Disclaimer: el mundo mágico es propiedad de J.K., lo que yo tengo es algo de inspiración y mucho amor por esta pareja.
Nota de la autora: ¡Volví! Creí que estaría de regreso antes, pero ocurren cosas. Como que en lugar de editar lo que tenía pendiente me puse a escribir un nuevo longfic, yikes. Jajaja, pero ya estoy aquí con este mini fic que cuenta con dos capítulos y un infame epílogo. Y sí, ahora estaré estrenando los miércoles, a ver cómo nos va. Muchas gracias por estar aquí y espero que disfruten de esta historia.
I. Jugar con fuego
Empezó con miradas.
Siguió con guiños.
Luego comenzaron las sonrisas.
Entonces llegaron las notitas.
Y por último, los sueños.
Harry estaba viviendo un auténtico infierno que lo tenía al borde de un ataque de nervios. Todo lo contrario a lo que se esperaría de él ahora que había vencido al señor tenebroso y la prensa por fin le daba un respiro. Pero cómo no, había algo de lo que no se podía librar aún: su antigua rivalidad con Draco Malfoy. Ese chico era un completo enigma. Porque le había dado las gracias luego de testificar en su juicio, pero aparte de eso parecía el de siempre. O casi. Ya rara vez lo veía intimidando a otros o haciendo comentarios mordaces, pero la manera en que alzaba la barbilla y sonreía de lado delataban que seguía siendo el mismo crío malcriado y odioso de siempre. Y tramaba algo. Harry lo sabía, sin importar lo que dijera Hermione.
-Estás loco –había sido su categórica respuesta cuando sugirió que el Slytherin se traía algún plan malicioso entre manos–. Su familia está muy involucrada en los proyectos de restauración, él mismo se ofreció como tutor ad honorem de Pociones y no ha recibido un solo castigo en todo el año. En mi opinión, ha cambiado. Ya ni siquiera busca pelear contigo, ¿no?
-¡Exacto! ¿No te das cuenta de lo raro que es eso? –Hermione resopló exasperada, volviendo a buscar la página de su libro.
-No es raro, es lo normal. Malfoy por fin muestra signos de madurez. Deberías intentar hacer lo mismo.
Generalmente confiaba en la percepción de su amiga, pero esa vez sería la excepción. Malfoy estaba urdiendo algo. Y él iba a desenmascararlo tarde o temprano. Por eso siguió observando con disimulo, aprovechando las clases que compartían y los espacios comunes para ese propósito. El rubio tendía a participar más en clases de Pociones y Encantamientos. Se sentaba atrás durante Herbología y dormitaba en Historia de la Magia. No sabría decir su comportamiento en Aritmancia y Runas antiguas. Pero lo veía estudiando dichas asignaturas en la biblioteca, incluso los fines de semana. Como había dicho Hermione, era tutor de un par de grupos de ingenuos críos que ocasionalmente se le acercaban en los pasillos. Malfoy casi lograba engañarlo cuando interactuaba con ellos. Solía inclinarse para escucharlos mejor, o su mirada mostraba un tono amable y paciente que solo podía ser falso. Le hubiera gustado asistir a alguna de esas tutorías, pero eran a puerta cerrada y chocaban con sus clases de Defensa y Adivinación. Tal vez valdría la pena saltarse una de las segundas, y con la capa de invisibilidad o una buena multijugos, podría fácilmente…
-¿Me estás escuchando siquiera? –La malhumorada voz sonó cerca de él, por lo que asintió mientras observaba a Malfoy gesticular frente a Parkinson. La chica estaba sobre una manta a metros de la orilla del lago, mientras que él iba descalzo y se había enrollado las perneras de los pantalones para mojarse los pies sin humedecer su ropa–. ¡Harry!
-Eh, sí. Tienes razón –dio una de sus respuestas para toda ocasión, pero no debió ser la apropiada a juzgar por la mirada de reproche de la pelirroja.
-Creí que tu idea del picnic era en plan romántico para charlar un rato y pasar un buen momento, pero llegamos hace media hora y no has dejado de ver a Malfoy.
-¡No es cierto! Vine aquí para estar contigo.
-¿Podrías al menos mirarme a los ojos mientras lo dices? –Harry, que obviamente había vuelto a posar la mirada en el Slytherin que sonreía mientras sacudía su cabellera platino, se forzó a enfocar a su novia. Ginny apretaba los labios y tenía el entrecejo fruncido.
-Quiero estar contigo, Gin.
-En ese caso, me gustaría saber qué pasa.
-¿Sobre qué?
-Llevas semanas… así. Distraído, ausente. Sin mencionar tu manía de mirar todo el tiempo a Malfoy. Vamos, que si no conociera su historial ya me habría preocupado.
-No digas tonterías.
-Digo lo que veo –sentenció, cruzándose de brazos y alzando las cejas para demandar explicaciones–. ¿Te hizo algo? ¿Tuvieron alguna pelea de la que no me enteré?
-Uh, no.
-¿Entonces?
-Bien… No me creo su juego de chico redimido y agradable, ¿de acuerdo? Solo reúno evidencia para probar mi punto –cerca del lago, Malfoy había dejado de chapotear por la orilla y estaba sentado junto a Parkinson, que permitía que le diera de lleno el sol como si estuviera en un centro turístico. Él dijo algo y ella echó la cabeza más atrás, riendo abiertamente. Seguro se estaban regocijando con lo bien que iban sus planes. Un tenue suspiro le recordó que tenía compañía, pero ella estaba en silencio–. Tú me crees, ¿verdad?
-Yo… No estoy segura de querer esto, Harry.
-¿Qué?
-Es decir, quiero estar contigo. Pero no así. No teniendo que competir con tu… ¿obsesión?
-Es una preocupación auténtica, Ginny –expresó contundente, pero ella negó.
-Todo eso acabó, Harry. El conflicto, la animadversión. ¿No te has dado cuenta? La mayoría está haciendo lo que puede por colaborar, por entenderse. Incluso los Slytherin. Y escucha, esto viene de mí, que perdí mucho y también tuve una buena cantidad de desencuentros con ellos. Y sí, algunos quizás lo hagan para pasar desapercibidos o algo semejante, pero la verdad es que las cosas van mejorando. No te quedes estancado en eso.
-Tienes razón –ella sonrió, demostrando que esa vez eligió bien su respuesta genérica.
-Bien. ¿Te conté que George piensa iniciar un programa de pasantes durante el verano? –Harry se esforzó por prestar real atención a su parloteo, dejando pasar un par de minutos antes de devolver su atención a los Slytherins a la orilla del lago.
La primera mirada llegó durante clase de Historia de la Magia, un par de días después de su picnic con Ginny y la aparentemente inofensiva interacción que había atestiguado entre su rival y la morena que suponía seguía siendo su novia. Binns estaba hablando sobre… lo que sea que era el tópico de esa semana. Y sus alarmas se prendieron al notar que Malfoy no dormitaba como era usual. Primero había estado con el mentón apoyado en la mano y la mirada ausente. ¿Había pasado algo (en sus planes malvados, obviamente)? ¿Estaba preocupado o triste (por algún obstáculo en sus viles objetivos)? Como fuera, eso no era normal. Meneó la cabeza un par de veces, tomando la pluma para hacer apuntes pero desistiendo en el último segundo. Sus largos dedos tamborileaban distraídos en el escritorio. Fue al alzar la vista que se dio cuenta que los ojos plata estaban clavados en él. Lo más sensato habría sido fingir que aquello era algo fortuito y trasladar la mirada hacia otro objetivo. Sin embargo, Harry no desistió. Incluso cuando ese silencioso intercambio había durado demasiado para ser algo accidental. Malfoy alzó ligeramente la ceja, pero él no se dejó intimidar. Había decidido mandar un mensaje contundente. Sé lo que estás planeando. Y voy a detenerte. Podía ser entendido como tal, o como un desafío, pero no le importaba. El rubio se dio un par de toquecitos en la mejilla con el dedo índice, pero siguió correspondiendo a su mirada. Parecía predominantemente aburrido, lo que debía ser una fachada, cuando era obvio que había sido descubierto. Aquello duró hasta que Parkinson se deslizó un poco de su escritorio y el chico se dispuso a acomodarla para que siguiera durmiendo.
Ese extraño comportamiento volvió a ocurrir esa misma noche durante la cena. Harry había estado platicando con Hermione, al menos hasta que ella se distrajo regañando a Ron por seguir posponiendo su tarea de… algo. Aprovechó eso para seguir con su investigación, ubicando rápidamente al rubio al otro lado del gran comedor. El maldito estaba riendo por algo que había dicho Zabini, según pudo deducir. Se encogió de hombros y puso una expresión ufana, lo que le ganó miradas apreciativas de su grupito de compinches. Así que había superado lo que sea que le preocupaba y sus planes maléficos volvían a funcionar. Harry negó por esa muestra de descaro, comiendo una galleta distraídamente mientras Malfoy bostezaba y volvía a probar su postre, dejando que fueran sus aliados quienes discutían el futuro de sus estratagemas. Y entonces lo vio. Pareció algo muy casual, por la forma en que masticaba y el ligero parpadeo curioso al encontrarse con su mirada. Pero debía ser una elaborada puesta en escena, no tenía duda de ello. Tal como había hecho por la mañana, Harry no dudó en observarlo como advertencia. Así es. Puedes pretender que no es más que una cena cualquiera con tus amigos, pero yo sé la verdad. A esa distancia no podía ver el color de sus ojos, pero sí notó que los entrecerraba un poco y ladeaba el rostro. Entonces Nott puso una mano en el hombro del Slytherin y volvió a participar de su vil confabulación.
Para el final de esa semana, sus contiendas de miradas ocurrían un par de veces al día. A veces duraban pocos segundos, a veces eran interrumpidas por un tercero, y solo en contadas ocasiones habían transcurrido algunos minutos hasta que Malfoy finalmente rompía el contacto. Harry jamás lo hacía primero, no se dejaría intimidar ni retrocedería en su labor de detener lo que sea que estuviera por suceder, claramente instigado por el rubio. Y tan chocante como una tormenta a inicios de la primavera, su investigación empezó a desviarse de forma inesperada.
Estaban de vuelta en los jardines, aprovechando del buen clima y de un día de tranquilidad después de una semana de exámenes. Hermione hacía lo que más la relajaba. O sea, seguir leyendo. Luna estaba acostada boca abajo dibujando y Ron comía galletas crocantes rellenas de queso. Esa vez no estaba ahí para vigilar al Slytherin, pero dio la casualidad de que él paseaba cerca junto a Parkinson. Se sentaron en su lugar habitual junto al lago y había pasado un cuarto de hora antes de intercambiar la primera mirada del día. No estaba seguro de que estuviera propiamente viéndolo, en especial porque entrecerraba los ojos debido al sol. Y tampoco duró demasiado, porque Parkinson reclamó su atención muy pronto. Cuchichearon un rato y entonces pasó algo de lo más extraño. Ella lanzó una mirada de reojo en su dirección, entonces se inclinó para decirle algo al rubio que lo hizo reír con ese gesto malévolo que conocía muy bien. Y supo que dicho comentario había sido sobre él cuando Malfoy lo volvió a observar fijamente. Y entonces, sucedió. El chico le guiñó el ojo antes de decir algo a Parkinson que terminó con ellos dos riendo a carcajadas. Ahora ambos saben que los he descubierto. Eso fue solo para distraerme.
En los días siguientes, esa descarada muestra de cinismo siguió repitiéndose. Cuando la clase de Binns alcanzaba su punto más soporífero (es decir, en los primeros quince minutos), el chico le daría una larga mirada antes de dedicarle un rápido guiño. Al principio volvía a ignorarlo después de eso, pero poco a poco fue cambiando. Se quedaba contemplándolo con una ceja alzada y Harry apretaba los dientes con fastidio. No se iba a salir con la suya. Podía actuar todo lo ingenuo y despreocupado que quisiera, pero él iba a exponer su ardid. Tarde o temprano.
Todo empeoró un martes, extrañamente durante la clase de Pociones. Malfoy había entrado junto a Parkinson, como era usual. Pero no estaba siendo participativo ni parecía seguir a Slughorn con el interés habitual. Bostezó repetidas veces, y entonces Parkinson empezó a escribir en su pergamino y lo dejaba a la vista de Malfoy. Luego él hizo lo mismo y ella respondió. Estaban intercambiando mensajes. Si tan solo pudiera ver lo que decían… Después de leer una nueva anotación de su colega, se ladeó lo propicio para verlo. Debían estar tramando algo para desviar su atención y detener su investigación. Su sospecha pareció confirmarse al minuto siguiente, cuando el rubio no solo ejecutó su rastrera estrategia de guiñarle un ojo, sino que también sonrió después. Sabe que lo descubrí y no le importa. Harry notó que había retrocedido en su asiento cuando esa sonrisa se amplió y el chico escribió una nueva respuesta. Eso era todo. Acabaría con el maldito suspenso y le borraría esa jodida sonrisa de los labios.
-¿Malfoy acaba de sonreírte? –Ron, que había estado hablando emocionado sobre el último juego de los Chudley Cannons, se detuvo para preguntar eso con completo escepticismo.
-Lleva días con eso. Te dije que tramaba algo.
-Bueno… ¿Algo como qué? –Se sintió súbitamente moralizado, previendo que al menos podría tenerlo a él de su lado.
-Es lo que tengo que descubrir.
-Ajá. ¿Y cuáles son tus, eh, pistas hasta el momento?
-Todo. Quiero decir, ¿cómo es que no se dan cuenta? ¿Malfoy dando tutorías, siendo asistente de Sinistra y absteniéndose de hacer comentarios mordaces? Es obvio que intenta pasar desapercibido y tener gente de su parte. Quizás como coartada o algo así.
-¿Es asistente de Sinistra?
-Sí, para los primeros años.
-¿Cómo diablos sabes eso?
-Uhmm.
-¿Lo has estado siguiendo de nuevo? –Cuestionó despacio, ante lo que asintió sin apartar la mirada del chico que volvía a atender los apuntes frente a él. El flequillo le tapaba los ojos y se lo apartó con un leve movimiento de cabeza–. Oye, Harry…
-¿Uhmm? –Repitió, aunque con entonación de pregunta.
-Esto… Entiendo que te preocupe un resurgimiento de… fuerzas tenebrosas o algo así, pero… ¿Se te ha ocurrido que Malfoy simplemente ya… no tenga ganas de ser un idiota?
-¿Tú también? –Demandó, empleando un tono más alto de lo debido y atrayendo algunas miradas de los ocupantes de otras mesas. Debía recordar que estaban en la biblioteca.
-Tú mejor que nadie sabes que siempre he pensado que es un clasista y egocéntrico de mierda, y jamás creí que diría esto, pero… Ha mejorado. Ya no se burla de los demás ni juega bromas pesadas. Al contrario, hace unos días lo vi detener una pelea y acompañar al chico lesionado a la enfermería. Y sí, suena difícil de creer con todo su pasado, pero quien sabe, quizás incluso él puede cambiar y dejar todo eso atrás –Harry estaba impactado. No, más que eso. Estaba horrorizado. Lo esperaba de cualquiera menos de él.
-Es Malfoy –recalcó.
-Lo sé. Y creo que por eso estás siendo tan prejuicioso, no te culpo… Pero me parece que esta vez te equivocas.
-Y yo sé que no es así –el pelirrojo suspiró–. ¡Lo acabas de ver! Esa mirada desafiante y la sonrisa de estar saliéndose con la suya. Él jamás me ha sonreído sin motivos retorcidos detrás.
-Uhm, eso sí fue raro –concedió, aunque también se encogió de hombros con despreocupación–. Quizá se ha dado cuenta de tu acoso y se está divirtiendo a costa tuya. No lo culparía por eso tampoco. Mira que tener a alguien pendiente de cada movimiento tuyo suena exasperante.
-¡No lo estoy acosando! ¿Y acaso acabas de defenderlo? –Ron meneó la cabeza y empezó a recoger sus apuntes.
-A lo que hemos llegado… Y sí, pienso que lo acosas injustificadamente. Por fin nos ha dejado en paz, se esfuerza por ser una persona civilizada. ¿No puedes simplemente pasar de él y disfrutar de nuestro último año?
-Es lo que él espera que haga –su amigo rodó los ojos con más fastidio del necesario.
-Iré a buscar a mi novia. Que disfrutes tu sesión de acoso vespertino –y con eso se retiró, mientras Harry se quedaba enfurruñado observando el ligero mohín en los labios del Slytherin, que debía estar fraguando cómo aplicaría la información del gastado libro en sus actuales planes malévolos.
La primera nota llegó un viernes. Acababan de regresar de las vacaciones de navidad, y nadie parecía estar listo para reanudar las clases. Especialmente cuando la primera era una cátedra doble de Historia de la Magia. Malfoy no era la excepción, pues estuvo dormitando durante la primera media hora y después lo había visto escribir frases aleatorias en su pergamino. Hasta que en determinado momento se encontró con su mirada. Sucedió lo que se había vuelto usual. Es decir, un apreciativo y silencioso escrutinio que terminaba con un guiño perezoso y una desalmada sonrisa. Harry apretó los dientes, pero siguió vigilante aun cuando apartó la mirada. Malfoy cortó una esquina de su pergamino y empezó a escribir. Entonces hizo una bolita desordenada y acto seguido se la lanzó. Parpadeó confundido antes de procesar lo que acababa de suceder. En especial cuando el Slytherin dio una ligera cabezada señalando el papel que había aterrizado sobre su libro cerrado. Harry miró alrededor, pero la mayoría estaba demasiado adormilada o distraída con otras asignaciones para prestar atención. Eso podría ser una trampa. Alguna especie de maldición que se activaría al abrirlo o al leerlo. Por eso solo tomó la bolita, la arrugó un poco más y la embutió en su bolsillo. Gracias por contribuir dándome evidencia. Malfoy alzó una ceja y genuinamente rió entre dientes antes de volver a mirar al frente.
Harry no había olvidado ese incidente cuando salió de ahí. Y tan pronto como pudo, se encerró en un cubículo de los lavabos del cuarto piso para revisar la nota. Nada ocurrió al alisar el papel, tampoco parecía ser un hechizo. Era una nota de varias líneas, con la pretenciosa caligrafía estilizada del Slytherin.
Mi estimado rival,
Desde hace semanas que me tienes revisando mi imagen en el espejo una y otra vez, convencido de que tengo algo en la cara. Pero creo que hoy has marcado un récord, doce minutos viéndome sin apartar la mirada. ¿Tanto me extrañaste durante las vacaciones?
DM.
Volvió a arrugar la nota, solo para extenderla un minuto después. ¿A qué estaba jugando Malfoy? Haciéndose el desentendido y mandando ese críptico mensaje. Harry no caería en ese truco tan rastrero y predecible. Si bien la nota no contenía tintes amenazantes o sospechosos, la guardó en su monedero de piel de Moke y salió de ahí más decidido que nunca a averiguar qué se traía entre manos ese retorcido Slytherin.
La segunda nota llegó ese mismo día, durante su sesión de estudio en la biblioteca. Estaba trabajando en una asignación conjunta con Hermione, por lo que no podía distraerse demasiado. Sin embargo, cuando ella se levantó a buscar unos libros que necesitaban como referencia, aprovechó para lanzar su mejor mirada amenazante al Slytherin, que aparentemente ayudaba a estudiar a una niña de segundo año. Asentía con una sonrisa de ánimos y le mostraba pasajes del libro con el dedo. Tomó escasos minutos para que percibiera su mirada, y él se cruzó de brazos para remarcar su amenaza. Malfoy sonrió de lado, dándole una instrucción más a su pobre e ingenua discípula antes de cortar un trozo de pergamino. Sabía lo que iba a suceder a continuación. Aunque en esa ocasión no arrojó la nota, sino que la dobló pulcramente y la envió levitando hasta que aterrizó sobre su redacción de Defensa. Harry rechinó un poco los dientes pero cayó presa de su curiosidad.
Mi más admirable antagonista,
Por tu expresión intuyo que sí leíste mi primera misiva, a pesar de que hiciste todo ese teatro de que la desecharías intacta. ¿La guardaste en un cajón junto a tu cama para leerla antes de dormir? ¿O quizás la llevas en tu bolsillo todo el tiempo? Qué adorable.
DM.
Que se burlara todo lo que quisiera, el Gryffindor seguiría tras su pista y al final sería quien detuviera sus planes y lo expusiera como el cretino despreciable que seguía siendo. A ver si entonces lo seguía encontrando adorable.
Mi apreciada molestia,
¿Alguna vez contestarás a mis misivas? Resulta tímido de tu parte considerando que me admiras tan descaradamente desde la distancia. Me siento halagado, por supuesto. Pero esperaría más osadía del niño-que-vivió. Solo digo.
DM.
Harry sonrió victorioso, reconociendo la amenaza entre el absurdo parloteo del rubio. Pero Malfoy estaba muy equivocado si pensaba que eso lo haría caer. No, esa vez sería prudente y lo dejaría en evidencia cuando pudiera respaldar sus argumentos. Por eso guardó también esa nota, incluso frente a la sonrisa taimada del autor. No pensaba responder a ninguna de ellas, por supuesto. Aunque esa determinación se tambaleó cinco minutos después, cuando recibió otra nota del mismo remitente.
Mi distinguido némesis,
Ver cómo guardas mis notas ha hecho mi frío corazón saltar de alegría. Solo sé prudente de que tu novia no las descubra, odiaría que se interponga entre nuestro naciente idilio.
DM.
No se pudo contener ante semejante desborde de cinismo, arrugando el papel mientras rechinaba los dientes. A unos metros de distancia, Malfoy se llevó una mano a la boca para acallar su risa, aunque todavía atrajo un par de miradas curiosas y extrañadas. Por su parte, usó sus mejores habilidades de mímicas para dar un claro mensaje. Vas a caer. El Slytherin arqueó una ceja y conservó su insufrible sonrisa, con los ojos relucientes de iniquidad.
Para el final de esa semana, Harry ya tenía toda una colección de notitas. Recibía al menos un par al día, la mayoría de ellas durante clases. Las había esparcido por su cama, tratando de ordenarlas cronológicamente para buscar el mensaje oculto que las vinculaba a todas. Suspiró antes de empezar a leer, tratando de contener la furia e indignación que habían causado las últimas que recibiera. Tomó un organizador de actividades (de esos que tenía de sobra por ser amigo de Hermione) y empezó a enlistar cuándo y dónde había recibido cada una.
Nota #5. Martes, encantamientos.
Mi adversario favorito,
Empiezo a preocuparme de que te vaya mal en las clases porque pasas más tiempo atento a mí que a ellas. ¿Te serviría una fotografía? Así me puedes admirar incluso en la soledad de tu dormitorio.
DM.
Nota #6. Martes, jardín oeste.
Mi encantador oponente,
Verte de nuevo junto a tu novia ha sido un devastador paraje. Y yo creí que teníamos algo especial. Aunque debo admitir que experimento cierto malsano regocijo al notar que incluso estando con ella no puedes apartar tus ojos de mí. ;)
DM.
Nota #7. Miércoles, Herbología.
Mi atesorado opositor,
Creo que ya lo entendí. Y aunque mi renovada moral me lo impide, creo que podría caer si me das los motivos adecuados.
DM.
Nota #8. Miércoles, Pociones.
Mi dulce acosador,
No sabes cómo sufro con tu silencio. Aunque me regocijo en tus miradas de embeleso. ¿Sabes qué? Olvida mis restricciones anteriores. Dile a ella que saldrás a ver la luna y te prometo que te haré ver las estrellas ;)
DM.
Nota #9. Miércoles, biblioteca.
Mi calumnioso pretendiente,
Tu forma de cortejar empieza a llamar la atención. A este paso tu novia nos descubrirá y se armará un escándalo. Sugiero que antes de que eso pase huyamos juntos, te espero al atardecer junto al lago.
Draco.
Nota #10. Jueves, biblioteca.
Mi adorado archienemigo,
No había notado que este día no compartimos ninguna clase hasta que me percaté de la ausencia de tórridas miradas. Dame ahora una que recuerde por el resto de la noche.
Draco.
Nota #11. Viernes, Herbología.
Mi apreciada caída en desgracia,
Me gustaría estar en tu mente. Saber qué tanto piensas mientras me observas en silencio. Mis amigos sugieren que imaginas todo lo que mi túnica estudiantil esconde. Y si ese es el caso te pregunto, ¿cuánto tiempo seguirás conformándote con fantasías?
Draco.
Nota #12. Sábado, gran comedor.
Mi querido confabulador,
Oh sí, tuve la osadía de enviar esto vía lechuza. Estabas muy alterado ayer con mi última misiva, por lo que comprendo que acerté. No hay razón para ser tímido al respecto, Harry. Cuando desees podemos liberar la tensión de años de la manera más exquisita y pecaminosa que se te ocurra.
Tuyo, Draco.
El moreno rechinó los dientes, volviendo a sentir que enrojecía de furia. Malfoy estaba haciendo todo lo posible por distraerlo, incluso si eso significaba emplear una estrategia de lo más cuestionable y enfermiza. Empezaba a sentir que el Slytherin ganaba terreno. Parecía inmune a sus miradas de advertencia y a su gesto desafiante. No quería llegar a eso, pero era el momento de recurrir a una confrontación verbal.
Tenía todo planeado para ese lunes. Usaría el mapa para ubicar el aula donde el rubio daba sus tutorías y lo esperaría después de que hubiera terminado. No obstante, su plan sufrió un importante revés esa mañana, cuando recibió su primera misiva de la semana.
Mi apasionado tormento,
¿Extrañaste verme ayer? Sabes que todo se arreglaría si terminaras con esa ingenua novia que tienes. Entonces podrías desnudarme más que con la vista. Y aunque no tengo nada en contra del uniforme escolar, definitivamente preferiría tener tus piernas sobre mis hombros.
Tuyo, Dray.
Se encendió de ira después de leer esas infames líneas. Esa sería la única nota que desecharía como evidencia en pos de un incendio. Lo único que impidió que lo hiciera de inmediato fue que eso llamaría la atención de sus compañeros. Por eso guardó el maldito trozo de pergamino en su bolsillo y apretó los dientes ante la ufana sonrisa del rubio.
Sin embargo, no fue en ese momento que la nota casi alteró sus planes. No. Fue después del almuerzo, cuando Ginny y él caminaban por el jardín durante su hora libre. Iban tomados de la mano, con ella en su diatriba de siempre y él ensayando en su mente lo que le diría a Malfoy al confrontarlo. Su novia se detuvo de pronto, mirando alrededor antes de volver a hablar.
-Estaba esperando que lo mencionaras, pero como parece que no lo harás, tendré que preguntar.
-¿De qué hablas?
-Del sinfín de notas que intercambias con Malfoy. Sí, lo he notado.
-No intercambio notas con él.
-¿Se te olvida que ahora somos compañeros de clase?
-Son estupideces.
-Hoy parecías nervioso después de la que te envió –Harry tragó saliva y ella frunció el entrecejo–. Lo último que quiero es convertirme en una novia celosa y paranoica, pero tienes que admitir que eso es… sospechoso. En especial por el modo en que te sonríe últimamente, como si… tuvieran un secreto en común o algo así.
-Merlín, Ginny. ¿Te estás escuchando? ¿Qué secreto podría tener con él? Te dije que estaba investigando lo que trama y todavía sigo en eso.
-¿Y las notas?
-Es su estrategia para distraerme. O para sacarme de quicio, no lo sé.
-¿No son amenazas, o sí? –Su tono se tornó más serio y precavido con eso, pero él negó. Luego asintió.
-De alguna forma lo son. No directas, pero… algo así.
-Algo así –repitió–. ¿Puedo ver?
-Es… no creo que sea apropiado.
-¿Por qué no? –Harry se devanó los sesos para dar con una buena respuesta a eso, pero al final simplemente volvió a negar.
-Son… mensajes subidos de tono. Es obvio que solo busca intimidarme para que desista de desenmascararlo.
-¿Mensajes subidos de tono? –Inquirió despacio, en una mezcla perfecta de incredulidad y horror.
-Olvida que dije eso. Voy a confrontarlo al respecto y me encargaré de que se detenga.
-Uhmm, como digas –Ginny se abrazó a él, dándole un ligero beso en la mandíbula. Había pasado algún tiempo desde que eso ocurría y cerró los ojos, aunque no logró despejar del todo su mente. Sin embargo, tan fortuito como había iniciado se detuvo. No comprendió por qué dio una carrera hasta la orilla del lago. Entonces lo vio. El trozo de pergamino entre sus dedos.
Harry corrió mientras le gritaba que no lo hiciera, pero ella ya tenía los ojos agrandados con espanto.
-Te dije que no quería que lo leyeras –insistió, arrebatándole la problemática nota.
-Harry…
-Gin, son divagaciones estúpidas para hacerme rabiar. Te lo dije, ¿no?
-Sí, pero… Es demasiado.
-Exacto. Y por eso voy a exigirle que se detenga.
-Uhmm.
-¿Qué pasa? –Cuestionó, bajo el especulativo escrutinio de la chica.
-No es que dude de ti, pero… Lo miras tanto que si no estuvieras explicando cómo son las cosas, podría creer que esa nota es auténtica.
-¡Ginny! –Se quedó con la mandíbula floja un par de segundos, antes de negar con énfasis–. Jamás te sería infiel. Mucho menos con alguien como él.
-Lo sé, solo… Resuélvelo, ¿sí? Ahora vamos a clase, necesito lanzar un par de encantamientos para despejarme –y sin esperarlo emprendió el camino de regreso hacia el castillo.
Su plan funcionó y fue un completo fiasco. Después de la mencionada clase de Defensa, usó el mapa para ubicar a Malfoy. Se mantuvo cerca del aula del tercer piso hasta que notó que la mayoría de puntitos que lo acompañaban se alejaban de ahí. Cuando ya quedaban solo dos, se acercó sigiloso al salón. La puerta estaba entreabierta y adentro sonaba la voz de un niño.
-...y yo solo… Lo siento. –¿El cretino Slytherin obligaba a un pobre chiquillo a disculparse con él? Harry estuvo por irrumpir furioso listo para defender al menor, pero entonces escuchó la suave voz del tutor.
-Hey, no te disculpes por eso, Marvin. Todos tenemos malos días. Si te pedí que te quedaras fue precisamente por eso. Te he notado distraído en las últimas clases y supe que fallaste en la entrega de una asignación. ¿Hay algo que te esté impidiendo obtener tus resultados habituales?
-Yo… –Se escuchó un sollozo.
-Eso pensé. No tienes que decirme a mí, pero deberías hablar con alguien. Eres un chico valiente, pero todos tenemos nuestros límites. Y a veces ayuda tener un amigo que nos conforte. Y en el caso de que sea algo más grave, como un problema familiar o una enfermedad… sería apropiado que tus maestros estén al tanto. Horace parece serio pero es muy comprensivo. Y Sprout es tu jefa de casa, no puedo pensar en alguien más amable que ella. No tienes que afrontar las cosas solo.
-Gracias, Draco –las palabras salieron entre hipidos–. Hablaré con ella.
-Eso es. Ahora ve a descansar, juega algo de snap con tus amigos. A veces las cosas no son tan malas como parecen, y tú eres alguien fuerte –el joven rió y Harry vio por la unión de la puerta que el niño le había dado un impulsivo abrazo. Cuando se alejó, el rubio le alborotó el cabello con pretendido afecto–. ¿Nos vemos el viernes?
-Sí. Que descanses –se apartó del camino del chico justo a tiempo, esperando que cruzara la esquina antes de guardar su capa de invisibilidad. Entonces entró en el aula–. ¿De regreso tan pronto? ¿Qué olvidaste esta vez? –La voz seguía siendo amigable, mientras el rubio recogía ingredientes en un maletín. Entonces alzó la mirada–. Pero miren a quién tenemos aquí –su entonación y lenguaje corporal cambiaron por completo. Ya no era el inofensivo tutor que había consolado al pequeño Hufflepuff, sino el insufrible y taimado tipo al que conocía–. Llegas tarde para la lección de Pociones, pero podemos improvisar una de Transformaciones. Se me ocurre que puedo transformar ese aburrido uniforme en un atrevido conjunto de lencería –Malfoy mostró la mano que su cuerpo había estado escondiendo. Sus dedos jugueteaban con su varita. Harry alcanzó la suya por instinto.
-Te aseguro que no quieres batirte a duelo conmigo.
-Depende de lo que definamos como duelo.
-No te quieras pasar de listo –más que verse afectado o intimidado, el Slytherin rió entre dientes. Luego, con absoluta parsimonia dejó la varita sobre la mesa. Él siguió apuntándole con decisión.
-¿Vas a atacar a un mago desarmado? ¿Dónde está tu caballerosidad Gryffindor?
-Estás acabando con mi paciencia, pero no ganarás. Sé muy bien lo que planeas.
-Um. ¿Se puede saber de qué me acusas exactamente?
-Eso ya lo sabes.
-¿No? Sino no estaría preguntando… Harry –dijo, empleando un tono más ronco y evidentemente provocador.
-Ya basta. No lo vas a conseguir, no importa qué tanto te esfuerces por distraerme.
-Oh. Así que soy una distracción para ti.
-Escucha, Malfoy. Puedes fingir todo lo que quieras, pero yo te conozco.
-Siempre podemos conocernos mejor –Harry rechinó los dientes, sin permitir que lo desviara de lo que había llegado a decirle.
-Y sé que es cuestión de tiempo para que reveles tus cartas.
-¿Así que mis notas ya no bastan, ahora quieres cartas?
-Pero no importa cuándo lo hagas, te voy a detener. No bajaré la guardia ni un momento.
-La guardia es lo de menos, mientras te bajes algo más –retrocedió medio paso ante semejante desfachatez y el rubio se echó a reír.
-¡Y ya fue suficiente de eso también! No quiero más notas, ni guiños ni nada.
-¿Así que tú puedes acosarme descaradamente y yo debo aceptarlo sin más?
-No es acoso. Te vigilo. Lo que tú haces sí lo es –Malfoy arqueó una ceja, su sonrisa inalterable.
-Si tu forma deliberada e insistente de verme no es acoso, entonces mis creativas notas tampoco lo son. Y mientras tú continúes con tu vigilancia, yo continuaré con mi… cortejo –su mano extendida tembló y Harry la bajó despacio para que eso no fuera tan evidente.
-¿Qué dijiste? –Pero Malfoy no respondió, sino que volvió a tomar su varita y con un movimiento ordenó su maletín antes de cerrarlo. Entonces la guardó en su muñequera y le dio una caótica sonrisa.
-Prepárate Potty, porque acabas de desatar el infierno.
-¿Es una amenaza?
-Es una declaración. Este año iba a pasar sabiamente de ti, pero te has esforzado con ahínco en llamar mi atención. Bien, ahora la tienes. Disfruta las consecuencias –siseó esa última frase, empezando a caminar hacia él y deteniéndose a un paso–. Solo recuerda que fuiste tú quien ha estado avivando la hoguera, ahora no te quejes de que te explote en la cara. Aunque ya sabes lo que dicen, el niño que se quema ama el fuego. Y tú podrías terminar deseando que las cosas sean como en esa nota que tan agitado te puso –y llegando al punto culmen del descaro, Malfoy le lanzó un beso antes de alejarse de lo más despreocupado.
Su tormento inició a primera hora del siguiente día. Malfoy solía ser discreto al entregarle sus infames notas, haciéndolo durante clases soporíferas y cuando la biblioteca estaba vacía. Pero esa mañana, una nota en forma de corazón cruzó por completo el gran comedor antes de aterrizar frente a él. Muchas conversaciones se acallaron y demasiadas miradas se posaron en él. Harry tuvo el desatino de mirar con odio hacia quien la había enviado, solo para encontrarse con una amplia sonrisa y con un descarado guiño. El grupito de Slytherins que siempre acompañaban al tipo rompió en risas. A su lado, Hermione tenía las cejas alzadas en total perplejidad, y frente a él Ron se había puesto verde. Unos puestos más allá, Ginny se veía furiosa. Hizo lo único que se le ocurrió (que no fue precisamente algo razonable o brillante) y se guardó la nota con un movimiento brusco, antes de seguir comiendo en silencio.
Recibió un total de siete notas ese día, aunque llegada la noche no había leído ninguna. Notó que Ron pretendía hablar con él al entrar al dormitorio, por lo que se apresuró a dar las buenas noches y encerrarse tras las cortinas. En la seguridad de su espacio privado, empezó a leer. No tenía forma de saber en qué orden las había recibido, pero pronto comprendió que había tomado la última.
Mi odiosa tentación,
He visto tus ojos refulgir más que nunca este día. Me pregunto si también se ven así cuando experimentas un orgasmo. Espero muy pronto llegar a descubrirlo. Debería desearte dulces sueños, pero eso sería muy aburrido. Prefiero que tengas sueños salvajes, desenfrenados y muy sucios. Y obviamente espero ser yo el protagonista de ellos.
Tuyo con pasional locura, Dray.
Harry dejó caer el papel como si se fuera a prender fuego por sí solo. Se quedó en blanco por varios minutos antes de apretujar todas las notas juntas e introducirlas al monedero que ya estaba al borde de su capacidad. No necesitaba leer eso antes de dormir. O nunca. Las quemaría a primera hora de la mañana. En ese momento necesitaba despejar su mente y descansar.
Obviamente tuvo el primer sueño esa misma noche.
Harry estaba siendo torturado de la peor manera. Su respiración era muy pesada y tenía que morderse la mano para evitar gritar.
-Sigues muy tenso –dijo una voz muy profunda y familiar, deteniendo aquello que lo tenía retorciéndose en silencio. En medio de sus piernas estaba el culpable de eso, con el cabello rubio despeinado, los labios húmedos y la expresión viciosa de un condenado. Respondió a su acusadora mirada con una sonrisa ufana y acto seguido dio una descarada lamida a toda la extensión de su polla. Harry se esforzó por mantener los ojos abiertos y contener el gemido que había provocado, recordándose que no debía dejar que ese tipo ganara. Pero en lugar de verse disuadido, Draco rió entre dientes y volvió a recibirlo en su boca, subiendo y bajando hasta la mitad mientras sus hábiles dedos se hacían cargo del resto, ocasionalmente jugando con sus testículos. El sonido de succión era tan sucio y escandaloso que debería haber temido que alguien los escuchara, pero estaba demasiado perdido en las sensaciones para reparar en detalles innecesarios. El calor en su vientre había alcanzado un punto devastador, y aunque pretendía ser el último en rendirse, esa boca de labios sonrosados parecía incansable, jodiéndoselo como si se le fuera la vida en ello. Cuando se detuvo en la punta de su erección, lamiendo desordenado y acariciándolo con rudeza con su mano, temió que sería quien perdería esa contienda–. No puedes seguir negándolo –intercaló las palabras con sus besos húmedos y rudos en toda la extensión de su excitación–. Esto es lo que quieres, ¿no es así? –Su primer instinto fue rehusarse, pero la mirada caótica y pasional era más de lo que podía soportar.
-Sí… –Draco sonrió desenfrenado, moviéndose suntuoso sobre su cuerpo. Harry cerró los ojos para recibir el beso ardoroso y obsceno que tanto anhelaba…
Entonces sonó su reloj despertador.
Por algún motivo, su primera reacción fue mirar en todas direcciones. Pero obviamente estaba solo tras las pesadas cortinas de su cama endoselada, en la tranquilidad de la torre de Gryffindor. Salvo que todo lo que le faltaba era tranquilidad. El corazón le iba a mil, aunque no sabría decir si era así desde antes de despertar o al tomar consciencia de lo que había estado soñando. Estaba asqueado y horrorizado, en especial porque su pantalón se visualizaba como una maldita tienda de campaña. Eso sí que no. Harry se daría una ducha fría, empezaría a ignorar por completo al objeto de sus pesadillas y tendría una muy necesitada sesión de besuqueo con su novia.
Consiguió solo uno de sus objetivos. La ducha había ayudado, aunque su mente seguía igual de dispersa. Y no era fácil ignorar a alguien que no paraba de llamar su atención, incluso en los momentos más inapropiados. Precisamente por eso no había podido compartir más que un casto beso con Ginny. El imbécil de Malfoy estaba en su lugar habitual junto al lago, pero se había abierto más la camisa y sus amigos le lanzaban ráfagas de aire con las varitas, consiguiendo que el cabello rubio ondeara al igual que sus prendas. Y apenas notaba que su mirada se fijaba en él, empezaba a morderse los labios, tirarle besos y hacer señales sugestivas hacia su entrepierna.
-Esto es… Ya no sé qué pensar, Harry.
-Solo está siendo un idiota.
-Es incómodo.
-¡Exacto! –Ginny apretó los labios y pareció estar conteniendo la respiración cuando dijo el resto de un tirón.
-Es incómodo ver que realmente te afecta.
-Pues claro que me afecta, es repulsivo.
-¿Seguro que eso es lo que piensas? –Giró hacia ella, listo para discutir y negarlo como era debido, pero tenía una expresión cauta y reflexiva que lo detuvo–. Fuiste tú quien empezó todo, por si lo has olvidado. Y cuando dijiste que lo solucionarías, pensé que te referías a solo ignorarlo y terminar con todo.
-No puedo solo ignorarlo. Significaría dejar que gane –la pelirroja resopló, a lo que siguió una corta risa sarcástica.
-Yo diría que ya ganó.
-Ginny…
-Es la verdad. No dejas de verlo en cada clase, en los espacios comunes… E incluso cuando estás conmigo. Tu obsesión con él es tan evidente que incluso parece que… te gusta –tragó saliva después de decir eso, con una mueca de desazón.
-Eso es imposible. Yo solo tengo ojos para ti.
-Creo que eso es lo peor que podrías haber dicho –Ginny se incorporó de inmediato, sacudiéndose la falda y cuadrando los hombros–. Quizás lo más conveniente sea parar por un tiempo.
-¿Parar qué? –Ella agachó la cabeza un poco y entonces lo entendió–. No. Ginny, no quieres eso.
-Harry, no podemos tener conversaciones normales cuando él está enfrente. ¡Incluso cuando no está! Y tú estás más ocupado siguiéndolo y obsesionado con que está planeando algo, que prestando realmente atención a lo que digo, a lo que me preocupa.
-¡No es así!
-¿No? Bien. Dime qué suceso importante te conté hace dos días y cuándo va a suceder –por supuesto, su mente estaba en blanco. Al igual que su expresión, lo que se reflejó en la sonrisa agotada de la chica–. ¿Ahora te das cuenta del problema?
-Dame dos semanas. Te prometo que entonces lo habré solucionado y todo podrá ser como antes, o mejor –Ginny meneó la cabeza, pero finalmente suspiró.
-Dos semanas.
El baño del séptimo piso estaba mayormente a oscuras, pero para nada silencioso. Aunque al menos esa vez se habían cuidado de poner un encantamiento para insonorizar la habitación. Y otro para bloquear la puerta. Entonces pudieron olvidarse del resto del castillo y de todo lo demás que se volvía insignificante cuando estaban juntos. Harry había elegido ese sitio para su encuentro por algo en específico y en ese momento se felicitaba por la elección. Pese a la tenue iluminación, podía ver sus reflejos en el espejo del fondo. Los rayos de luna danzaban en la cabellera de su acompañante, mientras él se deleitaba besando y marcando su cuello. Se aferró más a sus delgados hombros, gruñendo satisfecho cuando Draco retomó sus embistes. Representaban el recuadro más lujurioso que alguna vez había visto, con su torso brillando por los besos de su amante y sus piernas rodeando las estrechas caderas que se movían para penetrarlo hasta el fondo. Rudo y certero como le encantaba. Solo dos cuerpos moviéndose frenéticos en busca de placer. Harry atrajo el rostro del chico, cada vez más perlado en sudor y contraído por la intensidad del momento, sus labios eran suaves y lo consumían con avidez. Draco jamás daría un beso tímido o flojo, era un amante devastador que no retrocedía hasta aniquilarlo por completo.
-¿Qué es lo que quieres? –Susurró con voz ronca contra su oreja, mientras Harry emitía un tembloroso gemido.
-A ti… Solo a ti.
-¡Harry! –La voz de Ron irrumpió en ese caluroso momento, deteniendo su orgasmo y haciéndolo consciente de todo. El rubio detuvo su vaivén, tambaleándose un poco como si recién fuera consciente de su peso–. ¡Harry, despierta!
Entonces la imagen del Slytherin ante él se oscureció y sus ojos miopes le mostraron la silueta preocupada de su mejor amigo.
-¿Ron?
-Ah, al fin. ¿Estás bien?
-¿Eh, sí? –El chico había corrido la cortina cercana a su cama. Tenía el cabello húmedo y una arruga de abatimiento en la frente.
-Te estabas quejando.
-¿Eh? –Repitió, desbordando elocuencia.
-Sí, no sé… Te quejabas y te retorcías. Pensé que las pesadillas habían vuelto.
-Yo… no lo recuerdo –Harry agradeció que las mantas lo estuvieran cubriendo, porque acababa de descubrir un detalle muy incómodo en su anatomía que definitivamente no quería que Ron notara–. Pero gracias por despertarme.
-Uh, claro. Bueno… creo que olvidaste poner la alarma. Deberías ir a bañarte, queda media hora.
-Gracias –repitió. Ron le dio otra mirada extrañada antes de voltear y volver a su rutina matutina. Harry giró hacia el otro lado, dándole la espalda. El frente de su pantalón estaba ligeramente humedecido y su miembro seguía más que erguido tras su último sueño.
Se quedó ahí sentado, con el rostro escondido entre sus manos y sintiéndose más miserable que nunca. Esos sueños lo habían acosado casi cada noche. El escenario cambiaba, pero el resultado era el mismo. Siempre el jodido Malfoy y él haciendo… eso. Y aunque durante el día volvía a recordar que lo detestaba y lo miraba con desprecio, podía sentir que empezaba a afectarlo. El único motivo para no pasar la noche en vela era que temía dormirse en clase y despertar con una maldita erección. Y con el idiota causante de eso sonriendo a unas mesas de distancia. Por eso la noche anterior decidió masturbarse antes de ir a dormir, seguro de que eso evitaría más pesadillas. Se había equivocado, por supuesto. Porque al contrario, ese fue el sueño más vívido y descriptivo de todos. Estaba jodido. En especial porque su plazo con Ginny terminaba en cuatro días. Y él seguía sin desentrañar los planes inicuos del Slytherin. En ese punto, sus únicas opciones parecían ser renunciar a su investigación o a su novia. No era justo. Se le ocurrió que podía fingir que renunciaba a lo primero, y seguir vigilando a Malfoy de forma más discreta. Un camino sencillo y apropiado. ¿El único obstáculo para seguir ese curso de acción? El insufrible rubio. Porque, por mucho que Harry parara con sus miradas de advertencia y demás, sabía que él no lo haría. No, Malfoy había declarado que haría de su vida un infierno y lo conocía lo suficiente para saber que no desistiría en su propósito. Convencerlo de que lo dejara en paz iba a requerir de un enfrentamiento verbal y un posible duelo. Pero Harry estaba decidido a recuperar la tranquilidad de sus días, de una forma u otra.
Notas finales: la idea para este fic vino por una imagen en pinterest, donde salían los encabezados que usé para las notas. Simplemente no pude evitar pensar en lo bien que quedaría para el drarry y una cosa llevó a la otra. El nombre del fic, por otro lado, tiene que ver con la canción de Lady Gaga, jaja. Empezó a sonar mientras editaba (y todavía no le asignaba nombre) y pensé que le venía muy bien. En fin, se agradecen los reviews, follows y favs. Nos leemos la próxima semana.
Allyselle.
