Hola lectores, es mi primera fic de un anime, y uno tan grande como One Piece, pero estoy sumamente obsecionada con él, y hay muy pocas fics que me gusten, así que terminé haciendo una... Y con mi villano favorito. Espero que les guste.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC


Prólogo

No puedo ver, ni escuchar nada, aun me cuestiono si continúo dormida, pero creo que es más complicado que eso, dado que no puedo ni sentir mi propia respiración. Mis sentidos del tacto también se encuentran limitados, no logro identificar en donde me encuentro, pero sí reconozco la humedad, el líquido. Intento moverme pero no logro más que apenas estirarme.

Mis ojos están cerrados y tampoco puedo abrirlos. Intento recordar lo último que hice antes de estar en esta situación, pero solo me llegan pequeños fragmentos de memoria. Como si estuviera armando un rompecabezas. Los conocimientos generales se mantenían intactos en su gran mayoría, pero los personales, acerca de quién era se encontraban turbios, confusos. Como si accediera a ellos de manera lenta. Y el lugar donde me encontraba tampoco me ayudaba mucho.

Uno de los pequeños trozos que podía palmar en mi memoria es que era adulta, no me llega el número exacto a mi cerebro, pero sé que soy una mujer entrado a los treinta, soltera, no logro identificar alguna pareja. La palabra "padres" llega a mí, los progenitores que me trajeron a la vida, pero sus rostros se encuentran difusos, tampoco logro recordar si tenía hermanos.

Me vuelvo a estirar sintiendo como el pánico me llenaba cada vez más, estirando mis piernas esta vez, chocando con algo que me devolvió el golpe. Dándome a entrever que no estaba sola en esta prisión. Aun así no recibía respuestas de mi compañero de celda, más que golpes cuando se movía igual que yo.

Me resultaba una tortura el poco espacio que poseíamos, pero aun así la paz lo compensaba. No recuerdo haber estado más tranquila que en este momento flotando, en un silencio que solo se rompía cuando escuchaba una dulce voz hablarnos, sin entender de quien se trataba.

Los recuerdos de mi vida comenzaron a hacer meollos en mí según transcurría el tiempo. Dejando de estar confundida en gran parte sobre quien era, y que había ocurrido conmigo antes de estar aquí.

No tenía mucho que había cumplido los treinta y cuatro años, era arquitecta, tenía una pequeña empresa que recién empezaba a despegar, pero era todo lo que siempre había querido. No logré recordar el nombre de mis padres, pero recordaba su amor, lo orgullosos que estaban de mí, tampoco sabía mi nombre o apellido, recordaba a un hermano menor llamado Noah que estudiaba medicina en la universidad, mi pequeño orgullo.

Si hubiera podido sonreír lo habría hecho al recordarlo antes de que mi muerte llegara a mí como pequeños bombardeos, un accidente de auto, un estúpido accidente fue lo último que vi antes de estar aquí. Ni siquiera había sido por un descuido de mi parte, lo que me hacía preguntarme si me encontraba en coma, o en algún tipo de tratamiento. Quizás esto era lo que se conocía como muerte cerebral.

No obstante las respuestas llegaron a mí en el momento en que me sacaron de la prisión en la que me encontraba, logrando finalmente poder respirar casi lastimándome al hacerlo. Pero sin quejarme sobre ello. No podía, después de no sé cuánto tiempo por fin lograba salir de ese lugar. Sin lograr comprender que sucedía, hasta que intenté gritar o hablar y lo único que salió de mis labios fueron gritos de bebé.

Al abrir un poco los ojos todo era borrosos y sentía que alguien me sostenía en brazos, siendo pruebas suficientes para saber que estaba sucediendo. Haciéndome sentir estúpida por no haberlo pensado antes, esto era lo que había después de morir, volver a nacer, volver a vivir todo de nuevo en otro cuerpo, en otra familia.

Me cuestioné si esto lo solíamos vivir todos de bebés, si mi otra vida también recordaba algo de la anterior, pero sobre todo, si al crecer perdería todos mis recuerdos como si todo hubiera sido un mal sueño. Tenía demasiadas preguntas, y ningún medio para saberlos. Ni siquiera sabía mi nombre antes de esto, al haber podido ir con mis anteriores padres para decirles que todo estaba bien. Aunque tampoco tenía la certeza que recordaría suficiente para hacérselos saber una vez pudiera tener edad para ello.

—Tú si eres tranquila —escuché una voz que se me hizo familiar hablándome mientras sentía un dedo gordo acariciarme la mejilla, evocando que abriera los ojos y como imaginaba no podía ver bien quien me hablaba, solo una silueta de alguien de tez un poco oscura, cabello y barba gris, pero su rostro no era visible—. Tienes los ojos de tu madre, y su rostro, eres una cosita hermosa —le halagó haciéndome sentir cálida y cuidada.

Me cuestioné si era mi padre, y si lo era estaría bien cuidada, podía sentir el amor en su voz. Sin embargo mis pensamientos fueron interrumpidos al notar que unos gritos que no eran míos se hacían escuchar, al mismo tiempo que el señor intentaba calmarlo con gritos de enfado. Lo cual si pudiera me hubiera hecho reír.

¿Gritos de bebé?

Recordé lo que pasó cuando aún estaba en el útero, tenía un compañero, alguien que me pateaba cada vez que podía. Eso explicaba mucho, éramos gemelos, tenía un hermano gemelo en esta vida con el que incluso compartí vientre. Lo cual por alguna razón me hacía sentir menos sola. No tenía idea de si tenía más hermanos, pero tenía una corazonada de que el vínculo que teníamos sería más fuerte que cualquier otro.

—Mira a tu hermana gemela Heis, no grita —le regañó haciéndome más gracia, y queriendo poder verlo al igual que a mi hermano.