Bajo apresuradamente los amplios y malgastados escalones de piedra que conformaban la amplia escalinata que conectaba a todos los templos del santuario, saltando ocasionalmente dos escalones a su paso en un intento de hacer que su trayecto fuese menos largo, sintiendo como una inmensa angustia se apoderaba de su pecho, dificultándole la respiración de manera progresiva hasta llegar a un punto en el que cada respiración lograba hacer que un intenso hormigueo recorriera su rostro.

Continuo con su apresurado descenso hasta llegar al Aries, donde se detuvo al ver como aquel atardecer arrebol bañaba el coliseo de entrenamiento con un naranja opaco, que arrancaba un aterrador brillo al denso liquido escarlata que se encontraba esparcido en el campo y en provocando en menor medida un débil resplandor en las armaduras de los caballeros que se encontraban combatiendo, suspiro afligido al ver como una amazona de plata atravesaba con su puño el pecho de un espectro que momentos antes había estrangulado hasta la muerte a una aprendiz y continuo su apresurado andar , deteniéndose únicamente al ver la nube carmesí que se extendía a lo lejos, fundiéndose con la puesta de sol, otorgándole diferentes matices de escarlata al cielo

Tras aquella visión abrió desmesuradamente los ojos y esta vez comenzó a correr hacia el origen de aquella niebla, estaba seguro de que todo aquello era producto del Crimson Thorn de Albafica y una pesadez lo sacudió por completo al pensar que de no llegar a tiempo, tal vez en esta ocasión el santo dorado de Piscis no correría la misma suerte de la que antes había gozado.

Continuo corriendo hacia aquel lugar dando fugaces miradas al deplorable campo de batalla, en el cual el sonido de los golpes al impactar lograban estremecer incluso a la tierra, en su trayecto esquivo diversos ataques que formaban parte del interminable fuego cruzado, así como también, esquivo con pesar los inertes cuerpos de santos y aprendices a caballeros que se encontraban abandonados a lo largo del terreno, sintiendo como su corazón se estrujaba al reconocer a más de uno de los cadáveres.

Sin deseos de ver más de aquella masacre salió de los terrenos del santuario, y acelerando el paso, llego a la pradera en la cual se encontraba Albafica de Piscis, sangrando inconteniblemente de la nariz, mientras le dedicaba una furiosa mirada a su contrincante.

- ¿eso es todo caballero? – pregunto Minos engreídamente mientras de su boca salía densa sangre, la cual se resbalaba por su barbilla hasta caer a su sapuri parcialmente destruida del torso, dejando ver su maltrecho pecho - al parecer me equivoque al juzgarte cómo guerrero y solo eres una cara bonita – pronuncio el juez en un intento provocar a Albafica, quien al escuchar aquellas palabras arrugo la nariz, descomponiendo su rostro en una mueca de desagrado.

- ¿Acaso no has visto en qué estado te encuentras? - pregunto Albafica con sorna, mientras levantaba el mentón con orgullo - yo no seré la única persona que muera hoy – y tras decir aquello sonrió con suficiencia.

Tras decir aquello Albafica se tambaleo en su lugar al sentir como su visión se volvía borrosa y antes de alguien pudiese acercarse a asistir al santo, el juez se le acerco apresuradamente para posteriormente clavar en el pecho del santo una daga completamente negra que había sacado de un hueco de su sapuri, Albafica abrió los ojos desmesuradamente al sentir el profundo ardor que cruzo su cuerpo que logro arrancarle un imperceptible gemido, tomo el brazo del espectro que aun sostenía la daga de su pecho y con un rápido ademan apareció entre sus dedos una gran rosa blanca, la cual le incrusto al juez en el pecho, provocando que este cayera estrepitosamente al suelo con una sonrisa de suficiencia en el rostro.

- te veré en el infierno – prometió el espectro mientras la rosa blanca de su pecho se tornaba roja a una velocidad increíble.

- Albafica – grito aterrorizado el santo recién llegado al ver como el santo de Piscis volvía su mirada al ahora obscuro cielo únicamente para dedicarle una tierna sonrisa.

- QUEDATE AHÍ – grito el santo al sentir como lentamente se le acercaban, provocando que el recién llegado se detuviese a metro de donde se encontraba.

- necesitas curaciones – dijo el santo seriamente mientras le dedicaba una mirada fugaz a los lacerados brazos del santo de Piscis.

- no necesito nada – respondió tranquilamente sin dejar de mirar la inmensa bóveda celeste.

Ella miro al chico con sus ojos azul cobalto cargados de tristeza, sintiendo un hueco en el estómago al saber que aun en su final nadie podía acercársele, dándole una solitaria muerte.

Fijo su mirada en la larga cabellera celeste de Albafica ondear al compás de la violenta ventisca que azotaba la pradera, arremolinando el polvo que levantaba a su paso, provocando un escozor en los ojos de ambos santos, forzándolos a cerrarlos aun cuando estos querían mantenerlos abiertos.

Observo angustiado la furiosa mirada que el santo de piscis le dedicaba al cuerpo inerte de aquel espectro y por unos instantes pudo sentir como todo el dolor que había recibido en batallas pasadas se alojaba traicioneramente en su pecho, robándose a su paso su respiración, dejando un terrible escozor que acrecentaba cada que el intentaba moverse.

Recordó cuando ambos eran jóvenes, dándole una mirada mezclada con anhelo y cariño, sintiendo una eternidad el tiempo que tardaban en batirse sus largas y perfectas pestañas, eternidad de la cual ilusamente deseaba formar parte, aun si solo comprendía unos cuantos segundos humanos, para el seria eterno, después de todo… la memoria del alma era la que mas duraba y era ahí, donde el atesoraba su imagen.

- sabes – hablo Albafica tranquilamente mientras retiraba de su pecho la daga, permitiendo que incontrolables cantidades de sangre brotaran de su herida – de haber existido en otra época – dijo en un suspiro, para posteriormente despegar su mirada del extenso manto celeste que se cernía sobre ellos, iluminado por efímeras incandescencias – seguramente hubiéramos sido muy felices juntos – dijo aquellas palabras posando sus ojos en la cálida mirada del santo.

- ¿Estas consiente de la intensidad de lo que siento por ti? – pregunto mientras posaba su mirada en los delicados labios de Albafica, para posteriormente conectarla con los inmarcesibles orbes azules, fundiéndose al instante en un ardiente sentimiento que les obligaba a moderar su respiración, transmitiendo con un simple gesto lo importante que eran el uno para el otro, intentando compensar con aquel gesto la eterna ausencia de las más tiernas caricia.

- si – respondió Albafica con una dulce voz mientras su mirada atormentaba a Shion con los dulces recuerdos de su infancia, provocando que un intenso escozor se instaurara en sus ojos advirtiendo la antesala del llanto – no llores – le consoló la chica mientras cerraba con fuerza los puños a causa del terrible dolor del pecho – volveremos a vernos – dijo esta vez doblegándose ante el dolor, cayendo de rodillas, mientras sentía como sus parpados comenzaban a sentirse pesados – de eso estoy segura – finalizo dejándose caer del todo, permitiendo que sus ojos se cerrasen cubriendo su raciocinio con un mundo de sombras, dejando tras de si a un Shion que al instante corrió a su lado, únicamente para arrodillarse a su lado, sintiendo como el cosmos de la persona que había amado durante toda su vida se desvanecía lentamente hasta perderse en el infinito.

La miro detenidamente, notando como su precioso rostro se encontraba completamente golpeado y lleno de sangre mientras aquellos delgados labios contenían rajaduras descomunales y su armadura se encontraba sumamente fracturada. Ahogo un grito en su garganta al sentirse completamente solo en aquella extensa pradera y con las lágrimas en el borde de los ojos se atrevió a tocar con las yemas de sus dedos la tersa piel del rostro de Albafica, mientras una intensa corriente electrica recorría su espalda a la par que una nueva ráfaga de viento le golpeaba, torturándolo con el imperceptible aroma a ciruelas que se escondía naturalmente entre el perfume floral de las rosas.

Había muerto Albafica de Piscis.

Había muerto el amor de su vida.