Sueña Conmigo
Nunca imagine la vida sin ti
En todo lo que me planteé siempre estabas tú
Solo tú sabes bien quien soy De donde vengo y a donde voy Nunca te he mentido, nunca te he escondido nada Siempre me tuviste cuando me necesitabas Nadie mejor que tu sabrá que di todo lo que pude dar...oh
Y ahora tu te vas así como si nada (y tu te vas) Acortándome la vida Agachando la mirada Y tu te vas Y yo que me pierdo entre la nada (y tu te vas) Donde quedan las palabras y el amor que me jurabas Y tu te vas...oh..oh.
*Chayanne. 'Y tu te vas'
Capitulo 6: En el hogar
Desde el interior de la cálida y espaciosa limusina, Draco observó caer los copos de nieve, mientras cruzaba los portones a la gran residencia Malfoy. No se podía decir que estuviera feliz de regresar. Era mas bien una resignación que siempre embargaba al muchacho cuando venía la Navidad y las vacaciones de verano.
Y pensar que ese sería su ultimo año de esa libertad.
Con un leve suspiro, decidió mejor pensar en posibilidades más agradables..... como que probablemente no pasarían las 'fiestas' en su casa. Si era verdad que Alexander planeaba una fiesta para su hija, era seguro que él -y su familia, claro- estaría invitado.
Pero había algo en toda esa situación que no terminaba de agradarle. Había algo en Samantha..... sabia que su carácter amable, salvo con contadas personas, era una máscara. Lo sabía bastante bien, porque aparte de que el carácter de él era algo ligeramente parecido al de ella, se consideraba una de las únicas personas en conocer a la chica Drake. Quizás era porque eran tan parecidos. Y a la vez no.
¡Era un nudo completo! Un misterio tras otro misterio. A veces era algo frustrante que cuando deshacía uno de los misterios de la joven, aparecían otros dos para reemplazarlos.
Rayos, si no adorara tanto el reto, probablemente ya se habría desesperado. Pero afortunadamente la paciencia era una de sus numerosas virtudes (salvo lidiando con Weasley y Potter, y a menudo con Crabble y Goyle, aunque por distintas razones.)
Uno de los mas grandes secretos alrededor de Samantha era su amabilidad hacia todos. ¡Nadie podía ser tan endemoniadamente amable! Era casi inhumano que eso pasara. Debía haber una razón para tanta perfección.
Entre sus hipótesis, estaba el padre de la muchacha.
Aunque con los años solo había tenido contacto superficial con la joven Drake, si había tenido bastante contacto con su padre, al que conocía desde que tenía nueve años. Alexander Drake le recordaba mucho a su propio padre, sólo que si acaso era posible, mucho mas frío. Pero no tenia ninguna duda de que ambos buscaban la perfección de todo lo que poseían. Y en el rango de visión de ambos mortifagos, eso incluía a sus hijos.
Esta hipótesis parecía correcta, tenía buenos fundamentos, y podría parecer real, pero había algo en ella que se le hacía demasiado fácil.
Y además, si como pensaba era cierto que Samantha odiaba a su padre -justo como él odiaba al suyo- parecía ser inadecuado que lo obedeciera de esa manera. (Aunque si la castigaba como Lucius a él, seria un poco mas comprensible)
Interrumpió sus pensamientos al llegar a su 'hogar'.
La mansión Malfoy bien podría ser considerado como un castillo pequeño. ¡Hasta tenia torrecillas! Y claro, del lado trasero había un risco que daba al mar...... muchos metros abajo. (Ideal para desaparecer personas no agradables)
Esperó a que le abrieran la puerta antes de salir, y sin ninguna palabra al chofer, se arregló un poco la bufanda gris alrededor de su cuello, abotonó completamente su abrigo negro, y con un último suspiro que se convirtió en neblina gris, subió los escalones hasta entrar.
Dejando el pesado abrigo en manos de un mayordomo, se dirigió hacia la sala donde sin duda alguna estaría su madre, deseando prolongar por unos momentos su encuentro con Lucius. (Que lo culparan si podían, pero a menos de que se sea sádico, uno no disfruta recibir la maldición Cruciatus como saludo)
Hermosa música de piano le dio la bienvenida, y el joven rubio se permitió sonreír. Adoraba como tocaba el piano y el arpa su madre. Entró en silencio, y disfrutó verla, mientras ella sonreía levemente al tocar una melodía muggle. Al ver a su madre tan tranquila, le hizo preguntarse si su padre estaría trabajando.
- ¿Qué te he dicho sobre espiarme así, Draco? -le preguntó la mujer rubia, aún con los ojos cerrados. Draco se sorprendió unos momentos, antes de volver a sonreír, y acercarse al piano, recargándose en el instrumento.
- ¿Qué no lo haga? Madre, es demasiado entretenido verte así.
La sonrisa de la mujer se amplió un poco, pero siguió tocando tranquilamente, acercándose rápidamente al final de la obra musical.
- Eres igual a tu abuelo. Él solía decirme la misma cosa.
Una leve risa surgió de los labios del joven, mientras su mirada se posaba en las manos blancas de su madre. Frunció el ceño al ver una cicatriz en la suave piel. Esa era nueva.
Finalmente, termino la melodía y Narcissa Malfoy se levanto, la elegante túnica verde acomodándose alrededor de ella. Con una gran sonrisa, se acercó hasta Draco y lo abrazo. Pero él estaba demasiado contento por volver a ver a su madre como para estar avergonzado.
- ¡Mírate nada mas! ¡En tres meses y medio que no te veo, y has crecido tanto! - exclamó, sonriendo con maternal orgullo. Draco rió un poco, mientras permitía que su madre lo tomara del brazo, y lo guiara a uno de los sofá.
- Es lo que pasa con las hormonas, madre. ¡No puedo controlarlas!
Narcissa lo golpeó levemente en el hombro por su mención de sarcasmo, antes de sentarse, y sentar de paso a Draco. Con una sonrisa bastante curiosa, volteó a ver a su hijo a los ojos.
- Ahora, dime. ¿Qué ha pasado entre tu y esa encantadora Samantha?
Nuevo record. Su madre había esperado mas de cinco minutos para preguntarle sobre su vida amorosa. Era un adelanto, definitivamente.
- No mucho, madre. Ella sigue siendo un enigma, y estoy tratando de descifrarla.
- ¿Pero te agrada? -pregunto ansiosamente. Una mirada casi soñadora se apodero de los ojos de Draco, antes de que volviera a comportarse normalmente.
- Definitivamente es un adelanto, luego de Pansy.
Ante este comentario, su madre frunció la nariz en disgusto, antes de hablarle en un tono que pretendía ser secreto.
- Pobre niña. Aunque era sangre limpia, y de buena familia, nunca termino de agradarme. Y no era muy bonita, ¿verdad?
Tratando de no comentarle sobre las incontables veces en que ella le había comentado sobre lo 'agradable que era Pansy' y lo 'buena chica que era', el rubio negó con la cabeza. Pero su madre -aparentemente decidida a hacer que le agradara Samanta- siguió hablando sobre ella.
- En cambio Samantha, es una niña absolutamente divina. Su familia tiene raíces tan lejanas como las nuestras, ¡y tiene un gusto exquisito para vestir!
Antes de recibir todos los detalles que ya conocía sobre la vida de Samantha, puso una de sus manos sobre as de Narcisa interrumpiéndola.
- Madre, madre. Me agrada Samantha. ¿Satisfecha?
La sonrisa de su madre le indico que si, y bastante.
Era bastante curiosa su relación. No podía ser considerada de madre e hijo la mayor parte de las veces, era mas bien como si fueran amigos. La única vez en que si había sido así, fue cuando a sus doce años, en las vacaciones de verano, ella se había negado a que Lucius lo torturara, sólo porque sus calificaciones habían estado un poco bajas.
Obviamente, no había funcionado. En lugar de ser sólo el, su madre también había sido torturada.
Pero a partir de ese entonces, había visto con un nuevo respeto a su madre. Era probablemente el único familiar que en verdad respetaba y quería. Pero el pensar en familiares le hizo pensar en su padre, y rápidamente decidió que sería mejor ir a verlo. Entre mas rápido fuera a verlo, sería mas corto el castigo.
- ¿Padre esta en su estudio?
Narcissa se vio confundida unos breves segundos, antes de sonreírle, casi pícaramente.
- ¿Crees que si Lucius estuviera aquí, yo habría estado tocando música muggle? Tenía negocios fuera, así que regresara en tres días.
Tres días completos en su hogar sin tener que ver a Lucius. Ese era definitivamente un muy buen regalo de Navidad.
Por desgracia, al parecer los aurores habían detenido la 'junta de trabajo' de su padre, así que a la hora de la cena, Lucius había llegado.
Una hora de completo silencio, solo roto por Lucius para quejarse del maldito grupo de aurores, de Dumbledore, de las sospechas de que había un espía, y ya al final de la cena, anuncio que en una semana se irían a Rosewood, el hogar de los Drake.
Y milagrosamente, no lo había maldecido.
Si no fuera por el puntapié que le dio a un elfo domestico, pudo haber creído que su padre era alguien mas.
~*~*~*~*~*~
Gracias a un traslador, a las diez de la mañana, ocho días después de regresar de Hogwarts a la mansión Malfoy, él traslado lo dejó en la magnifica mansión de los Drake (sus padres se aparecerían). Ésta, de un aspecto mas muggle -aunque no demasiado- tenia grandes columnas de estilo griego, y la fachada blanca y brillante. Pudo comprender porque el nombre de la mansión cuando la vio rodeada de grandes setos de rosas, que obviamente por la magia se mantenían floreciendo, aun en invierno.
Dejándole las maletas al mayordomo y a los elfos domésticos, esperaron en una elegante sala, en lo que el dueño de la casa aparecía. No esperaron mucho, fue poco después que vieron entrar a Alexander, soberbio en su túnicas negras. Quizás fue por tratar de encontrar algo más sobre Samantha, pero Draco pudo ver claramente el odio que el señor Drake le tenía a su padre.
Curioso, muy curioso.
A pesar de que era obvio el odio que le tenía a su padre, el señor Drake puso una sonrisa demasiado parecida a la que ponía su hija, mientras estrechaba la mano de Lucius.
- Lucius, un placer verlos. Narcissa, tan encantadora como siempre. -le dijo a su madre, besando su mano.
Era tanta la farsa que Draco sintió deseos de vomitar, pero en cambio, respondió amablemente a las preguntas del señor Drake, en lo que iban hacia una cómoda sala.
Había algo extraño en la casa, decidió Draco mientras iba detrás de los adultos. Alexander llevaba del brazo a su madre, e iba haciendo comentarios sobre la casa, o sobre negocios, por lo que tuvo bastante tiempo de fijarse bien en la decoración.
Había hermosos jarrones de dinastías ya acabadas, murales que se movían reflejando algún baile o época lejana, cuadros muy valiosos que los muggles consideraban perdidos, varios jardines interiores, e incluso notó alguna vez retratos de las hijas de Alexander (una vez tuvo que detenerse ante un retrato que parecía ser de Samantha, pero descubrió -según le dijo el dueño de la casa- eran de Melissa, cuando tenía la edad de la menor de las hijas) pero lo que nunca pudo encontrar fue un retrato de la señora Drake.
Según su madre, Alexander había adorado a su esposa. Cuando Narcissa se lo había dicho, se había visto casi nostálgica, y por un leve segundo creyó haberla visto jugar con el anillo de bodas que llevaba en su mano izquierda.
Pero si tal era la adoración de Drake por su difunta esposa Jennifer..... ¿dónde estaban los retratos de ella?
Fue gracias a una gran coincidencia de la vida que volvió a la realidad justo cuando Alexander volvió a hablarle.
- .... y te agradezco que hayas cuidado a mi hija en estos meses, Draco. Ella debe estar en uno de los jardines en este momento.
Sin saber como responder a eso, sólo asintió mientras el señor Alexander habría una elegante puerta con vitrales de unicornios, hasta que pudieron salir a un jardín.
Inmediatamente, al salir, le llegó el ruido de risas y de ladridos. No tardó mucho en identificar la fuente de esto, mientras veía a Samantha correr por el jardín mientras era perseguida por dos grandes perros labrador.
Como siempre, sus ropas muggle era claramente reconocible, mientras su cabello flotaba cada vez que ella daba una vuelta, escapando de los animales -en obvio juego, pensó Draco, por la sonrisa en el rostro de la chica. Había empezado él mismo a sonreír, cuando la fuerte voz de Alexander lo interrumpió.
- ¡Samantha!
Inmediatamente, el juego se detuvo. Los dos animales salieron corriendo hacia otro lado, mientras la joven castaña volteaba a ver a su padre. Inmediatamente al verlos, pudo notar como el rostro de la joven se cubría con la máscara con la que trataba los negocios y a los extraños. Y con el encanto prendido a su máxima potencia, la joven les sonrió desde lejos.
Disculpándose por unos momentos, Alexander fue hasta su hija, y aunque Lucius volvió a hablar sobre 'la importancia de la mano firme en la educación' se pudo dar cuenta de que Alexander estaba regañando a Samantha. Ella no hizo ningún ruido, pero salió rápidamente hacia la casa. La siguió unos momentos con la mirada, preguntándose si habrían sido lágrimas lo que brilló en los ojos de la chica, antes de ignorarlo.
- Me disculpo. Samantha olvidó que ustedes llegarían hoy, así que fue a cambiarse.
- Así son los jóvenes, Alexander. Siempre tienen la cabeza en las nubes.- dijo Lucius, mientras hacía una señal hacia él. Draco fingió no haberla notado, y sólo siguió a los adultos cuando entraron a la casa.
La cena, les dijo una de las mujeres de la servidumbre, estaría lista en unos momentos. Y fue luego de su entrada que entró Samantha, radiante en una blusa de seda blanca, una falda larga gris, y su siempre presente crucifijo.
¿Había sido él, o su padre había brillado al notar la pieza de joyería? Ciertamente, Alexander se había visto más oscuro que antes.
Samantha, sin notar estos breves detalles, saludó cortésmente a Narcissa, extendió su mano para Lucius, y notó que le dio su otra mano a él.
- Me alegra verte, Draco.
- Es un placer, Samantha.
Los dos se sentaron en el mismo sofá, mientras los padres de ambos hablaban sobre el ministerio, y cosas que ciertamente no les interesaban en lo absoluto. Ignorando a los adultos, Draco volteó un poco, para ver a Samantha, sonriendo levemente. La chica estaba perfectamente bien sentada, con las pálidas manos una sobre la otra en su regazo. Pero con una leve mirada supo que estaba conciente de que él estaba muy cerca de ella, pero probablemente creía que él no intentaría nada al estar frente a los adultos.
Pero ante Draco, la oportunidad de ver a la joven perder un poco de su infinito control se le presentó como algo demasiado irresistible como para no hacer nada.
Sentándose junto a ella, deslizó su mano por la suavidad de la seda, deslizándola sólo lo suficientemente fuerte como para que sintiera el roce de su mano contra su piel. Observó como la joven tomaba aliento, aun sonriendo. Pero pudo notar que mordió suavemente su labio.
Volvió a repetir el movimiento, aunque ahora se inclinó para susurrarle al oído, moviéndose deliberadamente lento contra sus cabellos rojizos.
- No pude más que notar que tienen una muy agradable piscina, Samantha. -le susurró suavemente. Pudo notar el escalofrío que corrió por su cuerpo, antes de que ella volteara. La joven lo vio sonriendo, con la ceja ligeramente elevada, sonriendo con ironía -aunque estuvo seguro de haberla visto ligeramente nerviosa. - Tal vez durante la semana podríamos ir a nadar..... ¿te apetecería eso?
Antes de poder decir lo mucho que le apetecería ver a la joven en traje de baño, y húmeda -nunca sin olvidar la forma en que seguramente las gotas se pegarían a su piel- cuando la voz de Alexander rompió su momento. Si Draco no supiera mejor, hubiese jurado que el mortifago lo había visto amenazadoramente, como si su mirada expresara un poco de concierne por el bienestar de Samantha.
- Draco, ¿serías tan amable de acompañar a Samantha hasta el comedor?
- Será un placer, señor Drake.
Levantándose él primero, tomó la mano que la joven le estiraba, y poniéndola en su brazo, esperaron a caminar detrás de los adultos, y Draco pudo notar de vez en vez como la chica robaba de sus miradas para verlo. Evito sonreír muy descaradamente, pero apretó suavemente la mano de ella.
La cena fue incluso más monótona que en su casa, y eso ya era decir bastante. Los únicos que hablaban eran su padre y Alexander, y pudo notar por el comportamiento de Samantha que no era esperado que ella hablara, a menos de que le dirigieran la palabra. Para evitarle situaciones incómodas, él tampoco habló. Aunque ciertamente se sorprendió cuando un pie acarició su pierna.
Alzando la mirada rápidamente, volteó a ver a Samantha, que seguía comiendo tranquilamente, aunque con una pícara sonrisa en sus labios. No dijo nada, pero le mostró con una sonrisa que sabía lo que estaba haciendo, y que no iba a lograr que perdiera el control.
Como respuesta, el pie subió, acariciante, a su muslo.
- Como el Ministerio ha estado bastante molesto, me recomendaron que para la fiesta de Samantha fuera estilo muggle. Sobre todo en las ropas, y como últimamente sospechan de algunas de mis amistades, tuve que acceder.
Escuchó de repente a Alexander, y tanto Draco como Samantha voltearon a ver al mortifago.
- Si, entiendo. Ese maldito de Weasley también ha estado muy frecuentemente por mi casa.
Notó como la mirada de Samantha caía. Tenía la ligera sensación de que su padre no sabía sobre la amistad que la chica mantenía con los pelirrojos.
- Porque mejor no cambiamos el tema. Dime, Samantha, ¿ya tienes un vestido para la fiesta? ¡Son tus dulce dieciséis! Tienes que verte preciosa, aunque no creo que eso tome mucho eso. -dijo Narcissa, consiguiendo una sonrisa medianamente honesta de la joven.
- Padre me sugirió que si usted lo desea, señora Malfoy, podríamos ir usted y yo de compras durante la semana.
- ¡Eso sería encantador!- dijo Narcissa alegremente - pero por favor Samantha, dime Narcissa, no señora.
- De acuerdo, Narcissa.
- Yo más que tener ganas de verlas a ustedes dos volverse locas por las ropas muggle, preferiría ver a Draco y a Samantha en un duelo.- dijo lentamente Lucius, levantando una elegante ceja, claramente divertido.
El pie de Samantha cayó, y el tono rosado de sus mejillas desapareció. Draco sospechó que él debía estar en un estado bastante parecido. Sin ninguna discreción ambos voltearon a ver a Alexander, esperando su respuesta.
- Si, luego de la cena podría ser un buen momento. -Respondió fríamente.
Ni Draco ni Samantha sintieron deseos de seguir su juego luego de eso. El joven rubio sintió como si un nudo se le hubiera formado en la boca del estómago, y claramente supo que el sabor amargo en su lengua era la bilis de más que estaba formando.
La cena duró demasiado poco.
En cuanto hubieran terminado, Alexander los dirigió al jardín principal, y ahí sacaron sus varitas. La de Draco, de nervios de corazón de dragón, con madera de roble- sacaba chispas plateadas. La de Samantha -que el joven Malfoy sabía era de sauce, con pelo de la melena de un unicornio- brillaba suavemente, como si al igual que su dueña, no quisiera pelear.
- Muy bien. Estamos listos. ¡Empiecen!- gritó Lucius. Lo único que hicieron los jóvenes fue una reverencia, y se quedaron viendo el uno al otro, como analizándose, pero la verdad era que ninguno se atrevía a comenzar.
- Empiecen, o ambos sufrirán el Cruciatus hasta que me duela el brazo. -dijo Lucius cruelmente.
¿Qué mejor que un buen incentivo para empezar un duelo?
- ¡Expelarmus! -gritó Draco, dispuesto a terminar el combate lo antes posible. Pero no contaba con que Samantha creara un escudo, y antes de lo que hubiese creído posible en una joven de su tamaño, le lanzó una contra maldición.
La lucha mágica duró mucho. Draco no podría asegurar cuanto fue que estuvieron luchando sólo con hechizos mágicos, pero en un momento las varitas se habían unido al combate de espadas, mientras todas las maldiciones que supieran salían de sus bocas.
Las estocadas volaban y chocaban como gaviotas contra el mar, y el aire se había llenado de chispas verdes y plateadas por los conjuros mágicos.
Él estaba herido, lo cuál en si ya era una sorpresa. El único que había logrado herirlo antes había sido su padre, pero ahora sentía una herida en su mejilla, y un muy buen ataque de rayo lo había dejado ligeramente sacudido. Pero ella también había recibido su buena parte, y ahora Samantha cojeaba ligeramente por el corte que su espada había hecho, y el desmaius casi le había asegurado la victoria.
Entonces, Alexander les gritó.
- ¡Pueden empezar con las maldiciones imperdonables!
Nuevamente palidecieron, pero Samantha no le dio tiempo de pensar en alguna razón para no hacer algo.
- ¡Imperio!
Apenas pudo escapar de la maldición, pero su instinto pateó, y antes de darse cuenta, ya tenía a la chica en la mira de su varita, y no se detuvo a pensar en las palabras que se habían formado en su lengua.
- ¡CRUCIO!
Gritos llenaron el jardín. El sonido de metal chocando contra el duro suelo, y llantos ahogados de alguien mientras se convulsionaba.
Draco abrió los ojos grises al máximo, mientras veía el frágil cuerpo de Samantha moverse en ángulos casi imposibles por el dolor. La sangre de su pierna salió aún más, y algunos rasguños se abrieron, empapando de sangre la blanca blusa. Volteó de la joven a su mano, y como si la varita le quemara, la soltó.
Los gritos se detuvieron luego de eso.
Se levantó rápidamente, dejando la varita y la espada en el suelo, y fue hasta donde estaba Samantha. La tomó en sus brazos, ella sangrante como un recién nacido, mientras su boca seguía abierta en un grito silencioso, y su pecho trataba de recuperar el oxígeno perdido.
Estaba inconsciente.
La levantó con cuidado, y se dirigió hasta donde estaban los adultos. Lucius tenía una expresión de orgullo en su rostro. Narcissa estaba con una mano en la garganta. Alexander estaba igual que siempre, sólo que con los puños crispados.
- Buen duelo, Draco. Te guiaré hasta su habitación, si me haces el favor.
Sin decir nada más, Alexander se dio la vuelta y entró a la mansión. Sin dirigirle una mirada a sus padres, Draco fue tras de él, y subió las escaleras sin detenerse un momento a ver algo más. En esos momentos, Samantha ya respiraba tranquilamente, y la sangre finalmente había dejado de salir.
El señor Drake le señaló una puerta, y con cuidado la abrió, sintiendo el olor de fresas envolverlo, igual que en la habitación de Slytherin de Samantha. En lugar de todo ser de tonos verde y plata, en la recamara predominaba el azul y el blanco, y con cuidado la dejó recostada en el suave edredón.
La mirada insistente de Alexander no le permitió quedarse.
- Frederick te indicará el camino a tu habitación, Draco. Buen duelo.
- ¿Samantha estará bien?
- Si, le pediré a su institutriz que la cure.
- Con su permiso, señor Drake.
Se retiró, siguiendo al anciano mayordomo. Su cuarto, al parecer, estaba lo más alejado que se podía del de la menor de las Drake, y se llegó a preguntar si habría sido apropósito. Cansado, se dejó caer en su cama, tapándose los ojos con el brazo, tratando de ignorar todo y a todos.
Antes de quedarse dormido, se preguntó si el sonido a llanto que se colaba por su habitación sería sólo el viento.
Y luego, bendita oscuridad.
Continuará.....
Notas de la Autora:
¡Perdón por el retraso! Sé que me tardé muchísimo, pero por mi mala costumbre de empezar más de diez fics al mismo tiempo, siempre voy dejando uno o dos atrás. :p Pero el próximo capítulo ya está casi terminado por completo, así que espero no tardarme tanto.
En el próximo capítulo, se sabrá más sobre el la muerte de Jennifer Drake, madre de Samantha, Draco se enfrentará con la pregunta de ¿por qué odia a los muggle? Samantha y Draco pasarán un poco de tiempo de cualidad en la piscina, y si acaso pensaban que tener un hermano mayor sobre protectivo era malo, ¿qué pensarían de tener una hermana sobre protectiva, que a parte es auror? No es el tipo correcto para meterse, y más aún si dicha auror odia a los mortifagos. Pero Draco nunca ha sido uno para saber cuando debe mantener la boca cerrada, ¿verdad?
Para comentarios, dudas o preguntas, escríbanme a hechizera_kali_cefiro@hotmail.com o a hechicera_kali_cefiro@yahoo.com.mx
¡Gracias por los reviews! Perdón por no contestar, pero tengo una montaña de tarea esperándome.
¡Nos vemos!
Ja Ne
XO
Kali
Nunca imagine la vida sin ti
En todo lo que me planteé siempre estabas tú
Solo tú sabes bien quien soy De donde vengo y a donde voy Nunca te he mentido, nunca te he escondido nada Siempre me tuviste cuando me necesitabas Nadie mejor que tu sabrá que di todo lo que pude dar...oh
Y ahora tu te vas así como si nada (y tu te vas) Acortándome la vida Agachando la mirada Y tu te vas Y yo que me pierdo entre la nada (y tu te vas) Donde quedan las palabras y el amor que me jurabas Y tu te vas...oh..oh.
*Chayanne. 'Y tu te vas'
Capitulo 6: En el hogar
Desde el interior de la cálida y espaciosa limusina, Draco observó caer los copos de nieve, mientras cruzaba los portones a la gran residencia Malfoy. No se podía decir que estuviera feliz de regresar. Era mas bien una resignación que siempre embargaba al muchacho cuando venía la Navidad y las vacaciones de verano.
Y pensar que ese sería su ultimo año de esa libertad.
Con un leve suspiro, decidió mejor pensar en posibilidades más agradables..... como que probablemente no pasarían las 'fiestas' en su casa. Si era verdad que Alexander planeaba una fiesta para su hija, era seguro que él -y su familia, claro- estaría invitado.
Pero había algo en toda esa situación que no terminaba de agradarle. Había algo en Samantha..... sabia que su carácter amable, salvo con contadas personas, era una máscara. Lo sabía bastante bien, porque aparte de que el carácter de él era algo ligeramente parecido al de ella, se consideraba una de las únicas personas en conocer a la chica Drake. Quizás era porque eran tan parecidos. Y a la vez no.
¡Era un nudo completo! Un misterio tras otro misterio. A veces era algo frustrante que cuando deshacía uno de los misterios de la joven, aparecían otros dos para reemplazarlos.
Rayos, si no adorara tanto el reto, probablemente ya se habría desesperado. Pero afortunadamente la paciencia era una de sus numerosas virtudes (salvo lidiando con Weasley y Potter, y a menudo con Crabble y Goyle, aunque por distintas razones.)
Uno de los mas grandes secretos alrededor de Samantha era su amabilidad hacia todos. ¡Nadie podía ser tan endemoniadamente amable! Era casi inhumano que eso pasara. Debía haber una razón para tanta perfección.
Entre sus hipótesis, estaba el padre de la muchacha.
Aunque con los años solo había tenido contacto superficial con la joven Drake, si había tenido bastante contacto con su padre, al que conocía desde que tenía nueve años. Alexander Drake le recordaba mucho a su propio padre, sólo que si acaso era posible, mucho mas frío. Pero no tenia ninguna duda de que ambos buscaban la perfección de todo lo que poseían. Y en el rango de visión de ambos mortifagos, eso incluía a sus hijos.
Esta hipótesis parecía correcta, tenía buenos fundamentos, y podría parecer real, pero había algo en ella que se le hacía demasiado fácil.
Y además, si como pensaba era cierto que Samantha odiaba a su padre -justo como él odiaba al suyo- parecía ser inadecuado que lo obedeciera de esa manera. (Aunque si la castigaba como Lucius a él, seria un poco mas comprensible)
Interrumpió sus pensamientos al llegar a su 'hogar'.
La mansión Malfoy bien podría ser considerado como un castillo pequeño. ¡Hasta tenia torrecillas! Y claro, del lado trasero había un risco que daba al mar...... muchos metros abajo. (Ideal para desaparecer personas no agradables)
Esperó a que le abrieran la puerta antes de salir, y sin ninguna palabra al chofer, se arregló un poco la bufanda gris alrededor de su cuello, abotonó completamente su abrigo negro, y con un último suspiro que se convirtió en neblina gris, subió los escalones hasta entrar.
Dejando el pesado abrigo en manos de un mayordomo, se dirigió hacia la sala donde sin duda alguna estaría su madre, deseando prolongar por unos momentos su encuentro con Lucius. (Que lo culparan si podían, pero a menos de que se sea sádico, uno no disfruta recibir la maldición Cruciatus como saludo)
Hermosa música de piano le dio la bienvenida, y el joven rubio se permitió sonreír. Adoraba como tocaba el piano y el arpa su madre. Entró en silencio, y disfrutó verla, mientras ella sonreía levemente al tocar una melodía muggle. Al ver a su madre tan tranquila, le hizo preguntarse si su padre estaría trabajando.
- ¿Qué te he dicho sobre espiarme así, Draco? -le preguntó la mujer rubia, aún con los ojos cerrados. Draco se sorprendió unos momentos, antes de volver a sonreír, y acercarse al piano, recargándose en el instrumento.
- ¿Qué no lo haga? Madre, es demasiado entretenido verte así.
La sonrisa de la mujer se amplió un poco, pero siguió tocando tranquilamente, acercándose rápidamente al final de la obra musical.
- Eres igual a tu abuelo. Él solía decirme la misma cosa.
Una leve risa surgió de los labios del joven, mientras su mirada se posaba en las manos blancas de su madre. Frunció el ceño al ver una cicatriz en la suave piel. Esa era nueva.
Finalmente, termino la melodía y Narcissa Malfoy se levanto, la elegante túnica verde acomodándose alrededor de ella. Con una gran sonrisa, se acercó hasta Draco y lo abrazo. Pero él estaba demasiado contento por volver a ver a su madre como para estar avergonzado.
- ¡Mírate nada mas! ¡En tres meses y medio que no te veo, y has crecido tanto! - exclamó, sonriendo con maternal orgullo. Draco rió un poco, mientras permitía que su madre lo tomara del brazo, y lo guiara a uno de los sofá.
- Es lo que pasa con las hormonas, madre. ¡No puedo controlarlas!
Narcissa lo golpeó levemente en el hombro por su mención de sarcasmo, antes de sentarse, y sentar de paso a Draco. Con una sonrisa bastante curiosa, volteó a ver a su hijo a los ojos.
- Ahora, dime. ¿Qué ha pasado entre tu y esa encantadora Samantha?
Nuevo record. Su madre había esperado mas de cinco minutos para preguntarle sobre su vida amorosa. Era un adelanto, definitivamente.
- No mucho, madre. Ella sigue siendo un enigma, y estoy tratando de descifrarla.
- ¿Pero te agrada? -pregunto ansiosamente. Una mirada casi soñadora se apodero de los ojos de Draco, antes de que volviera a comportarse normalmente.
- Definitivamente es un adelanto, luego de Pansy.
Ante este comentario, su madre frunció la nariz en disgusto, antes de hablarle en un tono que pretendía ser secreto.
- Pobre niña. Aunque era sangre limpia, y de buena familia, nunca termino de agradarme. Y no era muy bonita, ¿verdad?
Tratando de no comentarle sobre las incontables veces en que ella le había comentado sobre lo 'agradable que era Pansy' y lo 'buena chica que era', el rubio negó con la cabeza. Pero su madre -aparentemente decidida a hacer que le agradara Samanta- siguió hablando sobre ella.
- En cambio Samantha, es una niña absolutamente divina. Su familia tiene raíces tan lejanas como las nuestras, ¡y tiene un gusto exquisito para vestir!
Antes de recibir todos los detalles que ya conocía sobre la vida de Samantha, puso una de sus manos sobre as de Narcisa interrumpiéndola.
- Madre, madre. Me agrada Samantha. ¿Satisfecha?
La sonrisa de su madre le indico que si, y bastante.
Era bastante curiosa su relación. No podía ser considerada de madre e hijo la mayor parte de las veces, era mas bien como si fueran amigos. La única vez en que si había sido así, fue cuando a sus doce años, en las vacaciones de verano, ella se había negado a que Lucius lo torturara, sólo porque sus calificaciones habían estado un poco bajas.
Obviamente, no había funcionado. En lugar de ser sólo el, su madre también había sido torturada.
Pero a partir de ese entonces, había visto con un nuevo respeto a su madre. Era probablemente el único familiar que en verdad respetaba y quería. Pero el pensar en familiares le hizo pensar en su padre, y rápidamente decidió que sería mejor ir a verlo. Entre mas rápido fuera a verlo, sería mas corto el castigo.
- ¿Padre esta en su estudio?
Narcissa se vio confundida unos breves segundos, antes de sonreírle, casi pícaramente.
- ¿Crees que si Lucius estuviera aquí, yo habría estado tocando música muggle? Tenía negocios fuera, así que regresara en tres días.
Tres días completos en su hogar sin tener que ver a Lucius. Ese era definitivamente un muy buen regalo de Navidad.
Por desgracia, al parecer los aurores habían detenido la 'junta de trabajo' de su padre, así que a la hora de la cena, Lucius había llegado.
Una hora de completo silencio, solo roto por Lucius para quejarse del maldito grupo de aurores, de Dumbledore, de las sospechas de que había un espía, y ya al final de la cena, anuncio que en una semana se irían a Rosewood, el hogar de los Drake.
Y milagrosamente, no lo había maldecido.
Si no fuera por el puntapié que le dio a un elfo domestico, pudo haber creído que su padre era alguien mas.
~*~*~*~*~*~
Gracias a un traslador, a las diez de la mañana, ocho días después de regresar de Hogwarts a la mansión Malfoy, él traslado lo dejó en la magnifica mansión de los Drake (sus padres se aparecerían). Ésta, de un aspecto mas muggle -aunque no demasiado- tenia grandes columnas de estilo griego, y la fachada blanca y brillante. Pudo comprender porque el nombre de la mansión cuando la vio rodeada de grandes setos de rosas, que obviamente por la magia se mantenían floreciendo, aun en invierno.
Dejándole las maletas al mayordomo y a los elfos domésticos, esperaron en una elegante sala, en lo que el dueño de la casa aparecía. No esperaron mucho, fue poco después que vieron entrar a Alexander, soberbio en su túnicas negras. Quizás fue por tratar de encontrar algo más sobre Samantha, pero Draco pudo ver claramente el odio que el señor Drake le tenía a su padre.
Curioso, muy curioso.
A pesar de que era obvio el odio que le tenía a su padre, el señor Drake puso una sonrisa demasiado parecida a la que ponía su hija, mientras estrechaba la mano de Lucius.
- Lucius, un placer verlos. Narcissa, tan encantadora como siempre. -le dijo a su madre, besando su mano.
Era tanta la farsa que Draco sintió deseos de vomitar, pero en cambio, respondió amablemente a las preguntas del señor Drake, en lo que iban hacia una cómoda sala.
Había algo extraño en la casa, decidió Draco mientras iba detrás de los adultos. Alexander llevaba del brazo a su madre, e iba haciendo comentarios sobre la casa, o sobre negocios, por lo que tuvo bastante tiempo de fijarse bien en la decoración.
Había hermosos jarrones de dinastías ya acabadas, murales que se movían reflejando algún baile o época lejana, cuadros muy valiosos que los muggles consideraban perdidos, varios jardines interiores, e incluso notó alguna vez retratos de las hijas de Alexander (una vez tuvo que detenerse ante un retrato que parecía ser de Samantha, pero descubrió -según le dijo el dueño de la casa- eran de Melissa, cuando tenía la edad de la menor de las hijas) pero lo que nunca pudo encontrar fue un retrato de la señora Drake.
Según su madre, Alexander había adorado a su esposa. Cuando Narcissa se lo había dicho, se había visto casi nostálgica, y por un leve segundo creyó haberla visto jugar con el anillo de bodas que llevaba en su mano izquierda.
Pero si tal era la adoración de Drake por su difunta esposa Jennifer..... ¿dónde estaban los retratos de ella?
Fue gracias a una gran coincidencia de la vida que volvió a la realidad justo cuando Alexander volvió a hablarle.
- .... y te agradezco que hayas cuidado a mi hija en estos meses, Draco. Ella debe estar en uno de los jardines en este momento.
Sin saber como responder a eso, sólo asintió mientras el señor Alexander habría una elegante puerta con vitrales de unicornios, hasta que pudieron salir a un jardín.
Inmediatamente, al salir, le llegó el ruido de risas y de ladridos. No tardó mucho en identificar la fuente de esto, mientras veía a Samantha correr por el jardín mientras era perseguida por dos grandes perros labrador.
Como siempre, sus ropas muggle era claramente reconocible, mientras su cabello flotaba cada vez que ella daba una vuelta, escapando de los animales -en obvio juego, pensó Draco, por la sonrisa en el rostro de la chica. Había empezado él mismo a sonreír, cuando la fuerte voz de Alexander lo interrumpió.
- ¡Samantha!
Inmediatamente, el juego se detuvo. Los dos animales salieron corriendo hacia otro lado, mientras la joven castaña volteaba a ver a su padre. Inmediatamente al verlos, pudo notar como el rostro de la joven se cubría con la máscara con la que trataba los negocios y a los extraños. Y con el encanto prendido a su máxima potencia, la joven les sonrió desde lejos.
Disculpándose por unos momentos, Alexander fue hasta su hija, y aunque Lucius volvió a hablar sobre 'la importancia de la mano firme en la educación' se pudo dar cuenta de que Alexander estaba regañando a Samantha. Ella no hizo ningún ruido, pero salió rápidamente hacia la casa. La siguió unos momentos con la mirada, preguntándose si habrían sido lágrimas lo que brilló en los ojos de la chica, antes de ignorarlo.
- Me disculpo. Samantha olvidó que ustedes llegarían hoy, así que fue a cambiarse.
- Así son los jóvenes, Alexander. Siempre tienen la cabeza en las nubes.- dijo Lucius, mientras hacía una señal hacia él. Draco fingió no haberla notado, y sólo siguió a los adultos cuando entraron a la casa.
La cena, les dijo una de las mujeres de la servidumbre, estaría lista en unos momentos. Y fue luego de su entrada que entró Samantha, radiante en una blusa de seda blanca, una falda larga gris, y su siempre presente crucifijo.
¿Había sido él, o su padre había brillado al notar la pieza de joyería? Ciertamente, Alexander se había visto más oscuro que antes.
Samantha, sin notar estos breves detalles, saludó cortésmente a Narcissa, extendió su mano para Lucius, y notó que le dio su otra mano a él.
- Me alegra verte, Draco.
- Es un placer, Samantha.
Los dos se sentaron en el mismo sofá, mientras los padres de ambos hablaban sobre el ministerio, y cosas que ciertamente no les interesaban en lo absoluto. Ignorando a los adultos, Draco volteó un poco, para ver a Samantha, sonriendo levemente. La chica estaba perfectamente bien sentada, con las pálidas manos una sobre la otra en su regazo. Pero con una leve mirada supo que estaba conciente de que él estaba muy cerca de ella, pero probablemente creía que él no intentaría nada al estar frente a los adultos.
Pero ante Draco, la oportunidad de ver a la joven perder un poco de su infinito control se le presentó como algo demasiado irresistible como para no hacer nada.
Sentándose junto a ella, deslizó su mano por la suavidad de la seda, deslizándola sólo lo suficientemente fuerte como para que sintiera el roce de su mano contra su piel. Observó como la joven tomaba aliento, aun sonriendo. Pero pudo notar que mordió suavemente su labio.
Volvió a repetir el movimiento, aunque ahora se inclinó para susurrarle al oído, moviéndose deliberadamente lento contra sus cabellos rojizos.
- No pude más que notar que tienen una muy agradable piscina, Samantha. -le susurró suavemente. Pudo notar el escalofrío que corrió por su cuerpo, antes de que ella volteara. La joven lo vio sonriendo, con la ceja ligeramente elevada, sonriendo con ironía -aunque estuvo seguro de haberla visto ligeramente nerviosa. - Tal vez durante la semana podríamos ir a nadar..... ¿te apetecería eso?
Antes de poder decir lo mucho que le apetecería ver a la joven en traje de baño, y húmeda -nunca sin olvidar la forma en que seguramente las gotas se pegarían a su piel- cuando la voz de Alexander rompió su momento. Si Draco no supiera mejor, hubiese jurado que el mortifago lo había visto amenazadoramente, como si su mirada expresara un poco de concierne por el bienestar de Samantha.
- Draco, ¿serías tan amable de acompañar a Samantha hasta el comedor?
- Será un placer, señor Drake.
Levantándose él primero, tomó la mano que la joven le estiraba, y poniéndola en su brazo, esperaron a caminar detrás de los adultos, y Draco pudo notar de vez en vez como la chica robaba de sus miradas para verlo. Evito sonreír muy descaradamente, pero apretó suavemente la mano de ella.
La cena fue incluso más monótona que en su casa, y eso ya era decir bastante. Los únicos que hablaban eran su padre y Alexander, y pudo notar por el comportamiento de Samantha que no era esperado que ella hablara, a menos de que le dirigieran la palabra. Para evitarle situaciones incómodas, él tampoco habló. Aunque ciertamente se sorprendió cuando un pie acarició su pierna.
Alzando la mirada rápidamente, volteó a ver a Samantha, que seguía comiendo tranquilamente, aunque con una pícara sonrisa en sus labios. No dijo nada, pero le mostró con una sonrisa que sabía lo que estaba haciendo, y que no iba a lograr que perdiera el control.
Como respuesta, el pie subió, acariciante, a su muslo.
- Como el Ministerio ha estado bastante molesto, me recomendaron que para la fiesta de Samantha fuera estilo muggle. Sobre todo en las ropas, y como últimamente sospechan de algunas de mis amistades, tuve que acceder.
Escuchó de repente a Alexander, y tanto Draco como Samantha voltearon a ver al mortifago.
- Si, entiendo. Ese maldito de Weasley también ha estado muy frecuentemente por mi casa.
Notó como la mirada de Samantha caía. Tenía la ligera sensación de que su padre no sabía sobre la amistad que la chica mantenía con los pelirrojos.
- Porque mejor no cambiamos el tema. Dime, Samantha, ¿ya tienes un vestido para la fiesta? ¡Son tus dulce dieciséis! Tienes que verte preciosa, aunque no creo que eso tome mucho eso. -dijo Narcissa, consiguiendo una sonrisa medianamente honesta de la joven.
- Padre me sugirió que si usted lo desea, señora Malfoy, podríamos ir usted y yo de compras durante la semana.
- ¡Eso sería encantador!- dijo Narcissa alegremente - pero por favor Samantha, dime Narcissa, no señora.
- De acuerdo, Narcissa.
- Yo más que tener ganas de verlas a ustedes dos volverse locas por las ropas muggle, preferiría ver a Draco y a Samantha en un duelo.- dijo lentamente Lucius, levantando una elegante ceja, claramente divertido.
El pie de Samantha cayó, y el tono rosado de sus mejillas desapareció. Draco sospechó que él debía estar en un estado bastante parecido. Sin ninguna discreción ambos voltearon a ver a Alexander, esperando su respuesta.
- Si, luego de la cena podría ser un buen momento. -Respondió fríamente.
Ni Draco ni Samantha sintieron deseos de seguir su juego luego de eso. El joven rubio sintió como si un nudo se le hubiera formado en la boca del estómago, y claramente supo que el sabor amargo en su lengua era la bilis de más que estaba formando.
La cena duró demasiado poco.
En cuanto hubieran terminado, Alexander los dirigió al jardín principal, y ahí sacaron sus varitas. La de Draco, de nervios de corazón de dragón, con madera de roble- sacaba chispas plateadas. La de Samantha -que el joven Malfoy sabía era de sauce, con pelo de la melena de un unicornio- brillaba suavemente, como si al igual que su dueña, no quisiera pelear.
- Muy bien. Estamos listos. ¡Empiecen!- gritó Lucius. Lo único que hicieron los jóvenes fue una reverencia, y se quedaron viendo el uno al otro, como analizándose, pero la verdad era que ninguno se atrevía a comenzar.
- Empiecen, o ambos sufrirán el Cruciatus hasta que me duela el brazo. -dijo Lucius cruelmente.
¿Qué mejor que un buen incentivo para empezar un duelo?
- ¡Expelarmus! -gritó Draco, dispuesto a terminar el combate lo antes posible. Pero no contaba con que Samantha creara un escudo, y antes de lo que hubiese creído posible en una joven de su tamaño, le lanzó una contra maldición.
La lucha mágica duró mucho. Draco no podría asegurar cuanto fue que estuvieron luchando sólo con hechizos mágicos, pero en un momento las varitas se habían unido al combate de espadas, mientras todas las maldiciones que supieran salían de sus bocas.
Las estocadas volaban y chocaban como gaviotas contra el mar, y el aire se había llenado de chispas verdes y plateadas por los conjuros mágicos.
Él estaba herido, lo cuál en si ya era una sorpresa. El único que había logrado herirlo antes había sido su padre, pero ahora sentía una herida en su mejilla, y un muy buen ataque de rayo lo había dejado ligeramente sacudido. Pero ella también había recibido su buena parte, y ahora Samantha cojeaba ligeramente por el corte que su espada había hecho, y el desmaius casi le había asegurado la victoria.
Entonces, Alexander les gritó.
- ¡Pueden empezar con las maldiciones imperdonables!
Nuevamente palidecieron, pero Samantha no le dio tiempo de pensar en alguna razón para no hacer algo.
- ¡Imperio!
Apenas pudo escapar de la maldición, pero su instinto pateó, y antes de darse cuenta, ya tenía a la chica en la mira de su varita, y no se detuvo a pensar en las palabras que se habían formado en su lengua.
- ¡CRUCIO!
Gritos llenaron el jardín. El sonido de metal chocando contra el duro suelo, y llantos ahogados de alguien mientras se convulsionaba.
Draco abrió los ojos grises al máximo, mientras veía el frágil cuerpo de Samantha moverse en ángulos casi imposibles por el dolor. La sangre de su pierna salió aún más, y algunos rasguños se abrieron, empapando de sangre la blanca blusa. Volteó de la joven a su mano, y como si la varita le quemara, la soltó.
Los gritos se detuvieron luego de eso.
Se levantó rápidamente, dejando la varita y la espada en el suelo, y fue hasta donde estaba Samantha. La tomó en sus brazos, ella sangrante como un recién nacido, mientras su boca seguía abierta en un grito silencioso, y su pecho trataba de recuperar el oxígeno perdido.
Estaba inconsciente.
La levantó con cuidado, y se dirigió hasta donde estaban los adultos. Lucius tenía una expresión de orgullo en su rostro. Narcissa estaba con una mano en la garganta. Alexander estaba igual que siempre, sólo que con los puños crispados.
- Buen duelo, Draco. Te guiaré hasta su habitación, si me haces el favor.
Sin decir nada más, Alexander se dio la vuelta y entró a la mansión. Sin dirigirle una mirada a sus padres, Draco fue tras de él, y subió las escaleras sin detenerse un momento a ver algo más. En esos momentos, Samantha ya respiraba tranquilamente, y la sangre finalmente había dejado de salir.
El señor Drake le señaló una puerta, y con cuidado la abrió, sintiendo el olor de fresas envolverlo, igual que en la habitación de Slytherin de Samantha. En lugar de todo ser de tonos verde y plata, en la recamara predominaba el azul y el blanco, y con cuidado la dejó recostada en el suave edredón.
La mirada insistente de Alexander no le permitió quedarse.
- Frederick te indicará el camino a tu habitación, Draco. Buen duelo.
- ¿Samantha estará bien?
- Si, le pediré a su institutriz que la cure.
- Con su permiso, señor Drake.
Se retiró, siguiendo al anciano mayordomo. Su cuarto, al parecer, estaba lo más alejado que se podía del de la menor de las Drake, y se llegó a preguntar si habría sido apropósito. Cansado, se dejó caer en su cama, tapándose los ojos con el brazo, tratando de ignorar todo y a todos.
Antes de quedarse dormido, se preguntó si el sonido a llanto que se colaba por su habitación sería sólo el viento.
Y luego, bendita oscuridad.
Continuará.....
Notas de la Autora:
¡Perdón por el retraso! Sé que me tardé muchísimo, pero por mi mala costumbre de empezar más de diez fics al mismo tiempo, siempre voy dejando uno o dos atrás. :p Pero el próximo capítulo ya está casi terminado por completo, así que espero no tardarme tanto.
En el próximo capítulo, se sabrá más sobre el la muerte de Jennifer Drake, madre de Samantha, Draco se enfrentará con la pregunta de ¿por qué odia a los muggle? Samantha y Draco pasarán un poco de tiempo de cualidad en la piscina, y si acaso pensaban que tener un hermano mayor sobre protectivo era malo, ¿qué pensarían de tener una hermana sobre protectiva, que a parte es auror? No es el tipo correcto para meterse, y más aún si dicha auror odia a los mortifagos. Pero Draco nunca ha sido uno para saber cuando debe mantener la boca cerrada, ¿verdad?
Para comentarios, dudas o preguntas, escríbanme a hechizera_kali_cefiro@hotmail.com o a hechicera_kali_cefiro@yahoo.com.mx
¡Gracias por los reviews! Perdón por no contestar, pero tengo una montaña de tarea esperándome.
¡Nos vemos!
Ja Ne
XO
Kali
