Disclaimer: El potteverso es propiedad de Jotaká.
I
Experimento
"Ninguna cantidad de experimentación puede probar definitivamente que tengo razón; pero un solo experimento puede probar que estoy equivocado."
-Albert Einstein.
La luz se colaba por las ventanas. Charlie había olvidado cerrar las persianas. Detestaba aquellas persianas. Despertando en una casa que no le pertenecía, excepto que así era. Lo era ahora. Al menos hasta que Hugo cumpliera la mayoría de edad. Hermione y su hermano lo habían nombrado padrino y tutor de Hugo, en caso de que algo les sucediera y como nunca se espera, así fue.
Quizás si Ron y Hermione no hubiesen estado en aquella estación, de no haber estado en el lugar y tiempo menos indicado. Y la pequeña Rose, que estaba por regresar a Hogwarts. Era solamente una niña.
La guerra en el mundo mágico no había podido acabar con dos valientes y arrojados miembros de la casa de Gryffindor y el fruto del amor que nació entre ellos, pero un bombardero en el mundo muggle, sí.
La comunidad mágica estaba devastada. Haciendo preguntas sin recibir respuestas. La noticia casi había matado a su madre, que ahora se encontraba internada en el Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas. Charlie no había sido tan consciente de la fortaleza de su padre, hasta que tuvo que abrazarlo mientras lloraba sobre su hombro.
Harry Potter era un lío. Desesperado, a mitad de una investigación de lo más mediática en su carrera como auror. Aunque sin muchos avances. Las cosas no habían sido ninguna cortina de humo perpetrada por algún mago tenebroso renegado o alguna bruja en busca de venganza o algo similar.
Quizás sin el apoyo de Ginny no hubiese podido digerirlo.
Sus hermanos eran sombras de sí mismos. Sin mencionar a sus sobrinos. ¿Cómo era posible que sucediera de nuevo? Viejas heridas habían sido abiertas, primero Fred y ahora Ron, Hermione y Rose.
Sin embargo, la esperanza a la que todos se aferraban. Hugo. Hugo quien había sobrevivido por mera casualidad o azares del destino.
Un experimento casero que salió mal, le habían valido un par de noches en la planta contra quemaduras del hospital San Mungo. Se perdería las vacaciones en el mundo muggle, antes de que Rose regresara a Hogwarts para su segundo año. Mamá había estado molesta al respecto. Le habían advertido que no se acercara a la cochera y ciertamente, no querían más experimentos, podían resultar peligrosos.
Y entonces aquí estaba.
De vuelta al presente en la habitación que un día había pertenecido a su hermano y a su esposa.
Le causaba asco e impotencia aquella situación.
Ginny había ofrecido apoyarlo con Hugo al igual que Bill. Una extensión de su familia. Pero ellos ya tenían sufuicientes responsabilidades a su cargo. Con propios hijos y una pareja por quienes velar. Y aunque sus intenciones habían sido honestas, Charlie las había declinado.
Percy y George se encargaban de la casa de sus padres, mientras mamá mejoraba. Y cuidaban de su padre. Bill vivía en el extranjero con su esposa Fleur y estaba manejando las cosas como mejor podía.
Y entonces estaba él. El eterno viajero, un alma libre dispuesto a todo. El único de sus hermanos sin una esposa o hijos que le permitieran asentarse en algún lugar.
Pero la vida había jugado sus cartas. Y ahora Hugo era su responsabilidad. No quería ser malentendido, amaba a Hugo, así como a cada uno de sus sobrinos y sobrinas. Pero siempre habían tenido una relación especial. A distancia.
Hugo le escribiría montones de cartas, mismas que respondería entusiasmado de transmitir las historias acerca de sus aventuras.
Pero esto, esto era astronómicamente distinto. Hugo no era una lechuza o un gato al que podría dedicarle un par de minutos de su tiempo para su cuidado. Estaba aquí. Era real y tenía necesidades y sentimientos, tenía miedo al igual que él.
Una parte de sí, odiaba el hecho de que su familia se hubiese ofrecido tan fervientemente a ayudarlo con el niño, una parte de ellos en verdad no creían que lo conseguiría. Y la peor parte, es que él mismo había pensado lo mismo.
Las lechuzas se posaban en el alfeizar de la ventana todo el día. Dejando mensajes que se resumían en condolencias y ofertas de todo tipo.
Algún infeliz había enviado un vociferador ofreciendo cobertura fúnebre para toda la familia. Charlie jamás había incinerado algo tan rápido en su vida. Aun así, Hugo había alcanzado a escucharlo.
Bien, todo aquello en verdad estaba sucediendo, no había forma de que hubiese podido preverlo, pero no había vuelta atrás, si iban a ser una familia, no lo serían en aquel lugar. Charlie tiró tan fuerte de las persianas que todo el sistema se vino abajo.
Charlie jamás creyó que preparar la cena fuese tan complicado. Agradecía que Hugo supiese usar el microondas. Excepto que había explotado por la constante presencia de la magia en la casa. Desde entonces, se había graduado en preparar huevos fritos con salchicha. No podían seguir así. Tenía algo muy importante que hablar con su sobrino.
Hugo se encontraba en su habitación, no salía mucho desde el funeral. Comía y se dedicaba a leer libros y pasar el rato con su lechuza, Mungo. De no ser por las comidas, no interactuarían demasiado. No como antes.
—Hugo. Tengo algo importante que preguntarte, y me gustaría que me dieras una opinión honesta.
El niño que había estado jugando con sus cubiertos distraídamente, pareció sorprendido por la petición.
—¿Qué sucede, tío Charlie? ¿La abuela se encuentra bien?
Charlie sintió un nudo en la garganta, asintió por instinto. —Ella se encuentra bien, no te preocupes por eso. Pero no me refería a eso. —La voz queda de Hugo lo convenció. Aquel niño alegre y curioso que atravesaba una situación difícil, no debía vivir en un ambiente tan cargado. Eso le dio la fuerza para preguntar.
—¿Qué opinarías de vivir en Rumania?
Los ojos de Hugo se abrieron tanto, que Charlie temió que se salieran de sus cuencas. Quizás no había sido prudente preguntar. Ya estaba atravesando por mucho y lo último que necesitaba era abandonar su hogar. Aunque ahora era uno muy reducido. Quizás debió haberlo discutido con Bill o Ginny primero o leer el estúpido libro sobre crianza en momentos de luto que Percy le había regalado.
—¿Podré hacer experimentos?
Charlie asintió, al ser tomado por sorpresa.
Hugo sonrió por primera vez, en lo que Charlie había creido que había sido una eternidad.
—¿Cuándo nos vamos?
Demonios, ningún estúpido libro le habría advertido sobre la fortaleza de su sobrino. La única forma en que lograrían aquello sería sin duda, experimentando.
Un zoológico en casa, una obsesión por Charlie Weasley y aquí estamos. Quizás no tenga patas ni cabeza, en fin.
Gracias por leer.
