Say It Isn't So....

Ice.Blue.Eyes.

Lo siento, Tokio... antes que nada... tengo que ir a Aoiya...

Aoshi corría por las calles de la ciudad lo más rápido que podía, sorteando escombros, terroristas, e incluso a los propios ciudadanos. Acababa de dejar a la mujer y al chico en un lugar seguro, y habría cumplido su promesa de no ser porque...

Tenía que ir a su casa. Ahora.

El pájaro que Okina había entrenado para él, un pequeño mirlo, le había ido a buscar. Y esa no era buena señal, alguien del restaurante lo había soltado para que donde quiera que estuviese, volviera.

Mientras que a cada salto su pelo negro se agitaba sobre sus ojos, el hombre iba haciendo mil y una conjeturas, a cada una menos halagüeña. De pronto, se detuvo de golpe en la cima de unas ruinas de un edificio que se había ido abajo. Estaba haciendo lo correcto? Había elegido bien? Tenía que ir a Aoiya, o por el contrario debía cumplir la promesa que le hizo a Tokio?

Se llevó una mano a la cabeza y sopló, confundido. A su alrededor vio gente arremolinandose, y también el final de la calle. Un gran escuadrón de soldados estaba avanzando hacia su dirección... Quizás fueran al castillo... Al menos Tokio estará segura allí con todos ellos... Pensó fugazmente, aunque su mente se volvió a concentrar en su problema inmediato.

El pájaro hizo un círculo sobre su cabeza y graznó un par de veces antes de que el ninja le ofreciera su brazo para que se posara. Agitó la pequeña cabeza negra y las alas, impaciente.

Aoshi miró atrás, al castillo que se veía desde cualquier punta de la ciudad y luego hacia delante, en dirección a su hogar. Apretó los dientes, y el animal, al sentir la tensión en los músculos de su brazo, echó a volar de nuevo. El ninja salió corriendo hacia delante, procurando no ser visto por el ejército

"Entonces vamos a atacar el castillo, señor?" Preguntó Isikawa desde un flanco, ciertamente inseguro

El capitán Yokata sonrió suavemente y se mesó el bigote mientras controlaba que su caballo no se exhaltara demasiado "Sí, eso es, muchacho..."

El joven suspiró lleno de resquemores, pero no quiso compartirlos para no enfadar a su superior "Qué haremos cuando tengamos de nuevo a Yamagata?" Preguntó de nuevo echando un vistazo atrás, donde el Primer Ministro Ito cabalgaba flanqueado de soldados y sujeto con una cuerda

"Luchar --fue la escueta respuesta. Por un momento, por sus ojos pasaron los momentos de su gloria, la revolución, su héroe Saigo. Y sonrió-- Lucharemos hasta el final, Isikawa. Hasta el final"

El ninja había pasado por su lado sin llamar la atención, sin ser visto, sin escuchar nada de la conversación. Bastantes metros más adelante, cuando ya había dejado atrás a toda la guarnición, vio desde lo alto su destino.

Frunció el ceño, y su respiración cesó al ver pintados en el tejado, con rojo, los kanjis de "fukushuu", venganza. Con tres ágiles saltos el ninja aterrizó en el suelo, en una calle adyacente, y corrió hasta el edificio. Vio que algunas personas estaban arremolinadas; viejos conocidos, aquellos que habían ido allí a refugiarse cuando la locura estalló y que más tarde habían sido perdonados por Koujo.

Todos empezaron a murmurar cuando le vieron llegar jadeando. Un hombre estaba cubriendo uno de los cuerpos cuando el ex okashira se llegó hasta él. Cogió el gi de sus manos y lo quitó, para ver el cadáver ensangrentado de Kuro. Sintió su corazón acelerarse cuando miró a su alrededor y vio varios soldados muertos. Los muros pintados con sangre. Y ninguno de los suyos entre la gente....

"Aoshi-san... --le llamó uno de los parroquianos asiduos al restaurante-- quizá fuera mejor que no entrara..."

Pero el ninja ni le escuchó. Entró por la misma puerta que Kenshin había derribado minutos antes y pasó por todo el local, mirando a su alrededor para encontrar algúna pista, algo que le dijera qué había sucedido allí. Vio los trazados rojos en las paredes, el reguero de sangre que teñía el tatami, pero no encontró a nadie. A lo lejos vio la puerta de la separación central rota en el suelo, y hacia allá se dirigió con el alma en un puño. No sabía qué es lo que iba a encontrar, aunque sabía que nada bueno.

Se detuvo en seco en el umbral. Sus ojos azules, helados, pasaron por toda la estancia manchada de savia. Entró lentamente, sin perder detalle de los actos macabros que allí se habían cometido. Quería grabarlo todo en su mente para poder vengarse apropiadamente de tanto horror. Instintivamente apartó la vista de los pedazos de Omasu, que había sido descuartizada allí mismo, y se paró frente a Okina. Su amigo Okina.

Aoshi estaba impasible. La máscara que un día dejara a parte por amor a una mujer, había regresado a su rostro, fría, inmutable. Alargó una mano para cerrar los ojos al anciano, que habían quedado abiertos y vidriosos, y estudió la tortura que habían empleado en él. Un suspiro de rabia salió de su boca. No tenía ninguna duda, era técnica Oniwaban, practicada con armas Oniwaban, por manos de un Oniwaban.

El silencio empalagoso y desagradable de la casa fue roto por el ninja en el momento en que desclavó a Okina de la pared. En la espalda del viejo había sido grabado un nombre y una flecha que indicaba hacia delante. Los ojos del antigo okashira brillaron con furia, mas ningún sonido dejó su garganta. Koujo...

Cuando la gente volvió a ver a Aoshi, parecía un hombre totalmente diferente. Había tomado sus kodachis, se había puesto el antiguo uniforme, incluso llevaba la larga gabardina gris. Sus ojos se habían vuelto duras turquesas en su rostro sin expresión, observando todo amenazantes. Shinomori Aoshi, guardián del castillo de Edo, había vuelto... y buscaba venganza.

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"Eh, Kenshin! --gritó Hiko a su alumno, que andaba por delante de él-- Qué demonios estamos buscando por la ciudad?!" El pelirrojo no le respondió, sino que siguió caminando, erguido, la cabeza vigilando ambos lados de la calle. Seijuuro recolocó en su hombro al chiquillo herido para que no se cayera y sopló molesto, fastidiado, incordiado. Quería su sake y lo quería ya, y quería volver a la tranquilidad de su cabaña

"Hiko-sama, Kenshin... está buscando a Kaoru" Le respondió Yahiko, extrañado ante lo obvio de la pregunta. Shougo, renqueando ayudado por el chico, también le miró

"Usted es Hiko Seijuuro, verdad?" Le preguntó clavando sus ojos en su persona El hombre se rió ladino y agitó su capa

"Acaso no ves el cartel que llevo colgando del cuello, muchacho...? --dijo refiriéndose a su capa-- Y quien eres tú?" Le respondió de forma brusca e impertinente, como sólo él sabe hacer

"Amakusa Shougo"

"Tú eres... ese hijo de Dios? --le miró de soslayo, se puso las manos en las caderas y sopló desdeñoso, haciéndole un repaso que le hizo sentir incómodo-- Y por ti tuvo mi baka deshi tantos problemas?? Ahhh..... debí dedicarme al cultivo de flores en vez de a entrenar discípulos ineptos" Agitó la cabeza, descorazonado

Shougo frunció el ceño y miró al maestro del Hitten Mitsurugi Ryu hasta ofendido, pero no se le ocurrió nada bueno con lo que rebatirle. Seijuuro se fijó en que le seguía mirando y le rependió

"No te quedes mirándome como si tuviera monos en la cara, baka. Acaso tu maestro además de un cobarde era maleducado?"

Yahiko miró al maestro con los ojos muy abiertos. Parecía como si le tuviera... manía. Sería quizás porque había aprendido la técnica de un renegado?? El chico no tenía ni idea, pero bastantes problemas tenían ya como para que ellos dos también empezaran a pelearse.

"No, Hiko-sama, no lo era. Disculpe si le he molestado" Le respondió humildemente el samurai cristiano volviendo la vista al frente. Vio a Kenshin en la distancia agazaparse contra una pared. Al principio no entendió muy bien por qué, pero cuando llegaron a su lado se dieron cuenta de que por la calle principal, que era cortada por la que ellos iban, venía un gusano de soldados.

El pelirrojo les ordenó a todos que se escondieran, y Seijuuro entendía bien el por qué. Esos mismos soldados habían luchado en Aoiya, por lo que tenían posibilidades de ser el enemigo.... Pero él no se escondió. Se revolvió el flequillo ligeramente y se plantó en mitad de la calle a esperarles. Nadie se opuso.

"Buenos días, señor... capitán --le dijo viendo los galones de su uniforme-- O mejor debería decir malos, según veo" Le dijo con una de sus mejores sonrisas. Yokata le saludó quitándose el gorro, pero con una sonrisa más seria

"En efecto, señor. Le aconsejaría que dejara su katana en casa, además de que está prohibido portarlas, la gente podría pensar que es usted uno de esos terroristas desalmados...."

Seijuuro se rió suavemente "Pierda cuidado, sé cuidarme solo. Además no es katana, sino bokutou --mintió-- Y dígame, sabe quiénes son esos terroristas? Ha venido a detenerles? Porque bajé de mi cabaña para comprar sake, y fíjese, con todo este revuelo no he podido aún ni probarlo"

"En efecto, he venido a detenerles. Hemos sabido que se han refugiado en el Castillo, de modo que vamos hacia allí"

"Será una pelea árdua. Me encantaría ayudarles, pero sólo soy un simple ceramista" Se encogió de hombros riendo, haciendo que la capa bailara sobre sus hombros

"Ya veo... --asintió, sin creer una plalabra-- Mejor escóndase, y diga a los ciudadanos que nosotros les sacaremos de ésta. Buenos días" Le saludó de nuevo, azuzando a su caballo para proseguir su marcha. El maestro Hiko le saludó de vuelta y se echó a un lado para dejar pasar a la columna montada, desapareciendo en la calle en que sus compañeros le aguardaban

"Cuéntenos, Shisou. Son enemigos?" Le preguntó Kenshin, sus ojos violetas con un breve tililar dorado

"Calma, baka, déjales que pasen todos.... Hasta los borregos más borregos tienen oídos" Suspiró el hombretón. Una feroz ráfaga de aire frío revolvió su capa violentamente, al igual que los cabellos de todos. Yahiko tembló de pies a cabeza agarrado al cristiano, pero los tres guerreros no se inmutaron.

"Bien. Se dirigen al Palacio a detener a los terroristas, que según dicen, se han refugiado allí. Ese capitán no me parecía muy honesto, además que su segundo al mando, un muchachito, estaba bastante nervioso"

"Sugiere que vayamos, Shisou?"

"Yo no sugiero nada. Yo sólo bajé a por sake, y en vista que no hay será mejor que me vuelva de regreso a mi casa" Contestó el maestro secamente arropándose en su capa y disponiéndose a marchar

"Espere Hiko-sama. Usted no debería proteger con su espada a los débiles? No es esa la filosofía del Hiten Mitsurugi?" Le dijo Shougo deteniéndose al igual que sus compañeros

"Haga lo que prefiera, Shisou. No voy a discutir de nuevo con usted lo mismo de siempre --dijo Kenshin volviéndole la espalda-- Pero es usted un cobarde. Nunca quiere entrar en acción por miedo a implicarse demasiado. Escuche, en el Bakumatsu usted tenía razón, y era yo el equivocado. Pero ahora es muy diferente la situación, y pienso combatir al enemigo que está consiguiendo acabar con la paz de la gente"

"Baka. Y tú que eras un Ishin en la guerra hablas de defender al pueblo como hacían los Shinsen a los que mataste. Ellos, esos terroristas, son ahora el equivalente a tu antigua facción. No deberías luchar a su lado?"

"Estan destruyendo la paz que se ha conseguido con tanto esfuerzo, matando civiles inocentes. Si les dejamos actuar, volverán las guerras civiles de hace diez años, Shisou!"

"La era Meiji es una época de paz, Hiko-sama, debemos aprender de nuestros errores pasados y no volver a una espiral de odios y violencia. Hay que proteger a la gente inocente que no quiere más guerras!"

"No entendéis la contradicción? Igual que para vosotros es injusto lo que están haciendo los terroristas, para los terroristas es injusto lo que hace el Gobierno. Decid que lucháis por lo que creéis justo y lo respetaré, pero no digáis que lucháis por la gente porque el mismo derecho tienen unos que otros de ser protegidos de la maldad" Les devolvió el maestro, sus ojos verdosos brillando furiosos bajo su flequillo

"Está bien, usted gana --Kenshin le sostuvo la mirada, arrogante-- Lucho por lo que considero justo y beneficioso para todo el mundo. Lucho por mis ideales, igual que en la guerra. Pero sobre todo lucho porque quiero un mundo mejor para Kaoru y mi hijo. Seguro que el enemigo también lucha por lo mismo, pero desgraciadamente dos bandos no pueden ganar una misma lucha, y el bien de muchos puede con el mal de pocos" Terminó dando por zanjada la conversación y marchándose, su mano sobre la empuñadura de la katana

Yahiko le miró con los ojos desorbitados. Kenshin estaba hablando como Saito, con las mismas convicciones, con la misma verdad brutal que desde hacía muchos años había intentado olvidar, convenciéndose a sí mismo que siempre hay otra forma de solucionar las cosas

"Battousai" Le llamó Hiko, frenando a su discípulo en seco

"Mi nombre es Himura Kenshin"

"Entonces habla y actúa como tal, grandísimo baka, no como el asesino que fuiste porque si no acabarás perjudicando a alguien, y no me refiero a ti, sino a Kaoru y al crío. Si de verdad luchas por ellos, contrólate"

El samurai le miró por encima del hombro durante unos momentos y cerró los ojos, soplando. Una vez más, su maestro tenía razón. Pero no podía evitar sentirse violento. En aquellos momentos Battousai era muy fuerte, aunque extrañamente no le controlaba. Parecía como si estuviera intentando ayudar... a su manera "Lo intentaré"

"Himura, lucharé a tu lado pues creo en lo mismo que tú, y creo que Yahiko estará de acuerdo en seguirnos"

El chico asintió y suspiró "Sano te habría seguido incluso hasta el mismo infierno, Kenshin, y yo también lo haría. No serviré de mucho pero puedes contar conmigo para impedir la guerra"

"Bien pues, entonces vayamos a ver qué es lo que se cuece en el Castillo. Seguro que allí aclararemos más las ideas sobre quién son esos terroristas, qué paso con tus amigos de Aoiya y de qué pie cojea ese capitán del ejército" Dijo Hiko antes de echar a andar. Todos le miraron sin entender nada, y el maestro suspiró frustrado

"Con toda esta estúpida charla sólo quería que viérais por vosotros mismos las razones, los porqués y las consecuencias de el actuar de vuestras espadas. Es mi deber como maestro quitaros las vendas de los ojos y haceros ver que lucháis por vosotros mismos y por lo que pensáis, no por los demás. Igual que yo. Ahora andando o empezarán la fiesta sin nosotros. Alguien tiene que pagar por dejarme sin mi sake...."

*******************

Finalmente, a pesar de todo el alboroto y la confusión que reinaban en el Palacio, tanto la guardia como los policías estaban en sus puestos. No pasaba así con los más de cien civiles que albergaban los muros. En un lado estaban recogidos un puñado de mujeres que vigilaban a otros tantos niños; otro grupo de mujeres, más numeroso, se encargaba de proveer a los hombres de lo que necesitaran. Y luego estaban los hombres.

Los que tenían experiencia en combate estaban intercalados con los que no, y alguna mujer había decidido tomar parte y combatir también.

"Nos van a hacer pedazos" Comentó crudamente el capitán de la guardia mientras miraba al patio desde la balconada del segundo piso. El hombre, entrado en años, había defendido el castillo durante décadas, pero nunca en tan pésimas condiciones. Apenas eran doscientos defensores contra tres millares de soldados perfectamente armados.

Se dejó caer sobre la baranda, tomándose el pelo canoso y algo rizado, con las manos. Ni siquiera tenían armamento para todos, de modo que habían tenido que repartir cualquier cosa del palacio que pudiera servir para atacar. Para mayor infortunio, la mayoría de sus hombres no habían entablado nunca un combate real y el castillo ya no estaba preparado para defender asedios como lo había estado hacía más de diez años.

"Tomar esa actitud de derrotado no le hará ningún bien a nadie, capitán --suspiró Ryoko andando hasta donde estaba él-- Debería intentar infundir ánimo entre sus tropas..." La mujer sacó la lanza del arnés donde la sujetaba a su espalda y puso la parte roma en el suelo, apoyándose luego en ella. La herida de su brazo la molestaba un poco, pero no la impediría luchar, lo cual era todo un alivio. En esa situación nadie, ni tan siquiera Yamagata, era prescindible. Si querían tener alguna oportunidad de salir de allí con vida, tenían que colaborar todos, sin excepciones.

"No creo que ataquen de inmediato... -- dijo lentamente el capitán, clavando sus ojos amarronados en el enemigo que cada vez estaba más cerca-- Al menos nos dirán qué es lo que quieren, impondrán sus términos de rendición, algo. Eso nos dará un pequeño tiempo que podremos usar para terminar de colocarnos... Dónde está Fujita-san?"

"Estará tramando alguna de las suyas... Él luchó en el castillo de Aizu, sabe?" Dijo la ninja con orgullo

"Sí, me lo ha contado... Y también que todos los suyos perdieron la vida porque en el kangun eran demasiados..." Suspiró encontrando claros parecidos entre anbas situaciones

"Los suyos...? Goro luchando contra el kangun....? --se preguntó más a sí misma que a su contertulio-- Goro era un Ishinshinshi... como yo"

El hombre volvió la cabeza hacia la ninja de cabellos rizados. Se sacaban tantos años que casi podría ser su padre "Está confundida, señorita... Ese hombre luchó en Kyoto durante muchos años, era capitán del Shinsengumi, aunque no recuerdo su nombre real, ni su escuadra. Además, en una de las batallas, cuando usted no era más que una niñita y Fujita un muchacho, el Shinsengumi nos ayudó a recuperar este castillo... "

Ryoko pensó que la estaba mintiendo, pero sus ojos eran francos, al igual que su expresión. El capitán de la guardia, Kojiro Shinosuke, no ganaba nada con mentirla. Goro... un Shinsengumi.... Volvió rápidamente la cabeza hacia el patio, buscándole entre la gente. Un Miburo... Por qué no me lo dijo...?! Pensó dolida, pero mucho más furiosa

Habría corrido a buscarle para que se explicara cuando un soldado llegó jadeante hasta donde estaban ellos dos "Ya están aquí, señor! Han enviado a un emisario!"

"De acuerdo, enseguida bajaré --asintió el hombre-- Será mejor que la deje en su puesto, señorita..."

"Ryoko"

"Señorita Ryoko. Espero volver a verla después que esto termine --intentó esbozar una sonrisa-- Y un consejo, no se enfade demasiado con ese hombre. Seguro que tenía una buena razón para no decirle quién es en realidad"

La mujer solo sopló y aferró fuertemente su arma. Su puesto estaba ahí arriba, aunque no sabía muy bien por qué. No tenía armas de fuego, y con su lanza no podría atacar desde allí. Se preguntó mentalmente qué se le habría ocurrido al policía para colocarla allá arriba....

Shinosuke bajó del segundo piso, pero sin prisas. Revisaba su fusil mientras bajaba los escalones, que cada pieza estuviera en su sitio, la pólvora, las balas, que no estuviera obstruido. En definitiva, quería que funcionara a la perfección. Por si acaso, siempre llevaba encima un sable. No era el mejor espadachín del mundo, pero se defendería bien si tuviera que usarlo. Ventajas de haber vivido el Bakumatsu....

En el patio de armas, todo era revuelo. La noticia había cundido y la gente estaba asustada, ya que oían mucho ajetreo fuera. Aún nadie les había dicho contra qué cantidad de soldados tendrían que combatir... Pasó cerca de algunos de sus hombres, entre policías y civiles para llegar a la puerta. Sintió alivio al ver a Saito allá, esperándole. Se había abrochado la camisa que antes llevaba suelta, sujetándola con el cinturón, y aguardaba con una mano en la funda de su katana y una mirada grave en sus ojos ámbar. El Miburo parece estar preocupado.... Pensó apretando el paso para no hacerle esperar

"Fujita-san..."

"Un emisario. Al parecer su jefe quiere hablar conmigo" Le dijo seriamente, volviendo la vista a la puerta enrejada donde aguardaba el hombre en su montura

"Acaso lo conoce?" Preguntó echándole un vistazo también

"En efecto. Digamos que... tuvimos una pequeña charla hace unos días"

"Señor! --exclamó un policía-- El emisario le pide que se acerque!"

Los dos líderes se miraron durante unos momentos, y Saito anduvo hasta el enrejado con su clásica arrogancia

"Es usted Saito-san?"

"Sí"

"Yokata-san quiere proponerle algo que quizás pueda serle de interés y que evitará que se derrame mucha sangre. De modo que si quiere acompañarme...." Le dijo el soldado, un hombre que llegaría a la cuarentena de años

"No pienso salir de aquí, así que tendrás que volver para contarme la historia. Por cierto, pregúntale a Yokata dónde se ha dejado a ese feo bastardo de Koujo y qué planes tiene para el Ministro. Ah. Y una cosa más. Pídele unos cigarrillos de mi parte" Le dijo con toda la naturalidad del mundo. El emisario se le quedó mirando estupefacto unos segundos antes de azuzar a su caballo para volver con los suyos

El policía se permitió una pequeña risa, y cuando el otro superior le preguntó qué era lo que habían hablado, también se quedó algo extrañado

"Es una pequeña broma..." Le aclaró mientras prendía la vista en el enemigo. Poco tardó Yokata en volver a mandar a su hombre hasta allí, esta vez con toda la información que le habían pedido

"Señor, sus... cigarrillos --le tendió un paquete que el Inspector recogió agradecido-- Y ahora pasemos al resto. Yokata-san, como supone, sabe quien es usted y por eso le ofrece unirse a nosotros por la causa de Saigo-san, pidiendo a cambio la vida de Yamagata. Ito está por el momento a buen recaudo entre nuestros hombres, no ha sufrido daño alguno"

Saito se le quedó mirando unos segundos, casi pensativo. Y luego se echó a reír "No me digas que es por eso por lo que lucha... Dile a Yokata que yo luché en la guerra de Seinan como policía del Emperador, y dile también que es un estúpido y que si sigue adelante sólo conseguirá que le maten a él y a todos vosotros"

"A sus manos no será, desde luego-- le dijo irónico el emisario, ofendido por sus palabras-- Le doy una última oportunidad para unirse a nostros con los que hayan en este castillo o lo arrasaremos para capturar a Yamagata"

"Dile a ese ahou que tienes por jefe que le ofrezco la posibilidad de rendirse ahora y ser libre fuera del ejército o morir bajo mi espada, o lo que es peor, sin honor en una plaza pública. Y eso cuenta no sólo por él, sino también por ti y tus compañeros. Asegúrate de que todos lo oyen, y si no vuelves entenderé que habéis rechazado mi oferta. Eso es todo"

El hombre asintió levemente, con una sonrisa de desprecio pintada en sus labios y espoleó a su caballo, que marchó prontamente de allí

"Preparaos. Atacarán dentro de poco" Les dijo el Inspector a los que estaban allí cerca. Shinosuke tragó saliva y asintió, comenzando a dar órdenes a los suyos. Los policías estaban todos en sus puestos, incluso Yamagata y los civiles. El general había sido informado de todo con detalle y daba órdenes algo nervioso. Hacía tantos años que no combatía...

Saito miró al segundo piso, donde estaba la ninja y vio que le estaba mirando... con hostilidad? Fuera como fuere, no tenía tiempo para pensarlo ahora. Se encendió un cigarro y la llamó "Ryoko! Dirigirás el combate desde ahí arriba, oyes? Yamagata estará bajo tu protección, así que vigílalo bien!"

La ninja abrió los ojos desmesuradamente a sus palabras y fue a contestarle, pero el hombre ya se había dado la vuelta y estaba inmerso en otros quehaceres. Que dirigiera el combate desde arriba! Pero cómo! Ella nunca había dirigido nada...! Y cómo pretendía que cuidara de Yamagata... desde ahí arriba??!! Suspiró extrañada, molesta, asustada, y vio a lo lejos el ejército enemigo bullir. Se estaban preparando para cargar contra ellos.

Yokata, al oír las noticias que le traía su emisario, no pudo sino pensar que su enemigo era un perfecto traidor a Tokugawa y a sus ideas. De modo que luchó contra nosotros en la guerra... Usted y todos los de ese castillo pagarán por el mal que hicieron a nuestra causa, Saito...

"Infantería, fusileros, desmontad!" Mandó, y al momento más de dos tercios de su ejército se bajó de los equinos. Ordenadamente los dejaron atrás y formaron caballería, infantería y fusileros tras el capitán, toda una marea de ébano armada hasta los dientes. Faltaba el artillero para completar la escena, pero desgraciadamente murió al provocar la avalancha...

"Cómo atacaremos, señor?" Preguntó el joven, que no veía muy clara la estrategia. El palacio estaba rodeado por calles bastante ámplias, pero no le parecía que la caballería pudiera atacar eficientemente en ellas, menos aún sin tener un buen artillero que echara las puertas abajo

"Claro que atacarán mejor a pie que a caballo... Por qué crees que he creado tanta infantería? Es una lástima que no contemos con el artillero, nos habría ahorrado mucho trabajo... Tendremos que realizar un asedio en toda la regla. El plan es atacar primero con nuestros fusileros y acabar con cuantos más podamos, mejor. Según nos salga eso, luego veremos a ver... Manda que unos cuantos se coloquen en posiciones elevadas, en ventanas de segundos pisos, en tejados, donde puedan, y el resto se acercarán a la puerta..."

El muchacho asintió y comenzó a dar órdenes que los soldados obedecieron con presteza

"Hay movimiento, señor! --le gritó el vigía a Kojiro Shinosuke-- han desmontado y una parte se dirige hacia aquí! Otros se han metido en casas!!"

Serán quizá fusileros.... "Los que tengan posiciones altas que se mantengan agachados! Vosotros --dijo señalando a sus propios hombres armados-- parapetaos, que no os puedan dar con facilidad"

Esto parece un asedio... pensó el policía mirando a su alrededor. La tensión se respiraba en el ambiente, los que tenían que combatir cuerpo a cuerpo estaban muy nerviosos, tanto civiles como policías y guardias. "De momento no tenemos mucho de qué preocuparnos. Perdieron a su artillero, de modo que no pueden tirar contra los muros y entrar" Comentó para infundir ánimos a los suyos Claro que todo puede ser que tengan explosivos de parte de Koujo....

Suspiró. A veces odiaba mirar todos los lados de las cosas....

Pronto pudieron escuchar el movimiento enemigo y ver la nube de polvillo que levantaban a su paso. El día, que de por sí no estaba muy claro, menos lo estaba ahora. Todos los soldados estaban en tensión, casi sin respirar, atentos a cualquier cosa sospechosa, con el dedo preparado en el gatillo o la mano en la empuñadura de su arma. Las mujeres y niños habían sido retirados al interior del edificio, donde se ocuparían de los heridos, y los civiles que iban a luchar estaban situados, con Yamagata, en la parte trasera, lo más lejos de la puerta posible.

Dando la cara estaban los prefesionales, aunque se habían ocupado de estar bien escondidos. Eran demasiado pocos como para permitirse cualquier lujo que terminara con la muerte de alguno. Algunos estaban tras las puertas del edificio, protegiendo a los de dentro; otros, los que más arriesgaban, estaban pegados al muro, cerca de la puerta principal. Otros cuantos estaban arriba con Ryoko y el resto divididos, unos con Shinosuke y otros con Saito, parapetados como podían entre el follaje del jardín. El inspector por el momento no podría luchar, pero sabía era cuestión de tiempo que tuviera que usar su katana...

*******************

Aoshi andaba con paso ligero por las distintas calles de la ciudad con la enorme saya bien apretada en su mano. La gente que le veía pasar se escondía donde podía, asustada de su mirada y de su porte. Algunos de ellos le habían reconocido como su vecino de Aoiya, y veían en él un Oniwabashuu en pie de guerra. Otros tan sólo veían que era un guerrero a quien respetar y temer. No veían al hombre normal que habitaba debajo de la gabardina y de la máscara de inexpresión, pero eso, al ninja, le daba igual. Lo único que tenía en mente era vengarse por lo que habían hecho a sus amigos. Tenía muy presente lo que le sucedió la vez anterior, con Han'nya y los demás, pero no por ello dejaría a Koujo impune. No después de torturar a Okina. No después de matar a OKkon y a Shiro. No después de secuestrar a su querida Misao, a Kaoru, Omasu y Kuro. No después de asesinar a su maestro tiempo ha y deshonrar a Oniwabashuu.

Una lluvia fina comenzó a caer de las nubes, resbalando por sus cabellos, pegándoselos a la frente. Caminaba sin rumbo, tan sólo siguiendo la indicación de ir hacia el norte. Estaba seguro de encontrar algo que le pudiera indicar dónde estaba su enemigo recluído. Después de todo... Koujo quería encontrarle.

El pajarillo pió sobre su cabeza y planeando se fue a posar sobre su hombro. Desde allí arriba veía todo perfectamente bien, la calle semidesierta, los edificios dañados por el terremoto, los pequeños cerezos que flanqueaban el paso... Le hubiera gustado verlo desde el aire, pero no le gustaba la lluvia, mojaba sus plumas y le impedía volar, de modo que se cobijó lo mejor que pudo bajo el ancho cuello de la ropa de su dueño y se limitó a piar de vez en cuando con su pico anaranjado

"Aoshi-san!" Le llamó un parroquiano desde una ventana. Era un hombre mayor, de pelo canoso y barbita de chivo que sin duda había visto mejores y peores días en la ciudad. El ninja volvió la cabeza para mirarle, y el hombre dio un ligero respingo al descubrir que no parecía el mismo ninja del Aoiya

"Aoshi-san... Ustedes nos protegerán de los terroristas, verdad? No habrá una nueva guerra... Oigo disparos a lo lejos..." Le dijo preocupado, evitando mirarle a la cara

"No se preocupe por nada" Fueron las únicas palabras, frías y sin emoción, que dejó escapar el ex okashira antes de marcharse. Ciertamente él también oía el tiroteo, venía del suroeste. Seguramente sea la policía contra los terroristas pensó sin perder detalle de lo que veía a su alrededor. Vio algo extraño en el suelo, al final de la calle. Parecía una línea rojiza....

Apretó el paso, llegando deprisa hasta allí. Era, efectivamente, un reguero rojo. Alguien había hecho una línea de sangre que se adentraba en una calle hacia la izquierda...

Sin dudarlo entró por ella y, tal como esperaba, un grupo de hombres lo emboscó allí. Con una velocidad sorprendente, Aoshi desenfundó las kodachis y luchó contra ellos, su larga gabardina ondeando tras él con cada salto. La sangre de seis terroristas le salpicó levemente, escurriéndose con el agua y formando riachuelos rojizos por su ropa. El sétimo, el único que aún quedaba con vida, aferró mejor su katana mientras las piernas le temblaban levemente. El ninja andaba hacia él, serio e impasible, con sus armas desenfundadas, preparadas para matarle. Haciendo acopio de valor, se lanzó contra él, a sabiendas que su muerte sería mejor así que en manos de su jefe.

El antiguo okashira detuvo su embestida sin mucha complicación, desarmándole. Lo tomó por el cuello y lo apretó contra una de las paredes de un edificio

"Dónde está Koujo" Le ordenó más que preguntó, intimidándole con su mirada helada mientras le dejaba sin respiración

El pobre terrorista, al que ya le faltaba el aire, empezó a toser y a gemir, intentando decir algo. Finalmente le indicó con una mano el dojo que había al terminar la calle

Aoshi le soltó entonces, satisfecho, y le dio la espalda para irse, no sin antes recoger la funda de sus kodachis.

"Mátame!" Le dijo el hombre aún jadeando

"No"

"Soy tu enemigo, vamos, acaba conmigo! Prefiero morir por tu espada que por los horrores que me hará Koujo-san si me coje"

"He dicho no. No tengo necesidad de matarte" Le dijo siguiendo su camino, resuelto. Pero el terrorista cogió entonces su arma y se lanzó de nuevo contra él. El ninja esquivó su torpe ataque y le dio una fuerte patada de kempo que le dejó tirado en el suelo

"No seas idiota e intenta hacer algo positivo con tu vida. Seguro que alguien está esperando a que vuelvas para perdonar tus errores" Dijo cerrando los ojos por unos segundos, recordando su familia de Aoiya... Apretó los puños y su mirada se volvió determinada cuando la fijó en el dojo.

Sabía que dentro le esperaba un duro combate, quizás peor que el de Shishio, pero eso no lo amedrentó. Rescataría a Misao y a los demás aunque fuera lo último que hiciera en su vida. Su recuerdo voló hasta Tokio y a la promesa que le había hecho. La cumpliré... te lo prometo. Pero antes tengo que vengarme...

Anduvo calle arriba, vigilando por si le atacaban más, pero no fue así, y llegó hasta la puerta de madera del edificio. Tal y como había visto de lejos, también había sido "decorado" como Aoiya, con trazos sangrientos por los muros. Las paredes estaban bastante enteras, el terremoto no había causado muchos daños en la estructura salvo en un muro.

De una patada tiró una de las hojas de la puerta abajo y miró desde el rellano. Justo frente a él colgaba una cabeza, sujeta al techo por los cabellos. Aoshi respiró profundamente, sintiendo rabia crecer en su interior. Sacó la kodachi de abajo y liberó la testa de su amiga, cogiéndola en sus brazos para depositarla luego en el suelo, cuidadosamente

Entró en la habitación. En un lado estaban tres cadáveres, los presuntos dueños del local y Omasu, y pintado sobre el cuerpo mutilado se leía "muerte". Escuchó un ruido y desenvainó la kodachi que le faltaba, tirando la funda a un lado. En un lado de la habitación había una puerta abierta, por la que empezaron a entrar soldados de Koujo.

El mismísimo ninja, que estaba en la habitación contigua, hubiera querido ver luchar a su enemigo, pero en vez de eso golpeó a Kaoru para hacerla gemir y que Aoshi lo escuchara y pasara de una vez a la siguiente habitación. Volvió su único ojo hacia la ninja, que colgaba aún de las cadenas, y decidió que había sido un acierto colgarla en un lugar que él pudiera ver desde su escondite. Por nada del mundo se perdería la escena que sabía iba a acontecer delante de sus ojos. Tomó a la embarazada de malas maneras y la arrastró consigo a la siguiente habitación, amenazando con matarla si se le ocurría abrir la boca

Kaoru siguió al malvado ninja sin rechistar, demasiado asustada como para intentar algo. Había visto demasiados horrores en sus amigos, y la habían golpeado suficientes veces como para saber que sería mejor no intentar nada. El recordar a Misao, colgando de las cadenas, hizo que los ojos se la llenaran de lágrimas. Aún escuchaba en su mente los primeros gritos de dolor, seguidos de gemidos cuando la amordazaron. Había intentado impedir que la hicieran daño, pero no habría podido con esa mujer, menos aún con su captor. Realmente era milagroso que Koujo le hubiera dejado con vida. Le daba miedo el pensar qué es lo que planeaba hacer con ella.....

El ex okashira se había desecho de sus enemigos con la misma facilidad que antes, y agitó sus espadas para limpiarlas de la sangre que chorreaba por sus hojas. Había escuchado la voz de Kaoru en la habitación de al lado, y sabía que era una trampa, pero tenía que ir por Himura. Le debía demasiado como para dejarle en la estacada de esa manera.

El olor a sangre era muy fuerte allí, metiendose más en sus sentidos si eso podía ser después de matar a tantos hombres. Sopló quédamente y entró en la siguiente habitación despacio, vigilante. Las paredes tenían la misma pintura macabra, pero justo en frente de la puerta, para que lo encontrara nada más verlo, había algo escrito y una flecha

"Misao ama a Aoshi"

Sus ojos se agrandaron enormemente al leer aquello, y miró a la izquierda, donde apuntaba la flecha. En la pared habían dibujado un muñeco colgando, y una flecha señalando a la derecha. Aoshi tragó saliva, reacio a mirar, a confirmar sus temores. Sus brazos comenzaron a temblar de la fuerza con la que apretaba las empuñaduras de sus kodachis, su respiración se aceleró, ansiosa.

Con un esfuerzo sobrehumano, se volvió, pero no miró al frente, sino al tatami, teñido de rojo en varios sitios. Una gota solitaria resbaló roja, produciendo un sonido sordo al golpear contra las fibras. Una larga cinta rosa, desgarrada, manchada de sangre, estaba arrebuñada en un lado.

No....

Las piernas de Misao colgaban lánguidas, sin vida, a varios centímetros del suelo. Tenían golpes, moratones. Un trozo de tela azul caía colgando entre sus piernas desde lo alto, su largo pelo negro colgaba lacio, apelmazado por la sangre en algunos lugares. El traje ninja apenas se sujetaba en sus caderas, ladeado, dejando al descubierto el resto de su cuerpo lleno de golpes y cortes. Los ojos azules de Aoshi iban recorriendo la escena; su boca entreabierta apenas dejaba pasar algo de aire a sus pulmones. Sus manos dejaron caer las kodachis, que rebotaron en el tatami casi sin hacer ruido

Las vendas que una vez sujetaran su pecho habían servido para amordazarla, y estan también teñidas, seguramente de morderse ella misma al emplear las torturas ninja en su cuerpecito. Al menos aún conservaba la virginidad...

"...Misao..." Gimió apartando la mirada, incapaz de soportar la terrible visión por más tiempo. Cogió una de sus kodachis y con ella, de un preciso golpe, cortó las dos cadenas. El cuerpo de la okashira cayó entre sus brazos, inerte, entre una cascada de pelo negro larguísimo. Aoshi se dejó caer sobre sus rodillas, apretando su cabeza, que se le hacía muy pequeña, contra su pecho. Un sollozo se escapó de sus labios a la vez que sentía los ojos arderle por las lágrimas que resbalaban por sus mejillas

"...Misao-chan..."

Dio un respingo al sentir, en su mano, una respiración. Ansioso la giró, cubriendo sus pechos como pudo con los retazos de tela que habían dejado de su traje, y acercó el rostro hasta su boca para ver si realmente respiraba. Su corazón dio un vuelco cuando comprobó que efectivamente, aún lo hacía

"Misao-chan... Soy yo, Aoshi...." Le dijo agitándola suavemente. Al no obtener respuesta, lo susurró en su oído, acariciando su frente con cariño. La chica gimió pero no se movió, estaba demasiado débil. El ninja la volvió a apretar contra sí

"Misao... ya pasó todo... nadie te hará daño... Perdóname por llegar tarde Misao..." Gimió apartando el pelo oscuro de su rosto con un cuidado exquisito. Misao gimió de nuevo, y entreabrió los ojos al notar lágrimas caer sobre ella. No podía ver realmente, sus sentidos estaban embotados, apenas sentía su cuerpo, pero no había nada más sencillo para ella que reconocer la figura del hombre que amaba

Intentó balbucear algo, pero tenía la garganta demasiado seca. Su cuerpo se agitaba con los sollozos del ninja, pero ya nada la dolía. Su Aoshi estaba allí, había venido por ella... estaba llorando por ella...

Misao esbozó una débil sonrisa. Ya podía morir tranquila, puesto que Aoshi había llegado. Hubiera deseado decirle muchas cosas, decirle a la cara cuánto lo había querido siempre... pero se tuvo que contentar con sonreír mientras cerraba los grandes ojos azules

Aoshi bajó la cabeza y apretó su cuerpecito contra sí, escondiendo el rostro en su flequillo siempre alborotado. A pesar de haber intentando siempre protegerla de todo mal, cuando más lo necesitaba había fallado estrepitosamente. Por qué Han'nya....?? Qué es lo que he hecho mal...! No podía estar en los dos sitios a la vez.... Acarició la cabeza de la chica con un gemido, casi sin verla por sus lágrimas Dijísteis que podía cambiarlo, que no tenía por qué ser así... Siempre quise que Misao fuera feliz, quise protegerla de todo, que viviera una vida normal para que nunca pasara algo como esto.... Misao-chan.... Miró su rostro, la expresión de paz que se le había quedado después de todo, la sonrisa que cruzaba sus labios

Okashira... Ella es feliz, no lo ve? Le dijo Han'nya en su pensamiento con voz serena, paternalista. Aoshi casi pudo sentir el roce de la mano de su amigo sobre su hombro

Feliz? Feliz?? Está muerta, como todos vosotros!! No estuve para ayudarla, no pude evitar que la torturaran, que viera cómo su familia moría sin que pudiera hacer nada! Qué felicidad trae eso, Han'nya?? Cuando me fui la hice infeliz, y al volver y no corresponder sus sentimientos, también! Nunca he sido capaz de hacerla feliz, por qué iba a serlo ahora? No tiene sentido, como todo lo que me dices siempre!!

Aoshi-sama escúcheme.... Usted fue a salvarla, demostró por una vez el amor que la tiene... eso la hizo feliz en el último momento. Vea su rostro y dígame que no es cierto...

...eso la hizo feliz...

...feliz...

"Pero qué tierno --dijo una voz tras él totalmente ladina, haciéndole dar un respingo-- Si me llegan a decir que esto sería así, no me lo hubiera creído nunca"

Aoshi dio un respingo y se irguió al momento, girando la cabeza para ver a su contertulio. Koujo, de pie, le miraba con desprecio y burla en su único ojo, los brazos en jarras, una sonrisita en su rostro cubierto de cicatrices.

"Pero si estás llorando en serio! Oh vaya...! Esto sí que es un shock para mí. El muchacho que me hizo estas heridas no se parece en nada al hombre que tengo delante de mí" Comentó agitando su mano mutilada levemente, una sombra de ira en su rostro. El otro ninja, el antiguo okashira, tragó saliva para deshacer el nudo en su garganta. Su dolor estaba mutando en rabia por momentos...

Dejó el cuerpo de Misao con mucha delicadeza en el suelo, y lo miró de nuevo antes de acercarse sus kodachis

....eso la hizo feliz.... la hizo feliz....

Aoshi cerró los ojos y, por unos momentos, recordó a todos sus amigos. Todos le habían sido arrebatados por culpa de la violencia desde que tenía uso de razón. Su hermano, su padre, su sensei, Hyotokko, Shikihou, Beshimi, Han'nya, Okina, Okkon, Omasu, Shuro, Kuro, Misao... Toda Oniwabashuu. Su familia

Se quitó la gabardina y cubrió con ella el cuerpo torturado de la okashira. Luego, con las manos muy apretadas en las empuñaduras de sus kodachis, se levantó para encararse con el enemigo. Koujo sopló levemente; al fin se había decidido a luchar. Aoshi fue el que lideró el grupo que masacró a su tropa y el que, ayudado por sus fieles compañeros, le dejaron a las puertas de la muerte. Era justo que se hubiera vengado de él

"Te hubiera presentado a mi joven ayudante, la que se encarga de la "decoración", pero desgraciadamente la mandé a ayudar a ese inútil de Yokata, para que les llevara unos pequeños explosivos. Es complicado echar un muro abajo sin un artillero, sabes...?"

"Koujo.... te voy a matar --siseó Aoshi -- Te voy a matar de la forma más horrible que se me ocurra, y te juro que esta vez me aseguraré de que estés bien muerto"

*********************

El combate se estaba desarrollando como cabía esperar. Sonaban bastantes tiros de parte del enemigo, pero rara vez alcanzaban a alguien. Las murallas del castillo eran demasiado altas, y tras unos primeros intercambios, los fusileros atacantes capitulaban de la puerta hacia posiciones más seguras, ya que Yokata les había dicho que no arriesgaran inútilmente sus vidas. Este hecho llenaba de arrojo a los defensores, elevaba su moral. Si todo seguía a este ritmo conseguirían resistir hasta que llegaran los refuerzos

Shinosuke prefería no ser tan optimista. No podía dejar de pensar que fuera de las murallas esperaban los 3000 soldados para luchar contra ellos, que no llegaban a los 250 combatientes. La proporción era tan brutalmente desigual que no podía sino preocuparse. El olor a pólvora que le llegaba cada vez que disparaba su fusil le dio una idea para mermar al enemigo que comentó con su segundo al mando para obterner su opinión. Al ver que le parecía que podía funcionar, el capitán dejó su puesto y salió corriendo hacia el edificio, a la parte alta donde estaba la ninja.

Ryoko, que estaba intrigada por sus intenciones ya que desde lo alto le había visto correr, pronto fue partícipe de su plan

"Si tomamos la polvora de nuestros rifles y la envolvemos en tela y agregamos una mecha podríamos hacer volar a gran parte de los soldados que intentan entrar" Le dijo jadeando por el esfuerzo

La ninja frunció el ceño, estudiando la viabilidad de semejante empresa "Será muy peligroso, si la tela se incendiara la pólvora explotaría antes de tiempo... Pero la verdad es que no se me ocurre algo mejor" Sopló, volviendo la vista al campo de batalla, donde por el momento se registraban pocos cambios

El capitán de la guardia hizo correr el rumor y en un corto espacio de tiempo dejaron de oírse disparos desde dentro del castillo. Junto a cada fusilero había una mujer más o menos valiente que le ayudaba a fabricar las bombas y les procuraba cerillas

El capitán del ejército enemigo no estaba contagiado del buen humor que cundía entre los resistentes precisamente. Apretaba la cincha de su montura, y la sacudía con demasiada violencia, preso de la ira. Su plan estaba fracasando a pesar de ser numéricamente superiores y de tener a Ito en su poder. No tenían tiempo ilimitado, estaba seguro de que en un tiempo relativamente corto aparecería el ejército para hacerse con el control de la ciudad....

Demonios, demonios!! Repetía constantemente en su mente. A pesar de su rango y de las numerosas batallas en que había luchado, Yokata Jin no era un gran estratega. Siempre se había basado en la superioridad numérica para derrotar al enemigo en el campo de batalla. Y para empeorar las cosas, jamás había tomado parte de un asedio. Si tuviera un maldito artillero...!!

De pronto sintió que alguien estaba a su lado, junto a su caballo, tocándole la testa al animal para tranquilizarlo. Jin se volvió a ver y quedó realmente sorprendido "Yoku-dono, qué haces tan lejos de tu amo?" Le preguntó sin malicia aunque con brusquedad

"Koujo-sama me envía para darle esto. Es un regalo, dice" Sonrió ella con una mirada desafiante. En sus finas manos había unos cuantos explosivos sin mecha, prestos a ser utilizados.

El rostro del capitán cambió súbitamente y dejó ver una enorme sonrisa mientras sus ojillos azules centelleaban "Eres divina, Yoku-dono..." Murmuró tomando las bombas con sus manos enguantadas. Pronto se las pasó a Isikawa, que estaba atento a todo, y él se encargó del resto.

"Mi señor me despidió hace un rato, dijo que quería luchar a solas y que volviera luego --comentó Yoku arreglándose el pelo con indiferencia-- Si no le parece mal, me quedaré a luchar a su lado para entretenerme"

"Por supuesto que no, querida... Haz tu voluntad, pero no mates a Yamagata. Y si luchas con Saito, asegúrate de que muera sufriendo como el perro que es"

La joven ninja asintió, acariciando una vez más al caballo, y desapareció tan mágicamente como había llegado

En cuanto los soldados tuvieron en su poder los explosivos, atacaron las fuertes murallas de piedra, que estaban indefensas ante semejantes explosiones. Afortunadamente eran suficientemente gruesas como para recibir un impacto sin derrumbarse, por lo que ejército tan sólo logró tirar abajo una parte de relativamente pequeñas proporciones.

En el patio del castillo cundió el pánico. Algunos soldados echaron a correr lejos de las murallas, cayendo abatidos a balazos al abandonar la seguridad de su posición mientras otros temblaban en sus botas al ver al grueso del enemigo entrar en lo que hasta el momento habían considerado su refugio seguro.

Los esfuerzos de Shinosuke y Hajime por que mantuviesen la calma eran mayormente infructuosos. Tan sólo los más veteranos y los novatos más valientes conseguían continuar en sus sitios y disparar la bala que habían dejado en sus armas. Desde lo alto, Ryoko contemplaba la escena impotente, cuidándose de no ser un blanco claro. Aún a pesar del humo de la pólvora y el polvo podía distinguir a sus compañeros. Se acercó a la balconada e instó a Yamagata a salir con los civiles a pelear. Si tanto interés tienen en Yamagata, aunque salga a liderar un ejército nadie disparará contra él, por lo que estará igual de seguro que si lo dejo atrás. Además, estos hombres necesitan un lider....

Apretó la lanza entre sus manos. Ahora que el enemigo había penetrado sus defensas, el combate sería un cuerpo a cuerpo muy sangriento... "Disparad contra ellos, vamos!" Ordenó a los fusileros que tenía cerca, que no habían fabricado bombas debido a su posición "Cuidado, viene una columna por el agujero del este!!" Les gritó a los de abajo. Entre la locura que era el patio vio al policía desenvainar su arma, que brilló unos segundos a la luz del sol de agua. Pronto, muy pronto entraría en combate. Hasta ahora sólo los fusileros habían avanzado unos pocos metros, tomando la parte oriental de la muralla, pero la infantería estaba llegando. Escuchó tras de sí una multitud de hombres correr de un lado a otro, parapetándose, y se volvió fugazmente para ver a Yamagata y al resto un poco rezagados de ellos, a salvo de las balas pero dispuestos a luchar

El ejército de Yokata entró en el recinto como una densa marea negra, con los sables desenfundados. Algunos intentaron ir a la puerta para abrirla y dejar entrar a la caballería, pero los fusileros defensores se lo impidieron con tanta eficacia que al poco rato dejaron de intentarlo. En cuanto Shinosuke vio que había un blanco de enemigos claro ordenó que lanzaran los explosivos caseros y que corrieran. Las bombas explotaron medianamente en el blanco, aunque no eran tan potentes como el capitán hubiese deseado. Aún así sirvieron para sembrar confusión entre los enemigos y permitir el ataque a los defensores

Yoku, que se había introducido en el castillo facilmente, contemplaba la lucha escondida en el follaje de un árbol. Estaba buscando a los líderes del castillo teniendo en cuenta que si los mataba, los soldados se dispersarían descarriados. Localizó a Ryoko en lo alto de la balconada y, cuando se había decido a ir a por ella encontró un blanco más cercano. A unos pocos metros de donde se encontraba, Kojiro Shinosuke daba órdenes a diestro y siniestro con su sable a punto en la cintura y el fusil en la mano. Había sido una gran idea no utilizar toda la pólvora para hacer bombas o ahora estarían indefensos...

La ninja se bajó de su escondite de un ágil salto y comenzó a moverse como una sombra por el jardín, agazapándose tras los árboles y arbustos,con la vista fija en su objetivo y una mano sujetando la kodachi contra su muslo. Cuando ya sólo la separaban unos metros en linea recta de Shinosuke escuchó una voz a su espalda que la sorprendió

"Intentando algo deshonroso?" Preguntó Saito con su katana desenfundada tras ella

"Tú... eres el hermano de Satoshi... --dijo un poco sorprendida, pero al momento se recompuso. Se encaró con él a pesar de la notoria diferencia de estatura y corpulencia-- Yokata me dijo que te matara como el perro que eres, así que tu compañero el capitán y la chica tendrán que esperar..."

"Pareces muy segura de poder vencerme, chiquilla" Medio sonrió el Miburo posicionando su Ishiki. Yoku desenvainó su kodachi y flexionó las rodillas, visiblemente despreocupada. Hasta había una sonrisita en su rostro aniñado. A su alrededor se sucedían gritos, detonaciones, disparos, pero nada parecía ir con ellos.

De pronto Saito se lanzó al ataque, sus piernas impulsándole con fuerza hacia el cuerpo menudo de la ninja. Ella abrió los ojos marrones, sorprendida por el ataque, pero saltó a un lado, rodando como un balón por el suelo del jardín para eludirle. El Gatotsu acertó a un pobre árbol, que se derrumbó entre el quejumbroso sonido de la madera al quebrarse. El policía se dio la vuelta rápidamente para no darle oportunidad de atacarle, y vio satisfecho que la había impresionado. Al incorporarse, Yoku se dio cuenta de que el hombro izquierdo la escocía; A pesar de lo rápido que se había movido, la hoja de su enemigo la había conseguido rozar. Sacudió la cabeza y frunció el ceño, tomándoselo desde entonces mucho más en serio. Se cambió la kodachi rápidamente de mano varias veces antes de saltar y desaparecer en el aire

Hajime, que nunca había visto a un ninja dar muestras de semejante habilidad, se encontró desconcertado por unos segundos, sin saber dónde atacar. Mas la experiencia de pelear contra muchos luchadores diferentes no le hacía caer en el error de ponerse nervioso. Sabía que tarde o temprano tendría que aparecer, de modo que con estar alerta...

Una ráfaga de aire pasó junto a su rostro, haciéndole girarse. Algo estrecho y muy duro golpeó entonces la parte alta su estómago, haciéndole tragar aire. El segundo ataque de la ninja, intentar clavarle la hoja en la garganta desde abajo, no llegó a término, pues Saito la tomó del brazo y tomando ventaja del poco peso de ella la lanzó contra el tronco de otro árbol.

"Ahou. Como contrapartida a tu agilidad tienes demasiada poca fuerza como para hacerme esa técnica y que funcione" La regañó colocándose en su posición de lucha una vez más y lanzándose a la carrera contra ella. Yoku de nuevo tuvo que saltar por su vida hacia la derecha

Eso es... la derecha...!

Derrapó en el suelo de tierra y apoyándose en una mano salió corriendo hacia él teniendo en cuenta que su enemigo cargaba de nuevo hacia ella. Estaba intentando plagiarle el ataque, pero usando su mano derecha para conseguir herirle. Evidentemente no sólo no lo consiguió, sino que además el policía se apañó para darle una patada y mandarla lejos de sí

La joven ninja, perseverante, se volvió a levantar y se limpió algo de sangre de sus labios. Su punto débil es el lado derecho... Si tan sólo encontrara una forma de romper su longitud de ataque.... Pensó frustrada dándose cuenta que no podría seguir luchando a ese ritmo contra él. Saito tenía razón. Lo que tenía en velocidad y agilidad lo perdía en fuerza debido en parte a su tamaño y poco peso. No podía pensar en ganarle a fuerza bruta... Aquello se la iba de las manos, nunca había luchado contra alguien tan bueno,sólo contra Koujo-sama o Satoshi, pero ellos usaban técnicas como la suya...Tenía que pensar algo y pronto

Saito miró a su alrededor rápidamente para hacerse una idea de cómo iba la batalla y se dio cuenta de que tenía que dejar de entretenerse con aquella muchacha y rápido "No tengo tiempo de jugar, chica, terminemos de una vez" Se colocó entonces en la posición del Nishiki, esperando sorprenderla lo suficiente como para que no acertara a esquivarle a pesar de su rapidez. Ella se cercioró de que sus shurikens estaban en buen lugar y flexionó su cuerpo. Sabía que el policía iba en serio y que la mataría en el próximo golpe si no podía evitarlo...

El Miburo se lanzó al ataque con un rugido que apenas se pudo oír en el ensordecedor trueno de la batalla. La ninja lanzó sus estrellas contra su cuello, alcanzándole en el brazo derecho y en el hombro con algunas pero sin frenar su carrera como había supuesto. Todo o nada... Pensó lanzándose hacia la derecha para rodar en el suelo. Apoyó entonces una rodílla en el suelo, aprovechando los últimos momentos de ejecución del Gatotsu y apuñaló con fuerza en diagonal arriba. Por desgracia para ella, había calculado con el Ishiki, de modo que la hoja de Saito trazó la diagonal del ataque en su cuerpo.

El policía frenó la carrera como pudo en la tierra, golpeándose contra el tronco de uno de los árboles. La hoja de la kodachi no había entrado profundamente en su costado, pero le había rajado de un lado a otro por efecto de su propia carrera. No era muy incompetente si ha conseguido ver el punto débil de mi técnica Pensó viendo el cuerpo inmóvil y casi partido en dos de la mujer. A su alrededor seguían sonando disparos, cada vez más cerca del jardín. Se quitó descuidadamente los shurikens y tomándolos en la mano miró a su alrededor. Casi juguetón se los lanzó a unos soldados enemigos, fallando estrepitosamente

La puntería no es lo mío... Casí se sonrió colocándose en la posición de su famoso ataque y acabando con los enemigos en un visto y no visto

Ryoko no había podido aguantar más allá arriba y había bajado del castillo para enzarzarse en un cuerpo a cuerpo con los enemigos que intentaban entrar al castillo.Tal y como estaban las cosas no sería más útil dando órdenes que los suyos no oían que tomando su querida lanza. De modo que allí estaba, golpeando y empalando, esquivando balas, dando saltos acrobáticos y salvándoles el pellejo a sus compañeros cuando podía. Desgraciadamente por cada soldado que mataba aparecían cinco más, pero no podían dejar que entraran, ya que dentro estaban las mujeres y los niños

El cielo sobre ellos se había nublando irremediablemente y había comenzado a llover. Al menos el agua diluiría la sangre pegajosa que manchaba su cuerpo. A pesar de no ser nueva en esto, no le gustaba la sensación de estar bañada en savia. La punta de su arma atravesó de parte a parte a un soldado que estaba junto a ella, y tuvo que girarla fuertemente sobre su cabeza para librarse del resto que la acosaban. De pronto a lo lejos escucharon el sonido de algo que les recordó al terremoto, y todos, amigos y enemigos dejaron de luchar durante unos instantes y se volvieron. Vieron una nube de polvo alzarse en el cielo y muchos fragmentos de suelo volar por los aires.

Por el agujero practicado en la muralla entró un caballo con dos personas, una de ellas blandiendo la espada de un lado a otro fieramente para abrirse camino. Tras ellos, unos momentos después entraron dos personajes totalmente disparejos. Uno era muy grande, moreno, musculoso, varonil, y el otro era pequeño, afeminado y pelirrojo. Lo único que tenían en común es que entre ámbos, golpeando el suelo con sus espadas, lanzaban piedras a gran velocidad contra los soldados enemigos.

La ninja se quedó perpleja cuando vio que los soldados de mayor edad señalaban al pelirrojo con cara de susto y salían huyendo despavoridos, siendo blanco fácil para los defensores. Por un momento, la imagen del Battousai que recorría las calles cuando ella era niña, con su alta coleta pelirroja, pasó por su mente. Pero no puede ser él... es imposible que el legendario Hitokiri haya venido... y encima a ayudarnos...! Sería demasiada coincidencia... Pensó aprovechando para librarse de unos cuantos soldados. Achicando los ojos reconoció al hombre del caballo como el espadachín cristiano, y se sorprendió cuando vio que podía ejecutar la misma técnica que los otros dos desconocidos. A su lado había un crío que parecía sujetarle...

De pronto se corrió entre los soldados del ejército la voz de que se retiraran para un segundo asalto, pero la mitad de ellos no consiguieron salir con vida

"Saluda a Yokata de mi parte y dile que si vuelve a por más no saldrá con vida de aquí. Ah. Y también dile que su ninjita ha pasado a mejor vida" Saito lanzó a un pobre soldado al que tenía levantado en vilo contra el suelo y le dejó huir. Ryoko, al oír su voz se acercó a él

"Goro, hemos resistido el primer asalto! --exclamó contenta como una cría, casi sin poder creérselo aún --Y todo gracias a esos tres y al samurai cristiano!"

"Qué tres...? --preguntó, pero pronto distinguió la figura de Hiko en la distancia, y también la cabeza pelirroja de Kenshin-- Battousai... Mmm vaya sí que le tienen miedo aún"

"Battousai? Quieres decir que es él de verdad?? --le preguntó sorprendida-- Ahora entiendo por qué salieron todos corriendo tan deprisa... Eh? En qué estabas pensando para dejar que te hirieran así? Eres un inútil, sabes?" Le reprendió al ver que la mano que apoyaba en su costado tenía el guante totalmente teñido de rojo. Ryoko le quitó la mano para examinar la herida, la savia tan roja manchando más sus manos y su uniforme azul en cuanto no había nada que hicera presión. El corte en sí no la impresionó demasiado ya que la sangre es muy escandalosa, pero se había dado cuenta de que le costaba trabajo respirar y eso era lo que la preocupaba realmente

Kojiro, al localizarles en la puerta del edificio, se acercó allí junto con Yamagata. Ambos estaban cansados y tenían heridas y manchas por todo el cuerpo, pero llevaban la misma sonrisa de satisfacción que la ninja al vislumbrar la esperanza de poder salir con vida de allí. Todos contaban conque Cho llegaría pronto con el ejército, y además tenían mucha fe en los recién llegados...

"Lo han hecho todos muy bien" Les felicitó el General Yamagata pasándose una mano por el rosto para intentar limpiarse

"He oído que hay un médico, iré a buscarle" Dijo la ninja volviendo a colocarle la mano, ajena a los otros dos hombres

"Ryoko no es para tanto, he--" Comenzó a decir Saito, pero ella no sólo no le dejó continuar, sino que encima le dio un coscorrón

"Ahh cállate y espérame en la balconada --ordenó dejándole la lanza a su cuidado-- No sé cómo puedes ser Inspector de policía si siempre eres tan descuidado, un día te matarán por una tontería...!" Le gritó encubriendo el verdadero motivo mientras entraba en el edificio y corría escaleras arriba buscando el lugar donde estaban las mujeres, a donde llevaban a los heridos.

Los dos hombres se miraron entre sí y luego miraron al Inspector, que simplemente se encogió de hombros "Vamos arriba, pues. Así veremos todo en perspectiva"


Corriendo y saltando los escalones de tres en tres, la ninja llegó pronto al piso de arriba. Tomó a un joven que pasaba por allí y le preguntó por el doctor. Se encogió de hombros y le indicó que fuera a la planta baja donde estaba el resto de la gente a ver si allí sabían algo. Sin perder tiempo dándole las gracias desandó lo andado, llegando de nuevo a la planta baja, donde empezó a buscar una sala muy grande

Abrió una puerta de dos hojas tras la cual se oía mucho jaleo y dentro encontró a multitud de mujeres sentadas en el suelo. Un grupito se hacía cargo de los críos que había, intentando mantenerles tranquilos y consolándoles como podían. Otras, la mayoría, simplemente estaban allí arrebuñadas con los ancianos. Un par de hombres, un anciano y dos mujeres se encargaban de los heridos en un rincón.

Como pudo se abrió paso entre ellas, teniendo que empujarlas a veces para que se apartaran, cosa que hacían a gatas, gimoteando. Ryoko las miró, primero con lástima y luego con rabia.

"En vez de llorar tanto tendríais que haber estado ahí fuera ayudando a vuestros maridos, cobardes..." Comentó entre dientes, mas a nadie en particular.

"Necesito un médico!" Dijo en voz alta mientras llegaba. Entre los dos hombres estaban trasladando a un soldado que parecía bastante grave a un sitio más tranquilo, mientras el anciano se ocupaba de otros dos y las mujeres de un cuarto, que se retorcía en el suelo del dolor que le producían los balazos

"Es que no me habéis oído?!" Exclamó furiosa agachándose entre ellos para que la hicieran caso. Una de las mujeres, una morena con melena levantó los ojos verdes del herido y los prendió en los suyos. Ambas tragaron aire a un tiempo

"Qué demonios estás haciendo tú aquí, maldita zorra??" le dijo exhaltada, sin creer lo que sus ojos estaban viendo. Por unos momentos, Tokio sintió que la faltaba el aire.

"Está Hajime aquí... contigo?" Le preguntó casi tímidamente

"Por todos los demonios del infierno... --siguió maldiciendo, aunque ya más para ella misma. Puso una mano en el hombro del anciano-- Venga conmigo, abuelo, necesito de un médico" Le dijo esta vez intentando ignorarla

"Lo siento... yo no sé medicina... tan sólo ayudo a esta señorita..." Contestó señalando a la morena a su lado. Ryoko dirigió la mirada hacia la chica que estaba junto a Tokio, mas le dio la misma respuesta.

"Ni hablar! --se dijo levantándose bruscamente, agitando la cabeza, rabiando-- Entre todos los médicos de Japón tenía que ser ella...!"

"Dónde está? Está herido? Dímelo, por favor!" Le pidió levantándose a su vez. Pronto, sin quererlo, fueron el centro de atención de la habitación

Ryoko apartó de un golpe la mano que ella había puesto en su brazo "No te atrevas a tocarme! Y no se te ocurra seguir fingiendo frente a mí... Vete con tu ninja, maldita mujer del demonio, no te atrevas a acercarte a Goro!"

"Quién... Quién eres tú? De qué conoces a mi marido? Por qué te metes en nuestra vida?!" Le gritó ella a su vez perdiendo la timidez de golpe

"Acaso no tiene derecho a tener amigas?!" Le contestó, poniendo especial énfasis y retintín en esta última palabra. Luego se dio la vuelta y cogió unas vendas del suelo antes de empezar a irse. Sus heridas no eran muy graves y aunque le preocupara el que tuviera dificultades para respirar, era mejor que no la llevara consigo. Estaba segura de que sería peor el remedio que la enfermedad, aunque por otra parte quizás si les dejaba hablar....

De ninguna manera! No se lo merece la maldita... Pero quiero que Goro sea feliz... Demonios!!

Tokio tragó aire ante semejante implicación, frunció el ceño y se dispuso a seguirla, no sin antes coger vendas. La ninja la miró por sobre el hombro mientras andaba "Deja de seguirme! No entiendes que no quiere verte?!"

"Tengo que hablar con él!"

"Escúchame!! --se detuvo y se volvió con cara de pocos amigos-- No crees que ya le has hecho suficiente daño?! No dejaré que continúes, aunque sea te mataré para ello"

La mujer mayor tragó saliva ante la vehemencia y el interés de las palabras de la mujer e igualó la dureza de su mirada "Escúchame tú ahora! Es mi marido aunque no te guste, y ninguna cría me va a decir cómo tengo que resolver mis problemas con él, entiendes??"

Cría yo...???!!!! Ryoko intentó abofetearla, pero Tokio detuvo su mano. Hacía tiempo que no practicaba el kendo, pero sus reflejos aún estaban ágiles

"Voy a ir contigo te guste o no, y si alguien tiene que decirme algo es Hajime, no tú, me oyes?!"

"Maldita mujer del demonio... --gruñó la ninja-- De acuerdo! Pero vigila tu espalda no sea que te tire por la balconada..." Una sonrisa ladina cruzó su rostro cuando salió corriendo por la habitacion atestada de gente, su pelo rizado, negro y mojado, agitándose tras ella. Tokio frunció el ceño, se remangó el kimono --con el consecuente revuelo por parte de las mujeres que allí se encontraban-- y salió corriendo tras ella, rehusando darse por vencida.Tenía demasiado que perder ...

"Me parece que Ryoko-dono ya viene..." Comentó Shinosuke al escuchar pisadas fuertes sobre los escalones

"Habría que estar sordo para no escucharla..." Comentó Saito apoyando la cabeza en la pared tras él y dejando que la fina lluvia resbalara por su rostro. Le apetecía un cigarro de los que tenía guardados en la chaqueta, pero necesitaba estar en sus mejores condiciones si quería salir vivo de allí, y bastante tenía ya como para darle más trabajo a sus maltrechos pulmones. Tosía de cuando en cuando, llegándole a la boca el sabor agridulce de la sangre. Llevaba haciendo demasiados esfuerzos durante demasiado tiempo seguido, y su cuerpo se resentía. Lo que le pasó en el bosque fue un aviso, y en su interior sabía que era por eso por lo que la ninja había ido a buscar al doctor, no por el corte en su costado. Le dolía, sí, pero la hoja no había alcanzado ningún órgano, por lo que no dejaba de ser una herida superficial

"Ya estoy aquí" Se anunció la ninja saliendo a la balconada de un grácil salto. Anduvo hasta los tres hombres sentados en el suelo y los miró brevemente, tomando luego la lanza de su lado y asegurándola en el arnés "El doctor viene tras de mí... pero te advierto que no te va a gustar nada..." Sopló. Aún se estaba cuestionando si había hecho bien en acceder. Parecía que la mujer tenía intenciones de aclararlo todo pero algo la decía que no iban a acabar bien...

Efectivamente, unos momentos después llegó hasta ellos el sonido de alguien subiendo corriendo las escaleras. Tokio apareció por la balconada jadeando, se soltó el kimono, y se giró a mirarles. Sintió un nudo en la boca del estómago al verlos. Y nauseas. Pero tenía que ser fuerte.

Saito, que se había puesto más pálido de lo que ya estaba, apartó rapidamente la mirada de la mujer para ponerla sobre Ryoko. Ésta se encogió de hombros "Ya te dije que no te iba a gustar... Yo me voy, pero estaré cerca por si necesitas algo" Dijo pasando junto a Tokio y bajando por las escaleras. Shinosuke y Yamagata pronto sintieron la tensión en el ambiente y, dándose cuenta de que sobraban, se marcharon también

Y allí quedaron los dos, mojándose en silencio, sin moverse, demasiado sumidos en sus propios pensamientos. Ninguno se veía con fuerza de mirar al otro a la cara, ya que ambos tenían demasiado de qué avergonzarse. Sólo cuando el hombre tosió débilmente ella se decidió a acercarse

"Déjame... que te vea, Hajime" Dijo en voz baja, con vergüenza, mientras se arrodillaba a su lado. Vio las pequeñas heridas de shuriken, sus ropas mojadas de la sangre que salía de la herida que apretaba su mano. Disimuladamente miró hacia arriba, hacia su rostro, y vio que miraba a otro lado. Había algo de sangre en la comisura de sus labios, y podía ver que la herida que ella misma le hiciera estaba cicatrizando bien, aunque lo morado del golpe le hacía parecer peor. Se mordió ligeramente el labio; aún no podía creer que le hubiera golpeado

"No hace falta. Estoy bien" Le contestó intentando levantarse, pero Tokio le tomó de un brazo y le obligó a permanecer sentado

"Shh" Con cuidado le quitó la mano de la herida y le desabrochó la camisa para poder subirle la camiseta y ver, pero Saito apartó su mano bruscamente

"No me toques..." Siseó, su corazón latiendo rápidamente. Le dolía más el roce de sus manos que las heridas

"No voy a hacert--"

"He dicho que no me toques!!" Exclamó empujándola lejos de sí. Tokio le miró asustada, viendo cómo se levantaba apoyándose en la pared

"Hajime... "

"No digas nada. --hubo un lapso de silencio-- Siento lo de anoche. No volverá a pasar. Puedes hacer lo que quieras con Shinomori" Dijo alejándose lentamente de ella

"Hajime yo no quiero a Aoshi..." Comenzó a explicar, sin saber muy bien qué decirle y cómo para que la creyera. Saito, que la estaba dando la espalda, se dio la vuelta para mirarla. Sus ojos brillaban, sus labios se curvaron en una sonrisa irónica, dolida "Por supuesto"

"Te lo digo en serio! Tienes que creerme! Aoshi no es más que un amigo para mí...!"

"Estoy cansado de que me tomes por imbécil, Tokio!" Exclamó dando un fuerte puñetazo a la barandilla, que se estremeció por el impacto. Tokio bajó la mirada

"Es cierto que me atrae, y no te voy a negar lo que viste, pero--"

"Cállate Tokio, no me hagas cometer una locura estando sobrio. No quiero oírte más" Le dijo con un soplido, intentando mantener la compostura. Como no estaba seguro de poder mantenerse sereno si aquello seguía, echó a andar hacia la puerta

"Lo...Lo siento... --gimió ella bajando la cabeza con la esperanza de esconderse entre su pelo-- lo siento Hajime..."

"No te hagas la víctima, joder. Ahora resultará que el malo he sido yo" Sopló comenzando a bajar la escalera. Por Dios que él quería arreglar las cosas, pero la verdad no le parecía nada sencillo conseguirlo. Había escuchado demasiadas veces ya eso de *tienes que creerme sólo es un amigo* como para creérselo después de lo que había visto.

"Pues sí! --le gritó ella entonces armándose de valor, deteniéndole en el sitio-- Además de cariño, Aoshi me da su compañía! Es un hombre atento, educado, le encantan los niños y siempre que le necesito está ahí para mí! Hacía tanto tiempo que no me sentía atendida que no pude evitar filtrear con él!!"

"Pues vete con él!! -- le gritó mirándola desde unos escalones más abajo-- Vamos, vete!! Si tanto dices que te da y que es mejor hombre de lo que yo soy, qué coño haces pidiéndome perdón?! Vamos, lárgate con él y no vuelvas más! Márchate de una vez, no quiero verte más!!!" Saito estaba furioso, herido por las palabras de la mujer, y no se paró a medir las suyas. Sólo la rabia irracional puede decir cosas como esas a una persona a la que quieres. Reanudó la bajada, o eso intentó, porque Tokio pasó los brazos por su cuello, apoyando la frente en su hombro mientras lloraba

"No te enfades por favor... yo no quiero estar con él Hajime... Perdóname, fui una idiota...! Yo no quería que Aoshi fuera más que mi amigo, y no quise ver que le gustaba...! Me sentía bien con los de Aoiya, eran mis amigos! Hacía tanto que no tenía amigos que era feliz cuando estaba alli... No quería perderles, ni tampoco quería perderle a él, pero desde luego a ti menos...! Tienes que creerme... Aoshi te lo dirá cuando te vea, te contará la historia entera él también! Por favor... me compraré un perro para que me haga compañía pero no me alejes de ti por favor..."

Sin decir una palabra, Saito la cogió las manos, las apartó de sí y siguió bajando sin mirar atrás, decidiendo, en mitad de camino que, al carajo, necesitaba un cigarrillo...

Tokio se llevó una mano a la boca y con la mirada borrosa le vio bajar hasta perderse en el pasillo de la primera planta. Se dejó caer en el escalón, sentándose en él, y escondió el rostro entre las manos, descorazonada. Su marido no la perdonaría, y ella se lo había buscado. No había más culpable que ella a pesar de que por enésima vez le hubiera encarado con razón que no pasaba suficiente tiempo a su lado...

Ryoko, que había estado espiándoles desde abajo de la escalera, al escucharle bajar se escondió rápidamente, sin hacer ruido. Desde donde estaba no podía ver nada, pero sí que oyó las botas del policía sobre el tatami. Todos ellos llevaban sus zapatos puestos; demonios, estaban en guerra y no tenían tiempo de andarse con remilgos. Había decidido dejar pasar unos momentos más, tan sólo para disimular mejor su tapadera, cuando le escuchó detenerse. De pronto sintió otros pasos, más suaves, subiendo por la escalera del piso bajo con seguridad. Parecían pisadas de hombre, aunque debía ser bastante delgado...

"Saito, tengo que decirte algo" Dijo una voz que le sonó conocida, aunque no sabía muy bien por qué. Era, como había supuesto, de hombre, y aunque tenía un timbre suave y quizás algo afeminado, había algo en ella que infundía respeto

"Estoy ocupado" Le respondió Saito girándose y echando a andar. Iba al piso de abajo, pero la repentina llegada de Battousai reclamándole le haría rodear toda la planta. Realmente le daba igual, no tenía especial prisa

El samurai no mudó el rostro serio y no se movió del sitio "Encontramos a tus hijos mayores. Estaban en una casa en ruinas por las explosiones"

Su contertulio se detuvo de nuevo, mas no se giró. Sopló casi imperceptiblemente. Su sexto sentido le decía que algo no iba bien "Pero..."

"Sanosuke y tu hijo murieron en el terremoto. El edificio se derrumbó. Eiji está herido, pero saldrá de esta" Terminó la noticia sin suavizar su voz un ápice, sin que ningún tipo de emoción lo turbara

Los ojos de Ryoko se abrieron enormemente a la vez que tragaba saliva. Luego los cerró y se agitó el flequillo rizado y húmedo suavemente. Lo que le faltaba...

Hajime no dijo nada, y no se movió hasta que se hubo asegurado de que Kenshin estaba ya en la planta de abajo. Tiró despreocupadamente el cigarrillo que antes se estuviera fumando, ya que se había consumido, y tomó otro. Se llenó los pulmones con el humo y luego lo expulsó en algo que a la mujer le pareció un suspiro. Empezó a toser mientras andaba, probando una vez más su sangre y se sentó en el primer escalón de la escalera hacia abajo, por donde había subido el pelirrojo.

"Goro, estás bien?" Pronto apareció Ryoko tras él poniendo una mano en su hombro, pero el hombre no contestó. Tenía la vista prendida en algún punto más allá del espacio

La ninja le tomó por un brazo y le dio la vuelta, haciendo que apoyara la espalda en la pared. Iba a hacer lo único que podía por él, intentar que sus heridas dejaran de sangrar. Para ello tomó las vendas que un rato antes cogiera del suelo y levantó su camiseta. Saito no hizo nada por impedirlo

"Menos mal que no te hicieron nada grave o a estas alturas estaríamos enterrándote... --comentó mientras hacía su trabajo-- No te duele al respirar?"

"Me duelen más otras cosas... --le dijo con aire ausente sin contestar a su pregunta. De pronto quitó la mirada de la nada para ponerla en la mujer de oscuros rizos sentada junto a él-- Ryoko..."

Ella sopló un mechón rebelde de su cabello y levantó la vista de su tarea para encontrar sus ojos doloridos "Si alguien me da una mala noticia más, una puta mala noticia más en lo que queda de semana lo mataré, sabes? Lo mataré..." Terminó casi en un susurro, fumando furiosamente al momento

Ryoko se sintió perdida, sin saber qué decirle. Consolar no era lo suyo, de ninguna manera, y se sentía terriblemente incómoda haciéndolo; la parecía un signo de debilidad el compadecerse de alguien. Apoyó suavemente su frente en su pecho mientras reanudaba su trabajo y Saito, comprendiendo su gesto de cercanía puso su mano sobre su pelo y apretó su cabeza contra sí, bajando la suya hasta que su mentón tocó los largos rizos negros

La mujer tembló ligeramente al sentirse estrechada por aquel hombre al que amaba sin remedio y que no la correspondía. Se tragó el dolor tal y como había hecho bastantes veces a lo largo de su vida y terminó de vendar sus heridas. Luego suspiró, se apartó del policía y lo miró. Estaba morbosamente sexy con aquél hilillo de sangre cayendo por su barbilla.... Pasó una mano por su rostro para quitar ciertos pensamientos de su mente y se armó de valor

"Goro, estoy segura de que me arrepentiré al momento de decirte esto--comenzó, mandando al diablo su supuesta presunción de no saber nada de lo que había pasado-- pero ahí arriba te has comportado como un perfecto idiota. Si quieres tirar tu vida por la ventana hazlo, pero al menos hazlo combatiendo, no por no querer perdonarla. No es la única que se ha equivocado en eso, recuerdas?" Sonrió ladina, aunque su sonrisa no era de maldad, sino de dolor

"Lo siento" Le dijo por primera vez después de casi diez años, con la cabeza gacha. Ryoko le reprendía siempre como una madre, y también hacía siempre sus mejores esfuerzos por ayudarle a pesar de que él se hubiera comportado con ella de forma ruín y rastrera, a pesar de sus mentiras y sus verdades a medias. Lo menos que se merecía eran ese par de palabras que poca gente había escuchado de boca del Miburo

"Siempre estaré a tu lado --le dijo como si leyera sus pensamientos. Puso una mano en su hombro-- Vamos idiota, a qué demonios estás esperando? A que la lluvia caiga hacia arriba?? Y quítate eso de la boca! Por todos los dioses, si sigues tosiendo no llegarás a viejo!" Le reprendió quitándole el cigarillo de malos modos y dándole una calada. Saito la miró un poco extrañado, y quizás algo divertido

"No eras tú la que había dejado el vicio...?" Le preguntó con maldad

Ryoko se encogió de hombros, dio una nueva calada y acto seguido apagó el pitillo a conciencia para evitar un posible incendio "Y no eras tú el que se iba al piso de arriba?"



Siguiente capítulo

N del A: Nada más decir que ya queda poco para el final !! Será en el siguiente capítulo? Quizás... Al menos ya he terminado con mis maldades.... O no?? Mmmmm aún me queda algo por hacer ^^UUuu Amm. Soy fan de Ryoko. Se nota? ^^ Lo de "me compraré un perro" se lo dedico a todos los amantes de las pelis de Bruce Willies : DD Y como última nota... sobre la pelea con el ejército de Yokata y tal... es muy dificil hacer que venzan los buenos en esta historia así que sed un poco condescendientes ^^Uuu