Notas: Serie de 11 historias realizadas para el Kinktober 2022. Decidí hacer el kinktober con tres ships diferentes: Drarry, Ron/Hermione/Krum y BakuDeku. Postearé las historias entres fics separados por ship, con capítulos independientes entre sí y no necesariamente reacionados, para poder etiquetarlas todas correctamente y así que cada persona lea lo que quiera, ya sean los 31 días o sólo el ship que más le atraiga. La tabla me la he autofabricado yo.
No hay ninguna historia escrita, planeo escribir una cada día, como un ejercicio de constancia, así que disculpad, por favor, las faltas de ortografía y los fallos que haya. Espero no enloquecer a mitad de mes o quedarme sin ideas. De hecho, voy con retraso ya, debido a la extensión de los capítulos y que no tenía planeado hacer el Kinktober, ha sido un impulso de última hora del que espero no arrepentirme xD. Mis disculpas.
El edit de la imagen de portada es cortesía de Arodnas. ¡Muchas gracias!
Todas las historias de este fic están ambientadas en un Drarry posterior a Hogwarts. Vamos a suponer que en algún momento de su vida adulta han hecho las paces, se han enamorado y ya tienen una relación estable. No va a haber desarrollo de la relación a través de los fics ni pretendo que haya coherencia, sólo es una excusa para escribir escenas porno sin tener que contextualizar cómo llegaron a ese punto.
Día 2.
Prompt: Happy Ending Masagge/Masaje con final feliz
Trigger Warning: Sexo explícito, masturbación, fingering, sexo oral (felación), swallowing, sexual roleplay.
Swallowing: Acto de tragarse el semen durante una felación.
EL HÉROE QUE SALVÓ EL DÍA
—¿Seguro que no quieres ir a San Mungo? —Molly Weasley revolotea alrededor de Harry igual que una gallina haría con su polluelo, preocupada. Este intenta forzar una carcajada y niega con la cabeza, pero su rostro se arruga en una mueca de dolor.
—No es necesario, Molly. Además, Draco ya está aquí.
Draco frunce el ceño, disgustado, al ver su expresión dolorida, no muy seguro de que la lesión sea tan leve como asegura Harry. El chico rubio todavía viste su uniforme de sanador, cuando le han avisado de que tenía una llamada por chimenea no ha perdido el tiempo en cambiarse a su ropa de calle. Que le llamen al hospital desde la casa de los Weasley, en todos los años que llevan juntos, siempre ha sido un sinónimo de problema médico. Como la vez que al pequeño de Bill y Fleur no le bajaba la fiebre, los frecuentes efectos adversos de algún sortilegio Weasley en pruebas o la ocasión en que Ginny golpeó a Harry en la cabeza al tratar de impactar en una bludger mientras jugaban un amistoso entre tíos y sobrinos.
—Al menos en esta ocasión, no es una contusión en la cabeza —suspira resignado.
—Siento que hayas tenido que abandonar el hospital por esto —lamenta Harry, avergonzado. Se sujeta el hombro izquierdo con la mano derecha, tratando de esconder lo mucho que le duele, pero un examen preliminar de Draco ha revelado que es un desgarro muscular al que hay que sumarle un fuerte golpe.
—No importa. Mi turno estaba a punto de acabar, igualmente. Venga, vámonos —dice Draco, despidiéndose cortésmente de Molly y agradeciéndole su llamada.
Harry se pone en pie trabajosamente y se despide también de Molly. Después, cuando cruzan el jardín de La Madriguera, hace un gesto hacia la pequeña multitud de Weasley, con edades que van desde los seis hasta los cuarenta y cinco y que miran a su tío Harry con una mezcla de preocupación y admiración que revela a Draco que la jugada que ha causado la caída de la escoba y ha acabado con Harry en el suelo ha sido espectacular.
—Gracias por venir a recogerme —dice Harry en cuanto se alejan unos pocos metros del resto de la familia.
—Sólo dime que no estabas tratando de hacer el 'amago de Wronski', Potter —gruñe Draco, incapaz de esconder su disgusto. La tenaz costumbre de Harry de acabar lesionado hasta cuando juega con sus sobrinos pequeños, cuyas escobas de juguete no levantan dos palmos del suelo, le saca de quicio—. ¿Potter? —insiste, mordaz, ante el silencio culpable de Harry. Resignado, suspira y sujeta el codo derecho de Harry para asegurarse de que no le hace daño—. Más vale que cojas aire, porque esto te va a doler de cojones, Potter.
Utiliza la aparición conjunta para llevarlos a ambos a casa. La traslación es casi instantánea, pero al aterrizar en el suelo enmoquetado del recibidor, el único sitio de la casa habilitado para las apariciones, Harry da un traspié y sólo la mano firme de Draco en su codo le evita perder el equilibro. Su rostro ha cambiado de color y ahora está pálido y sudoroso, pero no se queja. Draco lo mira con una ceja levantada, evaluando su estado. Harry esboza un conato de sonrisa, sin mucho éxito.
—¿Sabes que cuando te enfadas conmigo dices Potter todo el rato?
—Venga, vamos al dormitorio. Cuanto antes tratemos eso, antes dejará de dolerte —dice Draco, compadeciéndose de él.
—No era el 'amago de Wronski' —explica Harry, dejándose guiar por Draco hasta la habitación. Este no se quiere separar de él, no está seguro de que el dolor de la compresión por la aparición se haya disipado lo suficiente como para garantizar que Harry no se maree—. Estaba intentando hacer una finta, pero Hugo se metió en medio para evitarlo. Tenía que sujetarlo para no derribarlo e irme contra la valla o aplastarlo a él contra el suelo.
—Ah, debí haber supuesto que San Potter había salvado el día de nuevo —masculla Draco, sarcástico. Harry se ríe débilmente entre dientes. Mientras habla, Draco transforma la cama de matrimonio en una cómoda camilla de hospital con un fluido movimiento de varita—. Tendría que cerciorarme de que eres realmente tú si no fuese así, héroe Potter.
—Oh, venga, Draco. Tú tampoco lo habrías derribado —dice Harry, sentándose en la camilla, sin dejar de abrazarse el hombro. Draco desaparece por la puerta del baño que conecta con la habitación, en busca del surtido botiquín de pociones que guarda en casa.
—Yo aprendí a jugar a quidditch como se debe: sin piedad. Además, jugué en el equipo de Slytherin, ¿recuerdas? ¿Cómo te crees que entrenaban las maniobras agresivas que poníamos en práctica en los partidos, Potter? Tampoco me sorprende, Hugo ha demostrado tener el mismo talento que su padre para el quidditch y mucha menos inteligencia que su madre a la hora de preservar su integridad física. —Aprovechando que Harry le oye, pero no le ve el rostro, Draco sonríe maliciosamente.
—¡Draco! —le reprende Harry. Sin embargo, cuando Draco sale del cuarto de baño con un par de viales de pociones en una mano y la varita en la otra, Harry sonríe débilmente, celebrando la broma también. A pesar de sus palabras, Draco se alegra genuinamente de que el pequeño Weasley esté bien y prefiere tratar el desgarro de Harry que no una lesión más grave en un preadolescente.
—Bebe esto —ordena Draco, tendiéndole uno de los viales. Harry obedece inmediatamente. La poción hace efecto rápidamente, puede verlo en la forma en la que las facciones de su cara se relajan por primera vez desde que Draco lo ha visto en La Madriguera. Esta vez, la sonrisa de Harry es de alivio, mucho más sincera que todas las anteriores—. Sólo es un calmante, la lesión sigue ahí, así que no te muevas.
—¿Sabes? —dice Harry, sonriendo ladinamente, con el ánimo mucho más recuperado ahora que el hombro ya no le duele—. Te ves muy sexi con el uniforme de sanador.
—No digas tonterías, Potter —dice Draco, sonrojándose a su pesar. Con un movimiento de varita y un hechizo no verbal, hace que todas las ropas de Harry desaparezcan, haciendo que sea el turno de este de sonrojarse al verse súbitamente desnudo—. Túmbate bocabajo, anda.
—¿Acaso es esto una indirecta, sanador Malfoy? ¿Es necesario que esté completamente desnudo en la consulta? —pregunta pícaramente Harry, con voz seductora.
—Calla y obedece —dice Draco, tratando de no sonreír y de no mostrar la excitación que ha sentido. Al menos no hasta solucionar la lesión—. Eres un grano en el culo, Potter.
—La verdad es que, como nunca traes el uniforme a casa, no se me había ocurrido…
—Potter, cállate —gruñe Draco. No porque esté realmente enfadado con el parloteo de su pareja, sino porque no quiere que las ideas que están pugnando por acaparar su mente enturbien su trabajo. Obediente, Harry se tumba sobre la camilla y Draco comienza a susurrar algunos hechizos—. Ya no estás para volar así de temerariamente, Potter. Deberías empezar a tener más cuidado.
—¡Oh, Draco! Hablas como un anciano —se burla Harry, pero la risa se le atasca en la garganta con un gemido de dolor cuando uno de los hechizos de Draco sana el desgarro muscular.
—No te muevas —le advierte Draco, al notar que Harry intenta incorporarse, pensando que ha terminado el tratamiento—. Voy a hacer un par de hechizos más para tratar la inflamación. Notarás algo de frío.
En silencio, Draco enhebra una retahíla de encantamientos, asintiendo satisfecho cuando el último de ellos le confirma que la lesión ya ha desaparecido. Todavía dolerá unos pocos días, pero Harry podrá hacer vida normal y un calmante suave bastará para que no note nada. Incluso, podrá aprovechar los últimos días de verano antes de que sus sobrinos vuelvan a Hogwarts para jugar con ellos al quidditch, pero eso no se lo dice. No todavía. Dejando la varita a un lado, Draco derrama parte del contenido del segundo vial de poción sobre su mano y, con movimientos expertos, embadurna la espalda de Harry y comienza a masajear los músculos. Un gorgorito de placer de Harry le indica lo mucho que aprueba esa parte del tratamiento.
—Haces unos hechizos muy buenos, Draco —musita al cabo de unos segundos, con la voz estrangulada por el placer del masaje.
—Calla, idiota, o tendrás que ir a una clínica muggle a que te lo den. —Harry obedece inmediatamente, lo cual provoca que Draco sonría, perdonándole el susto de la llamada.
Pronto, en la habitación sólo se oye el solitario coro de gemidos de Harry. Draco trabaja con los músculos de la zona de la lesión, terminando de destensar lo que no han conseguido los hechizos curativos y la poción calmante y, cuando se ha asegurado de que no hay nada más que pueda hacer por el hombro de Harry, comienza a acariciar y masajear su otro hombro y el resto de su espalda. Un gemidito de sorpresa y aprobación de Harry le indica que este no se lo había esperado.
—Gracias, Draco —susurra, cuando las manos de este han llegado a las lumbares.
—No seas idiota, Potter, alguien tendrá que recompensar al héroe que ha salvado el día —responde Draco, sonriendo amablemente. Harry, que ha abierto los ojos y ladeado la cabeza para mirarle, lo mira con los ojos chispeantes, los mismos que hace que a Draco se le derrita siempre el corazón, aunque se empeñe en tratar de ocultarlo—. Sólo relájate, Harry.
Este obedece al instante, cerrando los ojos y dejándose hacer. Draco emplea la poción, con una función más lubricante y relajante que medicinal, para facilitar el deslizamiento de sus manos sobre la piel morena de Harry. El masaje que le está dando, a diferencia del que ha empleado en el hombro lesionado, no busca profundizar en la musculatura de su pareja, sólo manosearlo lo suficiente para relajarlo y que sienta placer. Cuando la piel de la espalda de Harry brilla por la lubricación de la poción, Draco pasa a masajear sus brazos. Gracias a su formación profesional, tiene la suficiente destreza como para acariciar con los pulgares, con la presión justa, en movimientos largos, descendiendo hasta las manos de Harry. Frota las palmas de sus manos a conciencia, incluyendo todos y cada uno de los dedos, antes de depositar los brazos suavemente sobre la camilla.
Sigue el masaje en los glúteos de Harry, pero no se detiene en ellos. No son sus planes, todavía. Harry ha vuelto a levantar el rostro, con expresión de sorpresa. Está claro que no esperaba que el masaje fuese a ser tan completo. Mirándolo a través de los mechones rubio de su flequillo, Draco le sonríe y utiliza el canto de la mano para hacer fricciones en sus muslos. Después, con un método similar al que ha utilizado en los brazos, frota los gemelos y luego las plantas de los pies de Harry, que acompaña todos y cada uno de sus movimientos con sonidos quedos y gimoteos de deleite. A Draco le encanta que Harry sea tan ruidoso cuando algo le provoca placer, porque contrasta mucho con la estoicidad que muestra cada vez que se traga el dolor de una lesión o una herida.
Cuando Draco termina con la siguiente pierna y la posa suavemente en la camilla, Harry hace un amago de incorporarse, creyendo que el masaje ha terminado, pero se lo impide empujándolo suavemente contra la camilla.
—¿Draco? —pregunta Harry, desorientado.
—Te he dicho que alguien tendría que recompensarte —dice Draco, esta vez con una sonrisa pícara. Harry abre los ojos de par en par y sus ojos verdes se oscurecen cuando las pupilas se le dilatan súbitamente por la excitación repentina—. Además, señor Potter, no he terminado su tratamiento. Falta la parte más importante.
Los dedos de Draco vuelven a los glúteos de Harry. Esta vez sí se centra en ellos, tratando de ignorar la incipiente erección que se rebela contra sus calzoncillos. Utiliza los dedos para acariciar la piel oscura de Harry, y las palmas de las manos para presionar y masajear. Pone una mano encima de cada nalga y aprieta, juntándolas y separándolas. Ha acabado casi toda la poción relajante, pero no le importa, porque ya no la necesita. Cuando separa los glúteos una vez más, Harry aprieta el culo inconscientemente, y a Draco se le seca la boca viendo cómo el pequeño agujero se cierra y abre rítmicamente.
—Joder, Harry —susurra Draco. No sabe cómo lo hace el chico moreno para ser tan jodidamente sexi incluso en una situación vulnerable, pero lo vuelve completamente loco. Y, a juzgar por cómo le mira Harry por encima del hombro, este lo sabe.
—Creo que voy a tener que lesionarme más a menudo, sanador Malfoy —bromea.
—Ni se te ocurra. —Antes de que Harry pueda responder, Draco hunde la cara entre sus nalgas y desliza la lengua desde la base de sus huevos hasta un poco más arriba del ano. Harry suspira, y eso alienta a Draco a repetirlo varias veces más—. Si quieres un masaje, sólo pídelo, joder.
Harry contesta algo, pero lo hace con una voz tan balbuceante que Draco no lo entiende. Tampoco importa, porque está más concentrado en masajearle el culo, ejerciendo cierta fuerza y cerciorándose de acariciarle el pequeño agujero por fuera constantemente, ayudado por la saliva que ha dejado su lengua. Harry gime y levanta las caderas, pero Draco presiona para obligarlo a permanecer sobre la camilla, frotando su pulgar sobre su ano en círculos. Harry tantea con una mano en busca de la polla de Draco, deseando tocarlo también, pero Draco se aleja.
—Es usted un mal paciente, señor Potter. Debe dejar trabajar al sanador —dice Draco, con la voz ahogada por la excitado. Bajo el uniforme de sanador, su polla palpita, apretada por la ropa interior, tratando de liberarse, pero Draco la obvia y se concentra en seguir masajeando el culo de Harry, centrando la mayor parte de sus caricias en el pequeño agujero.
Separándole los glúteos con las manos para dejar el ano de Harry expuesto, Draco vuelve a lamerlo, esta vez hundiendo la lengua en él rítmicamente para lubricarlo con la saliva y ayudarlo a dilatarse. Harry lloriquea de placer, tratando de levantar las caderas otra vez. Draco se lo permite, ayudándole a apoyarse sobre las rodillas y metiendo una mano entre sus piernas para encontrar la polla de Harry y masturbarle lentamente, sin dejar de lamer y chupar su culo con ansia. No se detiene hasta que el sonido de los gemidos de Harry se incrementa, anunciando la proximidad de su orgasmo.
—¿Impaciente, señor Potter? —pregunta Draco mordazmente al mismo tiempo que aprieta con fuerza la base de la polla de Harry. Este se queja, pero su protesta queda ahogada porque ha aplastado la cara contra la camilla. Draco se ríe entre dientes, complacido por su reacción.
Como está seguro de que hay suficiente saliva, deja de lamer y, acariciándolo superficialmente con los dedos, mira a Harry para asegurarse de que todo está bien. Este levanta un poco más las caderas hacia atrás, demandante, así que Draco no se demora más e introduce su dedo corazón hasta el nudillo. Harry gime audiblemente, con voz grave, pero eleva más el culo. Draco saca el dedo lentamente y, cuando lo tiene fuera, vuelve a empujarlo dentro, obteniendo otro quejido de placer de Harry que va directo a su propia polla.
Acordándose del pene de Harry, utiliza los pequeños hilos de líquido que gotean de su glande, manchando la camilla, para lubricarle el glande y masajearlo con las yemas de los dedos. Harry responde estremeciéndose y lloriqueando más.
—Es usted un paciente muy ruidoso, señor Potter —susurra Draco. Esta vez, después de sacar el dedo, une el índice para volver a introducirlos, interrumpiendo la respuesta de Harry antes de que le dé tiempo a formularla.
Se folla a Harry con dos dedos sin dejar de acariciarle el glande hasta que este vuelve a elevar el tono de sus gemidos. En ese momento, vuelve a apretarle la base del pene e introduce un tercer dedo, el anular. Harry jadea, sorprendido por el repentino movimiento, pero pronto vuelve a empujar con las caderas hacia arriba, demandando más rapidez en el ritmo con el que Draco mete y saca sus dedos.
—Date la vuelta —murmura Draco, rotando una última vez los tres dedos dentro de su culo y sacándolos después.
Harry acata la orden al instante, con su polla dura bamboleándose sobre el abdomen, y se tumba bocarriba, con los brazos pegados al cuerpo. Tiene la frente sudorosa y los ojos abiertos, mirando a Draco con tanto deseo que el verde de su iris brilla como una llama. Draco lo masturba lentamente, subiendo y bajando la mano desde la punta del glande hasta la base, con intensidad, ayudado por lo resbaladizo del abundante líquido preseminal que sale de la polla. Harry acompaña el movimiento con las caderas, incapaz de permanecer quieto. Es obvio que está tratando de alargarlo lo más posible, pero Draco no le deja más opción al meterse la polla en la boca, succionando con tanta fuerza que Harry empuja hacia arriba y gime, desesperado. La lengua de Draco juguetea con su glande, tratando de meterse entre este y el prepucio, algo que sabe que encanta a Harry y, cuando este empuja un poco más para llegar más adentro, utiliza los labios para descubrirlo entero y lamerlo con fruición, relajando la garganta para que pueda entrar hasta el fondo, tanto que Draco roza con la nariz el vello recortado del pubis de Harry.
Deseando que Harry pierda el control de una vez, Draco vuelve a introducir los tres dedos dentro de su culo, provocando otro salto de las caderas de Harry. Con cierta brusquedad, Draco mueve los dedos, tratando de sincronizarlos con el ritmo que adopta con la boca. Los gemidos de Harry se elevan y sus dedos se crispan sobre la camilla. Dura apenas un par de minutos. al acelerar el ritmo. Cuando las caderas de Harry pasan de empellones rítmicos a un movimiento más errático, vuelve a succionar con fuerza, lamiéndole el glande con movimientos circulares. El gemido de Harry al correrse es acompañado por un último empujón de sus caderas, tratando de llegar lo más profundo posible. Draco se lo permite, tragando sin dejar de estimularle con la lengua, hasta que la sensación de placer es tan insoportable para Harry que este suplica en voz baja con un gimoteo y se retira, limpiándose los restos de semen que han escapado por la comisura de su boca.
—Joder… —susurra Harry, extasiado. Mira a Draco con los ojos nublados por el placer y sonríe débilmente. Draco, satisfecho, le devuelve una sonrisa petulante, pero le pone una mano en el pecho cuando Harry se intenta incorporar.
—No te muevas —ordena Draco.
—Eres un mandón, ¿sabías? —protesta Harry con una carcajada todavía impregnada de placer, pero le hace caso y no se levanta. Con movimientos delicados, Draco limpia los restos de saliva y semen de la polla y el culo de Harry, secándolo. Después, le ayuda a incorporarse y sentarse en el borde de la camilla.
—¿Qué tal tu hombro? —pregunta, preocupado, recordando de pronto por qué están haciendo esto.
—Estupendo —dice Harry, moviendo el hombro en círculos y levantando el brazo.
—No hagas muchos excesos, es normal si te duele unos días.
—Como usted diga, sanador Malfoy. —El tono ha sido pícaro y hace que Draco se ría con una carcajada—. Anda, dame un beso, idiota.
Draco se acerca para besarlo, y Harry le obliga a colocarse entre sus piernas y lo abraza con ellas, forzándolo a rozarse con él y notando lo dura que todavía tiene la polla debajo del uniforme, pero no dice nada, limitándose a besarlo cadenciosamente durante más de un minuto.
—Joder, Draco —susurra Harry cuando por fin separa sus labios, tan cerca de él que su aliento le roza la nariz—. Ha sido jodidamente sexi.
—Deberías aprenderte alguna palabrota más, Potter —lo reprende Draco en broma, sonriendo—. ¿Te ha gustado?
—¿Qué si me ha gustado? Ha sido fantástico. Tú y tu uniforme sois lo más jodidamente sensual que he visto en mi vida.
—Bueno, creo que es posible que nadie eche en falta este uniforme si lo dejo en casa y mañana voy en ropa de trabajo al hospital —dice Draco, sugestivamente. Los ojos de Harry se iluminan con aprobación y luego sus manos bajan hasta el culo de Draco, obligándole a presionar las caderas contra las suyas.
—Genial, así podrá darme muchos masajes, sanador Malfoy. Aunque quizá deberíamos terminar el tratamiento —añade Harry, mordiéndose el labio y frotándose levemente contra las caderas de Draco, sintiendo su pene duro.
—No es necesario, Harry —niega Draco, generosamente, aunque siente la polla a punto de estallar—. Lo he hecho porque creía que te sentirías mejor y me ha parecido buena idea, no porque…
—Ya lo sé. Pero con lo bien que me has preparado y lo duro que estás… —Harry se frota contra Draco, que trata de contener, sin éxito, un gemido—, sería una pena desperdiciar el momento, ¿no crees? Y seguro que una buena inyección obrará milagros en mi recuperación, sanador Malfoy.
—Potter, idiota, haces que suene ridículo —se ríe Draco, besando a Harry para que se calle. No obstante, se inclina hacia atrás para quitarse la parte superior del uniforme y desnudarse, pero Harry se lo impide con un gesto.
—Déjatelo puesto —suplica, con los ojos brillantes de deseo.
Draco asiente. Se mueve lo justo para abrirse la bata y liberar su polla del pantalón. Harry ya está subiendo las piernas a los hombros de Draco para exponer su culo y facilitar que Draco lo penetre. Este lo hace, con un gemido de satisfacción, dispuesto a darle cualquier cosa que desee. Al fin y al cabo, alguien tendrá que recompensar y mimar al héroe que ha salvado el día.
