Nota de autor: Este es mi nuevo proyecto. Es una serie con varias historias, de varios capítulos cada una.

Sé que la pareja Hotch/Strauss no es muy popular, sin embargo, a mí me gusta, y me gusta escribir sobre ellos. Y mientras haya una sola persona que lea mis historias, ya me inspira para seguir escribiendo y publicar. Y si además de leer demuestran su interés a través de likes o comentarios, ya es la felicidad completa.

Y respecto a esta historia, tenéis que saber:

-comienza en el año 1995 (aunque no se nombra casi hasta el final de este fic)

-la serie va desde que están en la universidad hasta el presente, e incluirá al equipo (más adelante)

-por supuesto, no sigue para nada el canon.

-En la serie, el apellido de Erin era Strauss por matrimonio. Aquí es el apellido familiar.

Y creo que de momento eso es todo. ¡Disfrutad!

Capítulo 1

Aaron pedaleó con brío los últimos kilómetros. Aunque iba con tiempo de sobra, siempre le gustaba llegar unos minutos antes y comprobarlo todo.

Dejó la bicicleta en el aparcamiento para bicicletas y se aseguró que el candado estuviera bien puesto. Se quitó el casco mientras entraba por la puerta.

Saludó con la cabeza a Nancy y Abby, y fue directo al vestuario. Se cambió rápidamente y fue a la parte delantera del restaurante, donde ya estaba Doug.

-Hey Hotchner, llegas pronto -lo saludó su amigo mientras sorbía su refresco.

-Mejor pronto que tarde, Doug -contestó él mientras comprobaba la reserva de servilletas, salsas y de más.

El chico se encogió de hombros mientras veía al moreno comprobar lo que él había hecho hacía menos de una hora. Sabía que Aaron era meticuloso, y le gustaba hacer las cosas a su manera.

Ambos trabajaban en el restaurante de comida rápida desde hacía tres años, a tiempo parcial, para ganarse un dinero mientras estudiaban en la universidad. Era su último año, y luego esperaban perderlo de vista para siempre. Al menos en el caso de Doug, que sabía que en cuanto acabara sus estudios, tendría un trabajo asegurado en la empresa de su padre.

A pesar de lo pesado que se le hacía en ocasiones estudiar y trabajar al mismo tiempo, a Aaron le gustaba el trabajo. Solía preferir estar en la caja y el trato con el cliente que la preparación de la comida. Lo cual le llamaba la atención a él mismo también, puesto que era extremadamente tímido y antes solía ponerse nervioso si tenía que hablar con extraños. Sin embargo, quería ser abogado, y ese era un buen entrenamiento para tratar con la gente.

Aaron había tenido que pedir varios créditos para pagarse la carrera, y el trabajo en el restaurante había sido una bendición. Cuando su padre murió, justo antes de que él comenzara la universidad, se dieron cuenta de todas las deudas que había dejado y había mantenido ocultas a la familia, y a duras penas su madre y su hermano salían adelante. Habían tenido que irse a vivir con su tía, la hermana de su madre, y ella había tenido que empezar a trabajar. Algún mes que otro, su madre le enviaba algo de dinero, pero normalmente, era él el que tenía que arreglárselas solo.

Tenía planes para cuando terminara la universidad. Podía entrar de becario en algún bufete, que aunque cobrara muy poco, eso le daría experiencia. Hacer alguna maestría también ayudaría a su currículum. No solía soñar despierto, y mucho menos con tantos años por delante, pero lo había pasado tan mal, que a veces se permitía ese pequeño sueño.

-Hotchner, ahí vienen los primeros ¿estás preparado? -le dijo Doug desde la plancha. Nancy y Abby estaban también en sus puestos.

Él respondió sonriendo y tocándose la visera de su gorra. Luego se giró hacia la caja y saludó a los primeros clientes.

Era la hora punta, y jóvenes hambrientos universitarios llenaban el local. Los cuatro chicos trabajaban a destajo para atenderlos a todos. Aaron acababa de darle una bandeja con su pedido a unos chicos cuando volvió a la caja.

-¡Hola! Bienvenidos a…-cuando levantó la cabeza, se quedó mudo.

Delante de él, había tres chicas, dos rubias y una morena. Más o menos de su edad, calculó. Pero fue una de ellas, la que permanecía callada y mirando el cartel con la carta encima de su cabeza, la que más llamó su atención. Rubia, pelo largo y liso y unos ojos azul grisáceo en los que se perdió al instante.

-¿Hola? ¿Te ha dado un ataque o algo? -la otra chica rubia, agitaba su mano delante de él. Su tono de voz, chillón y agudo, lo irritó.

-Lo siento. ¿Qué os apetece esta noche? -puso su mejor sonrisa, sin perder de vista a la otra chica.

-Yo quiero una hamburguesa normal, sin queso ni lechuga, ni nada raro. Y doble ración de patatas. Con Coca-Cola -dijo la chica rubia y chillona.

-A mi me pones lo mismo, pero la hamburguesa normal, con todo -la morena le echó una mirada divertida a su amiga, que bufó mirándose las uñas indiferente.

-¿Y tú? -preguntó nervioso cuando la chica se acercó un poco más a la caja.

-Una cheese burguer, con doble de queso, también con Coca-Cola -sonrió tímidamente.

-¿Te gusta el queso, eh? -bromeó él.

-Me encanta -soltó una risita nerviosa.

-Mientras sigues ligando, nosotras vamos a buscar un sitio Erin. Porque a este paso, vamos a cenar de pie -protestó la rubia. Su amiga le dio un pequeño empujón para que se callara y siguiera caminando.

Los dos no pudieron evitar sonrojarse, mientras él terminaba de apuntar su pedido y le cobraba todo. Luego ella se alejó para que él pudiera seguir trabajando. Pudo notar una pequeña sonrisa en su rostro mientras ella volvía un momento después a recoger su pedido y el de sus amigas.

Erin. Su amiga la había llamado Erin. En su mente sonaba muy bien su nombre, y esperaba poder pronunciarlo alguna vez en voz alta.

No estaba seguro de cómo había sucedido, pero se había enamorado de ella al verla. Su corazón seguía latiendo con fuerza solamente con pensar en ella, y eso lo asustaba, porque esas cosas no le pasaban a los chicos como él.

Un rato después, cuando el local ya estaba más tranquilo y apenas había gente, Aaron y sus compañeros se relajaron un poco. Los cuatro estaban al fondo de la cocina sin perder de vista zona de la caja y la sala, donde estaban las mesas y la gente comía.

-Perdona, podrías…-una suave voz llamó su atención. Doug golpeó el brazo de Aaron y fue tras él.

-Dime, ¿necesitas algo más? -su voz tembló al hablar, pero su sonrisa se mantuvo firme.

-Parece que Tamara es adicta a las patatas fritas, y quiere otra ración -dijo Erin mirándolo a los ojos.

-Claro encanto. Enseguida te las pongo -Doug fue a ello mientras Aaron, sonrojado por el descaro de su amigo, le cobraba en silencio.

Se mantuvieron la mirada los escasos segundos que Doug tardó en volver, aunque ninguno se atrevió a hablar, ella les dio las gracias y justo antes de irse, se giró de nuevo hacia el mostrador.

-Perdona, ¿me dices tu nombre? -preguntó con valentía, sin apartar de nuevo los ojos de los suyos.

-Aaron, soy Aaron -apenas le salió la voz, y tuvo que carraspear un par de veces. Se dio cuenta en ese momento, que había olvidado ponerse la placa con su nombre.

-Pero puedes llamarle Hotchner, aquí todos le llamamos así -Doug pasó un brazo por sus hombros y sonrió ampliamente.

-Aaron. Ya nos veremos -agitó levemente la mano en señal de despedida y se marchó.

Aaron soltó el aire que llevaba un rato conteniendo, mientras Doug le palmeaba la espalda y escuchaba las risitas de Nancy y Abby. Le dio igual, porque le había parecido que lo que él había sentido, le había pasado a ella también, y tal vez, sólo tal vez, tendría algo bueno en su vida.

Continuará…