CAPÍTULO 5
Hitomi se le acercó curiosa, sin notar la manera en que se le pegaba la ropa a la piel, y sin tampoco darse cuenta de la mirada de Dilandau.
Dilandau no podía quitar la vista del cuerpo de Hitomi, recorriendo su mirada de su camiseta a sus largas piernas. Entonces comenzó a sentir un bulto creciendo en sus pantalones "Ahora no, maldita sea...pero Hitomi, eres tan excitante..." .
La chica entonces comenzó a oír una pequeña vocecita dentro de su cabeza, que le decía que se acercara más a Dilandau. "Está bien, no creo que me vaya a lastimar"pensó Hitomi, mientras se acercaba provocativamente a Dilandau. Este comenzó a sentir una sensación extraña en la boca del estómago...¿nervios? "¿Será posible que pueda ponerme nervioso por una mujer...por ESTA mujer?". Entonces llegó a la nariz de Dilandau el maravilloso olor de Hitomi, y sin siquiera pensarlo se puso de pie, quedando frente a frente con la chica. Hitomi se sonrojó un poco, que ella recordara, ningún chico se había acercado tanto a ella...claro, como lo iba a recordar si no conocía a ningún hombre aparte de Dilandau... ¿o si?. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz, enérgica esta vez, que le decía que se acercara aún más a Dilandau. "no, me siento extraña estando tan cerca de el", pero la voz ahora le ordenaba que lo sedujera "¿seducir?, ¡no se como hacer eso!", y pensando esto, Hitomi soltó una pequeña risa.
Dilandau observaba de cerca de la muchacha, cuando repentinamente esta soltó una risa, lo que hizo que Dilandau se quedara quieto, ya que había estado acercándose muy poco a poco a ella. Dilandau alzó una ceja, con cara interrogante, y entonces, sin pensarlo siquiera, acercó una mano a la cara de la chica, acariciando suavemente su mejilla.
-¿No te estarás riendo de mí, verdad Hitomi?
Hitomi negó con un movimiento leve de cabeza, mientras un escalofrío recorría su cuerpo, al sentir la mano de Dilandau, ahora acariciando sus labios. Sintió al mismo tiempo como comenzaba a cosquillear su estómago, y como se empezaba a poner tenso su vientre.
La voz en la cabeza de Hitomi hablaba cada vez más fuerte, insistiéndole en que se acercara a Dilandau, lo sedujera, lo besara, le hiciera cualquier cosa, pero ya. Hitomi disfrutaba tanto de las caricias de Dilandau, quería que el siempre la acariciara así. Pero comenzó a molestarse, esa voz realmente sabía como arruinar los momentos, y decidió callarla, pero...la única manera era obedeciéndola, cierto?. Pero, como pensar siquiera en darle un beso a su capitán, y si Dilandau se enojaba? Lo más seguro era que le diera una cachetada, mínimo, después de su atrevimiento.
Dilandau vió una expresión de confusión en los ojos de Hitomi. Parecían espejos, reflejaban tan claramente sus pensamientos. Sentía dentro de él, crecer también la duda, nunca había tratado a nadie tan cariñosamente, y no sabía que hacer ahora. De pronto vio ante él claramente la cara de uno de los hechiceros: "bésala, sedúcela, haz de ella lo que quieras, porque tu eres el mejor guerrero de Gaea, y ninguna mujer se te va a resistir nunca.". Dilandau sonrió. Tenía razón el hechicero, nadie era capaz de resistirse a el, y entonces se decidió a besarla. Acercó un poco su cabeza a la de Hitomi, y repentinamente, antes de que Dilandau supiera que pasaba fue empujado hacia atrás violentamente por Hitomi, cayendo los dos a la orilla del río, con Hitomi encima de él. Dilandau estaba atontado por el golpe cuando de pronto sintió la boca de Hitomi presionarse con la suya. Abrió los ojos con sorpresa. No esperaba que la chica fuera tan impulsiva, e hizo lo único que se podía hacer en su situación : devolver un beso. Comenzó a acariciar los labios de Hitomi con los suyos, mientras sentía como se iba calentando todo su cuerpo. Hitomi casi perdía la respiración, ya que no lo podía creer. De pronto comenzó a sentir como Dilandau abría su boca con su lengua, y ella le permitió la entrada.
Sus lenguas se entrelazaron, permitiendo así a cada uno saborear la boca del otro. Dilandau no podía permitir que ella tuviera el control, después de todo, ella era la débil, así que dio un giro rápido, y quedó acostado sobre ella., sin romper el beso. Dilandau comenzó a bajar las manos por el cuerpo de Hitomi, acariciando lentamente su cuello, y luego sus brazos, mientras con la lengua recorría los labios de Hitomi, para después bajar lentamente la cabeza, besando la barbilla, y después la garganta de Hitomi, iniciando reacciones maravillosas en el cuerpo de Hitomi. Entonces, Hitomi abrió los ojos, grandes de sorpresa. Vio ante ella la cara de un joven de cabello negro, y ojos púrpuras, recargado en un guymelef blanco, viendo hacia el cielo. Algo estaba mal...
Hitomi aventó a Dilandau y corrió hacia el bosque, dejando a un Dilandau confundido a la orilla del río.... "¿Crees que puedes dejarme así Hitomi?", y se lanzó tras ella.
La vio unos cuantos metros adelante, recargada en el tronco de un árbol muy grande. La confusión se notaba inmediatamente en su cara. Dilandau se le acercó muy silenciosamente, dando un rodeo para no llegar de frente a ella. Su mente era un revoltijo de imágenes. Estaba muy enojado, y además, deseaba salvajemente a Hitomi. Ya no importaba si era o no por amor, ahora solo sentía la necesidad de verla rogando, implorando por él... y sí que sabía como dejar a una mujer rogando, pero primero, debía de asegurarse que Hitomi no se escapara de nuevo.
Agarró a Hitomi por las muñecas, recargándola sobre el tronco. Hitomi estaba muy confundida, la cara de ese joven le era muy familiar, pero no podía recordar de donde. Recordando esa cara le hacía sentir algo de inseguridad. Vio la cara de Dilandau, y lo que vio en ella no le gustó: sus ojos brillaban de una manera extraña, y su boca tenía una sonrisa sardónica. Esa mirada era parecida a la que el ponía cada que mataba.
Dilandau la besó de nuevo, pero esta vez de una manera salvaje, sin siquiera preocuparse de si Hitomi quería besarlo o no. Recorrió la boca de ella totalmente, y después mordió su boca. Hitomi gimió de sorpresa, realmente no esperaba que Dilandau fuera tan agresivo con ella. Cuando Dilandau oyó la manera en como Hitomi había gemido se excitó aún más y en su mente se formó un nuevo pensamiento: que Hitomi supiera el placer que causaba el dolor.
Esta Vez Dilandau la mordió con aún más fuerza, haciendo que Hitomi se quejara aún más fuerte. Dilandau soltó la boca de Hitomi, y comenzó a lamer la parte en que el cuello y el hombro se unían. Hitomi aspiró muy hondo, ya que con la sorpresa se había olvidado de respirar y seguramente se hubiera asfixiado de no ser que Dilandau la soltó. Dilandau la volvió a morder de nuevo, pero esta vez, Hitomi abrió la boca, para que Dilandau no pudiera morder de nuevo sus labios. "Con que quieres defenderte eh?" pensó Dilandau, mientras trataba de morder de nuevo los labios de Hitomi. "Vamos a ver que te parece probar la sangre". Entonces Dilandau succionó en la boca de Hitomi, jalando su lengua, y luego la mordió, lo suficientemente fuerte como para sacarle sangre. Esta vez Hitomi dio un pequeño grito en la boca de Dilandau, y comenzó a sentir como algo caliente y con sabor metálico invadía su boca. Dilandau se separó y la observó, con una mueca diabólica, disfrutando el horror de Hitomi. Ella se dio cuenta que era su sangre, y, tal como Dilandau esperaba, la comenzó a saborear. Era como si lamiera una pieza metálica. Entonces comenzó a sentir como se erizaban los vellitos de la parte de atrás de su cuello, y de pronto, el horror fue desplazado totalmente por su líbido. "...Así que esta es mi sangre". Y olvidó totalmente la cara del extraño joven, y de nuevo dejó de tenerle miedo a Dilandau. Volvió a ser la misma Hitomi que mató a los ladrones que pidieron comida. Comenzó a sonreír, esta vez de una manera intrigante. Dilandau alzó la ceja, su seña característica, cuando vio que Hitomi sonreía. Otra vez había cambiado, pero, ahora con que sorpresa saldría?.
-¿Porqué te detienes? Le preguntó Hitomi desafiante.
Dilandau sonrió, y se acercó de nuevo a su boca, y cuando solo le faltaban milímetros le preguntó:
-¿A que sabe tu sangre? -¿Porqué no la pruebas tú?
Dilandau comenzó otra vez con un beso lento, y Hitomi abrió de nuevo su boca, y entonces Dilandau probó la sangre de Hitomi mezclada con su saliva. Dilandau hizo un ruido ronco con su garganta. El sabor era muy excitante...
Dilandau volvió de nuevo al lugar que había comenzado a lamer, pero esta vez comenzó a succionar y a morder muy leve, mientras le soltaba las manos lentamente: estaba seguro que Hitomi no se iría ahora. Hitomi bajó las manos y comenzó a acariciar su espalda, metiendo las manos bajo la camiseta de Dilandau. Su piel se sentía suave y fría y un poco húmeda, después del pequeño incidente en el río. Entonces comenzó a acariciar el pecho de Dilandau con la yema de los dedos, comenzando a producirle pequeños escalofríos. Dilandau decidió imitarla, y metió también la mano bajó la blusa de Hitomi, mientras que con la otra acariciaba la espalda baja.
Poco a poco atardecía en el bosque. Mientras que dentro del mismo, había un joven melancólico sobre un extraño guymelef, oros dos consumaban su deseo.
Los dos se sentaron en el suelo, uno al lado del otro, completamente rendidos. Hitomi se acercó a Dilandau, quien la abrazó tiernamente.
Mientras Hitomi cerraba los ojos vencida por el sueño, pudo ver de nuevo grabada en su mente la cara de aquel extraño joven con grandes y tristes ojos magenta...
Hitomi se le acercó curiosa, sin notar la manera en que se le pegaba la ropa a la piel, y sin tampoco darse cuenta de la mirada de Dilandau.
Dilandau no podía quitar la vista del cuerpo de Hitomi, recorriendo su mirada de su camiseta a sus largas piernas. Entonces comenzó a sentir un bulto creciendo en sus pantalones "Ahora no, maldita sea...pero Hitomi, eres tan excitante..." .
La chica entonces comenzó a oír una pequeña vocecita dentro de su cabeza, que le decía que se acercara más a Dilandau. "Está bien, no creo que me vaya a lastimar"pensó Hitomi, mientras se acercaba provocativamente a Dilandau. Este comenzó a sentir una sensación extraña en la boca del estómago...¿nervios? "¿Será posible que pueda ponerme nervioso por una mujer...por ESTA mujer?". Entonces llegó a la nariz de Dilandau el maravilloso olor de Hitomi, y sin siquiera pensarlo se puso de pie, quedando frente a frente con la chica. Hitomi se sonrojó un poco, que ella recordara, ningún chico se había acercado tanto a ella...claro, como lo iba a recordar si no conocía a ningún hombre aparte de Dilandau... ¿o si?. Sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz, enérgica esta vez, que le decía que se acercara aún más a Dilandau. "no, me siento extraña estando tan cerca de el", pero la voz ahora le ordenaba que lo sedujera "¿seducir?, ¡no se como hacer eso!", y pensando esto, Hitomi soltó una pequeña risa.
Dilandau observaba de cerca de la muchacha, cuando repentinamente esta soltó una risa, lo que hizo que Dilandau se quedara quieto, ya que había estado acercándose muy poco a poco a ella. Dilandau alzó una ceja, con cara interrogante, y entonces, sin pensarlo siquiera, acercó una mano a la cara de la chica, acariciando suavemente su mejilla.
-¿No te estarás riendo de mí, verdad Hitomi?
Hitomi negó con un movimiento leve de cabeza, mientras un escalofrío recorría su cuerpo, al sentir la mano de Dilandau, ahora acariciando sus labios. Sintió al mismo tiempo como comenzaba a cosquillear su estómago, y como se empezaba a poner tenso su vientre.
La voz en la cabeza de Hitomi hablaba cada vez más fuerte, insistiéndole en que se acercara a Dilandau, lo sedujera, lo besara, le hiciera cualquier cosa, pero ya. Hitomi disfrutaba tanto de las caricias de Dilandau, quería que el siempre la acariciara así. Pero comenzó a molestarse, esa voz realmente sabía como arruinar los momentos, y decidió callarla, pero...la única manera era obedeciéndola, cierto?. Pero, como pensar siquiera en darle un beso a su capitán, y si Dilandau se enojaba? Lo más seguro era que le diera una cachetada, mínimo, después de su atrevimiento.
Dilandau vió una expresión de confusión en los ojos de Hitomi. Parecían espejos, reflejaban tan claramente sus pensamientos. Sentía dentro de él, crecer también la duda, nunca había tratado a nadie tan cariñosamente, y no sabía que hacer ahora. De pronto vio ante él claramente la cara de uno de los hechiceros: "bésala, sedúcela, haz de ella lo que quieras, porque tu eres el mejor guerrero de Gaea, y ninguna mujer se te va a resistir nunca.". Dilandau sonrió. Tenía razón el hechicero, nadie era capaz de resistirse a el, y entonces se decidió a besarla. Acercó un poco su cabeza a la de Hitomi, y repentinamente, antes de que Dilandau supiera que pasaba fue empujado hacia atrás violentamente por Hitomi, cayendo los dos a la orilla del río, con Hitomi encima de él. Dilandau estaba atontado por el golpe cuando de pronto sintió la boca de Hitomi presionarse con la suya. Abrió los ojos con sorpresa. No esperaba que la chica fuera tan impulsiva, e hizo lo único que se podía hacer en su situación : devolver un beso. Comenzó a acariciar los labios de Hitomi con los suyos, mientras sentía como se iba calentando todo su cuerpo. Hitomi casi perdía la respiración, ya que no lo podía creer. De pronto comenzó a sentir como Dilandau abría su boca con su lengua, y ella le permitió la entrada.
Sus lenguas se entrelazaron, permitiendo así a cada uno saborear la boca del otro. Dilandau no podía permitir que ella tuviera el control, después de todo, ella era la débil, así que dio un giro rápido, y quedó acostado sobre ella., sin romper el beso. Dilandau comenzó a bajar las manos por el cuerpo de Hitomi, acariciando lentamente su cuello, y luego sus brazos, mientras con la lengua recorría los labios de Hitomi, para después bajar lentamente la cabeza, besando la barbilla, y después la garganta de Hitomi, iniciando reacciones maravillosas en el cuerpo de Hitomi. Entonces, Hitomi abrió los ojos, grandes de sorpresa. Vio ante ella la cara de un joven de cabello negro, y ojos púrpuras, recargado en un guymelef blanco, viendo hacia el cielo. Algo estaba mal...
Hitomi aventó a Dilandau y corrió hacia el bosque, dejando a un Dilandau confundido a la orilla del río.... "¿Crees que puedes dejarme así Hitomi?", y se lanzó tras ella.
La vio unos cuantos metros adelante, recargada en el tronco de un árbol muy grande. La confusión se notaba inmediatamente en su cara. Dilandau se le acercó muy silenciosamente, dando un rodeo para no llegar de frente a ella. Su mente era un revoltijo de imágenes. Estaba muy enojado, y además, deseaba salvajemente a Hitomi. Ya no importaba si era o no por amor, ahora solo sentía la necesidad de verla rogando, implorando por él... y sí que sabía como dejar a una mujer rogando, pero primero, debía de asegurarse que Hitomi no se escapara de nuevo.
Agarró a Hitomi por las muñecas, recargándola sobre el tronco. Hitomi estaba muy confundida, la cara de ese joven le era muy familiar, pero no podía recordar de donde. Recordando esa cara le hacía sentir algo de inseguridad. Vio la cara de Dilandau, y lo que vio en ella no le gustó: sus ojos brillaban de una manera extraña, y su boca tenía una sonrisa sardónica. Esa mirada era parecida a la que el ponía cada que mataba.
Dilandau la besó de nuevo, pero esta vez de una manera salvaje, sin siquiera preocuparse de si Hitomi quería besarlo o no. Recorrió la boca de ella totalmente, y después mordió su boca. Hitomi gimió de sorpresa, realmente no esperaba que Dilandau fuera tan agresivo con ella. Cuando Dilandau oyó la manera en como Hitomi había gemido se excitó aún más y en su mente se formó un nuevo pensamiento: que Hitomi supiera el placer que causaba el dolor.
Esta Vez Dilandau la mordió con aún más fuerza, haciendo que Hitomi se quejara aún más fuerte. Dilandau soltó la boca de Hitomi, y comenzó a lamer la parte en que el cuello y el hombro se unían. Hitomi aspiró muy hondo, ya que con la sorpresa se había olvidado de respirar y seguramente se hubiera asfixiado de no ser que Dilandau la soltó. Dilandau la volvió a morder de nuevo, pero esta vez, Hitomi abrió la boca, para que Dilandau no pudiera morder de nuevo sus labios. "Con que quieres defenderte eh?" pensó Dilandau, mientras trataba de morder de nuevo los labios de Hitomi. "Vamos a ver que te parece probar la sangre". Entonces Dilandau succionó en la boca de Hitomi, jalando su lengua, y luego la mordió, lo suficientemente fuerte como para sacarle sangre. Esta vez Hitomi dio un pequeño grito en la boca de Dilandau, y comenzó a sentir como algo caliente y con sabor metálico invadía su boca. Dilandau se separó y la observó, con una mueca diabólica, disfrutando el horror de Hitomi. Ella se dio cuenta que era su sangre, y, tal como Dilandau esperaba, la comenzó a saborear. Era como si lamiera una pieza metálica. Entonces comenzó a sentir como se erizaban los vellitos de la parte de atrás de su cuello, y de pronto, el horror fue desplazado totalmente por su líbido. "...Así que esta es mi sangre". Y olvidó totalmente la cara del extraño joven, y de nuevo dejó de tenerle miedo a Dilandau. Volvió a ser la misma Hitomi que mató a los ladrones que pidieron comida. Comenzó a sonreír, esta vez de una manera intrigante. Dilandau alzó la ceja, su seña característica, cuando vio que Hitomi sonreía. Otra vez había cambiado, pero, ahora con que sorpresa saldría?.
-¿Porqué te detienes? Le preguntó Hitomi desafiante.
Dilandau sonrió, y se acercó de nuevo a su boca, y cuando solo le faltaban milímetros le preguntó:
-¿A que sabe tu sangre? -¿Porqué no la pruebas tú?
Dilandau comenzó otra vez con un beso lento, y Hitomi abrió de nuevo su boca, y entonces Dilandau probó la sangre de Hitomi mezclada con su saliva. Dilandau hizo un ruido ronco con su garganta. El sabor era muy excitante...
Dilandau volvió de nuevo al lugar que había comenzado a lamer, pero esta vez comenzó a succionar y a morder muy leve, mientras le soltaba las manos lentamente: estaba seguro que Hitomi no se iría ahora. Hitomi bajó las manos y comenzó a acariciar su espalda, metiendo las manos bajo la camiseta de Dilandau. Su piel se sentía suave y fría y un poco húmeda, después del pequeño incidente en el río. Entonces comenzó a acariciar el pecho de Dilandau con la yema de los dedos, comenzando a producirle pequeños escalofríos. Dilandau decidió imitarla, y metió también la mano bajó la blusa de Hitomi, mientras que con la otra acariciaba la espalda baja.
Poco a poco atardecía en el bosque. Mientras que dentro del mismo, había un joven melancólico sobre un extraño guymelef, oros dos consumaban su deseo.
Los dos se sentaron en el suelo, uno al lado del otro, completamente rendidos. Hitomi se acercó a Dilandau, quien la abrazó tiernamente.
Mientras Hitomi cerraba los ojos vencida por el sueño, pudo ver de nuevo grabada en su mente la cara de aquel extraño joven con grandes y tristes ojos magenta...
