Parte I
El último Jedi ha desaparecido. Desarticulada, la NUEVA REPÚBLICA se encuentra en guerra fría contra la PRIMERA ORDEN, heredera del Imperio. Mientras la RESISTENCIA, comandada por LEIA ORGANA se prepara para el conflicto, la Fuerza señala a sus nuevos elegidos en los lugares más inesperados...
Capítulo 1: En el bajo Coruscant
El camarín de la Taberna del Jizz era por costumbre un hervidero de chismes, y esa noche no era la excepción. El escándalo de la noche era que Escuadra Civil, simpatizantes fanáticos de la Primera Orden, patrullaban el bajo Coruscant como dueños del lugar. Nadie sabía qué podrían hacer ahí salvo imponer su presencia como una nueva demostración de poder. Otra que, como los últimos meses, no tendría respuesta ni de las fuerzas de seguridad locales, ni de las autoridades de la Nueva República.
A minutos de iniciar el espectáculo, dos pantoranas se enfrascaron tanto en la noticia que apenas notaron cuando el resto de las bailarinas perdió el interés. Para su cultura, la política era otra forma de arte. Para las otras, la mayoría nacidas y criadas en la ciudad subterránea, el gobierno era algo tan abstracto y lejano como lo que había más allá del Borde Exterior. Aisladas del grupo, ayudándose a entrar en intrincados trajes de lentejuelas, las chicas debatían con vehemencia.
- ...es cuestión de tiempo, esto es una muestra de hasta donde pueden llegar si lo desean. Hasta el viejo Jinx dice que la Primera Orden trama algo grande contra la Nueva República -cuchicheó Quinn a su compañera Freya-. Un desertor se lo dijo como hace una hora. Un stormtrooper.
Escuchando esto, una twi'lek llamada Nix se volteó a mirarlas alzando una ceja.
Freya sólo rodó los ojos. Pandillas iban y venían, Escuadra Civil era tan solo otra creyéndose con derecho a intimidar. Pero Quinn todo lo explicaba con conspiraciones y ataques a la democracia. Ahí abajo, ningún gobierno garantizaba la seguridad de nadie. República, Imperio, Nueva República… el nombre no importaba si los únicos que lo distinguían eran los ricos de allá arriba. En el bajo mundo la vida no cambiaba. A veces había menos crimen, a veces había más. El resto eran puras palabras.
- Dudo que algo de aquello afecte nuestras vidas –replicó con paciencia-. Pero si te tranquiliza, hasta la Nueva República asegura que la Primera Orden no anexará planetas con violencia. No tienen la capacidad militar, ni el apoyo de la gente para hacerlo.
- Dile eso a Escuadra Civil –dijo Quinn, preocupada-. No lo tienen todavía. ¿Pero mañana? ¿O en un par de meses?
Lo cierto era que en Coruscant, uno de los últimos planetas en unirse a la democracia de la Nueva República, aún rondaba el fantasma del Imperio. Nix aprovechó una pausa para intervenir.
- A mí me dijeron que en la Primera Orden nadie deserta. O bien, nadie lo hace y vive para contarlo. Además, ¿un stormtrooper con una consciencia?
Dijo esto último con ironía. Nadie de la taberna había visto stormtroopers en persona, pero corrían rumores de la profunda devoción de las tropas de la Primera Orden a sus líderes. Real o inventado, los informes eran tan diversos como las fuentes que los hacían correr, pero un desertor era algo nuevo.
- Jinx no mentiría con algo así -insistió Quinn-. Tiene contactos, fuentes importantes...
- La Resistencia, de seguro -Freya se cruzó de brazos-. ¡El anciano está demente! ¿Sabías que aún respalda a Leia Organa? ¡La mismísima hija de Darth Vader...!
Protestas y abucheos amortiguaron la discusión. El controvertido parentesco entre la Princesa y la mano derecha del Emperador no dejaba a nadie indiferente, aún después de seis años. Las opiniones de su nueva cruzada contra la Primera Orden se polarizaban, sembrando discordia dondefuera. Se acumulaba una tensión sin nombre desde que la heroína de la República renunció al Senado Galáctico para comandar la Resistencia. Quinn veía esto con preocupación. Freya no estaba lista para hacerlo.
- Ya, pero seamos realistas, chicas -terció Nix, de pronto todas las escuchaban-. La Resistencia está más calificada para defender a la Nueva República, que la propia Nueva República.
Una nueva oleada de murmullos y silbidos colmó el reducido espacio tras bambalinas.
- Pues ve a unirte a la Resistencia, si estás tan convencida -la desafió alguien través del camarín.
Un par aplaudió. Otras abuchearon. Nix dirigió una mirada envenenada a la fuente del comentario, tomando aire para responder, cuando un chirrido metálico hizo que todas se sobresaltaran.
En cinco minutos, el telón se levantaba.
Guardando su aliento de ser desperdiciado frente a la estúpida propuesta, Nix salió dignamente de la habitación para coordinar la apertura con Jinx, el técnico encargado del espectáculo. Ella, una bailarina de taberna, unirse a la Resistencia...
Un cargado silencio flotó en el camarín tras la partida de Nix. Rue tenía que centrarse en ella misma otra vez, aquellas sensaciones en el aire no le pertenecían. En hosco silencio, terminó de peinarse y maquillarse para su presentación. Se miró al espejo y suspiró, tratando de controlar su irritación.
Fanáticos en Coruscant y un stormtrooper suelto. Lo que le faltaba. Apenas había dormido la noche anterior. Su labio inferior aún estaba herido, pero el maquillaje disimulaba desde ojeras a moretones a la perfección. Intentó sonreír, pero la hinchazón lo hacía parecer una mueca. Bufó. Como si fueran a una taberna para ver las caras de sus bailarinas.
El sonido de aplausos llegó al camarín, avisando que Nix ya había terminado su número. Era su turno ahora. Volvió a revisar que los guantes ocultasen sus nudillos, y ajustándose la falda, salió de la habitación por un pasillo rodeado de altas cortinas negras. Vio con el rabillo del ojo como la twi'lek se precipitaba a ella desde un lateral del escenario en penumbras. Agarró su brazo con inusual cercanía, pero Rue no tuvo tiempo a protestar.
- Están aquí –le susurró al oído, alarmada-. Escuadra Civil. Armados.
Palideció de golpe tras el elaborado maquillaje mientras Nix se iba a alertar a las demás. De todas las condenadas tabernas del nivel, ellos eligieron la suya. No podía ser simple coincidencia. La luz del escenario cambió, y el corazón de Rue dio un vuelco. Era su señal. Y si no subía, llamaría la atención.
Se forzó a entrar al escenario razonando que eran fanáticos, no militares. Aunque bien podrían ser espías. La sangre se le heló en las venas. Espías. En las sombras, con la respiración acelerada, se convenció a sí misma de que las teatrales líneas pintadas en su rostro la ocultarían. Solo debía salir, sonreír, y dejar que viesen lo que querían ver. A una bailarina. Con algo de suerte ni la cara le verían.
Desde una ubicación del fondo, de espaldas a una pared, QR-2506 no perdía de vista al repugnante grupo de farsantes. Ignorando el desprecio de los locales, ostentaban extraoficialmente el símbolo de la Primera Orden con orgullo, confiados en que sería respetado y temido incluso en ese antro de mala muerte. Se llevarán una sorpresa, pensó, agarrando el blaster que escondía bajo la mesa. Pronto.
QR dejó la Primera Orden con un único propósito: alertar a la Resistencia del arma que construían. Le tomó meses juntar valor para irse. Huír no fue fácil, esconderse fue peor. Pero lo más difícil fue dar con ellos en el bajo Coruscant sin atraer la atención de los cazarrecompensas. Ahora, su misión había acabado. Terminando el espectáculo, Jinx daría aviso a los rebeldes, y ellos sabrían que hacer.
La libertad era algo nuevo y aterrador para él. Buscaba qué hacer con ella cuando, al despedirse de Jinx, vio a Escuadra Civil. Ciudadanos jugando a ser soldados. Un insulto a la Nueva República, por su deslealtad, como también a la Primera Orden, por su indisciplina. Yéndose a juerga en uniforme.
Sería tan fácil para él acabar con los impostores. Rabiaba por hacerlo. Los observó por largo rato, calculando sus posibilidades. Debía ser afuera, para evitar colaterales. Pero necesitaría paciencia. Bufó. Estaba cansado de esperar, quería disparar. Sacar aunque fuese parte de la ira que lo consumía, por todo lo que le hicieron, y le hicieron hacer en la Primera Orden.
Esos civiles no tenían idea de como se vivía ahí adentro. Habían crecido con libertad de elegir, y aún así apoyaban un bando que les quitaría eso, sus nombres, familia y hogar. Aún así, habían elegido llevar el símbolo de la Primera Orden en sus brazos y gorras. Ahora enfrentarían las consecuencias. Esperaría, solo para hacerlos pagar por su arrogancia. Y hasta entonces, no les quitaría ojo de encima.
Pero cuando el telón se abrió de nuevo, tuvo que desviar la mirada. Simplemente tuvo que hacerlo.
Las luces la enceguecieron al abrirse las cortinas. Rue agradeció que así no pudiese ver al público. Cuando los instrumentos comenzaron a sonar, su cuerpo despertó, y tomó el control. Alzó los brazos sobre su cabeza con un fluido movimiento, y los tambores le dieron la señal de avanzar.
Con la frente en alto, se deslizó entre giros y floreos por el escenario, bajando hacia las mesas. Sintió la corrosión acumularse en su estómago al reconocer el símbolo de la Primera Orden en un hombre próximo a ella, pero no tardó en notar que ninguno de ellos le ponía atención. No a su cara.
Ella era un simple adorno revoloteando alrededor. Sus uniformes no eran más que prendas color gris carbón, con bandas y gorras que llevaban los distintivos. Ebrios, eran como niños jugando a los disfraces. Si no fuese por los blasters que llevaban consigo, probablemente no serían un peligro para nadie más que para sí mismos. El ácido en el estómago de Rue casi se vuelve soportable. Casi.
Porque en el resto del salón, ni siquiera los que toleraban a la Primera Orden se veían a gusto con su presencia. Ella podía sentir la hostilidad dirigida a la confiada milicia civil, brindando y bromeando entre ellos, ajenos al efecto que causaban alrededor. Un tipo al fondo estaba que saltaba sobre ellos.
Abrumada por las sensaciones del salón, volvió al escenario entre contoneos y sonrisas que nadie correspondía. Cuando la música terminó, hubo una tibia ronda de aplausos. La luz se apagó, y ella corrió tras bambalinas, superada por las náuseas.
Vomitó en el basurero del camarín. Quinn y Freya la miraron aterradas saliendo a escena, y el resto del elenco las siguió para ver a Escuadra Civil desde las vigas. Si Rue hubiese estado sola, se habría quebrado en llanto de alivio. No iban por ella. Pero aun con la cabeza en el contenedor, podía sentir a su compañera de baile alrededor.
- ¿Estás bien...?
Nix la miraba desde una silla cercana. Estaban solas. Rue levantó la cabeza y asintió limpiándose la boca con el dorso de la mano enguantada. No estaba bien. Trató de no pensar en la última vez que vio a la Primera Orden, pero ahora que pasaba la exaltación del momento, no podía dejar de sentirlos. Allá afuera, aunque fuese simbólicamente. Y ahí mismo, sobre su propio cuerpo. Volvió a vomitar.
- No estás bien -dictaminó Nix, seria-. ¿Quieres hablar de eso?
- No quiero -se apresuró a decir con voz estrangulada-. No quiero ni recordarlo.
Recuperó una botellita de los pliegues de la falda, enjuagó su boca con el contenido y lo escupió en el basurero ante la atónita mirada de Nix. Luego bebió otro sorbo que sí tragó. El calor líquido la reconfortó, pero sus manos y piernas no dejaron de temblar.
- ¿Estás segura de que es una buena idea...? Tendrás que salir de nuevo pronto.
La twi'lek tenía buenas intenciones, pero Rue no estaba de humor para ser cuestionada.
- Soy una chica grande -respondió, cortante. Luego recordó que en el siguiente número tendrían que salir juntas-. Lo siento. Quiero decir que lo he hecho antes.
- Eso no me tranquiliza -objetó, alzando las cejas-. No me tranquiliza para nada.
- Puedo manejarlo -tras una pausa, hizo una mueca-. Pero Nix... necesito pedirte un favor.
Las palabras sonaron extrañas en sus labios, pero tampoco veía otra opción. La twi'lek no daba crédito a sus oídos, y con justa razón: en tres años de conocerse era el intercambio de palabras más largo que tenían fuera de los ensayos. A Rue le constaba, ella lo había preferido así. Luego de evaluarla unos momentos, Nix suspiró, poniéndose de pie.
- ¿Qué necesitas?
QR-2506 apenas vio a las pantoranas contorsionistas. Los civiles faltaban el respeto al uniforme, ebrios ahí entre la escoria. Sospechaba que su ira tenía más que ver con la ideología impuesta desde niño que con un real aprecio por el símbolo. Aquello lo confundía. Y la confusión a su vez lo enfadaba.
Ya no veía a la Primera Orden como la salvadora de la galaxia, pero tampoco creía en la Nueva República. Los últimos días había visto con impotencia el caos desatarse a su alrededor, y lo más terrible, no había visto a nadie hacer nada. Quería creer que la Resistencia era la excepción, Jinx le contó maravillas de ellos tratando de enrolarlo. Pero solo sus acciones lo convencerían.
La Starkiller estaba por ser terminada. Tan solo esperaba que los detuviesen antes de usarla. Se limpió el sudor de las manos en el pantalón, tocando el blaster para sentirse seguro. Los impostores no se irían pronto, el trago los entorpecía. Reconoció no estar tan nervioso por ellos, sino por una duda que de pronto lo invadió. ¿Y si ni la Resistencia podía con ellos?
Los hombres que vigilaba se entusiasmaron al ver a la twi'lek de nuevo en el escenario. Parecían animales. Junto a ella, la humana del segundo acto volvió a cautivarlo. Esta vez sus trajes y maquillajes hacían juego. Si bien las vestimentas apenas mostraban piel, él no podía dejar de verlas. Y es que las chicas bailaban con espadas, auténticas reliquias, equilibradas sobre la cabeza.
Con gracia bajaron del escenario a girar y contonearse entre las mesas. La música era suave, misteriosa, y ellas se movían casi flotando con las espadas en perfecto balance. La piel se le erizó. La majestuosa figura de la twi'lek se robaba las miradas, pero la humana se movía a veces con los ojos cerrados, como impulsada por algo más que ella misma...
Al llegar al centro del salón, la twi'lek se sentó en el suelo alcanzando teatralmente su espada a la humana. Ésta a su vez, las hizo girar en sus manos formando un patrón. Los brazos elegantes de la twi'lek y las armas de la humana estaban tan sincronizados que las bailarinas fluían pero nunca se tocaban. El joven contenía la respiración.
La humana equilibró ambas espadas sobre su tocado de flores, y recorrieron por separado el salón al suave ritmo de la música. Se dirigían ya de vuelta al escenario cuando, pasando por la mesa de Escuadra Civil, la twi'lek frenó de golpe. Uno de ellos le obstruyó el paso mientras otro la forzó a sentarse en su regazo. QR sintió su ira expandirse con violencia al resto de su cuerpo. Se agarró de la mesa para no abalanzarse contra el infeliz.
Si intervenía entonces, alguien podría reconocerlo y Escuadra Civil podría escabullirse. Pero no podía dejar que los desgraciados se salieran con la suya. Apretó los dientes hasta hacerlos rechinar. ¿Valdría la pena arriesgarse por la twi'lek? No tuvo tiempo para decidir. La humana cortó en dos la gorra del agresor con la espada, apuntándolo con ella. Su suave voz resonó en cada rincón del salón.
- Guárdate las manos -siseó-. O te las corto.
Automáticamente los otros cinco se pararon amenazadoramente. La segunda espada se detuvo a centímetros de la barbilla del siguiente más cercano. Los cuatro restantes sacaron sus blasters y apuntaron a las dos chicas. QR aún asimilaba que las espadas realmente tenían filo cuando varios de los clientes de alrededor sacaron sus armas, preparándose a disparar.
Rodeados, Escuadra Civil se formó cubriéndose las espaldas entre sí. Repartiéndose los objetivos.
Ellos no saldrían con vida de ahí. QR debía elegir ya, entre huir o quedarse a pelear. La misteriosa música no dejaba de reproducirse en el por lo demás mudo salón. Vio que la humana echaba fuego por los ojos, pero en el rostro de la twi'lek solo había miedo. Él había visto tantas veces esa expresión en sus misiones en el Borde Exterior. Justo antes de jalar el gatillo, creyendo servir a un bien mayor...
La decisión fue entonces un impulso, o un sentimiento, tan natural como el de respirar.
- ¡Muerte a la Primera Orden! -exclamó alguien disparando desde el fondo.
Uno de los fanáticos cayó abatido. Rue se arrojó al suelo antes de que el salón comenzara a relucir con rayos láser yendo y viniendo. Buscó a Nix con la mirada para que hiciera lo mismo, pero ella ya no estaba a su lado. Vio como un Escuadra Civil se la llevaba como escudo en dirección a la trastienda.
Sintió con claridad desgarradora lo que pasaría ahí. Debió degollarlos cuando tuvo la oportunidad. Se arrastró con las espadas hacia detrás del bar, deseando equivocarse. Pero con ese tipo de cosas, Rue nunca se equivocaba. Detectó la repugnante disposición del grupo en el momento en el cual ella y Nix salieron al escenario, y ahora se reprendía con furia el no haber hecho algo antes.
- ¡Es QR-2506! -oyó en su difícil trayecto por mesas tiradas, sillas rotas y heridos- ¡Den aviso a la Primera Or...!
Un disparo acalló al chismoso para siempre. Con sentimientos encontrados, vio como le daban en el pecho al hombre que primero se había alzado para defenderlas. QR-2506. Un soldado. Un desertor. Un stormtrooper con una consciencia. Éste cayó abatido, y ya no se movió más.
Postergó su horror al ver muerto a Jinx en la trastienda para abalanzarse contra el hombre que forcejeaba con Nix. La twi'lek luchaba por zafarse, pero el agarre de su rival era brutal. Ambos estaban demasiado cerca como para usar las espadas, por lo que Rue lo desestabilizó con una llave.
Éste liberó a Nix para recuperar el equilibrio, y ésta cayó al suelo tosiendo. Colgada a su espalda, Rue fue estampada contra la pared con un golpe que la dejó sin aire. El hombre aprovechó para ir por su blaster, pero la twi'lek lo recogió del suelo primero y lo apuntó. Jaló el gatillo, pero nada pasó.
El seguro estaba puesto. Nix abrió los ojos como platos buscando en dónde quitarlo. El hombre acercándose le dedicó una sonrisa lasciva, momento que Rue aprovechó para arrojarse sobre él. Lo derribó bocabajo torciendo entre sus piernas uno de sus brazos hacia atrás, y no se detuvo hasta oír el crujido. El grito de dolor del Escuadra Civil se sintió como música en sus oídos, pero aquella oleada de placer le recordó que debía controlarse. Lo estaba sintiendo de nuevo.
Aquel pensamiento la paralizó. Se obligó a sí misma a alejarse de él, con la respiración agitada. Nix lo apuntó con el blaster ahora sin seguro mientras éste gemía y se retorcía patéticamente en el suelo.
Un seguidor de la Primera Orden, y un abusador. Dejarlo vivo era más de lo que merecía, y mucho menos de lo que Rue deseaba hacer con él. Temblaba de ira. Sería tan fácil para ella estirar su mano y... no. Con el pulso en las nubes y el juicio nublado, se alegró de no tener el arma en sus manos. Era el agresor de Nix, después de todo. Ella decidiría. Le dio a entender esto con un gesto con la cabeza.
Su compañera disparó, pero sólo lo aturdió. Luego la trastienda quedó en silencio.
Desde el salón aún se oían gritos y disparos amortiguados. El sonido, sumado a la visión del cuerpo inerte frente a ellas ofuscó a Rue con una insoportable sensación de familiaridad. Sentía el frío en su interior. De pronto era como si su vida en la ciudad subterránea se hubiese vuelto borrosa frente a los intensos recuerdos de lo que había hecho años atrás...
- ¿Sun? ¿Te encuentras bien...? ¡Sun!
Por poco olvida que en Coruscant ése era su nombre. Rue miró a Nix con los ojos desorbitados.
- Tenemos que irnos de aquí.
Lo estaba sintiendo de nuevo. La atracción a la oscuridad.
