El capítulo 3 esta basado más que nada en literatura de AD&D, tiene un poco de erotismo. Al fin sabremos quien es Leviathan Baalberith.

Por favor un review no estaría de más.

Saludos

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CAPITULO III: EL ORIGEN

El brillo de los ojos de Ginny era distinto al de cualquiera, el color de las esmeraldas de su rostro coronaba su belleza, ya no era aquella niña delgada y llena de pecas, ahora era una mujer, su pelo largo, rizado y rojo como el sol tapaba su busto desnudo, la pequeña falda que tenía aun puesta la hacia ver como una niña con cuerpo y alma de mujer. Las pecas que antes parecían defectos ahora la hacían verse aun más hermosa, la blancura de su cuerpo, toda ella era sólo para él, pero aun no estaba decidida a dar ese paso. Nunca dejaba que Harry llegará más allá de de donde ella quería, siempre lo tenía al borde del delirio pero nunca dejaba que se apagara, sabía que Harry aun no la amaba lo suficiente y por eso no se entregaba a él por completo.

Una vez más Ginny detuvo la mano de Harry, cuando este intento bajar el cierre de su falda, sin dejar de besarlo le dijo que no con el movimiento de su cabeza, se separó de él por un segundo, tomó sus manos y las llevó hacia sus pechos desnudos, unas pocas pecas coronaban su busto, pero eran perfectos, suaves pero firmes con unas aureolas de tonos rosados que hubieran hecho a cualquier diva del medioevo envidiarla. Frotó las manos de Harry en su pecho durante largo rato y volvió a besarlo, le dijo ¡te amo! y él no respondió. ¿Cuántas veces había callado?, tragándose su angustia por no oírle decir te amo. Una vez más Harry quiso bajar el cierre de su falda a lo que ella le contestó - No Harry, no puedes pedirme eso, aun no puedes, primero necesitas amarme y luego. luego será otro día.

Harry sonrió Ginny siempre lo rechazaba de manera dulce, nunca se enojaba con él, era algo que no se podía explicar, esa niña merecía el cielo, merecía alguien que la amara con la intensidad con la que ella lo amaba a él, pero la herida no estaba cerrada, él no podía amar a nadie, no con la intensidad con la que amaba a Hermione, ella ya no estaba ahí para podérselo decir y mucho menos para demostrárselo, ese era su castigo él era el único culpable de que su amada no estuviera en ese momento sobre de él y no ella, la niña que nunca sería una mujer para él. Harry se incorporó y lentamente empezó a vestir a Ginny, una parte de él quería arrancar la ropa que aun tenía puesta Ginny, pero sabía que ella no se le entregaría hasta que él no le demostrara que la amaba. Una vez vestidos platicaron durante unos minutos y salieron de la habitación de Harry, se dirigieron a la sala común de Gryffindor para salir por el cuadro de la señora gorda.

No se dieron cuenta de que alguien los observaba, escondido entre las sombras su túnica negra lo hacía perderse entre las sombras, en cuanto se perdieron de vista, Leviathan salió a la luz y esbozó una sonrisa. Estaba conociendo poco a poco a su enemigo, tenía que encontrar algo más en él algo que amara y que pudiera ser destruido o puesto en su contra. Se dirigió hacia su dormitorio, pensativo, siempre observante, se acomodó en su cama y durmió.

El sueño era el mismo que lo perseguía desde mucho tiempo atrás, hoy en día el sueño no había cambiado, seguían siendo los mismos detalles, algo que había pasado mucho antes del tiempo conocido, cuando aun los vampiros y los dragones caminaban entre los comunes, él sabía que era su historia, el sabía que quizá no era el mismo cuerpo pero en esencia era el mismo. Su alma perduraba y nadie lo sabía, había tenido mucho tiempo para aprender y practicar todo tipo de artes, había visto morir a sus amigos, a sus mujeres, a sus propios hijos, el tiempo no era nada para él, su sueño era su origen, era su historia.

"La vida en aquel entonces para mi no era ni mejor ni peor que la de cualquier campesino, obligado a no tener vida propia, a servir con mi trabajo a otros, a llevar una vida de paz según los credos profesados por mi en esos días, además ya mi destino estaba marcado con un matrimonio arreglado el cual estaba a punto de llevarse acabo. Mis tareas ascendían a algo un poco más allá de lo que cualquier mortal como yo podía aspirar, era el capellán del castillo de Alvadar el Grandioso, el más grandioso mago conocido del antiguo Reino de Palladia (conocido hoy como Hogwarts) y creador del culto de las gemas el cual con el paso de los siglos se convertiría en el Culto de la Iglesia Hegemónica de Saint Gemme, pero me estoy adelantando a mi historia. Como mencionaba mi trabajo al servicio del castillo de Alvadar consistía en la limpieza de la biblioteca personal del mago, donde en mis tiempos libres pude conocer algo de escritura y lectura con ayuda de algunos miembros de la recién formada orden de las gemas, cosa que era prohibida para los comunes como yo.

El día que todo empezó era soleado con una temperatura baja, el camino estaba húmedo por la llovizna de la mañana y el olor de la hierba inundaba mis sentidos, mis pensamientos rondaban en como escapar a mi destino marcado por una boda con la cual yo no estaba de acuerdo, no era que mi futura esposa no fuera bella o que no pudiera llenar mis expectativas, pero yo me quería dedicar a otras cosas mi mente y mi corazón estaba puestos en ser de los primeros en ser aceptados por el culto de las gemas, en el año de 217 según el calendario de Palladia los primeros custodios de los secretos de las gemas serían aceptados y entrenados por el mismísimo Alvadar el Grandioso y yo estaba en la lista, pero si me casaba perdería todo el derecho a entrar al círculo de Alvadar. Estaba sumergido en mis pensamientos cuando algo que salía de toda monotonía en mi vida sucedió, un grito de una mujer resonó dentro de las paredes de la biblioteca a la cual yo me dirigía, corrí pues el grito era desgarrador, al llegar a la biblioteca me di cuenta de que el salón de los libros prohibidos estaba abierto cosa que nunca había sucedido en el tiempo que yo había estado al servicio del castillo, el único que tenía llave del lugar era Alvadar y nunca abría el lugar cuando había gente en la biblioteca, el grito volvió a hacer resonar los vitrales de la majestuosa biblioteca, al entrar a la sala prohibida vinieron a mi los recuerdos de cuentos y leyendas que desde muy niño empecé a escuchar, cuentos que narraban que el poseedor de la llave del salón prohibido despertaría a Baine, el Dios desterrado y que en agradecimiento el le daría el poder de la vida eterna. Mis manos sudaban pues sabía que la leyenda decía que si Baine despertaba sólo podría ser dominado por un mago de corazón puro y yo sabía que Alvadar estaba corrompido por la obsesión de poder. La entrada del salón difería en mucho a la majestuosidad de la biblioteca, el salón por si sólo era tétrico, las columnas dentro del salón no eran como las que decoraban el resto del castillo, estas semejaban serpientes que se enfrentaban entre ellas, en el piso justo abajo de los colmillos de las serpientes se dibujaba un charco de sangre que llamaba la atención pues era el único color distinto a los grises y negros del salón. La cerradura de hierro detrás de las puertas semejaba el pico abierto de una arpía gigante, había dos cámaras a la vista dentro del salón una de ellas continuaba cerrada como si Alvadar quisiera guardar o dominar algo dentro de esta, en la otra se veía la figura de una mujer que estaba siendo desollada en vida, le faltaban dedos de su mano izquierda y al parecer le habían removido un ojo de su cara ya que chorreaba sangre de la cuenca del ojo derecho, bajando un poco la vista se encontraban sus intestinos colgando de su vientre y más allá se veía la figura de una segunda mujer que contemplaba horrorizada el cuerpo de la primera. La otra mujer se encontraba completamente desnuda, tapando sus pechos con su largo pelo rojo y sus partes nobles con las manos encadenadas. El mago se dirigía a ella, sosteniendo un cetro en forma de serpiente en su mano izquierda y en la derecha un afilado cuchillo con forma de murciélago. Avancé con sigilo hacia donde se encontraba el mago, pero de repente me di cuenta de que el mago no estaba solo, un sin fin de sombras se movían ante el de una forma completamente extrañas, más allá de la decoración lúgubre del lugar, las sombras parecían tener vida propia y envolvían a un extraño que se encontraba al centro de la cámara abierta, las sombras que lo envolvían hacían que no se pudiera notar ningún rasgo de su cara, cuando el cambiaba de posición la sombra lo acompañaba, pero no era su sombra, era algo más con vida propia, detrás de él se encontraba un ser deforme que en algunos rasgos parecía haber sido humano pero su actual condición no dejaba ver mucho de la humanidad que había habitado en él, este humanoide era el que se estaba encargando de deshollar viva a la primera prisionera, el juego de la carne con sus pinzas le producía un placer sin igual y fue entonces cuando me di cuenta de lo que era un Tzimisce o amo de la carne, el mago había ido más allá de lo permitido por su propia religión y cualquier otra religión, había hecho un pacto con los seres de la noche, con los monstruos hijos de Caín, los cainitas como se hacen llamar o comúnmente conocidos como vampiros.

En la cámara cerrada algo estaba ocurriendo los barrotes que mantenían cerrada la puerta se empezaban a doblar y una luz extraña emanaba de algún punto, el despertar del dáctilo como era conocido Baine estaba iniciando, el poder que se sentía hacía que piedras del techo del salón cayeran al suelo y los estantes que contenían los libros empezaban a caer haciendo volar multitud de papeles. Había unas estatuas de animales que dominaban el centro del salón y al parecer se encontraban custodiando las cámaras centrales, la primera simulaba un gato con las garras de fuera y con una expresión de rabia que intimidaba a todo aquel que quisiera seguir el camino, la garra superior derecha parecía querer alcanzar a quienes pasaban a su lado, mientras que la izquierda se aferraba a la base de la columna que la sostenía. La segunda era un cuervo que acechaba el lado ciego de la anterior, en sus ojos de obsidiana se reflejaba de una forma bizarra todo lo que pasaba debajo de él y pareciese que estaba dispuesto a tragar a todo aquel que quisiera pasar cerca de él. La última estatua era una representación del mismísimo Baine, un ser que era la conjunción de una serpiente, con un cuervo y un humano.

Baine era conocido por ser el gusano o dáctilo del mal, se decía que la maldad de Baine era total y de él emanaban todos los sufrimientos y maldad que vagaba por el mundo. Los antiguos cuentan que Baine era el hijo predilecto de Abelle el dios del que emanan todos los dioses, pero ante los ojos de Baine, Abelle era su enemigo, era el que le robaba importancia a sus actos y aquel que le robaba el amor de sus súbditos. Baine organizó su ejercito en contra de Abelle y se llevo acabo una batalla en Argos la ciudad de los dioses, en esa batalla perecieron casi todos los dioses y sus magos aliados, solo hubo unos cuantos que sobrevivieron la batalla entre ellos Abelle y Baine. Baine al verse derrotado se retiró del Argos y fundo su ciudad en Infernus ahí prometió regresar a Argos y terminar con Abelle y sus seguidores, poco a poco empezó a dominar las tierras del norte y sus dominios se extendieron a más de la mitad del mundo conocido, cada victoria hacia más fuerte a los ejércitos de Baine y sus castigos a quienes osaban combatirlo eran peores de lo que se pueda contar, cientos de torturas fueron inventadas por él o por sus generales, entre ellas la más famosa es la llamada por los bárbaros del este "Las mil muertes". Solo el mismo Abelle fue capaz de detener a Baine y expulsarlo del mundo a una dimensión oculta.

La mujer que aun no había sido tocada por el maestro de la carne, yacía en un altar de sacrificios que era una réplica de Baine en posición fetal. La mujer era la más bella que había visto hasta ese entonces, era blanca como la faz de la luna y su pelo rojo como el fuego que emana de la ilusión de un mago embriagado intentando contar sus anécdotas, sus ojos del color de la noche más negra y sus labios carnosos capaces de desatar la lujuria del mas santo de los hombres. No era difícil imaginarse que hacía una mujer así en un altar, ya que toda mujer de cabello de fuego era considerada sagrada y debía ser entregada al culto de Abelle el día que en el cumplía su 235° ciclo lunar, pero en este caso lo que se quería era insultar a Abelle para así poder abrir el túnel a la dimensión donde se encontraba Baine. El terror que denotaba la mirada de la mujer de fuego era impresionante, el Tzimisce esta por empezar su ritual, yo sabía que Baine no debía de regresar, pero ir en contra de Alvadar seguramente produciría mi muerte, algo llamo mi atención un gran espejo que se encontraba arriba de la cámara donde habría de regresar Baine, el espejo servía para iluminar cuartos demasiado alejados de la luz, pero en este caso no había ningún reflejo de luz en él ya que se encontraba desviado de la trayectoria del único rayo solar que entraba en el salón. Mi mano sudorosa se aferraba al trapeador que usaba para fregar los pisos de la biblioteca de tal forma que las llagas que tenía por el trabajo diario explotaban una a una formando un hilo de sangre entre mis manos.

Al quererme acercar al espejo tropecé con un libro de los que habían caído del estante y produje un pequeño ruido con el que todo mundo se percató de mi presencia, vi como una lagrima rodó por la mejilla de la mujer de fuego y con voz suplicante me dijo algo en un idioma desconocido por mi, pero de inmediato supe que era una suplica por ayuda. Sabía que el liberarla provocaría la ira de Alvadar y de los cainitas que estaban con él, pero jamás imagine que la ira de Baine era la que realmente se desataría. Sin quererlo o buscarlo me encontré en el camino de lo que ansiaba, de la grandeza, de poder decir que Levian Baalberith era un héroe, que era yo quien había salvado a la tierra del regreso de Baine, que yo sólo había dado muerte a dos cainitas, que yo era el que había descubierto y roto los planes de Alvadar de convertirse en el dueño del mundo. Al fin tenía la forma de ser alguien y no un simple mortal, lo único que tenía que hacer era mover el espejo hacia la luz y dejar que el elemento más puro que se conocía y que pertenecía a la gracia de Abelle entrará en la cámara, yo sabía de la crueldad de la que podían ser capaces los cainitas era bíblica, pero al ver los ojos negros de la doncella, llenos de miedo y al oír su voz que despedía sonidos apenas audibles y mucho menos comprensibles supe que había encontrado todo lo que había buscado toda la vida. Sería Levian Baalberith aquel que se atrevió a desafiar a Baine y a sus seguidores y no solo eso sino sería aquel que salió victorioso y sería recordado por generaciones. En ese momento todo era claro para mi, salvaría a la mujer de fuego y sería el nuevo héroe de Palladia, todos me reconocerían como un paladín y lograría acceder a las escuelas de magia y de caballeros, tome mi trapeador y con él logre alcanzar el espejo, pero no me percate que era demasiado tarde, debajo de mi Baine ya había cruzado el portal, la luz hizo su cometido y acabo con los dos cainitas, en ese momento se rompieron los barrotes de la cámara que encerraba a Baine y vi como Alvadar era consumido por la ira de Baine al encontrarse en un lugar donde había mucha luz. Baine no era como lo describían las leyendas, lejos de parecer algo animal parecía humano, el color de su piel era rojo brillante, unas alas como de murciélago se extendían en su espalda y dos prominencias salían de su cabeza humeante. En ese momento me olvide de la mujer de fuego y mi primer impulso fue el de salir corriendo, pero recordé a la doncella, intente liberarla, pero sus cadenas no cedían, Alvadar más que preocuparse por mi intentaba aplacar la furia de Baine con todos los conocimientos de su magia tanto blanca como negra, los misiles se estrellaban contra el cuerpo de Baine pero lejos de que este sufriera por los impactos, parecía alegrarse de ser atacado y de poder empezar a conquistar el mundo de nuevo. Cuando al fin pude liberar a la mujer de fuego, la tomé en mis brazos y camine hacia la salida, en el momento en el que cruce la segunda estatua, vi como estas empezaban a moverse y a tomar vida, el terror recorrió mi cuerpo como un rayo de luz que recorre el firmamento, en ese momento logre ver lo que ella veía, Baine estaba destripando a Alvadar y empezaba a comer sus entrañas, un rugido surgió de Baine hubiera hecho temblar al mismísimo Mephisto, mi suerte estaba marcada sabía que no saldría vivo de ese salón, lo que me obligo a voltear y dejar caer a la doncella, tenía que luchar por nuestras vidas, sabía que la derrota era inminente pero no la vendería barata.

Tomé la hoz con la que el Tzimisce desholló a la primera mujer y me interpuse entre el camino de Baine y mi doncella, sabía que Baine la quería y nada podría quitársela, en ese momento sentí el movimiento de algo más, el cuervo estaba vivo y amenazaba con tragarme, tal vez fue un simple movimiento lo que me salvo en ese momento levante la hoz y la punta de esta se clavo en el ojo de obsidiana del cuervo, este soltó un graznido y al jalar la hoz vi como se desmoronaba el cuerpo de lo que antes era un cuervo tallado con la mayor majestuosidad de aquellos tiempos. El gato no parecía moverse y Baine seguía observando sin hacer nada, su sonrisa no denotaba nada, el color de sus ojos era infernal y con un gesto que me hacia pensar que jamás vería el sol de nuevo, mis padres jamás sabrían que había sido de mi, valiente intento de paladín, eso es lo que era, un simple intento de paladín.

Tome todo el valor que me quedaba y alce mi hoz en contra de un dios, del peor de los dioses, Baine no se movió y vio como la hoz se encajaba en su ala izquierda, emitió un grito de furia y luego simplemente se reía, sabía que el golpe hubiera matado a cualquier mortal pero estaba luchando contra un dios, no había forma de vencerlo, mis armas no servían en contra de un dáctilo, sabía que mi hora llegaría pronto, no me serviría de nada correr. Fue entonces cuando oí la voz de Baine, hablaba en un dialecto que yo no conocía y aun así entendía perfectamente lo que estaba diciendo, invocaba los poderes robados a Chronos hacia ya mucho tiempo, al mismo tiempo leía mis pensamientos y me hacia los mismos cuestionamientos que yo me hiciera apenas hace unos momentos. El tiempo parecía detenerse y al mismo tiempo algo pasaba, no sentía dolor pero algo cambiaba dentro de mi, vi como el salón se desmoronaba, como el castillo de Alvadar sufría cambios, como el pueblo que rodeaba el castillo crecía y era destruido por trasgos, como el verde campo crecía y a la vez moría, la doncella tenía tiempo de haber desaparecido y yo percibía todo. Para mi fue un instante para los demás siglos. Al oír de nuevo la voz de Baine fue para saber cual había sido mi sentencia por haberlo desafiado, la vida eterna en la tierra, pero no sería tan grandioso como yo creería tendría todas las debilidades de un hombre normal, así como sus fortalezas, mi cuerpo envejecería y moriría pero mi espíritu no, cambiaría de cuerpo como cambiar de celda y recordaría todo de mi, seguiría siendo quien soy en un cuerpo totalmente extraño, ese era mi destino y el daño estaba hecho.

Al salir de las ruinas del castillo me encontré solo en una época distinta y en un lugar que me parecía familiar pero que había cambiado, no era Palladia ya no existía con ese nombre ahora era una ciudad con castillos llamada Londres, la gente no era la misma, habían cambiado, camine y donde se encontraban las murallas de lo que había sido Palladia ahora había una fortaleza, no sabía si se seguía llamando igual o si la gente que vivía ahí era de otros lugares. Al adentrarme en las murallas de la fortaleza me di cuenta que ahora el pueblo era parte de la fortaleza, las casas donde vivía la gente no eran iguales, lo que antes solía ser paja y heno ahora era de piedra, las puertas que antes eran simples pieles viejas se habían convertido en sólidos tablones de madera. No se veían instrumentos como los que yo conocía, ahora todo mundo poseía algo de un metal extraño para mí, algo que parecía ser más duro que el mismísimo hierro, la gente no vestía como yo con simples ropas de piel, ahora usaban una especie de mantas que en mis tiempos servían para adornar a los sacerdotes. Todo era distinto, así que en ese momento decidí cambiar, no iba a ser lo que yo esperaba de mí, si el buscar el bien del mundo había sido tan costoso ahora impediría que el bien fuera hecho. Todo sería por los demás el bien no debía de existir, yo acabaría con todo aquello que se conocía como bondad y después acabaría con Abelle y con Baine. Sabía que no sería fácil pero disponía de todo el tiempo del mundo y aun más. En ese momento cambié mi nombre por el de Leviathan."

Leviathan despertó sudoroso, había vuelto a vivir su primera vida, había recordado una vez más su origen.