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Junio, 1820.

Londres.

Residencia Uzumaki.

Él había estado siempre para ella desde que eran apenas unos niños. Desde que los brazos de Kawaki no eran más que dos palos larguiruchos y sus piernas no tocaban el suelo cuando tomaba asiento, aun así, siempre recordaría como un tesoro cuando ella de niña lloraba y Kawaki aparecía sin importar las distancias para rodearla con sus extremidades y confortarla.

En esos momentos, ella no podía sentirse para nada inferior a una princesa de cuentos de hadas.

Sintió dos gotas gemelas deslizarse por sus mejillas y trato de ocultar su tristeza tras su abanico mientras trataba de recobrar la compostura.

Sumire se sintió tonta. En realidad, desde hace años se veía de esa manera así misma. Kawaki siempre le había dejado claro inconscientemente que solo la veía como una hermana. Así no lo fueran de sangre, él nunca la había mirado con otros ojos.

Ella era la que había permitido que esos sentimientos infantiles crecieran conforme ella lo hizo.

Sintió a alguien ubicarse a su lado y tembló. Aunque tras pensar que podía ocultar su desdicha por la euforia emotiva que sentía por su hermano se relajo un poco.

—Ten.

Sus ojos violetas miraron en dirección a un pañuelo blanco.

La B.U bordada en una esquina del trapo de lino le confirmó la persona que se había sentado a su lado.

—No es necesario — rechazó la ofrenda bajando su abanico y colocándole sobre sus muslos.

—Intento ser amable, y me rechazas — la voz de él estaba lejos de sonar ofendida, más bien un poco chulezca.

—No necesito tu lastima— gruño Sumire.

Su respuesta amargada no era en tanto por su despecho. Boruto Uzumaki, conde de Sterling, desde el día que lo conoció no había sido otro que un joven caballero molesto.

Desde que fueron presentados, él había sido como una espina en su zapato. Por alguna razón, él había adquirido una fascinación por molestarla. Y Sumire desde entonces no podía evitar estar un poco recelosa con su persona.

—No es lastima, mi dama. Es solidaridad — Él agitó el pañuelo pero en vista que aquella joven dama no daba su brazo a torcer, tomo su muñeca y deposito el pañuelo en su palma cubierta por un guante blanco.

Sumire miró el trapo como si fuera un objeto extraño. Luego observó al Conde.

Oh, Boruto Uzumaki era sin duda un hombre gallardo. Lo admitía. Desde que lo conoció, no pudo evitar comparar sus iris como dos trozos del cielo.

En ese momento esperó ver su habitual expresión de burla, pero su rostro se mantenía entre la linea de lo amigable.

Sumire curvó una ceja.

—¿Qué quieres? — soltó, aun no muy convencida de su repentina actitud compasiva con su persona.

Boruto carcajeó.

—Tan poca estima y desconfianza tienes en mi — Él rasco su mejilla con su dedo indice, con una sonrisa que le dio un aire a un niño travieso.

Sumire ignoró el repentino vuelco en su corazón.

—Milord, su trato conmigo desde que fuimos presentados no han sido ciertamente gratos.

—¿Ah no?

—¿Quiere que le recuerde sus opiniones sobre mi vestido amarillo de mi debut en sociedad? — Sumire gruño al recordar su mote. — «Pollito mal amarrado» recuerdo fue su deliberada conclusión.

—Sumire, te hice un favor. — Se justificó cruzándose de brazos.

—¿Favor? Casi me hecho a llorar tras su opinión hacerme ver la realidad. — Sus mejillas se ruborizaron al recordar aquel momento. Donde creyó que aquel vestido de Madam Camp le acentuaba bien. Luego de eso, decidió cambiar a una modista que no temiera en hacerle ver que vestido le prestaba y que no, tan solo por el afán de vender.

—¿Preferías que los demás se mantuvieran burlando de ti? Y yo que creía que la hipocresía era mal vista.

Sumire hizo un mohín al ver que tenía un punto.

—Lo cierto es que, luego de eso usted se mantuvo tocando el tema una y otra vez. Incluso tuvieron que pasar dos temporadas para que se le olvidara el bendito mote.

—Bueno, ahí si tienes razón. — Boruto se inclinó en la silla y miró hacia su familia. Su hermana en ese momento tomaba del brazo de su prometido y se acercaban hacia donde ellos estaban, hasta que fueron interceptados en el camino por unos familiares. — Pero no podía evitarlo, el mote «pollito» se me antojaba provocador para hacerte sonrojar de rabia.

Sumire blanqueo sus ojos.

—¿Cuantos años tienes?

—¿Estás corta de memoria? Cumplí veinticinco hace tres meses, creo recordar que estuviste presente en la cena que mi mamá organizó — Al escucharla gruñir sonrío entre dientes. Sabía que había sido una pregunta retorica, pero algo dentro de él le exigía hacerla enojar.

Sumire abrió su abanico para poder refrescarse un poco.

—Pero no olvidemos la vez que visite a Himawari y usted se atrevió a verme la cara ¡Me mantuvo esperando en la sala de té por tres horas cuando su hermana ni siquiera llegaría ese día a Uzumaki House! Y aun ni una disculpa me da por eso.

Boruto se rasco el puente de su nariz.

—¿Por qué me disculparía? Fui claro que no sabía que ese día Himawari se quedaría en donde mis abuelos. — Y se inclinó hacia ella burlón. — Pero no se haga, disfrutó mucho de mi compañía ese día.

—Claro, tanto como nadar en un estanque de pirañas.

Boruto iba a decir algo cuando notó por el rabillo del ojo que su hermana y él hermano no de sangre de Sumire retomaban el camino hacia donde ellas estaban.

—Espero no estén a punto de ahorcarse — se burló Himawari, aunque el tono inseguro en su voz denoto que no lo decía tan en broma.

Ella conocía muy bien lo no tan bien que se llevaban esos dos.

Sumire miró de reojo a Kawaki, quien se posicionó a su lado y le apretó un hombro con cariño. Sintió algo bajar por su garganta y fue entonces que se dio cuenta, para su misma sorpresa, que se había olvidado de su desdicha desde que Boruto tomo asiento a su lado.

—Felicidades — pronunció a los dos, un poco bajo. Sumire anhelaba que su voz no se quebrara en ningún momento. — Me alegra que este tonto se haya dado, y no retrasara más su enlace.

Himawarí sonrío con dulzura y tomo una de sus manos entre las suyas.

—¡Seremos oficialmente familia! — Celebró risueña.

Sus ojos grandes y del color de las campanillas azules, le adelantaron el sonido de las campanas en la cúpula de la iglesia.

—Sigo prefiriendo a Inojin. Mi hermana hubiera sido una hermosa marquesa — espetó Boruto sin perder la sonrisa burlesca.

Hima le miró con reproche mientras que Kawaki le gruño. Sumire en tanto, golpeo el hombro de Boruto con su abanico por su desfachatez.

Este le hizo un gesto cómico con sus ojos y boca. Luego miró hacia su cuñado con una nada habitual seriedad en sus facciones. — Ya sabes Kawaki, lo que hablamos.

El caballero rodó sus ojos.

—¿Qué hablaron? — Hima alzó una ceja curiosa.

—Tu hermano cree que me hizo zurrar los pantalones con sus amenazas sobre si te hago daño.

Kawaki se ubicó al lado de su novia y la tomo de la cintura. Y Sumire se dio cuenta, por enésima vez, que su hermano adoptivo nunca la mirara como miraba en ese momento a la joven Namikaze.

Kawaki le susurró algo al oído a Hima, y ella sonriendo asintió.

En realidad, a pesar de su amor mas que de hermanos por él, cuando se dio cuenta de sus sentimientos florecientes por la menor de los Namikaze, no pudo estar en contra o interponerse por mas que quiso.

Himawari era demasiado linda y buena persona para odiarla. Y aceptaba sin recelo que era una mujer excelente para Kawaki.

Bajo la mirada y miró sus manos.

Boruto a su lado no dejó de mirarla.

Los novios fueron llamados en ese momento por los Duque de York; los padrinos de Himawari.

—Sumire ¿puedo decirte algo? — le preguntó, una vez volvieron a quedar solos.

Ella salio de sus pensamientos para posar su mirada en el Conde. Se extraño principalmente porque Boruto le haya pedido permiso para decirle algo. Hasta ahora él le había profesado sus opiniones sin tomar en consideración si a ella les importaba o no.

—Deja el intento de educación, y solo di lo que tengas que decirme.

Boruto se levantó y miró hacia su hermana.

—Si tu amistad con Hima no es verdadera, preferiría que no vuelvas a hablar con ella.

Los colores se perdieron del rostro de Sumire.

—¿Disculpa?

Boruto volvió a mirarla. Su mirada acerada la atravesó como un mal presentimiento.

—No me lo niegues. Me he dado cuenta.

Efectivamente, en sus dos cielos pudo intuir que él se había dado cuenta de su secreto.

—Espera, yo...

—Si bien que tu amistad con mi hermana empezó de buena manera, pero si en tu mente ahora solo hay espacio para malas augurios, ahórrate la falsa modestia y ve su felicidad de lejos —Su voz sonó tan amarga que Sumire se quedo muda por un momento. Meneo la cabeza para reaccionar y se levantó de golpe.

—Escúchame bien, Boruto Uzumaki, Conde de Stirling. — Y golpeó su pecho con su abanico. — Mi amistad con Hima es algo que estimo, y mis sentimientos pueden que estén rotos, pero nunca dirigiría mi negatividad a alguien que no lo merezca. Seré algunas cosas, pero no una hipócrita ¡Y deseo la felicidad de mi hermano por encima de todo!

El color regreso a sus mejillas indignada y se dio la vuelta para apartarse de él.

Boruto Uzumaki siempre lograba hacerla enfadar.

¡Le desesperaba!

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Hacia rato que no les dedicaba un historia al BSu. Sinceramente, últimamente no tengo bueno racha con long-fic/short-Fic, la inspiración se me va volando. Pero espero terminar con la mala racha con esta historia -cruza dedos-