¡Hola a todos! después de tanto tiempo, y como lo prometido es deuda, aquí regreso con la segunda parte de "Si nunca te hubiera conocido". Ahora sí que sí tendremos un final total para esta historia. Ojalá, querido lector, te quedes para leer hasta el final y te guste. ¡Un saludo y muchas gracias!
Advertencias
Los personajes, salvo excepciones, no me pertenecen
La historia contiene escenas explicitas de sexo, violencia y lenguaje soez.
NO soy escritora, esto es por diversión, estoy abierta a cualquier duda o crítica fundamentada y respetuosa.
No todos sale de mi imaginación, con lo que es posible hallar diálogos, escenas, etc inspiradas o tomadas de los juegos u otros lugares. Como ocurría en la primera parte, el hilo argumental no tiene mucho que ver con los juegos, lógicamente, en esta continuación menos aún.
Si nunca te hubiera conocido 2
Capítulo 1
30 de octubre de 1502
En el comedor de la villa Auditore de Monteriggioni sólo se escuchaba el sonido de las gotas de la lluvia otoñal mientras la familia cenaba en silencio.
Nuray alzó levemente la vista de su cuenco humeante, observando en primer lugar a su hijo menor, quien seguía enfurruñado jugando con la cuchara en vez de comer. Después pasó a su hija, quien seguía ignorándolos, observando un libro que hacía poco su tío Yusuf le había regalado sobre las locas aventuras de un marinero en tierras orientales.
-¿Han terminado, señora? -Preguntó Laura, vieja empleada del servicio en la villa, al contemplar que la familia llevaba veinte minutos sin apenas tocar sus platos.
-Ve a dormir, Laura; yo me encargaré de recoger. Mis hijos van a precisar de más tiempo, por lo visto.
La empleada sonrió levemente, conociendo el carácter estricto de la madre, aunque sus vástagos continuaron ignorando la situación, haciendo que la asesina hablara al quedarse solos.
-Giovanni, por favor... el pelo volverá a crecerte pronto, no teníamos más opción que cortártelo ante esa plaga de piojos que corre por la ciudad. Come, por favor.
El niño posó sus ojos avellana en los de ella. La contempló a ceño fruncido, pero comenzó a tomar su sopa en silencio, conservando su indignación y el frío en la cabeza, prácticamente rapada, a lo que no esperaba acostumbrarse en absoluto con lo que amaba su media melena castaña, ahora perdida.
-Adara, lo de comer va por ti también. Cuántas veces he de decirte que no debes leer en la mesa. Sólo te pido diez minutos de tu tiempo.
-Madre, no pagues tu frustración conmigo. Estoy comiendo, pero no tengo más hambre.
Como de costumbre, la niña posó sus ojos desafiantes e intensos en su madre, recordándole que el sometimiento no era lo suyo, con lo que Nuray inspiró con calma para no discutir, viendo que volvía a leer apartando el cuenco a un lado. Con el inexorable abandono de la niñez, la muchacha era a cada segundo más indómita, tensando su relación.
De pronto todos se vieron sobresaltados con el sonido de la puerta principal. Rápidamente los niños vieron a su madre levantarse y correr hacia un mueble, sacando una larga daga, lo cual no les sorprendió en absoluto, pero todos se relajaron al escuchar la voz de Ezio saludar desde el vestíbulo.
Los niños saltaron de sus sillas y corrieron en su busca, mientras Nuray abandonaba el arma sin cuidado y los seguía. Por fin su marido había vuelto tras varios meses fuera.
-¡Padre, por fin has vuelto! -Gritó el pequeño mientras se abalanzaba sobre Ezio, quien apenas tuvo tiempo de quitarse la capa mojada, teniendo que cogerlo en brazos velozmente.
El hombre lo bajó al suelo tras acuclillarse, recibiendo el abrazo de su hija poco después, con la misma emoción.
-Mis niños… ¡Cómo habéis crecido en seis meses! -Habló Ezio tras separarse de ambos, pudiendo mirarlos con detenimiento, radiante de alegría. Enseguida posó la vista en su esposa, quien los contemplaba con cariño unos pasos atrás, hasta que se acercó para abrazarlo con fuerza.
-Cómo me alegro de que al fin estés aquí.
-Y yo, amor. Os he echado muchísimo de menos. -Le devolvió el susurro el asesino, rompiendo el abrazo para besarla con ímpetu en los labios. -¿Cómo ha ido todo por aquí? ¿Aún no habéis vuelto loca a vuestra madre? –Se burló el asesino mientras rodeaba a sus hijos por los hombros y caminaban hacia la estancia principal. Nuray respondió sin tanta mofa, haciéndolo sonreír.
-Lo han intentado, tenlo por seguro; pero todo ha estado tranquilo por aquí. No hay mucho nuevo desde mi última carta. ¿Cómo te ha ido a ti? Se suponía que aún no ibas a volver.
-Hay novedades de última hora, pero ya habrá tiempo para hablar de eso, amor. No obstante, no podía perderme el cumpleaños de mi esposa. ¿Vendrán todos mañana?
-Prácticamente, sí. Está todo listo.
Ezio sonrió a la mujer mientras se sentaban en torno a la mesa del comedor, instando a su familia a terminar la cena, y rechazando el mismo comer, bebiendo simplemente vino, compartiendo el vaso de su mujer.
-Padre, ¿has encontrado la pista de Pedro Mendoza? ¿Has tenido que luchar contra muchos templarios? –Preguntó Adara, para después comer, imitando a su hermano mientras esperaban pacientes la respuesta. Nuray contempló con asombro y molestia como devoraban la cena rápidamente.
-Bueno, he descubierto por dónde empezar, pero he tenido que ser discreto, así que no he luchado mucho. Pero habladme de vosotros, ¿estáis estudiando mucho?
Tanto Ezio como Nuray pudieron vislumbrar la decepción en los jóvenes cuando su padre desvió el tema. Giovanni contó el percance con su pelo y los progresos en la escuela de música, y en cuanto su padre lo animó, Adara cambió de tema.
-¿Me enseñarás como me prometiste a luchar con la espada? He mejorado mucho con el maestro de esgrima, pero no quiere ir más allá porque madre no le deja.
-Bueno, aún eres pequeña, Adara. Hablaremos con calma sobre esto, ¿de acuerdo? –Agregó antes de que su mujer pudiera empezar una discusión, que ya conocía y empezaba a ser frecuente. –Bueno, chicos, es hora de descansar. Mañana os prometo contaros lo que queráis del viaje, ¿de acuerdo?
-¿Lo prometes?
-Lo prometo. –Respondió el patriarca a su hijo a la vez que se levantaba, instándoles a que le siguieran para acostarlos, dejando a Nuray sentada a la mesa, pensativa.
Nuray se sentó en la cama, ya cambiada para dormir con una camisola larga que le servía casi de vestido, y no pudo evitar volver a pensar en aquel tema que más le preocupaba; su hija y la evolución que estaba llevando, enfrentándola contra ella más cada día, pero salió de sus pensamientos cuando Ezio entró en el dormitorio, sonriéndola. La mujer le devolvió el gesto y se levantó para acercarse y poder besarlo de nuevo, con todo el fervor que habían reprimido ante sus hijos.
-Feliz cumpleaños, amor. –Susurró el hombre cuando se hubieron separado, haciendo que Nuray volviera a besarlo, murmurando después lo mucho que lo había extrañado.
-Y yo a vosotros, pero aquí estoy de nuevo, y no voy a marcharme. Pedro Mendoza vuelve a estar en España. Ha regresado de las Indias, pero por lo que sabemos no ha encontrado el fragmento en el nuevo continente. ¿Ha vuelto a haber carta desde la India? Hace mucho que no sabemos nada de Arístides.
-Qué va, nada nuevo. El comerciante debe estar al llegar a Italia, así que me temo que tendremos que esperar para saber más. Espero que esté todo bien y hayan despistado a los templarios de la pista del templo… estamos muy cerca del fragmento.
-Mañana sabremos más cosas con la llegada de Maquiavelo y el resto, pero esta noche vamos a dejar todo eso. Sólo existimos tú y yo.
La morena amplió su sonrisa y correspondió la pasión de su marido, quien se deshizo de su camisa mojada mientras conducía a la mujer hacia la cama, pero se detuvo antes de desnudarla al ver que no estaba del todo receptiva.
-¿Qué ocurre, Nuray? ¿Qué te preocupa? –Preguntó mientras se incorporaban, y él acariciaba la mejilla de la cicatriz de la turca.
-Adara. Cada vez está más obsesiona con la lucha, las armas, y todo eso, Ezio. No se conforma sólo con que le hayamos permitido esas clases. Cada vez querrá más.
-No es malo que sepa defenderse, amor. Pero aún es una niña, se le pasará. No está descuidando sus estudios, tal y como nos prometió.
-Te equivocas, ya no es una niña, Ezio. El mes que viene ya tendrá 11 años, pero se comporta y piensa como una adulta muchas veces. Tiene demasiado claro lo que quiere, y eso me asusta. Le fascina nuestro mundo, y no quiero que tenga que ver con él.
Ezio comprendió bien lo que Nuray sentía, puesto que como ella, él quería apartar a sus hijos lo máximo posible de la hermandad de asesinos por el sacrificio y dolor que acarreaba aquella vida, pero al contrario que su mujer, no pensaba tan drásticamente.
-Sabes que no dejarla hacer lo que le apasiona sólo hará que se enfrente con nosotros y opte por hacerlo a escondidas. Eso es mucho peor que poder supervisarla. No seas tan dura, Nuray. Enseñémosla a usar la espada como quiere, con las reglas claras como hasta hoy. No va a pasarle nada, amor.
-¿Y si quiere convertirse en asesina? –Preguntó ella, dejando salir su temor más intenso, haciendo que Ezio fingiera que aquello no le aterraba de igual modo.
-Pensaremos en eso en el momento, y si es que ocurre, tendrá la suerte de tener los mejores mentores posibles. –Agregó con una cómplice sonrisa, pasando a ponerse serio de nuevo, agarrando la mano de su esposa. -No podemos luchar contra su voluntad. No podemos contradecir nuestras palabras y obras, mi amor. Todos debemos tener la libertad de elegir.
Nuray inspiró mientras asentía, sabiendo que el italiano tenía razón y era imposible luchar contra aquello, pero su corazón no hallaba paz ante la temida posibilidad, cosa que el hombre veía con claridad en sus ojos oscuros. Ezio la recostó sobre su pecho sin decir nada, abrazándola con cariño y fuerza.
