Nota: Esta es mi primera historia de Universo Alternativo. Será una historia larga, en la que se irán fraguando poco a poco las relaciones y veremos la vida de todos los personajes. Incluiré a casi todos los personajes que han aparecido en la serie a lo largo de la historia.
Intentaré subir un capítulo todos los Lunes. Ya tengo varios capítulos escritos, y la serie más o menos encauzada. Espero que os guste. Y si tenéis alguna sugerencia, no dudéis en decírmelo. ¡Disfrutad!
Capítulo 1
La música todavía resonaba en sus oídos cuando abrió la puerta de casa, y notaba la cabeza mareada del alcohol ingerido. Caminó a oscuras hacia su habitación, tirando de la mano de su acompañante, pero debido a la falta de luz, tropezó con la pared, soltando una risa histérica.
-Shhh, no hagas ruido.
-¿Acaso vives con tus padres y te has escapado sin que lo supieran?
-Algo así.
Al llegar a su habitación, cerró la puerta despacio, y se abalanzó sobre él. Su perfume, las manos sobre sus caderas todo el camino a casa y sus palabras susurradas al oído hacia menos de media hora, habían hecho que deseara más que nada lo que sabía que iba a pasar.
Yacía boca abajo, con un brazo debajo de su cuerpo y el otro sobre el torso del chico. Era bastante tarde cuando se durmieron, y esperaba seguir así durante el resto de la mañana, pero un golpe en la puerta la despertó de pronto.
-¡Emily! Levántate ya o llegarás tarde a trabajar…cómo casi siempre -gritó su hermana mientras recogía una prenda de ropa, olvidada junto a su puerta.
-¡Qué! -Emily se despertó de repente-.O Dios mío, vamos levántate, que tengo que irme -sacudió al chico para que se despertara y se levantara.
-Oye, pero vamos a volver a vernos ¿verdad? -preguntó sonriendo mientras se vestía.
-Escucha…
-Robert.
-Robert, tengo una vida muy agitada, pero yo te voy llamando ¿de acuerdo?
Lo empujó fuera de la habitación, y cerró la puerta. Se quedó quieto un segundo, y luego se movió. Probablemente no lo llamaría. Miró a su alrededor, y sentada en el salón, vio a una chica rubia bebiendo café. La saludó con la mano, ella le devolvió el saludo, y luego salió pitando de allí.
Cinco minutos después, Emily Prentiss salió de su habitación medianamente arreglada, cepillándose el pelo con las manos y arreglándose la ropa. Se cruzó con la mirada inquisitiva de su hermana.
-¡No me mires así, Erin! Tendré que divertirme -gritó desde la cocina.
-Puedes hacerlo el fin de semana, no durante la semana. Y si no te das prisa…
-¡Ohh mierda! Gracias Er, no sé qué haría sin ti. ¡Te quiero, hermanita! -le dijo Emily ya saliendo por la puerta.
-Eso me gustaría ver a mi. Sabes que estarías perdida -susurró Erin para si misma, terminando su café.
Cuando Erin entró en la pastelería, la encontró llena de gente. Se sorprendió bastante, puesto que no solía haber tanta gente a mediados de semana. Se acercó a la barra para hablar con Tara.
-¿Y esto? No esperaba encontrar tanta gente hoy.
-No te sorprendas, a la gente le encantan tus productos Erin, eres una pastelera maravillosa -la elogió Tara mientras ponía un café. Erin se puso colorada.
-Gracias Tara, eres muy amable, realmente sólo hago lo que me gusta, y eso es importante -respondió Erin mientras se ponía un delantal y atendía a la siguiente persona.
"Un dulce sueño" era la pastelería que regentaba Erin Strauss desde hacía año y medio. Siempre había soñado con ser pastelera, con tener su propio negocio, y con trabajo y esfuerzo lo había conseguido. Ni su madre ni su marido la habían apoyado en su momento, solamente había contado con el apoyo de su hermana, algo de lo que siempre le estaría eternamente agradecida.
Se levantaba muy temprano, y se encargaba personalmente de hacer pasteles, tartas, cupcakes y cualquier otro dulce exquisito para el paladar. Luego volvía a casa a descansar un rato, mientras Tara abría el local y ella se encargaba casi siempre de que Emily no llegara tarde a su trabajo, y después volvía a la pastelería hasta la hora del cierre. Era un trabajo duro, pero hacía lo que le gustaba y le llenaba.
Emily cogió en brazos al gatito que se acurrucó en una bola contra su pecho. Era su preferido, y lo había bautizado como "Negrito" debido a su color. Todavía no entendía cómo nadie se lo llevaba, puesto que era perfecto. El gato ronroneó por sus caricias, y ella sonrió. Si pudiera, sería ella la que le diera un hogar a Negrito, pero Erin la mataría si apareciera con el gato en casa. Aunque podría esconderlo en su habitación y…Emily sonrió sólo de pensarlo. Pero no haría algo así. No después de todo lo que Erin estaba haciendo por ella. Sin embargo, si tuviera quince años y fuera su madre…Pero Erin no era su madre, y ella ya no tenía quince años sino treinta seis, y a veces (sólo a veces), sentía que debía madurar.
Dejó a Negrito en su jaula y se puso a sus quehaceres. Había llegado (por supuesto) tarde, así que le había prometido a Jason, su jefe, que limpiaría todas las jaulas de los gatos y perros. Una labor bastante tediosa, y que realmente odiaba, pero que le permitía estar a solas con los animales, a los que adoraba.
Jason Gideon regentaba una pequeña tienda de animales, en la que podías encontrar perros, gatos, pájaros, peces y hasta serpientes. Todos con sus correspondientes papeles y todo totalmente en orden. Jason amaba los animales, y quería que en su tienda, todo estuviera correcto.
Aparte de Emily, trabajaban otras cuatro personas más en la tienda, que no entendían porqué seguía dándole tantas oportunidades a la chica. Inexplicablemente, Jason Gideon sentía debilidad por Emily Prentiss.
Llevaba trabajando en la tienda algo más de dos años, y aunque no era el trabajo de sus sueños, Emily le estaba agradecida a Jason por contratarla. Su madre estaba empeñada en que estudiara algo para que siguiera sus pasos, y le hizo caso, en un principio, pero después siguió su sueño y estudió algo para poder trabajar con animales. Aunque tampoco era realmente su sueño: Emily quería ser escritora, y todas las semanas iba a un curso para prepararse para ello. Algún día, Emily Prentiss escribiría su propia novela.
Continuará…
