1 Lost memories

Unas voces flotaban a lo largo de los pasillos de la nave Vione, dentro de la fortaleza flotante de Zaibach.

-¡Fue tu culpa! Si hubiéramos matado al dragón desde el principio... ahora Zaibach es el hazmerreír de un grupo de rebeldes bastardos.

-No podíamos hacer nada al respecto, contestó una voz grave y fría.-Zaibach necesita al piloto para poder manejar al dragón. No lo podemos matar.

-¡Mira mi cara, esto lo hizo tu maldito dragón!.

Dilandau recorría su corte recién adquirido con una mano temblorosa. Recordaba lleno de furia como estuvo tan cerca de matar a Van...tan cerca... Si nadie lo hubiera advertido de su presencia...Esa maldita mujer. Una vil cortesana, concubina de Allen Schezard. Sin embargo, ¿de donde salió?. Su ropa era tan extraña. Y su cara. Dilandau nunca había visto alguna mujer así en ninguno de los reinos que había destruido. Sus facciones eran muy diferentes. Pero lo que más le dio curiosidad la primera vez que la vio, fue su cabello. Esa maldita mujer... poseía unos ojos hermosos, casi comparados a los suyos, con un color rojo intenso, como toda la sangre que había derramado a sus 15 años de existencia.

-Ese corte lo obtuviste tú al querer asesinarlo. Le dijo Folken dándole la espalda.

-¿Y que querías que hiciera?, ¿Qué lo dejara irse libremente?

Dilandau dio la vuelta y salió de la habitación azotando la puerta. Van Fanel había arruinado su hermoso rostro. Una ofensa que merecía la muerte. "He matado a muchos hombres por mucho menos que eso", pensaba furioso. Tenía que matarlo. Y junto con él, a esa maldita mujer. No importaba que fuera en contra de las órdenes de Lord Dornkirk. Contaba con 15 hombres a su servicio. Los mejores asesinos de Zaibach, y de esos asesinos, Dilandau era el capitán. The Dragon Slayers. "Ellos me aman y serían capaces de matar a Dornkirk si se los ordenara".

Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro mientras entraba a su magnífica habitación. Secuestraría a Van y a la cortesana y después de torturarlos, los mataría, y culparía a los ladrones que vivían en los bosques de Asturia.

Con este consolador pensamiento, finalmente se durmió.

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RUNTYOT

Hitomi miraba distraída por la ventana. Pensaba en tantas cosas a la vez. Van. Su rescate de Escaflowne. Su llegada a Asturia. Allen. La cálida recepción de Millerna hacia Allen.

"Maldita Millerna: solo porque es una princesa se cree con derecho de quitarle los novios a las demás mujeres".

Hitomi es sonrojó, porque entonces recordó que Allen no era su novio. "Pero, si no le gusto, ¿Porqué me presentó como su novia en el fuerte?". Recordó ese beso en la mejilla... La manera en que Allen la miró al decir eso...

Dio un pequeño salto, porque entonces recordó también algo desagradable: la cara de aquel mashou bishonen: Dilandau.

Su cara tenía una expresión de terrible frialdad. Y sus ojos rojo carmesí hablaban de una locura indescriptible.

-Hitomi!

-¿¡Que!? Exclamó sobresaltada Hitomi.

-Oye mira que pareces tonta asomada a esa ventana. Mejor dedícate a hacer algo productivo. Dijo Merle antes de enseñarle la lengua.

-Que otra cosa puedo hacer. Allen está ocupado con Millerna. No sé en donde está Van, y no conozco este lugar.

-Pues yo sí. Conozco un pequeño lago delicioso para bañarse. A esta hora el agua está tibia y nunca nadie va ahí. Que lástima que no tengas pelo con que cubrirte mientras nadas.

-Yo pensé que a los gatos no les gustaba mojarse.

Merle se esponjó cuando Hitomi dijo eso.

-Soy una mujer-gato, no un gato casero. Ya me voy. Quédate viendo por la ventana.

-¡Espera! Déjame acompañarte.

Merle la miró perezosamente por encima del hombro.

-Como quieras.

Y de esa manera salieron por la parte de atrás del castillo internándose en el hermoso bosque de Asturia, Runtyot.

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-Miguel, Gatti!

-Dilandau-sama. Respondieron ambos con una reverencia.

-Folken se encuentra en Asturia, verdad?

-Así es señor.

-Y se encuentra junto con el mal nacido de Allen Schezard y su repulsiva chusma, cierto?

-Si señor.

-Excelente. Prepárenme mi guymelef.

-Pero señor, dijo Gatti temeroso, Lord Folken ordenó que nadie saliera del fuerte mientras el se encontrara en Asturia.

-Gatti tiene razón Dilandau-sama. Folken se hospedará en el castillo las próximas 2 semanas y no sería prudente...

Sonaron 2 golpes y ambos soldados se encontraron de pronto tirados en el suelo.

-Ustedes solo me obedecen a mí. No les importa lo que yo haga. Lo diré solamente una vez más. Prepárenme mi guymelef.

-Perdón Dilandau-sama, comenzó Gatti.

-AHORA!!

Cuando partieron sus dos subordinados, Dilandau se dirigió a la sala de mando de la nave. Antes de partir en su guymelef debía verificar algo con el potente telescopio de la nave.

Mientras inspeccionaba el castillo, algo brillante, una pequeña chispa, lo distrajo. Cuando lo enfocó, una amplia sonrisa cruzó su rostro.

La chispa la produjo el pendiente de...

-La cortesana!!. Que sorpresa. Y solo va acompañada de ese estúpido animal. Eso me adelantaría un poco en mis planes... pero Van Fanel puede esperar. ¿Adónde se dirigen? Parece que al lago. Vaya! Por fin encuentro una cortesana limpia. Excelente. Murmuraba complacido Dilandau.

-Señor, su melef está listo

-Gracias, ahora vete. "Dentro de muy poco tiempo, cortesana" pensaba Dilandau mientras su risa resonaba por la sala.

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-Espera Merle, no vayas tan rápido!

-Que tonta y lenta eres. Eres muy torpe. ¿Crees que mi amo Van se fijará en ti siendo así? Ja,ja,ja.

-Gata estúpida, musitó para sí Hitomi.

Entonces Hitomi se paró en seco. El bosque se cortaba abruptamente para mostrar una pequeña ensenada, y al centro un lago pequeño, con rocas a la orilla. Las aguas se veían pacíficas y tentadoras. Tenían un tono negro, como la pez. "Probablemente por las rocas en el fondo". Pensó Hitomi mientras se quitaba los tenis y las calcetas.

-Yoohoo!!! Hitomi!!! De lo que te pierdes. Le gritó Merle, que se encontraba chapoteando en el centro del lago.

"Diablos. Me puedo quitar el saco, pero la falda y lo demás?. No tendré mas remedio que meterme desnuda. ¿Pero en donde me quito la ropa?"

Hitomi pensaba mientras con la vista recorría la pequeña ensenada.. Por fin descubrió un grupo de rocas Que iban desde la orilla hasta el mismo centro del lago.

"Me quedaré con las pantaletas y el brassiere. Debo de traer más ropa en la maleta". Y pensando esto Hitomi se metió entre las cálidas y relajantes aguas.

"Esto es tan agradable. Solo quisiera que estuvieran aquí mi querido Amano, o Allen"Pensaba Hitomi, embebida por las voluptuosas aguas oscuras. Solo se podía oír el gorjear de los pájaros y el sonido de las hojas al ser movidas por una ligera y suave brisa. Las nubes cambiaban muy rápido de forma, estampadas sobre un cielo muy azul.

De esta forma, Hitomi se quedó dormida boca arriba, mecida por las pacíficas aguas.

Del otro lado del lago, con su guymelef invisible, Dilandau vigilaba todos los movimientos de la chica. Miraba atento sus suaves formas. Su delgado cuerpo. Y sus largas y bien formadas piernas. Admiró conteniendo el aliento su delicada y escasa ropa. Nunca había visto a una mujer tan descubierta. En el fuerte las únicas mujeres eran Naria y Erya, las gemelas gato, y todos en el fuerte sabían que ellas eran de Folken. Se encontraba hipnotizado admirando su tenso estómago y el suave y excitante relieve bajo su brassiere. Trató de imaginarse a lo que sabría y olería esa mujer.

Nunca se había interesado en las mujeres. Las de los demás pueblos (Asturia, Freid, Fanelia) eran unas mujeres salvajes, olorosas a humo y sudor. Las mujeres de Zaibach eran muy diferentes. Rubias o con el cabello blanco como él. Muy estilizadas y sumamente delgadas, se caracterizaban por ser frívolas y materialistas, sin ningún tipo de sentimiento. Tampoco le interesaban. No obstante...

Comenzaba a desear a esa mujer. Deseaba verla de cerca. Tocar su suave y pálida piel...

Hitomi se despertó bruscamente. ¿eh? ¿En donde diablos estaba Merle?. Hitomi se sintió observada y rápidamente nadó a la orilla. Dilandau no perdió el tiempo y rápidamente con un salto de su guymelef cruzó el lago.

Hitomi, que estaba ya en la orilla, gritó y se cayó, mientras Dilandau abría su guymelef y salía lentamente de él, disfrutando la reacción que le provocaba a la chica.

-M...mashou shounen!!! Exclamó aterrada Hitomi, mientras retrocedía hacia la roca donde estaba su saco.

-Gracias por llamarme así, pero desgraciadamente no soy un demonio. Mi nombre es Dilandau Albatou, vise comandante de la nave Vione y capitán de los ryuggekitai. ¿Cuál es tu nombre...cortesana?

-No soy una cortesana, y mi nombre es Hitomi. ¿Qué diablos quieres de mí? Dijo Hitomi, que se encontraba recargada en la roca tratando de cubrirse con su saco. No le podía quitar la vista de encima, temerosa de que fuera a matarla.

-Hitomi... que extraño nombre, dijo Dilandau con una mueca burlona. ¿De donde eres...Hitomi?

Hitomi no sabía que responder, tal vez le hiciera daño si descubría que era de la luna fantasma, pero entonces que respondería?

-De... Asturia, dijo Hitomi, mientras empezaba a temblar.

-Mientes!! Dijo Dilandau con ojos brillantes mientras se acercaba a ella. Las mujeres de Asturia son de cabello café a excepción de la realeza. Se le acercó mucho más, clavando sus ojos rojos en los verdes de Hitomi. Dime de donde eres. "Que lindos ojos", pensó mientras agarraba la empuñadura de una daga que traía en su cintura. No eres de por aquí, ¡¡Habla ya!!.

- Soy...

-No mientas o te mato ahora mismo

-Soy de... la... Luna Fantasma, dijo Hitomi, con lágrimas en los ojos.

-¿De la Luna Fantasma? Imposible, aunque tu ropa y tu cara son extrañas.

Dilandau bajó lentamente la vista al pecho de Hitomi, sonriendo al ver un poco más debajo de su escote.

Hitomi se sonrojó y se cubrió con el saco.

-Vístete, dijo Dilandau dándose la vuelta.

Hitomi lo obedeció, y mientras, Dilandau se dirigió a su guymelef, buscando algo en el interior de este.

Para esto, Hitomi ya se encontraba totalmente vestida y se quedó ahí parada, decidiendo si correr o no.

Dilandau mientras tanto seguía buscando en el interior del guymelef los objetos con los que pensaba torturar a Hitomi. Trataba de apartar de su mente el recuerdo de Hitomi semidesnuda flotando en el lago. Tan asquerosamente inocente y tentadora. Volteó a verla de reojo, y en ese momento, Hitomi estaba parada con una cara confusa, volteando hacia los lados. Lucía muy delicada y hermosa. "Eh? Pero que diablos estoy pensando? Mejor la mato ahora mismo, y me evito la molestia de distraerme mirándola", y justo cuando había volteado para caminar hacia ella y matarla, oyó que lo llamaban desde el radio de su guymelef.

-¡¡Que rayos quieres!! Gritó exasperado Dilandau.

-Señor, necesitamos que regrese inmediatamente al fuerte.

-Ahora no puedo... dijo Dilandau con furia contenida.

-Es muy urgente Dilandau-sama.

-Maldita sea, voy para allá, y más vale QUE SEA URGENTE!!!!!, dijo Dilandau gritando las últimas palabras.

-Estúpida, ven acá, le dijo Dilandau muy rudamente.

Hitomi lo volteó a ver con una cara entre dolorida y confundida, y se acercó dudosamente.

-Te voy a llevar esta noche al fuerte, serás mi prisionera.

Hitomi asintió, y muy sumisa comenzó a subir al melef.

-¿Qué haces idiota? El melef es para una sola per.....

No pudo acabar Dilandau su frase porque Hitomi, que había llegado a su altura, pisó en falso y se resbaló, y tratando de no caerse se agarró de él, sin embargo ambos cayeron sobre la hierba, con Dilandau arriba de Hitomi.

Hitomi se encontraba muy aturdida por la caída de 3 metros, y tardó en abrir los ojos. Dilandau encontró su nariz rozando con la de Hitomi, y sintió como con un espasmo el calor se le subió a la cara. Nunca nadie había estado tan cerca de él. Y... mucho menos había besado nunca a nadie. Se quedó paralizado de y justo cuando sus labios rozaron los de Hitomi, ella abrió súbitamente los ojos.

Dilandau se quitó inmediatamente de arriba de ella y le dio la espalda, ya que estaba muy ruborizado, y había comenzado a sudar.

-Te decía que los guymelefs son solo para una sola persona, tu quédate parada mientras yo te agarro con el melef.

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SORCERERS

Mientras volaban a la fortaleza, Hitomi estaba muy asustada y confusa. Ese joven de apariencia y modales tan crueles había estado a punto de besarla. No le provocaba repulsión ya que tenía un hermoso rostro y una piel suave y blanca como la leche, Sus ojos eran de un hermoso rojo profundo, muy brillantes... pero que reflejaban mucha maldad. Dilandau aterrorizaba a Hitomi; y además pasaría la noche en el fuerte. "Vamos Hitomi, Van lo resistió, tu también puedes", se dijo a sí misma para darse ánimo. "Pero Van tenía a su hermano Folken. Yo tengo un demente por guardián" se dijo en voz alta, mientras unas lágrimas asomaban a sus ojos.

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-Ja, ja, pobre tonta. A estas horas ya debe estar asustada y lloriqueando, se decía muy contenta Merle, mientras llegaba al lago.

Hitoooomi!!!! ¿Dónde estás? "Ya sé, debe de estar escondida tras esas rocas", pensó Merle cuando no vio a Hitomi.

-Aja!!... dijo Merle asomándose rápidamente tras las rocas. Diablos no está aquí. ¿Hitomi? ¿Dónde estás? ¡Hitomi! Comenzó a vocearla ya preocupada.

-Hitomi! Hitomi! ¿Qué es esto?. Merle había llegado a la orilla en la que Hitomi se vio alcanzada por Dilandau. "Parecen... no, no es posible... ¿huellas de guymelef? Tal vez vino mi amo Van y se la llevó... Grrrr.... que resbalosa...pero, y si las huellas son de otro guymelef?" Pensaba Merle, con el ceño fruncido. "Tengo que ir al castillo"

Y de esta manera Merle fue corriendo al enorme castillo de Asturia.

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Dilandau había llegado al hangar y cuando descendió se encontró con las miradas asombradas de sus hombres.

-Yo bajaré a la la mujer, dijo incómodo ante las caras de curiosidad de sus hombres.

Cuando se volteó para cargarla, oyó pasos apresurados a su espalda, e inmediatamente llegó un hombre, sin aliento.

-Dilandau-sama, lo estábamos esperando. Mandaron un escrito del país de Freid para avisar que el rey Aston salió del reino y deja al príncipe Chid al poder.

-¿Y a mí que demonios me importa un mocoso con corona? Dijo Dilandau volteándose nuevamente hacia sus hombres.

El hombre pareció no esperarse una respuesta así, ya que nunca había hablado con Dilandau, por lo tanto no tenía ni la menor idea del carácter del joven, y después de titubear un poco continuó:

-Está bien, el asunto de Freid para después. El siguiente asunto a tratar es que en las minas de energist hubo una revuelta entre los trabajadores, y logramos capturar a los cabecillas, que eran unos mineros de Fanelia, que habían logrado escapar antes de la destrucción de su reino. Que debemos de hacer con ellos, Dilandau-sama?



-Tráiganlos ante mí, dijo Dilandau fastidiado.

El hombre hizo una seña con la mano e inmediatamente entraron al hangar un par de soldados jalando a unos hombres amarrados.

Cuando los pusieron enfrente de Dilandau, este los observó con curiosidad.

-Así que ustedes vienen de Fanelia, y vinieron a las minas de Zaibach a poner a los trabajadores en nuestra contra?

Los hombres no contestaron, y solo lo miraron con odio concentrado.

La cara de Dilandau cambió inmediatamente a una mueca diabólica al ver que no le contestaban.

-CONTESTEN BASTARDOS!!!!! , gritó mientras los golpeaba.

Los hombres resistieron el golpe, y voltearon a verlo, con mas odio aún.

Pero Dilandau no era hombre de paciencia, así que tomó su sable y atravesó la cabeza de uno. Y después comenzó a reírse. Tomó el cadáver y le cortó la cabeza, la cual, agarrándola por el cabello, la estrelló contra la cara del segundo prisionero, que ahora estaba de color pálido.

-Grítale a tu rey para que venga a rescatarte. Dijo, mientras llenaba la cara del prisionero de la sangre de la cabeza que colgaba de su mano.

-GRÍTALE!!!!! Le vociferó perdiendo su casi inexistente paciencia.

El prisionero tambaleó un poco, pero siguió con la mirada firme y furiosa.

Dilandau aventó la cabeza y se dio la vuelta, comenzando a subirse en el melef. Sus leales soldados, los Dragon Slayers, al darse cuenta de esto, comenzaron a retirarse rápidamente, quedando solo el funcionario que no conocía las costumbres y manías de Dilandau y el prisionero. El enorme melef. Bajó su brazo apuntando hacia ambos y antes de que el funcionario reaccionara acerca de lo que iba a pasar, una nube de fuego abrasador los envolvió, resonando en el hangar solo los gritos de estos dos infelices revueltas con carcajadas histéricas y crueles de Dilandau.

"Dios mío, estoy en el infierno" pensó Hitomi mientras con los ojos muy abiertos de espanto miraba la escena, desde el otro brazo del llameante melef.

Cuando los hombres dejaron de gritar, se aproximaron Unos cuantos de los hombres de Dilandau y comenzaron a extinguir el fuego, que ya casi se había consumido, mientras que otros retiraban los cuerpos carbonizados.

Dilandau bajó del melef., con una cara radiante de felicidad. Y al toparse con la mirada de uno de sus hombres, dijo muy casualmente:

-Qué lástima, otro empleado inútil, perdido. A la larga Zaibach me lo agradecerá.

Y diciendo esto tomó a Hitomi de la cintura para bajarla. Entonces se fijó que ella estaba muy temblorosa, y que lágrimas silenciosas recorrían sus empapadas mejillas.

-¿Cuánto tiempo llevas llorando? Dijo muy incómodo Dilandau.

Hitomi no le respondió, de hecho, parecía ser que no lo había oído, estaba en shock, porque nunca se había imaginado que una persona pudiera ser tan cruel, sin motivo alguno.

Dilandau la observó de reojo. Por lo general él disfrutaba cuando lloraban los demás. Hasta donde recordaba, nunca había llorado, y nunca se había podido explicar porque la gente lo hacía. De repente, una imagen veloz cruzó su mente, una niña pequeña lloraba en el regazo de su madre mientras le mostraba una cortada en su manita.

"¿Qué diantres tiene eso que ver conmigo?" se dijo Dilandau sacudiéndose eso de la mente.

Pero esta chica. Algo se removió en sus entrañas cuando la vio tan triste.

-Sígueme. Te mostraré tu celda, le dijo fríamente Dilandau a Hitomi.

"Tonterías. Es una mujer y las mujeres siempre lloran por cualquier cosa." Además, ¿Qué le importaba a él, Dilandau, el guerrero de más elite de Zaibach, que una prisionera llorara? "De todas maneras voy a matarla".

-Aquí dormirás esta noche. No puedes escapar porque nos encontramos flotando, así que no molestaré a mis hombres haciendo que vigilen tu celda. Hasta mañana, dijo Dilandau con una sonrisa diabólica.