Un espléndido sol hacia resplandecer el palacio y sus exuberantes jardines aquella mañana. En una de las terrazas desayunaban tres personas, una muchacha pelirroja, un chico rubio y una princesa, esta ultima abochornada por la manera tan poco elegante de comer que tenían sus amigos.
- ¿Vamos a estar todos? -.
- Eso creo Rina, el único que podía andar desaparecido y no presentarse era Zelgadis pero me envió un mensaje diciendo que venía hacia Seyluun -.
- Magnifico, sería una pena que no apareciera, ¿verdad, Ameria? -.
La princesa por poco se ahoga con el bollo.
- ¡Val_chan, no te alejes! -.
El dragoncito volvió junto a su madre y permitió que le llevara de la mano, sabía de sobra como se ponía ella cuando visitaban alguna de las grandes ciudades, siempre con miedo de que "su niño" se extraviara.
- Ya tengo 7 años, no voy a perderme – protestó.
- Supongo que tienes razón – Filia le soltó – Pero ten cuidado -.
Mientras el chiquillo curioseaba los juguetes de una tienda la dragón dorado se detuvo ante un escaparate, múltiples vasijas de una magnífica calidad la absorbieron al instante.
- Hola Val -.
- ¡Zeros! – el dragoncito dio un efusivo abrazo a su amigo - ¿Dónde has estado?, hace mucho que no vienes por casa -.
- Eso es un secreto – le revolvió el cabello turquesa - ¿Y tu madre? -.
- Allí – señaló a la joven que permanecía abstraída a unos metros de ellos – Cacharros... ¿cómo puede gustarle a alguien tanto una cosa que está hecha de barro? -.
- Ni idea... ¿te apetece gastarle una broma? -.
- ¿Qué tengo que hacer? -.
- Es fácil, tú y yo nos iremos a dar una vuelta -.
- Si no se lo digo mamá va a preocuparse – el niño frunció el ceño, no muy convencido.
- Esa es la broma, además solo desapareceremos un rato – sonrió.
- Vale, pero solo un rato -.
El demonio cogió al dragoncito y le sentó sobre sus hombros.
- ¿Te apetece un helado? – preguntó Zeros cuando ya trotaban calle abajo.
- Sí, quiero uno de vainilla y chocolate -.
Pararon frente a una heladería. Una vez tuvieron cada uno su cucurucho fueron a comérselo a un parque. Tranquilamente sentados en los columpios...
- Val, tu madre me dijo que tenías pesadillas -.
- Sí, no me dejan dormir bien por la noche – su rostro se oscureció – Me dan mucho miedo, la peor de todas es la de un enorme monstruo negro con alas que me come, aunque tampoco me gusta nada otra en la que tú y yo luchamos y mamá está mirándonos pero no hace nada -.
- Son solo pesadillas – Zeros disfrutaba de su helado, aparentemente indiferente.
- Lo sé, pero por la noche dan mucho miedo – los ojos color ámbar observaban a su compañero con curiosidad – Zeros, tú eres un demonio -.
- ¿Y? –.
- Pues yo soy un dragón y Rina y los otros humanos, ¿cómo es que eres nuestro amigo?, ¿no te regaña tu ama? -.
- Eso es un secreto, amiguito – guiñó un ojo. Ciertamente el muchachito demostraba ser muy listo y perspicaz.
- ¿Y por qué si puedes ser amigo mío no lo eres de mamá? -.
- ¿Qué te hace pensar que no somos amigos? -.
- El que tú siempre la estas molestando para que se enfade y cuando ella se enfada te ataca con la maza – se rascó la cabeza, pensativo – Además nunca había visto a mamá convertirse en dragón hasta ayer al venir hacia Seyluun, ella siempre me dice que no debo hacerlo porque los humanos se asustan y podrían intentar atacarnos; me resulta extraño que solo se comporte de esa manera cuando estás tú -.
- Ya veo, pero yo siempre molesto a todo el mundo, me gusta irritar a la gente y observar sus reacciones -.
- No te entiendo Zeros, eres el mejor compañero de juegos pero a veces eres muy raro -.
El mazoku se limitó a sonreír.
- ¡¡¡NAMAGOMI!!! -.
- Vaya, vaya, tu madre nos encontró -.
La dragón dorado cogió en brazos a su hijo y fulminó al demonio con la mirada.
- Mamá no aprietes tanto que me ahogas -.
- ¿¡Qué pretendías hacer llevándote a Val_chan de esa manera!? -.
- Solo dimos un paseo -.
- ¡Casi me matas del susto, monstruo! -.
- Eres demasiado aprensiva -.
- Val_chan es mi hijo, mi familia, lo es todo, no me lo perdonaría si le ocurriera algo... – dejó al chiquillo en el suelo pero no le soltó la mano – Sabes lo que es, sabes como le gustaría verle a muchos, sabes... esto es una estupidez, no sé ni porque intento explicártelo -.
- Mamá... -.
- Ven Val_chan, vayamos al palacio, allí nos esperan -.
- ¿Y Zeros? -.
- Puede ir solo -.
El dragoncito acompañó a su madre, al mirar hacia atrás ya no encontró a nadie en los columpios.
En los jardines del palacio se había instalado una pequeña carpa con una amplia mesa, más por albergar la gran cantidad de alimentos que por el número de invitados que se encontraban sentados a ella. Los asistentes disfrutaban de una magnifica tarde, llena con el aroma de las flores y el trino de los pájaros.
- Menos mal que este año no ha llovido -.
- Sí, incluso puede decirse que hace calor -.
- Oye, Ameria, haz que nos traigan más de esto, ¡está buenísimo! -.
- Rina, vais a acabar con una indigestión, Gaudy y tú lleváis todo el día zampando -.
Filia escuchaba a sus amigos y sonreía. Le encantaban las reuniones en las que se juntaban todos y se hablaba de aventuras pasadas en común y en solitario, lástima que fuesen tan pocas.
Ese último año Rina y Gaudy sorprendentemente habían publicado una especie de enciclopedia gastronómica, "Gastronomía del Interior y Exterior de la Barrera", que estaba arrasando en ventas gracias a ser la más completa sobre el tema, no había restaurante, posada, mesón o sucedáneo que no estuviera incluido.
Ameria había conseguido varios tratados entre su país y algunos territorios del mundo exterior y seguía ampliando sus horizontes justicieros. El príncipe Philionell prácticamente se había retirado de la política y era su hija la que verdaderamente llevaba el peso de la corona.
Shilfild había sido reclamada en Silor para que ocupara el cargo de suma sacerdotisa. Ahora su atención se centraba en recuperar el Ulagón, la esperanza residía en la espada que fue creada partiendo del Árbol Sagrado.
Martina y Zanglus reinaban pacíficamente. Con la ayuda de Seyluun el reino de Zoana se había convertido en un lugar muy prospero y la fama de sus gobernantes, buenos aunque un tanto excéntricos, crecía por momentos.
- ¿Y tú, Filia, qué tal te va con tu tienda? -.
- Muy bien, las ventas aumentan sin parar y nos hemos mudado a una casa más grande – sonrió orgullosa – Por fin he conseguido un poco de paz y todo sería perfecto si no fuera por ese namagomi -.
- Encima que le hago de niñero protesta – replicó el demonio.
- Pues sí, protesto por todas las majaderías y bromas pesadas que tengo que soportar, además de obligarme a tenerte todo el día vigilado por lo que puedas hacerle a mi hijo -.
- Pero si te pones hecha una fiera en cuanto me acerco a dos pasos del crío, como no le estornude no sé que iba a poder hacerle -.
- Parecéis un matrimonio – comentó Gaudy.
Todos estallaron en carcajadas. Tanto Filia como Zeros les dedicaron una sincera mirada de asco.
- Ya veo que las cosas no han cambiado -.
El grupo miró al recién llegado, un encapuchado de ropas color beige.
- ¡Zelgadis! – exclamó Ameria.
- Ya era hora de que aparecieras – dijo Rina – Siéntate y quítate esa maldita capucha -.
Cuando se retiró el embozo todos sus amigos se quedaron con la boca abierta de par en par y Ameria se cayó de su asiento.
- Que lástima, ya no voy a poder reírme a costa de tu aspecto – observó Zeros.
- E... eres... humano -. Ameria se encontraba en un severo estado de sock.
- Sí, no te lo expliqué en la carta porque quería daros una sorpresa – la ayudó cortésmente a sentarse.
- Lo has conseguido – afirmó Shilfild – Sin duda lo has conseguido -.
Mientras Zelgadis les contaba la historia de cómo había logrado curarse, Ameria no le quitaba ojo de encima. Contemplaba incrédula aquel cabello castaño oscuro, los ojos grises y la piel pálida, limpia. Filia sonrió, hacía mucho que conocía los sentimientos tan fuertes que unían a aquellos dos, sin embargo el aspecto del hechicero siempre se presentó como un importante obstáculo que, por fin, había desaparecido.
Conversaron hasta tarde. El aire fresco de la noche les hizo percatarse de la hora que era, así que decidieron continuar por la mañana.
Filia llevó en brazos a un Val completamente grogui hasta su habitación. Ameria había tenido la genial ocurrencia de asignarles a madre e hijo cuartos que estuviesen comunicados.
Tras acostar al niño Filia fue a ponerse el camisón. Sentada en la cama, terminaba de cepillarse el largo cabello rubio cuando unos golpes resonaron en la ventana.
- Zeros, largo, no quiero hablar contigo – dijo sin tan siquiera asomarse.
- ¿Aún enfadada, dragón dorado? – interrogó, apareciendo frente a ella.
- ¿A ti que te parece? -.
- No seas rencorosa, solo lleve a Val a por un helado y a dar un paseo, estabas tan abstraída con el escaparate que preferí no molestarte -.
- Cuando no encontré a Val_chan pensé que habías cumplido las ordenes de tu ama -.
- ¿Las ordenes?... ah, te refieres a lo de matarle, ya te dije que de momento no lo haría – levantó las manos inocentemente, como quitándole importancia al asunto.
- ¡Eso fue hace meses! -.
- Sí que pasa rápido el tiempo -.
Filia le arrojó el cepillo. Zeros ladeó la cabeza y lo esquivó con facilidad.
- Deja de burlarte de mí y fingir que eres idiota, conmigo eso no vale, sé perfectamente lo que se esconde bajo tu apariencia de sacerdote inofensivo y despistado -.
- Créeme, la idea que tienes de mí apenas si se acerca un poco a la realidad -. Los ojos del mazoku se abrieron otorgándole una expresión siniestra.
- Sé que eres un demonio y eso basta -.
Zeros sonrió, era una sonrisa traviesa pero, al tiempo, inquietante. Se inclinó sobre Filia, ella se apartó, retrocediendo por encima del lecho sin apartar de él la vista y echando en falta su maza. El demonio la sujetó de un brazo impidiendo que pudiera alejarse más y subió a la cama apoyado sobre sus rodillas y la mano que le quedaba libre.
- Zeros, usaré un hechizo – amenazó, la voz trémula.
- Hazlo -.
Avanzó hasta encontrarse semi recostado sobre una más que asustada Filia.
- Si de verdad me conocieras, como afirmabas hace unos instantes, ahora no estarías temblando -.
La dragón dorado no contestó, y aunque hubiera querido no habría tenido voz para hacerlo. Zeros acercó lentamente su rostro al de la ex sacerdotisa, ella cerró los ojos para no ahogarse en los del demonio. Sintió un cálido aliento acariciando sus labios, unos dedos deslizándose suavemente por su cabello, el cuerpo del mazoku sobre el suyo... y un grito.
- ¡Val_chan! -.
Filia se incorporó de golpe y Zeros aterrizó en el suelo. La dragón dorado corrió a la habitación del niño seguida del mazoku. Al entrar se encontraron al dragoncito de rodillas sobre la cama, llorando, unas amplias alas negras desplegadas a ambos lados de su cuerpo que emitía una tenue luminiscencia verdosa.
- ¿Val_chan? – la dragón dorado avanzó despacio.
- Ten cuidado, Filia – advirtió Zeros, preparado para atacar al crío si fuese preciso.
Ella le ignoró y tomó en brazos a su hijo. La luz murió.
- ¿Mamá? -.
- Estoy aquí, tranquilo – le acunó cariñosamente - ¿Otra vez las pesadillas? -.
- Sí, pero peor, tengo muchas en la cabeza... me duele – sollozó.
Los ojos color ámbar tropezaron con otros amatista que le observaban en la oscuridad, los recuerdos acudieron en masa: el dolor, un combate a muerte, el miedo en los ojos de una inocente señorita...
- Zeros... querías matarme y yo a ti, debía matar a Rina, vengar a Gaarv, invocar la Estrella Oscura... – se concentró y las imágenes cobraron nitidez - ¿Filia... Mamá, qué está pasando? -.
- Mañana te lo explicaré, ahora necesitas dormir –.
Filia acarició la cabecita del dragoncito y le aplicó un hechizo de sueño, luego le metió en la cama. Una vez se aseguró que el niño se encontraba bien, abandonó el cuarto. El demonio salió tras ella y cerró con cuidado la puerta.
Zeros contempló a la ex sacerdotisa, se había detenido en medio de la habitación con la mirada perdida en la nada, parecía una estatua de mármol.
- ¿Filia? -.
- ... -.
- Filia -.
La dragón dorado levantó hacia él un rostro oscurecido por la preocupación. Sin previo aviso se abrazó al mazoku, llorando.
- No puedo... -.
- ¿Qué? -.
- No puedo explicarle a Val_chan su vida anterior, eso significaría perderle... he fracasado -.
- Filia, no has fracasado, por lo menos todavía no lo has confirmado – en su voz sonaba una sonrisa – Piensa que ese niño debe estar muy confuso, ahora tiene dos vidas distintas en su cabeza, es Valgarv y Val al mismo tiempo, hay que esperar y ver cual de las dos prevalece -.
- Si vence Valgarv le matarás -.
- Que obsesión tienes con eso de matar a la gente, soy un demonio no un asesino en serie -.
- No te burles -.
- Lo intentaré -.
Filia cerró los ojos. Le gustaba estar así, abrazada, se sentía... se sentía segura, aunque fuese ridículo sentirse protegida entre los brazos del "exterminador de dragones". Al pensar en lo que ocurrió antes de que Val_chan despertara se sonrojó.
- Filia -.
Zeros sonrió divertido al ver las mejillas teñidas de rojo cuando ella le miró, sin perder la sonrisa, ni el tiempo, besó a la joven. La sintió estremecerse entre sus brazos, sus manos crispándose sobre su espalda. Aquello no era suficiente, insistió hasta que los labios de Filia se abrieron permitiéndole profundizar el beso.
Algo en la mente de la dragón dorado se encendió y, despacio pero con firmeza, apartó al demonio. Él la miró entre sorprendido y contrariado.
- Necesito descansar – contestó Filia a la pregunta no formulada.
- Te vendrá bien, demasiadas emociones para un solo día – replicó él.
El mazoku permaneció de pie observando como ella apartaba las mantas. Le había molestado que le rechazara, quizás porque nunca nadie lo había hecho, nadie se atrevió jamás a negarle nada o ir contra su voluntad. Durante sus más de 1000 años de existencia siempre que deseó algo lo cogió, fuese un objeto o una persona. La verdad es que ninguna chica le había rechazado hasta el momento por eso nunca se dio la circunstancia de tener que forzar a ninguna, quizás se debía a que ellas no sabían quien era él en realidad, siempre se presentaba como un atractivo joven, inteligente, risueño y algo socarrón. Pero Filia era distinta.
- Zeros -.
- Largo de aquí, ¿me equivoco? -.
- En realidad iba a preguntarte si no te importaba quedarte un poco, hasta que me duerma – le corrigió la ex sacerdotisa, sonriendo con timidez.
Zeros se sentó en la cama. Descubrió una nueva luz en aquellos ojos azules, algo totalmente opuesto a lo que aparecía cuando él la incordiaba, era algo que le hacia sentirse extraño... deliciosamente extraño.
Apagó la luz de la mesilla y, tomando la mano de la joven, entrelazó sus dedos con los suyos.
Allí la tenía, adormilada, confiada. La deseaba, ¿por qué no hacerla suya?. No resultaría difícil, sobre todo después de ver como reaccionaba ante sus atenciones. Bajo aquellas capas de pudor y estricta educación ardía un fuego esperando que alguien lo despertara, el mismo fuego que tomaba el control de Filia cuando él la hacía enfadar hasta sacarla completamente de quicio.
Recordó cuando la conoció, una dulce jovencita de largo cabello rubio e inocentes ojos azules, y como su sola presencia bastaba para convertirla en una bestia que lanzaba fuego a diestro y siniestro... solo él provocaba esa reacción en ella, solo "namagomi". Desde entonces había madurado bastante, ya no actuaba de manera tan irracional y costaba mucho hacerla enfadar hasta el punto de que se transformara en dragón.
- ...me resulta extraño que solo se comporte de esa manera cuando estás tú -. Las palabras de Val volvieron a su mente mientras su mirada seguía posada sobre la durmiente.
Sonrió al rememorar la batalla en la caverna, cuando rescató a Filia de aquel desprendimiento de rocas. Actúo por cuenta propia, no había ordenes ni ningún propósito retorcido detrás de su acción; la salvó porque quiso, ni siquiera se detuvo a pensarlo, simplemente se encontró cogiéndola en brazos, salvándola de morir aplastada. Absurdo.
Su mano enguantada apartó algunos mechones dorados del rostro de la joven, ella sonrió en sueños.
Absurdo... pero cierto. Tan absurdo como que ella se hubiese quedado dormida con él allí delante, ¿hasta tal punto confiaba en él?... ¿Cuándo había dejado de aborrecerle?, ¿en qué instante ella dejó de tenerle miedo?.
Repasó mentalmente, por segunda vez aquella noche, la batalla contra Estrella Oscura. Sí, siempre había molestado a la sacerdotisa hasta lo insoportable pero nunca permitió que nada malo la ocurriese, ni a ella ni al grupo de Rina. Qué fácil habría sido desplegar todo su poder y aniquilarles para hacerse sin problemas con la Garveila, sin embargo ese no era su estilo desde hacía mucho tiempo. Retuvo a Filia para extorsionar al Gran Anciano sin lastimarla en ningún momento, tampoco hirió al viejo dragón aún cuando lidió con él para obligar a la sacerdotisa a que usara sus poderes sagrados, ni siquiera se defendió ante los cánticos de Ameria. ¿Acaso se estaba ablandando?. Gaarv se lo dijo a Rina, hubo un tiempo en que el Sacerdote de la Bestia fue tan cruel y malvado como el mismo Ojo de Rubí. ¿Y qué quedaba ahora del terrible juushinkan, el exterminador de dragones?. Ahora era amigo de unos humanos y dos dragones a los que protegía... ¿amigo?, ¿por qué?, ¿por qué cuidar a una hechicera pelirroja que ya no era de utilidad para su señora?, ¿por qué perdonarle la vida a un dragón antiguo que intentó destruirle?, ¿por qué...?.
Los ojos amatista contemplaron silenciosamente a la doncella dragón. El cabello dorado enmarcaba el pálido rostro como si fuese una aureola, su expresión dulce e inocente.
Si pudieras empezar de nuevo
y olvidar todo aquello
que simplemente no quieres recordar
¿Te acordarías de mí?
Cerró los ojos. Esa noche solo sería un ángel negro que velaría sus sueños.
Que la apariencia no es sincera, no.
pasadas las noches en vela,
¿será una condena de amargo sabor?.
podría perder el control
con apariencia embustera, ¿o no?.
pasadas las noches de espera
¿merezco que arda el corazón?.
