía respeto en todo aquello que sus ojos tocaban, empero, ambos conversaban ajenos a toda aquella atmósfera de señorío

- Aún no entiendo por qué te encargaste de hacerle saber casi toda tu vida a Sagara... obtuvo detalles que aún la gente de palacio desconoce

- Me pareció justo, eso es todo

- ¿Por qué lo dices?...

- Bueno... lo que sucede es que nosotros conocemos su vida tan detalladamente que quizás incluso él desconoce algunos de esos detalles, y no me pareció correcto que él estuviera en la más absoluta oscuridad acerca de nosotros; por lo demás, quería conocerlo antes de encontrarnos formalmente con él

- ¿Y para qué solicitaste la ayuda de alguien de Japón?... nosotros nos hubiéramos bastado perfectamente para acabar con el asunto pendiente en Shangai

- Lo sé, pero no hubiera sido justo tampoco

- En eso debo darte la razón

- Por lo demás, es mejor tener bien informado a Min-sama... ya sabes que se pone nervioso cuando no sabe bien que tal van las cosas, y la próxima vez que yo regrese creo que será para quedarme por un largo tiempo, quizás para siempre, así que no puedo perder tiempo en el continente... además de ello, Sagara trabaja como correo imperial, lo que tendrá contentos a todos en el gobierno...

- Bastará con que se mantenga vivo... el sólo recordar lo que el clan Wu le hizo al último enviado japonés me hace poner los pelos de punta

- Era un inepto que no merecía tal nombramiento... al final creo que yo mismo hubiera terminado asesinándolo por incompetente

- Pero no de esa forma.... vamos, que te maten cortándote la cabeza es una cosa, pero que te derramen hierro fundido en los ojos, que te arranquen cada centímetro de piel, que luego te sumerjan en brea caliente y para terminar seas desmembrado si eventualemnte aún seguías vivo vivo no es una forma honorable de morir

- Suelen suceder cosas así cuando intentas estar bien con los dos bandos

- ¿Y Sagara?... ¿será confiable?

- Eso creo; aunque si no me estoy mal informado su apetito por el oro puede acarrearnos alguna complicación

- No será problema, pagaremos su precio si lo vale... lo que ahora me preocupa es llegar antes que él al castillo... su caballo es mejor que los nuestros y por mucha ventaja que le llevemos es posible que llegue antes que nosotros

- Deja de preocuparte por idioteces, no pasará el bosque si no estamos allí, eso te lo aseguro... podemos pasarnos todo el día de mañana finiquitando nuestros asuntos en la ciudad de Xining si así lo deseamos...


A la mañana siguiente Sanosuke partió rumbo a su destino; afortunadamente para él, los caminos del imperio eran excelentes, así que no le costó trabajo alguno llegar a la ciudad de Xining. El camino hasta aquel lugar consumió casi la totalidad del día, pero la jornada resultó más que provechosa, ya que sin desearlo pudo contactar a un par de personas a quienes el cónsul Kita le había solicitado entregar un par de sobres en caso de encontrarlos, los que a su vez pagaron los servicios del correo con yens de oro de la mejor ley... al parecer había más de una conspiración en juego por aquellos lugares; lamentablemente para Sanosuke no había tiempo para juegos, debía partir hacia el castillo Saholín de Xining con la mayor prisa... así que luego de obtener las indicaciones necesarias espoleó su caballo en dirección al oeste; allí, a no más de dos leguas de la ciudad, se encontró con una hermosa hondonada enclavada entre algunos cerros de baja altura, pero que sin duda eran demasiado escabrosos para permitir el paso de cualquier intruso... la única entrada posible hacia el castillo que ya alcanzaba a divisar en la lejanía era a través de un bosque de abetos que parecían empinarse hasta tocar el cielo con sus ramas

- Bien, en marcha Rígel, debemos llegar antes de que anochezca

Empero, su cabalgadura parecía saber algo que él ignoraba... no logró hacer que el animal pusiera una pata más allá del borde de aquel bosque que divisó a lo lejos... durante casi una hora intentó convencerlo con palabras dulces, mismos, amenazas e incluso con una ración de azúcar, pero el caballo no hacía caso de su jinete. Al final, Sanosuke se dió por vencido y cubrió los ojos del corcel con su abrigo. Recién allí, no sin emitir más de un relincho de desagrado, Rígel comenzó a caminar... un paso tranquilo, como si intentara no perturbar a las hojas que crujían bajo sus pezuñas...

- Ahora te entiendo... este lugar pone los pelos de punta... no puedo ver más allá de un par de metros... ya sé que estaba anocheciendo pero ésto es ridículo

Al paso que llevaban le consumiría al menos tres horas el poder llegar a destino... el camino parecía estar marcado a pesar de la oscuridad casi total que les rodeaba, lo que lo hacía fácil de seguir... pero el sueño resultó extrañamente más poderoso que la voluntad del intrépido correo. Cuando ya casi caía de su silla se convenció a si mismo que por esa noche no llegaría a aquel castillo y que era mejor darle a su cansado cerebro un poco de descanso

Pero, contra la voluntad de su dueño, su cabeza se negaba a descansar...

Dentro de ella, distintas figuras comenzaron una singular procesión... caminaban en torno al correo que permanecía tendido presa de un profundo sopor...

Al principio sólo eran dos figuras, las que pudo reconocer como Higashidani Kamishimoemon e Higashidani Naname... su padre y su madre... ambas figuras le resultaban muy borrosas a la vista... sin embargo dentro de toda aquella nebulosa pudo darse cuenta de cómo ambos se alejaban de él... sin rencores de por medio, sin odios ni reproches, pero notó sin lugar a dudas cierto dejo de tristeza en aquella silenciosa despedida que su corazón le dictaba debía ser de aquella forma.

Luego de ello, una figura solitaria... un hombre de mirada triste a quien un hilo de sangre dibujaba un círculo alrededor de su cuello... vestía impecablemente de negro y compartía con el mensajero, además de la cinta de su cabeza, el mismo apellido... nuevamente, después de observarlo por algún breve tiempo, aquella figura se alejó de forma silenciosa... tantas cosas hubiera deseado decirle, pero lamentablemente para Sanosuke sólo podía verse allí, dormido, de la forma más inocente, tal como un niño... algo, o alguien, le impedía intervenir en aquel desfile... y para pesar suyo aquello aún no terminaba

Cuando Sagara Shouzo partió de aquel lugar le invadió un sentimiento de indefensión tan aplastante que no pudo hacer nada sino acurrucarse contra un árbol a esperar lo que fuera a suceder... le parecieron largas horas hasta que por fin volvió a verse acompañado, esta vez por cuatro personas; aquellos a quienes de corazón reconocía como su familia. Con qué agrado recibió aquella visión que aliviaba el pesar de su alma... sin embargo, notó que una de esas figuras se mantenía levemente más alejado de él, circunstancia que por algún extraño motivo le era dolorosa; aún así, las cuatro personas, Himura Kenshin, su mejor amigo... Kamiya Kaoru y Mioyin Yahiko, a quienes veía como sus entrañables hermanos... y Takani Megumi, la que siempre le hacía imposible su existencia y a la que se complacía en sacar de sus casillas... los cuatro, luego de cerciorarse que estuviera bien en su reposo, desaparecieron de su vista en medio de aquella niebla

Entonces, experimentó la sensación contraria a la que anteriormente le oprimía... era casi como si le hubiesen dado alas... sentía que bastaba con desearlo para estar en cualquier lugar y eso era algo que adoraba... libertad... por sobre todas las cosas la verdadera libertad... pero juntamente con ello en el fondo de su corazón había un pequeño lugar que sus alas cubrían con una densa sombra... no se daba cuenta cabal entonces, pero era el lugar donde anidaba una de las consecuencias de vivir la libertad de forma plena... era el hogar que la soledad había hallado en su alma...

Y cuando ya pensaba que todo aquello había terminado, dos nuevas figuras aparecieron en escena... una de ellas se dirigió hacia él mirándolo con un cierto dejo de desprecio... se diría que en vez de querer verle deseaba darle un puntapié en la cabeza y largarse de allí... la rapidez con que desaparecía el cigarrillo que llevaba entre sus dedos le indicaba que su simple presencia allí, dormido, le provocaba algún tipo de impaciencia... el quepis policial perfectamente calado apenas dejaba notar un incipiente flequillo que parecía jugar con su fría mirada... La otra figura resultó al principio desconocida para él... a decir verdad, no podía asociar aquella hermosa mujer que se desenvolvía con singular gracia con la chica que acostumbraba atormentarlo... y tras ella, dos pequeñas figuras en la sombra... siluetas que en ninguna forma le resultaban conocidas, pero que algo le decía que daría sin dudar su vida por ellas... de alguna forma sabía que eran parte de él

Luego de todo ello, volvió la quietud a aquella estancia cobijada por las copas de los árboles... pero de la misma forma notó que a su lado había una persona... una jovencita a la que reconoció de inmediato, pese a que ella seguramente no le recordaba como al hermano que tanto quería sino como aquel peleador que un día se cruzó en su camino

- ¿¡Uki!?... ¿¡Que haces aquí!?

- ¡No lo sé!... lo último que recuerdo es que me acosté a dormir y ahora me encuentro aquí contigo... es extraño

Hubo una larga pausa, luego de lo cual la joven prosiguió

- ¿Sabes?... nunca pude agradecerte por salvar a mi papá...

- No preocupes, no tienes nada que agradecer

- Te equivocas, pero mi gratitud no hará que cambie lo que pienso de ti

- No podría ser de otra forma... pero aún no me respondes qué haces aquí

- Te repito que no lo sé

- Nunca has sabido lo que haces...

- ¡Que dices!... ¡tú!... ¡tú!... ¡VAGO!... ¿¡acaso no tienes algo que hacer en vez de molestarme!?

- Hummmm... ahora que lo dices, sí, tengo algo pendiente que hacer, así que si la princesita me disculpa, debo irme

- ¡Bien!... y aunque no me lo creas, fue un gusto volver a verte, al menos en parte

- Dale mis saludos a tu padre y tu hermano

- Lo haré -dijo ya mucho más calmada- ... gracias nuevamente

Entonces Sanosuke abrió por fin los ojos... un largo sueño, sin duda... la luz lograba filtrarse por entre las hojas de los árboles haciendo que la anterior oscuridad fuera reemplazada por un sueve brillo que inundaba el ambiente... alrededor de él podía distinguir con alguna dificultad lo que a todas luces parecían ser pisadas... huellas que no correspondían en su totalidad a las suyas o las de su caballo... en ese momento comenzó a convencerse de la realidad de las palabras del posadero en Lanchow... sin duda en Xining pasaban "cosas extrañas"...

Pasada la sopresa se percató de otro detalle: su caballo ya no manifestaba ningún temor del lugar... de hecho, había logrado quitarse la tela que vendaba sus ojos y trotaba a sus anchas por los alrededores... bastó que le llamara por su nombre para que llegara a su lado y ofreciera transportarlo de excelente humor

- ¡Vaya!... ¡te despertaste muy contento!

Rígel respondió con un ligero gruñido que bien podría haber pasado por una carcajada

- En marcha muchacho... ya nos retrasamos bastante

Salió del bosque en breves minutos sólo para notar otro detalle: se encontraba frente a las enormes puertas del Castillo Shaolín de Xining... la salvedad de ello era que el sol estaba apenas más bajo que lo que recordaba era su posición antes de entrar a aquel bosque...

- ¿Habré dormido un día entero?... espero no sea así... no me agradaría llegar tarde a mi entrevista con Han Ming Wa

Las puertas se abrieron en ese preciso instante y un monje le indicó educadamente que entrase en el recinto, luego de lo cual le hizo desmontar y tomó su cabalgadura para llevarla a las caballerizas, otro monje se acercó entonces y Sanosuke preguntó en impecable Chino Mandarín

- Buenas tardes, soy Sagara Sanosuke. ¿Dónde puedo encontrar Han Ming Wa?

- Sígame, ellos le están esperando

- ¿Ellos?

- Es aquí... adelante por favor

Sanosuke había sido conducido a un tipo de gimnasio de un tamaño superlativo... el piso estaba hecho de ébano y los únicos ornamentos del lugar eran tres enormes estatuas de Buda recubiertas en láminas de oro... por lo demás el lugar era una estancia sencilla, muy apropiada para el entrenamiento... en el centro del lugar, dos figuras se encontraban arrodilladas mirándose de frente: un hombre y un anciano, ambos de cabellos blancos; además de su edad podía diferenciárseles por el color de sus ojos: el más joven los tenía de color negro y el anciano los tenía de color café muy claro, casi rayando en el color dorado... aparte de ello, y dado el parecido que entre ambos existía, podía inferirse con razón que se trataba de padre e hijo. Apenas repararon en la presencia de Sanosuke le invitaron a sentarse

- ¿Han Ming Wa?

- Así es... supongo que debes ser Sagara Sanosuke

- En efecto, vengo enviado por órdenes del ministerio...

- No necesitas entrar en detalles... sabemos quien te envía -intervino el tercer hombre-... de hecho, fuimos nosotros quienes solicitamos tu presencia

- El es mi hijo...

- Han Maki... ya había oído aquel nombre... ahora, si no es mala educación, quisiera saber para que me hicieron venir hasta este lugar

- Un hombre de negocios... bien, vamos a lo nuestro... Maki, si nos haces el favor de explicar de qué se trata

Comenzó así el relato que habría de poner al corriente a Sanosuke acerca del trabajo que pretendían que él realizara... quizás, si entonces hubiera sabido en qué desembocaría todo ello se habría negado con toda vehemencia... pero su destino ya estaba trazado... ya tenía las claves para ello, y aunque no lo supiera, debería encontrarse cara a cara con su futuro en los siguientes días... pronto él sería el sabueso en una cacería que habría de llevarle a la paz, y, contra todo vaticinio, hacia su hogar

- El asunto es bastante sencillo, Sagara-san: Requerimos de su presencia para un pequeño asunto que tenemos pendiente en Shangai, mismo que habrá de llevarle a usted con posterioridad a Lushun

- ¿Lushun?

- Quizás lo conozca más por el nombre que le dan los europeos... me refiero a la ciudad de Port Arthur

- Si no estamos mal informados, de todas formas debía usted llegar a ese lugar -intervino el anciano-

- Es cierto, señor Ming Wa

- Por favor, tú llámame Han... y si no te importa prefiero el trato informal entre quienes nos involucramos en ésto

- Está bien, por mí no hay problema, mal que mal, usted es el jefe... pero... ¿por qué la diferencia de nombres?...

- ¡Ja!... quizás te parezca algo tonto, pero lo prefiero así ya que de inmediato sé de dónde proviene quien en ese momento se está dirigiendo a mí... aquí, en China, soy Han Ming Wa... en Japón todos me conocen como Min Han... pero eso es otra historia... vamos muchacho, continúa explicándole a Sanosuke

- Bien, decía que luego de pasar por Port Arthur probablemente llegarás a Pusán o alguna ciudad de aquella latitud con el objetivo de embarcarte nuevamente hasta Japón

- Pues... no comprendo la razón de aquel itineriario, a pesar de que me parece interesante

- Hacia allá voy, no desesperes... el por qué de todo ese movimiento tiene un nombre que quizás reconozcas... Wu

- Wu... hmmmm... Wu.... ¡Wu!.. ¡¿Wu Hei Shin?!

- El mismo -intervino Han-

- Pero lo suponía preso en alguna cárcel japonesa... incluso pensé que lo habrían ejecutado

- Creo que sabes muy bien la excelente medicina para el ánimo de tus captores que constituyen un par de lingotes de oro...

- Lamentablemente debo darle la razón, Han-san

- No te excuses, en todos los lugares sucede de la misma forma

- Como bien dice el viejo -dijo Maki junto con esquivar un golpe de su padre-, el clan Wu logró asimilar para sí la organización de tráfico de armas de Yukishiro Enishi, lo que unido a sus redes de contrabando y tráfico que siempre han poseído los ha vuelto un tanto peligrosos... y si bien su poder militar o su capacidad de causar disturbios en el entorno civil es prácticamente inexistente su principal arma se ha revelado en su influencia política y económica en la costa oriental del imperio; a tal punto ha llegado la tensión entre los diversos estamentos de gobierno que de no hacerse algo rodarán cabezas... y creo que entiendes que no es una metáfora

- Comprendo perfectamente

- El emperador nos ha dado plena libertad de acción... tenemos a nuestra disposición todo lo que deseemos, si hay algo en especial que necesites para ésto no dudes en pedirlo... creo que debes saber además que esto es una operación conjunta con tu gobierno, de allí tu presencia en este lugar... además de deber encargarte de Wu Hei Shin eres el llamado a reportar todo lo ocurrido a quien haya sido designado por tus superiores en Port Arthur... como lo más seguro es que Wu Hei Shin logre escapar, y de hecho, es conveniente que así suceda, será tu deber el seguirle, probablemente hasta algún puerto del norte del país que por desgracia aún no hemos podido identificar y esperamos que esa huida desvele la locación de sus muelles... es en aquel lugar desde donde embarcan toda su mercancía hacia Japón... el punto final de tu misión es intentar, en conjunto con tu nuevo enlace en Japón, desmantelar aquella parte de la red de tráfico existente con la isla

- ¿Tienes alguna duda? -prenguntó Han-

- Sí, en principio deseo saber por qué el clan Wu tiene tanto poder como para hacer que se monte una operación conjunta entre dos gobiernos que clásicamente han sido... como decirlo... cordiales enemigos

- Eso es sencillo de explicar muchacho... el clan Wu es una reunión de clanes menores que se han encargado de llevar a cabo muchas de las actividades ilegales de la zona... desde inocentes apuestas y peleas clandestinas hasta tráfico de esclavos, pasando por comercio sexual, tráfico de drogas, contrabando de armas, seda, pieles... uso de influencias y un sinfín de quehaceres que no redundan sino en su propio beneficio personal y que es preciso intervenir de forma tal que provoquemos una herida demasiado grande en su organización... luego de ello, quedará vérselas con subgrupos del mismo clan, pero ello es una labor bastante más sencilla que bien puede encargársele a la policía

- Lo comprendo... pero... si dicen que su principal labor es el comercio ilícito entonces el clan Wu debe tener algún tipo de contacto en Japón como para funcionar de esa manera

- No eres tan tonto como tu anterior colega en la zona... el homónimo del clan Wu en Japón es conocido como Shodo Ryu... la diferencia entre ambos radica en sus métodos... el Shodo Ryu no respeta nada ni nadie... en eso el clan Wu le lleva cierta ventaja, ya que en sus códigos aún existe un pequeño lugar para el honor... pero no apresuremos las cosas... todo a su tiempo

- Por ahora -intervino Maki- te recomiendo que tomes un descanso, partiremos al amanecer hacia Shangai... si aún tienes dudas sobre algún detalle tendremos tiempo suficiente de aclarar tus dudas durante el viaje... afuera de la estancia debe haber alguien que te guiará a tus aposentos... buenas noches

- Buenas noches muchacho, procura descansar bien

- Hasta mañana entonces

Sanosuke no había sido capaz de ver en realidad en medio de qué estaba involucrado hasta ese instante, pero ahora, luego de la breve descripción de los hechos que deberían acaecer en las subsiguientes jornadas, comprendió que no sería una sencilla misión como correo, que esta vez estaría llamado a ser mucho más que eso... quizás no saldría vivo de todo aquello... pero por otra parte... por otra parte su sangre hervía de emoción frente a la más grande aventura que jamás le había tocado vivir... ni siquiera el combate en Kyoto había sido algo de tamañas dimensiones... ahora estaba llamado en verdad a probarse a sí mismo, saber en verdad cuál era su valía en aquel mundo que ahora le resultaba casi por completo conocido... con estas ideas aún frescas en su mente es que despertó al nuevo día... para su sopresa había en su habitación una muda nueva de ropa, de estilo tradicional chino, de hermosa seda de color bermejo con su kanji favorito bordado en hilo de oro en cada uno de los puños de la camisa. Junto a ello había también una gruesa capa de piel y un morral lleno con todo lo necesario para el viaje... una vez que estuvo del todo preparado escuchó con claridad el ruido de tres caballos en el patio principal del recinto.

Cuando bajó hacia el lugar se encontró con sus dos compañeros de viaje, los que le saludaron muy animadamente

- Buenos días, espero que hayas dormido bien

- Gracias Maki-san, dormí como un niño... lamentablemente no alcancé a recortarme el pelo

- Si te sirve de algo -intervino Han-, creo que es mejor que te trences esa cabellera... así no parecerás un extranjero

- Por cierto, Han-san, le agradezco por la vestimenta

- No hay por qué muchacho... además, no puedes salvar al imperio vestido como un mendigo... ahora en marcha, debemos recuperar un día de demora

Juntamente con decir esto dos monjes aparecieron en escena... cada uno de ellos portaba una espada digna de un rey... una de ellas tenía una vaina de marfil y estaba destinada a Maki, la otra era portada en una vaina de ébano engastada en oro y era la que pertenecía a Han... a un tiempo ambos las tomaron y retiraron de sus fundas para cerciorarse de su perfecto estado... allí estuvo la mayor sorpresa de Sanosuke... ambas espadas eran sendas katanas con el emblema de "Hikari" en sus empuñaduras...

- Bueno niño -dijo Han-, no pongas esa cara... vamos, alguien nos está esperando en Shangai y no quiero que se pierda la sorpresa de nuestra llegada