Fic

Historias de Albert y Candy

Hechizo de Amor

Por Mayra Exitosa

Inspirada en la Imagen de Lulú Mtz.

Las rosas tienen espinas, no por nada son suaves sus pétalos y el olor de su perfume hace la esencia poética de un jardín de ensueño, el amor es similar, para una joven enamorada sabiendo que es imposible conquistar el corazón de alguien tan ajeno a su vida, un perfume puede hacer la diferencia, ver a la niña oliendo a rosas, le hizo pensar que ella podía hacer un hechizo especial, algo que hiciera que su amor por el fuera eterno y así decidida tomaba de los mismos jardines del castillo los pétalos de todos los colores, incluyendo la rosa secreta de la reina madre que mantenía separada en un jardín privado, ya que ese era el símbolo del amor de su marido por ella, había traído esa rosa desde tierras lejanas para que ella viera un color diferente a los que tenía en su amado jardín y al llegar esa rosa… ella le anunciaba la llegada de su primer hijo.

Nuestra hechicera enamorada, planeo fríamente conquistar el corazón de cualquiera de los príncipes que la reina hubiera tenido, pero el hechizo salió mal, pues no podía enlazarlos a los príncipes y eso detuvo todo su esfuerzo, sin embargo, volvió a ver a la niña, la hija de la mujer que lavaba la ropa y ella llevaba una charola de pastelillos cada tarde para la merienda de los príncipes, la dejaba en un cubículo, para que ella no fuera vista, y desde ahí era tomada por el mayordomo imperial.

Los reyes habían tendido cuatro hijos, William Albert, el mayor; Alistar y Archivald, los mellizos y el menor Anthony, los cuatro finalizaban sus actividades imperiales y se reunían en el salón del te de su madre, para comer pastelillos y celebrar la reunión con la reina.

La hechicera brillo en ideas y su plan formuló perfectamente, los príncipes merendaban con su madre y ella por tener asuntos que atender junto a su marido viajaría durante un tiempo, aprovechando su ausencia tomo su esencia de rosas y puso a los pastelillos de una charola, que brillaba especialmente por ser la única que utilizaban para llevarle con dedicación cada tarde la merienda.

Ese día en especial, llegaba un visitante amigo de los Príncipes, el Duque Legan, quien, acompañado de su hermana, deseaban saludar a sus primos lejanos para invitarlos al festejo de la joven, quien enamorada deseaba conquistar a uno de los príncipes en especial, más su hermano sabía que en el salón del té, solo el podía ingresar, por lo que la dejaba en los jardines en la espera de avisar a los príncipes para que le dieran su venia y poderlos ver. - No te tardes Niel, estaré ansiosa por verlos. - No me has dicho a cuál de todos quieres pequeña, solo sé que cada que vienes al castillo usas tus mejores atuendos y sé por mucho que uno de ellos atrapó tu corazón. La joven se avergonzaba y no decía nada.

La pequeña hija de la lavandera del castillo llegaba hasta la cocina por su encomienda principal, llevar la charola al cubículo del mayordomo. - Candy, espera un poco, estoy colocando los de fresas con crema y los de chocolate. - ¿Podrías dejarme alguno escondido para mí? - Sabes que esos son solo especiales para ellos, pero hare lo posible con lo que me resta para dejarte alguno de vainilla, si puedo.

Candy sonreía, nunca le daban pastelillos a ella, así que ya estaba acostumbrada a llevarlos y olerlos solamente, al final ella regresaría a los establos reales, para tallar a los caballos y hacerles sus trenzas con flores, para la salida de cualquiera de ellos.

La hechicera con las rosas tejidas en su atuendo se acercaba al ver a la rubia de ojitos verdes sentarse en la espera, mientras ella inyectaba sin ser vista cada pastelito que en la charola yacía. En un giro de la repostera, la hechicera desaparecía. Y esta llamaba a Candy para que llevara sus hermosos y apreciados ejemplares. - Mira Candy, no debo darte ninguno, pero este pequeñito, es para ti. - Gracias, prometo no volver a pedirle, es solo que su aroma me ha tentado durante meses. - Lo sé, a mi también me sucede, así son los príncipes de bellos, me tientan en mis sueños. - ¿de verdad? ¿y te los quieres comer? - ¡Oh por Dios! Por supuesto si pudiera. La repostera se ponía roja y se iba corriendo de la vergüenza que le dio, a lo que no veía el rostro que la rubia le ponía, al creerla una caníbal en la cocina existía.

El olor de la charola se le hacía familiar, y es que ella todos los días había olido los pasteles, pero tal vez sería porque se había comido muy rápido el pastelillo que le dieron, que el olor de esos pasteles a otro lugar le parecieron.

La charola entraba en el cubículo, y ya del otro lado esperaba el mayordomo, con media sonrisa para la pequeña rubia, a la que no dejaban ver a los príncipes. Solo podía llegar hasta ese lugar, ella salía y se iba a los establos, más contenta que de costumbre, se quitaba el mandil, aventaba la peineta, se soltaba el cabello y corría haciendo piruetas, si, ella no le gustaba llevar siempre la charola, pues había todo un proceso para poder hacerlo, bañarse doblemente, peinarse y sujetarse el cabello, ponerse una cobertura de sus brazos y piernas, y usar el mandil de encajes, ya que estuviera formal, podía ingresar a la cocina para luego hacer la real tarea asignada por el pasillo principal caminar hasta la entrada de la puerta del mayordomo, donde esperaba la mesita dorada que embonaba con la charola y ahí, se acababa su trabajo, era mucho más latoso darse un baño minucioso para finalizar en quitarse todo y salir corriendo a la libertad que le brindaban los establos y esperaban los corceles, su llegada admirando su melena cuando esta aparecía en la entrada.

En los jardines la hechicera sonreía maliciosa, el amor perfecto de uno de ellos sería de su exclusividad, el hechizo rezaba que una de las rosas la elegiría a ella como la más preciosa y ella sabía que su esencia natural era la rosa más primorosa una de color almendra y miel, que sabía que uno de los príncipes podía tragar y así sería la princesa del castillo real.

En el salón la charola se colocaba en el centro, el té de olores exquisitos humeaba intenso y la campanilla sonaba alertando un visitante, este entraba campante sonriendo cual Duque en especial, pues todos yacían en la espera de los postres de la tarde y el alguno podía alcanzar.

- ¿Cómo están queridos primos? - Muy bien, contestaba el mayor, extendiendo su brazo para hacerlo pasar. Y uno de los mellizos que mantenía un estuche en sus manos, lo colocaba en un lado para por su pastelillo pasar. - ¿Ha venido tu hermana esta tarde? Se oso preguntar, a lo que el otro mellizo ambas cejas quiso levantar, dirigiéndose a la charola a su pastelillo tomar, para responder educado - ¿Por qué no la has hecho pasar?

El invitado inesperado los veía desfilar, tomando cada uno su pastelillo a la par, por lo que el menor sonriente le dijo, - Toma los que quieras, están muy ricos. El joven invitado no se hizo el rogar, tomo el de chocolate amargo que era su favorito ideal. Mientras el de vainilla tomaba el príncipe más joven, uno de crema batida con fresas fue el que el mayor de todos elegía, elogiando como siempre, todas las bellezas diseñadas para ese día, - No podía esperar más, este tentempié hace que mi tarde se haga placentera, solo deleitar un pastelillo de estos y podía decir que…

Todos se vieron de frente, algo sorpresivo les sucedía en esos instantes, Stear de su boca un tono amarillo brotaba y brillos salían como estrellas disparadas, el mellizo de cabello lacios dorados, Archivald, le pasaba algo similar y en su boca un rosa pastel lucía brillando a la par, el más joven se sorprendía al ver estrellas luminosas tan blancas como las nubes de su boca flotar y el invitado que de chocolate había saboreado su pastelillo, un brillo purpura convertido en violeta saltaba chispeante de sus labios avergonzándolo por el suceso, más el Príncipe mayor que observaba a todos con tremenda sorpresa giraba a ver la charola notando que no había más pastelillos, él se daba cuenta que era eso lo que pasaba y de sus sedosos labios un azul intenso brotaba.

- ¿Qué nos esta pasando? - Llamen al mayordomo real, - esto no es normal, aseguraba el más joven de los príncipes, respondiendo a los mellizos que de sus brillos formaba una rosa en especial y todos asombrados notaban en serie de cadena que ya no querían hablar, pues más brillos salían de sus bocas y el Duque Legan se quejaba, asegurando que él en su casa nunca había tenido pastelillos así, que eso era algo extraordinario, porque él solo había venido a visitarlos, para que saliera con esa situación tan inesperada, aseguraba que era un hechizo de alguna mujer desesperada. El mayor que vio su rosa azul formarse frente a él, giraba para ver al visitante y cuestionarle más sobre eso, llamado hechizo. - ¿Qué les han hecho a mis hermanos? Juro que mataré a quien les haga daño. El duque le respondía, - Mi estimado príncipe real, esto tuvo que ser muy sobrenatural, que nadie come flores para irlas a…

Continuará...


Gracias por leer y comentar esta pequeña historia especial y dedicada a nuestra compañera Lulú Mtz. quien nos hizo un regalo especial a todas las compañeras que nos unimos para participar, un fuerte abrazo Lulú, mi sincero agradecimiento en este primer capitulo de tu historia, realizada para el OctoBert 2022, esperando completarla lo antes posible. Agradecida por no tomar mis escritos, ni adaptar ni utilizar por ningún medio auditivo o plataforma alternativa, en parte o completa ninguno de estos.

Con sincero aprecio,

Un abrazo a la Distancia

Mayra Exitosa