Capítulo I: Encuentro
Caminaba sin rumbo fijo, a través de la destrucción y el olor a muerte. No tenía idea alguna de donde se hallaba, mas éso no le importaba en lo más mínimo. A fin de cuentas, no había lugar a donde ir, ni refugio donde resguardarse. Además, sería cuestión de tiempo para que los mercenarios de Kaguya atacaran aquel continente. Pronto el mundo entero caería, al igual que lo hicieron las cuatro grandes naciones elementales. No había escapatoria ante la avaricia de la diosa/reina, Kaguya Otsutsuki.
Se detuvo ante un riachuelo a reabastecerse del líquido vital, tras la recién emboscada que tuvo por parte de unos mercenarios, donde si bien había salido con vida y una lesión un tanto amplia a la altura de su pecho, había perdido gran parte de sus provisiones, entre ellos sus escasos alimentos. Aún así, no estaba demasiado preocupado, pues durante años fue entrenado para la supervivencia, dentro del que alguna vez fue el templo de los Shaolin. Aquel lugar que llegó a considerar su hogar, tras haber quedado huérfano después de la masacre del clan Uchiha.
Había perdido dos veces a su familia. La primera, fue cuando era aún un infante de tan sólo cinco años. No recordaba mucho de aquella terrible noche, sólo los llantos de mujeres y niños, así como los gritos de dolor de hombres y ancianos, al igual que aquel olor a hierro, proveniente de la sangre de los miembros de su clan. Sin embargo, lo que nunca olvidaría, sería el rostro de aquel hombre responsable de aquella atrocidad. Aquel que alguna vez fue la mano derecha del líder del clan, rey entre los Uchiha. Su padre: Fugaku Uchiha. Aquel que, por avaricia, traicionó a su clan y condenó a la nación del fuego, así como al mundo entero.
Madara Uchiha.
Aquel hombre del cual, ante la memoria de sus padres, hermano, familiares y su clan entero, juró venganza. Aquel hombre del cual él mismo daría muerte. Su destino sería enfrentarle en combate y darle muerte bajo el filo de sus armas. Traer justicia ante su clan y el legado de sus antepasados. Después, el legado de los Uchiha se extinguiría con él. Sabía que su sangre le maldecía y su apellido le condenaba. No podía atraer aquel juicio a sus hijos, ni a los hijos de sus hijos. El clan Uchiha debería extinguirse con él. Por el bien de la humanidad y por el bien de Terra.
Lentamente, comenzó a despojarse de sus prendas, quedando su torso desnudo. Se arrodilló lentamente, quedando su pierna derecha flexionada, mientras que con su mano izquierda se soportaba del pasto. Con ayuda de su mano diestra, tomó un poco de agua del riachuelo. Suavemente, la pasó por aquella herida en su pecho, respingando ligeramente ante el contacto del frío líquido con su piel.
Durante su labor, cierto objeto a lo lejos llamó su atención. No se alcanzaba a distinguir, puesto que se hallaba a por lo menos unos quinientos metros, de donde actualmente se encontraba. Terminando de lavar su herida, se acercó poco a poco hacia aquel objeto, sólo para darse cuenta que era no un objeto, sino una persona. Más en concreto, una mujer.
Una mujer joven. Una chica que yacía en el piso como si estuviera inerte.
Se arrodilló para examinarla de cerca y pudo percatarse que era una chica bastante joven. Quizá no pasaba de los veinte años, seguramente, además de que tenía muy bellas facciones faciales y una figura perfecta. Largas y esbeltas piernas, espalda pequeña, brazos delgados, entre sus otros... atributos. Si bien su pecho no se destacaba por ser amplio, se complementaba a la perfección con aquel trasero respingón y bien formado, encima de que aquella joven chica tenía unas piernas perfectas, dignas de una modelo.
Pero lo que más llamó la atención del Uchiha, fue su peculiar cabello color rosa pálido, el cual llegaba hasta el inicio de su trasero y caía en una cascada por su espalda, mientras un largo mechón pasaba por su frente y se ocultaba tras su oreja. Observando detenidamente su frente, logró distinguir una extraño sello con forma de rombo. Jamás en su vida había visto a una persona con aquellas cualidades tan peculiares. Excepto que le recordaba a...
— ¿Será un demonio? — se cuestionó en un susurro.
Antes de poder recibir su propia respuesta, un leve gemido lo sacó de su mente, por lo que volvió su mirada hacia aquella chica de pelo rosado. Los gemidos de la chica se incrementaban, mientras sutilmente se movía. Parecía como si estuviera soportando un gran dolor, e incluso algunas discretas lágrimas se escapan de los cerrados párpados.
— ¡Ahí esta! — vociferó una potente voz masculina.
De inmediato, el pelinegro dirigió su vista hacia donde provenía aquella potente y agresiva voz. Tres hombres en armadura, cargando espadas largas y escudos, se dirigían con velocidad hacia su posición. Por un momento, pensó que nuevamente lo atacarían. No sería la primera vez que le sucedía y, por tanto, preparó su Sanjiegun* en un abrir y cerrar de ojos, con el fin de contrarrestar el ataque de aquellos hombres.
Los hombres, al estar a unos diez metros de él, disminuyeron el paso, hasta acercarse caminando y detenerse a sólo unos cuantos metros del Uchiha. El pelinegro observó cómo los soldados lentamente bajaban sus armas, pareciendo como si no tuvieran intenciones de atacarle. Sin embargo, el azabache en ningún momento bajó la guardia, a pesar de haber bajado su arma por igual.
— ¿Estás relacionado con ésta ninfa? — cuestionó uno de los hombres, causando que el Uchiha frunciera el entrecejo en duda.
— ¿Ninfa? — respondió el azabache
— ¡Contesta! ¡¿Estás o no relacionado con ella?! — amenazó el hombre.
Mas no hubo respuesta por parte del pelinegro, sino que fulminaba con la mirada a los mercenarios. Se preguntaba quienes eran y porqué querrían a la pelirrosada. ¿Que habría de relevante en ella, para que mandaran a tres hombres a darle caza? ¿Acaso serían enviados por Kaguya?
— Si no estás relacionado con ella, entonces apártate. No es asunto tuyo — mencionó uno de los hombres, quien parecía ser el dirigente de estos.
El azabache observó a cada uno de los hombres sin sentirse intimidado, para después redirigir su mirada a la mujer que yacía semi inconsciente en el suelo, totalmente vulnerable y desprotegida. Bien, no iban tras él, por lo que simplemente se alejaría del lugar e ignoraría lo que le fuese a suceder a la extraña chica. Ya suficientes problemas tenía con la muerte de su clan y la de sus hermanos Shaolin, junto con la muerte de su maestra, a manos de Madara Uchiha.
— No lo haré. Aléjense de inmediato y ninguno saldrá herido — respondió impasiblemente el azabache.
Los tres hombres se miraron los unos a los otros, en incredulidad por el desafío del Uchiha, sólo para redirigir su mirada hacia el pelinegro y carcajearse estruendosamente, cosa a la cual el azabache se mantuvo serio e inexpresivo, no sin antes devolverles una mirada fría y asesina, la cual le helaría el alma al mismísimo diablo.
— Veo que no nos estás entendiendo, mocoso. Éste asunto no tiene nada que ver contigo, así que mejor entréganos a la chica y prometemos dejarte con vida — desafió el mercenario.
— Se los repetiré por última vez: aléjense y no saldrán heridos — siseó el Uchiha, fulminándoles con la mirada.
— Entonces nos la entregarás por las malas — mencionó otro de los mercenarios, preparándose en una pose de combate.
El resto lo imitó y, de inmediato, uno de los hombres se abalanzó contra el Uchiha, con espada en mano, dispuesto a acabar con la vida del pelinegro. Sin embargo, el azabache fácilmente interceptó el ataque con su Sanjiegun y derribó a su oponente de una ágil patada giratoria al torso, dejando adolorido al soldado en el suelo.
— Esta es su última oportunidad de huir, si no quieren enfrentar la muerte — recalcó el Uchiha.
— ¡Mocoso insolente! — gruño el líder de éstos.
Los dos hombres aún en pie rápidamente se abalanzaron sobre el Uchiha, sólo para tener el mismo destino que su compañero: ser derribados y quedar inconscientes de un golpe en la nuca. Lentamente, el pelinegro se acercó a la pelirrosa, no sin antes dejar inconsciente al primer hombre al cual le atacó de un pisotón en la nuca, dejándolo fuera de combate. No por nada, el Uchiha era conocido como el Dragón Escarlata. Además de ser discípulo de la legendaria Élder Wu Mei*. Pocos eran los que realmente podían igualarle en combate.
Lenta y suavemente, cargó entre sus brazos a la indefensa joven, la cual nuevamente yacía en la inconsciencia; sólo podía sentir la suave respiración de la misma. Observó el cielo, notando cómo las nubes se juntaban, indicio de una lluvia venidera. Con la chica aún en brazos, caminó un largo sendero, hasta refugiarse dentro de una cueva. En la profundidad de la misma, recostó suavemente a la chica en el suelo, para después alejarse de ella. En algún otro momento, la habría abandonado a su suerte. Ya lo había hecho con anterioridad con otros individuos y no sería nada complicado volver a hacerlo.
Sin embargo, no lo hizo, sino que no sólo la salvó y ahora se comprometió a sí mismo con un grupo paramilitar, el cual probablemente era el ejército secreto de la diosa Kaguya. ¿Y todo por qué causa? Por un simple impulso. Un extraño deseo y deber de proteger a ésa indefensa y hermosa chica de cabello exótico. Definitivamente no tenía ni la menor idea del porqué se dejó dominar por su impulso.
Ahora no había marcha atrás. Sabía que sería cuestión de tiempo para que dieran con el paradero de ambos, ya sea por separado o juntos. Se maldecía internamente, puesto que ahora tendría que cargar con un peso que ni era suyo y todo por aquella hermosa muchacha que le provocaba abrazarla, besarla, e incluso hacerla suya ahí mismo. Desechó sus impuros pensamientos y se dirigió al exterior de la cueva. Buscaría los elementos necesarios para hacer una hoguera, además de conseguir algo de alimento, pues el atardecer pronto caería y él no había probado bocado alguno en días. Lo otro era que seguramente la chica despertaría de igual manera con hambre.
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Pasaron algunas horas. La fogata alumbraba el interior de la cueva, donde se hallaban algunos pescados que se asaban, dejando un exquisito aroma en el lugar. El pelinegro mascaba algunos frutos que había recolectado, mientras observaba con detenimiento a la chica que estaba dormida cerca de la hoguera. Definitivamente, no había visto a nadie como ella, no al menos después de ella. Su simple aspecto emanaba pureza, así como una sensualidad inocente. Sin lugar a dudas, aquella chica pelirrosada era una belleza de pies a cabeza, tan así que se sentía tentado a arrebatarle un beso, mientras ella estaba en los brazos de Morfeo.
La chica poco a poco se empezó a remover en aquellas prendas, las cuales en aquel momento funcionaban como lecho. Lentamente abrió los ojos, mientras aquella imagen borrosa de una persona cerca de ella se esclarecía poco a poco. El Uchiha no pudo evitar quedarse embobado ante lo que su mirada presenciaba: esmeraldas. Unos hermosos y grandes ojos color esmeralda, adornados por unas hermosas, largas y estilizadas pestañas, las cuales no hacían mas que resaltar ésos hermosos orbes. Ésos ojos convertían a la ya de por sí bella chica, a una verdadera diosa, quien bien podría dejar a la misma Afrodita en ridículo.
De pronto, la chica soltó un grito ahogado, mientras retrocedía, aún en el suelo, de la presencia del pelinegro. La chica tenía en su mirada una clara muestra de temor y el azabache se percató de la reacción de su acompañante, por lo que lentamente se incorporó del suelo, mientras que en acompasados pasos se acercaba a la ojiesmeralda. La chica sólo incrementó su miedo en su mirada, al mismo tiempo que se retraía lo más que podía, hasta dar con la pared de la cueva.
— ¡P-Por favor, no me hagas daño! — lloró la chica
— Tranquilízate. Si quisiera hacerte daño, ni te habría salvado de ésos mercenarios — dijo el pelinegro, tratando de calmar a la chica.
La pelirrosa se quedó estática, sin mover un sólo músculo, en temor que el pelinegro la fuese a atacar o quisiera abusar de ella, tal y como lo intentaron aquellos hombres, de los que apenas se pudo librar. Con el miedo en su mirada, observó los oscuros posos del Uchiha, perdiéndose en aquella mirada que, por alguna extraña razón, le infundía paz y seguridad. Tan ensimismada estaba en los oscuros orbes del muchacho que no se percató de que el moreno ahora se encontraba a unos metros de ella, flexionado en su rodilla y mirándola fijamente. Obsidiana contra esmeralda, en una batalla de miradas donde no había agresores; sólo fascinación.
— ¿Te encuentras bien ahora? Tenías un golpe en tu vientre que dejó un moretón. Espero que no tengas daños mayores — preguntó con una voz templada el azabache, volviéndose a acercar a la ninfa.
— ¿Eh?
La chica dirigió su mirada a su abdomen, donde se encontraba un vendaje improvisado, el cual la cubría desde el inicio de su busto, hasta el comienzo de sus caderas y... ¡Un momento! ¡¿Dónde estaban sus ropas?!
La chica se sonrojó fuertemente, mientras lentamente volvía su mirada en estado de sorpresa al pelinegro, el cual sólo arqueó una ceja en estado de confusión. Si estaba vendada desde el busto hasta sus caderas, éso significaba que él la...
De inmediato, la chica frunció el entrecejo, a la vez que su rostro se coloraba de color rojo e inflaba las mejillas. A continuación, simplemente tensó su mano zurda, estirándola por completo, y después tomó un impulso y golpeó fuertemente la mejilla del chico que tenía frente a ella, aún analítico.
El pelinegro yacía en el suelo sosteniéndose la mejilla, donde aquella extraña y loca pelirrosada le había propinado una fuerte bofetada. Por supuesto, lo agarró con la guardia baja, pero, aún así, estaba sorprendido de la fuerza que aquella pelirrosa había emanado en aquel golpe.
— ¡¿Por qué demonios hiciste éso?! — preguntó exaltado el chico.
— ¡¿Y todavía lo preguntas?! ¡Eres un pervertido! — rugió molesta la pelirrosa.
— ¿Pervertido? ¡¿De qué demonios estás hablando?! — inquirió el pelinegro, aún molesto por la reacción de la chica.
— ¡No te hagas el tonto! ¡Lo único que querías hacer es abusar del hecho que estaba inconsciente para verme desnuda! — recalcó la pelirrosa, mientras un fuerte sonrojo cubría sus mejillas.
— ¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no! ¡Te rescaté de esos tipos que querían secuestrarte y así es como lo agradeces! — repeló el pelinegro, mientras la fulminaba con la mirada.
— ¡Sí, claro! ¡Eres como todos los demás hombres! ¡Pervertido!
El Uchiha prefirió no seguir con la discusión. Tenía la sensación de que aquella chica era obstinada y podría discutir con él por el resto de la eternidad. Verdaderamente era una Molestia. En momentos como ésos, se arrepentía de haberla rescatado. Era tan malditamente ruidosa y pesada, además era increíble cómo aquella frágil, delicada y temerosa chica se había convertido en toda una fiera tan de repente. Bien le había dicho alguna vez un amigo que las mujeres eran bipolares: un minuto eran dulces y al otro ni las mismas leonas se asemejaban a su fiereza.
Bufó notoriamente molesto. Era cierto que había tenido que desnudar a la chica para tratar su herida y que se había quedado anonadado por aquellos hermosos pechos que, aún cubiertos por ésos paños menores, habían dejado perplejo al Uchiha, al grado que tenía la tentación de arrancarle aquella prenda y devorar aquellos hermosos senos. Se había imaginado su lengua lamiendo sus pezones, succionándolos como si de un bebé se tratase, mientras su traviesa mano masturbaba su vagina. Pero él no era un vil violador. Él era un vengador y no tenía cabeza para pensar en perversiones de ésa clase.
O al menos no las había tenido, hasta que vio a aquella diosa pelirrosada semi-desnuda.
Se incorporó rápidamente, para volver al sitio done se encontraba, antes de que la chica despertara de su mundo. Sasuke se dejó caer sentado en el suelo y su mirada ahora estaba fija en la lumbre que iluminaba el lugar, con el olor a pescado asado y a madera carbonizada. La chica no se movió del lugar y seguía con su mirada perdida, en algún punto fijo del muro de la cueva, aún molesta por lo acontecido.
Varios minutos pasaron, donde ninguno pronunció palabra alguna y donde sólo se escuchaba el crujir de la madera, mientras era consumida por el abrazador fuego de la hoguera, además de la torrencial lluvia y los estruendosos rayos, los cuales se asemejaban al rugir de un monstruo. Finalmente, fastidiado de aquel silencio tan incómodo, el pelinegro nuevamente soltó un sonoro bufido, en señal de molestia, a la vez que dirigía su mirada a la chica, quien ahora se hallaba cerca de la hoguera. La observaba como si fuese la cosa más interesante en el planeta, o como era conocida por la gente: Terra.
— ¿Vas a seguir con tu berrinche? — fue el Uchiha quien rompió el silencio.
La chica no emitió respuesta alguna, sólo fulminó con la mirada a aquel muchacho de ojos obsidiana. Por supuesto que estaba molesta, pero más que molesta profundamente avergonzada. Es decir... ¡por Dios! Ningún hombre antes la había visto desnuda y ahora un extraño muchacho, de mirada profunda, de la nada la había rescatado y había sanado sus heridas, despojándole de sus ropas en el proceso.
Ni siquiera tenía el valor de examinar su intimidad, en busca de señales de violación. Sólo rogaba a los dioses que aquel hombre no hubiese profanado su cuerpo y su pureza y que su virginidad siguiera intacta. A fin de cuentas, entre los de su especie y reino, era de suma importancia que las mujeres se conservaran puras, hasta ser desposadas. Caso contrario, eran humilladas y desterradas para siempre.
Aunque una parte de ella se sentía extraña, como si quisiese que aquel hombre la besara y la hiciese suya en aquel preciso instante. Se imaginaba acariciando aquel musculoso torso, mientras aquellos atléticos y poderosos brazos la sostenían de la cintura, a la vez que el moreno se se abría paso a través de su...
Sacudió ligeramente la cabeza, desechando aquellos pensamientos. Aquel chico sólo era un pervertido que se quería aprovechar de ella y encima de todo era un cretino.
Aún si era un maldito dios griego.
— Hmp, idiota — fue la única respuesta de la chica
— Sólo quería ayudar, ¿de acuerdo? No soy ninguna clase de pervertido o violador. Además, aún si quisiera hacerlo, no estoy en condiciones para ello — recalcó con total estoicismo.
Ésa respuesta sorprendió un poco a la chica, quien volteó a ver al azabache que tenía su mirada fija en la hoguera. Lo examinó un poco y notó un vendaje en su pecho, donde un poco de sangre emanaba. La chica se quedó observando aquella herida y vio que tardaba en cicatrizar; probablemente era bastante profunda y requería de atención médica. Ella hizo un ademán de acercarse a examinarla, pero fue sorprendida por el Uchiha, quien le extendió un extraño alimento que estaba clavado a una vara de madera larga y gruesa. ¿Aquello realmente se puede comer? Fue lo que se pregunto.
— Come, necesitas reponer energías — emanó la profunda y oscura voz de pelinegro.
Sakura realmente no necesitaba probar alimentos, pues no era propiamente humana. Aunque, por otro lado, estaba sumamente lesionada y requería de reponer energías; qué mejor que la carne para recuperar energías perdidas, mediante la proteína animal. Por primera vez, consumiría carne, rompiendo su veganismo. Sería una única ocasión y jamás en su vida volvería a repetirlo.
— ... Gracias — pronunció en un susurro, antes de tomar el alimento y comer en silencio.
Durante la silenciosa merienda, el azabache repentinamente sacó una extraña botija entre sus pertenencias, al cual le dio un gran trago. A continuación, la extendió hacia la chica, quien le miró un poco sorprendida.
— Bebe un poco. Te hará sentir mejor — mencionó el pelinegro, mientras le entregaba la botella.
La chica no contestó ni agradeció, sino que simplemente tomó aquella botija y se la acercó a sus labios, dándole un largo trago; mas sin en cambio, Sakura escupió por completo aquel líquido de su boca. Tosía y tosía, queriendo eliminar cualquier rastro de aquel amargo y quemante líquido, del cual había tenido la desgracia de probar.
— ¡Ésto es alcohol! — rugió la ojiesmeralda.
El pelinegro simplemente se encogió de brazos.
— ¿Y? ¿Qué con ello? — preguntó desinteresado.
— ¡Odio el alcohol! — refutó la pelirrosada.
— Pues entonces te puedes morir de frío, si así lo deseas — pronunció Sasuke, mientras le arrebataba la botija.
Sakura simplemente emitió un gruñido en respuesta; señal de molestia. Sabía que la noche sería cruda, gracias al diluvio de ésa noche, así que, a regañadientes, le arrebató el contenedor al pelinegro, volviendo a darle un trago a la botija y engulliendo aquel amargo líquido inmediatamente. Sentía como aquel fluido viajaba por su traquea y sintió ganas de vomitar.
— Poco a poco te irás acostumbrando. Lo mismo me sucedía en un principio — explicó el ojinegro, a la vez que tomaba la botella de sus manos.
— Vaya, no sólo eres un pervertido, sino también un alcohólico — espetó la pelirrosa.
El Uchiha simplemente rodó los ojos y bufó nuevamente. Realmente aquella chica era malditamente molesta y juraría por Dios que bien podría ser su nuevo seudónimo.
— ¿Te han dicho que eres una molestia? — se burló el pelinegro.
— ¿Te han dicho que eres un cretino? — replicó la ojiesmeralda.
Genial, para todo la pelirrosa tenía un argumento. Decidió no seguir discutiendo lo mismo y olvidar todo el asunto. Finalmente, no era nada relevante y discutir con una molestia de pelo rosa no estaba dentro de sus planes. Maldijo nuevamente, pues no sabía que había hecho para ser merecedor de semejante tortura. Prefería volver a los campos de concentración, a discutir con una mujer.
Pasaron unos cuantos minutos. El silencio reinaba nuevamente el ambiente, pero finalmente, al Uchiha le llegó una duda a la cabeza: ¿quién era aquella chica? ¿Por qué estaba siendo perseguida?
Sólo había una manera de salir de dudas.
— ¿Quién eres, realmente? ¿Por qué te perseguían los mercenarios de Kaguya? — preguntó el Uchiha, con absoluta monotonía, sorprendiendo a la pelirrosa.
La chica soltó un ligero respingo, al escuchar aquella profunda voz que la sacó de sus pensamientos. Sakura redirigió la mirada hacia su acompañante, para perderse de nueva cuenta en aquellos profundos pozos negros, tan oscuros como la noche y a la vez tan cálidos como el fuego. La pelirrosa simplemente volvió su mirada a la hoguera y la agachó, en clara señal de nerviosismo. No sabía si podía realmente confiar en aquel extraño muchacho, de cabello y ojos negros. Si bien no había dado muestras de hostilidad, no podía andar con la guardia baja, aún si le debía la vida, ya que, si no fuese por él, no sabría dónde ni como habría terminado.
Un incómodo silencio nuevamente inundó el ambiente y pasaron algunos varios segundos, que parecían horas. Finalmente, el azabache se dio por vencido. Estaba notoriamente intrigado por saber sobre la chica, pero tampoco la iba a obligar a hablar de buenas a primeras, sobretodo teniendo en cuenta que tenían apenas unas horas de conocerse. Además, no era asunto suyo, ni nada que le incumbiera.
Suspiró ligeramente.
— Está bien, lo siento. No tienes que decírmelo, si no quieres. Entiendo tu posición — mencionó el azabache, mientras se pasaba una mano por su espeso cabello.
Aquel silencio nuevamente. Sólo el sonido de la llama y la lluvia se hizo notorio. El Uchiha se quedó observando la flama. En ocasiones, miraba fugazmente a la pelirrosa, quien aún permanecía con la cabeza baja y la mirada en el suelo, aún sentada en aquella cama improvisada, con prendas de vestir.
— ... Hada — susurró la chica.
El pelinegro dirigió rápidamente su mirada a su acompañante. No pudo distinguir bien lo que la chica acababa de decir, o creía que se había confundido. Pensó por un momento que la chica se había llamado a sí misma un "hada"
— ¿Que dijiste? — preguntó Sasuke, aún pensando que había sido producto de su imaginación.
— Soy un hada, del reino de las ninfas — recalcó con firmeza la ojiesmeralda.
El Uchiha se quedó perplejo. ¿Realmente se había auto calificado como un hada? ¿Qué significaba éso? Por otro lado, si se ponía a analizar, aquel cabello era único, así como aquel extraño sello en su frente. Por otra parte, de la existencia de aquellos seres, si bien no estaba documentada, existían bastantes rumores de ellos, además de que Terra era hogar de muchas clases de seres; desde bestias, humanos, hasta elfos y demonios. La existencia de un hada no debería ser una sorpresa, así que, por el momento, el Uchiha creería esas palabras.
— ¿Y por qué te estaban persiguiendo? — inquirió.
— Es obvio: soy una de las pocas supervivientes de los de mi especie y quieren usar mis habilidades para la conquista de Terra — afirmó la ninfa, haciendo que el pelinegro levantara una ceja notoriamente extrañado.
— ¿Habilidades? — preguntó aún mas confundido.
— Magia — mencionó la hada.
Ahora sí que se hallaba sorprendido. Había oído historias sobre seres mitológicos, capaces de manipular elementos y energías no visibles para los humanos, a la cual llamaban Magia. Por supuesto, para el Uchiha no le eran tan indiferentes aquellos temas, puesto que, durante su entrenamiento en Wushu*, se le había instruido en el manejo del Qi Gong*, aún si jamás pudo manipularlo él mismo, ni aún un poco, y dependía enteramente de su extraordinaria fuerza física para el combate. No obstante, jamás en su vida se imaginó estar ante un ser capaz de usar magia.
— Entonces, realmente las hadas existen... — susurró el azabache, a lo cual la pelirrosa asintió.
— Así es, ellos tratan de capturar a los pocos sobrevivientes de nuestra especie, para poder manipularnos y arrasar con el resto de las naciones de Terra — respondió la chica.
— Entiendo. ¿Qué sucedió con tu hogar y con el resto de tu gente? — cuestionó el pelinegro.
— A unos los atraparon y otros los mataron... Y mi hogar... es Terra — musitó la ojiesmeralda.
— ¿A qué te refieres? — preguntó el moreno, no entendiendo a lo que se refería la ninfa.
Mas la chica no respondió. Usando su capacidad de análisis y deducción, terminó en la conclusión que la naturaleza es su hogar, el bosque probablemente. Nuevamente, observó a la chica, perdiéndose en su mirada. Buscaba algún indicio de mentir, el cual no halló, por lo que dejó de hacer preguntas obvias. El Uchiha pasó unos minutos en silencio, tratando de digerir toda la información que le habían dado: hadas... magia... todo resultaba una buena broma. Lo que le tenía con especial fastidio, es que ahora él se había arrastrado a ése conflicto, cuando él tenía un objetivo que cumplir: matar al traidor de su clan.
— ¿Por qué estas tú aquí?
La suave y dulce voz de la hada lo sacó de sus pensamientos. Nuevamente, dirigió su mirada a la chica de cabello color rosa, para después posarla en algún punto del muro de la cueva, guardando silencio por algunos segundos. El azabache lo meditaba: ¿tenía caso decirle cuál era su objetivo? La respuesta probablemente era no, pero la chica se había abierto a él, incluso comprometiendo su vida de ser él un mercenario, así que decidió contarle de todos modos.
— Venganza — pronunció con su voz profunda.
— ¿Venganza? ¿Contra quién? — inquirió extrañada.
— El traidor de mi clan y el presunto responsable de la masacre del templo shaolin — masculló con oscuridad en su voz.
— ¿Eres un monje? — preguntó la ninfa.
El pelinegro asintió.
— Actualmente no soy un efectivo. Cuando sucedió la masacre del templo del dragón del sur, dejé de serlo — explicó el moreno, tratando de no dar detalles innecesarios.
La chica supuso que su "venganza" era por la muerte de los suyos, así como de las personas con quienes había formado lazos en algún momento. Tan sólo bastaba observar aquellos oscuros ojos, que en aquel preciso instante derrochaban furia y dolor. Incluso ella pudo percibir un aura atormentada proveniente del azabache: enojo... ira... odio... pero sobre todo dolor. La chica no pudo evitar entristecerse al percibirlo, más sobre todo entristecerse por el hecho de que un humano decidiera inundarse de aquellos sentimientos, tan oscuros y negativos. Ella sabía que aquel odio solo lo terminaría por consumir y lo llevaría a la muerte.
— La venganza no trae nada bueno y el odio sólo te traerá más sufrimiento — susurró la ojiesmeralda, únicamente audiblemente para el azabache.
El Uchiha suspiró sonoramente. Había perdido la cuenta de cuántas veces había oído éso. Si ni su maestra lo haría recapacitar, ¿cuánto menos una completa extraña, como su acompañante? Especialmente si ésta era una molestia de cabello rosado.
— Éso no te concierne. Tú ocúpate de tus asuntos — recriminó el ojiobsidiana, ignorándola por completo.
En parte tenía razón, pero la ninfa sentía que debía ayudarlo. Por alguna razón, no soportaba imaginarse a aquel pelinegro hundido en la oscuridad, lleno de sentimientos oscuros y odiando incluso su propia existencia. No, en definitiva no podría permitirlo. Debía de ayudarle de una manera u otra, pero, por ahora, dejaría todo a su tiempo.
— ¿Sabes el nombre de aquel individuo? — pregunto la chica, con su dulce y suave voz.
El Uchiha mantuvo el silencio.
— Madara, Uchiha Madara — siseó por lo bajo.
La pelirrosa abrió los ojos como platos. En algún momento, había escuchado de aquel nombre. Juraría que estaba estrechamente relacionado con la reina Kaguya, la cual arrasó con el reino de las hadas.
— ¿No es acaso el subordinado directo de la reina Kaguya Otsutsuki? — mencionó la ojiesmeralda.
Mas que una pregunta, era una afirmación.
El pelinegro reaccionó. Ahora resulta que ésa basura tenía nexos con aquella megalómana, por lo que soltó un sonoro suspiro. Ahora no sólo debía enfrentar a Madara, sino que tendría que pasar por Kaguya para llegar hasta el.
— Ése maldito... — musitó el Uchiha con frialdad.
Ahora las cosas se complicaban aún mas. Debía planear bien las cosas para poder enfrentarle uno contra uno, pues sería un auténtico desperdicio, de tiempo y esfuerzo, el enfrentar uno a uno las fuerzas de Kaguya, además de que no tenía interés alguno en aquella loca diosa. Por alguna razón, la pelirrosa juraría que pudo leer sus pensamientos, por lo que llegó a una resolución.
— Pues parece que tenemos un largo viaje por delante, ¿no lo crees? — dijo la pelirrosa, con una hermosa sonrisa.
— ¿Tenemos? Ésto no tiene nada que ver contigo — refutó el pelinegro, frunciendo ligeramente el ceño.
La pelirrosa ya veía venir aquellas palabras del azabache, pero, aún así, no desistió.
— Puedo ayudarte a llegar a Madara, si tú me ayudas a llegar a Pandemonium — determinó la pelirrosa.
Pandaemonium, donde actualmente se encontraban los campos de concentración. Humanos, elfo, entre otros seres, se hallaban prisioneros por Kaguya. Muchos no sobrevivían a las brutales torturas que tenían lugar en aquel infierno. Ir a Pandemonium, era un boleto a la muerte. ¿qué era exactamente lo que planeaba aquella chica? ¿Realmente pensaba enfrentar ella sola a las fuerzas de Kaguya? A duras penas pudo escapar de tres simples humanos, dudaba que pudiera hacerles frente a, literalmente, millones de demonios, pero si aquello le llevaba a Madara, quizá podría improvisar algún plan en el camino. Sólo necesitaría llegar a Pandemonium e infiltrarse en la guarida de Kaguya, dejar que la pelirrosa haga lo que tenga que hacer, mientras él caza a Madara y le da muerte. Después, Sasuke simplemente se retiraría y dejaría a la hada a su suerte.
— Hmp, ¿por qué debería ayudarte? — preguntó el moreno, encogiendo los hombros.
Por supuesto el Uchiha tanteó la situación, o quizá simplemente fue su orgullo.
— "El enemigo de mi enemigo es mi amigo" — fue la única respuesta de la pelirrosa.
Finalmente, el pelinegro le dio la razón. Podrían ayudarse el uno al otro para ambos cumplir su objetivo, ella liberar a su pueblo y el matar a su enemigo, así que simplemente el Uchiha se rindió y decidió cooperar con alguien, por primera vez en bastante tiempo.
— Bien, trato hecho — fue todo lo que dijo el moreno.
La pelirrosa sonrió de oreja a oreja, pues estaba emocionada de por fin poder ayudar a su pueblo. Además, aquel viaje le ayudaría a desvelar el misterio que era aquel pelinegro. Verdaderamente quería convencerle de que la venganza no le llevaría a nada, pero, para ello, primero debía conocerlo. Y hablando de ello, la pelirrosa cayó en cuenta de algo, por lo que se levantó y se acercó a azabache, después le extendió la mano, a lo cual éste se sorprendió un poco. Sin embargo, antes de poder articular palabra alguna, la chica hablo.
— Ya que vamos a ser aliados, creo que es necesario presentarnos — dijo la pelirrosa.
El Uchiha nuevamente la miro. Es cierto, no conocía ni su nombre y ya se había involucrado en un largo viaje con ella.
— ... Supongo que tienes razón — articuló el azabache.
— Mi nombre es Sakura Haruno, del reino de las hadas — mencionó la ninfa, extendiendo su mano a modo de saludo.
Sakura... como las flores de cerezo, pensó, tan parecida a ella. Finalmente se incorporó y estrechó la mano de la chica.
— ... Sasuke Uchiha — respondió en un susurro.
La chica se sorprendió por el apellido del pelinegro. Era el mismo de aquel hombre al que buscaba para matarle. Definitivamente, había gato encerrado en el asunto.
Unos instantes después, se dio cuenta de que sostenía la mano del apuesto Uchiha. Era grande, cálida y ligeramente áspera. Corrientes eléctricas recorrieron el cuerpo de ambos y un calor que, si bien era abrazador, también era agradable. Ambos se miraban a los ojos, mientras que de manera inconsciente acercaban su rostro al otro, quedando a escasos centímetros los labios de cada uno. De inmediato reaccionaron y se apartaron el uno del otro, ambos con un sonrojo que disimularon bastante bien.
Finalmente, Sasuke rompió el silencio.
— Será mejor que descansemos. Nos iremos mañana a primera hora — musitó, levemente sonrojado, pero que gracias a la oscuridad de la cueva, era imperceptible.
La pelirrosa sólo asintió.
Algunas horas después, ambos se encontraban recostados cerca de la hoguera, pero se sentía cierta tensión entre ambos. Si la pudieran calificar de algún modo, sería como cuando pasas la noche con la persona de la que estás enamorada. El azabache dio un último vistazo a la pelirrosa, quien se hallaba profundamente dormida, y por inercia simplemente sonrió, para después caer de igual manera, profundamente dormido.
Aquel sería un viaje bastante largo, pero sobretodo interesante.
...
Pues este es un proyecto que tenía en mente desde hace tiempo, finalmente soy fanática de la fantasía, así como de la mitología (ninguna en particular) así que decidí crear este fic usando mi OTP favorita: El SasuSaku. Este es un UA pero ambientado en la época medieval, además que Sasuke no es un ninja, sino un guerrero renegado y pues Sakura un hada.
Por lo pronto subiré este primer capítulo en espera que les agrade, les aviso de una vez que este fic tendrá una clasificación M por violencia y contenido sexual fuerte
Sin más que decir, pasamos a la terminología.
Wu Mei: Es una de las Élders (o maestros legendarios) del Shaolin, forma parte de los 5 maestros Shaolin y la creadora del Wing Chun y el estilo de la grulla (esta historia tendrá muchas referencias de la mitología china)
Wushu: Literalmente "arte marcial". Hay una diferencia para designar "Kung Fu" y "Wushu"; la diferencia radica que el Kung Fu es la masterización de una práctica en particular (ej: buen Kung Fu para pintar), mientras que el Wushu es exclusivamente la práctica de artes marciales.
Qi Gong: Digamos que es el manejo de "energía interna", algo vagamente similar al concepto del Chakra en la serie de Naruto.
Sanjiegun: Un arma muy similar al tan conocido Nunchaku, la diferencia en este es que es de tres secciones (a comparación del Nunchaku que es solo de 2) enlazados por argollas entre si.
Sin más que aclarar por el momento, me despido de ustedes.
