MUNDO JURÁSICO
PARTE UNO
Bellatrix
—¿Cuándo fue la última vez que los viste? O… ¿cuándo fue la última vez que visitaste a cualquiera de nosotras?
—No empieces con eso, Andy… No se trata de eso, lo sabes muy bien…
—No, no. Dime, ¿cuándo fue la última vez que viste a tus sobrinos?
Suspira mientras hunde su bota en la tierra húmeda de la Isla Nublar. Jamás debió contestar esa llamada.
—He estado muy ocupada, ¿bien? Además, les envío regalos a ustedes y a los niños en todas las fiestas, no es para tanto…
Comprende que ha cometido un error garrafal en el momento en el que escucha el sollozo de Andrómeda del otro lado de la línea. La ha cagado, la ha cagado. Espera de todo corazón que Narcissa no esté por allí, no quiere tener que lidiar con el vivo recuerdo de su madre después de haber hecho llorar a su hermana del medio.
—Andy… Andrómeda… Entiende, de verdad estoy muy ocupada, tengo mucho trabajo pendiente y no puedo… Escucha, estoy en medio de una investigación importante justo ahora, quiero que entiendas eso… Es importante y necesito…
—No… No te es-estoy pidiendo que… que pases con ellos un ve-verano… ¡Solo es un fin de semana! Ni siquiera tendrás que lidiar con nosotras… ¿O sigues prefiriendo la compañía de esos estúpidos dinosaurios a la de tus sobrinos? ¡Son tu familia, por el amor de Dios!
Bellatrix traga saliva y se apoya en la pared de cemento que tiene detrás. Sabe que no tiene caso continuar negándose porque no podrá salir victoriosa de esa conversación. Andrómeda es muy disuasiva, siempre ha sido así, y Bellatrix tiene que ceder.
—Está bien, está bien —murmura, lamentando no haber cancelado su servicio de telefonía en el momento en el que puso un pie en la isla—. Los cuidaré. ¿Cuándo…?
—Ellos ya están llegando, Bella —responde Andrómeda, recuperando su jovialidad de siempre. Bellatrix ahoga un quejido—. Tonks va a llamarte cuando el yate llegue al puerto de la isla. Cuídalos mucho. Los niños son muy divertidos. Van a pasarla genial juntos.
—Está bien —suspira Bellatrix, resignada.
La llamada termina después de otros diez minutos de Andrómeda intentando contagiar de emoción a su hermana mayor. No lo consigue, pero Bellatrix finge demasiado bien para conseguir que la deje en paz.
Guarda el teléfono en uno de los muchos bolsillos de su pantalón y se encuentra a Barty Crouch Jr. mirándola de brazos cruzados. Él está sonriendo, pero es una actuación.
—¿Terminaste ya, Bella? —Los trabajadores del parque nunca la tratan con tanta familiaridad, pero Barty es una excepción porque también es el hijo de uno de los inversionistas del parque que, al contrario de los deseos de su padre, decidió dedicar su vida a estudiar dinosaurios. En realidad, y además de sus circunstancias en común, Barty es el amigo más cercano que tiene en esa isla—. Fudge está aquí, creo que quiere hablar contigo.
Bellatrix arruga la nariz, lamentando el hecho. Fudge es algún tipo de militar enviado por el gobierno para supervisar su investigación. No le agrada, es un imbécil que ni siquiera se esfuerza por entender la naturaleza de su estudio.
—No podrá ser hoy —responde—. Los niños están cerca, llegarán en cualquier momento, tengo que ir por ellos.
—¿Tus sobrinos? Bien por ti, pero a él no le va a gustar.
—¿Por qué no le das una demostración, entonces? —sugiere Bellatrix—. Le agradas a Delta, eso debería ser suficiente para dejar a Fudge con la boca abierta. Anda, estaré aquí cuando… cuando pueda.
Barty agita negativamente la cabeza mientras ríe. Probablemente sospeche que no volverá a verla por ahí un rato y, si Bellatrix es sincera con ella misma, lo entiende. Ella también cree que solo un milagro podría hacer que se separe de sus dos sobrinos… al menos por ese día.
Tonks
—Nymphadora…
—Mi nombre es Tonks —corrige ella. El niño rubio parpadea y luego sonríe maliciosamente. Es una expresión demasiado cruel para un niño de once años, pero tampoco es muy extraña porque Tonks conoce muy bien a su padre.
—Ese es tu apellido, me lo dijo mamá. Nymphadora es tu nombre, debo llamarte Nymphadora. Nymphadora —repite su primo. Tonks respira profundo; se supone que ella está a cargo porque es la mayor, así que no puede empujar a su pequeño primo al mar y esperar que un enorme monstruo marino se lo comiera—. ¿Ya vamos a llegar? ¿Cuánto falta? ¿Puede esta cosa ir más rápido? ¡Hace mucho calor, me estoy ahogando!
Ella se contiene de decir que se estaría ahorrando la fatiga si hubiera renunciado a ponerse ese ridículo traje negro cuando se dirigen a una isla en Costa Rica, pero no quiere retomar la discusión que tuvieron en el avión.
—¿Por qué sabría eso?
—Bueno, ve y pregúntaselo a quien sea que esté a cargo —ordena Draco Malfoy, levantando el mentón y mirándola, autoritario. Puede jurar que aprendió eso de su padre.
—¿Y por qué no vas y lo averiguas tú?
El niño abre los ojos, completamente espantado por la propuesta. Es muy probable, piensa Tonks, que nadie se haya preocupado por ponerlo en su sitio. No puede dejar de lamentarse el haber subido a ese avión para convivir todo un fin de semana con su insoportable primo y una tía a la que no veía desde que tenía cinco años.
Hermione
Las puertas de metal se abren y Hermione abandona el ascensor con paso firme. Algunos se voltean para verla, pero el resto continúa trabajando en sus computadoras, con las vistas fijan en las pantallas, asegurándose de que todo esté bien.
Cualquiera pensaría que mantener en funcionamiento a Mundo Jurásico es un trabajo muy emocionante, con tantos dinosaurios y personas alrededor, pero la realidad es que se reduce a observar un monitor y vigilar que todo funcione como se supone que debe funcionar.
—¿Cómo te fue? ¿Qué dijeron? ¿Los convenciste?
—¿Qué clase de tonterías estás preguntando?
Harry Potter ha dado la vuelta en su silla giratoria y ha colocado los audífonos en su cuello. A su lado, Ron Weasley, que ha deslizado un poco los audífonos para escuchar mejor la conversación, la mira por encima del hombro. Ellos dos son la relación más estrecha que ha formado en el parque, lo que es ciertamente patético porque lleva poco más de siete años trabajando ahí. Pero tampoco es de extrañar, después de todo, nunca se caracterizó por ser una persona muy sociable.
—De maravilla
—De maravilla —responde con calma, colocándose a su lado—. Están seguros de que el Indominux Rex es lo que el parque necesitaba para ser relevante otra vez.
Harry bufa, descontento.
—No es como si esos animales que vivieron hace sesenta y cinco millones de años y que fueron revividos por ingeniería genética fueran interesantes por si mismos… —Desde que él se enteró de lo que los genetistas estaban haciendo en el laboratorio no dejó de manifestar su descontento sobre el tema. Ron y Hermione ya estaban cansados de escucharlo—. ¿Realmente tenemos que hacer todo esto?
—Bueno… ¿Tienes alguna otra brillante idea?
—No, pero probablemente a Hermione se le habría ocurrido una idea más inteligente para "atraer la atención del público" que solo ponerla más garras y dientes a un dinosaurio —añade Harry en un susurro para que solo sus amigos puedan escucharlo. Ron trata de disimular su sonrisa acariciándose el mentón con la mano.
—No te excedas, amigo, hay cámaras y micrófonos por todas partes —lo reprende.
Hermione finge no saber de qué están hablando y dirige su atención al escritorio de Ron. Tiene toda una colección de juguetes de dinosaurios, una Coca-Cola y una foto de toda su familia que Harry mira cada vez que piensa que nadie le está prestando atención. Por lo demás, su espacio es un completo desastre y ella, como maniaca del orden, se está poniendo nerviosa.
—¿Hay alguna novedad?
—Cinco niños perdidos, dos pachysau… pachy… losau… pachylosaurus…
—Pachycephalosaurus —corrige Ron.
—Dos pachype… Eso. Dios mío, ¿cómo lo haces? ¿Cómo es que lo haces parecer tan fácil?
—Fui un loquito por los dinosaurios cuando era niño.
—Sí, ¡yo también!, pero…
—¿Qué hicieron los pachycephalosaurus?
—¿Qué? Ah, sí… Se escaparon de sus zonas.
—¿Otra vez? Dios mío… ¡Es la segunda vez que pasa eso en un mes, se supone que las cercas son seguras para los visitantes!
—Estas cosas pasan en todos los parques, Hermione. De todas formas, ya lo tienen todo bajo control.
—Bien, perfecto, ¿hay algo más?
—Nada, solo que el próximo barco de turistas llega en veinte minutos y… Lockhart también debe estar por llegar. Supe que le estaban preparando la pista de aterrizaje, ¿por qué no vas a mirar? Estará feliz de saber que los inversionistas aceptaron.
La emoción del momento la priva de darse cuenta de la mueca de decepción de Ron.
Tonks
Hace calor en Centroamérica.
Mejor dicho, Costa Rica quema como el infierno.
Hace tan solo unos minutos que bajaron del barco junto a otros cientos de turistas, pero ellos, al contrario de la marea de gente que se dirige hacia las puertas de entrada del parque, tienen órdenes estrictas de "llamar al teléfono celular de la tía Bella y quedarse donde se les pueda ver hasta que la tía Bella aparezca". Por supuesto, están impacientes.
Hace calor en Costa Rica y, a pesar de que ella les garantizó que ya estaba en camino, no hay ninguna tía Bella cerca.
Y, por si fuera poco, Draco está poniéndose muy colorado. Parece que realmente estuviera ahogándose, pero continúa resistiéndose a quitarse el saco negro y desabotonar el cuello de su impecable camisa.
Es un niño terco y un auténtico dolor de cabeza.
¿Por qué la enviaron con ese niño a encontrarse con una tía a la que no le veía un pelo desde que tenía siete años? ¿Por qué su madre y la tía Cissy insistieron tanto en que esa era una buena idea? ¿Por qué su padre no protestó más y se apiadó de su cara de sufrimiento cuando dijeron que su pequeño e insoportable primo Draco Malfoy debía acompañarla?
Odia todas las decisiones que tomaron los adultos en su nombre ahora más que nunca. Han pasado más de diez minutos desde que el barco llegó al puerto, más de siete desde que llamó a la tía Bella, más de cinco desde que la gente empezó a irse hacia el parque, más de tres desde que los encargados los miran como si fueran dos bichos raros —y no los culpa, ella también se reiría de ver a un niño con saco y camisa en una isla de Costa Rica— y la tía Bella no aparece.
Probablemente los dejó plantados. Considerando que es una tía a la que no ha visto hace años y con la que no tiene ninguna relación estrecha, no es una posibilidad descabellada.
—¡Tengo sed! —protesta el niño a su lado mientras se limpia una capa de sudor de la frente. Tiene las orejas rojísimas y el rostro sofocado. Solo entonces, Tonks empieza a sentir un poco de piedad por su primo—. ¿Le dijiste que me traiga una Coca-Cola? ¿Cuánto más tenemos que quedarnos aquí? Si mi padre se enterara de esto…
Y la piedad se deshace en el instante que lo escucha mencionar a Lucius Malfoy. Respira hondo, suspira. ¿Debería llamar a su madre para avisarle que su hermana mayor los abandonó en una isla de Costa Rica?
Toma su teléfono celular y lo enciende, resuelta a terminar con ese error de una vez, pero antes de que pudiera buscar a su madre entre sus contactos, Draco tira bruscamente de su mano y grita:
—¡Es ella! ¿Es ella? ¿Tía Bella, eres tú?
Hay una mujer acercándose casi a trote hacia ellos. Tonks abre la boca, dejándose llevar por la sorpresa. Su primer pensamiento es que su madre, de alguna manera y con una ropa completamente ajena a su estilo, se las ha arreglado para viajar a Centroamérica y sacarlos del apuro, pero luego la mira bien y entiende que no se trata de ella.
Su tía está usando una camiseta blanca y sin mangas y un pantalón beige con muchos bolsillos alrededor... ¡incluso tiene un crucifijo de plata colgando en el cuello! Encima, trae puesta una camisa beige y —después de que se quita los lentes oscuros— revela su cara de no saber bien que está haciendo allí. El parecido con su hermana del medio es más que visible, aunque, recuerda Tonks, su madre jamás se vio tan… cool.
Bellatrix
El corazón le vuelve al cuerpo cuando ve a los dos niños parados en el muelle. Aún a la lejanía, es imposible no reconocerlos: solo alguien que compartiera algún tipo de parentesco con Lucius Malfoy se atrevería a usar un traje negro en Costa Rica.
Las cosas serían complicadas.
—Eh… Hola —saluda Bellatrix, reduciendo el paso para detenerse frente a ellos. La otra niña (que en realidad está en plena adolescencia) la está mirando con los ojos muy abiertos, casi como si estuviera frente a un fantasma real. Bellatrix carraspea, tratando de llamar su atención. El ambiente es incómodo y ellos están mucho más crecidos de lo que recordaba.
¿Es ahora cuando debe abrazarlos y decirles cuanto los ha extrañado o…?
—¿Tú eres… Bellatrix?
—Pero… ¿Qué tonterías dices, Nymphadora? ¿El calor te está afectando el cerebro? ¡Por supuesto que es ella, es igualita a tu mamá! —dice Draco con una sonrisa burlona, aunque ni siquiera la expresión de su rostro disimula el hecho de que está a punto de desfallecerse por un golpe de calor.
—Sí, soy yo —responde ella—. ¿Cómo estuvo el viaje? ¿Por qué no te quitas el saco, Draco? Estamos a más de treinta grados.
Su sobrino recibe la sugerencia como si le hubieran ordenado desfilar desnudo por todo el muelle. Está indignadísimo y más colorado que nunca.
—¡No puedo ir así como así… no soy un turista más!
Nymphadora suspira y pone los ojos en blanco.
—Déjelo, solo va a perder el tiempo —aconseja—. ¿Podemos irnos ya?
—¡Sí, vámonos de una vez! —secunda Draco, empezando a andar—. Quiero bañarme y comer algo. Tía Bella, ¿sabía que no hay sección de primera clase en el barco y tuvimos que viajar junto a todos? Si mi padre se enterara de eso…
—Sería una gran tragedia, estoy segura —murmura Bellatrix para sí misma—. Está bien, bien. Traigan sus cosas y vayamos al hotel… —Se corta abruptamente. No recuerda, a pesar de la insistencia de sus hermanas, haberles reservado una habitación a los niños porque pensó que ellas desistirían de enviárselos.
—¿Qué haces? Vámonos, tengo mucha hambre, quiero irme ¿Trajiste tu auto? —Draco está al frente, mirándola con impaciencia—. ¡Quiero irme al hotel ahora!
—¿No prefieres ir al parque primero? —inquiere Bellatrix, intentando ganar algo de tiempo para pensar en una manera de solucionar el problema.
—Estamos cansados —interviene Nymphadora, pasando por su lado y jalando su maleta rosa—. Quiero comer algo. ¿Tienen helado en Mundo Jurásico, tía Bella? ¿Hay hamburguesas? No, no… ¿Es verdad que hay muchos mosquitos y que tuvieron que cerrar el parque en una ocasión por la epidemia del dengue? ¿Tuviste dengue? ¿Cómo es? ¿Cómo se siente?
—Por supuesto que tuve dengue, todos tuvimos dengue. Es… —Se le pone la piel de gallina de solo recordarlo—. Horrible.
—¿Cómo la varicela?
—Mucho peor… ¡Draco, no te alejes demasiado! —Parpadea, falta algo, él se ve muy vacío—. ¡Draco! ¿Dónde está tu maleta?
El niño da la vuelta con expresión sorprendida y luego sus ojos grises —iguales a los de su padre— se clavan en Nymphadora. Bellatrix casi lo confunde con Lucius cuando se para e, indignadísimo, dice:
—¡Ella debería traer mi maleta!
Nymphadora mira a su primo con odio. Bellatrix piensa que es la misma expresión que hacia cada vez que Sirius se aparecía para incordiarla, solo entonces se entera que sobrina es tan parecida a ella como a su madre. Los genes de los Black nunca dejaran de sorprenderla.
—¿Por qué debería hacerlo? ¡No soy tu sirvienta!
—Entonces… ¿Para qué te traje aquí?
—¡Tú no me trajiste aquí, tonto!
La gente —los turistas rezagados y el personal del parque que se encuentra por ahí— empiezan a mirarlos con curiosidad. Bellatrix se siente repentinamente avergonzada. Tiene que detener el griterío de inmediato.
—Ya, ya. Se acabó el espectáculo —dice, callando a Draco con una mirada de advertencia cuando el niño se preparaba para replicar—. Ve a ver tu maleta, Draco. Esta no es tu mansión, aquí no tienes sirvientes y eres responsable de tu propio equipaje.
—Pero…
—¿Vas a dejarlo ahí?
—No, pero… Alguno de ellos podría llevarla por mí —contesta, mirando al personal y sus uniformes beige con el logo del parque—. Es mi padre quién pone la comida en sus…
—Toma tu maleta, Draco.
El niño se pone mucho más colorado que antes y Bellatrix tiene la certeza de que ya no es por el calor, sino por la humillación. Parece estar echando humo por los agujeros de la nariz cuando regresa arrastrando los pies para recoger su equipaje.
Nymphadora, por su parte, está aguantándose las ganas de estallar a carcajadas. Parece ser que lleva años muriendo de ganas de que alguien ponga en su sitio a su primo pequeño.
Draco las adelanta murmurando todo tipo de oraciones en las que amenaza con contarle a su padre sobre su situación, pero Bellatrix ni siquiera le presta atención. Cuando sus hermanas le dijeron que sus sobrinos irían a pasar un fin de semana en la isla, jamás mencionaron que los niños se detestan y mucho menos que Draco es la viva imagen del cuñado al que no quiere ver ni en pintura.
La experiencia tiene todo para ser desastrosa. Bellatrix solo ruega con que el fin de semana termine antes de que encuentre una razón para ofrecer a sus sobrinos de alimento al mosasaurus.
Hermione
No puede poner en palabras el alivio que siente cuando el helicóptero finalmente aterriza y se descubre entera. Hermione procesa el milagro de su supervivencia mientras observa al copiloto y maestro de vuelo de Lockhart vomitar detrás de uno de los árboles de la isla Nublar.
—¿Él está bien? —pregunta en voz alta cuando sus pies también están en tierra firme.
Gilderoy Lockhart levanta una mano despreocupadamente.
—Sí, sí. No te preocupes, ¡le encanta el teatro y el drama! —dice, muy ufano—. ¿No deberían haber terminado ya? —añade, señalando la enorme jaula de metal.
Hermione se apresura en colocarse a su altura.
—Teníamos planeado abrir en mayo, pero contención de productos aconsejó… hacer los muros más altos. Es muy grande.
Lockhart toma aire y, recuperando su sonrisa de siempre, dice:
—Es buena señal. Crece fuerte y sano, ¿no es así?
—Sana, es una niña —corrige Hermione con calma—. Acompáñeme, estoy segura de que quiere verla mucho más de cerca.
Lo conduce hacia la sala de control, desde donde podría visualizar al animal mucho más de cerca, mientras resuelve cada una de sus dudas sobre el parque. Él parece muy satisfecho con sus respuestas, lo que la llena de orgullo.
Después de terminar de subir la escalera, abre una puerta de metal que los conduce a una sala con una ventana enorme por el que se observa el interior de la jaula. Lockhart parece impresionado.
—Y… Se nos presentaron algunos obstáculos al principio—comenta Hermione—. Empezó a anticipar de donde venía la comida y… uno de los controladores casi pierde el brazo. —Lockhart levanta las cejas, sorprendido—. El resto amenazó con renunciar sino reforzábamos la seguridad.
—Entonces, es inteligente…
—Para ser un dinosaurio, por supuesto.
—Perfecto. Y… ¿Qué es eso?
El pálido dedo de Lockhart apunta al cristal resquebrajado que está frente al rostro de Hermione. Ella sonríe, sin perder la calma.
—Intentó romper la jaula.
—Fascinante, fascinante. Me encanta su espíritu, tiene mucha energía —responde el hombre.
Las ramas empiezan a crujir y agitarse. Ambos fijan su atención adentro de la jaula. Hermione espera que el animal se muestre para que Lockhart tenga un mejor vistazo de ella, pero la indominux rex no parece querer ni un poco de público.
—¿Cree que asuste a los niños?
—¿A los niños? —pregunta, burlón—. Le va a dar pesadillas a los padres. —La indominux gruñe, él parece más contento que antes—. ¿Puede vernos?
—Dicen que detecta radiación térmica, como las víboras…
—Fascinante, fascinante. —Lockhart parece recordar algo—. ¿No se supone que serían dos?
—Se comió a su hermana.
Él asiente, comprendiendo y sin dejar de sonreír. Hermione piensa que el brillo de sus dientes va a dejarla ciega.
—La jaula es segura.
—Lo es —asegura Hermione—. Trajimos a los mejores ingenieros estructurales.
—Aún así… —Lockhart empieza a pasearse por la sala. Jamás pierde la sonrisa, pero Hermione puede sentir su preocupación—. Hay alguien por aquí… La hija de Cygnus Black, creo que se llama Bellatrix, ¿la conoces? En fin, ella está a cargo de uno de mis proyectos de investigación. Sus animales a menudo tratan de escapar, son muy listos, pues bien, ella debe ser más lista.
—Sí, lo sé, ella también lo piensa… —murmura Hermione, aunque no lo suficientemente bajo para que Lockhart no la escuche.
Sin embargo, a él no parece importarle.
—Quiero que la traigas, que inspeccione la jaula —pronuncia—. Ella podría ver algo que nosotros no.
Bellatrix
No recuerda otro momento en su vida en que hubiera estado más agradecida con Lucius Malfoy.
Su cuñado le acaba de ahorrar veinte dolorosos minutos donde intentaría explicarles a sus hermanas porque sus hijos no tienen alojamiento y donde les asegura que les conseguirá algo pronto porque, gracias al cielo, él ya se había encargado de eso.
Es un alivio cuando, después de un largo camino en tren donde tuvo que aguantar en silencio el largo monologo de Draco de las razones por las que no debería viajar con los otros y las incesantes preguntas de Nymphadora —que prefiere que la llamen por su apellido— sobre el parque, al fin abren la puerta de la habitación doble y los niños salen disparados para tomar la mejor cama. Por fortuna, ambas camas están muy separadas de la otra, así que la probabilidad de que se molesten mutuamente antes de dormir es muy baja.
—Al fin… ¡Civilización! —grita Draco, sobre su cama impecable.
Bellatrix suspira y cierra la puerta tras de sí.
—Primero vamos a comer algo y luego podemos empezar el recorrido por el parque, les conseguí pases VIP, así que no tienen que hacer cola en ninguna de las atracciones. Draco, quítate el saco, por el amor de Dios. ¿Qué más has traído en la maleta? Estamos en Costa Rica, ¿quién fue el desalmado que te envió así?
—Es así como se viste siempre —dice Tonks.
—Bien, se lo va a tener que quitar ahora. Draco, cámbiate la ropa, por favor.
—¡No! ¿Por qué? —protesta el niño—. Estoy bien así.
—No hay aire acondicionado en el resto de la isla, Draco —responde Bellatrix con calma—. Vístete de una vez.
—No quiero.
—No me importa lo que quieras. Anda, saca tu ropa y vístete.
—No… ¡Quiero ir así al parque!
Bellatrix empieza a perder la paciencia. ¿Por qué ninguna de sus hermanas le advirtió que el niño era insoportable?
—Draco, por el amor de Dios…
—No, no, ¡no!
Respira hondo una, dos y hasta tres veces hasta que al fin decide que no va a conseguir nada hablando y camina hasta la cama de su sobrino, toma la maleta y la pone encima de las impecables sabanas. Quiere morirse cuando ve su contenido.
Draco no tiene más que trajes negros, idénticos al que tiene puesto en ese preciso momento.
—¿Tus padres no revisaron tu equipaje antes de subirte al avión? Por Dios, ¿qué voy a hacer contigo?
—Estoy bien así. ¿Nos podemos ir ya? Me estoy muriendo de hambre.
—No vas a ir así a ninguna parte —dice Bellatrix—. Quédense aquí, voy a conseguirle algo de ropa a Draco.
Nymphadora, que no puede disimular ni un poco de lo feliz que está, asiente; Draco, por otro lado, la mira entre sorprendido y desconfiado.
—Ropa, ¿qué ropa?
—Ropa del parque.
—¡Yo no me voy a poner la ropa de turistas! Si mi padre se enterara…
—Entonces vas desnudo —concluye Bellatrix, molesta—. Porque prefiero que hagas un espectáculo a que te mueras por un golpe de calor.
Tonks
Cuando la tía Bella se va de la habitación, ella aprovecha para soltar la carcajada que está conteniendo desde que se la encontraron. Ese es el mejor día de su vida.
—¿Qué es tan gracioso? —pregunta Draco, mirándola con furia.
—Que, si no te portas bien, la tía Bella te va a dar de alimento a los velociraptors.
Su primo abre los ojos, aterrorizado.
—¡No es cierto, estás mintiendo!
Tonks sonríe y se deja caer nuevamente en su cama, disfrutando lo suave que es el colchón y el lindo cielo azul que se asoma por las cortinas a medio abrir.
Hermione
Las risas y las conversaciones se interrumpen cuando desciende de su camioneta. De inmediato, las personas se dispersan y vuelven a lo suyo, todos a excepción del hombre de cabello castaño que la mira con expresión intrigada.
Bartemius Crouch Jr.
—Hola. —Él se acerca, amable—. ¿Qué te trae por aquí?
Hay sospecha en su mirada. Probablemente, él esté confundiendo sus razones.
—Trabajo. ¿Está la señora Black por aquí?
—Señorita, todavía no llega el condenado… o la condenada que consiga poner un anillo en su dedo —dice Crouch con una sonrisa cómplice en el rostro. Hermione finge que no lo nota—. Y solo tiene treinta y cuatro años, no la trates como si fuera una anciana.
—Sí, bueno… ¿Está por aquí?
—No, está con sus sobrinos en el parque.
—¿Sus sobrinos?
—Los hijos de sus hermanas —responde él, burlándose de ella disimuladamente—. Llegaron hoy y creo que va a pasar todo el fin de semana con ellos, eso me dijo. ¿Para que la querías?
—Trabajo.
Crouch parece no creerle ninguna palabra.
—Pues, bien, no puedo ayudarte.
Bellatrix
—Ellos están bien, enteros, no les ha pasado nada… —Abre la puerta y descubre, aliviada, que sus sobrinos siguen en la habitación y vivos—. Están perfectamente, Cissy… Draco, ¿quieres hablar con tu madre y explicarle por qué tuve que dejarlos solos por diez minutos?
El niño parece aterrado, pero, ya sea por orgullo o miedo, toma el celular entre sus manos y dice:
—¿Mamá?
Bellatrix casi puede escuchar el suspiro de alivio de su hermana menor al descubrir que no le estaba mintiendo. Con cuidado, deja la ropa y los zapatos nuevos encima del parque. Draco están tan ensimismado en el celular que no tiene tiempo para mirar con desprecio su nueva vestimenta.
—Sí, cariño, aquí estoy. ¿Cómo estuvo tu viaje?
—¿Está Dora por allí?
Tonks salta de su cama.
—¡Mamá!
Bellatrix se ve impulsada a intervenir.
—¿Los escuchan? Están vivos, muy vivos, tal y como se los prometí.
Pero no le hacen caso y, si es sincera consigo misma, tampoco le importa demasiado.
—¡Mamá, el parque es enorme!
—¡Nos hicieron viajar en tercera clase!
—¡La isla es hermosa, es muy diferente a Inglaterra!
—¡Hace mucho calor aquí, no me gusta!
Bellatrix le quita el celular de las manos a su sobrino.
—Muy bien, Draco, ahora puedes explicarle a tu madre porque tuve que comprarte ropa nueva.
El niño la mira, furioso.
—Tu hijo tiene la maleta llena de sacos y camisas, Cissy, y me permitirás decirte que no es la vestimenta más adecuada para alguien que va a pasar todo el fin de semana en Centroamérica.
—Estoy segura de que le hice la maleta con la ropa correcta.
—Bueno, pues quizá cometiste un error o quizá él hizo un cambio en su equipaje a último momento. No importa ahora, le tengo ropa nueva que seguro le va a encantar.
—¡No quiero ponerme eso, mamá! —se queja el niño.
—¿Y qué pasó con el resto de tu ropa, Draco?
Su sobrino intenta excusarse, pero su madre lo reprende de todas formas. Para cuando la llamada termina, casi cinco minutos después, Draco está coloradísimo por el regaño de su madre y Bellatrix sonríe con satisfacción mal disimulada.
—Vístete de una vez y no causes más problemas.
—Sí, tía Bella.
Hermione
Borro su número, pero no es ningún impedimento para llamarla: se lo sabe de memoria. Toma aire y se repite que es por trabajo, por trabajo y nada más.
Aunque, por dentro, Hermione anhela que ella nunca tome el teléfono y pueda volver a subirse a su auto, regresar y decirle a Lockhart que no la encuentra por ningún lado.
Lamentablemente para ella, Bellatrix contesta.
—¿Hola?
—Hola, señorita Black —dice Hermione. Tiene la garganta seca. Casi puede escuchar la risa engreída de Bellatrix desde el otro lado de la línea, en algún lugar del parque—. La estaba buscando por todas partes.
Espera por su pregunta, por su intento de recoger explicaciones, pero lo único que escucha es su voz advirtiéndole a alguien que no se vaya muy lejos. Está cuidando a sus sobrinos, supone. Esa es una faceta suya que jamás conoció.
—¿Por qué me dices señorita Black?
—Bellatrix —se corrige Hermione, conteniendo una sonrisa que ella jamás verá—. Si no estás muy ocupada…
—Estoy cuidando a mis sobrinos, vinieron de visita al parque.
—Es importante.
—¿Qué te parece más importante que mis sobrinos?
Respira hondo. Es trabajo, se dice una vez más.
—Tenemos una atracción…
La risa burlona de Bellatrix se confunde con los murmullos de la gente.
—No dijiste eso la última vez que nos vimos.
—Una atracción de dinosaurios, señorita Black.
—Bellatrix.
Ya no le importa.
—Creamos un nuevo dinosaurio, la atracción se abre en tres semanas…
—¿Crearon…? ¡No corras, Draco! ¿Crearon un nuevo dinosaurio en ese laboratorio?
—Sí, bueno, es a lo que nos dedicamos aquí en Mundo Jurásico —explica Hermione como si fuera lo más obvio del mundo—. Gilderoy quiere que revises la jaula y los muros…
Bellatrix se queda momentáneamente en silencio. Hermione aguarda.
—Escucha, dile a Lockhart que estoy muy ocupada ahora y que puede ser el próximo lunes…
—Es urgente.
—Tal vez, pero mis sobrinos son mi prioridad ahora.
En definitiva, esa es una faceta suya que no conoce. Le encantaría poder verla.
—Solo será un momento, no te alejaras de ellos por demasiado tiempo.
—¿Y dejarlos solos por ahí? Ni hablar. Se matarían a la primera oportunidad. Escucha, Granger, será para después, tiene que ser para después…
Hermione puede aceptar esa respuesta y replicarla a Lockhart, pero sospecha que él no estará ni un poco contento de su fracaso. Suspira, tiene una idea.
—¿Dónde están?
—¿Qué?
Bellatrix
—¿Por qué estamos aquí perdiendo el tiempo? Dijiste que haríamos algo divertido, dijiste que veríamos al mosasaurus —reclama Draco, cruzándose de brazos.
—Estamos esperando a alguien —contesta Bellatrix por quinta vez en los últimos cinco minutos.
Están sentados en una mesita redonda en el centro de visitantes. Los niños están inquietos y desesperados, incluso Draco ha conseguido contagiarse de un poco de la emoción de Mundo Jurásico.
—¿A quién?
—Una amiga.
—¿Tardará mucho?
—Solo cinco minutos más.
Draco suspira y agacha la cabeza. Está echando humo. Parece como si estuviera esperando por primera vez en su vida.
A Tonks no parece importarle el retrasar su expedición unos minutos, por el contrario, parece que quisiera aprovechar la espera para resolver todas sus dudas sobre el parque. Bellatrix no sabe que es peor.
—¿Cuántos dinosaurios hay en la isla? ¿Cuál es el más grande? ¿Cómo los alimentan? ¿Es verdad que sabes hablar español? ¡Ah! ¿Los dinosaurios entienden el español? Tía Bella…
Y ella, contra su voluntad, tiene que responder cada una de sus preguntas mientras espera a que Hermione se aparezca por allí tal y como lo prometió en su última llamada.
¿Su día podría complicarse más?
Hermione
Pansy Parkinson, su asistente, se une a ella tan pronto como la ve llegar al centro de visitantes. No hay tiempo para saludos ni conversaciones casuales, solo le sonríe ligeramente y continúa su camino hasta que llegan al lugar pactado.
Su mirada encuentra enseguida a Bellatrix y los que supone son sus sobrinos. Quiere tomarse su tiempo para observar la escena, pero el trabajo apremia.
—Señorita Black.
Bellatrix, que parece enfrascada en una conversación con su sobrina —una niña tan parecida a ella que cualquiera pensaría que es su hija—, se sobresalta cuando la escucha. Pansy, a su lado, disimula su sonrisa con una ligera tos.
—Lamentamos la interrupción —dice Hermione con modestia. Los niños la miran con desconfianza.
—Sí, sí, bueno. Mira, Hermione, ella es Nymphadora y él…
—Tonks.
—Ella es Nymphadora Tonks a la que no le gusta que la llamen por su nombre y él es Draco. Mis sobrinos, hijos de mis hermanas menores y la fuente de todas mis alegrías —añade con fingida felicidad—. Ahora, ¿qué es lo que tienes en mente?
Hermione no le hace caso y se dirige a los niños.
—Hola, Tonks, Draco. Mi nombre es Hermione Granger y soy la gerente de operaciones del parque...
—¡Yo te conozco! —la interrumpe el niño, mirándola con los ojos muy abiertos. Hermione mira a Bellatrix, como buscando una explicación, pero ella está igual de confundida—. ¡Eres la novia de la tía Bella, la que faltó a la cena de Navidad de mamá!
Eso es nuevo.
—¿Su novia? ¿Cómo sabes eso? ¡Tía Bella, me dijiste que no estabas saliendo con nadie! —reclama la niña.
Bellatrix parece querer desaparecer. Su piel —bronceada por el ardiente sol costarricense— se ha teñido de rojo.
Hermione jamás imaginó que su pasada relación trascendería de esa isla, pero supone que le quedó mucho por conocer de Bellatrix Black.
—Porque dijiste novio y no novia, y obviamente ella es una chica —responde el niño, luciendo como un sabelotodo
—Ella ya no es mi novia, Tonks.
Ahora, la niña parece decepcionada.
—¿No? ¿Por qué? Es linda.
—Mi mamá es más linda —declara el niño, orgulloso.
—¿Y eso que tiene que ver?
—Que mi mamá es más linda que la tuya.
—Mi mamá es más linda que tu mamá.
—No es verdad, ¡mientes!
—A ver, a ver, los dos, cállense, por el amor de Dios y escuchen a la señorita. —Bellatrix coloca delicadamente ambas manos sobre la mesita. Los niños se quedan mudos, limitándose a mirarse con desagrado en silencio—. ¿Qué les estabas diciendo?
Hermione carraspea.
—Claro, claro… Eh… Lo siento mucho, pero voy a tener que pedirles prestada a su tía Bella un ratito. Solo serán un par de minutos, menos de una hora —añade al ver la expresión de disgusto en la cara de la niña.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Es por trabajo.
—¿Trabajo?
—En realidad, van a escaparse a una cita.
—Draco…
—¿Van a tener una cita, tía Bella?
—Es una cita de trabajo —responde Hermione, llamando la atención de los niños nuevamente—. ¿Qué dicen? ¿Me la prestan un momento? Prometo enseñarles la sala de operaciones si lo hacen y algo completamente inédito. ¿Qué tal? Pero no se preocupen, no estarán solos, Pansy —Hermione se hace a un lado para que ellos la vean mejor, Pansy les regala su mejor sonrisa— se encargara de cuidarlos mientras la tía Bella está afuera. ¿Está bien?
—A mamá no le va a gustar…
Los niños aún parecen desconfiados. Bellatrix tiene que intervenir.
—Solo serán unos minutos, se los prometo —dice a sus sobrinos—. Y pueden llamarme si las cosas van mal, prometo que dejaré lo que sea que esté haciendo para ir por ustedes enseguida.
Aún dudosos, los niños se levantan para seguir a Pansy, quién los está llamando. Mientras ellos se alejan, un poco cabizbajos, Bellatrix los ve marcharse con expresión indescifrable. Es el turno de Hermione de ayudar.
—¿De qué te estás preocupando? Ellos van a estar bien.
—Lo sé, es solo qué…
—¿Qué? Black, recibimos miles de visitantes todos los días, ¿qué cambio hacen dos más?
FIN DE LA PARTE UNO
