¡Feliz Halloween! Cuando estaba a la mitad de mi primer fic una idea se me vino a la mente. ¿Qué tal si fuera al revés? ¿Qué tal que en vez de ella fuera él? ¿En vez de buenos a malos? ¿Qué tal que en vez de ángeles…?

Solo una pequeña introducción de este caótico pacto, pues esta historia no es un cuento de hadas.

Advertencia: A futuro saldrán temas de suicidio, homicidio, tortura psicológica como física, temas sexuales, uso de drogas, sangre entre otros temas que pueden ser delicados para ciertos lectores. Leer bajo su propia responsabilidad.

Capítulo 1: Un año más.

Se dijo para sí misma. Precisamente ese día cumplía su mayoría de edad. Podría considerarse como una verdadera victoria personal pues por fin sería considerada como un adulto en todo el mundo, pero antes de gozar de ese acontecimiento tenía que endurecer su temple a las incomodidades que la abordarían a continuación. Sus sospechas despertaron cuando la engatusaron pidiéndole que fuera a casa de sus padres para tener una amena comida familiar. Como no. Sin importar cuantas veces se los implorara que se detuvieran, su familia continuaba celebrando cada mínimo logro de su vida. Agregando el hecho que aquella fiesta había perdido su factor sorpresa en el momento que Tenten se le soltó la lengua y terminó hablando de más. Le fue imposible no ceder ante sus ojos chocolates que le suplicaban que siguiera el juego y que fingiera su mejor cara de sorpresa cuando llegara. Bueno, si ya habían arreglado todo era lo mínimo que podía hacer. Pesadamente subía los pequeños escalones del ingreso. El color escarlata de la puerta principal capturó su mirada contrastando intensamente con los colores fríos y pasteles de las paredes. Resopló su aliento entre sus labios apartando el mechón dorado que obstruía su visión. Habían pasado tres años desde que decidió independizarse. Sus pupilas escudriñaban cada centímetro de la entrada, esforzándose por encontrarle alguna diferencia, pero parecía que su antigua casa se había congelado en el tiempo desde el día que se marchó. Un silencio increíble predominaba a su alrededor, sorprendiéndose a sí misma al escuchar su propia respiración sin tener que concentrarse en ello. Suspiro profundamente. Sacó sus llaves, le quito el seguro a la puerta y la abrió con cuidado. Fijando su mirada en la decoración de los muros albinos que estaban tapizados de globos blancos, dorados y plateados.

— ¡Sorpresa! —Estallaron las voces al unísono.

Una multitud de rostros sonrientes salieron de cada rincón de la casa. En su mayoría eran caras familiares que veía frecuentemente y uno que otro que tenía tiempo sin ver. ¡Cierto! Su reacción. Salió de su trance para actuar lo más sorprendida posible. Alentando con su semblante las exclamaciones de emoción de los demás. Entonces una mujer de cabello castaño y corto, quien usaba un vestido rojo entallado, se aproximó a ella con una botella de vino en mano. Extendió sus brazos, haciendo sonar sus tacones sobre el piso de madera y adornando su rostro con una hermosa sonrisa. Dejando a la rubia sin aliento, no había día que no la deslumbrara con su belleza. Correspondiéndole la sonrisa se dejó capturar en su trampa de amor.

— ¡Temari! Feliz cumpleaños mi niña.

La estrujó fuerte transfiriéndole su calidez a través de su gesto. La recién mencionada no era conocida por ser cariñosa, pero debía de admitir que extrañaba sus tediosas muestras de afecto.

— Madre, —le correspondió el abrazo— no debiste.

— ¿De qué hablas? Si mereces esto y más —Interrumpió su abrazo para darle un beso en la mejilla, el cual borró con su pulgar al ver que le había dejado una tenue mancha roja de su labial y la tomó de la mano—. Ven. Hay gente que se muere por verte.

— ¿Papá también está aquí?

Su madre se detuvo en seco y dio media vuelta. Su rostro le reveló que no se esperaba esa pregunta, no, en realidad temía que se la hiciera. Su reacción borró la diminuta sonrisa que había construido junto a esa pregunta. "Como siempre", se dijo para sus adentros mientras rodó su mirada al suelo.

— Querida… —colocó una mano sobre su hombro, la miró tiernamente y su voz se suavizó— tuvo que salir de emergencia. Tú sabes que tu padre daría lo que sea para estar aquí contigo.

— Da igual. —Se cruzó de brazos.

— ¡Ya llego el monstruo del circo! —Dijo el muchacho alzando la voz para ser escuchado por todos—. Eres la atracción principal de la noche así que no vayas a decepcionar a tus espectadores. Aunque lo dudo. Porque este día te vez más horrible que nunca.

— No te preocupes, Kankuro —le dio un suave puñetazo en el brazo—. Tú sigues siendo el más feo de la casa y no te voy a quitar el puesto.

— Feliz cumpleaños Temari.

— Gracias, Gaara. —Abrazó al pelirrojo, quien no solía actuar muy bien con las demostraciones de afecto.

— ¡Temari!

Una voz femenina y un brazo que se movía con entusiasmo en el aire atrajeron su atención ayudándola a dar con el paradero de Tenten, Ino, Sakura, Hinata y Matsuri. Liberó a su hermano de su amorosa tortura y se dirigió hacia ellas para permitirles que la asfixiaran con un abrazo grupal. Era su cumpleaños. Por supuesto que le gustaba ser el centro de atención ese día. Al pasar los minutos más personas seguían llegando y felicitándola, hasta el punto de abrumarla con tantos abrazos que recibió. Necesitaba refrescarse. Abrió la puerta corrediza de cristal que la llevaba al patio, el cual estaba decorado con la misma temática que tenía la casa. El cielo estaba tomando un tono más oscuro y había luces que colgaban en el aire e iluminaban el área. Incluso en ese lugar había invitados jugando beer pong, fumando o simplemente platicando. Temari se acercó a una mesa que tenía botellas de diferentes alcoholes, refrescos y aperitivos. A su tiempo se preparó su bebida, giró sobre sus pies y se recargó en el borde de la mesa. Le dio un gran trago al vaso que tenía en su mano mientras observaba a los demás como se la estaban pasando bien.

Logró conseguir al menos cinco minutos de paz. Sus ojos aqua marina vagaban por el lugar, hasta que tuvo que regresar la mirada por algo que le llamó la atención. Se equivocaba. No era un algo sino un alguien. Extrañada enfocó su mirada en esa persona. Los invitados continuaban cruzándose entre el sujeto y ella, mientras que ella investigaba entre sus recuerdos por si alguno de ellos coincidía con la silueta de aquella persona. De la nada el camino se despejó entre los dos. Era un muchacho que estaba por su cuenta parado bajo un árbol. Lucía distraído. Únicamente fisgoneaba con la mirada lo que le rodeaba. La Sabaku ladeó su cabeza pues su imagen no embonaba con ninguna otra persona en su memoria. Quizás era amigo de uno de sus hermanos. Hasta que ese misterioso muchacho clavo sus pupilas en ella haciéndola que cortara su respiración de golpe. Su imaginación la hizo creer que la música se había apagado y que la gente de su alrededor había desaparecido. Quedando completamente solos en el lugar. Él y ella. Un escalofrió recorrió su espalda. Sin motivo alguno su cordura le gritaba que estaba en peligro. Había algo en ese joven que le aterraba. No podía despegarle la mirada de encima, quería alejarse pero estaba petrificada. Comenzó a sudar frio, su corazón latía nervioso y un nudo en su garganta le impedía articular palabra alguna. El muchacho dio su primer paso hacia ella. Su cuerpo la había traicionado, pues se enfocaba en vibrar ligeramente. Inmóvil. Mientras él se acercaba más. Con pasos lentos pero seguros. Casi deleitándose con la expresión que tenía la chica en su rostro. Su respiración se agitaba más y más, como si luchase para poder gritar por ayuda. En medio de un mar de confusión, ecos comenzaron a resonar en su cabeza. La distancia entre los dos iba disminuyendo de poco a poco.

— Temari.

Del susto soltó su bebida, la cual causó un desastre a sus pies. La de orbes aqua bajo la mirada y luego la devolvió hacia el frente. La música había vuelto. De nuevo había recuperado la movilidad, pero él… ya no estaba. Solo estaban presentes los invitados de antes. No podía ser. Volvió a buscar frenéticamente a su alrededor.

— ¿Temari, qué te sucede? —La sacó del trance la chica de la larga cabellera dorada—. ¿Acaso se te subieron las copas? —Se burló a lo bajo.

— I-Ino —se percató que estaba a un lado de ella—. Eres tú. —Trató de controlar su respiración.

— Si —dijo extrañada— siempre lo he sido… ¿Te encuentras bien? Te ves como si hubieras visto a un fantasma.

— S-sí. ¡Digo no! —Volvió a buscar con la mirada entre los invitados—. E-es que vi a un muchacho.

— ¡Oh, un muchacho! —La interrumpió entusiasmada—. Con razón tartamudeas como Hinata y te ves tan acalorada. Así ha de estar el hombre. —Le lanzó una mirada picara.

— N-no, no entiendes. Tal vez lo conozcas. Es alto, delgado, su cabello es negro y lo tiene recogido en una coleta.

— Mmm, no recuerdo a nadie con esa descripción. ¡Pero no será difícil encontrarlo! —La tomó de la mano— ¡Solo busquemos al hombre que te robe el aliento y ese es!

— No —la detuvo—. No quiero encontrarlo. Quiero evitarlo.

— ¿Evitarlo? ¿Es un ex tuyo? —Cuestionó la confundida Ino.

— No. Solo… no me da buena espina.

— Tranquila —tomó sus manos—. Nosotras estamos aquí y no vamos a permitir que nadie te haga nada. —Le dedicó la más dulce sonrisa.

Temari se obligó a dar un suspiro de tranquilidad. El temor no era un sentimiento con el que estuviera relacionada, mucho menos si era provocado por un hombre. Sabía defenderse de cualquiera. Aunque la atacasen con navaja, pistola o fuerza bruta, podría hacer que su agresor se arrodillara a pedirle perdón en cuestión de segundos. Pero él. Él era diferente. Con solo una mirada había provocado que todo su cuerpo entrara en un estado de pánico. No estaba confundiendo sentimientos tampoco, estaba segura que lo que había sentido era terror puro. Ino y sus amigas hicieron lo posible para que olvidara esa experiencia, a pesar de no tener ni la más mínima idea de lo que había sucedido. No quedaron rastros de la existencia de ese muchacho el resto de la noche. Después de eso, fue una de las mejores noches que Temari pudo haber pasado. Su hogar dio a luz a un centenar de increíbles y cómicas anécdotas. Sin mencionar que Kankuro tomó hasta desmayarse en el baño. Por lo que su madre no le permitió que abandonara la casa en ese estado que estaba por ningún motivo. Gradualmente, los invitados consiguiendo calmar su sed de fiesta y fueron retirándose reemplazando su asistencia con pilas de desastre y basura en su lugar. La chica de las cuatro coletas y sus amigas ayudaron a limpiar la casa para no dejarle toda la carga a Karura, la anfitriona y matrona de la casa. Al terminar, la festejada tomó todos sus regalos y los subió a la cajuela de su auto. Justo cuando la cerró, Karura se acercó a ella haciendo sonar sus esbeltos tacones sobre el pavimento.

— Mi amor, sabes que te puedes quedar aquí si quieres. Tu cuarto sigue tal y como lo dejaste cuando te fuiste. —Sujetaba la solapa de la chamarra de cuero negro que la cubría del frio.

— No madre, estoy bien. Además no tome mucho. Kankuro es el que te necesita en estos momentos. —Embozó una sonrisa ladeada.

— Cuídate mucho mi vida. Mándame mensaje cuando llegues. —La besó en la mejilla y la volvió a abrazar.

— Si mamá.

Se despidió y se metió a su coche. Tenten aguardaba en el interior de este, pues volvió a utilizar sus suplicantes ojos de cachorro para que le permitiera que la acompañara hasta su departamento. Se colocó el cinturón, puso algo de música y encendió el auto.

— Siento mucho haberte arruinado la sorpresa. Sabes que soy mala para ocultarte cosas.

— ¿De qué hablas? —Comenzó a conducir—. Si me sorprendí en el momento. No me esperaba tanta gente y que mi familia se esforzara tanto. Además los amigos de Gaara y Kankuro son divertidos.

— Sí. —Bufó con una sonrisa.

Por un momento hubo silencio entre las dos. Temari sabía que Tenten le quería decir algo y sabía lo que era. Así que buscó una manera de desviar el tema.

— Entonces… Neji ¿verdad? — Murmuró lo más claro posible la rubia.

— ¡¿Qué?! —El rostro de la castaña tomó un color rojizo.

— No me vengas con qué. No dejabas de verlo toda la noche —se rió mientras recargaba la cabeza en su mano y mantenía la otra en el volante—. Cielos, eres más obvia que Sakura o Hinata.

— No sé de qué me estás hablando —pronunció nerviosa mientras se hundía en su asiento—. No puedo negar que es un chico muy interesante. Jamás pensé ver a un hombre con el cabello tan largo y tan bien cuidado como él. Es sorprendente… y atractivo. Ya le pedí su número a Hinata. —Finalizó cruzándose de brazos.

— Bien hecho. —Sonrió de oreja a oreja la Sabaku.

Tenten permaneció misteriosamente callada, hasta que tuvo el valor de volver abrir su boca.

— Ino me contó lo del muchacho —la rubia no se inmuto— y de cómo reaccionaste al verlo. ¿Estas segura que estas bien?

— Sí. Solo fue… —escarbaba cualquier cosa en su mente para despreocupar a su amiga—. Mira, no hay de qué preocuparse. No sé quién era y mis hermanos tampoco lo conocen.

— Pero —la miraba inquieta con sus ojos chocolates—. Tu no reaccionas normalmente así con nadie. Eres la mujer más fuerte que conozco. ¿Segura que no lo conoces?

— No. Ningún hombre me ha hecho daño antes y sabes bien que no dejare que eso pase —estacionó su coche—. Llegamos. ¿Segura que no quieres que te deje en tu departamento? Vives a dos cuadras de aquí.

La castaña la miraba seriamente. Negó con la cabeza y le sonrió.

— No. Ya es hora que descanses. Como dijiste está a dos cuadras y este barrio es muy seguro.

— Está bien. Entonces te observare desde aquí. No entrare a mi departamento hasta que vea que entres al tuyo.

— Gracias ángel guardián —le beso la mejilla—. Buenas noches.

La castaña salió del auto y caminó hacia su departamento. Temari cruzó sus brazos sobre el volante y recargó su mentón sobre estos. Asegurándose de no perder de vista la silueta de Tenten. Por fortuna eran casi vecinas y la calle estaba bien iluminada, asi que era difícil que la perdiera de vista. Tardo a lo mucho cinco minutos para llegar a la seguridad de la entrada del edificio donde estaba su departamento, la de orbes chocolates le hizo una seña de despedida desde ahí e ingresó. Un pendiente menos. Bajó de su auto tirando un bostezo al aire. Abrió la cajuela para ver como rebosaba de regalos de todos los tamaños y colores.

"Creo que será más de dos viajes para cargar todo esto," se dijo a sí misma.

Se las ingenio como pudo para descargar todas esas cajas y colocarlas al pie del elevador de su edificio, luego meterlas a su departamento. Cerró la puerta detrás de ella, le colocó la llave y se limpió el sudor de su frente. Miró su celular para revisar la hora. Dos y media de la mañana. "Ya llegue. Descansa", le escribió a su madre. Aventó su celular sobre la mesa del comedor, se quitó los zapatos y se sentó en una silla a contemplar la montaña de regalos que la esperaban para que los abriera. Tomó una de las cartas que estaban entre los obsequios y leyó su contenido. Una tras otra. Sus ojos comenzaron a pesarle. Fue al baño a lavarse de su rostro en el lavamanos, usando hasta tres productos diferentes y algodones para quitarse todo el residuo de maquillaje de su piel. Uso una toalla para secarse y regresó al comedor para apagar las luces, pero fue sorprendida al encontrar su puerta principal abierta a la par. Podía jurar que le había puesto llave. Evitó entrar en pánico. Abrió lentamente el cajón de un mueble que tenía ahí y sacó un martillo. Sigilosamente fue a cada habitación del departamento. Prendiendo luces, sujetándose fuertemente al arma que tenía en su mano. Iluminando cada penumbra que limitara su visión. Hasta que se aseguró de revisar cada rincón de la casa dos veces pudo relajar su postura. Estaba sola. Completamente sola. Bajó el martillo masajeándose el puente de la nariz. "Estas cansada, Temari" se aconsejó. Estaba segura que había puesto llave en esa puerta, pero quizás se lo había imaginado. Suspiró. Fue nuevamente a echarle llave a esa puerta y giró un par de veces la perilla para cerciorarse que lo había hecho bien esta vez. De volverse a presentar ese problema le hablaría un cerrajero, pero sería otro día. Dio un último vistazo al todo el departamento en lo que apagaba las luces y se fue a su habitación. Sus regalos podían esperar hasta mañana. Dormir. Necesitaba descansar. Lo bueno de que era fin de semana, era que podía dormir sin tener que preocuparse por la universidad al día siguiente. Apagó la luz y se deslizó dentro de sus sabanas, lentamente entrando a su limbo. Mientras Morfeo la mecía entre sus brazos recapitulaba lo que había hecho en el día. La llamada "misteriosa" de que fuera a comer a la casa de su madre, la fiesta sorpresa, su familia, sus amigas, los amigos de sus hermanos, los invitados y… él. Abrió los ojos en la oscuridad. ¿Quién era él?

—Al fin nos dejaron solos.

Esa voz masculina hizo que brincara de la cama en un instante y que su ritmo cardiaco se disparara. Era él. Estaba en el mismo cuarto que ella. Justo enfrente de su ventana y a un par de metros de su cama. Alterada buscaba respuestas. No encontraba como pudo entrar a su cuarto. Revisó meticulosamente cada habitación, cada mueble, cada esquina. Nada. Se supondría que no había nadie más. ¿Cómo? La pobre iluminación que brindaba la luna hacia su habitación delineaba aquella silueta foránea que se ocultaba entre las sombras, con manos en los bolsillos y su rostro se difuminaba en la oscuridad, pero sabía que tenía sus ojos bien clavados en ella. Tiesa como una roca observaba al hombre. Su corazón golpeaba fuertemente dentro de su pecho. Tenía que reaccionar. Sueño o no, en cuestión de segundos alguno de los dos tenía que hacer el primer movimiento. Era mejor que ella tomara esta oportunidad. "Mi celular" pensó y miró bruscamente al objeto que descansaba sobre la mesita de noche. Veloz como rayo se arrojó a este para tomarlo. Sin embargo al reincorporarse, se encontró con aquel hombre a escasos centímetros de distancia de ella. Cara a cara. Mirándola directamente a los ojos. En segundos la sujetó con fuerza de la muñeca. Temari no entendía. ¿Cómo pudo moverse tan rápido si estaba a metros de distancia? Solo apareció enfrente de ella sin hacer el más mínimo ruido.

— Creo que no necesitaremos esto —su celular resbaló de su mano y cayó en la de él—. Esto es solamente entre tú y yo.

El cristal crujió, se escucharon unos fatídicos destellos y chispas salieron del electrónico al ser destrozado con tan solo la palma de su mano. Luego la abrió dejando caer los fragmentos metálicos de este al suelo, en lo que meneaba sus dedos para deshacerse de los residuos que se le pegaron a su piel. Era más fuerte de lo que parecía. La adrenalina empezó a fluir velozmente por sus venas. No iba a permitir que le hicieran daño sin dar pelea.

— ¡Más te vale que me sueltes!

Tomo coraje, acumuló su furia en su puño y lo apunto para que le diera justo en el rostro. Al momento de lanzar el golpe… No sintió ningún impacto. No estaba, como si se hubiera desvanecido en el aire ante sus ojos. No entendía lo que estaba sucediendo. Juraba que sintió como la agarro de la muñeca, no estaba soñando, ¿estaría alucinando? Lo único que tenía en claro es que estaba perdiendo la cabeza. Miró con pánico a su alrededor. No había señales de él y su cuarto aparentemente estaba vacío. Indagar sobre su paradero no era una opción. Bajó de su cama y corrió hacia la puerta. Giró la perilla y la jalo. Desde las sombras una mano salió y cubrió su boca, mientras que otra sujetaba las dos manos de la rubia contra la madera de su única salida. La sujetaba con tanta fuerza que la lastimaba. Había regresado, envistiéndola contra la puerta obligándola a cerrarla con el impacto.

— Que problemática eres, —le dijo al oído— aún tenemos asuntos que atender.

La había inmovilizado de nuevo. Temari forcejeaba, luchaba por soltarse del agarre del extraño. Intentaba gritar, pero la mano del hombre enmudecía su voz. Intentó usar sus piernas para golpearlo, pero el muchacho actuó rápido contra esta acción colocando su rodilla entre las de ella, evitando cualquier otro intento de escapar. Muy apenas podía moverse unos pocos centímetros. Luchaba y luchaba. No podía tolerar que la trataran así, pero la fuerza con que la sujetaba era sobre humana. La presionaba más fuerte contra la puerta. Poco a poco se le hacía más difícil respirar. Podía jurar que la madera crujía detrás de ella. Le dio un ataque como si tuviera asma. Hasta que se le acabaron las fuerzas, su corazón latía con tanta fuerza y tanta rapidez que parecía que se le iba a salir del pecho. Temblaba bruscamente y lágrimas de impotencia empezaron a brotar de sus ojos. Él sonrió maliciosamente.

— Recuerdas. Así fue como te encontré la vez pasada —seguía filtrando palabras a su oído—. Llorando, temblando e impotente.

Temari no sabía de qué era lo que hablaba. Con lágrimas en los ojos, trataba de ver el rostro de su agresor.

— ¿No lo recuerdas? Eras muy pequeña y estabas sola en la mitad del bosque. Deseando encontrar una manera de salvar a tu padre —dijo con deleite. Haciendo resonar esas palabras en la cabeza de la chica—. Tan inocente y tan ilusa —saboreo cada palabra—. Estabas dispuesta a hacer cualquier cosa por él. Así que aceptaste hacer ese pacto conmigo —hizo una pausa—. Que lastima que él no hace nada por ti ahora.

La soltó de su prisión. Ella se dejó caer como si fuera una muñeca de trapo. Recargada contra la puerta, sin fuerzas, jadeaba, se sentía mareada y todavía temblaba. Sus palabras sonaron un tanto familiar. Todos estos años pensó que eso fue solamente un sueño creado por su loca imaginación. No podía ser. ¿Cómo podía saber eso? Si solo estaba ella y… Su odio y su furia empezaron a brotar por cada poro de su piel. Las lágrimas se mantenían en sus ojos. Deseaba con todas su alma que sus ojos fueran navajas y podérselas clavar en su pecho. Al mismo tiempo que se sentía avergonzada de mostrar tanta debilidad enfrente de él, quien ahora la miraba en silencio con las manos en los bolsillos. No estaba ni un poco agitado después de esa lucha que le dio la chica.

— No puedo —jadeó— creer que seas tú. ¡¿Quién eres en realidad?!

— Shikamaru Nara, el demonio que se comió tu sombra.

— Para mí solo eres un maldito psicópata. —Lo reto con la mirada.

El joven se puso de cuclillas enfrente de ella para estar a su mismo nivel. Se arremangó una manga de su camisa y con el otro brazo intento tomar el brazo de la Sabaku. Esta inmediatamente puso resistencia. Sus miradas se intercalaron. La de ella con un inmenso odio y la de él seria y fría. La rubia seguía recuperándose de su lucha y no pudo resistirse más. El joven puso sus brazos juntos, ambos con la palma de la mano hacia arriba. Cuando muy apenas intento entender que era lo que sucedía, pudo ver unas marcas negras en forma de listón aparecer sobre sus antebrazos, recorriendo sus pieles, rodeado solamente esas secciones y empezaron a intercalarse entre sí. Uniéndolos con la misma marca. Eran las marcas del trato. Todo volvía a su memoria, pero algo extraño sucedía con las marcas de la chica. Se tornaban de un color rojo brillante. Brillaban en la oscuridad y además se volvían cálidas. En cuestión de segundos se hacían más y más calientes. Temari empezó a sentir dolor, que era poco tolerable. Primero lo sentía a flor de piel. Ardían. Después podía sentir como si rasguñaran la carne de su brazo. No podía evitar gemir y gritar del dolor. Se derrumbó en el suelo, sujetando con fuerza su brazo, tratando de disminuir el dolor, pero solo iba aumentando. Podía sentir como si le estuvieran rompiendo poco a poco sus huesos, pero su brazo permanecía perfectamente intacto. Sus gritos de dolor aumentaban. Una vez más, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Se retorcía de dolor. Abrió los ojos para ver qué era lo que él estaba haciendo. Nada. Solo observaba. Como sufría, como se retorcía. Hasta que el dolor disminuyó.

— Me sorprende que no te hayas desmayado a este punto. —Se dignó a decir.

La rubia yacía en el suelo gimiendo, jadeando e incapaz de moverse. Aunque su furia no dejaba de crecer.

— ¿Que me hiciste? —Preguntó entre dientes.

— Nada —se puso de pie—. Solo es un pequeño recordatorio de lo que nuestro pacto implica. Me dedicare a que sientas tanta agonía y sufrimiento que no encontraras otro remedio que suicidarte.

— Maldita basura —atrajo la atención de Nara. Se estaba levantando poco a poco del suelo—. Te metiste con la chica equivocada. Cuando tenga la oportunidad, te mandare al mismo infierno de un solo golpe.

Él sonrió.

— Veremos cuanto podrá resistir tu alma antes de desmoronarte.