El cochero miró por la ventana de su oficina la feria aún en funcionamiento, en unas pocas horas los muchachos que ahora corrían por el lugar pegándose, comiendo dulces o rompiendo todo lo que encontraban a su paso estarían lloriqueando y rebuznando en una caja o en los corrales a la espera de ser enviados a su nueva vida como animales de carga. No sentía remordimientos, hacía ya tiempo que la culpabilidad por sus actos lo había abandonado, pero décadas después aún recordaba el motivo de su posición, de su trabajo, el porqué había acabado en ese oficio como si hubiera ocurrido ayer, esos niños se tenían merecido lo que les ocurría, su transformación era culpa de su inconsciencia y su falta de simpatía, creían que sus actos no tenían consecuencias, que no pasaría nada, pero él era el encargado de demostrarles que eso no era así, no debía serlo, ellos debían pagar el precio de sus acciones, de sus caprichos, de su inmadurez, esos vagos sinvergüenzas y egoístas niños que acudían a su isla sólo para buscar su propia diversión, y el villano, complaciente, les otorgaba lo que tanto deseaban sabiendo en el fondo como acabarían esbozando una malvada sonrisa de venganza contra ellos por lo ocurrido años atrás, lo recordaba con detalle, cómo gente egoísta y sin consideración había acabado con lo más importante para él, como los niños que acudían a las atracciones de luces brillantes y coloridas se asemejaban tanto a quienes un par de décadas antes le habían arrebatado a la persona que más quería en ese cruel y despiadado mundo que también se la había vez en cuando, cuando recogía a los muchachos para llevarlos a la isla el cochero no podía evitar pensar en a quien tanto echaba de menos con pena y nostalgia y en quienes se la habían llevado con ellos con rabia, odio y desprecio por su persona, si aquello que pasó hacía tanto tiempo no hubiera ocurrido no sería él quien recogiese a los niños en su carruaje tirado por unos asnos que alguna vez fueron niños en el pasado, infantes despreocupados y sin educación a quienes no les importa a subirse al carruaje de un completo desconocido.
Miró de nuevo tras los enormes ventanales de cristal, las luces de las atracciones eran claramente visible en la oscuridad de la noche, la montaña rusa y la noria eran perfectamente distinguibles en medio de todo el complejo de diversión que el villano había creado, y justo bajo sus pies, a unos metros de distancia, podía ver el muelle de carga, listo para cuando los niños empezarán a cambiar hasta acabar transformados en burros, obligados a llevar una vida de trabajo y servidumbre a cambio de apenas una noche de diversión lejos de normas, padres y ó su pipa sacando una cerilla del bolsillo y prendiéndo las hierbas de tabaco de color castaño que reposaba en el interior del artilugio de madera, el humo blanco empezó a brotar y el villano apagó el fósforo antes de sentarse en el sillón y tirar en un cenicero de plata los restos carbonizado de la cerilla miró sin interés los documentos de venta de animales de la semana anterior, los burros se vendían por un buen precio y el dinero no era problema, cerró el libro de cuentas cuyas tapas están a realizadas en cuero pintado de rojo, y cerró la libreta con la hebilla dorada de la cinta que lo rodeaba antes de abrir un cajón de la mesa de su oficina para guardarlo hasta la siguiente noche de trabajo. Un pequeño papel de deslizó hacia adelante por el movimiento del cajón y el cochero no pudo evitar sacar del pequeño espacio aquel recuerdo de su antigua vida, mucho más anterior a la situación en la que ahora se encontraba, por aquel entonces ni siquiera sabía de la existencia de la isla, eso llegaría después, bastante más tarde. En la imagen se apreciaba al hombre,ubicado en la izquierda de la imagen, bastante más joven, su pelo ahora completamente blanco era antes de un negro oscuro y sus ojos verdes parecían más claros, llevaba una gabardina negra con botones dorados y un sombrero de igual color;en la zona derecha, una mujer joven de pelo rubio y ojos marrones estaba vestida con un conjunto blanco que resaltaba su piel rosada; en medio de ambos se ubicaba una niña, de pelo rubio y ojos castaños y una piel tan clara como la leche que portaba un vestido azul celeste con un lazo más oscuro en la zona de la cintura. Ese era, además del parque de atraciones y su negocio, el secreto que guardaba dentro de aquella isla maldita, ni siquiera Juan y Gideon conocían la verdad sobre lo ocurrido años atrás, cuando todavía era una persona honrada, honesta, buena... todo aquello que ya no representaba debido al rencor y el odio del pasado.
Ocurrió hacía ya mucho tiempo, pero él aún podía recordarlo como si hubiera sucedido ayer.
