Holas, holas, holas, holitas. Nuevo fanfic coming! OwO/ hace mucho no escribo uno ni nada que no sea un texto académico –equisde- espero no estar demasiado oxidada xdxdxd Este fic es sobre los viajes de Arthur y Merlín, mientras ella lo entraba y educaba para convertirse en rey nwn ¿Por qué les dedico un fic? Porque son mis personajes favoritos de todo Nanatsu/Mokushiroku y se necesita más contenido sobre ellos, se tenía que decir y se dijo –golpe a la mesa- A pesar de que ambos protagonizan, la historia está un poco más cargada hacia Arthur. Las leyendas del legendario rey de Camelot y todas las producciones que salen como inspiración siempre ha sido mi pación OwO junto con las historia de Sun Wukong xdxd
Habrán muchos OC pero no se preocupen: no hay ni una Mary Sue, ni Gary Stu, ni Winnie Poo, ni Shu, ni Du, ni nada nwn la mayoría serán de un solo capitulo como podrán ver a continuación. Estas versiones de Arthur Pendragón y Merlín pertenecen a Nakaba, yo no más los uso para entretener sin fines lucrativos nwn ¡y para salvar mi poca cordura después de que el maestro Nakaba casi me la destruye por completo en Mokushiroku no Yon-Kishi! ¡Devuélveme a mi Arthur, Nakaba, devuélvemelo! T-T ahhh… ejem… perdón por eso nwnU sin más vacilación, comencemos
Capítulo 1: El pupilo de la maga
El sol nuevamente se alzaba sobre las copas de los árboles. Era una mañana hermosa, ni una sola un nube oscurecía el infinito cielo azul turquesa sobre sus cabezas y los pinos ofrecían sombras irregulares al solitario vehículo que avanzaba sobre el camino pedregoso.
Las ruedas de madera se encargaban de machacar las piedras más pequeñas, mientras las más grandes provocaban que la carroza temblara de vez en cuando; ese ruido, junto con los cascos del burro contra la tierra, eran lo único que se alcanzaba a oír. De vez en cuando, el animal resoplaba por el esfuerzo de llevar su cargamento junto con las tres personas hacia su destino.
Ellos se encontraban sumidos en el silencio. Al frente, un hombre anciano encorvado con una larga y ganchuda nariz de la cual colgaba una inmensa barba blanca se encontraba mirando hacia enfrente, con sus manos arrugadas y engarrotadas sosteniendo el arnés que le permitía guiar a su bestia de carga. Él vestía una ropa humilde que consistía en un pantalón verdoso roído y una larga camiseta blanca de la misma condición; sobre su cabeza llevaba un sombrero de paja para proteger su calvicie del inclemente clima.
Sentada al borde de la carreta con sus largas piernas colgando de ésta, se en contra una mujer alta de cuerpo escultural enfundado en un sencillo vestido morado que la cubría hasta los pies… sino fuera por el enorme escote que se abría hasta casi llegarle al ombligo. Ella se encontraba entretenida, leyendo atentamente un libro sobre hechicería que mantenía abierto sobre su regazo. Unos cuantos cabellos ébano se asomaban de la capucha que mantenía sobre su cabeza, mientras una bufanda le cubría la parte inferior de su rostro.
Un sollozo le llamó su atención, provocando que separará sus bellos ojos dorados de las palabras que devoraba intensamente para dirigirlos al último ocupante. Un niño de apenas siete años se encontraba profundamente dormido en el hueco que dejaban las cajas de mercancía que tenía alrededor. Él tenía el cabello de color ámbar un tanto despeinado con un curioso mechón que le caía sobre el lado derecho de su rostro, vestía unos pantalones negros y una camiseta blanca bajo un chaleco marrón y un cinturón negro con hebilla dorada; a su lado mantenía una sencilla espada de empuñadura plateada. El único recuerdo que le quedaba de su vida pasada.
-rendido como te encuentras ya no puedes esconder tus sentimientos, ¿eh, Arthur?- murmuró ella, acariciando suavemente los cabellos de su joven acompañante. El rostro infantil se encontraba marcado por las lágrimas que ahora brillaban entre sus pestañas cerradas.
Ella no podía culparlo. Apenas había pasado dos días desde que Sir Héctor, Caballero Sacro de Camelot, murió, derrotado por una extraña enfermedad contra la cual había luchado valientemente por más de un mes; un mes terrible lleno de temblores, dolores y sangrado intenso. Al final, la infección fue más fuerte que el hombre.
Fue un tiempo bastante agónico para el niño Arthur, quien había descuidado su propio sueño y comida con tal de auxiliar a su padrastro; se mantuvo fiel a lado de la cama del hombre, llegando a pasar días completos sin descanso. Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron inútiles al final. De hecho, era un milagro que el propio infante no se contagiara también.
Pero eso no fue lo peor: aun cuando el cuerpo de Sir Héctor no se encontraba descansando en santa sepultura, su hijo biológico Kay decidió echar a su hermanastro menor de la casa con poco más de ropa y una que otra de sus pertenecías, incluida la espada. Arthur no peleó, lloró ni suplicó, simplemente aceptó que Kay no quería nada más con él y decidió honrar los deseos de su hermanastro, alejándose en silencio del lugar que fue su casa. Después de todo, ambos siempre habían tenido problemas desde que alguien desconocido dejó al peli ámbar en un canasto siendo sólo un bebé recién nacido.
Fue ahí, mientras Arthur estaba sentado en medio de la calle, completamente solo, sin hogar, sin familia, sin dinero que la mujer pelinegra apareció. Merlín, se presentó y, ante la confusión del pequeño, ella le dijo que lo había estado buscando por todas partes, pues podía sentir un gran poder dormido dentro de él, un poder que algún día lo convertiría en un Rey. Arthur no sabía muy bien a lo que se refería, sin embargo, esas palabras ya las había oído antes pronunciadas por el monarca de Liones, Bartra. Por lo tanto, no le quedaba más que confiar que eran verdad.
Merlín le ofreció al infante viajar con ella para entrenarlo y educarlo en diferentes disciplinas; de esa manera cuando su destino llegará, Arthur estaría listo. Él, en cambio, aceptó más que nada por la curiosidad de conocer Britania, alimentada por su espíritu aventurero que siempre lo había caracterizado. Ese mismo día, partieron de Camelot.
La hechicera suspiró un poco, limpiando las lágrimas frescas que recorrían las mejillas rosadas de su joven pupilo. Para ser tan pequeño, Arthur había puesto buena cara ante la tragedia de perder su hogar y a la única figura paterna que había conocido, incluso ante el odio de su hermanastro mayor.
Siempre sonriendo, siempre riendo lleno de energía y vida. Merlín le dijo que estaba bien llorar con todo lo que vivió recientemente, pero Arthur insistió que se encontraba bien que no pasaba nada y que estaba feliz. Sus palabras no engañaron a la bruja, la cual vio confirmadas sus sospechas cuando el cansancio acumulado durante algo más de seis semanas por fin venció al niño y lo hundió en profundo sueño durante el viaje en carreta. Y así, con todas sus defensas bajas, Arthur se permitió llorar por todo lo perdido.
-Ya casi llegamos a Kamerburi, señorita Merlín- llamó el anciano amablemente. La mujer alzó la mirada hacia donde el hombre señaló.
Efectivamente delante de ellos se alzaba imponente la gran ciudad de Kamerburi, la capital mercante más importante de toda Britania. Custodiada por enormes muros de más de 10 metros de alto, la antigua metrópolis resonaba con energía. Las casas se alzaban una tras otra con una estructura inusual en sus fachadas de ladrillos rojo carmesí, muchas de ellas tenían balconcitos con maseteros y techos de tejas. Algunas edificaciones sobresalían por sus imponentes tamaños.
Sin embargo, la atracción principal de Kamerburi era el enorme mercado que ocupaba la plaza principal completa. Diferentes puestos con las más variadas mercancías se encontraban repartidos a lo largo y ancho del lugar. Vendían desde animales a hortalizas, objetos fabricados con hierro o telas, comida preparada o materia prima para la cocina, juguetes, joyas, vestidos, etc. Cualquiera que fuera tú interés, ahí lo encontrarías.
La pelinegra sonrió un poco, guardó su libro en la bolsa de viaje que llevaba sobre sus hombros y agitó levemente a Arthur con su mano.
-Arthur… Arthur despierta… ya llegamos- anunció suavemente, mientras el niño bostezaba, todavía medio dormido. Arthur se talló distraídamente los párpados con los dorsos de sus manos y levantó sus vivaces ojos violetas.
Todo el cansancio desapreció de su semblante con el primer vistazo de la muralla. Arthur se levantó casi de un brincó y avanzó hasta llegar con el anciano que seguía guiando a su confiable burro. El peli ámbar se sostuvo con ambas manos al borde de la carreta, para inclinar casi medio cuerpo fuera, justo al lado del hombre mayor.
-¿Ese es Kamerburi?- preguntó maravillado el infante con esa honesta sonrisa iluminando su infantil rostro- ¡Es enorme! ¿Ya viste, Merlín? ¡Es enorme! ¡Muy enorme! –exclamó emocionado, dirigiendo su obres violetas hacia su tutora. Ella sonrío, pues los ojos de Arthur parecían resplandecer con estrellas.
-Espera a ver el mercado- respondió, contenta. La emoción pintó aún más la cara del menor, cuya sonrisa se volvió todavía más amplia.
-Me encanta- dijo Arthur, arrodillándose sobre la madera, cruzando ambos brazos para recargarse de ellos. El anciano se río un poco ante la actitud soñadora del chico.
- ¡oh, juventud! Divino tesoro- tosió –debe ser maravilloso estar en la edad en la que todo te impresiona – Arthur lo miró en silencio unos segundo, para volver a sonreír más.
-No diga eso, señor Eugene. Usted todavía está muy joven- dijo Arthur, alegremente. El señor simplemente se río un poco más.
- Eres muy considerado con este pobre anciano – respondió, tranquilo.
Se podía decir que Eugene llegó como una bendición justo en el momento cuando Arthur decidió ir con Merlín, quien le dijo que la primera parada sería Kamerburi. La mencionada ciudad estaba a un día y medio de Camelot en carreta, un poco más a pie; aunque podía ser peor, para los mercantes de Liones les quedaba como dos semanas de viaje sin descanso.
Sin embargo, al ser uno de los puntos claves para el comercio, muchos estaban dispuestos a emprender la larga travesía. Obviamente, no todo era bueno, pues el movimiento constante de monedas de oro también llamaba a las personas que estaban dispuestas a emplear "otra" clase de métodos para enriquecerse.
-Es un viaje peligroso- les advirtió Eugene, cuando Merlín le pidió llevarlos con él – Hay muchos bandidos en el camino… sin mencionar en la propia ciudad. Hay calles, en donde uno no debe asomarse por nada del mundo…
Al final, llegaron a un acuerdo con el anciano y comenzó la odisea. Para ellos, no fue realmente un mal viaje. La hechicera siempre estuvo atenta a sus alrededores, sobretodo en la noche, sin embargo, nunca sintió una presencia hostil a su alrededor. El camino había sido tranquilo, tan tranquilo como los constantes brincos de la carreta por el camino irregular se los permitía.
Al poco tiempo, habían cruzado la entrada principal de Kamerburi y en menos de lo pensado, estaban en el inmenso mercado. Arthur seguía mirando todo fascinado: los colores, los ruidos, la gente que iba y venía, todo era nuevo para él, todo era fascinante, todo le ofrecía miles de oportunidades de aventura. Si bien Camelot era grande, Kamerburi estaba a otro nivel.
El peli ámbar tenía muchas ganas de investigar ese nuevo territorio. Su curiosidad, que tanto le gustaba su maestra, lo llamaba para recorrer cada uno de los locales, las tiendas, las calles… ¡Quería conocerlo todo! Sin embargo, no podía, pues ya había dado su palabra de honor a una misión más importante.
-Muy bien, me voy - dijo Merlín. La razón principal por la cual le urgía tanto a la joven pelinegra llegar a esta determinada cuidad es porque ella misma tenía su propia misión brujerir en la venta y compra de algunas pociones que necesitaba – Arthur, pórtate bien, regreso por ti al atardecer…
-¡SÍ! – exclamó enérgicamente el infante. Sin más, dio un gran salto de la carreta aterrizando perfectamente sobre sus pies. La razón principal por la cual Eugene aceptó llevarlos era porque Arthur le había jurado ayudarlo a vender y como el señor ya estaba muy anciano realmente necesitaba un par de manos extras con su pesada mercancía.
Eugene observó a la mujer tomar camino por la calle, pasando entre el mar de gente que no dejaba de moverse. Al poco, se perdió de la vista. Luego se volvió a ver al infante, quien ya había comenzado a descargar las cajas y acomodar sus contenidos en el local, corriendo de ida y vuelta sin dejar de sonreír.
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Ya había pasado unas cuantas horas desde que comenzó a trabajar. Si bien no era lo que realmente quería, Arthur prefería verle el lado positivo y divertirse mucho mientras vendía los productos textiles del anciano, quien también disfrutaba laborar junto al pequeño.
-Compre este color, señorita, le quedaba mejor con sus ojos- sonrió Arthur a una clienta que iba con sus dos hijas. El chico se encontraba parado sobre una de las cajas de madera para verse un poco más alto.
La señora río divertida ante las palabras del menor, mientras tomaba la tela roja con patrones de flores rosas que Arthur le ofrecía.
-Gracias, pequeño, eres una lindura – contestó ella, después de pellizcarle amorosamente la mejilla derecha al peli ámbar, quien no entendía muy bien por qué las mujeres se comportaban así con él, pero ya se había acostumbrado a los pellizcos y a que le revolvieran constantemente el cabello; por suerte, su inusual mechón de pelo seguía intacto en su lugar legítimo. Arthur observaba que, mientras se alejaban alegres, ellas lo volteaban a ver con ternura.
-Ve por otro rollo de tela, por favor- le pidió Eugene.
-Claro- sonrió Arthur, obedeciendo inmediatamente la petición del anciano. Se acercó nuevamente a la carreta, para revolver entre las cajas hasta tomar tres rollos nuevos con diferentes patrones; entonces, alzó la mirada y vio algo que lo entristeció mucho.
Al poco tiempo, Eugene vio al chico regresar, pero en cuanto dejó su nuevo cargamento en la mesa de madera, echó a correr rápidamente.
-¿A dónde vas?- preguntó el hombre mayor
-¡Ahora vuelvo!- contestó Arthur, marchando hasta el pozo que quedaba en el centro de la plaza pública.
Sin más, el peli ámbar comenzó a jalar de la polea para sacar un poco del fresco líquido vital que yacía en las profundidades de la tierra. La cubeta estaba un poco más pesada de lo que Arthur se esperaba, pero eso no iba a vencerlo tan fácilmente: con trabajo, puedo levantarla y avanzar con de vuelta a donde Eugene lo observaba intrigado.
Arthur le pasó de largo, lo cual levantó más dudas en el anciano, quien lo siguió para ver que se proponía el menor. Entonces, se sonrió.
-Aquí tienes… debes tener mucha sed- dijo Arthur al burro, el cual metió su hocico al agua – perdona por no darme cuenta antes… debí suponer lo cansado que estabas… debió ser muy difícil para ti, ¿cierto? Merlín y yo te pusimos más peso de lo que estabas acostumbrado…
El burro levantó su cabeza para fijar sus enormes ojos negros en el chico que se había sentado frente a él. Arthur sonrió más, mientras el animal de carga volvía a dedicarse a saciar su sed.
-Te llamas Gus, ¿verdad? También pude notar que te duele tu pata derecha… ¿Puedo ver?- indica Arthur acercándose con cuidado, nuevamente Gus lo contempla en silencio por unos momentos, a lo que el peli ámbar toma como una afirmación. Sin más, Arthur se acerca con cuidado, levantando la pata derecha delantera de Gus.
-Ya veo… tienes una piedra atorada – continuó el niño, buscando entre sus ropas hasta que sacó una pequeña daga –ahora mismo te la quito – y así lo hizo.
Gus resopló aliviado al no sentir más dolor y como agradecimiento empujó el rostro del chico con su hocico, mientras le lamia el rostro y le resoplaba en el cabello, agitándoselo aún más. Arthur río, cayendo de sentón al piso, pero eso no detuvo al animal de seguir demostrándole su agradecimiento.
-¡Ya, ya! ¡Me haces cosquillas! – exclamó alegre Arthur mientras se abrazaba de la cabeza de Gus para detenerlo y al mismo tiempo en un gesto amoroso –No hay de qué, me alegra que ya estés mejor- añadió divertido
-Arthur – Eugene se acercó en ese momento, llamando la atención del menor – ¿Por qué no te tomas un descanso para conocer la ciudad?
-Ah, pero… yo… es que… le prometí que… - tartamudeó Arthur. El acuerdo era claro, el chico quedó en apoyar al anciano hasta que Merlín regresará por él con los últimos rayos del sol y todavía no eran los últimos rayos, el astro rey seguía alto en el cielo.
-Tranquilo, tranquilo, está bien… ya trabajaste arduamente durante horas… - contestó Eugene con una sonrisa relajada, mientras se acercaba a él. Arthur se puso de pie cuando el hombre mayor le dejaba una bolsa con monedas entre las manos.
-¡Pero no puedo-! – comenzó Arthur con la conmoción pintada en el rostro.
-Es tu pago por la excepcional ayuda – río Eugene ante la honestidad del chico – Tómalo… es lo menos que te puedo dar…
- Esta bien… -accedió al final Arthur – pero todavía no acaba el día y Merlín me dijo que no me apartará y…
- Entonces quédate cerca y estará bien ¿No crees? – interrumpió de nueva cuenta el señor, contemplando curioso como la conmoción daba paso a la duda, luego a la seriedad hasta que al final, Arthur alzó el rostro con esa sonrisa pura que tanto lo caracterizaba.
-Supongo que es cierto- razonó, alegre. Ha decir verdad, todavía persistía en él ese deseo de explorar Kamerburi. Eugene asintió satisfecho - ¡Esta bien! ¡Muchas gracias, señor! – terminó por exclamar el niño antes de tomar su espada y alejarse corriendo.
Esto sería muy divertido.
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O… al menos así debería serlo. Arthur suspiró… miró hacia la derecha, luego a la izquierda. Se quedó quieto por unos segundos, antes de girarse para mirar atrás de él… entonces, suspiró y se rascó distraídamente la parte posterior de su cabeza mientras sonreía nervioso… No tenía la menor idea de dónde se encontraba.
Después de que Eugene le diera permiso para explorar, el peli ámbar se había dedicado a recorrer el enorme mercado, incluso se había puesto la meta de comprar algún regalo para Merlín para agradecerle por haberlo acogido cuando más necesitaba ayuda, sin embargo, lo que en primera instancia comenzó como una misión simple, terminó con Arthur caminando cada vez más y más lejos hasta llegar a una zona no muy linda, y lejana, de Kamerburi.
-Je, je… creo que me perdí… -se dijo así mismo nervioso. No era porqué le diera miedo ese lugar, más bien le asustaba pensar que Merlín se fuera a enojar con él por desobedecerla. Estaba seguro que ella no se marcharía sin él, pero debía volver antes que la hechicera notara que se había extraviado.
El sol comenzaba a caer. Arthur trepó ágilmente por una barda cercana. Esperaba que la altura le ayudara a ubicarse mejor… si tan sólo pudiera encontrar el camino que daba a la calle principal y el mercado…
Fue entonces que un grito llamó su atención. Con cuidado, Arthur se agazapo sobre sí mismo para ver mejor lo que pasaba: eran tres hombres jóvenes como de unos veinte años, quienes sostenían espadas, las cuales usaban para asustar a dos jovencitas que se abrazaban entre sí. El peli ámbar frunció el entrecejo antes de encaminarse hacia allá.
-¡Ya les dimos todo nuestro oro! ¡Qué más quieren! –vocifero la mayor. Una muchacha castaña que protegía entre sus brazos a una chica rubia. No podían ser mayores de 18 y 14 respectivamente.
-Tranquila, gatita, si nos obedeces puede que no les hagamos daño – río uno de los maleantes.
-¡Por favor! ¡Por favor! ¡Piedad!- gritó desesperada la rubia.
- Es culpa de ustedes por meterse en el lugar incorrecto – indicó el segundo. El tercero comenzó a caminar hacia ellas, mientras la mayor se encargaba de proteger a la menor con su cuerpo, quien comenzó a llorar cada vez más fuerte, aterrada.
-¡Ay, ya cállate, maldita! –vocifero enojado, acortando la distancia con las víctimas. Fue cuando…
- Sus padres no les dijeron que está mal meterse con mujeres- habló otra voz masculina. Los tres bandidos se giran para ver al recién llegado: un niño de apenas siete años de cabello ámbar y grandes ojos violetas los contemplaba seriamente. Lo más inusual de su apariencia era curioso mechón de cabello sobre el lado derecho de su rostro.
Los tres tipos lo miraron unos segundos antes de reírse a carcajadas.
-Oye, mocoso, más vale que te largues de aquí antes de que salgas herido – dijo divertido el más grande ellos, mientras sacudía su espada amenazadoramente. Arthur lo contempló en silencio unos segundo, ladeando su cabeza un poco.
- Así no se agarra una espada – comentó Arthur con toda la confusión pintada en sus jóvenes facciones. Recordaba todas las clases de esgrima con su padrastro y estaba seguro de que esa no era la forma correcta de empuñar una, además tenía gravadas las posturas básicas en su memoria.
- ¿Qué dijiste? –gruñe molesto y ofendido el grandulón. La idea de que un niño tan pequeño fuera a darle clases hacia que le hirviera la sangre.
-Mira, niño, esto no tiene nada que ver contigo. Largo de aquí antes que te lastimes – amenazó el segundo.
- No – contestó Arthur frunciendo su entrecejo con seriedad- Un hombre jamás debe abusar de una dama – terminó, completamente seguro de sus palabras.
-¿Este niño va enserio? – preguntó el tercero, confundido, después de un momento de silencio. Arthur se acerca a ellos, mientras tomaba algo de su cinturón.
- Si lo que quieren son más monedas, tomen estas y déjenlas irse – dijo Arthur, dándole al líder de la pandilla la bolsa de monedas que Eugene le había regalado. Los otros se acercaron a contar el nuevo botín.
-Interesante, niño…- dijo el tercero, bastante divertido.
-Bonito cinturón… ¿Tu hebilla es de oro, no? –continuo el segundo. Ahora los tres tenía unas muecas desagradables en sus desaliñados rostros; Arthur los contempló en silencio, mientras era cercado por los tres. Ambas chicas aprovecharon la distracción para huir de ahí.
- Y que interesante espada llevas- terminó el primero – Te tenemos un mejor trato, mocoso… ¿Qué tal si nos das tu cinturón y tu espada y te dejamos ir vivo?
Arthur pestañó un par de veces, antes de observar atentamente los objetos que mencionaron por unos largos segundos; los otros tres no dejaban de verlo como hienas sobre su presa. Entonces, el peli ámbar volvió a dirigir sus vivaces ojos violetas al líder de la pandilla.
-No pudo… fueron un obsequio de mi padre- contestó con completa seguridad y seriedad. Los otros tres volvieron a pestañar desorientados. Realmente no se esperaban esa respuesta.
- ¡Sabes algo, niño, me tienes arto!- grito el líder, abalanzando su espada en contra del menor - ¡Te macharé y me quedaré con todo! – agregó curioso, sin embargo…
-Te dije que esa no era la forma de agarrar una espada – indicó Arthur. Con unos reflejos impresionantes, había desenfundado su propia arma para bloquear el ataque del enemigo; entonces, da un hábil salto para atrás, evitando la agresión del segundo maleante.
Inmediatamente, el peli ámbar volvió a adoptar una de las posturas que su padrastro Sir Héctor le había enseñado. No existía duda en sus ojos violetas, nada más concentración y seguridad, lo cual le ayudó para reaccionar rápidamente bloqueando dos tajos más provenientes del tercer enemigo.
-¡Maldito mocoso-! – comenzó a gritar el líder de la banda mientras se abalanzaba sobre Arthur como un toro embravecido, pero fue ahí cuando ocurrió algo… inusual…
Las espadas de los bandidos se convirtieron en inmensa serpientes, las cuales comenzaron a enredarse en los cuerpos de los mayores, amarrándolos con mucha fuerza.
-¡Pero que carajos es esto! –vociferaba uno, antes que el reptil terminara rodeando su boca para callarlo. Los otros se sacudían con fuerza, aunque no lograron evitar quedar amarrados y amordazados también.
Arthur contemplaba todo el espectáculo atónito, sin darse cuanta había bajado su espada, mientras pestañaba confundido. Fue entonces que sintió una presencia familiar a su espalda.
-¡Merlín! – exclamó feliz el peli ámbar antes de girarse completamente. Efectivamente ahí estaba la hechicera pelinegra de pie con un objeto circular flotando en su mano. Sin darse cuenta, la noche ya había cubierto la tierra con su manto de oscuridad.
- Arthur… se puede saber ¿Qué estás haciendo solo en la parte más peligrosa de Kamerburi? –interrogó seriamente la maga al momento que su pupilo llegaba corriendo a su lado. Arthur se detuvo en seco, cambiando su expresión de alegría por una de vergüenza y nerviosismo, al mismo tiempo que volvía a rascarse la cabeza.
- Ah… bueno… yo… es que… bueno… veras… - tartamudeó el menor, mirando hacia cualquier lado menos los ojos dorados de Merlín. No podía encontrar una buena excusa por su desobediencia. Oh, sí, su maestra debía estar realmente enojada…
-Muy buena defensa ahí, Arthur- interrumpió Merlín con una sonrisa enternecida – Sir Héctor te entrenó bien… aún tienes que mejorar algunas cuestiones, pero vas por buen camino…
Arthur alzó la mirada tan rápido que por poco se marea. Al contrario de lo que esperaba encontrarse, ahí estaba la maga con una expresión tranquila en su hermoso rostro. Uff, qué alivio entonces Merlín no estaba molesta y… un momento…
-¿Hace cuánto estas aquí? – preguntó Arthur
-Desde que comenzaron a rodearte- contestó la hechicera tranquila. Sin más, caminó para recuperar la bolsa de monedas que su pupilo había ganado honradamente – esas dos niñas fueron muy groseras al abandonarte así, después de que te arriesgaste por ayudarlas…
-Está bien- comentó Arthur – no las culpo por querer salvar sus vidas… después de todo es algo muy humano ¿No crees? – agregó mientras otra de sus honesta, puras y radiantes sonrisas iluminaba sus facciones. Merlín lo contempló sorprendida por un momento, antes de sonreír también.
-Supongo que tienes razón… - aceptó la maga, tranquilamente- ven, vamos al mercado… esta noche dormiremos aquí y mañana temprano seguiremos con nuestro viaje – agregó, estirando su mano hacia el infante.
- ¿A dónde iremos ahora?- cuestionó Arthur curioso, aceptando la mano de su maestra, quien se quedó meditando su respuesta.
-Podemos ir al norte… realmente no tengo un destino en mente… -comenta tranquila, observando nuevamente los vivaces ojos violetas de su acompañante.
-¡Al norte será! – exclamó Arthur alzando su puño al cielo, entonces se suelta de Merlín y comienza a correr -¡Una carrera al mercado, maestra!
-¡Arthur! ¡Espera! ¡Te puedes volver a perder!- grita Merlín sin mayor opción que correr detrás del animoso niño.
Este viaje apenas comienza.
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¡Y listo! Primer capítulo terminado. Siempre me he preguntado cómo sería la vida de este par cuando él era un bebé OwO okno nwnU bueno, más o menos nwnU más bien un niño pequeño nwn por lo que se vio de él en ese capítulo extra del manga debió de haber sido una ternurita adorable OwO También se vio que era alguien muy perceptivo desde chiquito, capaz de darse cuenta del odio que Kay le tenía.
Ahora un poco de historia XD Según el clérigo Godofredo de Monmouth, el nacimiento del legendario rey es curiosito por decirlo de alguna manera nwnU: todo comienza con su padre, el rey Uther Pendragón, quién se enamora perdidamente de Igraine, la cual ya estaba casada con Gorlois, duque de Tintagel. Ésto provocó una guerra entre ambos hombres, donde el ejército del rey sitió el castillo del duque durante muchos días (Helena de Troya dónde xdxd).
Al final, el enamoramiento y la locura pudieron más que Uther, quien recurrió al mago Merlín por ayuda. El hechicero aceptó, pero a cambio el monarca debía entregarle el primer hijo que naciera por su unión con la duquesa. El rey da su consentimiento y Merlín lo convierte en una réplica exacta de Gorlois.
De esta manera y mientras su ejército sacaba al duque y sus hombres del castillo, Uther se cuela a la habitación de Igraine y se une a ella concibiendo a Arthur. Esa misma noche, Gorlois es asesinado en batalla y los sabios le aconsejan a la viuda contraer nupcias con Uther. Al nacer Arthur, Merlín se lo lleva como fue su acuerdo, para entregárselo a Sir Héctor, quien ya tenía un hijo llamado Kay, para que criará al bebé.
Nakaba no se ha pronunciado al respeto, pero como el Arthur de Nanatsu/Mokushiroku tiene un hermano mayor llamado Kay y de hecho fue adoptado por un caballero sacro asumiré que esta es la historia de su origen también xdxd así que efectivamente el encuentro entre Arthur y Merlín no fue ninguna casualidad xdxd pues ella fue quien se lo entregó a Sir Héctor, cosa que obviamente no va decir porque de lo contrario no sería el jabalí de la Gula que conocemos xdxd (esta mujer tiene más secreto que una caja fuerte xdxd xP ). Igual Arthur no sabe que es hijo de Uther ni que su apellido es Pendragón, de lo contrario sabía que podía aspirar a la corona por tener sangre real xP
Ahora si esto es todo, hasta la próxima! PD: Luego quizás diga la historia de Cath Palug de acuerdo a las leyendas artúricas xdxd
