El poblado de San Pablo era pequeño, escasamente unos tres mil pobladores, según el último censo poblacional de 1990. La vida era demasiado monótona y tranquila que cualquier evento no pasaba desapercibido por la pequeña sociedad Paulina, la cual se dividía, principalmente, en dos: El grupo de profesores y el de campesinos; aunque existía un pequeño grupo de comerciantes y los que, como mi familia, la figura paterna no se dedicaba a ninguna de las tres principales actividades antes mencionadas, sino que emigraban a las grandes ciudades que nos rodeaban al sur y al norte.

San Pablo se caracterizaba por ser el paso migratorio de los viajeros que iban del norte hacia el sur y viceversa; quienes hacían escala ante el descanso del bus después de casi cinco horas de viaje y para emprender las siguientes cinco horas para llegar a su destino final.

Recuerdo que las mujeres comerciantes se acercaban con sus canastos tejidos de palma llenos de deliciosos alimentos para ofrecerlos a los cansados, y algunos desvelados, viajeros. Podíamos ver a algunos caminar hacia el pequeño mercado para adquirir algunos alimentos o abarrotar las pequeñas tiendas que estaban cercanas a la central camionera. La sincronía del horario que atravesaba el pueblo era tan perfecta que dos camiones, uno para el norte y el otro para el sur, hacían parada a la misma hora: 06:00; 08:00; 11:00; 14:00 y 15:00 hrs., los cinco días de la semana.

Éramos, relativamente pocos habitantes, de tal manera que contábamos con un preescolar, una primaria, una secundaria y la capacitación técnica; solamente aquellos que contaban con los suficientes recursos económicos podían enviar a sus hijos al siguiente poblado, Santa Mónica, para estudiar el nivel Bachiller y algunos más se esforzaban mucho para obtener una beca académica y poder estudiar en el Norte alguna en la Universidad para ser profesores o el en Sur para otras carreras.

Dentro de la rutina vespertina estaba el ir a las canchas deportivas detrás del edificio de la Alcaldía; regresar a casa, darse una ducha y regresar para hacer los deberes escolares en la Biblioteca; lo cual era meramente una excusa para seguir con los amigos y volver a casa antes de las 19:00 hrs.

Las noticias en el poblado eran de manera oficial por la tradición oral entre las amas de casa que solían compartirlas a la hora de ir al mercado principal, generalmente por la mañana. La mayoría de estas noticias consistían en saber que alguna señorita se había fugado con el novio y podían rumiar la misma información por muchos días hasta que hubiera algún tema nuevo que contar. Eran tan creativas que podían narrar la información desde diferentes puntos de vista: de las autoridades, del novio, de la familia del novio, de la novia, de los hermanos de esta… en fin… hasta que surgiera algo nuevo…

Y así sucedió un día… llegué un poco tarde a casa; cursaba el sexto grado de la educación básica y solíamos quedarnos para prepararnos propedéuticamente para el siguiente nivel académico. –Lávate las manos para que tomes tu lugar –Indicó mi madre al tiempo que abandonaba su lugar para proporcionarme el servicio de los alimentos.

-Yo atiendo a Terry, tía – Prontamente mi prima, quien vivía con nosotros desde que tengo memoria, se puso en pie para asistirme.

-…entonces, les contaba – atrajo la atención mi hermano mayor Archie sobre el tema que estaban comentando antes de mi llegada

Tomé el plato de las manos de mi prima, a quien consideramos como una hermana, y ocupé mi lugar para integrarme al momento familiar - … se integró hoy a mi grupo – Continuó Archie – Según en la presentación del Rector es una persona muy inteligente y que viene con muy buenas recomendaciones

-Y ¿Es bonita? –Intervino el mayor de todos mis hermanos, Stear. –He oído que sí – Dijo con sarcasmo y logrando sonrojar a Archie.

-Pues sí, es muy bonita. Tiene ojos grandes y sus pestañas casi son una con sus cejas perfectas; y es muy sonriente. Tiene bonito cuerpo…

Archie no solamente se sonrojó ante los comentarios con sorna que lanzábamos, en especial mi hermano Stear; sin embargo, a nuestra madre no le pareció bien que Archie se relacionara amigablemente con su nueva compañera escolar – No les conocemos, no tienen familiares en este pueblo y no sabemos cuáles puedan ser sus intenciones.

-No creo que sean como los gitanos que se han asentado por cortas temporadas, tía Eleonor. Algo escuché por la mañana, que a su padre le han pagado con unas tierras alguna deuda que contrajo el señor Carlright, por esa razón tomaron la decisión de radicar aquí.

-Cuando el rector presentó a Candice, dijo que seamos buenos con ella, ya que proviene de un centro de estudios para señoritas, que en el tiempo de adaptación le apoyemos con lo que más podamos.

En mi caso no tenía nada que aportar al tema de conversación y me retiré en cuanto terminé mis alimentos. Deposité un beso en la frente de mi madre y me dirigí a mi habitación.

Esa tarde mis dos hermanos salieron a jugar futbol con sus amigos y aunque yo los admiraba mucho no cabía muy bien en su círculo de amigos. Stear mostraba mucha paciencia para conmigo haciéndome sentir bien cuando me acercaba a donde él estaba; todo lo contrario a Archie, éste me retaba por cualquier cosa y siempre me mandaba de regreso a casa o amenazaba con acusarme con mi madre cuando me pasaba de confianzudo en los temas de sus amigos. Pero, entre ellos dos se llevaban muy bien. –Terry, nos hace falta un portero – me invitó Stear a ser parte de su equipo. Corrí emocionado ocupando el lugar entre dos postes sin red. Lo único que deseaba a mis casi doce años era que mis hermanos se sintieran orgullosos de mí, así como yo lo estaba de ellos.

-Estoy listo- Mencioné sonriente. Tenía los rayos del sol de frente y achicaba la mirada para poder enfocar y no dejar pasar el balón. Me sentía importante como custodio de aquella portería y también me sentía responsable de que el equipo de mis hermanos fuera ganador.

El partido se llevó entre risas; bromas y pequeños empujones amigables; cuando de pronto no vi el balón pasar entre mis manos. Fue tan rápido que el marcador se posicionó en nuestra contra. Mis ojos buscaron inmediatamente la mirada de Stear, como siempre él resolvía todo con una sonrisa. Encogió los hombros y me indicó que fuera por el balón. Antes de hacer mi camino por el esférico, miré a Archie; tenía el ceño fruncido y con un movimiento de su cabeza reprobó mi falta.

No importaba cuánta confianza Stear intentaba generar en mí, siempre me quedaba con la frustración de no agradar en casi nada a Archie.

Corrí en busca del balón…

Ahí fue cuando la vi por primera vez. Venía en mi dirección en compañía de su hermano Albert; él ya tenía algunos meses viviendo en nuestro poblado juntamente con sus padres y un hermano menor que iba tres grados menos que yo; John Andrew. Era la chica más hermosa que mis ojos habían visto.

Tomó el balón que había rodado hasta sus pies y me lo dio acompañado de una enorme y bonita sonrisa. Era de hermoso parecer, pero nada como la luz en sus ojos y la calidez de su sonrisa.

Pasé con dificultad la espesa saliva y tartamudamente le dije "gracias"

Me quedé en una pieza mientras les miraba alejarse de mi vista y el grito de los chicos que me esperaban en la cancha me volvió a la realidad.

Perdimos el partido.

Archie me daba recomendaciones intentando no demostrar su enfado para conmigo y Stear decía que no siempre se puede ganar, que lo importante era la amistad.

Permanecí en silencio durante todo el camino a casa de tal manera que Stear creyó que las palabras de Archie estaban haciendo eco en mí, así que le pidió cambiar el tema. Sin embargo, esa no era la razón; no sabía lo que pasaba dentro de mí.

Me duché y me tumbé en mi cama. Por primera vez no tenía ánimos de salir rumbo a la biblioteca municipal. Mi comportamiento llamó la atención de mi madre que creyó que había enfermado.

-Es temprano aún, Terry, para que andes en pijama.

-No tengo ánimo de salir de cama, quiero quedarme aquí por un rato

-¿Ha pasado algo entre tus hermanos y tú? Si es así, quiero que me lo digas ahora – Mamá sonó enérgica al tiempo que tocaba mi frente para saber si tenía fiebre

-No, nada. Hemos jugado, perdimos por mi falta de experiencia en la portería; pero, Stear lo ha tomado con gracia…

-Y, Archie ¿Te ha dicho algo? – Interrumpió

-No – Respondí de inmediato – Hemos regresado los tres juntos y durante el camino estuvimos bien

-Sabes que amo a los cuatro – Me miró fijamente y quitó un mechón de mi frente – Pero, Archie está en una etapa algo difícil y he notado que ustedes dos pelean por casi todo – Me sentí algo responsable porque caía muy fácil en las provocaciones de Archie que, tal como lo expresaba mamá, estaba cambiando y de pronto Karen, la menor de todos nosotros, y yo éramos los que más batallábamos con Archie.

Mi hermano solamente quería pasar tiempo con sus amigos y con Stear. Tal parecía que Stear se había convertido en su nuevo héroe; era su hermano favorito; le reservaba la pieza más grande de la tarta, le apartaba un lugar junto a él a la mesa, le esperaba en el parque en lo que llegaba el transporte escolar del bachiller para caminar juntos a casa; a Karen y a mí nos mandaba por delante cuando le mirábamos en el parque, que era también nuestro paso, camino a casa después del colegio. Ya no jugaba conmigo ni miraba programas en la tv con nosotros dos.

Karen, tenía a mamá por ser la más pequeña, Stear se desvivía por ella y Dorothie, nuestra prima, quien vivía con nosotros, siendo la principal compañía de mamá, desde que papá se fue a trabajar a otro estado del sur, en todo le procuraba; así que el único que de pronto comenzó a sentirse fuera de lugar era yo.

-Prometo que ya no pelearé con Archie, mamá.

-Terry – Se sentó junto a mí y me cogió en sus tiernos brazos - ¿Qué sucede, hijo? Por lo general eres muy alegre; nunca estás quieto y verte así, desanimado y con prontitud de estar en cama, siendo aún temprano, me preocupa ¿Hay algo que deba saber?

La abracé muy fuerte y comencé a llorar. No era el cambio escolar de la primaria a la secundaria, la mayoría de mis amigos estarán en el mismo, y único, colegio; iba bien en mis notas; quizá no era tan sobresaliente como Archie, pero tenía muchas B; B+; algunas C y aunque muy mínimas, algunas A llenaban el cartón de notas. –Mamá, te quiero mucho – Me apreté fuertemente a su regazo hasta quedarme dormido

Mamá me arropó y abandonó mi recámara dejándome descansar.

Pasó mucho tiempo hasta que escuché el bullicio en la sala de estar, me levanté descalzo para no hacer ruido; se trataba de Archie y de sus amigos que hablaban muy alto y reían fuertemente. Me asomé un poco para no ser visto de nadie cuando escuché a Thomas decir-Entonces, ¿Sí te sientes atraído por Candy?

-Sí – Respondió con firmeza mi hermano – En la fiesta de San Valentín le pediré que sea mi novia

Regresé a hurtadillas hasta mi habitación y me encerré de nuevo. Me desperté hasta el otro día tras las fuertes sacudidas de Dorothie que me llamaba por mi nombre porque se me hacía tarde para ir al colegio.

Karen me esperaba a la puerta y no me dio tiempo para desayunar por levantarme tarde; bajamos corriendo la colina para recuperar un poco de tiempo y acortar el camino. Al pasar por la Iglesia nos detuvimos para controlar un poco el aliento y no llegar desbocados a nuestras clases – ¿Qué hay chicos? – Nos saludó Albert, acompañaba a su pequeño hermano John hasta el colegio

-¿Qué hay Albert? – Le saludé y emparejé mi paso al de él ya que Karen y John caminaron un poco más rápido por delante nuestro – La chica con la que estabas ayer ¿Es tu hermana?

-¿Te refieres a Candy?

-No sé su nombre; la chica que me devolvió el balón de soccer

-Sí, es mi hermana; ¿Por qué?

-Es muy bonita. Atiné a decir y sentí que el color se subía por mis mejillas. Albert también lo debió notar porque se rió bajito para no hacerme sentir mal.

-Eres muy pequeño para ella – Dijo mientras me revolvía el cabello.

No entendí qué le había causado gracia y tampoco su respuesta; así que sin decir más palabras ingresé al colegio; miré a Karen y a John ingresar con su grupo y me dirigí a mi salón.

En la clase de deportes no tenía ánimo para realizar alguna actividad; me senté bajo la sombra del poste de la cancha de basquetbol y todo el momento respiraba profundamente; como si el aire me hiciera falta.

En mi grupo había niñas bonitas; para mi gusto, unas más bonitas que otras. En cualquier otro momento estaría corriendo juntamente con ellas; tirando de sus listones o haciéndoles cualquier otra maldad para captar su atención; pero hoy no era ese momento.

-Terry- Llamó por quinta vez el profesor de deportes

-¿Eh? – Atiné a responder

-¿Tienes algún problema?

-No ¿Por qué?

Achicó la mirada, guardó su bolígrafo en la tabla de reportes y se sentó junto a mí – Tienes muy buena vista desde aquí – Mencionó sin que yo comprendiera en totalidad.

-Sí, todo se mira muy bien desde este lugar – Sonreí

-Me toma por sorpresa que estés casi en silencio, aislado… ¿Has tenido algún disgusto con tus amigos y compañeros?

-No

-¿Tienes problemas en casa?

-No, tampoco

-Si hay algo en lo que te pueda ayudar, sabes que cuentas conmigo

-Sí, muchas gracias

-Ahora ve e intégrate a la actividad

-¿Podría no hacerlo por esta vez? Me siento un poco agotado

-Solo por esta vez Terrence Grandchester

Los profesores y amigos notaron mi ausencia emocional; permanecí mudo en todo lo que restaba para culminar el día escolar. No participé en absolutamente nada y tampoco tomé apuntes. Conductualmente era comprometido; pero en realidad no sabía que me estaba pasando.

A la hora de la salida; Karen y John venían juntos. Al mirar que nadie vendría por John decidí encaminarlo lo más cerca de su casa; el colegio estaba en el centro del poblado y era muy tranquilo, pero no estaba demás, al final de todo, John y su familia eran nuevos en este lugar -¿Podemos dejarlo hasta la verja? – preguntó Karen. Entre ellos había una amistad que llevaba los seis meses que John, Albert y sus padres tenían en San Pablo.

-Está bien – Me sentí el doble de años al mirar a mi hermana juntamente con su amiguito de la misma edad caminar por delante de mí entre risas, empujones y conversaciones muy de ellos.

-Hola, gracias por cuidar de él – Dijo Candy al emparejar su andar con el mío –Eres un buen chico

-Ah, este, sí, gracias – Sonreí tímidamente y bajé la mirada hacia los cordones de mis zapatillas deportivas.

-Eres Terry, el hermano menor de Archie ¿Cierto?

-Ajá- Respondí sin levantar la mirada.

-Soy Candice White Andrew; pero puedes llamarme Candy

-Este, sí, está bien – Mi cerebro no podía enviar las palabras correctas y solo podía emitir monosílabos

-Bueno, ya estamos cerca de casa – Se detuvo y llamó por su nombre a su hermano quien regresó unos cuantos pasos hacia ella – Muchas gracias por acompañarnos

-¿Puede ser mañana otra vez? – Pregunté sin saber por qué lo hice

-Si coincidimos, será un gusto que nos acompañes

Todo mi ser me temblaba al llegar a casa. Sentía una enorme emoción bullendo en mi interior, quería llorar, reír, correr, gritar; pero, preferí guardar silencio y encerrarme en mi habitación

Por primera vez en mucho tiempo no fui a las canchas con mis hermanos; Archie creyó que se trataba de que me sentía mal por el fallido intento de cuidar la portería en el juego de futbol, así que me ofreció sus disculpas e insistió que les acompañara – En verdad, Archie, tengo muchos deberes del colegio.

-Bueno, si cambias de opinión, eres bienvenido – Cerró la puerta de mi habitación al salir.

Por segundo día mi madre me vio en pijama a temprana hora y comenzó a preocuparse – Mañana te llevaré al médico

-No es nada, mamá

-No puedes estar sin ganas de la nada. Tú no eres así. – Me tomó del mentón y fijó sus ojos en los míos – Terry ¿Hay algo de lo que quieres que hablemos? Lo que sea que estés pasando, lo podemos resolver…

-Estaré bien, solamente concluyo mis deberes. Prometo que estoy diciendo la verdad, no me está pasando nada.

Así me lo pasé los siguientes días, entre desánimo, deberes escolares y con la emoción de volverla a ver, sin embargo, no volvimos a coincidir en esa semana.

La siguiente vez que la vi estaba rodeada de sus amigos, Archie entre ellos…

La miré de lejos…

Era tan bonito verle sonreír, ella era el centro de atención y todo le quedaba muy bien.

De pronto todos mis amigos comenzaron a parecerme infantiles, nada de lo que hacían me parecía divertido. Jugar a encantarnos por todo el parque perdió sentido al ver que mis hermanos pasaban el tiempo en círculo platicando y riendo. Quería ser parte de ese grupo, porque ahí estaba ella.

Tomé mi bicicleta y conduje sin parar hasta llegar a casa.

Mi madre, mi prima y mi pequeña hermana estaban en la cocina y en la sala de t.v., se encontraba Stear quien había regresado más pronto que yo. -¿Hay buena programación? – Pregunté manteniéndome de pie

-No – dijo activando el mando para apagar el aparato.

-Ok; iré a mi habitación

-Terry ¿Puedo ayudarte en algo?

¿Por qué todos los mayores creían que necesitaba algo? Y ¿Cómo podía explicarles que de pronto todo lo que antes me gustaba hacer, hoy, había perdido sentido? –Estoy bien. Respondí de tajo

-Seguro que sí; no te pregunté si estabas mal, sino que, quizá podrías necesitar algo y por ello te ofrecí mi ayuda – Sonrió

-No sé qué me está pasando, de pronto todo ha perdido sentido. Ya no me gusta jugar, no me gusta estar con mis amigos, ellos solo quieren estar persiguiendo niñas y a ellas les emociona echarse a correr y eso me fastidia…

-Estás creciendo

-Stear, siento algo cuando miro a… - Guardé silencio

-¿Es una niña de tu grupo?

-Emm, no.

Después de platicar a solas y en confianza con mi hermano, dedujo – Estás enamorado…