RED KNIGHT

-Torre-

Tenía deberes que cumplir en ese reino. Su misión aún no estaba completa y no debía perder tiempo alguno, sin embargo, olvidó todo cuando el rey se acercó y aprovechó la oportunidad para hablarle. Sabía de qué tipo de calaña era el sujeto, y no iba a quedarse de brazos cruzados habiendo una historia tan poco nítida en la familia real. Tal vez la curiosidad mató al gato, pero muchas veces descubrió algo pudriéndose, y creía que esta vez no sería diferente.

"¿Entonces, está buscando un marido para su hija?"

Si había alguna forma de reconocer al caballero rojo, era por sus ojos plateados y por su imprudencia. No tenía miedo de un rey, y no se iba a empequeñecer, no lo hizo con sujetos peores, mucho menos ahora. No tenía miedo de nada ni nadie, aunque su antecesor, el caballero plateado, tuviese aún más experiencia en desafiar los más grandes males.

Aun le quedaba camino por delante.

"Exacto."

El hombre, el rey, asintió, su postura rígida.

"¿Si es así, porque no está la princesa en la velada? Imagino que la princesa debe ser tan hermosa como cuentan los rumores, de ser así, estos príncipes podrían animarse a luchar por su mano con aún más fervor."

Jacques frunció ligeramente el ceño, su postura volviéndose aún más tensa, así como arreglaba la corona en su cabeza.

"¿Está dudando de mis decisiones?"

"Honestamente, sí. Pero descuide, esa no es la mayor duda que tengo sobre sus acciones. De hecho, si me permite expresarle mi preocupación, dudo infinitamente que un príncipe sea capaz de llevar a cabo dicha misión. Últimamente, todos los príncipes son solo niños mimados. No veo a nadie aquí que parezca tener la capacidad necesaria para lograr el cometido."

El rey parecía molesto, pero no le sorprendía, era un golpe en su hombría. El mismo, era un rey débil, que prevalecía con manipulaciones y dinero, pero en las guerras él se mantenía al margen. No ganaría ni una sola pelea usando su propia fuerza, así que asumía que su hijo era igual a él.

No era por creerse mejor, pero con una sola estocada podría terminar con ellos. Era una simple labor sin duda.

"¿Quién te crees que eres para sacar esas conclusiones?"

Si, el rey estaba enfurecido. Una actitud inmadura para un monarca. Se lo perdonaba a su hermana, pero a este arrogante sujeto, jamás. Se levantó del asiento, su plateada armadura era lo suficientemente brillante y ostentosa para lograr dejar a más de alguien sin aliento. La rosa roja brillante en su pecho era algo de lo que sentía orgullo, por ende, su postura tenía ese mismo semblante.

El símbolo de su genética.

"Sabe quién soy, y sabe que tengo razón."

No había nadie ahí que no la conociese. Aunque muchos tuviesen un gran malentendido en su cabeza, pero era mejor así, esa era la idea. Su madre paso por lo mismo. Mujeres fuertes eran tachadas de brujas, y por muy fuertes que fuesen, las llamas las quemarían hasta los huesos. No podía arriesgar su presente, ni su futuro. Había llegado lejos, así que debía mantener su reputación aún más alto, no la arriesgaría, pero tampoco se dejaría pisotear por nadie.

Era un caballero después de todo, luchar contra el mal era su propósito de vida.

El hombre frunció el ceño por unos momentos, hasta que luego noto una mueca similar a una sonrisa.

"Eres de la casa Xiao Long."

Solo asintió.

Lo era. No era una posición tan alta como en otros reinos, como en otras casas, pero si era un dato que no todos sabían. O el hombre había hecho una búsqueda o estaba interesado en sus raíces. Bueno, un monarca que conocía a las familias monarcas del mundo no debía de ser algo tan raro.

"Una pena que su hermana, la princesa, no hubiese venido aquí para deslumbrarnos con su presencia."

Oh, ahí estaba la intención escondida. Su hermana siempre fue popular, no importaba donde fuese, todos volteaban a verla por su belleza exorbitante, incluso los rumores la dejaban en lo más alto. Aun así, llamarla princesa, ahora de que estaba liderando su reino, era una falta de respeto y estaría en su derecho el mantener el honor de la reina en alto, pero no quería alargar más la discusión. Solo quería saber que ocurría en la casa Schnee, no hablar de la propia.

Si estaba ahí, era por una razón en específico.

"La reina está ocupada, ahora tiene una gran responsabilidad en sus hombros. No tiene tiempo para darse un viaje por todo el océano."

"Es una lástima."

No lo era. No había ni una pizca de honestidad en ese sujeto, le desagradaba, y podía escuchar la voz de Blake en su cabeza, diciéndole que tuviese cuidado. Se vio llevando una mano a su katana, recordando la sensación que tuvo cuando aquella arma le fue dada, antes de dejar su casa por última vez.

"Entonces, significa que eres un príncipe."

Jacques unió los cables.

No era así en realidad, o al menos no del todo. Su padre si fue cabeza de un reino, pequeño en comparación con las tierras donde se encontraba, pero no carecía de importancia, y su carisma lo hizo ser venerado por muchos. Por otro lado, su madre fue una guerrera solitaria que escondía su verdadera identidad. No había una verdadera unión entre su padre y su madre, pero no fue hasta que ella murió que su padre decidido adoptarla como su hija. Fue complicado, ya que sería extraño que su padre hiciera su esposa a un caballero el cual todos debían creer que era un hombre.

Su amor era intenso, pero siempre secreto.

El caballero plateado era reconocido por muchos, sobre todo entre la gente mayor, pero nadie sabía la conexión que tenía con el nuevo caballero rojo. Eran dos personas aparte, y si alguien encontraba algún tipo de similitud debería de aplaudirles por pensar lo suficiente. Aun así, si se había topado con personas que la llamaban la descendiente del caballero plateado, y era esa una realidad. Solo asumían que sus padres debieron morir y el rey la adoptó por lastima, que no había ningún tipo de relación entre los involucrados.

Nadie creería que el rey de Patch era su padre biológico, ni que el caballero de los cuentos era en realidad su madre. Todo el mundo perdería la cabeza.

"En parte, lo soy, pero primero soy un caballero, un guerrero, un héroe. Mi posición hereditaria va en un segundo lugar."

El rey comenzó a jugar con su mentón, en una mueca pensativa.

"Imagino que también iras por la mano de mi hija."

Resoplo, molesta de que fuese lo único que el hombre pensara luego de lo que le dijo. Solo pudo soltar una leve risa ante semejante comentario.

"No me malinterprete, estoy aquí como visita. Las fiestas en la tierra del rey Schnee son aclamadas, y no podía perdérmelo, pero el matrimonio no está en mis pensamientos. Mi camino es un misterio, y mis batallas son impredecibles. Seria egoísta de mi parte amarrar a alguien a mí, la cual terminaría vestida de negro llorándole a una lápida."

Y así era. Estuvo en muchas batallas donde su vida estuvo en riesgo, y su padre ya sufría suficiente al tener a una hija la cual podía fallecer en cualquier momento, justo como le paso a su mujer.

Jacques pareció desinteresarse en ella luego de su pequeño parlamento, y este parecía seguir su camino hacia otros invitados. Creyó que la conversación había acabado y decidido volver a sentarse. Un término bastante abrupto e indecente, pero no esperaba más de ese hombre.

Ahí escucho algo, algo salir de la boca del monarca.

Esa niña merece eso y más.

¿Que?

Se quedo un momento inerte, y luego volteo a mirar al rey, este ya estaba a varios metros hablando con un grupo de personas.

¿A qué se refería?

¿Que su hija merecía el terminar sola y desconsolada? ¿Qué clase de padre diría eso? No es que creyese que Jacques era el padre perfecto, en lo absoluto, podía darse cuenta de inmediato a cerca de las diferencias entre él y su propio padre, solo con mirarlos en público. ¿Pero un comentario así?

Se sintió curiosa, aun más de lo que estaba cuando decidió asistir a esa fiesta.

Se levantó del asiento en el que estaba y bebió de su copa de agua, antes de empezar a moverse por la sala. Todos parecían pasar un buen tiempo hablando y bebiendo. Se sintió molesta, algo le molestaba, y no iba a descansar hasta saber la verdad, así que, como un cazador, silente, camino entre los invitados, atenta a las conversaciones ajenas a ver si hallaba algo de su interés.

No he visto a la princesa nunca en mi vida.

Debe ser hermosa, se decía eso de la hija mayor.

Poco se sabe de la reina, quizás ahí sabríamos que tan bellas son las hijas.

Sabía que había una segunda hija mayor, pero también desconocía su paradero. Al parecer se había casado y desaparecido. Tal vez se fue a otro reino, a vivir lejos de su familia. ¿Porque no tomar Atlas?

Sospechoso, aunque siendo quien era, tal vez habría tomado la misma decisión.

Lo de la princesa en la torre era un clásico entre varios gobernadores cuando no podían decidir por un prospecto para sus hijas. Así que no era tan sospechoso, pero el que nadie viese a la princesa eso si lo era. Normalmente la ponían frente a todos para motivar a los príncipes y reyes para conseguir tratados y cosas aburridas, pero este no era el caso. Mas bien parecía que el rey Jacques quería deshacerse de su hija a como dé lugar.

Era una excusa de que el que llegase arriba se llevase a la princesa, o más bien, el que la encontrase no pudiese devolverla. ¿Era ese el trato? Quería pensar que sí, porque la primera teoría que se vino a su cabeza era tan desagradable que ni siquiera quería ponerla en palabras.

Ahora que miraba el rostro de Jacques con detención, ¿Era asco aquello en su expresión?

¿Cuál era la probabilidad de que odiase a su propia hija?

Iba a descubrirlo por sí misma.

La torre no estaba lejana, pero si había un clima asquerosamente frio en ese momento, en ese condenado reino. El terreno vasto estaba plagado de bestias y nieve. Su cuerpo tenía sudor congelado en su piel, que hacía del momento incluso más incómodo.

Tuvo que apresurarse y terminar sus deberes antes de dirigirse al lugar, y maldijo los escalofríos que empezaban a subir por su espina. Desde el desierto que no había estado en un lugar tan complicado.

No iba a volver a ese continente.

Miró hacia el horizonte, ahí erguida se encontraba la gran estructura de piedra.

La torre.

Se veía inalcanzable.

Decidió seguir su camino a pie, ya que las bestias comenzaban a acercarse y el tupido bosque le iba a ser la tarea difícil al momento de pelear, y ya sentía su cuerpo agotándose, y apenas y había llegado a la zona de batalla.

Se topó con su primer contrincante de la noche.

Saco la espada de su espalda, la más grande y gruesa. Su gran peso sintiéndose cómodo en su mano derecha. Se puso en posición y abanicó el arma hacia adelante, partiendo a una de las bestias a la mitad. Su carne separándose y desvaneciéndose en el aire, desapareciendo por completo a penas toco el suelo.

Podía escuchar alrededor sonidos de metal y alaridos, así como también los gruñidos de las bestias que parecían salir de todos lados y de ninguno. El bosque que protegía el vasto lugar era peligroso, tal vez demasiado, pero las bestias no solo salían de entre los árboles. No lograba saber con claridad de donde aparecían, pero lo que si sabía es que tal vez nunca dejarían de aparecer. La torre fue construida en un lugar clave para el nacimiento de las bestias y de la proliferación de sus manadas, o tal vez las bestias decidieron hacer de ese lugar su hogar. Cual fuere la razón, el camino era el mismo.

Matar a la mayor cantidad de bestias que pudiese para lograr llegar a la torre. Su objetivo, era ser la primera persona en pisar la torre, o al menos ser la primera persona en lograr llegar donde la princesa se encontraba cautiva.

No para casarse con ella, si no para descubrir la verdad.

Realmente estaba yendo demasiado lejos por una mera corazonada.

Corrió, intentando mantener un ritmo constante y mantener su cuerpo tibio bajo su armadura.

Guardo su espada pesada y saco su katana. Sería más rápido para aniquilar a las bestias, y al mismo tiempo era más fácil abanicarla en movimiento, así se libraría de la cantidad que se acercaba. Era la mejor opción. Era una pena no poder llevar toda su colección de armas consigo y disfrutar de usarlas todas en batalla.

Las creaturas eran relativamente pequeñas, así que usaría su velocidad antes que su fuerza. No iba a ser un problema.

Desde que era una niña que peleaba contra monstruos. Su primera víctima fue una bestia pequeña a la que asesino usando una espada de madera que su madre le tallo para que aprendiese a pelear. Luego fueron otras armas, una tras otra, la que fuese, incluso cosas que no eran realmente armas. Simplemente amaba usar armas. Muchos la conocían por eso, por ser una coleccionista, y por ser capaz de usar cualquier tipo de arma y herramienta que existiese para la cacería.

Por lo mismo también solía ser temida por muchos.

Saltó, golpeando con sus botas a una bestia que corría hacia su dirección, se dio impulso y con un rápido movimiento le corto la cabeza, está separándose del cuerpo y desapareciendo. No logro tocar el suelo cuando otra bestia quiso atacarla. Giro en el aire, evitando que las garras la lastimasen, pero si escucho claramente el sonido chirriante de las garras contra su armadura.

Llego al suelo y embistió a la bestia con su cuerpo, esta retrocediendo lo suficiente para poder usar la katana y enterrarla en el pecho del animal siniestro.

Desapareció como los otros, solo dejando ceniza donde antes hubo vida.

Se iba acercando más y más a la torre. Ahora notaba lo mucho que se levantaba del suelo, también notaba las enredaderas levantándose mientras abrazaban la piedra. Enfoco la mirada, y noto a un hombre escalando las enredaderas. Debía de ser un príncipe, como todos los que querían tomar la mano de la princesa de Atlas. Probablemente ella misma debía de ser el único caballero entre todos esos príncipes en armaduras brillantes y bien cuidadas.

Una bestia la atacó de nuevo, más grande que las otras, así que cambió de espada rápidamente, ejecutándolo con precisión. Ese momento que perdió, fue suficiente para perderse un momento clave acerca del hombre escalador. Cuando volvió a mirarlo, noto como este caía, y al parecer fue culpa de una bestia que logro atrapar el pie de este. No logro ver la escena por completo, y se sintió decepcionada de aquello.

El príncipe cayó al suelo con un fuerte sonido. No parecía herido, su armadura siendo lo suficientemente costosa para que lograra resistir.

Escalar no era una buena idea.

El príncipe se logró levantar del suelo y correr por su vida, ya no tan entusiasmado en conseguir la mano de la mujer encima de la torre, ni el poder de Atlas.

Este corrió en su dirección, prácticamente chocando su brazo con el propio, pero siguió corriendo, alejándose lo que más podía. Tuvo que matar a la bestia que corría desesperada tras el hombre, ya que estaba en su rango, y sentía un poco de lastima por el pobre tipo, no se veía capaz de huir y matar al mismo tiempo.

Una lástima.

A los pies de la torre, vio una manada de bestias rodeándola. Parecían los custodios del lugar. No, dudaba que cuidasen ahí, más bien, parecía que evitaban que la presa sobre la torre lograse bajar. Tal vez olían su carne y podían notar lo importante y delicioso que era el banquete tan lejos de su alcance. Probablemente era eso. No eran solo los príncipes los que querían llegar a la princesa, sino que también las bestias que ansiaban dicha comida.

Era imposible entrar a la torre con la manada ahí.

Tenía que pensar en algo.

Noto como algunas de las ventanas, las más bajas de la torre estaban rotas.

O bestias habían entrado antes que ella, u otros príncipes.

Cual fuese la opción, no era la más indicada. Solo podía seguir adelante, subir, y rogar a Dios que la princesa siguiese con vida. Si su teoría era correcta, esta no era nada más que una víctima de un plan asqueroso. Y no se iba a perdonar a si misma si no llegaba a tiempo.

Esa muerte, como otras, la perseguirían por siempre.