Say It Isn't So....

...esta tierra era tan serena cuando me querías...



Al empezar todo el estruendo en la ciudad, la gente de las casas adyacentes se fueron a refugiar en Aoiya, sabíendose protegidos por sus amigos Oniwabanshuu. En cuanto escucharon las explosiones, Sanosuke, Kenshin, Yahiko y los cinco ninjas habían saltado a la calle a ver qué sucedía. Al ver las columnas de humo y polvo y escuchar los alaridos de la gente sus corazones se encogieron de horror, pero poco les duró aquél estado. Pronto tuvieron que empezar a luchar contra una columna de terroristas que bajaban para imponer caos en aquella parte de la ciudad. Sano se lanzó a por ellos casi con júbilo dispuesto a descubrir qué demonios estaba pasando allí mientras que a su alrededor Misao y sus compañeros hacían también lo propio para proteger su local.

Kenshin miraba horrorizado a su alrededor, recordando otros tiempos al ver tanta sangre, tanto dolor. Se preguntó también qué era lo que podía estar sucediendo, por qué aquellas personas atacaban, por qué mataban a las gentes de Kyoto. Estaba junto a Yahiko, en la puerta de Aoiya, sin luchar. Su sakabatou estaba en casa, guardada... No pensaba que tendría que volver a usarla, menos aún en un viaje de placer....

El pelirrojo miró a Sano golpear a sus enemigos casi con pasión; a su compañero le encantaban las peleas, sobre todo contra gente de esa clase, pero eran demasiados para que entre los seis pudieran vencer y salir ilesos. Una vez más tenía que pelear....

Anduvo hasta el cuerpo de uno de los terroristas y le quitó de las manos su katana. La sensación de estar viviendo en el Bakumatsu fue aún mayor al empuñarla. Lucharía con ella para proteger a sus amigos, pero dándole la vuelta al filo. Con la espada así no podría ejecutar grandes técnicas del Hiten Mitsurugi, pero no le haría falta contra aquellos infelices...

Yahiko, viendo que era el único que no estaba haciendo nada le pidió a gritos al anciano que le lanzara algo con lo que pelear

"Quizá todo esto sea por Amakusa!!" Exclamó Okina cuando se asomó para lanzarle un bokken al chico. A su lado aguardaba Kaoru. La kendoka habría querido salir a pelear al lado de sus amigos, pero por nada del mundo haría algo que pusiera en peligro la vida de su hijo. Miró a su compañero colocarse junto a ella. Podía leer en su rostro la frustración que le producía no poder estar allí abajo combatiendo codo con codo con los suyos....

Dónde estará ese muchacho cuando más le necesitamos?? Pensó el mayor refiriéndose a Aoshi Si estuviera aquí todo sería mucho más sencillo.....

Ámbos Kenshin y Sanosuke se miraron y asintieron. Irían a buscar al samurai cristiano. Si Okina tenía razón, su amigo podía estar en grave peligro...

"Yahiko ven con nosotros!" Le dijo el samurai al crío mientras echaba a correr calle abajo, recordando mentalmente las calles por donde pasaría la procesión

Yahiko aún no se lo podía creer, pero cuando Sano le atrapó por el gi y se lo echó a la espalda para seguir a su amigo se sintió el chico más afortunado del mundo. Por fin podría ayudar al hombre al que más admiraba en el mundo en sus combates! Por fin le veía lo suficientemente mayor! Por fin le reconocía su fuerza! No podía sentirse más lleno de orgullo que entonces

Pero los pensamientos de su amigo no eran ni con mucho tan jubilosos Por qué no puede haber paz en esta ciudad? O soy yo quiewn conjura a los desastres....? No quiero pelear... estoy cansado de jugar a ser samurai. Sólo quiero vivir en paz con Kaoru, con nuestro hijo... más que nunca deseo vivir, pero no puedo cruzarme de brazos ante este horror....

"Kenshin qué crees que está pasando?" Le preguntó Sanosuke corriendo a su lado

"No lo sé, Sano... pero nada bueno, desde luego"

En su atravesar de calles se detuvieron varias veces para ayudar a ciudadanos que realmente necesitaban ayuda por estar atrapados bajo escombros, o quizá en un incendio. A pesar de la urgencia que llevaban, no podían dejar morir a esas pobres personas pudiendo hacer algo por impedirlo...

Pronto comenzaron a escuchar jaleo cerca de ellos y pensaron que estaban por fin cerca de Amakusa. Y así era. Al doblar una esquina vieron el panorama; la plaza estaba llena de cadáveres de soldados, de policías, de viandantes. La mitad de las casas estaban derruidas, y sobre los escombros el cristiano estaba siendo reducido por una decena de terroristas. Shougo había luchado valientemente, sin desfallecer, pero su lucha era imposible de ganar. Sabía que tarde o temprano perdería, pero no pensaba, ni por un momento, en rendirse. Después de todo lo que habían luchado él y sus compañeros, no iba a dejarse matar tan facilmente por una gentuza...

Uno de los terroristas, aprovechando que algunos de sus compañeros le tenían sujeto por los brazos, descargó la culata de su rifle contra su cabeza, lo que hizo que cayera de rodillas. Otro de ellos le quitó de malas maneras la capa y la tiró a un lado, mofándose de él, insultándole aprovechando que estaba en desventaja. Shougo lo aguantó todo sin decir una sola palabra.

"Cómo es posible que este tipo haya podido darnos tanto trabajo? Maldito sea mil veces!" Perjuró uno de ellos golpeándole repetidamente

"Porque es mejor que todos vosotros juntos, basura!" Exclamó Sanosuke saltando sobre ellos como una tromba de patadas y puñetazos. El cristiano levantó la cabeza, sorprendido por escuchar una voz tan familiar, y tragó aire al ver al luchador callejero encargarse de sus captores Sa...Sanosuke.... Qué está haciendo...?? Himura...!! Pensó al ver al samurai ejecutar el Dragon de Tierra y derribar a varios de los enemigos

"Amakusa! Puedes levantarte?!" Exclamó Kenshin a distancia, mientras se defendía de los golpes de uno de ellos

El kendoka tomó su espada del suelo y se apoyó en ella para levantarse, apretando los dientes. Tenía una herida de bala en una de sus piernas, y le fallaba bastante al andar. Por culpa de eso le redujeron los terroristas.... Sanosuke se llegó a su lado y dejó que se apoyara en su hombro para poder salir de allí. En esos momentos todos los enemigos estaban en el suelo, pero no podían arriesgarse a quedarse allí y averiguar cuántos eran

Por una de las desembocaduras de la plaza llegaron varios enemigos de las zonas cercanas. El pelirrojo se giró para parar un estoque y aprovechó para otear la situación. La mayoría de los terroristas que habían llegado portaban rifles, Sano ayudaba a Amakusa a escapar y Yahiko... Yahiko??

Miró a su alrededor ansioso y, aunque intentaba no imaginar lo peor comprobaba todos los cuerpos que yacían en el suelo. No había ni rastro del chico. Oh Dioses dónde está?? Por qué tuve que traerle? Es sólo un crío! Nunca me perdonaré si le ha pasado algo... Pensaba el samurai mientras corría de un lado a otro esquivando las balas de los rifles y sin cejar la búsqueda

"Sanosuke!! Dónde está Yahiko?!!" Le gritó a su amigo, que estaba teniendo problemas en esquivar los disparos al tener al cristiano como lastre

El famoso Chikenhead le buscó también entonces con la mirada, y al no encontrarle se encogió de hombros. Cuando llegaron a la plaza le había dejado en el suelo, y si bien es cierto que se preocupó de vigilar que no tuviera problemas llegó un momento en que le perdió de vista. Preocupado, miró a Kenshin. Tenían que marcharse de allí antes de que estuvieran en serios problemas, pero desde luego no se irían sin Yahiko

"Ve a buscar a tu amigo, vamos! --le urgió Amakusa soltándose-- No te preocupes por mí, me defenderé... Además tengo que comprobar si mis camaradas están... muertos..." Esto último apenas sí lo dijo en voz alta. Sano le miró durante unos segundos, golpeó en la cara a un terrorista que se les acercaba blandiendo una katana, asintió y salió corriendo, dejando al hombre arrodillado en el suelo.

Esto es horrible... Pensó tragando saliva al ver el cuerpo ensangrentado de una de las crías que le acompañaban en cabeza de la procesión. Con dos dedos cerró sus ojos vidriosos y le hizo la señal de la cruz, deseando que su alma descansara con el Todopoderoso. Cerca de ella había más gente, todos cadáveres. Estaba visto que el enemigo hacía perfectamente bien su trabajo.... Lamentó profundamente todas aquellas muertes, incluso las de los terroristas, que se habían desviado del camino de Dios y, renqueando, apoyándose en su espada, anduvo hasta un rifle. No había podido proteger a la niña que portaba la cruz... no había podido proteger a sus compañeros, ni a los civiles, ni a nadie... Amartilló el arma. Nadie tocaría a Himura y a Sagara si él podía impedirlo...

"Kenshin!! Kenshin!!" Le gritó una voz al pelirrojo. Kenshin se paró en seco y se volvió a mirar. Era la voz de Yahiko pero... no podía verlo!

"Yahiko dónde estás? Estás bien?? --Preguntó deshaciéndose de varios asaltantes. De un salto se arregló para esquivar un disparo; esta vez le había pasado demasiado cerca-- Sanosuke!! Hazte cargo de los fusileros!!" Le gritó, aunque al momento vio que no hacía falta. Shougo estaba acabando con ellos a distancia

El chico sacó una mano por entre los escombros de una casa "Aquí Kenshin! Sí, estoy bien, pero necesito tu ayuda!" Yahiko miró al muchacho que había encontrado y sintió que estaba asustado. No podía verle bien; entre las ruinas todo estaba demasiado oscuro, pero algo de luz reflejaba sus ojos de un peculiar color anaranjado.

"Tranquilo, Kenshin nos ayudará... ya verás como sí" Le dijo para darle ánimos. Mientras luchaba, el joven samurai había escuchado ruidos y una voz pidiendo ayuda, así que intentó por todos los medios llegar hasta ella. Pero no podía alcanzarle, les separaban demasiados escombros. El chico atrapado le dijo que su hermanastro estaba con él, pero que no se movía ni decía nada.... Fue entonces cuando Yahiko comenzó a llamar a Kenshin.

El pelirrojo buscó por entre las ruinas de la casa, que antaño había tenido dos pisos, la abertura por donde su amigo había entrado y tuvo casi que arrastrarse para caber. Afortunadamente no todo era igual de angosto, todo dependía de cómo hubieran quedado los pedazos del edificio al caer. Pudo ver una pierna asomar; seguramente sería de alguno de los dueños. Apartó la mirada, no queriendo ver más muertes de gente inocente. Aquello estaba empezando a trastornarle, y se obligó a no pensar más que en que Yahiko le necesitaba. Gracias a los dioses pronto llegó hasta él

"Kenshin! --le llamó alegrándose de verle, además ileso-- Mira están atrapados!"

"Déjame ver....--murmuró apartando al chico para poder ver mejor. Se encontró también con los ojos del otro chico, que se abieron de par en par al verle -- Estás herido? Puedes moverte?" Le preguntó suavemente

"Ba.. Battosai...! --exclamó Tsutomu, pero en sus circunstancias cualquiera que les sacara de allí sería bien recibido-- Sí... sí... yo estoy bien pero Eiji..."

Kenshin, que al momento se dio cuenta de con quién estaba hablando, sintió la aflicción del muchacho "Eiji está ahí contigo? Está herido?" No quería preguntar si estaba vivo... era demasiado violento, y no quería ni plantearse la muerte del chico

"Eiji? Entonces estos son... --comenzó Yahiko pero al ver a Kenshin asentir no continuó la frase-- Vaya... ya decía yo que había visto esos ojos antes... Qué vamos a hacer, Kenshin? No podemos dejarles ahí...."

"Claro que no...--murmuró el samurai pensativo. Tenía miedo de que si intentaba mover los escombros el resto de la casa que aún quedaba en pie se desplomara sobre sus cabezas-- Trae a Sano hasta aquí, vamos, deprisa!" Le urgió temiendo por la vida del niño

Unos minutos después el luchador se arrastró hasta donde se encontraba su amigo, quedándose Yahiko junto con Shougo para ayudarle.

"Qué quieres que haga, Kenshin? Yo no entiendo de esto... No se dónde golpear para liberarles sin que se nos caiga todo encima!" Le dijo sintiéndose bastante impotente

"Tranquilo.... de momento golpea ahí para que entre algo más de luz... sí, eso es. Ahora.... --el hombre estudió a la luz lo que sus manos ya habían estado palpando antes-- Mira, ves este bloque? Éste es el que tienes que romper... Dime pequeño, --le dijo a Tsutomu-- puedes mover a Eiji? Está atrapado?"

"Mmmm... no, creo que no..."

Kenshin entonces le dio la señal a su amigo y entonces Sanosuke pulverizó un pedazo de la planta de arriba con el Futae no Kiwami, haciendo que se desprendiera toda una lluvia de piedrecillas y polvo. La estructura no se movió. El pelirrojo se arodilló para sacar al crío herido...

*******

"Crees que llegaremos a tiempo?" Preguntó Ryoko mientras comenzaba a sentir que le faltaba la respiración debido a la carrera y a que en el camino tenían que ir desembarazándose de los enemigos. Saito, que iba pensando en cúanto le recordaba aquella situación a la guerra civil de su juventud, no le contestó, ni siquiera se percató que también le costaba respirar. En cambio sí que sesgó la vida de un par de terroristas que se estaban divirtiendo a costa de una pobre mujer que apenas se podía levantar del suelo. Se le hacía raro correr por el centro de Kyoto matando como iba, yendo a salvar a los protagonistas de su gobierno vestido de policía. Sí, se le hacía muy raro.

Giraron a la derecha en una bocacalle que acababa en la segunda plaza más grande de la ciudad, que tenía dos grandes salidas, y se detuvieron casi en seco en un rincón. Como habían supuesto, el lugar estaba infestado de encapuchados. El policía no podía sino preguntarse dónde estaban sus compañeros... Cierto que eran unos inútiles y que había visto a varios cadáveres en el suelo pero le extrañaba que Buntaro-san no hubiera mandado llamar ya a las policías de las ciudades adyacentes, más aún de no ver a Cho justo donde ellos estaban ahora. El cabeza de Escoba tenía ordenes suyas de intervenir personalmente si ocurría algo, y aquello era indiscutiblemente ese algo....

"Mira --señaló la mujer al fondo-- ahí están..." Susurró mientras recuperaba el aliento. La plaza en cuestión, un lugar con algunos árboles, rodeada por casas de dos pisos ricamente decoradas, no había sufrido el menor daño. Claro que, pensó el Miburo, parecía que todos los enemigos que no estaban recorriendo las calles se encontraban ahora mismo alli. Aunque se le hacían pocos para ser quinientos...demasiado pocos.

Quizás también estén Yokata y el tuerto... pero no... no está el ejército... y espero que no venga...! No podía verles bien por la distancia, pero el Ministro de Interior y Yamagata-san tenían las manos atadas a la espalda y estaban perfectamente rodeados por una pandilla de kendokas. Otro vistazo rápido les hizo entender que no había muchos que llevaran un rifle, lo que les daba una pequeña posibilidad de escapar con bien de allí

"Cómo lo hacemos? Creo que son demasiados para nosotros dos solos... pero la Comisaría queda cerca de aquí, no? Quizá si somos unos cuantos más..."

"Es cierto... Buena idea Ryoko. Vamos, movámonos" Le dijo el policía echando a correr de nuevo y poniendo cuidado en que nadie les viera atravesar las calles. La mujer suspiró ligeramente y salió tras él. Estaba empezando a cansarse realmente de tanta carrerita... Como se suele decir, hasta que el cuerpo aguante... Y no lo decía por ella solamente

Ciertamente la comisaria no estaba muy lejos de allí, tan solo a un par de manzanas de distancia. El problema era que todo era una maldita escombrera. El edificio había volado por los aires al igual que otras tantas casas de la ciudad, y de él sólo quedaban tres muros en pie. Afortunadamente parte del personal había conseguido escapar y ahora trabajaba en las ruinas para sacar a los supervivientes. Un tipo de pelo cano, el inmediato inferior de Cho le reconoció y le llamó haciendo grandes aspavientos. Pronto todos los policías se giraron al verle, aliviados de contar con él entre el caos. A pesar de que no les cayera bien, reconocían que él y sólo él podía darles en aquellos momentos una posibilidad de salir con vida de lo que acontecía

Quizá algo desilusionados por lo que había sucedido allí, los dos agentes secretos anduvieron hasta los policías. No hizo falta que preguntaran qué había sucedido, los mismos compañeros lo relataron todo en pocas palabras; Oyeron las explosiones de la ciudad, algunos salieron a ver qué pasaba y se encontraron con una manada de andrajosos armados que lanzaron bombas contra el edificio hasta hacerlo pedazos, fin.

"El Comisario Buntaro-san está muriendo, señor --dijo un muchacho llegando hasta él-- debería hablar con él" Saito asintió y echó a andar tras él. Una voz muy familiar le llamó

"Ehh jefe! No te olvides de mí! Estoy vivo jajajaja! No hay nada capaz de acabar con Sagajewo Cho!" Exclamó el rubio mientras dos uniformados le sacaban de debajo de una pared. El inspector no le hizo apenas caso, pero Ryoko se acercó a ayudarles

"Vaya qué belleza! Eres amiga del jefe? --le preguntó mirándola con gran interés, con lo que se ganó una fiera mirada por su parte-- OuchouchouchOUCH! Ten más cuidado quieres!!! Eso DUELE!!" Se quejó cuando uno de los policías levantó un pedazo que había partido su brazo izquierdo en al menos tres partes

"Os ayudaré. Tengo experiencia en cosas así..." Comentó la ninja mientras se ponía a trabajar. Así al menos haría algo útil hasta que Fujita hubiera terminado...

"Fu--Fujita... --susurró Buntaro al verle. Saito se agachó a su lado para poder oírle, deseando un pitillo que como siempre pasaba de un tiempo a esta parte, no tenía. Miró a su superior, al que habían consegido desenterrar tan sólo parcialmente. Casi la mitad de la planta de arriba le había caído encima, y sus heridas eran tan masivas que auanque pudieran sacarle el hombre moriría de todos modos-- Tengo que... decirle algo... el Gobierno..." Tuvo que parar por un ataque de tos que le hizo escupir sangre

"El Gobierno sabía que esto podía pasar porque yo se lo avisé pero no han hecho nada por impedirlo. Por qué?" Preguntó fríamente, sin sentir una pizca de compasión por el hombre al que llevaba obedeciendo desde que el asunto de Shishio terminó y le dieron el traslado a esa comisaría

"Lo sabí... an pero querían cap... capturar a los líderes... vendrán... algo malo... pasará... Fujita... prote... ja Kyo... to..." Gimió, y ya no fue capaz de decir nada más

"Algo malo pasará? --sopló-- como si lo que hay ya no fuera bastante malo..."

Entonces el policía que había estado junto al comisario habló "Al parecer uno de los espias interceptó una paloma mensajera que había soltado un grupo al que llevaba vigilando hace tiempo y el mensaje decía algo así como que después del ataque no pasaría mucho tiempo antes de que pasara algo horrible"

"A quién estaba espiando?"

"A un grupo de mujeres en el norte de la ciudad, unas brujas, según tengo entendido"

"Brujas.. --murmuró Saito dándose cuenta de que algo en todo aquél asunto le resultaba familiar, aunque no sabía muy bien por qué, ya que su mente estaba demasiado ocupada cabreándose como para pararse a pensar -- Por qué el Gobierno no puso medidas de seguridad sabiendo lo que podía pasar? Porque estoy seguro de que temían la traición de Yokata de antemano, por eso me mandaron ... y si las cosas salían mal podía contar con Ryoko... Atajo de desgraciados... Mandarnos a dos contra todo un ejército para luego ni siquiera hacer caso de lo que decimos!" Exclamó, y su compañero tembló dentro de sus botas al ver su mirada asesina

"No...no lo sé señor.. no sé por qué han dejado que esto suceda... Supongo que el Gobierno tendrá sus razones para quererlo así..."

"Acaso son más importantes esos dos líderes que toda una jodida ciudad?!" El inspector se incorporó, judgando que ya había escuchado suficiente y comenzó a andar hacia la ninja --que ahora ayudaba a sacar a otros policías-- para contarle todo. En el camino encontró un charco de agua, seguramente el del barril que tenían en la puerta para los caballos, y vio su reflejo en él. No le dio importancia, anduvo varios pasos y se detuvo.

Ahora entendía por qué lo de las brujas le era tan familiar. Su reflejo en el agua le había recordado a su hermano. A su hermano le leyeron el futuro unas brujas y le ayudaron en su batalla. Y Satoshi trabajaba para los terroristas.... Por todos los dioses... Pues qué demonios es lo que tiene que suceder aún en la ciudad que sea PEOR de lo que ya hay???

"Que unos pocos se queden sacando a los heridos, y cuando acaben que vayan directos al castillo! El resto venid conmigo!" Rugió entonces. Ya que era cierto que algo tenía que suceder, no les quedaba mucho tiempo. Tenían que rescatar al ministro y al general lo más rápidos que pudieran. Con un vistazo les contó. Eran 12, más ellos dos. Eran pocos pero tendrían que ser suficientes.

"Cual es el plan jefe?" Preguntó Cho acercándose junto con Ryoko. Llevaba el brazo entablillado, le dolía como un demonio, pero tenía la oportunidad de hacerles pagar con sangre lo que le habían hecho y no la iba a desaprovechar

"Nosotros tres iremos por la balconada de la plaza escondidos mientras el resto distrae a los terroristas el tiempo suficiente como para que los liberemos. Luego iremos al castillo, que si no he visto mal está en perfectas condiciones"

"Y allí qué haremos? Porque de seguro que nos atacarán...." Comentó la ninja

"Cuando los tengamos buscarás un caballo, Cho, e irás a buscar al capitán del tercér regimiento... como se llame. Tendremos que resistir allí hasta que lleguen"

"Así que quieres que llame a la caballería... Ni hablar, quiero quedarme a pelear! Sí, estoy herido y qué? Alguien ha tenido que hacerte eso!" Exclamó poniendo el brazo bueno en jarras, refiriéndose al golpe en su cara

Saito se giró hacia la Escoba con mirada asesina y le agarró del cuello, empujándole contra uno de los pocos muros que quedaban en pie, que gimió y crujió al impacto.

"Si vuelves a mentarlo te mataré"

El ex Juppongatana le miró con grandes ojos mientras sentía su mano apretarse más contra su garganta y empezó a sudar a mares al ver a su jefe agarrar la empuñadura de su katana. Tragó saliva con dificultad y consiguió murmurar un "de acuerdo" con el poco aire que le restaba. Hajime le soltó y se volvió a la silenciosa Comisaría --o a lo que quedaba de ella--, que había contemplado la escena sin habla y que reanudó sus tareas al captar la indirecta

Cho se frotó el cuello con el ceño fruncido y, aunque indignado por la situación, decidió no echar leña al fuego ya que parecía que su superior estaba de peor humor que él. Hay que ver cómo se pone por nada Mr. Siempre-Estoy-Tranquilo...! Algún día me las pagará todas juntas este maldito.... Gruñó para sí sin entender el verdadero motivo de su arranque "Vale, vale, iré a ese maldito campamento... Ese regimiento es aquél que estaba señalado en el mapa que vimos cuando te marchabas, verdad? ........Vaaaaale, reclutaré a los *voluntarios* para que nos vayamos...!" Exclamó exasperado al ver la mirada de Saito, y se marchó regonzando sobre las ruinas. Ese fue el momento que aporevechó Ryoko para poner las cosas claras

"Escúchame bien! O empiezas a demostrarme que realmente puedes llevar esta misión o te relevaré del cargo, me oyes? Una estupidez como ésta, o como la de antes en la plaza puede costarle la vida a uno de los rehenes y eso no lo permitiré" Le dijo muy seria, sus angulares ojos marrones brillando determinados

"No me eches el sermón, Ryoko" Le dijo el hombre entonces dándole la espalda y comenzando a andar. La ninja le agarró del uniforme bruscamente, y Hajime se detuvo para soltarse

"Tú eres el que defiende el Aku Soku Zan por encima de todo, no lo olvides"

******

Tras asegurarse varias veces que por allí no había nadie, Aoshi dejó a Tsuyashi en el suelo y se sentó cansado junto a Tokio. Ambos habían corrido lo indecible desde que dejaran la plaza, dejando atrás el horror de las calles centrales de la ciudad. Habían conseguido llegar hasta la periferia, donde se notaba que los terroristas apenas habían tenido influjo, ya que las casas, salvo algún que otro incendio, estaban bien. Curiosamente, apenas sí se habían encontrado con alguien por el camino. Se veía que la gente tenía experiencia en situaciones similares y había cerrado puertas y ventanas con tres cerrojos. Quizá hiciera más de diez años que terminó la guerra, pero una situación así nunca se olvida, ambos lo sabían de sobra.

"Aoshi... tengo que volver por mis niños... tengo que volver!" Exclamó resuelta la mujer una vez hubo recuperado la respiración, pero el ninja agitó la cabeza

"Ni hablar. Hemos venido hasta aquí buscando un lugar seguro para vosotros, de modo que yo iré... oh dioses ahora no... --dijo notando que su visión se volvía borrosa-- Han'nya..." Gimió el ninja antes de desvanecerse

"No tengo tiempo para esto ahora, entiendes! Si al menos fueras más claro...!" Le dijo esta vez a la consabida imagen del ninja. De pronto se materializó en su mano una gabardina gris, como la que antes llevara él, y se la tiró por la cabeza. Al pronto todo se oscureció, y tuvo que forcejear un buen rato para librarse de ella. Cuando por fin tuvo la prenda entre sus manos, vio el paisaje a su alrededor. Todo era gris, llovía a mares.

Vio a Tokio llorar sobre una tumba, empapada, sucia de barro. Tras ella, la mujer del cabello oscuro y ondulado apretaba una katana contra su pecho, mirando al horizonte con infinita tristeza. Junto a Himura y Kaoru, que también lloraban, estaba él arrodillado, el rostro escondido por su pelo oscuro. Estaba atando... una cinta rosa a una lápida. Yahiko trataba en vano de consolar a Tsuyashi y a Eiji, aunque el mismo era incapaz de esconder su dolor

"Dónde está el resto de la gente? Qué ha sido de todo Oniwabashuu? Y De Tsutomu y Sagara? Y Saito? Acaso estás mostrándome el futuro, Han'nya?" Preguntó angustiado, pero no obtuvo respuesta alguna

De pronto la imagen se tornó borrosa y desapareció, tan sólo para dejar paso a la figura de Misao de espaldas a él. Junto a ella apareció Tokio y por detrás llegó caminando la mujer de los oscuros rizos. Las tres se volvieron de golpe a mirarle, y pudo sentir su odio como algo físico, tan fuerte que cayó de rodillas al suelo

El ninja suspiró bajo su máscara y le dio la espalda a su jefe "El futuro es aún un billete en blanco, Aoshi-sama... Esto y mil cosas más pueden suceder, pero la felicidad de los que ama depende de usted..."

Aoshi no contestó. Se había quedado sin palabras. El fallecido le miró por encima del hombro y se quitó la máscara. "Yo hice mi elección. Todos la hicimos. Le toca a usted, Aoshi-sama...." Las últimas palabras se disolvieron en el viento al mismo tiempo que su imagen

"Maldita sea Aoshi despierta!!" El ninja abrió los ojos y se encontró de frente con la mujer, que le había estado zarandeando bruscamente. Se pasó una mano por el flequillo, respirando pesadamente y, por una vez en su vida, asustado.

Tragó saliva. Miró al pequeño Tsuyashi, apretado contra la pared, encogidas las piernas sobre su pecho, luego a Tokio, que se había apartado por fin de él y acariciaba el pelo de su hijo.

"La felicidad de los que ama depende de usted... "

Han'nya tiene razón.... Soy un idiota por no darme cuenta. Haré todo lo que esté en mi mano para que vuelva a ser como antes, aunque tenga que batirme con Saito para que me escuche

Para sorpresa de la mujer, el ninja se levantó del suelo, determinado "Quedaos aquí escondidos mientras yo voy a buscar a los chicos. No te preocupes, los encontraré, y también a Saito, lo prometo"

"Aoshi...." Le llamó, y cuando se volvió a verla se dio cuenta de que la mirada en sus ojos había cambiado

"Lo arreglaré to--" El hombre se calló de golpe al escuchar un retumbar que iba creciendo en intensidad. El suelo comenzó a temblar

"Dioses es un terremoto!" Exclamó Tokio cogiendo al pequeño en brazos y corriendo lejos de las paredes de las casas. Un seismo como no recordaban en muchos, muchos años, bamboleó la ciudad sin piedad, derribando las casas afectadas por las explosiones y las más antiguas. Aoshi cojió a Tokio y echó a correr con ella, pero el suelo se movía demasiado y cayeron pesadamente sobre la tierra. El sonido, y más aún la sensación de que todo se venia abajo, era espantosa. Escucharon a la gente de las casas gritar de pánico; muchos de ellos se reunieron con ellos en el exterior, pero otros no tuvieron tanta suerte.

Un fuerte crujido se dejó oir como un trueno, y lejos de ellos la tierra se desgajó en una enorme grieta que atravesaba parte de la ciudad, tragándose edificios y personas a su paso. Escudando a los otros con su cuerpo, Aoshi dejó de mirar. Nadie podía hacer nada por aquellos infelices.

Tokio apretó contra su cuerpo a su hijo, que gemía al verse envuelto en tamaño caos. Físicamente ella estaba allí, pero su mente estaba junto al resto de su familia, donde quiera que estuviese....

Por fin, la tierra dejó de temblar, dejando caos y destrucción por doquier. El ninja se incorporó entonces y comprobó que estuvieran bien. Sólo tenían magulladuras, nada serio.

La gente a su alrededor gemía, lloraba, gritaba histérica llamando a los familiares que no habían podido escapar de las construcciones, esperando alguna señal que les indicara que estaban aún con vida.

"Ayúdeme, por favor, se lo ruego! Mi hija... mi hija está dentro! Por favor...!" Gimió una mujer al verle levantarse. Aoshi decidió que podía perder unos minutos ayudándola antes de dedicarse a su "misión".

Corrió entonces al edificio en cuestión, que por culpa de algún candil se había prendido fuego y echó la puerta abajo de una patada. El edificio era pequeño, y por suerte el incendio acababa de empezar, por lo que no le impedía subir a la segunda planta a buscarla, ya que en la primera no la había visto.

Entonces la vio, acurrucada junto a la ventana. Tenía el pelo negro, recogido en una trenza y unos grandes ojos azules angustiados. A voz de pronto no llegaría a los cinco años. La imagen de Misao hubiera sido completa de no ser porque la chiquilla llevaba un kimono floreado.

Misao... Estarán bien en Aoiya...? Tengo que ir a comprobarlo... Pero tengo que cumplir la promesa que le he hecho a Tokio....

"Ven aquí, pequeña, te llevaré con tu madre" Le dijo intentando sonar lo más suave que pudo, pero su voz carecía de inflexión. El Aoshi de antaño estaba regresando poco a poco....

La cría dudó unos momentos, pero luego se tiró a sus brazos, con lo que comenzó a bajar rápidamente las escaleras. Escuchó unas voces... parecían mujeres, mujeres mayores

"Había alguien más en la casa con vosotras?" Le preguntó, pero ella agitó la cabeza. Las voces se hicieron más claras; evidentemente no eran producto de su imaginación.

Aoshi la dejó en el suelo cerca de la puerta para que saliera ella misma e intentó localizar las voces. Venían de su derecha, de donde había una casa bastante pegada que amenazaba con prenderse también. El hombre corrió entonces hacia allá y vio que, efectivamente, salían de allí las llamadas de ayuda. No se lo pensó mucho y saltó hasta el tejado contiguo para luego descolgarse por una ventana y entrar. Entonces las vio a todas, eran cuatro, cuatro ancianas de pelo blanco como la nieve recogido en altos moños, vestidas con kimonos de extraños dibujos. Estaban sentadas en el suelo, dentro de un gran círculo que tenía grabado una estrella de cinco puntas.

Los ojos de los arrugados rostros se volvieron hacia él, aunque no se dio cuenta, ya que estaba ocupado en derribar una pared a patadas de kempo para que el incendio no pudiera extenderse. Después de un gran esfuerzo por su parte lo consiguió, y entonces se volvió a mirarlas, jadeando, y fue cuando reparó en sus extravagancias

"Aoshi --le dijo una-- ven, con nosotras siéntate, hijo"

El ninja frunció el ceño y echó de menos no llevar sus kodachis. Había algo en aquellas mujeres, en aquél círculo, que le inquietaba de sobremanera. Y para colmo sabían su nombre "Quiénes son?" Les preguntó estando en guardia por si intentaban algo extraño

"No temas --le dijo otra, con la voz algo cascada-- No vamos a hacerte daño. De hecho estamos tratando de ayudarte a que no tomes la decisión equivocada"

"Qué?"

"Nosotras mandamos a tu amigo Han'nya para que te intentara avisar. Podemos ver el futuro..." Continuó la siguiente, la más joven del cuarteto

"Y entonces por qué no salieron del edificio si sabían que habría un terremoto y se incendiaría su casa?" Preguntó excéptico, y no tardó en encontrar respuesta de la última de ellas, que a pesar de su edad tenía una voz muy dulce

"Precisamente. Sabíamos que habría un terremoto, sabíamos que la casa ardería... Y sabíamos que tú, Shinomori Aoshi, nos salvarías. Por eso indagamos en ti para pagarte tu buena obra. Por eso buscamos a Han'nya"

"No puedo creerlo. Tiene que ser una coincidencia...! No es posible que... que sepan qué va a pasar en mi futuro!"

"Pero lo sabemos. Tu futuro tu amigo te mostró. Así será"

"Han'nya me dijo que podía cambiarlo, que no tenía que ser así necesariamente!" Exclamó agobiándose al recordar las imágenes de las lápidas

Las cuatro ancianas le miraron fijamente "Sólo cambiará si tú quieres que cambie. Es tu elección, joven"

"Pero cuidado --continuó la más joven-- no será un camino fácil. Dependiendo de tus elecciones harás feliz a tus seres queridos, o desdichados para siempre"

"Tu destino está ligado al de la gente que conoces, nunca lo olvides" Terminó la cuarta anciana dulcemente

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Kenshin arqueó las cejas al ver las piedrecitas a su alrededor saltar levemente. Lo primero que pensó es que había errado el cálculo y que la casa se estaba resintiendo de los golpes de Sanosuke, pero pronto se dio cuenta de que no era así. Con un fuerte estruendo todo comenzó a moverse sobre ellos, a su alrededor, bajo ellos. Tsutomu, que estaba arrastrando a Eiji hasta el agujero, chilló de miedo al ver que los escombros que estaban sobre ellos se agitaban con tal violencia, lo mismo que el suelo en que se apoyaban.

Sanosuke no se lo pensó dos veces, se colocó de punto de apoyo para que el agujero no se cerrara y pudieran salir.

"Pásame a Eiji, rápido!" Exclamó el samurai pelirrojo dándose cuenta del grave peligro que corrían estando allí.

"Kenshin teneis que salir de ahi!!" Exclamó Yahiko desde fuera a la vez que hacía grandes esfuerzos por mantenerse de pie, cosa que no conseguía. Era como caminar sobre un suelo cubierto de bolas...

Una vez con el chico en sus brazos, Kenshin saltó por el agujero que había practicado Sanosuke, cayendo los dos al suelo, pero al menos fuera del edificio

Yahiko alargó la mano desde donde estaba a Tsutomu, que la agarró para ayudarse a salir de allí también.

La estructura cedió.

El pelirrojo gritó el nombre de su amigo, pero su voz se perdió en el estruendo y el polvo del derrumbamiento. Se escudaron el rostro como pudieron, el chico sin soltar su mano en ningún momento, y allí yacieron hasta que el mundo dejó de temblar, sin más posibilidad que aguantar la cobertura de polvo, mientras oían a la gente gritar a su alrededor

Yahiko tosió toda la tierra que había tragado y abrió los ojos lentamente, como si tuviera miedo de ver que el mundo que conocía hubiera dejado de existir. Frente a él, los escombros del edificio, y de entre esos escombros salía una mano.... la misma que él agarraba con fuerza.

Todo su cuerpo comenzó a temblar y a convulsionarse, el aire pareció hacerse espeso en sus pulmones mientras las ruinas se hacían borrosas a sus ojos. De pronto unos brazos le rodearon desde la espalda, y Kenshin escondió el rostro en su hombro. Estaba llorando desconsolado. No había podido salvar a su mejor amigo ni al crío. Yahiko comenzó a llorar también, apretando fuertemente la mano de Tsutomu entre las suyas, sintiendo por primera vez el horror de la muerte violenta. De repente dejó de sentirse feliz por estar allí junto a Kenshin, por tomar parte en la batalla. Ahora entendía los sentimientos de su amigo, el por qué no le había dejado nunca acompañarle.....

Renqueando, Amakusa Shougo llegó hasta ellos y cayó de rodillas a su lado. Miró al chico; estaba inconsciente, pero sus heridas no parecían de mucha gravedad. Luego, bajó la cabeza y pronunció varias oraciones, deseando que las dos almas estuvieran en paz "Mi hermana cuidará bien de ti en el Cielo, Sagara... Y tú, pequeño, no pasarás más penurias en esta tierra, el Señor te acogerá en su seno..." Susurró haciendo la señal de la cruz

Escucharon algo entonces. Cascos de caballos. Por una de las calles de la plaza entró toda una columna del ejército, y a la cabeza iba un joven portando un rifle. Isikawa.

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N del A: Que conste que advertí que seria MUY mala.... Lo peor es... que aún no acabo con mis maldades... ^^U El título es de una canción de Miguel Bosé... me encanta ese hombre! ^__^