Say It Isn't So....

Ley de Murphy: Si algo va mal aún puede ir peor....



El frío de la noche mordió sus ropas mojadas mientras corría dando tumbos por la ciudad. Corría sin rumbo fijo aparente, cruzando muchas calles oscuras y solitarias. Hacía mucho tiempo que no pisaba aquel barrio pero aquella noche cayó de rodillas frente a la puerta de la última persona en quien podía confiar. Dio un fuerte golpe a la puerta, y pronto una mujer bastante más joven que él abrió. Tenía lel pelo rizado y oscuro cayendole sobre los hombros y los ojos marrones sesgados, como de gato, que le miraban jadear a sus pies con expresión sorprendida

"G-Goro..." Murmuró sin dejar de mirarle. Contempló su pelo y ropa mojados, el golpe en su cara y su expresión. El ver a aquél hombre al que conocía desde hacía tantos años arrodillado en su puerta mirarla con unos ojos que parecían haber visto todos los infiernos y alguno más hizo que su genio natural se disipara.

"Puedo.... entrar?" Murmuró el hombre prendiendo sus ojos en el suelo

La mujer le cogió suavemente de las manos y le ayudó a levantarse, entrándole en casa y cerrando la puerta tras de sí "Estás helado... --le dijo al tomarle de un brazo para ayudarle a andar-- Te acabo de dejar en casa y me vienes así... qué ha pasado? " Saito simplemente no le contestó. No sólo le dolía el golpe sino que además tenía un fabuloso dolor de cabeza que degeneraba en la sensación de que el suelo se movía bajo sus pies...

Ryoko suspiró ligeramente. Había aceptado el trabajo del Gobierno de seguirle por si necesitaba su ayuda a pesar de... estar retirada. Habían dado parte en la comisaría más cercana de la situación que se avecinaba sobre la ciudad, incluso se habían ido a una taberna a tomar sake, cosa que nunca hasta la fecha había conseguido! Y por si fuera poco el tiempo que habían pasado juntos en el mismo día.... ahora esto. La verdad no sabía muy bien cómo actuar. No estaba acostumbrada a preocuparse por la gente; así la habían educado como ninja....

Empezó a llevarle por los pasillos agarrado, no sin notar cómo se tambaleaba con cada paso. A mitad del camino tuvieron que detenerse Debería haberme dado cuenta antes de que algo sucedía... Ya me parecía demasiado extraño que hubiera cambiado tanto... Pensó la mujer mientras le veía apoyarse en una de las paredes. Aunque no se veían con demasiada frecuencia --una vez cada uno o dos meses--, Ryoko podía presumir de conocerle bastante bien, y le molestaba no haberlo notado antes Qué clase de ninja soy que no puedo notar los cambios..... Se reprochó

"Seguimos? El salón está aquí al lado..." Le preguntó entonces señalando una corredera cerrada

"Sí..." Volvió a cojerle del brazo para ayudarle a llegar hasta allí. Le dejó apoyado en una pared mientas preparaba el lugar para que pudieran sentarse. Sin pensárselo dos veces le quitó la nihontou del cinturón y le ayudó a desabrocharse la camisa "Quítate eso ahora mismo... voy a traerte algo para que te seques"

Cuando regresó a la habitación vio al policía sentado en el suelo, con las rodillas cercanas el pecho. Había pasado una mano por su pelo negro y desigual, agarrando varios mechones al final, y así se había quedado, mudo e inmovil, con la mirada perdida frente a él

Se agachó a su lado para ponerle el edredón por encima y le tomó entonces del mentón para que la mirara, cosa que realmente no sucedió, ya que sus ojos ámbar miraban a otro lado, remisos a encontrar los suyos oscuros. Aquello la desconcertó, y su mente empezó entonces a divagar, pensando qué podría pasarle, o qué es lo que le habrían hecho para estar tan extraño, tan diferente de su yo natural. Miró el fuerte golpe; ya no sangraba pero en conjunto no tenía buena pinta. Pensó en preguntarle cómo se lo había hecho, pero sabía que no le contaría nada a no ser que saliera de él el hacerlo. Después de tantos años había llegado a comprender la forma de actuar del hombre...

Sus ojos marrones se abrieron desmesuradamente debido a la sorpresa cuando de pronto Hajime la cojió por la cintura con sus fuertes brazos y la apretó contra sí, escondiendo el rostro en su pecho. La impresión fue tanta que incluso titubeó a la hora de devolverle el abrazo.

Ryoko frotó suavemente su espalda sin tener la menor idea de lo que estaba pasando, pero totalmente consciente de que algo muy malo tenía que suceder para que Fujita perdiera la compostura de esa manera "Si no me lo cuentas no podré ayudarte, Goro..."

"Joder... --gimió apretándose contra la mujer y mientras ella comenzaba a temer por la integridad de sus costillas-- No tengo remedio... Cómo es posible que sea tan jilipollas....?"

"Qué es lo que sucede? Vamos... Qué ha pasado?" Le preguntó suavemente, tanto que hasta ella misma se sorprendió. Entre sus dedos finos se colaron varios mechones de su pelo oscuro, y la sensación de tener su cuerpo contra el suyo despertó en ella miles de recuerdos que se apresuró a deshechar. No era el momento de fantasear...

Escuchó al policía respirar profundamente, seguramente para darse el coraje suficiente y contárselo todo de un tirón. Ella ya sabía que Aoshi --fuera quien fuera-- se había hecho amigo de Tokio, sabía que se llevaban muy bien. La ultima vez que estuvieron juntos le contó esa parte de la historia... Lo que no sabía era que se llevaran ASI de bien. No le hizo falta oír cómo se sentía él al respecto, era fácilmente imaginable... Escuchó atentamente lo que había pasado con Misao, lo que ella le había dicho. Cuando le contó lo que había visto por la ventana, desde el jardín la sangre pareció arderle en las venas.

Cómo se ha atrevido a hacernos... a hacerle eso....?! Después de todo lo que ha pasado así se lo paga.... Maldita sea... Será zorra...

Frotó sus manos contra él intentando... qué intentaba? No podía ayudarle de ninguna manera, no podía consolarle, no había palabras que pudiera decir para que se sintiera mejor... Lo único que podía hacer es estar allí, en su casa, abrazándole mientras sentía la rabia bullir en su interior

"Seguro que... puedes hablarlo con ella... Quizás es sólo que necesitaba compañía, nada más... Estoy convencida de que Tokio te quiere sólo a ti..." Murmuró lentamente, escogiendo cada palabra antes de decirla. No sabía si realmente era así, pero qué otra cosa podía decir? Tenía al menos que darle esa esperanza, por mucho que la doliera decir esas palabras

"Tú... tú no sabes lo que he hecho.... Cómo voy a volver... Con qué derecho...?" Terminó mordiendose el labio, avergonzado por la forma en que la había perseguido por la casa para matarla, cegado por el alcohol y los celos... Gracias a los dioses Aoshi no se lo había permitido... Shinomori... otra vez él... siempre él...

Ya era la segunda vez que algo así sucedía... Con qué cara iba a presentarse ante ella después de le juró sobre lo más sagrado que no volvería a beber para que nada así pudiera volver a suceder... Cierto que hoy al menos tenía un motivo... pero no! No podía justificar así el haberla perseguido para darla caza como a un conejo por mucho que ella.... por mucho que ella....

Ryoko suspiró ligeramente. Conocía la fiereza del policía, y ahora entendía por qué siempre le había declinado el sake. Debió ser todo un espectáculo... él persiguiéndola para matarla, los niños delante... Maravilloso... Pobres chicos... los niños no merecen ver semejantes barbaridades... Bastantes tuvimos que ver nosotros en la guerra ya...

"Vamos Goro... Mira, voy a hacerte un poco de té, voy a curarte eso y mañana pensaremos la solución a todo esto, te parece...?"

***********

Tokio estaba sentada en el futón con la mirada incesante y preocupada de sus niños sobre ella. Después de que Hajime se marchara, se había quedado junto al estanque, arrodillada, sin poder moverse, sin poder hablar, sin dejar de llorar... Aoshi había tenido que levantarla y llevarla hasta su cuarto, casi en volandas, para que volviera a la realidad, cosa que aún no había terminado de conseguir

Tsuyashi estaba sentado en una esquina de la habitación, con las piernas encojidas, los ojos rojos de llorar. No entendía nada pero sabía que todo iba muy mal y tenía mucho miedo de que acabara aún peor, de que fuera algo imposible de arreglar. Por su parte, el hermano mayor estaba junto a ella, arrodillado a su lado, con una de sus manos finas y frías entre las suyas, sin saber qué hacer, sin saber qué decir y sobre todo sin atreverse a preguntar qué es lo que había pasado. Tenía miedo, el mismo miedo que su hermanito.

Eiji había ido a la cocina a ayudar a Aoshi a hacer té, y lo traía entre las manos cuando Tokio dijo sus primeras palabras después de mucho tiempo "Lo... Lo siento..." Dijo en un susurro

El mayor dejó el cha frente a su madre adoptiva y la abrazó como ella tantas veces había hecho con él cuando estaba triste "No pasa nada Tokio..." le dijo el chico muy bajito esperando que así fuera, no sólo por ella, sino por los cinco que vivían en la casa...

La mujer tragó saliva y respiró profundamente mientras le devolvía el abrazo "Gracias niños... os quiero" Dijo con la voz un poco ronca. Tsutomu apretó su mano entre sus aún manitas como respuesta y sintió unas ganas horribles de echarse a llorar... Pero sabía que no podía hacerlo porque su papá nunca lo haría.... y se contuvo a duras penas

"Podéis dejarnos solos, por favor?" Les pidió un rato más tarde, cuando estuvo más compuesta, habiéndose tomado el té y todo

Su hijo mayor la miró con sus aún grandes ojos ámbar. Quería saber por qué su padre les había atacado a ella y a Aoshi, aunque en el fondo tenía la sensación de saber la respuesta. Una mano de Aoshi se colocó en su cabeza y le revolvió el pelo ligeramente

"A la cama, chicos. Yo cuidaré de ella..."

"Sí... Por qué no os vais a dormir... Estaré bien, de veras" Los dos muchachos miraron a su madre, luego entre ellos, algo recelosos, pero al final acabaron por acceder y Tokio quedó sola con Aoshi en la habitación.

El hombre se acercó hasta ella y se sentó a su lado con la cabeza gacha "Es culpa mía... Todo es culpa mía... Lo siento Tokio... Por mi culpa la gente siempre sufre... Déjame ir a buscarle, por favor. Le traeré, le explicaremos---"

"Le... le quiero, Aoshi.... le quiero más que a mi vida... "Gimió escondiendo el rostro en sus manos

"Ahh. Han'nya tiene razón, soy idiota....." Murmuró el hombre amargamente agitando la cabeza Yo me enamoré de tí... Creí que sentías algo que no era amistad... Por eso te besé... Me confundí... Qué idiota soy.... Ahh... Siempre pidiendo perdón... Dejaré algún día de equivocarme...? Por todos los dioses... de todas mis equivocaciones ésta es... la que más me duele.....

Aoshi se inclinó en una honda reverencia "Perdóname. Jamás quise... hacerte daño de ningún modo. Me has enseñado tantas cosas... no quiero perderte Tokio... Haré todo lo posible por arreglar todo esto, lo prometo"

Tokio apretó las manos contra su kimono "Yo soy la idiota que no quise ver lo evidente.... Me siento tan bien contigo, lo paso tan bien.... No... No puedo negar que me atraes pero... yo...." Un fuerte brazo la rodeó los hombros para darle apoyo, y ella escondió el rostro en su pecho y comenzó a sollozar en bajo, apretándose contra él. Aoshi apretó los ojos y la rodeó con sus brazos mientras escuchaba a Han'nya su incansable letanía... Idiota idiota idiota idiota......

***********

Una paloma con un mensaje atado en una pata se coló por la ventana del palomar de Aoiya y una vez dentro se sacudió y ahuecó su plumón para combatir el frío que había pasado en el viaje. Otras palomas piaron ligeramente, quizá dándole la bienvenida y preguntando dónde había estado tanto tiempo. Todas giraron sus cabezas al abrirse la puerta de la habitación, pero se tranquilizaron al ver que era el anciano quien entraba

Okina tomó a la paloma, que no hizo esfuerzos por soltarse ni se revolvió en su mano y le quitó el mensaje, dándola al momento algo de comer como premio por viajar a esas horas de la noche.

El mensaje de Aoshi era breve, escueto, muy en su línea. Decía que se tenia que quedar con Tokio aquella noche; que no vendría a dormir, vamos. El hombre suspiró ligeramente y dándose la vuelta le pasó la nota a Kenshin.

El samurai se sorprendió un poco de que supiera que estaba allí, pero claro, Okina era ante todo un ninja.... Tomó el papelito y lo leyó, y al momento frunció el ceño, pero prefirió no decir nada, guardárse sus pensamientos para sí

"Acuéstate Himura.... mañana será un día muy largo..." Le dijo el anciano sin mirarle y saliendo de la habitación

Kenshin agitó lentamente la cabeza y anduvo hasta su cuarto sigilosamente. En el silencio de la noche podía escuchar los sonoros ronquidos de Sanosuke. Misao le había convencido de quedarse en casa y jugar con ella a los dados, o a las cartas, o a lo que quisiera... La verdad es que llevaban todo el día juntos; desde que llegaron por la mañana no habían parado de hacer cosas... Sano estaba en buenas manos con Misao, y viceversa....

Entró en su habitación y se vistió en silencio, colocando su espada de filo invertido en la cintura. Desde la puerta miró en la penumbra la silueta de su mujer en el futón. Su mirada se suavizó mientras la contemplaba dormir. Era tan linda cuando dormía, tan... angelical...

"Piensas quedarte en la puerta como un pasmarote toda la noche, Kenshin?"

"Ororo? Estás... despierta...!" Susurró con sorpresa abriendo mucho sus grandes ojos malvas

"Claro que estoy despierta.... A dónde vas??" Le preguntó incorporándose un poco para verle mejor

"He oído un ruido. Voy a ver qué es. No te preocupes, no tardaré"

"Si no empiezas a hablar voy a gritar, Kenshin!" Siseó ella. El pelirrojo la miró con cara de susto, sabiéndola muy capaz de hacerlo. Por un momento se imaginó la situación; Kaoru gritando, todo Aoiya en pleno congregado en la habitación y su plan por los suelos.Tragó saliva riendo suavemente y se acercó a su esposa, sentándose a su lado.

Cuando terminó de contarle lo que se le había ocurrido pensó que quizás hubiera sido mejor dejarla gritar....

Kaoru tenía las manos en las caderas y le miraba con el ceño bastante fruncido, lo que no era nada favorable. De pronto una mano le agarró por una oreja y el samurai tuvo que hacer un gran esfuerzo por reprimir una exclamación "Ken-shin! No puedes imponer tus ideas a los demás de esa manera aunque tengas razón! Seguro que Aoshi y Tokio han tomado esa... esa decisión y aceptan las consecuencias, no tienes derecho a interferir de esa forma en sus vidas"

"Yo solo quiero lo mejor para todos..." Gimió cambiando de postura para que le doliera menos. Kaoru soltó su agarro y puso una mano sobre su cabezota pelirroja

"Déjalo estar Ken-chan... Ya son mayorcitos, y yo no quisiera que mi hijo se quedara sin padre por culpa de un ninja psicópata, en-ten-di-do??!!" Le tiró del pelo

"Sísisisisisisisi"

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El día amaneció claro pero con viento fresco en la ciudad de Kyoto. Como todos los días, Aoiya se despertó temprano, o al menos parte de Aoiya, ya que a Sano y a Yahiko no había quien les despertara hasta casi medio día....

"Vamos chicos, vamos! Hoy tendremos mucho trabajo!" Repetía Okina incesablemente mientras recorría las habitaciones de los ninjas

"Menos mal que los clientes no duermen en este ala, si no se habrían despertado ya todos, Okina!" Se quejó Shuro estirándose para quitarse la pereza. Kuro salió de la habitación de al lado dando ligeras cabezadas y una de las chicas tuvo que pellizcarle para evitar que chocara con una de las paredes

"Buenos dias Misao, qué tal has dormido?" Le preguntó Okkon mientas se alisaba el pelo con grandes cepilladas

"Espera que te ayude" Se ofreció su compañera al ver que la chica tenía, como todas las mañanas, problemas para tejer su larga trenza. Las hábiles manos de Omasu trenzaron su pelo negro en un visto y no visto, y pronto las tres estuvieron listas para ir a desayunar

"Has dormido bien, Himura?" Le preguntó Okina al samurai mientras preparaban el desayuno. Era costumbre en Aoiya que cada mañana se turnaran los cocineros del desayuno, de modo que todos sabían cuándo les tocaba madrugar un poco más y también lo que habría para desayunar al día siguiente

"Sí... --sonrió el hombre a su doble sentido y recordando las "caricias" de su mujer-- Y usted?"

"Oye Okina, dónde está Aoshi-san??" Preguntó Okkon asomando la cabeza por la puerta de la cocina

"No vino a dormir anoche... No te preocupes, está bien, mandó un mensaje" Se apersuró a decir. Desde que el ninja se fuera hacía ya 12 años, todos temían que un día al despertar se hubiera vuelto a marchar tan silenciosamente como entonces a pesar de que el mismo Aoshi lo había desmentido varias veces.

"Bien, hoy esperamos más clientes que de costumbre, así que ya sabéis que tenemos que trabajar duro" Comentó el mayor solemente durante el desayuno. Pronto los dos hombres le lanzaron pedazos de bola de arroz que comenzaron una batalla de comida

"Que ya lo sabemos Okina!"

"No seas pesado hombre! Ya nos lo has dicho mil veces!!"

Kenshin se esforzaba por esquivar los pedazos de comida mientras se hacía cruces mentales Siempre que venimos me pasa igual... No puedo creer que sean PEORES que nosotros!!!

"A qué hora pasarán Amakusa y los cristianos por aquí?" Preguntó el samurai agachando la cabeza cuando una servilleta hecha una bola surcó el espacio aéreo sobre él

"Cerca de medio día, creo" Le contestó Misao, la única que no estaba en la pelea de todos los ninjas. Al menos hasta que el samurai le lanzó un pedazo de tofu....

********

Por la fuerza de la costumbre, Aoshi se despertó pronto y al abrir los ojos recordó dónde estaba y que no tenía nada que hacer despierto a esas horas. Pero ya no se iba a dormir, así que decidió hacer algo productivo, al menos.

El ninja se vistió lentamente, se peinó un poco y salió al pasillo. A su alrededor todo era desorden, caos. Había cosas tiradas por el suelo, cortes de espada en las paredes y hasta alguna mancha de su propia sangre. Se llevó una mano a la cabeza, y tocó ligeramente la brecha, que había dejado de sangrar. Anduvo hasta el salón, donde faltaba una parte de la pared. Ahí habían peleado la noche anterior.... Le resultó extraño estar vivo aún. Saito podría haberle matado, pero en vez de eso le dejó inconsciente. Quizá tenía demasiada prisa por perseguir a Tokio como para ocuparse de mí...

Por el agujero de la pared entraba el fresco del nuevo día y decidió que prefería practicar katas fuera. Se colocaría en la parte de atrás del jardín, donde nadie pudiera verle. No tenía ganas de ser atracción de feria...

Recordó que en ese día era la procesión de cristianos por la ciudad, y pensó que quizás podrían ir. Quizá sería una buena manera de entretener un poco a la mujer....

Aoshi se colocó tras la casa y cerró los ojos. El viento revolvía su pelo y le mordía, pero pronto dejó de sentirlo. Cuando el ninja se dedicaba a sus cosas, nada más podía entretenerle. Suave, lentamente, comenzó a moverse, a ser uno con el resto del mundo. Sus percepciones de las cosas fueron cambiando lentamente, notando todos los movimientos a su alrededor, los susurros de las plantas, el volar de los insectos, el ondular del agua del estanque.... Él era todas y cada una de las cosas que le rodeaban, y eso le producía una sensación de paz y tranquilidad tremendas mientras casi a cámara lenta ejecutaba una cuasi danza.

Se dio perfecta cuenta de que había alguien en el tejado, alquien que no conocía, y también sintió el volar de un objeto dirigido a él. Era un cuchillo. Un cuchillo ninja. Sin hacer ningún movimiento brusco Aoshi esquivó la daga, que fue a clavarse en la cerca detrás de él.

La turbación de la persona fue patente para él. Seguro que no esperaba que fuera tan bueno, porque se le quedó un rato mirando desde el tejado. El ninja sonrió para sí, casi imaginando el rostro sorprendido de su visitante. Por la forma de moverse tenía la sensación de que era una mujer... Y no parecía tener malas intenciones después de todo, o ya le habría atacado.

Siguió haciendo sus katas, y un rato más tarde la intrusa se marchó; seguramente ya había visto demasiado. Aoshi aún practicó sus ejercicios por largo tiempo más hasta que decidió ponerles punto y final. Cuando abrió los ojos habían pasado ya casi dos horas, y el tiempo se había caldeado un poco. Suspiró levemente, estaba sudando a pesar del frescor de la mañana.

Se dio la vuelta para cojer el cuchillo, que era ninja tal y como había reconocido y vio que traía una nota clavada. Arqueó la cejas al leerla "Eres una zorra"

El ninja volvió a mirar la nota en sus manos y la examinó con más cuidado, igual que el cuchillo, pero no había pistas de su dueña. Quién sería ella? Esa nota iba dirigida sin duda a Tokio.... De parte de quién? Por qué razón? Agitó la cabeza. No entendía nada

Una voz le llamó desde la casa "Ao.... vienes a desayunar...?" Preguntó la mujer asomando la cabeza por una de las ventanas. Se notaba en su rostro que había dormido poco. Y eso que él mismo se quedó con ella hasta que le venció el sueño, cansada de llorar. Suspiró quédamente. Cada hora que pasaba, había más y más problemas rondando por su mente. Si aquello no terminaba pronto se volvería loco de remate. Eso o se haría monje zen lejos, muy lejos de Kyoto...

Se guardó la nota sin que la mujer la viera y fingió que el cuchillo era suyo cuando entró en la casa..

"Por qué no vamos a ver la procesión?" Preguntó el ninja una vez estuvieron desayunando cuencos de arroz. Los chicos aún no se levantaban; como era fiesta Tokio les había dejado dormir más. De cualquier forma, aunque no hubiera sido, los niños no hubieran ido a la escuela aquél día....

"Ao, no creo que..."

"Shhh. Necesitas distraerte un poco. Y los chicos también --Y yo, qué diablos-- Además, si algo me has contado de Saito es que trabaja siempre. Siempre. Le encontraremos, seguro que sí, y entonces le explicaremos todo, de acuerdo? Y si no le dejaré un mensaje en comisaría" Terminó resuelto a animar a su amiga. Alguien llamó entonces a la puerta, y la mujer no tuvo oportunidad de contestar al ninja porque se marchó a abrir

Cho arqueó las cejas al ver a Aoshi, y por un momento se preguntó si se habría equivocado de casa, pero no, se sabía el camino de memoria "Shinomori... qué haces aquí?? No, mejor no me contestes, no quiero saberlo. Está el jefe en casa?" Preguntó por fin, poniendo de manifiesto el por qué de su visita

"Saito está en Kobe, si no recuerdo mal --o ahí debería de estar... Cómo es que volvió tan pronto...? Quizá Cho lo sepa... -- O me equivoco?"

"Sí te equivocas, sí. Recibimos una comunicación suya desde Kobe que volvía porque... ahh eso a ti no te interesa, son cosas de la policía. El caso es que debería estar aquí, pero ya veo que estás tú mmmmm..... --se llevó la mano a la barbilla, pensativo, y una sonrisa tan extravagante como él se pintó en sus labios-- Comprendo. En caso de que le vieras dile que vaya a comisaría. Chao" Levantó una mano a modo de saludo mientras se alejaba por el jardín.

Aoshi cerró la puerta casi lentamente, cavilando. De modo que Saito había regresado antes de lo previsto por algún motivo que parecía ser secreto, o Cho se lo hubiera dicho. Y la pregunta del millón que rondaba su mente era... Cómo sabía tantas cosas Saito la noche anterior... si cuando se fue no sabía nada?? Arqueó las cejas "Misao!"

"Qué pasa Ao...? Quién ha venido? Por qué tienes esa expresión?" Le preguntó Tokio, que se había acercado hasta allí al ver que su amigo tardaba

"Misao... Ella debió contarle algo sobre nosotros a Saito cuando se encontraron en Kobe!" Demonios Misao.... eso casi nos cuesta la vida!! Pensó agitando la cabeza consternado

"Él me dijo que nos vio... por la ventana..."

"Tiene sentido... Si Misao le había dicho algo evidentemente no iba a entrar por la puerta principal... Seguramente fue por el jardín para comprobar si lo que habían hablado era cierto.... joder...."

"Deberías hablar con ella y contarle todo lo que ha pasado... Quizás tenga alguna idea de dónde encontrarle..." Comentó Tokio, pero Aoshi no estaba escuchando. Estaba pensando en el cuchillo ninja. Sería de Misao, tal vez?? No. No podía ser de ella. No era Misao la del tejado aquella mañana. Decidió contarle todo lo sucedido a Tokio por si ella sabía algo

"Yo no conozco a más ninjas que a vosotros....! No tengo idea de quién puede ser... --Agitó ella la cabeza-- Dioses, por qué todo se complica tanto....?" Suspiró

"Vámonos a la procesión. Lo necesitamos, y de camino pararemos en Aoiya por si saben ellos algo. Y ya que estoy hablaré con Misao..."

--0ooo0--

Aquella mañana era un día de fiesta para todo Kyoto; así lo decretó el Emperador. Hacía meses que estaba planeada la vuelta de los cristianos al país, y por fin el momento había llegado. Una numerosa dotación de policías se encontraba vagando ya por las calles, registrando todo lo sospechoso que pudiera haber por donde pasaría la procesión, que no era poco trecho. Iban pequeñas cuadrillas de no más de cinco hombres patrullando que hubiera órden por doquier.

La gente de la ciudad no era especialmente conversa; de hecho eran unos pocos sólamente los que profesaban la fe cristiana, pero no dudaban en salir a la calle a verles pasar. Aquello era una fiesta, y tenía pinta de ser entretenida y colorida, por no decir extravagante y novedosa. Jamás algo así había acontecido en Japón, y la gente lo había esperado con expectación. De hecho, gente de otras poblaciones se había trasladado a la otrora capital imperial para verlo. Y es que Amakusa Shougo, tras la derogación del exilio había sido retratado por los periódicos casi como un héroe. Y quién no quiere ver a un héroe...?

El cambio de parecer del Emperador al respecto del caso del Hijo de Dios había sido todo un motivo de revuelo para el Gobierno japonés, cuyos ministros no acababan de entender el por qué. Meiji había considerado su caso con detenimiento, parándose a pensar y leyendo cuidadosamente los textos de la policía. Amakusa había estado equivocado, había perdido el norte respecto a lo que un samurai debería representar, y por eso fue enviado al exilio con sus seguidores, que profesaban una fe no aceptada por el Gobierno. Bien. Eso estaba cambiando. Cuanto más se occidentalizaba el país, menos extraño se hacía ver a un japonés hablando de relegión, y no precisamente del Budismo. Además de que, desde que se abriera el país al exterior y de nuevo se dejara entrar a predicadores la gente había aprendido de nuevo a convivir con otras confesiones.

Una poderosa razón que vio el joven Emperador fue que los exiliados habrían aprendido mucho en Europa, y que sería beneficioso tenerlos de nuevo en Japón para que pudieran transmitir sus nuevos conocimientos. Éste fue, realmente el motivo por el que los ministros aceptaron de buen grado que volvieran. Eran liberales, de acuerdo, pero se habían forjado en la época de Tokugawa, y por ello eran reticentes a los cambios enormes que de vez en cuando planteaba su Alteza Imperial.

Esto es lo que había sacado en claro Kenshin después de leer el texto de la derogación, y así se lo había explicado a Misao, Kaoru y las ninjas mientras cocinaban.

"Pues para mí no es ningún héroe ese Amakusa" Frunció el ceño Misao apoyándose en una pared. No podía evitar recordar lo que le hiciera, y Okkon y Omasu estaban de acuerdo

"Bueno... Creo que hay que darle a todo el mundo una segunda oportunidad... Amakusa Shougo no es mal tipo, después de todo..." Comentó Kaoru pasándole a Kenshin un cestito con verduras. Ya que no cocinaba les ayudaba en otras cosas allá en la cocina...

El pelirrojo sonrió mientras cortaba las verduras "Tengo ganas de verle, de saber qué ha sido de su vida en Holanda. Por curiosidad, nada más..."

"Supongo que no nos costará nada ir hasta allá a ver a ese tipo... --gruñó un poco la okashira-- Será mejor que despierte a Sano. Con lo que tarda en arreglarse estará listo de aquí a que nos vayamos" Bromeó disponiéndose a marcharse, pero Kaoru la tomó por un hombro

"No creo que Sano quiera venir, Misao-dono..." La joven miró a su amigo pelirrojo, que seguía en sus labores con aspecto absorto, sonriendo lentamente, con tristeza, y luego miró a sus amigas, que no entendían nada tampoco

"Qué pasa?" Preguntó entonces, extrañada. Kaoru entonces les contó la historia de Amakusa Sayo, su muerte... y el amor que le profesaba Sanosuke.

Las ninjas abieron la boca ante semejante noticia. Misao no podía creerlo... Yo que siempre me ando quejando... y Sano tiene peor suerte que yo... Bajó los ojos, sintiéndose la mujer más miserable del Japón "No... no sabía nada..."

La esposa del pelirrojo la rodeó por los hombros con uno de sus brazos "Ya sabes que Sano no es muy dado a contar su vida, Misao... Pero es un chico fuerte, y con todos nosotros para apoyarle estará bien" Sonrió ligeramente para animarla

Yahiko entró en la cocina como una tromba y ni siquiera reparó en las dos mujeres "Quiero cuatro menús del día, dos estofados, tres de pescado, dos tazas de cha, y un pastel de judías vamos vamos!" Exclamó con grandes aspavientos


++++++++++**********++++++++++

Por fin llegó el gran momento. El mediodía. La procesión por fin pisaría Kyoto. Amakusa Shougo andaba de acá para allá, arreglando pequeños detalles de última hora, colocando a sus fieles seguidores, dándoles las instrucciones de última hora. No estaba nervioso, tan sólo... intranquilo, pero hacía lo que podía para disimularlo. Si él reflejaba serenidad, los suyos estarían tranquilos. Suspiró y se obligó a relajarse.

Un joven oficial de policía se presentó ante él para darle la noticia de que ya podían comenzar a avanzar. El cristiano asintió e hizo una seña a los demás. Todos, como uno sólo, comenzaron a moverse. A la cabeza, junto a Amakusa iban dos chiquillas, una llevando una imagen de Cristo y la otra de la Virgen, e iban muy serias, conscientes de su gran papel. Shougo sonrió suavemente al mirarlas y no pudo sino recordar cuánto le hubiera gustado a su hermana estar allí junto a él llevando la cruz. A pesar de que aún le resultaba triste pensar en Sayo, el samurai se consolaba sabiendo que desde el Cielo les acompañaba a todas partes, velando por ellos incluso en los momentos más difíciles.

La comitiva pues, dejó el edificio donde había estado reunida desde que llegó, y con paso solemne comenzaron a desfilar por las calles de la ciudad, abarrotadas de gente. Iban todos en silencio, la vista al frente, sin esconderse aunque sin arrogancia en su mirar. Los ciudadanos les miraron con curiosidad, sobre todo al lider, que parecía desprender benevolencia a su paso. Alguien comenzó a aplaudir, y otros vitorearon. Alguna mujer echó flores sobre ellos. Era maravilloso cómo el Gobierno podía encargarse de dar un buen recibimiento pagando a la gente por anticipado....

Llegada una bifurcación de la calle por la que iban, aún sin entrar en el centro de la ciudad, varios cristianos sacaron de debajo de las capas que llevaban ciertos instrumentos de viento y comenzaron a tocarlos. Sonarían mejor o peor, pero para el pueblo de Kyoto, que no había contemplado esos instrumentos jamás, tocaban de maravilla. Era una pieza lenta, agónica, angustiante, algo que nunca se había escuchado antes en la ciudad. Un tambor, que hacía de acompañamiento para los instrumentos, marcaba también el paso de la comitiva.

Todo aquello que habían aprendido en Europa, Amakusa lo estaba poniendo en práctica. Quería impresionar a sus hermanos japoneses, que se interesaran en la fe que predicaba. Y vaya si lo estaba consiguiendo. A su alrededor la gente le seguía curiosa, y ya no vitoreaban tan sólo los que habían sido pagados para ello. Algunos niños se escaparon de las faldas de sus madres y fueron a verles en primera fila, casi himnotizados por la música.

La gente comenzó a salir en masa a los balcones, a las puertas de sus casas, de sus negocios. Nadie quería perderse el espectáculo que anunciaban los músicos. Los únicos que se mantenían firmes en sus puestos, ajeno a todo lo que sucedía, eran los policías. O al menos así le pareció a Ryoko desde el balcón de su casa. Como otros tantos, contemplaba la procesión con curiosidad, pero de ahí no pasaba su interés. Si no estaba haciendo otra cosa era porque no tenía nada mejor que hacer. La ninja no creía en nada, ni siquiera en Budha. Sólo creía en el Destino, forjado por sus actos y por los de los demás. Para ella, que un supuesto dios dirigiera su vida no tenía ningún sentido. Cuando ella los necesitó, dónde estaban los buenos dioses para ayudarla...?

Sonrió algo divertida al ver que ni el clamor popular había sido capaz de despertar a Saito. Seguramente ni aunque estallara una bomba debajo de su casa lo haría. Quizás me pasé un poco con la adormidera en el té... Bueno, de cualquier forma dormir nunca le ha hecho daño a nadie.... Pensó devolviendo su atención a los cristianos, que ya comenazaban a perderse en la lejanía. Tras ellos una cantidad considerable de ciudadanos de Kyoto caminaba, hablando, riendo, cantando, o quizás en silencio. Pero les seguían....

Entraron por fin en el área central de la ciudad, el caso más antiguo, calles y plazas que habían conocido la sangre de sus habitantes como ningunas otras. Había realmente expectación cuando entraron en la plaza cercana al Castillo de Kyoto. Tokio conocía bien aquella plaza; hacía bastantes años tuvo que pelear por su vida allí con Hajime... Aoshi puso una mano sobre su hombro y la apretó ligeramente. Agarrado de su otra mano iba Tsuyashi, que tenía miedo del gentío y de la música que a él le resultaba espantosa y amenazante, cosa que el ninja compartía plenamente. Eiji y Tsutomu se habían acercado más a la primera fila para poder ver algo entre la gente, ya que aún no eran suficientemente altos como para ver entre las cabezas. La música también les infundía cierto resquemor, pero era mayor la excitación y la curiosidad que sentían por aquél tipo que subía calle arriba envuelto en una capa. A pesar de su corta edad y su inexperiencia en la lucha sentían que era más de lo que aparentaba ser....

De pronto un tipo algo andrajoso, un exaltado, comenzó a empujar a la gente hasta que llegó hasta el pasillo creado para que pasaran los cristianos y comenzó a alborotar, a gritar, a patalear. Tres o cuatro policías de los que estaban vigilando la zona pronto se lanzaron sobre él para reducirle. En cuanto le pusieron las manos encima se dieron cuenta de que llevaba algo debajo del gi... Desgraciadamente para ellos y para mucha gente más, no fueron capaces de darse cuenta a tiempo de lo que acontecía. El suicida encendió una mecha que conectaba con las bombas que llevaba pegadas al cuerpo y estalló.

La explosión, que al principio podía pensarse como un hecho aislado de un desequilibrado, no fue sino la señal que el ejército de terroristas de Koujo tenía pactada. Por todo el camino que había recorrido la procesión y por muchas más calles, sobre todo las abarrotadas de gente, comenzaron a estallar artefactos, que no personas. Al escuchar la explosión inicial, los terroristas, que estaban mezclados con la gente, se habían colocado en sus puestos y comenzaron a explosionar los artefactos que habían ido colocando desde el momento en que entraron en la ciudad, escapando antes de que la onda expansiva pudiera hacerles daño

La histeria colectiva se adueñó de la ciudad. La gente corría aterrorizada, gritando. Todo eran empujones, codazos, sangre, muerte, desolación, casas que se hundían total o parcialmente sobre sus habitantes, edificios que comenzaban a arder en puntos estratégicos de la ciudad para que el incendio se propagase. En unos momentos, el ambiente festivo que ofrecía la procesión se llenó de gritos de horror, de muerte. Un fuerte olor a humo y a polvo, mezclado con sangre comenzó a inundar la ciudad

Los policías, los que habían sobrevivido a las explosiones, hacían lo que podían por ayudar a los que lo necesitaban, si bien la propia gente se rebullía y los atacaba si intentaban detener su alocada carrera. Envueltos en el caos, irreconocibles, los terroristas aprovechaban para acabar con quien no les dejaba el camino libre. Querían acabar con cuantos policías pudieran para que la resistencia de Kyoto fuera mínima.

En la recta final del lugar por donde habría de haber pasado la procesión, el Primer Ministro y Yamagata-san eran detenidos por un grupo de hombres bien armados que no tuvieron muchas dificultades en reducir a su escolta. El general miraba a su alrededor horrorizado, pensando cómo podían haber dejado que algo así sucediera en la ciudad teniendo los medios para evitarlo....

En medio de todo el escándalo y el alboroto, Aoshi se las había arreglado para mantener a Tokio y a Tsuyashi junto a él, pero no había podido hacer nada porque los otros niños no se dispersaran. Tosiendo por el humo y la polvareda intentaba encontrarles con la mirada, ya que por mucho que gritara los pequeños no le oirían. La mujer apretaba a su hijo menor contra sí mientras hacía un esfuerzo por mantener el control. De nada serviría sumarse al caos masivo, mientras que conservando la calma al menos podrían intentar encontrar a sus hijos.... Dioses cuidad de ellos que no les pase nada Gimió intentando apartarse lo más posible de la gente que corría como loca. Varias de las casas de la calle estaban derruídas y otras tantas se habían incendiado, poniendo en gran pelígro a la gente que se quedara allí. El olor a sangre la daba naúseas como hacía muchos años, peor aún cuando se juntaba con el de la carne socarrada de aquellos que no habian podido escapar del fuego. Alguien la cojió del brazo bruscamente, y a punto estuvo de atacarle cuando se dio cuenta de que era el ninja, que la gritaba que se diera prisa. La mujer le miró, y a voz en grito le preguntó por los niños, pero su amigo agitó la cabeza. No había conseguido encontrarles....

Miró hacia otro lado, intentando desesperadamente verles agazapados en algún rincón. A ellos no les vio, pero sí lo que preocupaba a Aoshi; toda una columna de terrorsitas bien armados luchaba a muerte contra Amakusa y algunos de sus compañeros que se habían quedado a ayudarle en un arrebato de valor. El cristiano, después de vencer a alguno de los terroristas había tomado su katana y con ella daba rienda suelta al estilo Hiten Mitsorugi con envidiable eficacia.

Aoshi pensó que debía ir en su ayuda, pero también se dio cuenta de que era un suicidio y de que la vida de Tokio y del pequeño dependían de él. Por eso cogió a la mujer del brazo para echar a correr con ella, intentando alejarse lo más posible de los incendios y de la muerte. Aunque eso, tal como estaban las cosas en la ciudad, era misión imposible...

*****

La primera explosión hizo que Ryoko se pusiera en guardia, pero cuando la traca que la siguió se oyó bajo ella, en su propia calle, en su propia casa, salió corriendo del balcón hacia el interior. Tal y como había dicho antes en son de guasa, su invitado parecía empezar a desperezarse. La ninja se arrodilló a su lado y comenzó a agitarle "Goro, Goro despierta joder vamos!!" Le gritó, y la técnica de golpearle con fuerza pareció surtir mejor efecto que los empujones

Saito se despertó, o se medio despertó y se sentó el futón. La ninja estaba gritándole cosas como si estuviera poseída y había un olor extraño llenándolo todo. Un olor extraño hoy por hoy en Kyoto. Esa sensación le hizo despabilarse un poco, y entonces se dio cuenta de que oía a la gente gritar en la calle, que lo que olía no era sino sangre y humo. Fue a preguntarle qué demonios estaba pasando allí cuando se dio cuenta de que no estaba en la habitación; había ido a cojer su uniforme, que le echó a la cabeza segundos después

"Vamos!! No te quedes ahí como un pasmarote, Goro! No te das cuenta de lo que está pasando?? Los terroristas!!!" Exclamó corriendo por todo el edificio, saliendo al balcón incluso para hacerse a la idea de los daños.

Terroristas.... Repitió, y le hicieron falta varios segundos para darse cuenta de lo que estaba pasando Joder... JODER! Comenzó a vestirse rápidamente, poniéndose la camiseta, la camisa, el pantalón... Frunció el ceño. Seguramente Ryoko le habría echado algo para dormir la noche anterior --eso explicaría su estado-- y mientras dormía le había desnudado... Agitó lentamente la cabeza --que aún le dolía-- y se apresuró. Había cosas mucho más importantes en qué pensar que en eso....

"Vamos, tenemos que ver qué es lo que ha pasado" Dijo por fin mientras ajustaba la espada a su cinturón. La ninja le cojió de un brazo, impaciente, y le sacó fuera del edificio de una vez

"Esto ha pasado. ESTO --señaló el humo, el fuego, los cadáveres a su alrededor-- Oh demonios. El General y el Primer Ministro estaban en la procesión. Quizás..." No hizo falta que terminara la frase, ya que al momento ambos agentes se habían echado a correr. Estaba claro que si la gente de Koujo había sido capaz de montar aquél desastre en la ciudad también habría reducido a la guardia personal de ambas figuras. Y si estaban en sus manos cualquiera sabe lo que podrían pedir por ellos....

Y por qué demonios no aumentaron la seguridad sabiendo lo que podía pasar?! Les avisé... les dije cuantos eran, tanto unos como otros... pero no han hecho NADA por impedir esta masacre.... Mierda... Malditos sean todos Iba pensando el policía mientras corrían. Escucharon gente gritar en agonía al ser... asesinados? Rápidamente cambiaron el curso de sus pasos y se escondieron tras una casa. Alguien venía. Y ese álguien sonaba como un maldito ejército. Pronto toda una veintena de terroristas se dejó ver por la calle a través del humo. Iban bien armados con rifles y espadas, y parecían saber usarlas bastante bien por la forma en que asesinaban a todos los que no se apartaban de su camino...

La pareja se mantuvo oculta, quieta, casi sin respirar hasta que el peligro hubo pasado. Si se hubieran lanzado al ataque lo más posible es que cuatro o cinco tropas como aquellas hubieran ido en ayuda de sus compañeros caídos.... Y desde luego ellos dos contra quinientos no era una proporción aceptable. Cuando al fin estuvieron seguros se lanzaron de nuevo a la carrera. Esperaban llegar a tiempo para liberar a los dos mandatarios y ponerles a buen recaudo hasta que todo aquello acabara.

Al llegar a la plaza en la que desembocaba la calle en que Ryoko vivía escucharon ruido de espadas al entrechocar. Su sorpresa fue grande cuando vieron al cristiano aún guerreando contra sus cada vez más numerosos enemigos. El samurai estaba herido en bastantes sitios, pero en peores condiciones quedaban sus enemigos cuando terminaba con ellos....

"Es... es un maestro con la espada..." Murmuró la ninja, que no conocía esa faceta del Hijo de Dios

"Sí que lo es, pero no tenemos tiempo para quedarnos a ver cómo le matan" Le respondió Saito con una frialdad que incluso la hizo dar un respingo. Esta vez fue su turno de ser agarrada del brazo y de salir corriendo, ya que el policía no estaba por la labor de perder el valioso tiempo que tenían. El hombre desenfundó su espada para abrirse paso y ella preparó su lanza para el ataque

Aoshi iba a echar a correr cuando vio que alguien irrumpía en las líneas enemigas con fuerza. Saito descargaba la nihontou en el cuerpo de los enemigos con su fiereza y brutalidad características y su compañera no podía decirse que fuera fina rajando con el filo de su larga arma. El ninja se dio cuenta entonces de que ella era la misma que aquella mañana le había estado observando, y su mente se llenó de preguntas al respectó. Giró la cabeza y vio que Tokio se había quedado estupefacta contemplando el espectáculo, apretando a su hijo contra sus piernas para que no pudiera ver más horror del que ya había visto

Ryoko habría querido ayudar al espadachín que con tanta fiereza estaba peleando, pero su misión era mucho más importante que esa, pensó golpeando a un andrajoso con la parte roma de su arma y lanzándole lejos de ella. Uno intentaba sin éxito desatascar un rifle y aprovechó el momento para traspasarle con la punta el pecho. De un tirón liberó su arma; hacía tanto tiempo que no peleaba...

Corrección. Hacía mucho tiempo que no tenía que pelear por su vida, y encontraba la sensación fascinante, excitante, maravillosa. Con un golpe bien dado le partió la mandíbula a uno de sus atacantes y echó a correr de nuevo calle arriba, lugar al que ya había llegado Saito. El hombre se batía con un soldado a golpes de espada, pero pronto le cortó la cabeza en un revés. Miró hacia delante con intención de ver si al fin tenía el camino medianamente despejado

Y lo que vio fueron unos ojos verdes mirándole

De no ser porque la ninja llegó a tiempo para interponer su lanza entre una nihontou y su cuerpo, posiblemente habría muerto. Ryoko le agarró por la solapa del uniforme y le agitó para sacarle del trance en el que parecía sumido "Qué diablos te pasa?? Es que quieres que te matén?? Vámonos!!" Le tomó de un brazo y de un tirón le obligó a seguirle a la carrera.

Aoshi aún no daba crédito a lo que veía. Tampoco Tokio lo hacía. El par pasó corriendo velozmente a su lado, tan cerca que de alargar el brazo se habrían tocado. El ninja pudo, por unos segundos, ver sus ojos, sus rostros. Ryoko, manchada de sangre, corría con expresión fiera, con fuego en sus ojos oscuros. De Saito sólo podría decir que miraba al suelo....

Los ojos ámbar se elevaron entonces para mirarle y un fuerte puñetazo conectó con su mandíbula, tirándole al suelo. Ryoko volvió la vista atrás a ver qué había pasado

"Goro pero qué..." Pronto cayó en la cuenta, --al fijarse en Aoshi que antes le había pasado desapercibido-- que aquél hombre era el ninja que había visto aquella mañana y lo vio todo claro. La que estaba a su lado tenía que ser Tokio.

La ninja apretó la carrera para poder seguir la velocidad del policía, que ahora corría como un maldito demonio Tienes toda la razón... ahora no tenemos tiempo para pensar en esto....

Siguiente parte.....>



Freetalk: Bueno pues.... ya se ha armado! Diox! Qué espanto! Qué horror! Caos, Destrucción, Muerte... todo y más en los próximos capítulos ^O^ Que cómo haré para arreglar todo éste entuerto?? Mmmmm no lo sé ni yo jejejeje ^^U