Merle llegó corriendo al castillo, jadeando sin aliento. Inmediatamente
buscó a Allen, o a Millerna.
-Allen, Allen!!
-Hola Merle ¿qué pasa? ¿Porque tan agitada?
-¿Dónde está mi amo Van?
-Al parecer fue a los bosques a entrenar. Montó a Escaflowne y voló con él en dirección al bosque hace unas horas, dijo amablemente Allen.
-Llevaba provisiones para una semana aproximadamente. Tal parece que quiere estar lo más lejos posible de nuestro huésped de Zaibach. Dijo Millerna, y agregó curiosamente: ¿Porqué Merle?
-No, por nada. No importa. Adiós.
"Mi amo Van salió a entrenar y no regresa hasta dentro de una semana. Tal vez voló encima del lago y cuando vió a Hitomi, que de seguro estaba lloriqueando, decidió llevársela con él ... pero si en lugar de Van se la llevó alguien más?. Todo esto lo pensaba Merle mientras estaba arrinconada en su rincón favorito.
De repente salió el hombre topo enfrente de ella.
-AAAHHHHHHH, gritó Merle mientras le soltaba una cachetada.
-Calma señorita, solo soy yo.
-¿Qué quieres? ¡No vuelvas a sorprenderme de esa manera! Le dijo Merle muy molesta.
-Está preocupada verdad?. ¿Acaso tiene algo que ver con la ausencia de la señorita Hitomi?
Merle lo miró muy asustada.
-¿Qué? ¿De que hablas? ¿Cómo sabes eso?
El hombre topo se rió muy quedito y le explicó:
-Yo estaba recogiendo setas al medio día cuando usted y la señorita Hitomi pasaron por el camino en dirección al lago negro.
Merle se quedó callada, temerosa de que fueran a descubrir que por su culpa Hitomi había desaparecido. Aunque le dolía reconocerlo, su amo Van estimaba mucho a Hitomi, y era seguro que la reacción del Rey de Fanelia no fuera muy agradable cuando se enterara.
-No se preocupe señorita Merle. Mañana a primera hora le ayudaré a buscarla por el bosque. Estoy seguro que los bandidos del bosque no la han encontrado, ya que ellos están cazando ahora en el lado opuesto del bosque.
-Gracias. Eres muy amable. Ya me voy a dormir para levantarme temprano. Lo miró tiernamente, y de nuevo le dio las gracias, para después irse a dormir, con la preocupación latente en su rostro.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
A pesar de que era una hora muy avanzada, Dilandau no podía dormir esa noche. La imagen de Hitomi llorando, Hitomi en el lago, y en especial, su expresión cuando rozó sus labios, no lo dejaban conciliar el sueño. "¿Porqué me acerqué para besarla? Es cierto que nunca había visto a nadie como a ella, pero gracias a ella el imbécil de Fanelia me hizo esta maldita cicatriz en mi hermoso rostro". "Tal vez fuera su desnudez", pensaba Dilandau mientras daba vueltas en la cama.
Esa había sido la primera vez que había visto a una mujer sin vestidos. A pesar de eso, nunca le habían interesado las mujeres, ninguna. Por ende no sabía como era el cuerpo femenino... no lo había sabido hasta esa tarde, cuando la escasa ropa de Hitomi revelaba más de lo que pretendía cubrir.
"No puede ser que me pase esto. Ella es el enemigo. Ella va a morir. La odio, y además, la desprecio porque llora como si fuera un estúpido bebé. Ni siquiera la toqué y ya estaba llorando".
De pronto, alcanzó a oír música, risas, ruido de copas chocando, en fin, ruidos de una fiesta.
-Malditos idiotas!! Exclamó Dilandau mientras saltaba de la cama. Tras vestirse salió a los pasillos para averiguar donde estaban los soldados, dispuesto a hacer rodar unas cuantas cabezas por haberlo hecho levantarse.
Y de pronto, sin darse cuenta, llegó al pasillo que daba a la celda de Hitomi.
Se había dado ya la vuelta, temeroso de encontrar ahí dentro las respuestas a sus preguntas, cuando oyó un grito de la celda.
Sin saber porqué, corrió hasta llegar a la celda de Hitomi y al llegar enloqueció de furia al ver lo que pasaba.
Uno de los soldados, totalmente ebrio, se encontraba encima de Hitomi, desabrochándole su blusa ensangrentada. Hitomi estaba luchando, y la prueba la tenía el soldado, con la cara rasguñada y un ojo morado, sin embargo este había herido a Hitomi en el costado con un puñal.
Antes de que Dilandau pudiera reaccionar, Hitomi mordió al hombre en una mano, y este le respondió dándole un golpe brutal en la cara.
Entonces Dilandau reaccionó por fin, y dando un grito escalofriante se abalanzó sobre él.
El soldado saltó de la cama dispuesto a atacarlo, pero Dilandau, capitán del mejor grupo de asesinos de Zaibach, era mucho para él, sobre todo porque estaba poseído de una furia satánica.
Dilandau descargó toda su locura en el soldado, rompiéndole a golpes brutales la mandíbula, y tras agarrarlo en una llave, lo comenzó a azotar en la pared, hasta que el soldado estuvo muerto, aunque Dilandau no pareció darse cuenta, ya que agarró el puñal del soldado y comenzó a atestarle golpes en todo el inerte cuerpo, hasta que su locura poco a poco se calmó, y se dio cuenta que hacía mucho que el soldado estaba muerto.
Cuando Dilandau volteó con el puñal en la mano, dispuesto a acabar de una vez con la mujer que se interponía siempre en su caza del Dragón, vió algo tan sorprendente que lo hizo olvidarse de todo.
Hitomi se encontraba hincada sobre la cama, con los ojos desmesuradamente abiertos y opacos, como si estuvieran vacíos.
La luna se filtraba por la ventana, dándole un tono lechoso a todo. El cabello de Hitomi, debido a la luz lunar parecía irradiar destellos, pero lo más sorprendente de todo era que el pendiente, sujeto fuertemente entre sus manos, emitía una luz rosada, mientras flotaba en el aire apuntando hacia Dilandau. Su blusa yacía en la cama, quedando solamente ella con el sostén. Y una profunda herida en uno de sus costados sangraba profusamente.
La sangre de Hitomi parecía que nunca pararía, y Dilandau siguió con ojos horrorizados el rastro de sangre, que ya cruzaba el cuarto, y justo en el momento en que este tocó la punta de una de sus botas, se vio transportado a un lugar oscuro. Dilandau trató de ver algo, y en ese momento el cuarto entero se llenó de llamas, y de sangre. Miles de voces lamentándose, hombres, mujeres y niños comenzaron a oírse, produciendo un sonido infernal. Dilandau iba a taparse los oídos pero no se podía mover. Volteó a verse las manos y vio con horror como miembros mutilados (brazos y manos) lo sujetaban, trepando por él. De pronto una voz se hizo oír a través de los gritos, y Dilandau la reconoció como la voz de Hitomi.
Volteó hacia arriba y la vio flotando a unos metros arriba de él.
-Celena, tu puro corazón ha sido corrompido y te han hecho un hombre con impulsos malignos, sin embargo, sigues siendo pura bajo esas capas de odio y maldad. Es demasiado tarde y ahora Dilandau y tu se han vuelto uno solo. Celena, tu puedes ayudar a Dilandau.
Dilandau, ¿crees que en este mundo solo existe el odio, la maldad y la muerte? ¿Acaso conoces el amor?
-¿De que carajos me hablas? ¿Quién diablos es Celena?
-Responde Dilandau Albatou, dijo Hitomi impasiblemente. ¿Conoces el amor? ¿Alguna vez has amado a alguien?...............¿Alguna vez te ha amado alguien?
Las manos llegaban cada vez mas cerca de Dilandau, y pronto una de ellas agarró su cuello y comenzó a ahorcarlo. Dilandau comenzó a marearse y a sentir miedo.
-AYÚDAME MUJER, gritó Dilandau desesperado.
De pronto, comenzaron a resonar más voces en su cabeza. La voz de Hitomi, y la voz de ... ¿una niña?.
-Por favor, ayúdame, ayúdenme, Gatti, Chesta, Miguel, Viole, Guimel, Dallet......ALGUIEN, POR FAVOR!!!!!!
Pero las voces en su cabeza continuaban implacables: Contesta Dilandau.... mama, donde estás....... ¿Te ha amado alguien?........ por favor oniisama ven por mí.....Responde....
-Basta ya, basta ya, por favor.... comenzó Dilandau, empezaba a perder el conocimiento, porque las manos lo apretaban cada vez más fuerte, además de que los gritos y sus voces en su cabeza formaban una combinación insoportable.
Sin embargo las voces seguían... esta vez la niña había comenzado a llorar, y Hitomi se oía cada vez más enérgica.
-No lo soporto... esto me va a matar... YAAAAAA, pero su grito fue ahogado brutalmente.
De pronto, pasó algo inusitado, Dilandau comenzó a llorar, y a implorar. Una luz se formó alrededor de Hitomi, iluminando el horrible paisaje.
-Mujer...nunca nadie me ha amado, yo.... no se que sea el amor. Esto lo dijo cuando lo último de su rostro despareció bajo una masa movible de miembros sangrientos.
En ese momento todo desapareció a su alrededor, y Dilandau abrió los ojos para encontrarse de rodillas, en la celda de Hitomi, y sintió como una lágrima ardiente rodaba por la punta de su nariz.
Estaba todavía muy asustado, y sentía como le dolía la garganta en donde las manos le habían apretado... pero antes de poder terminar de analizar como se sentía oyó como Hitomi emitía un gemido, y vio que entonces ella se caía de la cama.
Se acercó rápidamente a ella y miró con horror que ella se empezaba a convulsionar. Se arrodilló y la sostuvo fuertemente entre sus brazos, mientras empezaba a gritarle a algunos de sus soldados.
Se oyeron pasos apresurados por el pasillo y pronto aparecieron casi todos sus soldados, que se quedaron pasmados de sorpresa en la puerta, sin poder creer lo que veían.
¿Acaso su capitán sostenía a la prisionera... y lloraba??????? . Nunca se imaginaron que su poderoso capitán, Dilandau, conocido por su sadismo, crueldad y narcisismo, se fuera a preocupar por alguien.
-No se queden ahí parados, vayan por un médico, por favor ayúdenla.
A pesar del shock, Dilandau seguía manteniendo un tono autoritario en su voz.
-¡Hai! Dijeron al unísono y varios se fueron corriendo por el pasillo, mientras que el resto se quedó moviendo los restos de la masa de carne que anteriormente había sido un soldado.
Tiraron eso por la ventana y pusieron una manta sobre el charco de sangre, para disimularlo. Mientras hacían eso dirigían unas cuantas miradas a su capitán, todos con la misma interrogante: ¿que le pasaba a su capitán?. En ese momento llegó el médico con el resto de los muchachos a la extraña escena.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Una nube pasaba flotando al lado de la ventana de Hitomi. Parecía que dentro del cuarto, 2 personas observaban la nube atentamente, pero no era así. Hitomi se encontraba en un estado catatónico, y Dilandau estaba sentado al lado de la puerta, con la vista en la nube, pero sin ponerle realmente atención.
-La herida en su costado fue profunda, sin embargo no le ocurrió nada grave, fuera de la pérdida de mucha sangre. Aunque hay un inconveniente, parece que fue una experiencia demasiado fuerte y presenta un cuadro de estrés post-traumático. Se le administrarán sedantes hasta dentro de una semana, aunque es imposible determinar como reaccionará su organismo ante el medicamento.
Este había sido el diagnóstico de los médicos de la nave, y Dilandau trataba de comprender el significado de cada una de aquellas palabras.
Hacía muchas horas que había alejado de su mente todas las interrogantes con respecto a Hitomi, y ahora solo le preocupaba su salud.
Se acercó con pasos lentos hacia Hitomi, que estaba sentada en la cama mirando hacia la ventana, y la recostó y la tapó con mucha ternura. Después regresó a su lugar al lado de la puerta, dispuesto a pasar ahí el resto de la noche.
Al parecer ese sueño, o lo que hubiera sido, le había afectado de una manera terrible. " Habló de una tal Celena, y luego dijo que éramos la misma persona. No tengo idea de que hablaba, no conozco a nadie que se llame Celena. Y esa niña llorando.... ¿qué diablos tiene que ver conmigo?"
Aún le daban escalofríos de recordar esas manos trepando por su cuerpo, como horribles garras, ahogándolo terriblemente.
Y en cierta manera le estaba agradecido a Hitomi, era como si ella lo hubiera librado de esa horrible visión.
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-Merle, ¿a dónde vas tan temprano?. Preguntó Millerna, que se encontraba desayunando y vio pasar a Merle, muy apurada.
-Es que... voy a alcanzar a la tonta de Hitomi que se fue al bosque a nadar hace rato, que porque el lago le gustó mucho, dijo Merle mientras retorcía sus manos tras su espalda.
-Muy bien, procuren no llegar muy tarde, dijo Millerna con la cara recargada en una de sus manos, gesto característico de ella. " Que bueno que no está ninguno de los invitados, eso me dará tiempo para estar con Allen", pensó mientras sonreía pícaramente.
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-Hombre topo, si el bosque es tan grande, ¿cómo vamos a encontrar a Hitomi?. Merle estaba muy malhumorada porque hacía mucho calor, y tenía todo el pelaje lleno de espinas y polvo.
-Descuida, encontraremos su rastro, dijo tranquilamente el hombre topo agachado sobre unos arbustos.
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-Buenos di...di....yaaawn, días. Dijo Chesta estirándose perezosamente al entrar al comedor. Los ryuugekitai estaban desayunando, preparándose para un nuevo día de entrenamiento a órdenes de su estricto capitán.
-¿De que están hablando ahora? Dijo Chesta con mirada sospechosa cuando vio a algunos de sus compañeros hablando en voz baja y muy interesados, ya que nadie le había contestado su saludo.
-Están discutiendo el comportamiento de nuestro capitán, aunque ya traté de razonar con ellos, pero aún así no dejan de decir tonterías. Dijo Miguel acercándose a Chesta.
-¿Tonterías? .¿Qué no se te hace sospechoso que nuestro capitán llegue con una mujer al fuerte, mate a un soldado por ella, y por si eso fuera poco, se quede toda la noche cuidándola? Le dijo Gatti mientras enumeraba todo con sus dedos, y al final, mirándolos con aire triunfante.
-Vamos, todos sabemos que nuestro capitán no necesita razones para matar, ustedes mismos vieron a los que mató en el hangar. Y respecto a la chica, oyeron lo que le dijo: que era su prisionera. Dijo Dallet mientras se servía más café.
-Tal vez Lord Folken le haya dado instrucciones a Dilandau-sama para cuidar a esa prisionera porque esté posiblemente relacionada con el dragón, ¿no lo creen? Dijo inocentemente Guimel.
-NAAAAHHHH!!!! . Dijeron todos a la vez.
-Sea como sea, nuestro capitán tiene muy buenos gustos. No en todos lados se consigue una chica así, dijo Viole, guiñando un ojo.
-Es cierto! Tiene las facciones de las sacerdotisas de Freid, el talle de las de Fanelia y las caderas de una de Asturia! Dijo Gatti antes de que todos soltaran la carcajada.
-Hubieran visto sus senos, Gatti y yo la vimos sin camisa cuando estábamos en el cuarto, dijo Miguel con una cara de satisfacción.
-¿Saben que haría yo con una mujer así? Dijo Dallet con una sonrisa maliciosa.
-NADA, PORQUE UNOS IDIOTAS INCOMPETENTES COMO USTEDES NUNCA HACEN NADA.
Dallet escupió el café, Miguel dejó caer el plato que sostenía, Gatti se resbaló de la mesa en la que estaba recargado, y rápidamente se pararon todos al mismo tiempo, a excepción de Guimel, que se tropezó con la silla, y salió rodando, yendo a dar con una pared, pero parándose en cuanto pudo, visiblemente mareado.
Dilandau estaba parado en la puerta, con los brazos cruzados y echando llamas por los ojos. Se acercó lentamente a la fila de soldados y comenzó a recorrerla lentamente.
Repentinamente se paró enfrente de Dallet y le dio un golpe en la cara, con tanta fuerza que lo tiró. Lo mismo hizo con Gatti y con Miguel. Para esto todos los soldados se mantenían firmes, pero se notaba el temor en sus caras.
Finalmente se paró enfrente del pobre Guimel, que seguía mareado, aunque trataba de mantenerse firme.
-Así que tienen tiempo de sobra para andar platicando como lavanderas, ne? Muy bien, no van a comer este día, NADA, y toda la noche pulirán guymelefs. ¿Alguna pregunta?
-No señor, dijeron todos con expresión compungida y en voz baja.
-Vayan a entrenar ahora mismo, no quiero ver sus asquerosos rostros hasta en la tarde, o si no, yo mismo me encargaré de matarlos. LÁRGUENSE!!.
Y con esto los soldados comenzaron a salir del comedor en fila. Dilandau volteó a ver con expresión molesta a Guimel, y dando un suspiro, lo empujo. Como él seguía mareado, al empujarlo Dilandau salió volando en dirección a un montón de sillas.
Dilandau salió del comedor, ligeramente apenado, al oír lo que habían dicho sus hombres. "Sea como sea, nuestro capitán tiene muy buenos gustos". Se sonrojó levemente y con un movimiento de cabeza se sacudió ese pensamiento.
* * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * * *
Merle estaba ya decidida a regresar al castillo y confesar la broma que le había hecho a Hitomi, cuando el hombre topo le llamó la atención.
El hombre topo se encontraba hincado sobre la tierra, y cuando Merle se acercó, éste le tendió un objeto.
-¡Es una de las cosas extrañas que trae Hitomi en su bolsa! Dijo Merle muy contenta.
-Y encontré eso al lado de estas huellas. Deben ser de la señorita Hitomi, dijo el hombre topo agachándose nuevamente.
Tengo una idea hombre topo. Fíjate bien donde están esas huellas y luego regresemos al castillo.
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Dilandau se encontraba recargado en el marco de un portón. Veía muy complacido como entrenaban sus hombres. Unos estaban peleando y practicando movimientos con guymelefs, otros mejoraban su condición física en una pista y varios aparatos.
En ese momento del día, era muy pesado hacer ese tipo de entrenamiento, ya que en ese patio no había ninguna sombra y el sol caía inclemente sobre ellos, y no tenían ningún viento que los refrescara.
Los Ryuugekitai tenían el entrenamiento más duro de todo el ejército de Zaibach, y además, ellos se enorgullecían de su capitán. Siendo el más joven de los comandantes de Zaibach, poseía mayor prestigio que los demás juntos.
Tenía una mente diabólica, que le permitía elaborar planes y estrategias improvisadas mejor que nadie, pero además, con solamente 15 hombres en sus guymelefs, había sido capaz de destruir una ciudad. Estas eran algunas de las razones por las que le tenían tanta confianza y tanta fe a su psicópata capitán.
En ese momento, un guardia se acercó a Dilandau y le susurró algo que debió de ser muy importante, porque Dilandau salió corriendo.
Llegó a la celda de Hitomi y se quedó parado en la puerta muy asombrado.
Hitomi estaba parada de manos en el centro del cuarto, y cuando Dilandau entró, Hitomi perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente, riéndose. Dilandau dudó unos momentos y finalmente decidió acercarse.
-Allen, Allen!!
-Hola Merle ¿qué pasa? ¿Porque tan agitada?
-¿Dónde está mi amo Van?
-Al parecer fue a los bosques a entrenar. Montó a Escaflowne y voló con él en dirección al bosque hace unas horas, dijo amablemente Allen.
-Llevaba provisiones para una semana aproximadamente. Tal parece que quiere estar lo más lejos posible de nuestro huésped de Zaibach. Dijo Millerna, y agregó curiosamente: ¿Porqué Merle?
-No, por nada. No importa. Adiós.
"Mi amo Van salió a entrenar y no regresa hasta dentro de una semana. Tal vez voló encima del lago y cuando vió a Hitomi, que de seguro estaba lloriqueando, decidió llevársela con él ... pero si en lugar de Van se la llevó alguien más?. Todo esto lo pensaba Merle mientras estaba arrinconada en su rincón favorito.
De repente salió el hombre topo enfrente de ella.
-AAAHHHHHHH, gritó Merle mientras le soltaba una cachetada.
-Calma señorita, solo soy yo.
-¿Qué quieres? ¡No vuelvas a sorprenderme de esa manera! Le dijo Merle muy molesta.
-Está preocupada verdad?. ¿Acaso tiene algo que ver con la ausencia de la señorita Hitomi?
Merle lo miró muy asustada.
-¿Qué? ¿De que hablas? ¿Cómo sabes eso?
El hombre topo se rió muy quedito y le explicó:
-Yo estaba recogiendo setas al medio día cuando usted y la señorita Hitomi pasaron por el camino en dirección al lago negro.
Merle se quedó callada, temerosa de que fueran a descubrir que por su culpa Hitomi había desaparecido. Aunque le dolía reconocerlo, su amo Van estimaba mucho a Hitomi, y era seguro que la reacción del Rey de Fanelia no fuera muy agradable cuando se enterara.
-No se preocupe señorita Merle. Mañana a primera hora le ayudaré a buscarla por el bosque. Estoy seguro que los bandidos del bosque no la han encontrado, ya que ellos están cazando ahora en el lado opuesto del bosque.
-Gracias. Eres muy amable. Ya me voy a dormir para levantarme temprano. Lo miró tiernamente, y de nuevo le dio las gracias, para después irse a dormir, con la preocupación latente en su rostro.
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A pesar de que era una hora muy avanzada, Dilandau no podía dormir esa noche. La imagen de Hitomi llorando, Hitomi en el lago, y en especial, su expresión cuando rozó sus labios, no lo dejaban conciliar el sueño. "¿Porqué me acerqué para besarla? Es cierto que nunca había visto a nadie como a ella, pero gracias a ella el imbécil de Fanelia me hizo esta maldita cicatriz en mi hermoso rostro". "Tal vez fuera su desnudez", pensaba Dilandau mientras daba vueltas en la cama.
Esa había sido la primera vez que había visto a una mujer sin vestidos. A pesar de eso, nunca le habían interesado las mujeres, ninguna. Por ende no sabía como era el cuerpo femenino... no lo había sabido hasta esa tarde, cuando la escasa ropa de Hitomi revelaba más de lo que pretendía cubrir.
"No puede ser que me pase esto. Ella es el enemigo. Ella va a morir. La odio, y además, la desprecio porque llora como si fuera un estúpido bebé. Ni siquiera la toqué y ya estaba llorando".
De pronto, alcanzó a oír música, risas, ruido de copas chocando, en fin, ruidos de una fiesta.
-Malditos idiotas!! Exclamó Dilandau mientras saltaba de la cama. Tras vestirse salió a los pasillos para averiguar donde estaban los soldados, dispuesto a hacer rodar unas cuantas cabezas por haberlo hecho levantarse.
Y de pronto, sin darse cuenta, llegó al pasillo que daba a la celda de Hitomi.
Se había dado ya la vuelta, temeroso de encontrar ahí dentro las respuestas a sus preguntas, cuando oyó un grito de la celda.
Sin saber porqué, corrió hasta llegar a la celda de Hitomi y al llegar enloqueció de furia al ver lo que pasaba.
Uno de los soldados, totalmente ebrio, se encontraba encima de Hitomi, desabrochándole su blusa ensangrentada. Hitomi estaba luchando, y la prueba la tenía el soldado, con la cara rasguñada y un ojo morado, sin embargo este había herido a Hitomi en el costado con un puñal.
Antes de que Dilandau pudiera reaccionar, Hitomi mordió al hombre en una mano, y este le respondió dándole un golpe brutal en la cara.
Entonces Dilandau reaccionó por fin, y dando un grito escalofriante se abalanzó sobre él.
El soldado saltó de la cama dispuesto a atacarlo, pero Dilandau, capitán del mejor grupo de asesinos de Zaibach, era mucho para él, sobre todo porque estaba poseído de una furia satánica.
Dilandau descargó toda su locura en el soldado, rompiéndole a golpes brutales la mandíbula, y tras agarrarlo en una llave, lo comenzó a azotar en la pared, hasta que el soldado estuvo muerto, aunque Dilandau no pareció darse cuenta, ya que agarró el puñal del soldado y comenzó a atestarle golpes en todo el inerte cuerpo, hasta que su locura poco a poco se calmó, y se dio cuenta que hacía mucho que el soldado estaba muerto.
Cuando Dilandau volteó con el puñal en la mano, dispuesto a acabar de una vez con la mujer que se interponía siempre en su caza del Dragón, vió algo tan sorprendente que lo hizo olvidarse de todo.
Hitomi se encontraba hincada sobre la cama, con los ojos desmesuradamente abiertos y opacos, como si estuvieran vacíos.
La luna se filtraba por la ventana, dándole un tono lechoso a todo. El cabello de Hitomi, debido a la luz lunar parecía irradiar destellos, pero lo más sorprendente de todo era que el pendiente, sujeto fuertemente entre sus manos, emitía una luz rosada, mientras flotaba en el aire apuntando hacia Dilandau. Su blusa yacía en la cama, quedando solamente ella con el sostén. Y una profunda herida en uno de sus costados sangraba profusamente.
La sangre de Hitomi parecía que nunca pararía, y Dilandau siguió con ojos horrorizados el rastro de sangre, que ya cruzaba el cuarto, y justo en el momento en que este tocó la punta de una de sus botas, se vio transportado a un lugar oscuro. Dilandau trató de ver algo, y en ese momento el cuarto entero se llenó de llamas, y de sangre. Miles de voces lamentándose, hombres, mujeres y niños comenzaron a oírse, produciendo un sonido infernal. Dilandau iba a taparse los oídos pero no se podía mover. Volteó a verse las manos y vio con horror como miembros mutilados (brazos y manos) lo sujetaban, trepando por él. De pronto una voz se hizo oír a través de los gritos, y Dilandau la reconoció como la voz de Hitomi.
Volteó hacia arriba y la vio flotando a unos metros arriba de él.
-Celena, tu puro corazón ha sido corrompido y te han hecho un hombre con impulsos malignos, sin embargo, sigues siendo pura bajo esas capas de odio y maldad. Es demasiado tarde y ahora Dilandau y tu se han vuelto uno solo. Celena, tu puedes ayudar a Dilandau.
Dilandau, ¿crees que en este mundo solo existe el odio, la maldad y la muerte? ¿Acaso conoces el amor?
-¿De que carajos me hablas? ¿Quién diablos es Celena?
-Responde Dilandau Albatou, dijo Hitomi impasiblemente. ¿Conoces el amor? ¿Alguna vez has amado a alguien?...............¿Alguna vez te ha amado alguien?
Las manos llegaban cada vez mas cerca de Dilandau, y pronto una de ellas agarró su cuello y comenzó a ahorcarlo. Dilandau comenzó a marearse y a sentir miedo.
-AYÚDAME MUJER, gritó Dilandau desesperado.
De pronto, comenzaron a resonar más voces en su cabeza. La voz de Hitomi, y la voz de ... ¿una niña?.
-Por favor, ayúdame, ayúdenme, Gatti, Chesta, Miguel, Viole, Guimel, Dallet......ALGUIEN, POR FAVOR!!!!!!
Pero las voces en su cabeza continuaban implacables: Contesta Dilandau.... mama, donde estás....... ¿Te ha amado alguien?........ por favor oniisama ven por mí.....Responde....
-Basta ya, basta ya, por favor.... comenzó Dilandau, empezaba a perder el conocimiento, porque las manos lo apretaban cada vez más fuerte, además de que los gritos y sus voces en su cabeza formaban una combinación insoportable.
Sin embargo las voces seguían... esta vez la niña había comenzado a llorar, y Hitomi se oía cada vez más enérgica.
-No lo soporto... esto me va a matar... YAAAAAA, pero su grito fue ahogado brutalmente.
De pronto, pasó algo inusitado, Dilandau comenzó a llorar, y a implorar. Una luz se formó alrededor de Hitomi, iluminando el horrible paisaje.
-Mujer...nunca nadie me ha amado, yo.... no se que sea el amor. Esto lo dijo cuando lo último de su rostro despareció bajo una masa movible de miembros sangrientos.
En ese momento todo desapareció a su alrededor, y Dilandau abrió los ojos para encontrarse de rodillas, en la celda de Hitomi, y sintió como una lágrima ardiente rodaba por la punta de su nariz.
Estaba todavía muy asustado, y sentía como le dolía la garganta en donde las manos le habían apretado... pero antes de poder terminar de analizar como se sentía oyó como Hitomi emitía un gemido, y vio que entonces ella se caía de la cama.
Se acercó rápidamente a ella y miró con horror que ella se empezaba a convulsionar. Se arrodilló y la sostuvo fuertemente entre sus brazos, mientras empezaba a gritarle a algunos de sus soldados.
Se oyeron pasos apresurados por el pasillo y pronto aparecieron casi todos sus soldados, que se quedaron pasmados de sorpresa en la puerta, sin poder creer lo que veían.
¿Acaso su capitán sostenía a la prisionera... y lloraba??????? . Nunca se imaginaron que su poderoso capitán, Dilandau, conocido por su sadismo, crueldad y narcisismo, se fuera a preocupar por alguien.
-No se queden ahí parados, vayan por un médico, por favor ayúdenla.
A pesar del shock, Dilandau seguía manteniendo un tono autoritario en su voz.
-¡Hai! Dijeron al unísono y varios se fueron corriendo por el pasillo, mientras que el resto se quedó moviendo los restos de la masa de carne que anteriormente había sido un soldado.
Tiraron eso por la ventana y pusieron una manta sobre el charco de sangre, para disimularlo. Mientras hacían eso dirigían unas cuantas miradas a su capitán, todos con la misma interrogante: ¿que le pasaba a su capitán?. En ese momento llegó el médico con el resto de los muchachos a la extraña escena.
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Una nube pasaba flotando al lado de la ventana de Hitomi. Parecía que dentro del cuarto, 2 personas observaban la nube atentamente, pero no era así. Hitomi se encontraba en un estado catatónico, y Dilandau estaba sentado al lado de la puerta, con la vista en la nube, pero sin ponerle realmente atención.
-La herida en su costado fue profunda, sin embargo no le ocurrió nada grave, fuera de la pérdida de mucha sangre. Aunque hay un inconveniente, parece que fue una experiencia demasiado fuerte y presenta un cuadro de estrés post-traumático. Se le administrarán sedantes hasta dentro de una semana, aunque es imposible determinar como reaccionará su organismo ante el medicamento.
Este había sido el diagnóstico de los médicos de la nave, y Dilandau trataba de comprender el significado de cada una de aquellas palabras.
Hacía muchas horas que había alejado de su mente todas las interrogantes con respecto a Hitomi, y ahora solo le preocupaba su salud.
Se acercó con pasos lentos hacia Hitomi, que estaba sentada en la cama mirando hacia la ventana, y la recostó y la tapó con mucha ternura. Después regresó a su lugar al lado de la puerta, dispuesto a pasar ahí el resto de la noche.
Al parecer ese sueño, o lo que hubiera sido, le había afectado de una manera terrible. " Habló de una tal Celena, y luego dijo que éramos la misma persona. No tengo idea de que hablaba, no conozco a nadie que se llame Celena. Y esa niña llorando.... ¿qué diablos tiene que ver conmigo?"
Aún le daban escalofríos de recordar esas manos trepando por su cuerpo, como horribles garras, ahogándolo terriblemente.
Y en cierta manera le estaba agradecido a Hitomi, era como si ella lo hubiera librado de esa horrible visión.
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-Merle, ¿a dónde vas tan temprano?. Preguntó Millerna, que se encontraba desayunando y vio pasar a Merle, muy apurada.
-Es que... voy a alcanzar a la tonta de Hitomi que se fue al bosque a nadar hace rato, que porque el lago le gustó mucho, dijo Merle mientras retorcía sus manos tras su espalda.
-Muy bien, procuren no llegar muy tarde, dijo Millerna con la cara recargada en una de sus manos, gesto característico de ella. " Que bueno que no está ninguno de los invitados, eso me dará tiempo para estar con Allen", pensó mientras sonreía pícaramente.
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-Hombre topo, si el bosque es tan grande, ¿cómo vamos a encontrar a Hitomi?. Merle estaba muy malhumorada porque hacía mucho calor, y tenía todo el pelaje lleno de espinas y polvo.
-Descuida, encontraremos su rastro, dijo tranquilamente el hombre topo agachado sobre unos arbustos.
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-Buenos di...di....yaaawn, días. Dijo Chesta estirándose perezosamente al entrar al comedor. Los ryuugekitai estaban desayunando, preparándose para un nuevo día de entrenamiento a órdenes de su estricto capitán.
-¿De que están hablando ahora? Dijo Chesta con mirada sospechosa cuando vio a algunos de sus compañeros hablando en voz baja y muy interesados, ya que nadie le había contestado su saludo.
-Están discutiendo el comportamiento de nuestro capitán, aunque ya traté de razonar con ellos, pero aún así no dejan de decir tonterías. Dijo Miguel acercándose a Chesta.
-¿Tonterías? .¿Qué no se te hace sospechoso que nuestro capitán llegue con una mujer al fuerte, mate a un soldado por ella, y por si eso fuera poco, se quede toda la noche cuidándola? Le dijo Gatti mientras enumeraba todo con sus dedos, y al final, mirándolos con aire triunfante.
-Vamos, todos sabemos que nuestro capitán no necesita razones para matar, ustedes mismos vieron a los que mató en el hangar. Y respecto a la chica, oyeron lo que le dijo: que era su prisionera. Dijo Dallet mientras se servía más café.
-Tal vez Lord Folken le haya dado instrucciones a Dilandau-sama para cuidar a esa prisionera porque esté posiblemente relacionada con el dragón, ¿no lo creen? Dijo inocentemente Guimel.
-NAAAAHHHH!!!! . Dijeron todos a la vez.
-Sea como sea, nuestro capitán tiene muy buenos gustos. No en todos lados se consigue una chica así, dijo Viole, guiñando un ojo.
-Es cierto! Tiene las facciones de las sacerdotisas de Freid, el talle de las de Fanelia y las caderas de una de Asturia! Dijo Gatti antes de que todos soltaran la carcajada.
-Hubieran visto sus senos, Gatti y yo la vimos sin camisa cuando estábamos en el cuarto, dijo Miguel con una cara de satisfacción.
-¿Saben que haría yo con una mujer así? Dijo Dallet con una sonrisa maliciosa.
-NADA, PORQUE UNOS IDIOTAS INCOMPETENTES COMO USTEDES NUNCA HACEN NADA.
Dallet escupió el café, Miguel dejó caer el plato que sostenía, Gatti se resbaló de la mesa en la que estaba recargado, y rápidamente se pararon todos al mismo tiempo, a excepción de Guimel, que se tropezó con la silla, y salió rodando, yendo a dar con una pared, pero parándose en cuanto pudo, visiblemente mareado.
Dilandau estaba parado en la puerta, con los brazos cruzados y echando llamas por los ojos. Se acercó lentamente a la fila de soldados y comenzó a recorrerla lentamente.
Repentinamente se paró enfrente de Dallet y le dio un golpe en la cara, con tanta fuerza que lo tiró. Lo mismo hizo con Gatti y con Miguel. Para esto todos los soldados se mantenían firmes, pero se notaba el temor en sus caras.
Finalmente se paró enfrente del pobre Guimel, que seguía mareado, aunque trataba de mantenerse firme.
-Así que tienen tiempo de sobra para andar platicando como lavanderas, ne? Muy bien, no van a comer este día, NADA, y toda la noche pulirán guymelefs. ¿Alguna pregunta?
-No señor, dijeron todos con expresión compungida y en voz baja.
-Vayan a entrenar ahora mismo, no quiero ver sus asquerosos rostros hasta en la tarde, o si no, yo mismo me encargaré de matarlos. LÁRGUENSE!!.
Y con esto los soldados comenzaron a salir del comedor en fila. Dilandau volteó a ver con expresión molesta a Guimel, y dando un suspiro, lo empujo. Como él seguía mareado, al empujarlo Dilandau salió volando en dirección a un montón de sillas.
Dilandau salió del comedor, ligeramente apenado, al oír lo que habían dicho sus hombres. "Sea como sea, nuestro capitán tiene muy buenos gustos". Se sonrojó levemente y con un movimiento de cabeza se sacudió ese pensamiento.
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Merle estaba ya decidida a regresar al castillo y confesar la broma que le había hecho a Hitomi, cuando el hombre topo le llamó la atención.
El hombre topo se encontraba hincado sobre la tierra, y cuando Merle se acercó, éste le tendió un objeto.
-¡Es una de las cosas extrañas que trae Hitomi en su bolsa! Dijo Merle muy contenta.
-Y encontré eso al lado de estas huellas. Deben ser de la señorita Hitomi, dijo el hombre topo agachándose nuevamente.
Tengo una idea hombre topo. Fíjate bien donde están esas huellas y luego regresemos al castillo.
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Dilandau se encontraba recargado en el marco de un portón. Veía muy complacido como entrenaban sus hombres. Unos estaban peleando y practicando movimientos con guymelefs, otros mejoraban su condición física en una pista y varios aparatos.
En ese momento del día, era muy pesado hacer ese tipo de entrenamiento, ya que en ese patio no había ninguna sombra y el sol caía inclemente sobre ellos, y no tenían ningún viento que los refrescara.
Los Ryuugekitai tenían el entrenamiento más duro de todo el ejército de Zaibach, y además, ellos se enorgullecían de su capitán. Siendo el más joven de los comandantes de Zaibach, poseía mayor prestigio que los demás juntos.
Tenía una mente diabólica, que le permitía elaborar planes y estrategias improvisadas mejor que nadie, pero además, con solamente 15 hombres en sus guymelefs, había sido capaz de destruir una ciudad. Estas eran algunas de las razones por las que le tenían tanta confianza y tanta fe a su psicópata capitán.
En ese momento, un guardia se acercó a Dilandau y le susurró algo que debió de ser muy importante, porque Dilandau salió corriendo.
Llegó a la celda de Hitomi y se quedó parado en la puerta muy asombrado.
Hitomi estaba parada de manos en el centro del cuarto, y cuando Dilandau entró, Hitomi perdió el equilibrio y cayó estrepitosamente, riéndose. Dilandau dudó unos momentos y finalmente decidió acercarse.
