Sueña Conmigo.
Despídete, es el momento de decir adiós
Recuerda que, los que se quedan no lo pasaran mejor
y te das cuenta que es más fácil esperar,
y alargar el camino que más tarde nos va a separar.
Muchacho vete ya, a otro lugar, cabeza en alto y lágrimas.
Que regresarás, ya verás, aguanta el tipo y anda.
Despídete, pero no dejes de mirar atrás
Abrázame, que tu calor me llene hasta que vuelvas,
y te das cuenta que es más fácil esperar
y alargar el camino que más tarde nos va a separar
*Ella Baila Sola. 'Despídete.'
Capítulo 7: Ardiente tentación.
Al día siguiente, luego del desayuno al cuál no había asistido Samantha, Draco se disculpó diciendo que seguiría con un poco de su tarea, y se dirigió hacia las escaleras, pero en lugar de girar hacia la derecha, como debía, giró hacia la izquierda, yendo hacia la habitación de la joven. Una vez fuera de la puerta, tocó levemente, y en cuanto escuchó el 'pase' de voz de Samantha, entró procurando que nadie lo viera.
- Buenos días, Draco. ¿No estarás preocupado por mi, verdad?
Sigh, nada como el sonido a sarcasmo por la mañana, pensó con una mueca, mientras volteaba a ver a la joven. Estaba en su tocador, arreglando su cabello. No volteó a verlo, pero claramente su reflejo le sonrió.
- Samantha, sólo quería ver que tal seguían los efectos de mi Crucio.
Ella rió, pero el joven rubio notó que se había tocado la pierna donde había estado el corte suavemente. Viéndolo aparentemente ofendida, la imagen de la castaña le frunció el ceño.
- Quiero que sepas que eso fue sólo buena suerte. ¡En el próximo duelo, te venceré!
No tenía ninguna duda de que ambos habían sentido como un leve golpe al pensar en que era bastante probable que en la semana que faltaba para la fiesta, los padres de ambos decidieran enfrentarlos.
- Lo dudo, Drake. Pero no te negaré el intento. Y era obvio que de los dos, tenía que ganar el mejor....
- Por eso digo, Malfoy, que te dejé ganar.
Asombrado por la manera de regresar la frase, no dijo nada por unos momentos. Samantha, captando una victoria, no dijo nada, pero dejando su cabello en media coleta, volteó suavemente y cruzó las piernas, antes de apoyar un codo en ellas y recargar su barbilla contra su mano, frunciendo levemente el ceño como si quisiera preguntar algo. Sentándose en un banco enfrente de ella, se puso en la misma posición, y estuvieron en un combate de miradas por mucho rato, hasta que algo harto del silencio, Draco volvió a hablar.
- ¿Se puede saber que estamos mirando?
La risa de Samantha le hizo ver que lo había engañado.
- ¿Viendo? Yo, nada. Estaba pensando en algo que quería saber si podrías contestarme.
Casi riendo ante el tono de niña inocente, curiosa y traviesa, Draco descruzó las piernas y en su lugar cruzó los brazos.
- Claro, porque no.
- ¿Por qué debemos odiar a los media sangre y a los nacidos muggle?
Fue tal la pregunta, dicha tan suave y en un tono tan casual, que durante un momento el joven Malfoy pensó que la adorable jovencita lo estaba timando. Pero luego vio que había puesto sus manos correctamente sobre sus rodillas, su cabeza ligeramente inclinada con la gruesa cortina de caoba inclinada hacia un lado, y los enormes ojos de miel y sol fundidos cuestionantes.
En verdad quería saber. En verdad no sabía.
Parpadeando para pensar una respuesta, pensó en todo lo que le había dicho su padre y una cantidad inhumana de profesores, pero por alguna razón en esos momentos ninguna respuesta le parecía correcta.
Al parecer avergonzada, Samantha tomó un mechón de su largo cabello y empezó a retorcerlo, mientras bajaba las rojas mejillas y su cabello cubría parte de su mirada.
- Sé algo... pero siempre me parecieron respuestas incompletas. El profesor Nott siempre me dijo que era porque ensuciaban la estirpe, pero sigo sin entender..... son magos, igual que nosotros. Entiendo algo contra el odio a muggles y a squibs, pero..... no entiendo lo demás.
¿Clases con el profesor Nott y seguía entera mentalmente? ¿Nott que había sido acusado de violación contra muggle, auror, media sangre y sangre sucia? Quiso preguntarle, pero mejor pensó en la respuesta, sabiendo que en algún lugar de él tenía que existir.
Los ojos de miel brillaban como una lámpara de interrogatorio.
Draco suspiró.
- No lo sé.
~*~*~*~*~*~*~*~
Una semana pasó en relativa calma, aunque ciertamente habían sido pocas las veces en que Draco había dormido tan profundamente sin tener haberse llevado a nadie en la cama. Aunque a su segundo día de estancia tanto su madre y Samantha, como dignas mujeres, no habían regresado sino hasta la noche –con cientos de bolsas en lugar de sólo las diez que esperaban- los siguientes días tanto Lucius como Alexander los tuvieron muy ocupados.
Practicando esgrima, duelos mágicos, haciendo tarea, preparándolos sobre las bases de la futura guerra, bailando para no tener problemas en la fiesta, y también practicando para las respuestas de los reporteros, pronto fue el 23 de diciembre, un día antes del cumpleaños de Samantha.
El joven Malfoy, disfrutando un poco el día de descanso que los padres de ambos habían decidido darles, había estado sentado en uno de los elegantes sillones de orejas de cuero de la biblioteca Drake, cuando la había vuelto a escuchar.
- Srta. Samantha, ¡no pensará nadar con este clima!- dijo escandalizada la voz de la ama de llaves del lugar. Escuchó la risa de la joven, y se felicitó por poder notar cuando una risa de Samantha era verdadera, y cuando no.
- Señora Simmons, ¡por favor! Recuerde que toda la casa está ambientada para que el clima parezca de principios de verano. Si el agua resulta estar fría, sólo subiré un poco la temperatura.
- No puedo con usted, señorita. ¿Al menos lleva la poción bloqueadora? ¡No quiero luego tener que estarla curando si se quema!
- Si la llevo, no me quemaré. Con su permiso.
- Pase usted, señorita.
Draco escuchó los pasos de las dos mujeres alejarse, aunque estaba más interesado en seguir los de cierta joven que estaría en traje de baño seguramente. De repente, volver a leer 'El príncipe' de Maquiavelo frente al fuego, ya no parecía tan interesante.
Con una mirada de futura diversión, se levantó rápidamente, y subió de dos en dos las escaleras, hasta llegar a su habitación.
Luego de un rato, bajó con unos pantalones de mezclilla, y una camisa blanca cubriendo parcialmente su pecho, mientras el hechizo de camuflaje escondía su tatuaje. Lentamente, en silencio, se acercó hasta la piscina techada. Aunque más parecía una pequeña playa tropical.
Si. Ahí estaba.
Se quedó escondido entre las sombras, mientras la observaba pasar lánguidamente las páginas de un libro, antes de que lo dejara, se quitara el sombrero que cubría parte de su cabeza, se quitara los lentes oscuros completamente oscuros, y se estirara perezosamente.
Draco Malfoy nunca, NUNCA había estado más agradecido de los trajes de baño muggle. Y bendito fuera el muggle que había inventado el bikini.
Observó cada curva del cuerpo perfecto de Samantha, la escasa ropa que llevaba permitieron que una imagen mucho más clara se tiñera en su mente. Había pasado noches enteras imaginando como se vería sin ropa, con sólo la cortina de sus cabellos cubriéndola, como una Godiva moderna. Y sólo unos segundos de verla en esas prendas blancas lo habían deslumbrado.
No era un traje escandalosamente revelador, ni tenía algún detalle en especial. Era de un tono blanco inmaculado, que destacaba de su pálida piel por el dejo rosado que brillaba en todo su cuerpo. Pero al estirarse, Draco había podido contemplar cada una de las elegantes líneas del cuerpo de Samantha. No tuvo ningún reparo en observar el pecho de ella, notando una vez más como cada parte de su cuerpo parecía haber sido especialmente esculpida hasta lograr la perfección. Siguió su recorrido hasta su estómago firme, y siguió la inspección por las esculturales piernas, parcialmente cubiertas por una larga tela blanca.
Luego de ese bostezo, la chica se levantó, y Draco observó fijamente como sus manos desabrochaban el nudo alrededor de la cintura, pero ni él con toda su frialdad, pudo evitar sentir que su quijada se abría levemente al observar el cuerpo de Samantha completamente, sin ninguna tela escondiéndolo de su vista.
Siguió observándolo, notando el contraste que creaba su cabello oscuro contra su piel. Se fijo en una única marca en el muslo derecho de ella. Un pequeño lunar en forma de corazón. Sonrió ante la ironía misma que representaba esa pequeña imperfección, en el cuerpo de una mujer que podría rivalizar contra Afrodita.
Sus ojos siguieron las manos de ella, mientras sujetaba su espeso cabello con un listón blanco, sosteniendo la capa de seda en una cola de caballo en la base de su cuello. Acercándose a la orilla, la joven flexionó elegantemente las rodillas, y con un perfecto clavado, se sumergió en las cristalinas aguas.
Ese fue el punto de salida de Draco. Delatando su escondite entre las sombras, se acercó hasta donde descansaban las cosas de la joven. Sin poderlo evitar, se acercó el pareo blanco que había estado alrededor de la cintura de ella a la nariz, y suavemente llegó a él el olor de fresas que ya encontraba característico de la joven de cabellos castaños.
Escuchó sus suaves movimientos golpear contra el agua, y supo que pronto estaría nuevamente ahí. Con una sonrisa leve y seductora, se acercó hasta la orilla de la piscina, y se puso en cuclillas, esperando a la chica.
Observó cuando su cabeza rompió la superficie del agua, mandando leves gotas hacia todas partes, y tuvo que controlar su rostro para no sonreír abiertamente cuando sus ojos miel se abrieron, y lo observaron fijamente.
- Decidí tomarte la palabra, Samantha. Pensé que tu invitación de hace una semana para nadar sería..... encantadora.
Notó como un leve sonrojo cubrió las mejillas de la chica, antes de que ella asintiera.
- Claro Draco. Dame una mano, ¿quieres? –dijo ella levemente, estirando su mano hacia él.
Él joven estiró su mano, y tomó la pequeña y delicada mano de la chica, sintiendo su suavidad. Fue hasta muy tarde que notó la sonrisa traviesa en sus labios, y lo siguiente que supo fue de la otra mano de Samantha en su muñeca, y con todas las fuerzas de su frágil cuerpo, jaló fuertemente, logrando que Draco perdiera el equilibrio, y cayera –completamente vestido- a la piscina.
Salió unos segundos después, sacudiendo la cabeza levemente, desordenando sus cabellos platinados. Abrió sus ojos grises sorprendido, encontrándose con la encantadora y muy traviesa jovencita riendo incontrolablemente, sus hombros temblando ante el sonido de la risa.
- Samantha Allison Drake. –dijo levemente, alzando una ceja hacia ella.- Más vale que empieces a nadar, porque no quieres saber lo que te voy a hacer si te alcanzo.
Aun riendo, Samantha empezó a nadar rápidamente, alejándose por metros de Draco. Él espero pacientemente unos segundos, antes de empezar su rápida persecución.
Sus ropas mojadas lo detuvieron un poco, pero todo el ejercicio que había hecho desde niño había logrado que no sintiera tanto la diferencia. En cambio Samantha, que aunque era una nadadora excepcional, no le ayudaba mucho el hecho de que se estaba riendo incontrolablemente, se encontró prontamente alcanzada.
Una vez estuvo al mismo nivel de la joven, Draco la tomó de la cintura, inmovilizándola. Ella siguió riendo unos momentos, y él observó su rostro por esos breves segundos, antes de que cayera en cuenta sobre su situación. Y al parecer, ella también se había dado cuenta, pues dejó de reír casi al instante.
Estaba abrazándola, tocando más piel de Samantha de lo que nunca había hecho, y sólo había imaginado en sus fantasías. Su cabello se pegaba levemente a su rostro, y un leve tono rosado empezó a cubrir sus mejillas.
Casi podía sentir como temblaba.
- Me..... me atrapaste.....-murmuró levemente ella, viéndolo tímidamente a través de sus espesas pestañas, sus ojos miel tímidos.
Podía sentir cada una de las curvas de su cuerpo contra su torso, y podía sentir la excitación creciendo dentro de él.
¿Habría un significado oculto tras sus palabras?
- Así es..... –murmuró con la voz ronca y profunda, sus ojos levemente dilatados ante el destello que provocaba la delgada cadena dorada alrededor del cuello de Samantha, el crucifijo llamando su atención, pero sobre todo era el movimiento de su respiración con las gotas de agua unidas a su piel se volvía hipnótico.
Lentamente, levantó una mano y con el dorso, rozó suavemente la suavidad de su mejilla. Notó cuando la joven cerró los ojos, mientras aguantaba la respiración. La cabeza de Samantha se inclinó levemente hacia la mano de Draco, y la siguió cuando él continuó la tierna caricia hacia el otro lado de su cara. Dejó su mano ahí unos momentos, mientras que con el brazo alrededor de la estrecha cintura, la acercó levemente.
Ella abrió sus ojos, una inocencia real palpitando en ellos. Tan cerca.....
Con la mano que seguía sosteniendo suavemente el rostro de Samantha, con delicadeza dirigió sus dedos hasta el fino mentón. Lo sostuvo con cuidado, como si temiera en verdad romperla. Pasó el dedo suavemente por los labios bellamente esculpidos en ese rostro, logrando que la joven los abriera levemente.
Por Merlín. Si alguna vez había visto algo más tentador, algo que pudiera lograr que su corazón palpitara de esa forma..... no se le podía ocurrir que fuera.
Se inclinó levemente, pero entonces notó el temblor excesivo del cuerpo, y como un ligero tono azulado estaba en los seductores labios. Ahogó una maldición. Pero pensó que al final sería mejor. Ella quería ese toque tanto como él. Sería mejor hacerla esperar.
- Te estás congelando.....
Y con un rápido movimiento la levantó en sus brazos, sorprendiéndola, y logrando que instintivamente ella llevara sus brazos alrededor del cuello de él.
- ¿Qué haces? –preguntó en un leve suspiró la casi ninfa que llevaba en sus brazos, logrando que la piel de Draco se electrizara por unos segundos.
- Si pasas demasiado tiempo en el agua, te dará un resfriado. Y mañana hay un baile, no lo olvides. La anfitriona no puede estar enferma.
Con infinita delicadeza la dejó en la silla, antes de cubrirla con una de las gruesas toallas. Se sentó detrás de ella, ignorando el hecho de sus propias ropas chorreando. Suavemente, pegando lo más que podía su cuerpo al de la joven, puso sus manos en los hombros de ella, y empezó un suave movimiento de fricción, mientras su aliento rozaba la tierna piel del cuello de Samantha.
- Nunca conocí a nadie que pudiera sentir frío tan pronto – murmuró suavemente cerca del oído de la chica, retirando el cabello de esa zona. Quiso agregar y en ese tipo de momentos, pero se guardó su comentario.
Samantha se reclinó un poco más hacia él, casi descansando su cabeza en su hombro. Podía sentir el aroma de fresas de su cabello rodearlo, que lo hacía sentir ganas de probar su piel para ver si sabía a lo mismo.
- Esa es herencia de mi madre..... –la voz de ella era apenas un susurro, pero al estar tan cerca no podía hacer otra cosa más que escucharla.
Siguieron en silencio unos minutos, Draco siguió pasando sus manos por donde cubría la toalla lentamente, a pesar de que sabía bien que el temblor que ahora recorría el cuerpo de la joven ya no tenía nada que ver con el frío. Pasó sus manos por los bordes de la toalla hasta el estómago de ella, abrazándola suavemente, sorprendiéndose por la manera en que cabía tan bien en sus brazos, y cómo a pesar de haberlo notado antes, seguía llamándole la atención.
Con cuidado, bajó la cabeza hasta llegar al cuello de la chica, y levemente, con la nariz, acarició el punto donde palpitaba su pulso, antes de besarlo suavemente, logrando que Samantha contuviera el aliento.
Draco sintió cuando las pequeñas manos de Samantha tomaban sus brazos, pero no como para terminar el contacto, sino para apremiarlo. Por el pequeño espacio que había entre sus cuerpos, la toalla se deslizó, hasta que la piel de ella tocó la camisa aún húmeda del joven.
Lentamente, sintió como la chica se separó de su abrazo, hasta verlo de frente. Estaba mordiendo su labio suavemente, en un gesto que sabía sólo hacía al estar nerviosa. Al seguir su mirada, notó que la chica estaba viendo su camisa, indecisa. Sonriendo ante la inocencia de ella, lenta y seductoramente empezó a desabotonar la blanca prenda. Cuando terminó, dejó que se deslizara sensualmente por sus hombros.
Profunda satisfacción lo llenó al notar el marcado sonrojo en su blanca piel.
Tomó la mano de ella, y suavemente la dejó en su pecho, sus ojos sin soltar la mirada dorada de la joven. Ella, con dedos temblorosos, recorrió el bien formado torso. Draco tuvo que contener un gemido, cuando las caricias de pluma de Samantha recorrieron la base de su cuello, que lo obligaron a cerrar los ojos. De repente, sintió como las caricias se detenían, y al abrir los ojos notó que la mirada miel estaba enfocada en una gruesa y larga cicatriz que resaltaba contra la piel.
Con un demonio. Había olvidado ese pequeño detalle.
- Samantha.....
Pero cualquier cosa que fuera a decir se perdió cuando ella se inclinó, y dejó suavemente sus labios en la cicatriz, besándola con ternura.
Cuando ella se elevó, sus rostros estaban a centímetros de distancia. Gris contra miel, azul con verde, no podían soltar la mirada uno del otro. La mano de Samantha aun seguía cálida contra su piel, junto a la cicatriz de un castigo que súbitamente no recordaba. Levantó una mano y con ternura inusitada en él, volvió a acariciar el rostro, algunos mechones del sedoso cabello entrelazándose con sus dedos.
Supo bien cuando ella abrió sus labios suavemente, que estaba perdido.
Se inclinó levemente hacia delante, preguntándose si había sido verdad que los labios de Samantha habían sabido a fresas, y si sería posible que fueran tan suaves contra sus labios como lo habían sido contra sus dedos. Súbitamente el beso que había compartido con ella en la Sala Común de Slytherin estaba demasiado lejano. A pesar de haberle besado antes, súbitamente no podía recordarlo.
Faltaba tan poco.....
- Señorita Samantha, joven Malfoy.....
Murmuró una voz educada, y los dos se separaron, viendo al mayordomo de los Drake, con una inteligente expresión de servidumbre, como si no hubiera estado viendo la escena en lo absoluto.
Nunca antes había sentido VERDADEROS deseos de lastimar a alguien –con las excepciones de Weasley y Potter, claro- pero en esos momentos, si Draco hubiese tenido su varita, el pobre hombre hubiese sido víctima de cuanta maldición hubiese aprendido.
Samantha se separó, retirando su mano del pecho de Draco, donde el lugar se sentía extrañamente frío de repente. Lentamente quitó su mano del rostro de la chica, Samantha volteó a ver al hombre mayor, sus mejillas con un fuerte rubor.
- ¿Qué pasa, Frederick?
- Lamento interrumpir..... –tuvo que recurrir a todas sus fuerzas para no lanzarse contra el mayordomo- pero su hermana, la señorita Melissa, ha llegado, y solicita su presencia.
- De acuerdo Frederick. Dile a Melissa que estaré ahí en unos minutos.
- Como diga, señorita. Con su permiso, me retiro.
Draco se quedó sentado, observando a Samantha levantarse. Lentamente, tomó el pareo y lo volvió a amarrar a su cintura. Siempre rehusando la mirada de Draco, cuando se inclinó para tomar sus lentes de sol, Draco capturó su muñeca suavemente, también levantándose.
- Draco..... tengo que ir a saludar a mi hermana.....
- Lo sé.....
Se inclinó suavemente, hasta dejar un beso en la mano que seguía temblando, aunque dudaba que fuera por frío. Le sonrió galantemente, antes de levantar la mirada.
- Gracias, por la invitación. Tendremos que repetir..... esto en otra ocasión.- dijo con una sonrisa pícara, que logró sonrojar a la joven.
- Ya veremos eso. Me retiro.
La observó irse por unos momentos, antes de decidir acompañarla.
Tenía curiosidad de conocer a la famosa auror, Melissa. En el único retrato que había visto de ella, se le antojaba sino idéntica, muy parecida a Samantha. Y nunca, aun con toda su imaginación –y tenía mucha- podría imaginar a la dulce Slytherin como una guerrera.
Alcanzó a la joven en pocos segundos, y los dos se dirigieron hacia una de las múltiples y exquisitamente decoradas salas del lugar. Finalmente, escucharon el sonido grave de la voz de Alexander, y la voz fuerte de una mujer, discutiendo.
- No discutiré contigo sobre mis invitados, Melissa. Con nadie, menos contigo.
- ¡Padre, sólo te estoy diciendo que es un hecho conocido que los Malfoy apoyan a Quien-tu-Sabes!
- Lucius Malfoy es un amigo de la escuela. Y fue controlado por la maldición Imperius. Fin de la historia.
- ¡Padre, si tu quieres estar ciego, bien, pero no hagas que Sammy tenga tratos con esas personas! ¡Menos con el hijo!
- Draco es un muchacho perfectamente bien comportado, inteligente, y está a la altura de nuestra familia. Es un joven completamente respetable para Samantha.
- ¡Pero padre...!
- Por última vez, Melissa. No discutiré sobre mis invitados contigo, sea tu trabajo el que sea.
- De acuerdo. Pero no me agrada en lo absoluto.
Luego de eso, siguió un profundo silencio. Lentamente, Samantha tocó a la puerta, donde la voz profunda de Alexander les permitió la entrada. Draco notó la manera casi imperceptible que los ojos azules del padre y los ojos azul verdosos de la hija Drake se iluminaron por unos instantes al ver a Samantha.
- Hija, justamente estábamos charlando de ustedes.- Alexander sonrió una sonrisa falsa muy parecida a la de su hija al ver sus atuendos- ¿estaban en la piscina?
- Así es padre.
- ¿Por qué Malfoy está mojado? – preguntó hoscamente la que debía ser Melissa, cruzando los brazos.
Nunca pudo haber pensado estar más equivocado en asumir que las dos hermanas serían parecidas. Ciertamente, el retrato que había visto de Melissa Drake, cuando ella tenía diecisiete años, era muy diferente a la visión actual.
Casi tan alta como Alexander, Melissa, de unos veintisiete años, se portaba orgullosa y regia, vestida a la usanza muggle, con unos pantalones de mezclilla azules y una chamarra del mismo material, pero en color negro. Su cuerpo era atlético y fuerte, y aunque podía pensar en muchas palabras para describir a la mayor de las Drake, ninguna de ellas era frágil, mientras que esa palabra parecía resumir la apariencia de Samantha. Tampoco había nada de los ordenados cabellos lacios de la menor. Los cabellos de Melissa caían en gruesos y desorganizados bucles cobrizos hasta un poco debajo de su barbilla. Sus facciones eran extrañamente duras pero a la vez finas y atrayentes, muy parecidas a las del padre.
- Lo tiré al agua, Melissa.
- Veo –murmuró con un dejo de desconfianza hasta que su mirada se suavizó al ver a Samantha.- ¡Pero mírate nada más Sammy! ¡Estás preciosa!- dijo en voz alta la torosa joven, sosteniendo de los hombros a la pequeña.
- ¡Dices eso porque eres mi hermana!- respondió riendo ella.
- Bueno, en parte. Pero de cualquier forma, es la verdad. Tienes que decirme como mantienes tu piel así.- Melissa se inclinó hasta poder besar la frente de la chica- Te ves tan parecida a mamá.
El silencio gobernó la habitación en ese momento, y Draco presintió que mencionar a la difunta Jennifer Drake había sido un claro desafío para Alexander. Pero pudo notar como la sonrisa de Samantha se hacía melancólica, y como acariciaba suavemente uno de sus mechones lacios.
Él sabía lo importante que habían sido esas palabras para Samantha, pues sabía bien cuanto había querido a su madre. Sintió el repentino deseo de sonreír.
Volvió a recordarse que debía buscar en la casa alguna imagen de la difunta señora Drake.
- Melissa, no te has presentado con Draco.- dijo súbitamente Alexander, rompiendo el silencio. La joven puso una mirada terca, y puso un brazo alrededor de los hombros de Samantha, como protegiéndola.
- Eso es, porque yo no me presento con mortifagos. Yo me encargo de encerrarlos, no de tener eventos sociales con ellos.
- ¡¡Melissa!! –gritó colérico Alexander, estrellando sus manos contra la superficie de su mesa de caoba.
- Mel, por favor.... –susurró Samantha suavemente, logrando más con su mirada dulce que Alexander con su furia.
- De acuerdo. Mucho gusto, Melissa Jennifer Drake. –dijo suavemente, sin sonreír, e inclinando la cabeza.
Al parecer, ella no tenía las maneras elegantes de Samantha para tratar con las personas. Ella claramente mostraba cuando alguien no le agradaba. Si que eran diferentes. Él también inclinó la cabeza, su sonrisa hipócrita en los labios.
- Un placer, Melissa. Draco Lucius Malfoy.
- ¿Contento, padre? ¿O tendré que fingir e ir a tomar el té con él?
- Será..... suficiente por ahora. Pero mañana en la fiesta, te comportarás.-ordenó Alexander, tomando un poco de su copa de brandy. Melissa suspiró.
- Padre, sabes bien que la única razón por la que vengo a tu bendita fiesta es por Sammy, y no haría nada que la lastimara.- dijo dulcemente la auror, mirando a su hermanita. – Pero basta de esta plática, ¿dónde están Charlie y mi cuñado?
- Charlotte y Sean llegaran en media hora. –dijo gravemente Alexander, sin alzar la vista para ver a su hija mayor.- Tu hermana Charlotte si fue razonable cuando le presenté a Sean. Y ahora, ellos están comprometidos.
- Si, pero Sean Stevenson fue a Ravenclaw, es dos años mayor que Charlie y es un joven respetable. A mi querías juntarme con Brutus Flint.
- Los Flint son una familia perfectamente respetable.....
- ¡De mortifagos!
- Padre, Melissa, por favor..... –suplicó levemente Samantha. Draco observaba todo ligeramente divertido, apoyado contra un sillón.
En ese momento, sonó una pequeña campana, y luego apareció el mayordomo que los había interrumpido. Draco lo observó, su mirada casi matando al hombre. Más cuando sonrió levemente al observar a Samantha.
- Señor Drake, señoritas, joven Malfoy. La señorita Charlotte y el joven Stevenson acaban de aparecer.
- Por favor, Frederick. Dile a mi hija que pase.
Con una leve reverencia, Frederick se retiró, para que segundos después entrara una pareja.
Sean Stevenson era un joven alto y de apariencia refinada. Tenía el cabello rubio ligeramente largo, que se sostenía en una cola de cabello. Su piel era morena y los ojos verde claro. Tomando su brazo, estaba Charlotte Alexandra Drake. Y al mismo instante de verla, Draco comprendió que Samantha era más parecida a la famosa pianista.
De unos veintidós años, Charlotte era alta, pero de figura delgada, casi demasiado. Estaba envuelta en un majestuoso vestido gris que envolvía su figura como una nube. Tenía la piel pálida, aunque no tanto como su hermana menor, y sus ojos eran de un tono azul hielo que parecía entrar a su alma. Su cabello era negro y ondulado, y caía suavemente hasta llegar a media espalda. También tenía un cierto aire a muñeca, pero aun así, no notó la fragilidad característica de Samantha.
- ¡Bienvenidos! – expresó fuertemente Melissa, antes de ir hasta donde estaba su otra hermana menor, y abrazarla con fuerzas. La joven río discretamente, y cuando habló, lo hizo en una voz tan baja que casi parecía un susurro.
- Me da gusto verte, Melissa. Hacia tiempo que no te veía.
- ¡Claro que si! Esta vida de auror no es fácil, te digo, pero es lo que me gusta.
Mientras las dos hermanas se saludaban, Draco observó a Sean acercarse a donde estaba Samantha. Sonriéndole, se inclinó hasta besarla en la mejilla. La respuesta de la chica fue abrazarlo. Frunció el ceño levemente. No le agradaba en lo absoluto eso.
Alexander se levantó de su asiento, y fue hasta donde estaban sus hijas mayores, y con cuidado besó la frente de la joven de cabellos oscuros.
- Charlotte, es maravilloso verte de nuevo.
- Gracias padre. ¿Sam, no vas a saludar a tu hermana mayor?
- Claro que si. –y luego de decir esto, la joven de cabellos castaños abrazó a su hermana. Nuevamente, pudo ver lo pequeña que era. A penas llegaba al pecho de la pianista.
- Hija, ya conoces a Draco, ¿no es así? – dijo suavemente Alexander, poniendo una de sus manos en el hombro de la pelinegra y de Samantha. La elegante joven asintió.
- Si padre. Es un placer verlo nuevamente, joven Draco. –respondió amablemente. Pero pudo notar, con sorpresa, que lo decía sinceramente. Lo asombró esto. Al parecer, aunque los modales de Charlotte eran mejores que los de Melissa, todo en ella estaba rodeado de sinceridad.
- El placer es mío, señorita Charlotte.
- Padre, ¿podemos retirarnos? ¡Tenemos tantas cosas que hablar las tres! –preguntó ansiosamente Samantha.
Draco parpadeó levemente. ¿Había sido él, o Samantha había volteado a verlo por unos segundos? Por el leve rubor en sus mejillas, pensó que pudo haberlo visto.
- De acuerdo Samantha. Además, me imagino que Melissa y Charlotte querrán descansar.
- Muy considerado de tu parte, padre.- Murmuró irónicamente la mayor de las Drake. Tal vez por consideración a los demás huéspedes, Alexander se contuvo de comenzar una nueva discusión.
- Entonces, Sean, ¿me acompañas en la biblioteca con un brandy?
- Claro señor Drake.- respondió sonriendo el joven rubio.
- ¿Qué dices tu, Draco? ¿Gustas venir con nosotros?
- Será un placer.- respondió educadamente.
Todos empezaron a caminar, Samantha tomando suavemente las manos de Charlotte, y haciéndole todo tipo de preguntas, a lo que la joven respondía con suaves risas y su voz suspirada. De repente, sintió una mano en su hombro, y volteó para encontrarse con Melissa, viéndolo como si pudiera matarlo en ese preciso momento.
- Padre, Draco irá en un momento. Hay algo que quiero comentarle.
- Melissa, ¿qué.....?
- No lo interrogaré padre, lo prometo.
Draco volteó a ver a la atlética joven unos segundos, antes de voltear a ver a Alexander. Asintió educadamente, mostrando que no le importaba.
- Muy bien. Te esperamos en la biblioteca.-Dijo retirándose junto con Sean, platicando sobre las acciones que habían caído en los últimos días.
- Mel.....- empezó suavemente Samantha, viendo a Draco por primera vez desde la piscina. Estaba mordiendo suavemente su labio, obviamente preocupada.
- Vamos Sammy, no le haré nada al dragoncito. Sólo quiero tener unas palabras con él.- dijo riendo suavemente, pero Draco notó que la presión en su hombro donde estaba la mano de Melissa había aumentado ligeramente. –Ahora vayan tu y Charlie, y pidan un poco del delicioso chocolate caliente de la señora Simmons. Y si tienen un poco de pay de queso, tampoco diré que no.
- De acuerdo Melissa. Te esperaremos en el cuarto de Sam. Vamos hermanita. ¿Me preguntabas sobre el vestido que usaré en la boda, no?
Samantha asintió levemente, pero aun cuando empezaron a subir por las frías escaleras de mármol negro, siguió viendo por encima de su hombro, hacia donde estaba él. Draco tampoco pudo dejarla de ver, y fue hasta que la fría voz de la auror lo trajo de vuelta a la realidad, que recordó debía hablar con ella.
- Cierra el hocico. Te entrarán moscas. –Murmuró fuertemente, su voz había perdido la dulzura con la que le había hablado a sus hermanas menores. Lentamente, Draco se volteó, cruzando sus brazos sobre su pecho, alzando una ceja levemente. Ahora, estaba para hablar de negocios.
- ¿Es ese lenguaje para una dama, Melissa?
- Señorita Drake para ti, patán. Sólo me dirás Melissa cuando Sammy esté cerca, porque no quiero preocuparla.- Respondió autoritariamente.
- De acuerdo, señorita. ¿Qué puedo hacer por usted?
- Un simple favor.....-murmuró lentamente, viéndolo peligrosamente.
- ¿Si?
En menos de un parpadeo, Draco se encontró contra la pared, con una mano de la auror contra su cuello, y la varita de ella frente a su corazón. Ella se veía furiosa, y tuvo algunas dificultades al tragar. Aun así, trató lo mejor posible de parecer que seguía estando en control. Dejó que sus fríos ojos grises vieran fijamente los verdes de la mujer.
- Escúchame bien. Mantendrás tus sucias, estúpidas y asquerosas manos para tu estúpida, asquerosa y sucia persona, o si no tendrás un asqueroso, sucio y estúpido accidente. Si me llego a enterar que tuviste la osadía de hacer sufrir a Sammy, ni tu maldito Lord Oscuro te podrá salvar de mi furia. No mereces a un ángel como ella. Y mi padre esta loco por confiar en tu familia llena de mortifagos. Pero no dejaré que nada le pase a mi hermanita. ¿Entendiste? –gruño Melissa por dientes apretados.
- ¿Eso es todo?
- Si no le haces nada a mi hermana, si.
Luego de decir esto, soltó el cuello de Draco. Él se llevó la mano a su cuello, sobándolo suavemente. Con una última mirada de desprecio, Melissa se dirigió hasta las escaleras, donde las subió corriendo.
Suspiró súbitamente, su cuello ligeramente herido por la presión de la mano de ella. ¿Quién hubiera pensado que una mujer pudiera tener tanta fuerza?
Levantó la vista para observar el retrato muggle de Samantha. A pesar de no tener movimiento, era probablemente el mejor retrato que hubiera visto. La mostraba tal cual era, con ropas de un profundo tono violeta, de apariencia de muñeca. Pero en sus ojos se notaba los destellos de sarcasmo e ironía que conocía bien.
- Merlín.... ¿en que lío me estoy metiendo?- Pensó con una sonrisa, mientras metía las manos en los bolsillos de su pantalón, antes de ir hacia donde los dos hombres lo estarían esperando.
Bueno, pensó lentamente, al pasar por la piscina. No se había divertido tanto en años.
Continuará.....
NOTAS DE LA AUTORA:
¡Madre del cielo, me derrito! *_* ¡DRACO TODITO MOJADO! ¿Cómo mantiene una el nivel de la sangre en normal con semejante chico EMPAPADO Y CON PANTALONES DE MEZCLILLA?
Y a Melissa no le ha agradado en lo absoluto ese hecho. Y no creo que sea conveniente que Draco haga enojar a una auror, ¿o si? Pero claro, a Samantha SI que le agrada Draco, y también al parecer a Samantha.
La menor de los Drake ciertamente puso a pensar al dragón. ¿Por qué odiar a los media sangre y sangre sucia? Pero no creo que pueda pensar mucho de eso en el próximo episodio.
El baile se viene encima, llega el novio de Melissa, Draco descubre a Jennifer Drake en la biblioteca, Charlotte le explica algunas cosas, Draco en traje elegante muggle, Lucius hace comentarios despectivos sobre los muggle haciendo enojar a Melissa y a Charlotte, y un dueto entre la pianista de las Drake y Samantha, que cantara, probarán a Draco que a veces mantener la cordura cuesta mucho.
Comentarios, dudas y preguntas a hechizera_kali_cefiro@hotmail.com y hechicera_kali_cefiro@yahoo.com.mx
Ja Ne
XO
Kali.
Charlotte Alexandra Drake.: http://www.mediaminer.org/fanart/view.php?id=89574
Ella fue una Ravenclaw. Es seis años mayor que Samantha, y cinco menor que Melissa.
Siempre adoró la música clásica, y su sueño desde niña fue convertirse en pianista. Lo logró y ahora es muy famosa tanto en el mundo mágico como en el Muggle.
Es la única del matrimonio Drake que no cambió notoriamente luego de la muerte de su madre. El mayor de los cambios fue que se volvió incluso aun más honesta.
Aparentemente, esta fuera de su capacidad el odiar a alguien. Siempre puede dar una segunda oportunidad a las personas, incluso a un Malfoy –especialmente a Draco, a quien considera un chico dulce pero malentendido.
Mientras iba a Hogwarts estuvo enamorada de Percy Weasley, pero luego su padre le prohibió tener relaciones con los Weasley. Al terminar, dejaron de hablarse durante cinco años, pero luego se volvieron muy buenos amigos.
Ahora, esta comprometida con Sean Stevenson. Aunque el compromiso fue arreglado por su padre, Sean y Charlotte realmente parecen enamorados.
Cumpleaños: Octubre 16.
Colores favoritos: Azul y verde.
Altura: 1.71 cms.
Medidas: 87-55-88
Edad: 22 años.
Casa: Ravenclaw.
Trabajo: Pianista.
Ojos: Azul hielo.
Cabello: Negro, largo y ondulado que cae hasta la mitad de su espalda.
Le agrada: Sus hermanas, los Weasley (especialmente Percy y Molly), su padre, montar en caballo, los días soleados y calmados, la música clásica o baladas, leer y tocar el piano. Pasar tiempo con sus seres queridos.
Odia: Que alguien lastime a sus seres queridos. A los mortifagos, el odio, la soledad, la muerte.
Es una mujer muy dulce. Es la más obediente de sus hermanas, y es muy callada, hablando a menudo esta arriba de un suspiro. Es muy elegante y hermosa, pero a la vez es muy humilde.
Melissa Jennifer Drake: http://www.mediaminer.org/fanart/view.php?id=58414
Melissa fue una Gryffindor. Es once años mayor que Samantha, y cinco años mayor que Charlotte, y desde siempre sintió que debía proteger a sus hermanas, sentimiento que aumentó luego de la muerte de su madre.
Extrovertida, nada tímida, Melissa siempre dice lo que tiene en la mente, este hecho trayéndole muchos problemas con su padre, Alexander. (aunque sus problemas empezaron –ligeramente- cuando ella fue elegida Gryffindor.)
Luego de la muerte de su madre, contra los deseos de su padre, se convirtió en auror, y odia profundamente a los mortifagos. Es por eso que odia a la familia Malfoy, y odia completamente la idea de que su padre quiera comprometer a su linda y preciosa hermanita con un monstruo como Draco.
Aunque soltera, está saliendo con Bill Weasley. Estaba profundamente enamorada de él cuando iba a la escuela –siendo Bill dos años mayor que ella- y Charlie, su mejor amigo y hermano de Bill, adoraba –y adora- burlarse de ella por eso.
Cumpleaños: 1 Abril.
Estatura: 1.81 cms.
Medidas: 93-65-90.
Edad: 27 años.
Trabajo: Auror, pero también tiene un profesorado por Encantamientos.
Ojos: Azul verdoso.
Cabello: Corto, extremadamente rizado cabello cobrizo.
Comida favorita: Pastel de Chocolate. Spaguetti.
Comida odiada: Sushi.
Le agrada: Sus hermanas (tiene una debilidad hacia Samantha por ser tan parecida a su madre), los Weasley (especialmente Bill, Charlie y Molly), montar a caballo, los días de tormenta, volar en la escoba, quidditch, la música, leer y bailar. Su padre.
Odia: Cualquier cosa que pueda lastimar a sus hermanas.
Mortifagos, a los Malfoy, a Draco, a Snape, la guerra, el miedo.
