Say It Isn't So....

We can be heroes... forever and ever...

"Quiénes son ustedes??" Preguntó Shinosuke acercándose hasta el pequeño grupo que formaban Kenshin y sus amigos en un rincón, cerca del agujero en la muralla por si al enemigo se le ocurría alguna maldad. El capitán de la guardia se quedó de pie junto a ellos, esperando una contestación que tardó en llegar y que vino de parte de quien menos lo esperaba

"Éste es Amakusa Shougo, éste Kenshin, y aquél es el alf--"

"El maestro Hiko Seijuuro" Terminó Hiko por él, lanzándole una mirada de reproche. En un momento como ese, su personalidad de alfarero no era la más adecuada...

"Vaya...maestro de kendo, supongo..." Comentó el Capitán. Miró al resto del grupo con extrañeza, pero cuando se paró a ver a Kenshin dio un paso atrás involuntariamente

"Battousai...."

El interpelado, que estaba sentado con la cabeza gacha, la levantó para mirarle "Usted es el capitán de la guardia de este castillo, me equivoco...?" Su mano tomó la katana que había tomado de uno de sus enemigos por la empuñadura, y Yahiko tragó aire alarmado. Por suerte Yamagata se personó allí en el momento oportuno, sacudiéndose un poco el uniforme antes de que el polvo se convirtiera en barro con la fina llovizna

"Ha hecho un gran trabajo Himura, como siempre. Y ustedes también, si me permiten el cumplido --hizo una inclinación de cabeza hacia ellos antes de seguir hablando-- No sé cómo, pero llegaron en el momento oportuno. Si no hubiera sido por ustedes no sé cómo habríamos rechazado este ataque"

"No se ponga tan contento, aun tenemos muchos enemigos --suspiró Amakusa limpiando la hoja ensangrentada de su katana-- No creo que la próxima vez que vean a Himura-san salgan corriendo..."

"Seguramente Fujita-san tenga algún plan al respecto" Comentó casualmente Shinosuke con algo de orgullo

"Eso me gustará verlo..." Sopló el pelirrojo

Yamagata tosió rápidamente "Bien, bien. Quien pueda aportar soluciones será bien recibido, sea quien sea. Lo que menos necesitamos son las luchas internas, señores"

"Y por qué ha empezado todo esto?--preguntó Hiko cruzándose de brazos y mirándole con curiosidad. Curiosidad que se volvió maldad cuando se dio cuenta de que Yamagata no quería responder --Y bien? No nos va a contar por qué peleamos y quiénes son nuestros enemigos?"

"La verdad es que no lo sé ni yo..." Comentó Shinosuke desviando sus ojos también al ministro de defensa. Yamagata se disculpó y se marchó rápidamente, alegando que tenía muchas cosas que atender. Todos se quedaron sospechando, mas nadie dijo nada...

Kenshin sopló ruidosamente y volvió la cabeza hacia el agujero de la muralla. Poco le importaba realmente quiénes fueran sus enemigos. Fueran quienes fueran tenían a su esposa... Y pagarían por ello. Dónde la tendrían? Estaría bien? Si no era así... Apretó los puños imperceptiblemente para sus compañeros. Removería cielo y tierra para encontrar al culpable.

De pronto se hizo la luz en su mente

Yamagata! Quizás él sepa algo! O Saito! El rurouni se levantó como un resorte y salió corriendo del grupo a pesar de las llamadas de todos sus compañeros

*************

Mientras tanto, casi en la otra punta de la ciudad, Aoshi apretó las manos fuerte en las empuñaduras de sus armas y miró a Koujo con los ojos entrecerrados, planeando cómo atacarle. Si bien era cierto que le venció una vez sin saber el ouji, contaba entonces con la ayuda de Okina. Y estaba seguro que el ninja no se habría pasado todos aquellos años cruzado de brazos... Tenía que llevar mucho cuidado.

Masahiro, impaciente por consumar su venganza definitivamente, se lanzó contra el Oniwabashuu con sus armas listas y una expresión violenta en el rostro. Pronto los aceros entrechocaron. Cada nueva acometida por cualquiera de las partes era firmemente detenida por la hoja de una kodachi. El más joven intentaba aprovecharse de su lado ciego, pero Koujo no se dejaba atrapar tan fácilmente. Aoshi pudo contemplar las cicatrices que le quedaran de la batalla y tras frenar una violenta acometida se preguntó cómo podía ser capaz de agarrar tan bien la kodachi con su mano mutilada.

Pivotó Koujo en su pierna derecha e intentó herirle desde ese lado, mas Aoshi detuvo el filo cruzando las hojas de sus armas, echándose rápidamente hacia atrás de un salto para evitar sus patadas de kempo. Cargó contra él entonces con las kodachis cruzadas frente a él y consiguió rajar el gi de su enemigo, que a duras penas pudo evitar ser herido

Maldiciendo su torpeza, Koujo se lanzó al contraataque con un hombro por delante, golpeándole con él en el pecho y haciéndole caer.

"Ahora veremos qué tal te defiendes de mi ryuusui no ugoki " Le dijo con una sonrisa, y su cuerpo se dividió en multitud de proyecciones moviéndose alrededor del caído ninja

Aoshi, sabiéndose en inferioridad de condiciones se incorporó rápidamente y saltó desde casi el ras del suelo, intentando salir del círculo en que su enemigo le había encerrado. Pero Koujo fue más rápido que él.

El ex okashira gritó cuando una fuerte patada conectó contra su lateral derecho, lanzándole lejos del otro ninja. Jadeando por el dolor y la falta de aire se arrodilló. En el último instante vio que una de las armas de Koujo venía volando hacia él, y aunque esquivó el mortífero proyectil, la hoja le hizo un corte en la mejilla

"Esto es todo lo que sabes hacer? Vamos, demuéstrame que no he esperado todos estos años para matar a un aprendiz...!" Le reprendió el terrorista echando atrás con fuerza su brazo derecho. Para asombro de Aoshi, la kodachi volvió a su mano. La llevaba sujeta con un hilo casi imperceptible a la vista. Ese era el modo por el cual podía mantenerla sujeta...

Desde la habitación contigua, Kaoru escuchó a Aoshi gruñir roncamente como si de un animal se tratara. Le vio levantarse y escupir a un lado algo de sangre antes de encararse de nuevo con el enemigo. Aquél ninja era su única posibilidad de volver a casa con Kenshin, Sano y Yahiko...

El ver la forma de Misao envuelta en la gabardina gris le arrancó un nuevo sollozo. Pobre, pobre Misao, todo lo que había tenido que sufrir desde que cumpliera los 18 años... Pero después de haber visto a Aoshi comportarse como una verdadera persona, era incapaz de estar enfadada con él. Tan sólo sentía una tremenda pena y un enorme sentimiento de impotencia por no haber podido ayudar a sus amigos cuando la necesitaban.

Puso una mano en su tripa y la acarició suavemente mientras seguía mirando el combate. Sé que estarás de acuerdo con que le ayudemos si hace falta, aunque sea peligroso... Tu madre luchará por los dos Se dijo resuelta la mujer. Con su otra mano buscó entre su ropa el kunai que Misao la diera cuando las llevaron a la habitación. Recordó el intento frustrado de la ninja por escapar. Esa fue la ultima vez que pudo intentar algo contra los enemigos. Luego la ataron y la... Agitó la cabeza. No quería recordar a esa maldita ninja con sus instrumentos de tortura. Ojalá alguien le de su merecido pensó apretando los puños con fuerza.

Dio un respingo cuando alguien chocó fuertemente contra el muro de la habitación en la que estaba. Ensanchó un poco más la rendija en la corredera por donde miraba. Esta vez era Koujo el que se levantaba, si bien tenía un feo corte en el brazo derecho

"Onmyou kousa!" Gritó Aoshi lanzándose contra el hombre que apenas se levantaba para rebanarle el pescuezo, pero Masahiro metió su espada entre las dos hojas para impedir la tijera, haciendo fuerza con las piernas para mantener la posición mientras se sujetaba en el suelo con la otra mano.

El tiempo que estuvieron forcejeando, Kaoru no lo sabía. Cuando le pareció que a Koujo le fallaban las fuerzas, se dio cuenta de que era todo un engaño, pero antes de que pudiera avisar al otro ninja el terrorista ya había cambiado el equilibrio de su postura y tenía su mano izquierda libre para apuñalarle.

La hoja se clavó en su costado, salpicándole el rostro de sangre. Aoshi trastabilló hacia atrás, sacándose la espada. Con la respiración cortada por el dolor y el shock tuvo que hacer frente a Koujo, que se había incorporado. En su rostro llevaba una sonrisa viciosa cuando su postura descubrió sus intenciones

"Kaiten kembo rokuren!!" Gritó. Aoshi sólo pudo cruzar los brazos frente a él en una precaria autodefensa segundos antes de que el tornado se desencadenara sobre su persona

No me rendiré... No fallaré de nuevo...! Pagará por lo que ha hecho... Acabaré con él! Y llevaré a Kaoru con Himura...
Y haré feliz a Tokio...!

Cuando Koujo terminó, el tiempo, que parecía haberse detenido a su alrededor, volvió a fluir con toda su fuerza. Sus armas goteaban sangre, pero estaban melladas. Habían golpeado fuertemente las kodachis de Aoshi que, cruzadas frente a él, habían impedido que el ataque le matara.

Aún así, el ninja sonrió satisfecho al ver que de su temblorosa mano izquierda caía la kodachi, también arruinada, y rebotaba suave contra el tatami lleno de sangre. El brazo le colgaba ahora a Aoshi lacio junto a su costado, el rostro lo tenía oculto tras su otra mano. Su cuerpo, lleno de cortes, no soportó su peso por más tiempo y cayó de espaldas con un sonoro golpe.

"Perdiste" Se carcajeó suavemente Masahiro mientras se preparaba para apuñalarle en lo que sería el golpe de gracia. Mas el apuñalado fue él, y rugió de dolor cuando el kunai se clavó profundo en su riñonada.

"Kamiya Kasshin Ryu!"

Kaoru, empuñando entonces la kodachi que se le cayera a su amigo, atacó.

La espada es un arma, y aunque se adorne con bonitas palabras, el kendo un arte para matar... Pero la vida es un don precioso que no puedo arriesgarme a tomar. Ni siquiera la de alguien que ha hecho tanto daño como tú...

La parte roma de la hoja golpeó fuertemente al enemigo en un costado, quebrándole varias costillas. Pero Koujo se volvió de golpe y aprovechó esa misma inercia para golpear a la mujer en el rostro. Kaoru cayó con un gemido, pero alcanzó a oír las palabras de Aoshi a pesar de que fueron susurradas

"El que pierde eres tú." Haciendo uso de todas las fuerzas que le restaban clavó el arma que le restaba a la derecha de su pecho, hundiéndola entre sus costillas. Koujo tragó aire mientras su cuerpo se estremecía en shock y Aoshi le rajó haciendo fuerza hacia un lado, hasta que la hoja dañada se quebró. El ninja se tambaleó, su ojo inyectado en sangre clavado en el hombre en el suelo. Intentó decir algo, pero sólo pudo articular un gorgoteo entorpecido por la propia sangre que le llegaba a la boca de la herida en el pulmón. Con un gemido ahogado, y echando sangre por la boca Koujo se desplomó de bruces y de ahí no se volvió a mover. Su sangre se mezcló con la de Aoshi, tendido a su lado

"Aoshi-san...! --Kaoru se arodillo a su lado-- Aoshi-san... No muera usted también, por favor!"

"A...yudame a levantarme" Gimió intentando incorporarse. La mujer le tomó del brazo sano y tiró hacia ella hasta que consiguió sentarle. Levantarle fue una tarea aún más complicada, puesto que el ninja pesaba casi el doble que la mujer.

Apoyándose en las paredes, trastabillando cada paso, lograron llegar a la puerta de la habitación donde habían combatido. Aoshi echó una última mirada atrás, hacia las pintadas en los muros, hacia Misao, y luego instó a Kaoru a salir de allí. Tenían que volver al castillo. Quien lo estaba atacando no era amigo... y Tokio estaba allí.

"Dónde vamos, Aoshi-san? No está en condiciones de ir muy lejos...." Dijo Kaoru. Y decía bien. Sus heridas sangraban bastante, si bien la mayoría no eran demasiado graves. Le pidió que le quitara el gi al muerto y se lo apretó fuerte contra la herida en su costado. Una de las mangas la rajó y la ató en su brazo izquierdo. El usar siempre armas bien forjadas le había salvado la vida, ya que las hojas se habían llevado la mayor parte del ataque. Tenía cortes por todo el cuerpo, pero su brazo era lo que peor parado había resultado

"Tenemos que llegar al castillo..."

*******************

Saito suspiró ligeramente mirando el trecho de escaleras que le separaban de balconada, donde sabía estaba su mujer. Afuera, aún la llovizna persistía, embarrando el suelo, lavando la sangre de los que habían caído en lo que para él era una guerra sin sentido.


Subió los peldaños lentamente, encontrando a Tokio apoyada en la baranda, mirando hacia el patio donde correteaban algunos soldados llevando a los heridos dentro del castillo. Ella debería estar allí pero sin embargo...

El policía se acercó sin hacer apenas ruido y se apoyó junto a ella, mirando abajo también. Aunque el agua no caía copiosa, Tokio tenía el pelo empapado y se le pegaba al rostro. Algunas de las puntas se ondulaban, perdiendo la forma lisa que tanto le gustaba que tuvieran. El kimono, por los hombros, también empezaba a calarse.

Hajime se dio la vuelta y se cruzó de brazos, nervioso e incómodo, mirando al cielo sin saber cómo empezar. Aunque sabía que no debería, decidió fumar un poco para aclarar las ideas, y pronto unas nubecillas de humo subieron desde el cigarro en su mano.

Pasaron un par de minutos y todavía no se le ocurría qué decir. En situaciones como ésta se preguntaba dónde quedaba su elocuencia... Con un soplido que fue casi más suspiro se volvió a remover, quedando de nuevo frente a la ciudad donde todavía se veían los vestigios del desastre. Por unos momentos cerró los ojos y los sonidos que le llegaban le hicieron recordar Kyoto envuelta en la guerra. Volvió a ser un muchacho lleno de ideales, y hasta algún que otro sueño. Nunca demasiados, tenía los pies en el suelo, pero siempre había esperado conseguir que no hubiera más odios estúpidos por los que las familias se enfrentaran. Más tarde Tokio y los niños ampliaron sus horizontes y más que nunca abrazó sus ideas de terminar con el mal en todo lo posible. Los tiempos habían cambiado, y las nuevas generaciones no debían ser como fue la suya y mucho menos pasar lo mismo que pasaron ellos en la guerra.

"Sin embargo...--murmuró mirando el horizonte-- aquí estamos otra vez"

La mujer giró el rostro para mirarle, extrañada de sus palabras lentas y su tono de voz. Tenía el rostro ensombrecido, y la lluvia le resbalaba mientras daba ligeras caladas al cigarrillo que dentro de poco estaría suficientemente mojado para que no tirara.

"Todo lo que he hecho hasta ahora, las noches en vela, tantos años difíciles... Dime, Tokio... Llevo toda la vida luchando para esto? He recorrido siempre el camino equivocado y estoy pagando por mis errores? Debo ser un inútil si después de tanto trabajo es esto lo único que me queda." Muerte y destrucción, pensó volviendo a mirar a la ciudad destrozada, la ciudad a la que llevaba casi toda su vida sirviendo

Tokio enfocó lo que él miraba y trató de comprender sus palabras, analizándolas cuidadosa y meticulosamente. Cuando tras reflexionar unos minutos, encontró un sentido aceptable, le contestó

"No creo que fuera el camino equivocado, sino tu camino. El que elegiste libremente, el que te estaba destinado. Como todos, has cometido errores... --agitó la cabeza-- Sé que has trabajado mucho para que esta ciudad fuera como era, pero no puedes hacer nada más de lo que ya estás haciendo. Sólo eres un hombre, Hajime"

"Sabes que no me refería sólo a eso" Dijo, y una ráfaga de viento precedió a su silencio. Ella suspiró, poniendo las manos sobre la barandilla

"Yo siempre te he querido tal y como eres, y respeto tu vida y tus decisiones aunque no me gusten. Hace muchos años me di cuenta de que no podía tenerte en casa atado como a un perro, de que no podría ser feliz si tú no lo eras"

"Pero a veces me has odiado por no estar allí. He intentado hacer todo lo que me he propuesto de la mejor forma posible, pero parece que no he hecho bien ninguna"

"Quizá te hayas propuesto demasiadas cosas a la vez, anata"

"Seguramente.... Sí, eso ha de ser. Demasiadas cosas.... De otro modo quizás...."

"Sí?"

Hajime tiró el cigarro apagado y sin acabar a un lado " Quizás podría haber salvado a Tsutomu"

La mujer dejó que sus manos resbalaran por la barandilla y colgaran junto a su cuerpo mientras sus ojos se quedaban sin expresión.

"Himura los encontró, pero sólo pudo sacar a Eiji antes de que un edificio cayera sobre Sanosuke y el niño"

Pronto varias lágrimas se unieron al agua para mojar sus mejillas, y escondió el rostro en el pecho de su marido, llorando en silencio, pues el nudo en la garganta le impedía ejecutar sonido alguno.

Saito la rodeó con sus brazos y la apretó suave contra su cuerpo, atrayéndola con él cuando se recostó en la baranda de la balconada. Suspiró.

Unos pocos minutos después escuchó unos pasos rápidos haciendo eco en la escalera. Jadeando, Shinosuke, seguido de Ryoko, se personó de un salto en la balconada "Siento interrumpir...le Fujita-san...eh...." Se cortó el soldado al verles y miró hacia la ninja en busca de apoyo. Ella suspiró, ya que suponía lo que había sucedido, y con un gesto conminó al capitán a que no preguntara

"Las cosas se están poniendo muy feas por allí, Goro --la ninja apuntó hacia el horizonte, donde un alarmante gusano de soldados se había puesto en movimiento-- Me temo que esta vez no van a detenerse ante nada, ya han perdido demasiado tiempo y demasiada gente..."

El rostro del inspector no perdió su expresión ausente cuando la contestó "No podremos con todos ellos ni contando con Himura y sus amigos. Tenemos que pensar otra cosa y rápido. Dónde está ese pelirrojo? Nos sería de ayuda a la hora de pensar..." Comentó esperando que Tokio se recompusiera lo suficiente como para poder soltarla

"Salió corriendo de pronto cuando Yamagata-san se marchó del grupo. Por cierto que no quiso contarnos quiénes son el enemigo y por qué atacan... Hay algo que huele mal, verdad Fujita-san? Estoy seguro de que usted lo sabe" Afirmó el capitán achicando los ojos. Saito asintió ligeramente

"Cierto, pero no tengo tiempo de contárselo ahora. Cuando todo acabe hablaremos si aún le quedan ganas. Ahora vamos a buscar a Himura" Suavemente apartó a la mujer de sí y la miró a los ojos llorosos. Tokio asintió suavemente, pero cuando ya los otros estaban en la escalera y él llegaba, le retuvo unos momentos más

"Hajime... cumple con tu trabajo.Por nosotros, de acuerdo? Como siempre. Y vuelve..."

"No te preocupes. Aunque tarde, sabes que siempre vuelvo. Baja de aquí y quédate con el resto de la gente. Necesitan a un médico con experiencia en estas cosas"

Ella asintió, sabiendo lo que esperaba de ella. Respiró profundamente e intentó reunir el valor que tenía cuando era una jovencita "Al final no me dejaste ver tus heridas... pero tu amiga no parece haber hecho un mal trabajo. Cuando vuelvas me contarás sobre ella, de acuerdo?"

Saito sonrió ligeramente y agitó la cabeza "Vámonos, tenemos trabajo"

El grupo bajó hasta la planta baja, donde tuvieron que separarse. Hajime la miró una vez más sobre su hombro siguió al resto de sus compañeros de armas, cambiando rápidamente de mentalidad. Ryoko se colocó a su lado en el pasillo y le dio un codazo mientras reía maligna, pero se calló de golpe cuando su brazo fuerte la rodeó los hombros y la apretó durante unos instantes contra su cuerpo antes de soltarla

La ninja suspiró lévemente mientras sonreía. El haber hecho lo correcto la hacía más feliz que cualquier otra cosa. Puso las manos en las caderas "Señores! Vamos muy despacio! No encontraremos a Battousai nunca si paseamos por el castillo!"

"No hará falta"

"Mmm?"

Al doblar el recodo del pasillo que llevaba a la entrada principal del castillo encontraron a la figura menuda que era Kenshin esperándolos en la puerta. Tenía los brazos colgándole a los lados del cuerpo y la cabeza bien alta, casi desafiante

El capitán de la guardia se paró justo frente a él "Vaya, ahora mismo íbamos a ir a buscarle. El ejército enemigo--"

"Ya sé lo que están haciendo --le cortó de malos modos, dirigiendo luego su atención sobre el Miburo-- y aunque no te buscaba por eso, Saito, haré lo posible para intentar detenerles. Hay demasiada gente inocente aquí dentro"

"Ahora que estamos todos, alguien tiene alguna idea brillante para acabar con todo un ejército?" Preguntó el inspector cruzándose de brazos. Los ojos de unos se posaron sobre otros hasta que una voz resonó por el pasillo. Pero no era la de ninguno.

"Yo tengo una idea. Quizá sea algo descabellada, pero contando conque se encuentran aquí de los mejores espadachines del país seguro que podemos llevarla a buen término"

Cuatro pares de ojos miraron a la vez a la misma dirección. Apoyado en el marco de la puerta del castillo, la gran silueta de Hiko se recortaba a contraluz, su capa ondeando levemente

"Shisou..."

"Creo que no estamos muy sobrados de ideas, así que... Hable, somos todo oídos" Ryoko se encogió de hombros

Con su porte majestuoso, y en tres grandes zancadas, el portentoso maestro del Hiten Mitsurugi se acercó a ellos con la cabeza bien alta y una ligera sonrisa en su rostro "Bien, esta es la idea...."

**********************

Haciendo eses y apoyándose el uno en el otro consiguieron por fin llegar hasta la puerta de salida de lo que fuera el Dojo de la familia Kutsu. Cuando la mujer sintió el aire en el rostro no pudo sino respirarlo ávidamente. Estaba libre, libre de nuevo... Una lágrima resbaló por su mejilla, pero Aoshi no se dio cuenta de ello. Estaba escuchando a su alrededor.

A lo lejos oía algo, una especie de rumor... giró la cabeza hacia el sur y vio una pequeña nube de polvo que venía de la otra parte de la ciudad "Caballos..." Le dijo a Kaoru señalando la dirección

"Deben ser muchos, no? Cree que será el ejército? Si fueran más enemigos...."

"El problema es que... parte del ejército es el enemigo. Los que vienen por ahí pueden ser amigos o no... Pero debemos arriesgarnos. Creo que tendremos suerte, el enemigo está ahora atacando el castillo... Esos que vienen deben ser del Gobierno..."

"Sí... recuerdo a esos salvajes... Ellos atacaron Aoiya con Koujo...--bajó la cabeza al recordar su inutilidad -- Perdóneme, Aoshi-san, por no haber podido ayudar a sus amigos..."

"No es tu culpa. Si yo hubiera estado allí nada de esto habría sucedido... --suspiró-- Si no actuamos ahora, tendremos más cosas de qué lamentarnos. Seguramente Himura esté ahora en ese castillo peleando por la gente"

"Eso cree? Pero el castillo está aún muy lejos de aquí, cómo llegaremos...?"

"Iremos a encontrarnos con el ejército. Ellos van de camino. Vamos, tenemos que darnos prisa..."

Así, con renovadas energías, la pareja continuó andando por las calles de Kyoto. Todo estaba medio desierto, lleno de polvo, de cascotes. Por suerte, por las calles por las que pasaban no estaban demasiado afectadas por el terremoto y no había cadáveres en el suelo. No se veía gente por ningún lado, seguramente todos estuvieran escondidos en sus casa. Cruzaban calles con inmenso cuidado, escondiéndose en esquinas de edificios, asomando sólo lo imprescindible para ver si todo andaba despejado. Toda precaución era poca, ya que Aoshi se sentía inseguro en su condición. Si no estuviera herido llevaría a Kaoru en brazos y todo le resultaría más sencillo, pero así.... dudaba mucho que pudieran defenderse de nadie.

Poco a poco fueron acercándose al lugar por donde el ninja había estimado pasarían los caballos, y allí se quedaron, tras un edificio, esperando. Cada vez se oían más cerca el golpetear de los cascos, el murmullo de los hombres. Era una suerte que el ejército no fuera demasiado deprisa o en vez de llegar a tiempo de verles sólo hubieran alcanzado una polvareda. Por fin, tras una corta espera, Aoshi sacó la cabeza con el mismo cuidado que en las veces anteriores para otear, y lo que vio realmente le alegró. Eran una buena ristra de soldados, bien armados, con dos hombres a la cabeza que traían a sus caballos resoplando cansados. Seguramente se habrían dado una buena carrera para llegar a Kyoto...

"Son amigos" Le dijo a Kaoru, que también sintió cómo le quitaban un peso de encima. Agarrándose se pararon en mitad del camino a esperar y cuando el capitán iba a gruñirles que se quitaran de allí, pues llevaban prisa, el hombre que cabalgaba a su lado le dijo que los conocía

"Sagajewo-san, eso es cierto?"

"Sí --asintió, y se agachó un poco sobre su caballo para poder hablar con el ninja-- Parece que alguien te ha dado una paliza, Shinomori..." Se rió ligeramente señalando sus heridas

Al oír el tono sarcástico de su voz el ninja pensó que Cho pasaba demasiado tiempo junto a su jefe "Tú tampoco estás en tu mejor momento, pero no tenemos tiempo para estas tonterías. Tengo que llegar al castillo, y rápido"

El capitán, un hombre con escasos años más que Cho, se rió "Pues coja un carruaje, como todo el mundo. Quién se ha creído que es?"

"Si algo le pasa a Tokio-san porque no pude llegar a tiempo a su lado no será sólo mi cabeza la que ruede, te lo advierto" Aoshi miró al rubio policía con expresión desafiante, levantando la barbilla

La alusión que hacían sus palabras hizo mella en Cho, quien de pronto alzó las cejas rubias y tuvo problemas para tragar su propia saliva. Se incorporó, mirando nervioso al capitán del ejército --quien no había escuchado nada-- y se pasó una mano por el pelo de escoba. "Eeerrr.... Kuranami-san, podría dejarle un caballo? La vida de varias personas dependen de que llegue al castillo cuanto antes..." Empezó a justificarse, poniendo todo su empeño en ello. Kaoru, junto a Aoshi, se sonrió levemente viendo lo rápido que el policía había decidido cooperar

"Si le fuera la vida en ello no me lo pediría tan convencido, Sagajewo-san... Está bien, le dejaré un caballo, pero en su estado tendrá que llevarle alguno de mis hombres... --Kuranami se volvió y señaló a uno de los que estaban en primera fila, indicándole que se acercara-- Chiisou, lleva a este hombre lo más deprisa que puedas hasta el castillo y colabora con él en lo que necesite, puesto que tiene civiles a su cargo que necesitan de él"

El soldado asintió y ayudó a montar al ninja en la grupa de su montura oscura "Tendrá que agarrarse bien, mi caballo es muy rápido" Le dijo aferrando de nuevo las cinchas. Aoshi sopló y se aseguró de que su arma no fuera un incordio para el animal antes de volverse hacia Cho "Escúchame, Kaoru está ahora bajo vuestro cuidado... Está embarazada, así que ten cuidado con ella" Le advirtió antes de que el soldado empezara la cabalgada

Kaoru miró al ninja marcharse a la carrera y sintió peso en su estómago. A Aoshi no le quedaba nada que perder ya... excepto lo que nunca había llegado a poseer. El pensamiento que estaba fraguando sobre el trío fue interrumpido por una exclamación de Kuranami. De pronto le vio mirarle con los ojos muy abiertos antes de volver a mirar a Cho

"Qué ella es la mujer de...... --con un aspaviento llamó a otro de los suyos, que se acercó presto-- Llévala contigo y protégela con tu vida. Cuídala bien y no vayas deprisa...Por nuestro bien mejor será que nada le ocurra"

*******************************

"Pero qué locura...--Ryoko agitó la cabeza mientras corría junto a Saito por el patio de armas llevando unas cuantas bombas caseras en las manos-- Cómo se nos ha ocurrido hacerle caso a ese tipo??"

"Acaso tenías tú una idea mejor?" Preguntó el inspector sin tan siquiera mirarla. Corrieron rápidamente hasta alcanzar el boquete en el muro, y una vez allí esperaron unos segundos antes de lanzarse hacia la calle, donde Hiko y Kenshin les esperaban impacientes. El ejército de Yokata se les estaba echando encima.

"Vamos, lentos! Ya están aquí! --se quejó el maestro agitando la cabeza -- Recordad lo que hemos hablado. No podemos fallar en la coordinación o todo se irá al carajo, entendido?"

Los cuatro se miraron durante unos cortos segundos antes de echar a correr cada uno por su lado. Estaban distribuidos de la siguiente manera; Kenshin y Saito derrumbarían un edificio mientras Hiko y Ryoko harían lo propio con el que estaba situado enfrente. La fantástica idea del maestro se basaba en la fuerza de los kendokas, con la que pensaba derribar los pilares y así hacer caer ambos edificios en la calle para taponarla, evitando que pudieran llegar hasta el castillo.

El maestro sonrió levemente a Ryoko mientras corrían, admirando primero su cuerpo y luego su determinación y valía como guerrero. Era complicado encontrar mujeres así en una época como aquella, pensó mientras llegaban hasta su destino. Ella se percató en su escrutinio y en su sonrisita picarona y le lanzó dagas por los ojos, aunque internamente se reía por parecerle atractiva a un hombre como él.

"Bien, ya hemos llegado preciosa. Llevas esas bombas contigo, verdad? Bien. Colócalas en los bajos del edificio, en la esquina. Al tener dos plantas será casi sencillo que entre los dos taponen esta calle tan estrecha al caer"

"Y si su idea no funciona? Qué haremos entonces? Escupirles?"

"Luchar"

Ryoko agitó la cabeza

"En cuanto hayas demolido tu pilar saldrás corriendo hacia mí, y espero que puedas hacerlo realmente rápido porque no sólo tendrás que correr la longitud de nuestro edificio sino también la del de ellos"

"Pero eso es una locura!! --exclamó la ninja-- Cómo conseguiré llegar al otro lado a tiempo?? Es imposible!"

"No hay nada imposible en este mundo para alguien que realmente quiere conseguirlo --suspiró Hiko-- Pero si tienes miedo yo ocuparé tu lugar allí"

Ryoko le miró duramente, ofendida "Puedo hacerlo si no hay más remedio. Llevo todos estos años sobreviviendo por mi cuenta, y no necesito a nadie para hacer mi trabajo"

De pronto se dieron cuenta de que el suelo temblequeaba con los cascos de los caballos, y podían escuchar algunos relinchos en La polvareda del ejército de Yokata estaba ya muy cerca....

A unos cuantos metros de allí, Saito y Kenshin aguardaban impacientes su turno. El inspector mantenía todos sus sentidos alerta, receloso del samurai, a sabiendas que había algo extraño en su modo de comportarse, pero también miraba preocupado a los otros dos y al enemigo, pensando si realmente lo que iban a hacer serviría de algo. De pronto, el pelirrojo dijo su nombre de tal forma que le sobresaltó, haciéndole aferrar la empuñadura de su nihontou.

"Dónde están los terroristas?" Le preguntó mirándole fijamente. Ahora que estaban solos, aguardando, podía preguntarle. Primero acabaría este trabajo y después iría por su mujer aunque tuviera que recorrer toda la ciudad para encontrarla. Ya no podía aguantar más sin saberla sana y salva

"Cómo quieres que lo sepa?" Le preguntó el otro soplando con fastidio

"Y Kaoru?"

"Acaso tengo que saber dónde está todo el mundo?"

Kenshin suspiró y miró a otro lado "Los terroristas atacaron Aoiya y mataron a varios ninjas además de secuestrar a Kaoru. Pensé que estarían aquí en el castillo pero al llegar sólo encontramos soldados del ejército peleando contra vosotros"

Saito miró al pelirrojo, que tenía la cabeza algo agachada. Iba a decirle que no los había visto en todo el día cuando los recordó en la plaza" La ultima vez que vi terroristas estaban en la plaza cerca del mercado, pero la única mujer allí era Ryoko, así que no creo que te sirva de mucho. Pero ahora concéntrate en hacer bien el trabajo. Si conseguimos que esto funcione al menos habremos ganado tiempo para ese cabeza de escoba. Mm, parece que ya llegan, me marcho"

Con una ligera carrera, el inspector llegó hasta su pilar correspondiente, aproximadamente en la mitad del edificio de Hiko y Ryoko, y desenvainó la espada, listo para descargar su Gatotsu contra el edificio cuando la ninja llegara hasta su posición. La contempló apoyada en el muro que iba a tirar después de haber comprobado que no había nadie dentro y antes de preparase. El enemigo estaba ya muy cerca, pero no tendría ni idea de qué sucedía hasta que se disipara el polvo y se encontrara la calle cortada. Para cuando diera la vuelta y buscara otras formas de llegar, ellos ya se habrían reorganizado para cubrir las otras calles y hacerles la llegada poco placentera

La ninja preparó el yesquero que llevaba para encender las mechas sin perder de vista la nube de polvo que ya la envolvía, sintiendo todo su cuerpo en tensión. Respiró profundo varias veces y miró su meta, el lugar donde estaba el maestro Hiko. Cruzó una leve mirada con Saito y encendió el fuego. Prendió las mechas rápidamente y se separó del pilar, esperando a que las cargas explotaran. No se marcharía hasta que no estuviera segura de que todo había ido bien.

Cuando el maestro escuchó la explosión cargó con su espada contra el objetivo, que no tardó en quedar hecho pedazos. Miró atrás unos segundos, pero entre el polvo no distinguió nada y salió corriendo, confiando en que la ninja venía tras él. No le hizo falta gritar nada, pues Saito, que era el siguiente, ejecutó el Zeroshiki nada más verle rebasar su posición. La espada se clavó el la pared haciendo que saltara en pedazos. Iba a echar a correr también cuando se dio cuenta de que algo no iba bien. Ryoko ya debía estar allí y el edificio tendría que estar obstruyendo la calle. Achicó los ojos, intentando ver entre la polvareda, pero no distinguía nada. Tomó entonces la espada y ejecutó el Zeroshiki de nuevo, pero esta vez la lanzó con fuerza hacia el final del edificio donde estaban maestro y alumno antes de correr hacia la posición de la ninja.

Kenshin y Hiko esperaban ansiosos ver a Saito llegar, y más aún a Ryoko, ya que también habían notados su retraso. De pronto escucharon algo moviéndose a tal velocidad por el aire que silbaba. De un salto, Hiko se apartó de la trayectoria de la katana del policía, que fue a clavarse en la pared del edificio siguiente

"Es la espada de Saito" Dijo Kenshin sin volverse a mirarla. Tenía los ojos fijos en el horizonte, ansioso por que aparecieran corriendo en el último momento

"Kenshin, tira el pilar. Creo que el sr. inspector nos quería dar una señal" Hiko fue hasta allí y desincrustó la nihontou del edificio, volviendo presto al lado de su alumno

"Pero shishou..."

"Vamos, Kenshin! Si esos soldados llegan hasta aquí toda esa gente del castillo morirá, y ellos son solo dos. Ese hombre sabía lo que estaba haciendo, aceptando los riesgos que conllevan sus acciones"

El pelirrojo suspiró ligeramente y se colocó frente a su pilar, con el pie izquierdo adelantado para ejecutar la técnica batto correspondiente. Con fluido movimiento y la rapidez que le caracterizaban, Kenshin desenvainó su sakabatou y embistió contra el edificio, que crujió y empezó a desmoronarse hacia la calle al instante. Los dos samurais corrieron unos metros hacia atrás para alejarse de los escombros que caían y la nube de polvo se acrecentó aún más, pero esta vez el objetivo estaba cumplido

"Ahora tenemos que marchar al castillo y organizar todo allí para cuando encuentren otra forma de llegar. Vamos baka deshi! No tenemos tiempo que perder!" Le imprecó el maestro echando a correr a grandes zancadas, su capa ondeando con violencia

Mientras corría hacia allí, Hajime escuchaba a la ninja maldecir a gritos entrecortados y también el sonido de lo que supuso que era su lanza al chocar contra el muro. Tras él retumbó el edificio al derrumbarse, y el polvo aumentó a su alrededor. Tenían que marcharse de allí lo más rápido que pudieran, el enemigo estaba sólo a unos metros de ellos y desde luego no les harían caricias si les encontraban, siendo además los artífices de haberles cortado el paso. A decir verdad, no tenía la menor idea de por dónde iban a escapar...

De pronto empezó a sentir que su alrededor se volvía más oscuro, y al levantar la vista se dio cuenta de que el otro edificio, al caer, estaba haciéndole sombra. Apretó una mano contra sus costillas intentando que las punzadas, más fieras cuanto más se resentía el pulmón por el continuo ejercicio, le dejaran respirar y corrió con toda la fuerza de sus piernas. Según se acercaba la fue viendo con más claridad. Tras haber conseguido derribar su pilar a base de lanzazos contra la estructura dañada por la explosión había recorrido unos metros pero se había parado, apoyándose en la pared. Dándose cuenta de que no tenía ninguna intención de moverse del lugar en el que estaba la cargó sobre su hombro a la carrera y salvó la distancia que les quedaba con un largo salto que acabó con ellos en el suelo.

El inspector se tumbó boca arriba, jadeando cuando le dejaba la tos, y con un esfuerzo se sentó en el suelo, del que sabía que tardaría en levantarse. Miró a su alrededor, pero el polvo aún no se había levantado, así que tenía aún unos pocos segundos de respiro antes de que el enemigo los fusilara allí donde estaban. Ryoko yacía a su lado, boca abajo e inmóvil, y Saito la dio la vuelta para ver qué era lo que la sucedía.

En esos momentos pensaba que tal vez la habían disparado, pero se dio cuenta enseguida de que no tenía ninguna clase de herida. La trajo hacia sí y comprobó su pulso, que latía con mucha rapidez, y también su respiración entrecortada. Puso una mano en su frente pálida, pero no fría.

"Ryoko --la movió suavemente-- Ryoko no sé qué te ocurre, no puedo ayudarte si no me lo dices" Pero la ninja tardaba en contestar, y casi podía escuchar la respiración de los caballos frente a él. Suspiró ligeramente. No tenían ningún arma para darles un poco de guerra a esos mamarrachos de uniforme, y además no podría vengarse... Volvió a agitarla y a llamarla por su nombre, y por fin Ryoko pareció recobrar la conciencia, aunque estaba totalmente desmadejada

Sonrió todo lo que pudo, que no fue mucho, al darse cuenta de que se preocupaba por ella y casi en un susurro entrecortado le contó que hacía tiempo un doctor la dijo que estaba enferma del corazón

"Y tengo que suponer que por eso dejaste el trabajo.... --Hajime frunció el ceño-- Por qué no me dijiste nada? Además, podíamos haberte buscado otro tipo de tareas "

"Y por... qué tú... no me... contaste quién...eres de... verdad, Hajime....?" Le preguntó a su vez entreabriendo los ojos. Saito la miró divertido y se rió, agitando la cabeza después

"No hubieras querido a un compañero del bando contrario, admítelo. Y luego no había ninguna razón especial por la que debiera contártelo, y tu eras feliz pensando que era patriota. Aunque realmente eso ahora ya da igual. Fijate en esa oscuridad de ahí. En unos momentos Yokata-san sacará su cabeza entre el polvo maldiciendo"

Y en efecto, el capitán del ejército enemigo hizo que su caballo se adelantara un poco más para verles. Llevaba una expresión furibunda pintada en el rostro, y Saito estaba convencido de que si hubiera llevado un fusil en la mano les habría ejecutado en ese mismo momento. Hasta el bigote le temblaba de la rabia

"Usted --le dijo señalándole-- Lleva fastidiándome desde que le conozco, Saito. No puedo creer que haya sido capaz de todo esto! Es increíble que siempre se las componga para salirse con la suya, incluso para rechazar a mis soldados, matar a la pobre ninja y... y además tapar la calle para que no pasemos. De verdad no sé cómo lo hace"

"Es muy sencillo. Entre soldados siempre ha habido categorías, y no he sido capitán del Shinsengumi por ser un patán incapaz de idear una táctica ofensiva en condiciones"

"Ahhh.... --- sus ojos brillaron con furia, pero estaba sonriendo con maldad--- Pues este patán le tiene ahora en sus manos. Esta vez no le ha salido todo tan perfecto, verdad que no? Y dónde está Battousai ahora? Eso si que es impensable. Un Shinsen codo con codo con el asesino más famoso de los patriotas. Desde luego no hay nada en usted que no me sorprenda. Pero oh! Y esa amiguita suya, está herida? Es una lástima! Para que vea que tengo un espíritu honorable, haré que deje de sufrir. Isikawa!!" Chilló, y al momento el joven soldado estuvo a su lado. Como era su costumbre, llevaba en las manos un fusil que se dispuso a apuntar contra Ryoko

"Mi ejército está por llegar, muchacho. Si tú y alguno de los tuyos sois aún lo bastante listos como para abandonar a tiempo a Yokata, pediré indulto para vosotros y viviréis. De otro modo os matarán a todos. Qué ganas siguiendo a alguien que os está conduciendo a todos a una muerte segura? Las ideas de este chalado de tu capitán sólo conseguirán que aumente el número de víctimas. Es eso lo que quieres?"

Antes de que el pobre Isikawa pudiera siquiera plantearse el contestar empezaron a escuchar jaleo por el final de la fila.

"Adelante! Corre pequeño!!" Gritaba Chiisou espoleando su montura mientras con uno de sus brazos sujetaba a Aoshi. El soldado estaba impresionado al ver al ninja empuñar la kodachi de forma que pudiera ir haciendo rodar cabezas a su paso. El ver toda esa sangre, el entrar en combate real le excitaba y le hacía sentirse capaz de todo.

En cambio el ninja no estaba tan emocionado como su compañero al respecto de la batalla. Sabía que lo que estaban haciendo era una locura, pero si todos esos soldados iban a atacar el castillo, lo mejor era acabar con su lider. Al acabar con el jefe, la manada ya no sabría que hacer y sería más sencillo acabar con ellos. Interiormente iba rezando porque la hoja de la kodachi no se quebrara antes de llegar a su objetivo...

Al paso del caballo de Chiisou, los del ejército se encabritaban asustados, dando a Aoshi la oportunidad de deshacerse de bastantes a su paso. Lo mejor era que con el susto les resultaba hasta sencillo pasar entre la columna de soldados, ya que además no disparaban con sus fusiles por miedo de darse unos a otros

El líder estará al principio de la fila. Si tenemos suerte como hasta ahora todo acabará pronto... Se decía así mismo el ninja de ojos azules, sujetando con fuerza su arma. En un momento de la carrera el animal tuvo que dar un salto para salvar a otro caballo que estaba en el suelo, y Aoshi, débil como estaba, se habría caído de la grupa de no ser por los esfuerzos del soldado. Al sujetarle fuerte para que no cayera, el brazo de Chiisou se manchó de sangre, y fue entonces cuando se puso a pensar en que realmente aquél hombre que transportaba tenía una gran fuerza de voluntad para poder continuar adelante. Aoshi le había pedido que le llevara al castillo, y aunque tuviera que pasar por encima del mismo monte Fuji le llevaría hasta allí, tal era el respeto que le infundía.

Yokata agarró el fusil de malas maneras de las manos de su subordinado antes de lanzarle sapos y culebras a modo de insultos, y con él apuntó a Saito entre los ojos "Puede que sea capaz de confundir a Isikawa pero conmigo no va a poder!" Le gritó amartillando el arma con movimientos exagerados. El inspector clavó los ojos en los suyos y levantó un poco la barbilla, esperando el disparo.

Disparo que nunca llegó a efectuarse, pues la cabeza de Yokata se separó de su cuerpo con un certero golpe de espada. El caballo del soldado tuvo casi que derrapar para poder frenarse en ese corto espacio que separaba el edificio demolido de los soldados, pero por fin consiguió detenerse casi a la vez que el cuerpo sin vida del capitán se desplomaba en el suelo.

Saito alzó una ceja al ver a Aoshi montando junto al soldado, sorprendido, pero pronto su sorpresa mutó en enfado al darse cuenta de que de nuevo le debía la vida al ninja. Ryoko, dándose cuenta de sus pensamientos intentó reírse "Te haces mayor... eh? Antes no... necesitabas que fuéramos...salvándote el pellejo.."

Hajime la hubiera contestado de buena gana de no ser porque un ruido peculiar le llamó la atención a sus espaldas. Era como tierra cayendo. Y piedrecitas. Giró la cabeza pero no vio nada, seguramente por estar demasiado al ras del suelo, porque Aoshi sí que podía ver desde la grupa

"Qué haces aquí, Himura?" Le preguntó al pelirrojo samurai, que se había ido abriendo paso sobre los escombros para intentar llegar hasta allí. Kenshin estaba en pie sobre los escombros, guardando el equilibrio, y desde lo alto podía ver a todo el ejército enemigo rebullir. La mayoría aún no sabía que su líder acababa de morir, pero no tardaría en correrse la voz.

Isikawa les miró con la boca abierta, sin saber qué hacer. Estaba él al mando? O quién? Debía matarles o sería mejor rendirse o escapar de allí? Miró al legendario asesino sobre los escombros y luego al soldado, a los dos ninjas y al policía. Tras de sí los hombres podían ver perfectamente al pelirrojo mirarles amenazador, y se rebullían inquietos, sin saber muy bien qué hacer.

"El ejército llegará en un momento. Dí a tus hombres que se rindan y no habrá muertos, Isikawa" Le dijo el Inspector de nuevo

El maestro Hiko anduvo con pasos seguros hasta el hueco de la muralla, por el que se coló. No estaba especialmente de buen humor; sabía que Kenshin se había escabullido en cuanto había pensado que estaba distraído. Su baka deshi siempre sería igual, no importaban los años que pudieran sucederse. Agitó la cabeza. Al menos eso era señal de que realmente no era Battousai quien mandaba en su cabeza...

Miró la katana en su mano, pensando que al menos podría habérsela llevado consigo por si por alguna suerte de milagro encontraba al Inspector con vida. Le resultaba curioso y extraño a la vez portar dos espadas; nunca había llevado daisho.

El capitán Shinosuke salió a su encuentro rápidamente y frunció el ceño preocupado al ver que volvía solo.

"Qué ha pasado con Fujita-san, Ryoko-san y Battousai? Están vivos? Consiguieron derribar los edificios?" Le acribilló a preguntas. El maestro le miró por encima de su fuerte hombro un poco molesto por tanto interrogante, pero le respondió con la más suave de sus bruscas maneras

"Qué vamos a hacer ahora?"

Pero la pregunta quedó en el aire; Hiko tenía algo en mente más urgente que contestar nimiedades. Con un suspiro prolongado, en el que se preguntaba mil veces cómo había podido adentrarse en aquella batalla de locos cuando era su deber no entrometerse, se subió a lo más alto del castillo, asomándose a la balconada. El aire olía a tierra húmeda y a sangre, a pólvora y humo, y en la distancia veía una nube de polvo moviéndose. No tenía idea de qué podría ser, pero no cambiaría sus planes.

Llenó los pulmones de aire y gritó al patio

"Escuchadme todos! Escuchadme os digo! Ahí fuera, encarados contra el ejército enemigo están 3 personas. Ellos solos, para que vosotros viváis. No tienen ninguna posibilidad contra todos y lo saben, pero allí están, consiguiendo tiempo para que venga el ejército del Emperador. Tendréis la poca vergüenza de dejar morir como perros a las personas que os han mantenido con vida durante estas largas horas, a las personas que os dieron esperanza cuando todo parecía perdido?"

Hiko alzó la katana del policía en alto, y unas pocas personas al principio, pero más numerosas después, alzaron los puños en alto junto con sus vítores

Perdóneme maestro, esté donde esté. Pero si estoy dentro, estoy dentro. Las medias tintas en la guerra no sirven... Ya sé, ya sé, lo mejor es no entrar en ellas... Seguro que en mi lugar hubiera hecho lo mismo, no lo niegue. Por cierto, creo que tengo una oratoria perfecta... Sonrió

Kuranami desenvainó su espada casi con lentitud, puesto que ya estaban cerca de su destino "Sagajewo-san, es hora de que nos encarguemos del problema. Mire esto" El capitán le tendió una pequeña nota que había volado anudada en la pata de una paloma, y la Escoba se apresuró a leerlo. Ejecución, venía escrito.

"Ejecución de quién?"

"De todos los presentes. No tendremos prisioneros. Odio llamarlo así, pero considéralo una operación de limpieza-- se encogió de hombros el soldado y siguió explicándole. Evidentemente no era la primera vez que ejecutaba una orden así-- El enemigo será destruido completamente y con él todo aquél que esté en ese momento donde NO tiene que estar, sean amigos o enemigos. No haremos distinciones. Además tendremos que asegurarnos de que los civiles involucrados comprendan a la perfección lo sucedido. Y respecto a sus compañeros y al personal del castillo... Si son listos y saben lo que les conviene no sacarán la cabeza"

"Entiendo, entiendo. Curiosamente tenía entendido que los buenos actuaban--ehh actuábamos de otra manera..."

Kuranami se encogió de hombros "Yo sólo entiendo de órdenes, sabe, Sagajewo-san? Es una buena forma de evitarse problemas. Para gente como nosotros, es lo más sencillo. Si fuéramos peces gordos, o alguien que tuviera algún tipo de influencia... ni siquiera yo que soy capitán puedo contradecir ciertos tipos de órdenes. Así que, me guste o no, es mi trabajo y me pagan por cumplirlo"

"Igual que a mí" Se rió Cho. Su pensamiento voló hasta Shishio en unos instantes y por centésima vez se planteó que no había tanta diferencia entre el antiguo hittokiri y el gobierno Meiji. Espoleó su caballo para darle velocidad, y pronto la columna del ejército levantaba gran cantidad de polvo en la ciudad

"De.... De acuerdo --dijo Isikawa-- Sin Yokata esto no tiene mucho sentido, pero lo dejo a su elección. Los que quieran seguir luchando que lo hagan, pero el resto que deponga las armas. Ya han oído, nos garantiza seguridad. Yo ya he tenido bastante, capitulo"

"Debería habérselo planteado antes... Fíjese cómo está la ciudad, la de gente que ha muerto...!" Chiisou agitó la cabeza

Kenshin dio un salto y aterrizó con agilidad cerca de sus compañeros de armas. Se acercó al ninja, que respiraba con trabajo y le miró directo a los ojos. Aoshi apartó la mirada. Los ojos de Kenshin preguntaban demasiadas cosas...

"Sabes dónde está Kaoru?" Se limitó a preguntarle

"Está bien, la dejé con Sagajewo y el ejército antes de venir" Kenshin respiró profundamente, y hasta pareció que ahogaba un sollozo. Kaoru estaba bien, estaba bien!! Dentro de poco volvería a sus brazos y se marcharían lejos de toda aquella barbarie... Rezaba porque no hubiera visto demasiada muerte a su alrededor, aunque habiendo estado secuestrada le parecía que sus esperanzas eran bastante vanas.

"Saito..." Fue a proseguir el ninja, pero Hajime le hizo un gesto con la mano para que se callara. No quería escuchar nada al respecto allí delante de tanta gente.

"Pero míralos, si están todos con vida! Mm, incluso Shinomori ha llegado. Esto sí que es una sorpresa " Dijo Hiko asintiendo mientras se habría paso entre los soldados, que al verle se apartaban. Tras él iban unos cuantos hombres que prepotentemente "aseguraban la zona" por la que el maestro pasaba, de modo que iban entremezclándosde con los soldados enemigos. Los pocos que tenían dudas sobre seguir luchando a pesar de todo cambiaron de parecer ya que eran pocos y, entre otras cosas, porque la figura de Hiko imponía demasiado respeto.

"Parece que todo terminará bien después de todo" Comentó Yamagata con un suspiro. A pesar de que tanto Amakusa, como el capitán de la guardia y el mismo Hiko le aconsejaran quedarse en el castillo, el ministro de defensa había decidido acompañarles. Había hecho acopio de valor y de orgullo para salir, cansado ya de que todo el mundo quisiera protegerle. Además de ministro era general, demonios! Un soldado como cualquier otro! Y así pensaba demostrarlo.

"Y todo gracias a mi fantástica idea y a un trío de cabezas de chorlito con más agallas que cerebro. Bueno, podría haber sido peor"

Pero Kenshin se dio la vuelta de pronto, agudizando sus sentidos "No habéis escuchado ... disparos?"

Cada vez con más claridad podían escuchar los tiros y los gritos de los soldados muriendo. Un terror generalizado cundió entre los soldados, atrapados en la calle sin posibilidad de escapar, pero pronto tomaron sus rifles y se dispusieron al contraataque. Isikawa se volvió furioso a los compañeros

"Me prometió protección!! Malditos sean todos ustedes, nos han tendido una encerrona!!"

"Chiisou-san, qué está pasando? Cuáles eran vuestras órdenes?"

"No lo sé, no las habían dado cuando nos marchamos... Quizá ordenaron "ejecución"!!!" Exclamó el hombre de pronto

"Ejecución? No suena muy bien que digamos" Se cruzó de brazos el maestro

"Es la orden de no tomar prisioneros y acabar con cualquiera que se interponga sean amigos o enemigos, y eso les incluye a ustedes, y si no se fijan los tiradores, a mí también" Contestó Yamagata con aire serio

"Estos hombres estan bajo mi protección y no pienso romper mi palabra tan fácilmente --Saito tomó a la ninja en sus brazos a pesar de sus protestas y se acercó a Hiko-- Si no le importa le cambiaré a Ryoko por mi nihontou"

Evidentemente el maestro no pudo negarse a semejante intercambio y tomó a la mujer en sus fuertes brazos, sonriéndola "Tranquila muchachita, te cuidaré mejor que él" Ryoko protestó débilmente pero al final tuvo que rendirse. Al menos no podría decir que no estaba a gusto apretada contra su pecho...

"Saito qué pretendes hacer?" Kenshin se acercó al policía, preocupado. No quería una carnicería por parte del ejército , pero tampoco iba a dejar que el Miburo matara a soldados inocentes si él podía evitarlo

"Negociar con el capitán. Si en algo aprecia su vida, Cho me dará tiempo suficiente para llegar hasta allí con Yamagata. Nadie le disparará a él, verdad?"

"Vas a usarle como escudo?!" Exclamó el pelirrojo. Yamagata tragó saliva con dificultad, pero no dijo una palabra. Es más, se esforzó por parecer calmado

"Hmp. Se lo merecería después de todo lo que ha hecho. Vámonos! Cuanto antes lleguemos allí antes acabará todo esto"

"Yo le llevaré" Dijo Aoshi

Saito se volvió hacia él con una mirada desdeñosa "Ni hablar"

Chiisou miró al ninja con los ojos muy abiertos "Shinomori-san, no es que me falte valor pero no creo que sea muy prudente tentar a la suerte otra vez..." Aoshi agitó la cabeza

"No le estoy pidiendo que venga conmigo. Nadie lo hará, sólo Yamagata"

Hubo un rápido intercambio de miradas. Rápido en parte porque nadie quería decantarse por uno de los dos y en parte porque cada segundo que se retrasaban eran vidas que se perdían. La razón de Saito la conocían; no se fiaba de nadie excepto de sí mismo para que las cosas salieran bien. Pero, y Aoshi?

"Escúchame Saito, hice una promesa que tengo que cumplir, y no faltaré a mi palabra. Lucharé contigo si es necesario pero no la veré llorar sobre tu tumba" Los ojos azules del ninja brillaron con fuerza al decir estas palabras. Después de todo lo que había pasado estaba dispuesto a hacer feliz a Tokio costara lo que costara. Todos los presentes se olvidaron de los enemigos por unos momentos y miraron a Aoshi. Nadie se atrevió a contradecirle

Chiisou se bajó del caballo con cuidado de que el ninja no cayera y Yamagata se montó tras él, sujetándole lo mismo que el soldado. Aoshi respiró profundamente y echó una última mirada atrás antes de clavar los talones en los ijares del caballo.

La montura relinchaba con miedo al volver a introducirse entre los soldados. Como podía, Yamagata sujetaba a Aoshi mientras llevaba las riendas, ya que el ninja amenazaba con su brazo sano y la kodachi a cualquiera que no se quitara de en medio cuando debía. Poco a poco, y no sin esfuerzo, consiguieron atravesar buena parte de la columna. Al ir acercándose a la fuente de los tiros, los soldados de Yokata estaban cada vez más asustados y revueltos, por lo que muchas veces les impedían el paso. Sin dudarlo, Aoshi acababa con la vida de aquellos que amenazaban su misión, puesto que una o dos vidas eran menos importantes que todas las que se encontraban allí.

De pronto comenzaron a ver, entre los soldados que huían a otros soldados que disparaban. El ejército del Emperador había conseguido infiltrarse en las filas del enemigo por alguna calle secundaria y estaba haciendo una carnicería desde dentro. Esto les dio la idea de salir por una callejuela lateral e intentar llegar al otro lado desde una posición más segura.

Esto también entrañaba sus riesgos puesto que eran una presa muy fácil al ser el único que iba mientras todos venían... Pero Yamagata iba mostrando sus galones, exponiéndose con valentía para que no les acribillaran a balazos al verlos. Aun así, alguna vez poco faltó para que alguna bala les alcanzara.

Las calles se sucedían rápidas mientras avanzaban, intentando calcular el tamaño aproximado del ejército. Con un brusco tirón, Yamagata hizo que el caballo girara a la derecha para seguir avanzando hacia el frente del ejército. Un par de balas cruzaron cerca de la montura, que se encabritó unos segundos, pero luego se mostró de nuevo dócil y preparado; así eran los animales preparados para la guerra.

En pleno recorrido, al general se le ocurrió una idea que no tardó en poner en práctica con buenos resultados. Además de gritar su nombre y mostrarse pedía a los soldados que les acompañaran en su trayecto con lo que, cuando llegaron hasta donde se encontraban Kuranami y Cho, eran más de media docena.

Desde detrás de la esquina donde podían ver a los dos que buscaban y desde donde podían escuchar bastante jaleo a pesar de que el enfrentamiento se había alejado de ellos. Una vez más, Yamagata y Aoshi decidieron ir delante del grupo, aunque los otros soldados no tuvieron el valor de ir detrás de él, de modo que se colocaron en sus flancos, como si le escoltaran.

Las tropas que pertenecieran a Yokata empezaron a desperdigarse y a recular. Contra los edificios retirados, los hombres y la ninja estuvieron indecisos, sin saber qué decisión tomar, durante aproximadamente tres minutos. Transcurrido ese tiempo volvieron a hablar con Isikawa para decirle que ordenara a sus tropas que los siguieran, que los llevarían al castillo donde podrían resistir mejor tras la muralla sin saber que al llevarles allí estaban condenando a todos los que estaban en el recinto.

El muchacho les miró receloso, temiéndose otro engaño, pero el escuchar los gritos de los soldados muriendo a su alrededor le hizo pensar que igual les daba morir en un lado que en otro, y que su única oportunidad estaba en manos de aquellos tipos. Así, haciendo acopio de fuerza comenzó a gritarles a todo pulmón para que obedecieran.

Isikawa montó a Kenshin en su caballo y unos cuantos soldados tomaron al resto y tras esto todos los que habían oído y los que estaban demasiado desesperados como para hacer cualquier cosa que se les presentara salieron al galope tras el caballo que llevaba a Hiko.

Los nuevos aliados del grupo del maestro hacían correr sus monturas con todo el brío que podían, intentando dejar atrás al ejército, que enseguida que les habían visto huir habían emprendido la persecución.

Cuando Shinosuke vio a Hiko y a los demás llegar en la distancia montados a caballo con soldados pensó que era el ejército del Emperador que volvía victorioso, pero al ver que les perseguían tuvo que mirar dos veces porque no lo podía creer. Ya no entendía nada, pero desde luego dejaría entrar a los que venían con sus compañeros de armas. Se alegró, desde luego, al ver desde lo alto del castillo que todos volvían a pesar de las pésimas noticias que el maestro le había dado sobre algunos.

"Dejad entrar a los que vienen con ellos, atacad a los demás!!" Ordenó el capitán al ver que pronto estarían junto a la puerta. Yahiko, que hacía de mensajero entre él y Amakusa, que estaba en el otro extremo del castillo, salió corriendo a darle las noticias, feliz al ver el regreso de Kenshin pero preocupado al mismo tiempo por la extraña situación actual.

Como una exhalación y envolviendo todo en una nube de polvo, los caballos frenaron y derraparon en el gran patio del edificio mientras los defensores del castillo se preparaban para cubrirles. Shinosuke les gritó que tendrían que ayudar con la defensa, porque apenas algunos tenían un disparo en su fusil, así que todos los soldados se giraron prestos con los rifles cargados apuntando al orificio

Saito y Hiko saltaron de los caballos que los llevaban montados, llevando este último a la ninja que no paraba de protestar. El maestro se volvió a Chiisou y la puso en sus brazos, mandándole a buscar la enfermería en el piso de abajo del edificio. Kenshin por su parte, se bajó del caballo de Isikawa, que parecía estar bastante confuso. Nunca había tenido que dirigir un ejército

"Ahora tienes una gran responsabilidad entre manos, así que tranquilízate y piensa con claridad. Esos hombres cuentan con que tú ahora eres su guía, no puedes fallarles. No te preocupes, lo harás muy bien" Le sonrió antes de correr junto a sus compañeros.

El joven y recién ascendido capitán suspiró, cerró los ojos durante unos instantes y adelantó su caballo para que le vieran.

"Cuidaros de no disparar a los nuestros que vengan rezagados!!!" Gritó

Amakusa Shougo corría renqueando por el patio, asistido por Yahiko y seguido por todos los civiles que aún se encontraban en condiciones de luchar. El chico no había sido capaz de explicarle la situación correctamente, pero por lo que había podido entender, el ejército estaba cargando de nuevo contra ellos, y esta vez sería la última. Yahiko le había dicho que los tres kendokas habían llegado montados con soldados, pero lo que ninguno de ellos sabía era que esos soldados eran los enemigos que antes les atacaban.

El pelirrojo vio al grupo que pronto se les iba a unir y se alivió al ver que el chico estaba en perfecto estado, pero enseguida cambió de pensamiento para dar una ligera carrera al frente y encararse con los soldados

"Escuchadme! Aquél que acabe con la vida de alguno de estos hombres, tendrá que responder ante mí, Battousai!!" No le gustaba nada lo que estaba haciendo, pero no veía otra forma. Cuando regresó junto a sus compañeros, Saito le sonrió ladino

"El fin justifica los medios, pero... También yo tendré que responder ante ti?"

"Esos hombres están cumpliendo con sus órdenes"

"Yo también" Se encogió de hombros. Kenshin le miró con los ojos entrecerrados y luego suspiró. Cierto que Saito tenía la cualidad de aparecer como aliado en el momento que hacía falta, pero a veces el samurai preferiría que fuese su enemigo....

Mientras ambos intercambiaban opiniones, Amakusa llegó y a través del maestro se puso al corriente de lo que estaba sucediendo. Las nuevas noticias le dejaron ciertamente extrañado, pero se preparó a combatir una vez más

"Dejaos de tanta cháchara, ahí vienen los problemas" Les dijo Hiko aferrando su katana

En efecto, un pequeño grupo de soldados irrumpió a la carrera por el muro, trayendo consigo bastantes balas zumbando tras ellos. Isikawa, que se había colocado de tal forma que pudiera ver a todos los que venían, ordenó que no disparasen contra estos que entraban. Un balazo alcanzó a uno de los que buscaban refugio en la espalda y cayó de su caballo , posiblemente muerto.

El pelotón de la persecución, al ver que entrando encontrarían una encerrona, frenaron en seco sus caballos y se dispusieron a disparar desde fuera, protegiéndose con la muralla y sacando los rifles tanto por la puerta como por el agujero del muro.

"Maldita sea!!!" Exclamó de pronto el inspector. Los otros se giraron a ver qué le pasaba, pero Saito ya había echado a correr hacia Isikawa

El soldado estaba bastante ocupado intentando colocar a sus tropas de forma que desde fuera no pudieran herirles y obligar así al enemigo a entrar y quedar a merced de sus rifles, pero se giró para atenderle

"Qué es lo que sucede, señor?"

"Dónde está el Primer Ministro?!"

Isikawa tardó unos momentos en contestar "Estaba al final de los nuestros, bien vigilado, pero ahora no lo sé... Espere" En medio de toda la confusión, el joven comenzó a vocear la pregunta del inspector para ver si alguien sabía algo, pero ninguno de los soldados fue capaz de contestar.

Saito sopló, se pasó una mano por el pelo y de nuevo se marchó de allí a la carrera. Como no iba a hacia donde estaban ellos, Kenshin corrió para interceptarle

"Qué es lo que ocurre, Saito?"

"Estos mamarrachos secuestraron a Yamagata y al Primer Ministro, recuerdas? Isikawa me ha dicho que el ministro estaba al final de sus soldados"

"Pero todos esos soldados están muertos. Si el ministro estaba ahí lo habrán matado también... O si tuvo suerte los soldados le reconocieron y se lo llevaron consigo. De cualquiera de las maneras, sería una locura que fueras a buscarle"

"Es mi trabajo protegerl---"

Su voz se vio apagada por el fuerte sonido de una explosión justamente al otro lado de la muralla, el más cercano al castillo y que estaba prácticamente desprotegido salvo por dos soldados apostados en la puerta principal. Varios pedazos de piedra salieron volando por los aires, y una mezcla de polvo y humo se elevó en la zona afectada.

Un grupo de enemigos entraron entonces por el agujero recién practicado, acabando con los dos guardias con sus fusiles. Los dos guerreros se miraron y no hizo falta ninguna palabra para que salieran corriendo hacia ellos. La suerte del Ministro estaba echada.

"Id a ayudarles, rápido!!" Les dijo Shinosuke a los policías que aún vivían y a sus propios hombres, que estaban en formación junto a él. Isikawa también se decidió a ayudar, pero antes de que pudiera decir nada estaban siendo atacados por su propio frente

Maldita sea! Si abren otro frente no podremos hacer nada, son demasiados!! Pensaba Kenshin mientras se esforzaba por no matar a ninguno de sus oponentes. Había tenido que dar la vuelta a la katana que había tomado prestada puesto que necesitaba de toda su habilidad para mantenerse con vida. El filo manchado de sangre hizo que le diera un escalofrío, y apartó la vista de ella para concentrarse en otras cosas.

Hiko estaba intentando luchar a dos frentes, utilizando el do ryu sen para mandar largas oleadas de tierra y piedras contra los oponentes de ambos bandos. Miró a su alrededor realmente preocupado. Estaban todos agotados, llevaban luchando todo el día, no podrían resistir mucho más, y el ejército enemigo cada vez era más numeroso. Acaso acabarían todos muertos bajo las armas del Gobierno por el que siempre luchaban? Frunció el ceño al ver a cuatro y cinco de sus aliados caer bajo fuego enemigo. Deberían rendirse e intentar razonar con ellos? No, cumplirían sus órdenes, eran soldados.... Sólo les quedaba luchar... hasta el final.

Desgraciadamente, lo que más temía el pelirrojo se hizo realidad. Con otro gran estruendo, un nuevo frente se abrió por detrás, dejándoles completamente rodeados. Ambos capitanes estaban haciendo lo que podían, pero ante semejante perspectiva Shinosuke decidió con Shougo que lo mejor sería recular hasta el palacio. El samurai cristiano asintió, aunque si le hubiera propuesto cualquier otra cosa, también la habría aceptado, tal era su desmoralización.

"Vamos, reculad, yo os cubriré" Dijo Hiko quitándose la pesada capa de maestro y tirándola a un lado. Agarró fuerte la katana por la empuñadura de madera y se plantó firmemente en el suelo "Do ryu sen!!!" Gritó, y comenzó a golpear el suelo repetidas veces, creando de esa forma múltiples dragones de tierra que corrieron en varias direcciones cegando y haciendo caer a los atacantes

Es increíble, qué fuerza tiene...! Pensó Shougo mientras Yahiko le ayudaba a ir con el resto Ya entiendo por qué es el maestro del Hiten Mitsurugi....

"Yahiko, espera! Si él puede hacer el do ryu sen varias veces, tal vez pueda yo hacer algo semejante con mi Sello Rai Ryu Sen. –miró al cielo-- Apenas hay sol, pero lo que hay tendrá que servir"

"Crees que funcionará?" Le preguntó el chico blandiendo el shinai con la mano que tenía libre, ya que cuando estaban parados había veces que tenía que luchar contra algún soldado que lograba acercarse demasiado

"Espero que sí...!"

Saito y Kenshin estaban luchando prácticamente espalda con espalda para cubrirse el uno al otro cuando escucharon chillidos de miedo y cantidad de relinchos. No sabían qué había pasado, pero llevaban demasiadas peleas encima como para saber que no podían distraerse cuando se jugaban la vida. En cambio, sus atacantes sí que miraron lo que sucedía al otro lado del campo, donde Shougo había conseguido que su técnica dejara ciegos, aunque fuera por poco tiempo, a una parte de los que les atacaban

Este elemento de distracción fue utilizado por ambos espadachines para reducir la diferencia de número en unos pocos, pero el pelirrojo se dio cuenta de que les iba a servir de poco. Cada vez que Saito entraba en su radio de visión pensaba que su próximo movimiento sería el último antes de caer al suelo, y él mismo estaba notando ya la fatiga acumulada de todo el día. Cierto que cuando eran unos muchachos habían luchado tanto tiempo o más de seguido, pero había llovido mucho desde entonces y estaban al límite de sus fuerzas....

Ahh Kaoru... si me matan ahora qué será de ti y del niño...

En ese momento sintió un impacto que le hizo caer al suelo y rodar. El hombro izquierdo le ardía donde una bala le había alcanzado, tiñendo de sangre su kimono violeta. Apretó los dientes y se obligó a levantarse, pero se encontró con el cañón de un fusil apuntando a su cabeza.

De pronto oyó un grito, y el soldado que le apuntaba cayó al suelo desmayado por un fuerte golpe. Yahiko aterrizó a su lado después de casi romperle la cabeza al hombre con el shinai, jadeando.

"Kenshin... son demasiados...."

Echó un vistazo a su alrededor y vio que estaban en un círculo cerrado, sin posibilidad de escapatoria. Aoshi, --pensó—Aoshi tienes que conseguirlo! Hay demasiadas vidas en juego, todos dependemos de ti ahora!!

Saito se apoyó en la pared del edificio, jadeando, y no se movió cuando tres tiradores se acercaron a él. Iban acortando distancias con pequeños pasos, ya que querían estar seguros de que el tipo no se escapara de sus rifles como había hecho hasta entonces. El policía vio con incredulidad cómo una silla caía desde lo alto del edificio y le acertaba a uno en la cabeza. Luego cayó una cacerola, y luego tiraron incluso un pesado tapiz con la esperanza de que les cayera encima y les impidiera ver. Varias mujeres habían subido a la balconada y otras estaban lanzando cosas desde las ventanas para ayudar. Con un último esfuerzo Hajime apretó la mano en la empuñadura y atacó una vez más. Los dos soldados se desplomaron en el acto y él cayó sobre sus rodillas, incapaz de seguir peleando

Gracias a su altura, Hiko pudo ver en la distancia algo que flotaba en lo alto, algo que podía ser una bandera y que venía a toda velocidad tocando algo parecido a una trompeta.

Cuando estuvo lo bastante cerca, el sonido se propagó hasta el patio del castillo y los soldados, al oírlo, dejaron de atacar y se mantuvieron en la posición de guardia, preparados para disparar a una nueva orden, formando un estrecho círculo por el que nadie podría salir.

Kenshin y otros muchos se dejaron caer al suelo, pero el pelirrojo cayó con alegría, puesto que sabía que su amigo había conseguido que todo terminara

Toda la gente que había estado en el interior del castillo, excepto los que estaban heridos de gravedad, habían sido sacados al patio para tenerlos vigilados con el resto de la gente, tal y como mandaba su entrenamiento. Tokio intentó resistirse a salir, alegando que como doctor debía quedarse con los heridos, pero no se lo concedieron, así que cargó a su hijo pequeño en brazos y salió con el resto de las mujeres, ancianos y niños. Se le hizo un nudo en el estómago al ver que el número de resistentes se había reducido mucho, y que ahora casi había más soldados que civiles dentro del círculo. Se preguntó qué hacían los soldados enemigos en el mismo círculo que ellos, pero su pensamiento se esfumó cuando empezó a pasar su mirada paseó por todos lados, intentando encontrar caras familiares. Encontró al maestro Hiko y al samurai cristiano, también al capitán de la guardia Shinosuke sentados en el suelo como el resto, tal y como habían ordenado

Un poco más a lo lejos vio una cabeza pelirroja destacar entre otras, y enfrente de el Yahiko, que parecía preocupado por su amigo. Quizás estuviera herido, pensó la mujer, y decidió preguntar a un soldado si podía atender a los heridos allí fuera. El hombre asintió y la acompañó a recoger lo que necesitaba. De este modo empezó a moverse por el círculo buscando a los heridos más graves.

Varios minutos después que el hombre de la bandera hubiera llegado hasta el castillo lo hicieron el Primer Ministro, Cho, Kaoru y Kuranami seguidos de los soldados que aún se encontraban por la calle, llevando de prisioneros a los restantes del ejército de Yokata que habían tenído la suerte de seguir con vida.

Kenshin se puso en pie de golpe al ver a su esposa, lo que hizo que los soldados le apuntaran amenazantes. Por fin, por fin juntos de nuevo! Corriendo como pudo, Kaoru entró en el circulo y se arrojó en brazos del pelirrojo llorando. El la apretó contra sí con fuerza con su brazo sano a pesar de que le dolía todo del contínuo pelear y escondió el rostro en su alborotada coleta negra mientras una solitaria lágrima de alegría y alivio recorría su rostro al ver que ambos estaban bien

El resto de la comitiva entró más despacio en el círculo, y Cho preguntó si había algún médico en el castillo. Tuvo que repetir su llamada dos veces hasta que Tokio le escuchó y anduvo hacia él

"Tokio-san! Me alegro de que esté bien! --exclamó el policía al ver que ya no debía temer por su vida-- Supongo que el jefe estará por ahí molestando, verdad? Bueno, venga, su amigo necesita su ayuda"

"Mi amigo? ...Aoshi??!!" Exclamó encarándose con la Escoba y agitándole. Cho dejó escapar una dolorida queja ante su pronto y le dijo que sí, indicándole su posición

Corrió hacia allí y le encontró tendido en el suelo junto a un soldado que llevaba el uniforme algo sucio de sangre, ya que era él quien había transportado al ninja en el camino de vuelta.

"Aoshi!" le llamó dejándose caer junto a él. Le tomó el pulso mientras miraba sus heridas y se preguntó quién le habría hecho semejantes cortes y por qué. Ha perdido mucha sangre... Pensó mordiéndose el labio

"No voy a dejarte morir, me oyes! Tienes que aguantar... Eres muy importante para mí, Ao..." Seguía diciendo mientras decidía la importancia de sus heridas. En general los cortes no eran demasiado profundos, pero el del brazo y su costado sí que la preocupaban. Afortunadamente la sangre se había coagulado lo bastante sobre los improvisados vendajes como para que no perdiera más. Aún así estaba muy débil, y necesitaba un médico de verdad, y así se lo dijo al soldado.

Yamagata enseguida dio orden de que transladaran al inconsciente ninja a la clínica más cercana, y así se hizo. Tokio miró como se lo llevaban y le dio ánimos mentalmente. Le habían ofrecido ir con él, pero sabía que su lugar estaba allí.

Cuando volvió a internarse entre los soldados se dio cuenta de que el círculo se había deshecho y de que todos mantenían las armas bajas. Ya no existía el espeso silencio de antes, sino que empezaban a correr murmullos entre los presentes. Al parecer, los peces gordos habían llamado junto a Shinosuke y Saito, que parecían discutir acaloradamente con ellos la forma en que el Gobierno había actuado aquel día, tanto al dejar que Kyoto fuera arrasada como el hecho de disparar no sólo contra su propio bando sino contra civiles.

La mujer pasó cerca de ellos, dándoles mentalmente su apoyo, y continuó con sus obligaciones.

*****************

La noche estaba acabando de caer. El cielo ya se había oscurecido por detrás de los nubarrones que habían llovido durante todo el día, y el patio del castillo estaba rebosante de uniformes en la parte delantera y, por detrás, lleno de civiles. Una hora antes aproximadamente varios soldados habían recibido órdenes de llevar con ellos a todos los hombres de la ciudad que no estuvieran heridos. El Gobierno quería que todos escucharan lo que tenían que decir.

Subidos a lo más alto del castillo, a la balconada, ambos ministros miraban abajo en silencio. Estaban en perfecta forma a parte de algúna que otra contusión y manchas en sus ropas. A su lado estaba Kuranami totalmente serio, y al otro lado deberían haber estado Kenshin y los demás, pero en cuanto supieron de boca de Saito todo lo que había sucedido, se negaron y prefirieron aguardar lejos de él, pero suficientemente cerca como para escuchar sus palabras sin perderse ninguna. En su lugar se habían colocado Kawaji como representante de la policía. El pequeño comisario había estado supervisando la operación desde que Saito le informara de lo que había descubierto y hacía más de un día que había abandonad o Tokyo para estar cerca de Kyoto para el momento cumbre; la detención de ambos traidor y terrorista. Y allí estaba ahora, aunque la situación distaba mucho de parecerse a la que habían imaginado.

Bastante más atrás de ellos, Cho y Shinosuke se apoyaban en la pared del edificio.

Sentado en el primer escalón que bajaba al piso de abajo, dándole la espalda y con Tsuyashi sentado en una de sus piernas, estaba Hiko, casi en perfecta forma y envuelto en su larga capa, amarronada por la suciedad. Un poco más abajo estaba Ryoko, suficientemente repuesta como para que la permitieran asistir y Yahiko, que abrazaba sus piernas encogido, su mirada perdida al frente y su mente pensando en Sanosuke. Kenshin, sentado junto a Kaoru, rodeaba su cintura todo lo que su brazo sano abarcaba. Había estado aferrado a ella casi todo el tiempo desde que volvieron a encontrarse, como si tuviera miedo de que les volvieran a separar. Junto a ellos, Shougo tenía los ojos cerrados y parecía absorto en algún tipo de rezo. En el escalón de más abajo, dándoles la espalda, Tokio miraba abajo con la cabeza apoyada en el hombro de Hajime, desde luego sin ninguna gana de escuchar el sermón político que en breve dedicaría el ministro de interior. En realidad, ninguno tenía ganas de ello. Mucho se había perdido por aquella guerra sin sentido. Muchas vidas, muchos amigos. Y dolía. Había mucho de lo que lamentarse, y no habría palabras en la boca del Gobierno que pudieran devolverles la vida a los que allí faltaban, y desde luego no habría excusa que perdonara lo que habían hecho en aquél día.

"Hombres de Kyoto! --comenzó el Primer Ministro alzando la voz-- Hoy todos hemos sufrido la barbarie de dos hombres desalmados cuyo único objetivo era causar el máximo dolor a nuestro pueblo y destrozar la paz que con tanto esfuerzo hemos creado. Habiendo engañado a un grupo de hombres buenos y defensores del Emperador, se lanzaron a la carga contra nosotros usando nuestras propias fuerzas. Es una desgracia y una vergüenza que haya gente así en Japón, gente tan egoista que tan sólo piense en sí mismos, sin tener en cuenta los deseos mayoritarios del país. Gente despreciable que antepone sus deseos personales, de venganza y sus ideas sobre la vida pacífica de los ciudadanos que no queremos vernos envueltos en más guerras.

Por contra, tenemos que estarles muy agradecidos a todos los hombres y mujeres valientes que han luchado hoy para defender la paz. En nombre de todos los ciudadanos, de Yamagata-san y del mío propio, agradezco al representante de la policía, Kawaji-san, la labor realizada por los suyos. También a Kuranami-san y a todos los miembros del ejército que vinieron raudos a ayudar, y a todos los defensores de este castillo, que lucharon por nuestras vidas y por las de los civiles a su cargo.

Como Primer Ministro propongo crear un monumento en honor a todos los hombres y mujeres que han caído en esta lucha por la paz y el orden en Japón, para que sus nombres nunca sean olvidados. Que ese monumento sirva de memorandum para todos aquellos que quieran levantarse en contra de nuestro país, para que sepan que en cualquier lugar habrá personas dispuestas a darlo todo por Japón"

Casi toda la gente congregada aplaudió, hasta los soldados de Yokata, aunque ellos lo hicieron por obligación. Tenían un pacto con el Gobierno. No serían ejecutados y su honor no sería mancillado si abandonaban el ejército voluntariamente y jamás hablaban de aquella revuelta con nadie. Podían trabajar de cualquier otra cosa en el país, pero jamás volver a empuñar un arma. Como último punto, aquellos que fueran alguna vez detenidos cometiendo algún acto delictivo serían ejecutados en el acto.

Cho y Shinosuke, ni nadie que estuviera sentado en las escaleras les aplaudió.

"Señor, Yamagata-san, quiero presentar mi dimisión" Le dijo el capitán de la guardia acercándose al Ministro de Defensa y quedándose firme frente a él

"Ha luchado usted muy bien, por qué quiere renunciar a su puesto?" Le preguntó algo sorprendido

"Bueno, no quiero seguir trabajando aquí..." Bajó la mirada y se desabrochó la casaca cruzada que llevaba, dejándola colgando en la barandilla. Abajo, la gente no sabía qué era lo que estaba pasando y murmuraban entre ellos conjeturas

"Desde luego no es de extrañar que alguien juicioso como Shinosuke-san quiera dejar de trabajar con ustedes"

Kawaji se volvió, indignado, hacia la puerta de la balconada "Saito! Cómo se atreve a hablarnos así?" El Primer Ministro se dio la vuelta para mirarle, y también Kuranami

"Shinosuke-san es soldado para proteger a las personas, es su trabajo, y ha demostrado ser bueno en ello. Ha trabajado todos estos años para su Gobierno a pesar de no haber sido patriota, dándoles un voto de confianza, pensando que quizás serían lo suficientemente listos como para ser buenos gobernantes, pero no han demostrado ser dignos de su confianza"

"Le ordeno que se disculpe ahora mismo, o---"

"O qué? -- el inspector se acercó al pequeño comisario, al que de rabia le temblaba hasta el bigote, y se paró frente a él-- Kawaji, no puede darme órdenes. Ni ninguno de ustedes. No pienso seguir trabajando para el Gobierno, estaría faltando a mis ideales porque debería acabar con todos ahora mismo y no lo voy a hacer. No es la piedad lo que me mueve, sino el hecho de que sin sus gobernantes el país volvería a sufrir otra guerra civil. Espero sinceramente que ya que yo no puedo castigar su maldad como correspondería, al menos sueñen con ver esta ciudad reducida a escombros tal y como está ahora todas las noches que les quedan por vivir" Con estas palabras se quitó la hacía muchas horas desabrochada camisa y la lanzó a los pies de Kawaji

"Que tengan un buen día" Les dijo con una de sus mejores sonrisas, y se dispuso a irse

"Fujita-san --Shinosuke le tendio la mano, y ambos la estrecharon -- Fue un placer volver a luchar a su lado. Espero que algún día nos volvamos a encontrar en otras circunstacias" Saito asintió, y bajó por la escalera

Llamó a su hijo para que lo siguiera, y al pasar junto a Ryoko le dirigió una mirada para ver con qué cara se había quedado después de su dimisión. Tenía los ojos muy abiertos, y las cejas totalmente arqueadas, como si no se lo acabara de creer.

Saito bajó el resto de los escalones hasta acercarse a su mujer "Vamos por Eiji y luego a casa de Moe, te parece?" Le dijo a su esposa una vez estuvo junto a ella. Ésta aún estaba boquiabierta por la decisión de Hajime de abandonar la policía, pero consiguió sonreírle después de todo, y se aferró a su brazo. De pronto algo le hizo dar un respingo que acabó de raíz con su sonrisa

"Pero...qué pasará con Aoshi...? No tiene... no tiene a nadie" Bajó la cabeza al recordar a todos los que habían muerto, y no pudo evitar agarrarse con fuerza de su brazo. Su pequeño...

Su marido la vio llorar en silencio de nuevo y comprendió que, por muchos años que pasaran, siempre que mirara en sus ojos se sentiría culpable por no haber podido salvar a su hijo. Se giró y llamó a la ninja. Pero antes de acercarse a él se detuvo frente a Kenshin

"Battousai, supongo que no tenéis donde dormir..."

Kenshin negó con la cabeza, apesandumbrado al recordar Aoiya "Es cierto. Pero por favor, soy Himura Kenshin.Ya no soy Battousai"

"De acuerdo, Himura-san --asintió-- Tengo una deuda contigo desde hace muchos años. Cuando yo era aún una cría ninja salvaste mi vida. Recuerdo tu imagen recortándose sobre el tejado perfectamente, tanto como si hubiera sido ayer. Desde entonces no dejé de informarme de todos tus combates, pero hubo un momento en que te creí muerto. Por fortuna no fue así y he tenido el honor de combatir a tu lado, algo que me fue negado en la guerra. Venid conmigo, os dejo mi casa para que podáis dormir esta noche y todas las que paséis en Kyoto. Consideradla como su fuera vuestra"

Kenshin hizo una reverencia a la mujer y la sonrió suavemente "Muchas gracias, Ryoko-dono"

Después de esta pequeña charla se acercó a su amigo ex-policía

"Ryoko, puedes quedarte con Shinomori?"

"Qué??"

"Te lo pido como favor personal. Sólo serán unos cuantos días"

"Vaya, hoy estas realmente condescendiente con tus enemigos, no es así? Hasta quieres cuidar del ninja... Hay veces que no sé ni qué pensar de ti er.... Demonios, ahora no sé cómo llamarte....!"

"Quién soy para ti?"

".... La verdad es que ahora mismo... --sonrió levemente-- supongo que siempre serás Goro... pero ahora que esa etapa de tu vida ha terminado intentaré acostumbrarme a llamarte por tu nombre"

El hombre sonrió ligeramente antes de darse la vuelta "Cuidate"

"Y me lo dices tú, que estás peor que yo...! --exclamó ella agitando la cabeza. Luego se volvió a Kenshin-- Nos vamos?"


30-6-2002

C'est Fini!

Y pues este es el final! Siento haber tardado tanto en escribirlo ^^U Ostenía mal acostumbrados con un capítulo al mes, ya que llegó un momento en que no pude seguir ese ritmo pues por mi vida normal ;)

Bueno, lo de los edificios es muyyyyyyyy fantástico pero jo! una historia de Kenshin que no sea fantástica no es una historia de Kenshin XDDDDDDDDD Y además, si siempre andan cargándose las paredes, qué mas dá que sean pilares que paredes? :)

Y bueno, espero que os haya gustado el final tan épico, no haberos aburrido demasiado y tal... Y al final no terminé de hacer maldades! Dejé a Aoshi vivo XD ehh! Y a Amakusa!!! (cómo pudo suceder esto??? Si era al primero que tenía que matar!!! caray XD)

Ah! Y un dato curioso; la historia no iba a ser así. Es tanto lo que he cambiado, que el guión que tenía planeado quizás lo adapte a otra historia.... jaja, en serio que no se parece en nada, de hecho tengo un capítulo y medio escrito de Say it que al final no llegué a publicar porque cambié el guión a mitad de camino jajajaja ^^U

Quiero, por cierto, dedicar esta historia a... uf. Espera, son 2 chicos, y además no creo que nunca la lean XDD Pero ahí queda eso. El 1, al sr. Aoshi, porque sin él no se me hubiera ocurrido nunca esta historia tan descabellada y el 2 el sr. Saito porque sin él al sr. Aoshi no se le hubiera ocurrido tampoco jajaja ;) Alguna dedicatoria más? Sí, también mencionar a mi kerida ninja loca, mi inspiración para el personaje de Ryoko ^__- (no sabes lo mucho que se parece a ella XD). Mmmm...y por si acaso no escribo más(el caso es que lo dudo xD), se la dedico a Zirta, mi niña, que ha estado ahí desde que empecé a escribir, hace ya tantos años. Mua wapa.
Y gracias a ti también por haber aguantado mis paranoias hasta el final y por haber esperado tanto. Y gracias a las fans de Aoshi por no mandarme correos bomba (digo gracias por que no vais a hacerlo, verdad? XD), y pido perdón a los/las fans de Sano y a los/las de Misao T_T y les prometo ser más benevolente con ellos la próxima vez