I
Legendary
—¡Pequeña revoltosa! —vociferó la mujer de cabellera plateada.
Abrió la puerta de una habitación con la mano derecha mientras que en la otra cargaba dos gruesas mantas. Las colocó sobre el amplio y suave colchón y se limpió unas gotas de sudor de su frente. Volteó sobre su hombro esperando ver a la pequeña criatura en el umbral, pero sólo encontró el vacío. Frunció el ceño.
—¡Hora de dormir, Lucy! —exclamó.
Una diminuta silueta apareció finalmente en el umbral; la mirada hacia abajo, donde sus manitas trataban de cerrar el último botón de su pijama. Hacía una mueca graciosa con la lengua de fuera, estaba haciendo un esfuerzo monumental.
—No puedo abrochar el botón, tía —musitó aún haciendo su mejor esfuerzo—. Es muy difícil.
—Ven. Déjame te ayudo.
La pequeña Lucy levantó la mirada junto con sus brazos. Su tía la cargó haciendo un gran esfuerzo y la dejó parada sobre el colchón. Tomó el diminuto botón y con gran facilidad lo metió en su lugar. Sonrió satisfecha.
—Listo —anunció—, ahora a dormir.
—Pero no tengo sueño todavía —replicó la pequeña cruzándose de brazos.
—No digas tonterías, niña. Ya pasan de las diez.
—Por favor, tía —suplicó haciendo un puchero—. Cinco minutos más.
—No, Lucy. Mañana tienes que ir a la escuela.
La pequeña Lucy cruzó los brazos con molestia, haciendo su puchero más notorio. Una idea cruzó por su cabeza, que cambió su expresión. Se puso de pie sobre el colchón y dio pequeños brincos.
—¿Me cuentas una historia? —pidió. Su tía amplió los ojos ante las palabras de su sobrina.
—"Una historia", dices —la pequeña asintió con emoción en sus ojos—. Pero, hace años que no me habías pedido una historia para dormir. ¿Porqué ahora?
—Bueno... —nerviosa, la pequeña jugueteó con sus dedos— me ayudaría a dormir.
Su tía la miró detenidamente aún preguntándose porqué la pequeña Lucy le pediría una historia. La última vez que lo había dicho fue porque se sentía muy sola, y quería a su tía más cerca de ella. Un niño que extraña a sus padres tiende a la necesidad de una muestra de afecto sincero y real. Más que nada real.
La tía sonrió conmovida, se acercó al colchón y tomó asiento junto a la niña de los caireles de oro; la rodeó con su brazo derecho y pegó más su cuerpo al de ella. Le dedicó otra sonrisa.
—Bien —aceptó de buena manera—. ¿Tienes alguna historia en especial que quieras oir?
—Los Caballeros de Glitter —respondió la pequeña, emocionada.
—Hmm...creí que pedirías la historia de la Princesa Lunette.
—Tal vez después.
—De acuerdo. Los caballeros de Glitter serán.
La tía de Lucy hizo memoria. Mientras tanto, la pequeña agarró uno de los peluches que se encontraban recostados sobre las almohadas y lo abrazó tiernamente. Maika, la leona sombra, fue elegida como su compañera para la historia.
—Hace muchos años, más de los que crees saber...—
—¿Cinco?-preguntó Lucy. Su tía frunció el ceño un poco molesta.
—No.
—¿Ocho?
—¡No!
—¿Diez? —sonrió después de formular la pregunta.
—¡¿Quieres la historia, sí o no?! —exclamó su tía. Lucy rió sudando en frío.
—Sí, perdón.
"Hace muchos años, más de los que crees saber, cuando el reino era controlado por el malévolo Rey Shadow, apareció un grupo de hombres y mujeres con la misión de salvar su hogar. Ellos se hacían llamar los Caballeros de Glitter.
En el grupo eran tres hombres y tres mujeres, contando a su líder: Mavis Vermillion. Mavis no sólo los guiaba por el buen camino, ella les enseñó Magia; cada uno con diferentes habilidades como: Controlar los cuatro elementos, hacer ilusiones con sólo pensarlas, o incluso hablar con los espíritus de quienes ya fallecieron. Los seis Caballeros de Glitter eran muy poderosos, e iban a usar ese poder para derrotar al malévolo Rey Shadow.
Pelearon con valentía, decisión, y determinación; hasta que, después de una dura batalla, derrotaron al Rey Shadow y lo encerraron en otro mundo.
Los caballeros de Glitter se convirtieron en los defensores del Reino, pero el pueblo decidió que su líder, Mavis, se convirtiera en la nueva Reina. Y así fue. Mavis gobernó el Reino con mano firme pero justa, y sus Caballeros de Glitter eran su línea de defensa permanente hasta el final de los tiempos."
Lucy miraba fijamente a su tía con una expresión de asombro, y formando una diminuta "O" con sus labios. La historia le había fascinado, demasiado.
Su tía la miró de reojo, y al ver la expresión que tenía ahogó una risa. La acomodó sobre la almohada, y cubrió su pequeño cuerpo con las cálidas cobijas.
—Ahora, a dormir —se apartó de la cama sin esperar una palabra de la pequeña, y apagó la luz del cuarto. Pero antes de irse, Lucy le dijo algo más.
—Yo quiero ser un Caballero, tía —la mujer de cabellera plateada se detuvo en el umbral, y volteó sobre su hombro derecho para ver a su sobrina—. Ya lo verás, me convertiré en un Caballero de Glitter y protegeré el reino. Te protegeré a ti también.
Al terminar la frase, agregó una tierna sonrisa, lo que sonrojó a su tía. Esas habían sido palabras fuertes para una pequeña; era normal que un niño soñara en grande, convertirse en eso que más les llamara la atención. Aunque, en lo que quería convertirse la pequeña Lucy era bastante difícil, ella sabía que si ponía todo su empeño y determinación... podría lograrlo. Y deseaba que lo hiciera. Le sonrió a su sobrina.
—Me gustaría verlo, pequeña revoltosa.
Lucy rió ante las palabras de su tía, y cerró los ojos, cayendo ante el cansancio.
Quince años después.
"Cuando llegó la época más oscura para el reino, nuestro reino, creímos que ya no habrían esperanza al ser usurpado el trono, pero fueron los Caballeros de Glitter, nombrados así por nuestra querida Reina Mavis Vermillion, quienes nos regresaron la esperanza a nuestros corazones y exiliaron a Alexander Shadow para siempre de esta tierra. Los Caballeros rápidamente se convirtieron en un gran ejemplo a seguir y en nuestra más confiable e infalible línea de defensa. Nuestros protectores.
Y ahora, ustedes que son los graduados de la nueva generación de Caballeros, es su turno de seguir poniendo en alto el nombre de sus antecesores. Ustedes estarán a la altura, ustedes serán las nuevas caras del reino, ustedes serán los nuevos ejemplos. ¡USTEDES SON LOS CABALLEROS DE GLITTER!"
Y con ese discurso, la Directora de la décimo quinta academia de Caballeros ubicada al Este del país, despedía a sus graduados; todos mirándola vestidos con sus togas y birretes color blancos; llenos de emoción, nerviosismo, y más que nada: Pasión. Pasión por hacer lo correcto, pasión por llevar el nombre de sus antecesores, pasión por proteger su hogar.
Los graduados al terminar el discurso de la Directora tomaron sus birretes y los arrojaron hacia arriba, dando por terminada la ceremonia, y también iniciando su primer día como Caballeros novatos.
Los graduados y sus familiares seguían reunidos en el patio principal de la academia: Un lugar abierto que más parecía un parque que un patio; un pequeño lago a la izquierda, con un puente sobre el; árboles inmensos y de brillantes hojas verdes; caminos pavimentados con piedras blancas; además de un kiosko donde podían alquilar bicicletas y pasear. Era una linda zona para que pudieran socializar, pasar el tiempo, y tomar sus clases de esgrima.
De entre todo ese mar de cabezas, destacaba una chica rubia corriendo por todo el patio buscando a alguien en especial. Su birrete y toga los traía colgados en su antebrazo derecho, pues los había cambiado por una blusa de manga larga color púrpura con cuello redondo, un pantalón café entubado que le llegaba a los tobillos, y unas zapatillas del mismo color que su pantalón pero de un tono más oscuro. Algunos dirían que se veía linda, y las miradas indiscretas de los del sexo opuesto lo confirmaban. Buscaba desesperadamente mirando de un lado a otro sin ver precisamente por el de caminaba, hasta que chocó contra otra chica de tez morena. Ambas cayeron al fresco césped e intercambiaron gruñidos de dolor y molestia.
—¡Oye, fíjate por dónde...! —quiso sentenciar la chica morena, pero al levantar la mirada y ver con quién había chocado interrumpió sus palabras. Dibujó una sonrisa—¡Lucy!
—¿Qué? —preguntó confundida la rubia al frotar la zona de su cabeza que fue golpeada. Abrió los ojos y levantó ambas cejas al ver a la otra chica—¡Serenity!
—¡Amiga! ¿Dónde demonios estabas? —quiso saber Serenity. Lucy we levantó rápidamente para ayudarle a su amiga, le ofreció una mano y ésta la aceptó, y de un tirón la levantó del césped—. Te estuve buscando por todas partes.
—Me perdí entre toda ésta gente —admitió Lucy con algo de pena—. Es como andar entre un laberinto humano.
—Lo sé, es una locura —señaló con un ademán a los otros asistentes—. Tu tía me ha preguntado por ti, incluso me ha llamado tres veces.
—Santo cielo, mi tía. ¿Sabes dónde está?
—Se quedó a un lado del lago, esperándote.
—¡Crick! —exclamó Lucy.
—Nunca he entendido esas palabras que usas —señaló la morena levantando una ceja. Sacudió la cabeza y sus manos para no darle importancia—. Bueno, da igual. ¿Vas a ir a la fiesta que dará Jason en la noche o no?
—¿Conseguiste con quién ir? —quiso saber Lucy. Su amiga hizo una mueca de fastidio— ¿Eso es un "No"?
—Pues claro que no —respondió ligeramente ofendida—. Habíamos quedado en ir las dos juntas.
—Me alegra —señaló—. Porque si tú ya tienes pareja, no veía el caso de asistir.
—Vamos, Lucy —espetó la morena rodando los ojos—. Es la última fiesta como aprendices. Hay que celebrar a lo grande, más sabiendo que obtuviste las mejores calificaciones de nuestra generación.
—Serenity... —musitó Lucy agachando la mirada. Su amiga había logrado ponerla más nerviosa, pues no estaba acostumbrada a recibir elogios.
—Es cierto, Lu. Eres la mejor. Hiciste tu mayor esfuerzo para obtenerlas y lo lograste al final. Eso lo admiro, TE admiro.
—Te amo, amiga. ¿Lo sabes verdad?
—Claro que lo sé —confirmó con una engreída sonrisa.
Lucy golpeó su brazo y ambas rieron. Luego se abrazaron tiernamente, un abrazo que duró más de un minuto. Algunos de sus compañeros las veían y levantaban las cejas o ampliaban los ojos de lo extraña que era la escena; incluso, uno de ellos silbó a modo de broma para llamar su atención.
—¡Consigan un cuarto!
—¡Cállate, Marcus! —le ordenó Serenity haciendo más grave su voz. Lucy rió por lo bajo y se separó de su amiga.
—¿Tienes que ir a la cede en los límites de Fiore? —cuestionó. La expresión alegre de Serenity we fue apagando.
—Sí. Es ahí donde siempre quise convertirme en un Caballero de élite, y ahí quiero trabajar.
—Está bien —aceptó Lucy con tristeza. Serenity acarició uno de los mechones rubios que descendían por el hombro derecho de su amiga.
—Lo siento, Lu.
—Te voy a extrañar, amiga.
—¿Quieres hacerme llorar, verdad? —inquirió con un nudo en la garganta— Porque lo estás logrando.
—No, no. Mejor olvídalo o se te va a correr el maquillaje.
—Cierto. Si eso pasa tú tienes la culpa.
—De acuerdo, amiga.
—Bueno... —Serenity dió un largo suspiro y llevó sus manos a los brazos de la rubia, para frotarlos de arriba hacia abajo para calmar la tristeza—ya vete a buscar a tu tía o nos va a...—
—¿"Regañar"? —preguntó una voz femenina detrás de Serenity. Ella volteó, y Lucy levantó la mirada. Descubrieron a una mujer de cabellera plateada mirándolas con desaprobación y meneando la cabeza— ¿Eso iba a decir, Señorita Müller?
—Ahm...algo así, Señora Silverlance.
—¿Tía, dónde estabas? —intervino Lucy antes de que su tía convirtiera a Serenity en piedra con su fría mirada—. Te estuve buscando por todas partes.
—Eso mismo te preguntaría yo, jovencita. Habías quedado en buscarme cuando terminara la ceremonia.
—Es que me entretuve con unos compañeros que querían gastarme una broma con crema batida y un pato de hule.
—¿"Mr. Dickens"? —preguntó Serenity volteando a ver a Lucy. La rubia asintió en respuesta—. Inmaduros tontos.
—Está bien, te creo —dijo la tía de Lucy. Ambas chicas estaban impresionadas, jamás les había creído cuando le respondían con cualquier otra excusa.
—¿En serio? —cuestionó Lucy.
—Sí. Trataron de hacerme esa misma broma en la escuela hace muchos años —explicó con cierta nostalgia.
—¿Y cómo escapaste?
—Sólo diré que alguien se quedó sin zapatos ese día —respondió sonriendo con malicia. Ambas chicas intercambiaron miradas—. En fin, Serenity...—se dirigió a la chica morena.
—¿Sí?
—¿Te molestaría dejarnos a mi sobrina y a mi por un momento?
—Claro, Señora Silverlance —respondió. Volteó hacia Lucy—. Me alcanzas en la fiesta.
—Ahí nos vemos —Serenity miró una última vez a su mejor amiga, luego a la Señora Silverlance y salió corriendo a reunirse con sus padres. Lucy estaba intrigada por lo que fuera que le diría su tía—. ¿Qué ocurre, tía?
De pronto, la Señora Silverlance se abalanzó sobre Lucy con los brazos abiertos y la estrujó con fuerza. Lucy contuvo el aliento, no por molestia, sinó porque fue algo extraño en su tía. Ella no hacía eso: Abrazarla tan de repente. Lentamente le correspondió el gesto colocando sus manos en la espalda de su tía, y disfruto de la tierna sensación que recorría su cuerpo.
—Estoy muy orgullosa de ti, Lucy —dijo con un hilo de voz. Ella no podía notarlo, pero Lucy amplió los ojos sorprendida—. Te graduaste con honores, y te convertiste en una mujer ejemplar. Por eso te quiero mucho, y te admiro.
—Tía... —musitó Lucy conmovida por las palabras de su tía. Sus lágrimas no tardaron en salir, al igual que un traicionero sollozo. Al notarlo, su tía la apretó más fuerte. Ambas estaban llorando.
—¿Dónde quedó la pequeña revoltosa que siempre olvidaba secarse el cabello? —preguntó con nostalgia, mas para sí misma. Lucy rió por lo bajo—¿Y sabes qué?
—¿Qué? —su tía la apartó gentilmente para verla a los ojos, y colocó las manos en sus mejillas.
—Tu padre también estaría orgulloso —Lucy sonrió. Y aunque le gustaría que su padre estuviera con ella en ese preciso momento, estaba feliz porque era su tía con quien podía compartir su más grande logro.
—Gracias por tan lindas palabras, tía. Pero me alegro que seas tú quien está conmigo en estos momentos, soy lo que soy gracias a ti.
Volvieron a abrazarse. La señora Silverlance sentía pena que su sobrina la viera llorar, por lo que escondió su rostro en el hombro de ella. Pero en el fondo, eso ya lo sabía Lucy. Y no quería incomodar a su tía. Sólo quería seguir disfrutando de ese lindo y tierno abrazo que la llenaba de una bella calidez en su corazón. Sólo eso necesitaba.
Las dos volvieron a apartarse, y su tía le limpió las lágrimas a su sobrina con el dedo índice. Y le besó la frente.
—Ahora... —dijo después de tratar de controlar su respiración con una inhalación—¿Estás lista para la fiesta?
—¿Me dejarás ir? —su tía asintió. Lucy sonrió de oreja a oreja—¡¿En verdad?!
—Mereces divertirte después de tantos años de arduo trabajo y estudio. Ve con tus amigos, y pierde la noción del tiempo —Lucy dió pequeños saltitos de emoción ahí donde estaba parada. De momento su tía endureció su expresión—. Eso sí, no quiero que llegues tan tarde.
—Te prometo que llegaré a buena hora, tía.
La señora Silverlance asintió. Lucy saltó una vez más y se dejó guiar por su tía, quien la jalaba de su brazo, hasta su automóvil para llevarla a casa y ponerse su vestido que eligió para la gran fiesta.
Después de una hora para arreglarse, la Señora Silverlance le dió un aventón a Lucy hasta la casa de su compañero Jason; la rubia le había dado instrucciones para no perderse en el camino. En frente de la casa, ya la estaba esperando Serenity usando un hermoso vestido verde oscuro tan largo que le llegaba a los tobillos. Lucy bajó del automóvil no sin antes despedirse de su tía, a lo que ella hizo lo mismo y le advirtió de los patanes que trataran de sobrepasarse con ella. Lucy le aclaró que todo saldría bien, y que no se preocupara. Su tía sólo asintió y se fue. Lucy se acercó a su mejor amiga y ambas entraron a la casa, dispuestas a pasar la mejor de las fiestas.
Tres días después.
Lucy subió al transporte que la llevaría cerca de la Cede que había elegido antes de graduarse, tomó asiento detrás del conductor, se colocó los audífonos y puso "Fire Fury" de Skillet para hacer el camino más ameno. Anteriormente, su tía le había ofrecido llevarla en su automóvil a la Cede, pero Lucy amablemente le dijo que no, ya que estaba empezando una nueva faceta en su vida, y quería empezarla por sus propios medios. Su tía aceptó, y la dejó partir. Lucy ya sabía el camino que debía tomar: Sólo subir a un único camión que la iba a llevar al bazar de la ciudad y tan sólo debía caminar cinco calles de frente para llegar a su Cede. Pan comido.
El transporte asombrosamente llegó a su destino en tan sólo quince minutos. Tal parecía que alguien quería que llegara lo más pronto posible. Lucy aprovechó ese tiempo extra para desayunar algo más a parte de lo que su tía le había ofrecido cuando bajó las escaleras y entró a la cocina. Como estaba de buen humor, se compró una gran rebanada de ese nuevo pastel con relleno de la exótica fruta proveniente de Ishalowe: Mumbleblue; también compró un vaso de chocolate caliente de un pequeño puesto ubicado cerca de su Cede. Levantó la mirada para admirar el edificio: Era algo pequeño en comparación con los demás que lo rodeaban, de tan sólo dos pisos era; sus paredes lisas eran de color blanco con la insignia oficial de los Caballeros de Glitter en el centro: Una hada; las puertas, cuyos bordes eran negros, eran tan gruesas que parecían ser de piedra sólida, pero estaban hechas de acero. Acero pintado de café. A Lucy le pareció extraño que el edificio no fuera más grande, pues una Cede local como aquella no podría albergar a tantos elementos, de los cuales decían que estaba conformada por más de trescientos. No le dió importancia a esos detalles tan innecesarios, y se concentró en terminar su complemento de desayuno.
A las pocas horas los demás jóvenes Caballeros comenzaban a llegar, e hicieron fila cerca de la entrada principal. Obviamente, Lucy fue de las primeras en formarse. Y fue en esos momentos que su nerviosismo estaba a tope, no podía ni controlar sus temblorosas manos frías. Pasó otra media hora y las puertas se abrieron, ocasionando que el corazón de Lucy brincara del susto. Una mujer de cabellera verde salió, acomodó sus gafas con forma redonda y le echó una rápida hojeada a sus documentos que traía sobre una tabla de madera con pisapapeles. Levantó el rostro y se dirigió a los jóvenes frente a ella.
—¡Escúchenme, nuevos integrantes del cuerpo de Caballeros de Glitter! —todos se quedaron callados poco a poco para escucharla mejor— ¡Me llamo Elisif Blackstone, y yo seré quien les dé la bienvenida y su curso de inducción!
—¡¿Un curso de inducción?! —preguntó un chico levantando la mano, a cinco personas de distancia detrás de Lucy— ¡Nos habían dicho que sólo debíamos elegir nuestras espadas sagradas y tomar nuestras armaduras!
—¡Eso es parte del curso de inducción, joven! —aclaró Elisif acomodándose las gafas empujándolas hacia arriba de su nariz— ¡Ustedes no pueden entrar como si nada a la Cede! ¡Existe un orden, y esperamos que lo respeten o sinó serán sancionados!
—¡¿Sancionados?! —cuestionó otro chico, éste era quien se encontraba frente a Lucy- ¿Será usted quién me castigue, dulzura? ¡Porque, así como lo veo, terminaré yo castigándola a usted! —se mofó aquel joven comiéndose a la mujer peliverde con la mirada.
La chica era delgada, pero su uniforme asentaba más las curvas de su cuerpo: Un conjunto de camisa blanca con mangas largas; una falda entubada que, dicho anteriormente, acentuaba sus caderas, las líneas de sus bien formadas y largas piernas. Para ojos decentes era linda, pero a los otros, les parecía un bocadillo de media tarde.
Elisif entrecerró los ojos, fulminando al joven, quien había dicho semejante cosa, con la mirada. Bajó los brazos y cerró los puños; se disponía a darle una lección para respetar a sus superiores pero la detuvo otra persona oculta tras el umbral colocando la mano sobre su hombro. Elisif volteó y su expresión cambió de enfado a asombro en sólo unos segundos.
—Tranquila, joven Elisif —dijo esa persona. Por el tono de su voz se trataba de un hombre—. Yo hablaré con ellos.
—Señor... —musitó Elisif aún incapaz de creer a quién estaba viendo. Recobró la compostura y se cuadró—ahm. Sí, señor.
El hombre salió salió por completo de la Cede, revelando así su imponente armadura blanca como el mármol, cuyos detalles en espirales eran dorados; el casco, del mismo color, era cuadrado con rejillas donde se supone que estaba la boca, y unos diminutos agujeros para los ojos. Viéndolo de cerca, se asemejaba a una estatua de tres metros por lo tosca que era la armadura. Lucy tragó en seco al verlo, y comenzó a sudar en frío. Y seguramente, los demás estaban haciendo lo mismo.
—Tú... —señaló el hombre de la armadura al chico que se burló de la peliverde—el chico que habló, ¡Un paso al frente!
El joven agachó la mirada, y obedeció la orden del Caballero. Sus manos temblaban, al igual que todo su cuerpo, y palideció de golpe.
El Caballero se paró frente a él e inclinó la cabeza para verlo. Realmente sólo se llevaban unos diez centímetros de diferencia en tanto a la altura, pero para el chico parecía un metro completo. El Caballero lo miró fijamente sin decir palabra, aumentando la tensión y el nerviosismo en el chico. Finalmente habló.
—Su nombre —exigió. El chico tardó en responder.
—Je-Jeremiah Mornings-star —tartamudeó el joven.
—Joven Morningstar, ¿Recuerda usted el quinto punto del reglamento de los Caballeros de Glitter?
—S-Sí, señor —respondió. El Caballero aguardó por la explicación de Jeremiah—: "Entre las filas de los Caballeros no habrá lugar para la envidia, los celos, u ofensas; ya que es indispensable la confianza que se tendrán el uno al otro para poder trabajar como un sólo organismo. Como un sólo equipo"
—Exacto —comfirmó el Caballero asintiendo—. Nosotros los Caballeros de Glitter debemos tener confianza los unos con los otros, ya que en el campo de batalla se debe actuar con la seguridad de saber que contamos con nuestros compañeros. De la ofensa viene el odio, del odio viene el resentimiento, y el del resentimiento...se cometen terribles actos.
Todos escuchaban atentamente las palabras que decía el Caballero, sin siquiera parpadear. Jeremiah lo miraba fijamente, completamente atónito y estático. Como una figura de hielo.
—Es por eso... —prosiguió el Caballero—que no hay lugar para juegos tontos o pruebas de hombría. Seamos justos y rectos.
Terminó de decir, le dió la espalda a Jeremiah, echó un rápido vistazo a los demás jóvenes, y se retiró sin decir más. Nadie dijo nada, estaban sorprendidos. Elisif carraspeó, y se acomodó las gafas otra vez.
—Él era Makarov Dreyar, jóvenes. Pero ustedes pueden llamarlo: Capitán.
—¡¿Qué?! —exclamó Jeremiah extendiendo los brazos a los lados—¡¿El Capitán Makarov Dreyar, a quien la Reina Mavis Vermillion le cedió su lugar como líder de los Caballeros?!—
—Sí, el mismo —literalmente Jeremiah perdió la sensibilidad en sus piernas y se desplomó al suelo como un costal de papas. Había perdido el conocimiento. Elisif se acercó a él y lo examinó para saber si se encontraba bien—. Ya me esperaba esa reacción.
—¿Estará bien? —preguntó Lucy. Elisif suspiró.
—Sí, estará bien. Mientras alguien viene y lo atiende, nosotros procederemos con el curso de introducción. Ahora...—pasó a la siguiente hoja de su tabla y prosiguió—les diré quién será su mentor y el número con el que está señalada su espada sagrada ya elegida según su habilidad mágica, y les daré un pequeño Tour por la instalación; ya que hayan tomado su espada, esperarán a su mentor en el comedor para que les diga cuál será su primera misión como Caballeros.
La emoción podía notarse a plena vista en los rostros de todos ellos, estaban impacientes por iniciar su nueva vida. Uno a uno, Elisif les decía el nombre de su mentor, a lo que algunos gritaron de emoción, y otros conservaban la compostura; cuando llegó el turno de Lucy y escuchó el nombre de su mentor, sintió que su alma abandonaba su cuerpo, incluso sintió el suelo inclinarse bajo sus pies. Le preguntó a Elisif si no se había equivocado, a lo que ella respondió negativamente. Ella jamás se equivocaba, y eso quería decir que su mentor era quien le había dicho. Detrás de la rubia, algunas chicas murmuraban envidiosas por haber escuchado quién sería su mentor, y cabe mencionar que no sólo eso, también la maldecían por afortunada.
El nombre de su mentor era: Natsu Dragneel, el legendario hijo del primer oficial de la Reina Mavis, Igneel.
Anotó el número de su espada sagrada en el dorso de su mano para no olvidarlo, ya que su mente había explotado después de saber el nombre de su mentor. Prosiguieron con el rápido Tour por la Cede: En la planta baja se encontraba obviamente la recepción, la cual era atendida por una mujer peliblanca de bella sonrisa; a la izquierda del edificio se encontraban los casilleros, un amplio cuarto que albergaba en total los trescientos exactos casilleros para cada uno de los Caballeros; en la derecha estaba el comedor, también muy amplio, y que además también contaba con la cocina, donde Elisif comentó que contaban con la mejor comida de la ciudad hecha por los mejores Chefs; arriba, en el único piso, estaban las oficinas donde se les asignaban sus misiones por medio de los mentores, repletas de mujeres y hombres escribiendo en cientos de computadoras que jamás se apagaban. Era bastante impresionante.
Elisif reunió a todos en la recepción, parados sobre el emblema de los Caballeros; con un gesto de su mano en el aire, aquél emblema vibró bajo sus pies y descendió como un elevador, llevándoselos a todos a lo que parecía un sótano. Lo siguiente que vieron fueron otros tres subniveles: Uno, la armería. Dos, un centro de entrenamiento. Y tres, una gran habitación llena de literas perfectamente tendidas. Alguien preguntó si esos eran los dormitorios, y si eran mixtos, a lo que Elisif respondió con un rotundo "Sí". Pero ellos podían elegir si usarlos o no, además de poder descansar ahí cuando les tocara trabajar tiempo extra. Y con eso, el Tour había terminado.
Elisif los llevó de regreso a la armería y les pidió que formaran nuevamente la fila para que tomaran ordenadamente sus espadas sagradas. Un chico preguntó el porqué les llamaban así, y Elisif respondió con amabilidad...
—Sus espadas, al momento que terminaron de fabricarlas, fueron bendecidas por la Reina Mavis en persona; tienen una poderosa protección contra la magia negra, y son bastante resistentes a los daños superficiales. Pueden pasar mil años y no se romperían. Además, están hechas con un metal difícil de conseguir: Metalicana. Llamando así al material con el nombre de su descubridor: El dragón de las tierras del fuego ardiente.
Llegando su turno, Lucy buscó impaciente el número de su espada sagrada. La armería estaba conformada por veinte estantes a lo largo y ancho, apiladas ordenadamente una sobre otra, se encontraban las fundas redondas de las espadas con ellas en su interior. Pasando cinco estantes, Lucy la encontró bajo los números: 010767. Al momento de tocarla, Lucy sintió cómo su poder mágico se manifestaba más fuerte y constante, pasando de un simple flujo a un torrente; y no sólo eso: Sentía su fuerza física crecer, y sus sentidos se agudizaron. Ese aumento repentino casi la derribó, pero con toda su resistencia evitó hacerlo. No pudo resistir el sonreír al tener ya en sus manos el arma que la acompañaría en sus misiones y su, esperada, larga carrera como Caballero. Se sintió como una niña al hacerlo, pero quería nombrarla. Se sentía mal al llamarla simplemente como su espada, así que la nombró: Kami.
Lucy se encontraba completamente sola en el comedor, esperando pacientemente la llegada de su mentor. Sus demás compañeros ya habían sido abordados por sus respectivos mentores y llevados a su primera misión. Irónicamente Lucy fue la primera en llegar y la última en irse. No estaba molesta o irritada, trataba de pasar el tiempo dando pequeñas palmadas a sus piernas al ritmo de "Take me to church" de Hozier, sentada en la mesa del centro exacto del comedor. O también contemplando a Kami protegida dentro de su funda; estaba tentada a sacarla y admirar la reluciente hoja, pero pensaba que era una falta de respeto sacarla innecesariamente, más aún estando dentro de la Cede. Así que abandonó la idea.
Escuchó unos pasos acercarse a la distancia y sin perder tiempo se levantó de su asiento, giró en la dirección donde los oyó y se cuadró. Los pasos se acercaban aún más, hasta que una sombra apareció en el umbral y se detuvo; Lucy sabía que la estaba mirando su mentor, y se puso más nerviosa. La persona en el umbral reanudó el paso y dejó que las luces del comedor lo iluminaran: Era un hombre treintañero, Lucy lo sabía porque tenía algunas canas asomándose en los bordes de su cabello flor de cerezo, vistiendo el mismo uniforme que tenía Elisif pero para hombres: Camisa blanca de manga larga, pantalones de poliéster color beige que adornaba su espada amarrada a la cintura, y zapatos formales que terminaban en punta.
Para Lucy, se veía elegante. Y bastante apuesto. Siguió caminando hasta quedar al frente de ella, lo suficientemente cerca como para notar que olía muy bien, no se había imaginado que su mentor usaría colonia. Una colonia muy intoxicante, y seductora. Quiso hacer un movimiento, pero su mano no respondió a la primera. Finalmente levantó la mano derecha y se la ofreció a su mentor.
—Me llamo Lucy Heartfilia, egresada de la décimo quinta academia de Caballeros... —se interrumpió de golpe al notar que su mentor la miraba con ojos serios. Se reprendió en sus pensamientos, pues sabía que lo que acaba de decir ya lo sabía su mentor. Era más que obvio en dónde se había graduado. Aclaró su garganta—Gusto en conocerlo, Señor Dragneel.
Su mentor bajó la mirada hasta la mano que le ofrecía, y la contempló por varios segundos. Lucy se sentía incómoda. De pronto el hombre se colocó en posición defensiva y desenfundó su espada, asustando a la rubia en el acto. No sabía qué hacer, se había bloqueado.
—S-Señor, ¿Qu-Qué está...? —la pregunta fue interrumpida por un repentino ataque de su mentor, levantando su espada sobre su cabeza y bajándola de golpe. Lucy dió un paso atrás para luego arrojarse al suelo, rodó sobre sí misma para evitar el ataque. Y dió gracias al cielo que lo logró—¡Señor! —exclamó alarmada.
El señor Dragneel se giró para ubicarla, se acercó a grandes zancadas y cuando la tenía de frente le soltó una patada. Lucy la bloqueó cruzando sus brazos frente a su cara; contrajo las piernas y se empujó hacia atrás para levantarse de un brinco.
—¿Señor, porqué está haciendo esto? —inquirió con la voz quebrada—¿Hice algo mal? Dígame si hice algo mal.
El hombre no respondió, sólo siguió acercándose a ella de forma amenazante. Lucy estaba al borde del llanto; esquivar los ataques era cada vez más difícil con los pensamientos ahogándose en su miedo. No sabía porqué estaba sucediendo eso, o había una especie de malentendido. Pero de algo estaba segura: Ella no quería salir lastimada por nada.
Se armó de todo el valor que tuviera y tomó a Kami con todo y su funda; la levantó y bloqueó el ataque del hombre. Él, amplió los ojos impresionado ante la acción, y el súbito cambio de comportamiento. Lucy empujó la espada de Natsu hacia arriba, se agachó al mismo tiempo que giró; golpeó el abdomen de Natsu, él se contrajo, y aprovecho ese momento para volver a golpearlo en la barbilla con el borde de la funda de Kami. Natsu retrocedió. Lucy intentó golpearlo una vez más pero Natsu detuvo el ataque con su mano. Lucy forcejeó para recuperar su espada del agarre de su mentor.
—Detente —pidió de momento su mentor. Lucy se detuvo confundida—. Ya vi suficiente.
—¿Qué? ¿De qué está hablando?
—Parece que tienes las cualidades adecuadas —supuso. Lucy estaba más confundida todavía. La expresión de su mentor se suavizó—. Tal vez primero tengo que disculparme.
—Un momento, un momento —lo interrumpió. Natsu soltó la funda de la espada de Lucy y bajó la guardia—. No estoy entendiendo nada de esto. ¿Porqué me atacó tan súbitamente?
—Porque quería averiguar qué tanta habilidad tienes con la espada —respondió sin más, casi de forma inocente—. Y hasta ahora creo que vas bien.
—¿Eso...cree?
—Sólo te falta trabajar más controlar tus emociones. Te quiebras muy fácil ante una situación complicada, como cuando te ataqué.
—¡Porque no me esperaba que usted sacar su espada frente de mi cara! —replicó. Natsu dibujó media sonrisa.
—A eso me refiero, Señorita Heartfilia. En el campo de batalla no hay tiempo para dudas o reflexiones; se debe actuar rápido, o podría salir herida, peor aún: Una persona inocente saldría herida.
—Tiene razón en eso.
—Entonces, debemos trabajar más en eso. ¿Ok?
—S-Sí, Señor Dragneel.
—¡Ah! Una cosa más... —agregó dando un paso al frente.
—¿Sí?
—Puedes llamarme Natsu. El "Señor Dragneel" era mi padre.
Lucy no estaba de acuerdo en llamarlo por su nombre. A ella la educaron para referirse a sus superiores con respeto, y creía que referirse a él por su nombre de pila era como una ofensa. Una libertad.
—Lo siento —musitó bajando la mirada—, pero no puedo llamarlo por su nombre.
Natsu sonrió. Una comprensiva sonrisa que calmó los nervios de la rubia
—Entonces...ya lo resolveremos después.
Metió la mano en uno de los bolsillos de su pantalón y sacó una hoja de papel doblada con cuidado. Lucy la miró, y supo inmediatamente que se trataba de su primera misión junto a él. Junto a su mentor.
—¿Cuál será nuestra primera misión, Señor? —quiso saber con ansias. Impaciente por salir al campo como Caballero.
—Debemos matar a la Quimera de Rubí.
CONTINUARÁ...
HOLA, JÓVENES APRENDICES. HE AQUÍ EL PRIMER CAPÍTULO DE MI NIEVO PROYECTO; EN VERDAD ME ESFORCÉ MUCHO PARA ESCRIBIRLO, Y PARA TRATAR DE SUPERARME EN MI FORMA DE REDACTAR.
LES DESEO EL MEJOR DE LOS DESEOS, Y MUCHA FUERZA EN ESTOS TIEMPOS TAN DUROS.
ALGUNA OBSERVACIÓN, PREGUNTA, O COMENTARIO, DÉJENLO EN LOS REVIEWS. SERÁ CONTESTADO EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO.
SIN MÁS QUÉ AGREGAR, ME DESPIDO. SAYO...¡OH! LO OLVIDABA. TAMBIÉN PUEDEN BUSCARME EN WATTPAD, EN ESA CUENTA PUBLICARÉ HISTORIAS EXCLUSIVAS.
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Y PRÓXIMAMENTE TENDRÉ PERFIL EN FACEBOOK O TWITTER PARA ESTAR MÁS EN CONTACTO. YA LES AVISARÉ.
AHORA SÍ, NOS VEMOS LUEGO. SAYONARA :3
