Capítulo 42- Carpe diem.


Yanagida abrió mucho sus ojos como señal de desaprobación. No podía creer que después de tanto se hubiera guardado ese secreto, sin embargo, al considerar su situación, se apiadaba de él un poco.

—Atsushi… Me sorprende que no se lo hayas dicho. La verdad es que desconozco qué tan cercanos son Todomatsu y tú pero…
—No digas su nombre.
—¿Qué?
—¡No digas su nombre! Ya no estoy lo suficientemente molesto contigo como para querer golpearte, pero aun así, no quiero que digas su nombre.
Yanagida resopló.
—¡Bien! Lo que decía es que, dependiendo de la confianza que haya entre ustedes dos… no lo sé, podrían ayudarse mutuamente. A ti te ayudaría mucho hacer lo
correcto.
—¿Hablas de ver a mi padre?
—Ajá.
Después de suspirar profundamente, Atsushi dijo:
—Eso es lo que haré. ¡Vaya! Al final me han convencido. Ustedes siempre fueron de temer, Yanagida, Kaede…
—Puedo ir contigo si quieres, pero no me gustaría dar la cara —dijo ella.
—No hace falta —Atsushi negó con la cabeza—, puedo ir solo. Nosotros estamos relacionados sanguíneamente… No creo que quiera matarme al verme, ja, ja.
—Voy a ir contigo
—dijo el moreno.
—Como dije… No hace fal…
—¡No es una pregunta ni una sugerencia! Voy a ir contigo. Debiste suponer que me pegaría a ti como una goma de mascar aun si no me lo pedías. Iré por mi parte, si es que te molesta tener que llevarme. Tengo mi propio auto también, Atsushi.
—¡Mhm! No puedo negártelo entonces.

El silencio se hizo campo entre los tres. Cuando hubieron aclarado varios asuntos otra vez, Yanagida hizo una pregunta después de tomar un sorbo a su bebida.

—Atsushi… ¿Todavía tienes contacto con el chico que conociste en secundaria? Ese amigo con el que hablabas de vez en cuando por las tardes…
—¿Mhm?
—Oh, ¿será que dejó de hablarte?
—No, seguimos en contacto. Hablas de Futsuumaru-kun. Pero, no recuerdo haberte contado sobre él…
Yanagida soltó una risita.
—Ya veo.
—¿Por qué la pregunta?
—Estaba pensando sobre eso el otro día. Si te sirve, deberías preguntarle sobre esos días. Tal vez él te ayude a recordar unas cosas. Para que te dé valor.
—"¿Recordar unas cosas?"
Yanagida asintió sin decir otra cosa, dejando pensativo a Atsushi. Kaede miraba alrededor fingiendo que se distraía viendo a las demás personas sentadas a su mesa. Después carraspeó para aclarar su garganta.
—Yanagida… Mi papá lo escuchó todo. Las grabaciones de esos días… Estaba escuchando todo lo que yo decía para ponerme a prueba. —Atsushi estaba hablando con una voz grave llena de preocupación.
—Lo sé.
—Yo… no recordaba eso. No puedo imaginar su cara al oír todo lo que decía sobre él y sobre mi vida, y sobre Kaede… ¿Estaría sonriendo, burlándose de mí?, ¿o estaría enojado quizá, o…?
—¡No tiene caso, Atsushi! —Yanagida puso su mano sobre el hombro de Atsushi, obligándole a volver en sí; al momento presente—. Piensas en ese tipo todo el tiempo. Una y otra vez, y otra vez y otra vez… Déjalo ir.
Atsushi no agregó nada a ello y tampoco hizo ningún intento por zafarse del agarre. Se limitaba a observarlo detenidamente. A veces no se daba cuenta de lo mucho que se parecían.

—Kaede —comenzó a decir Atsushi—, gracias por dejarme llevar tu apellido. Y también a Yanagida, claro.
—Tenía que protegerte. A ambos… Dejar que cargaran con el apellido de su familia era peligroso para ustedes, muchachos. De hecho, me alegra que me llegaras a considerar una madre, Atsushi-kun. Siempre quise tener este nivel de confianza con quien en un principio sería mi hijastro. Que me llamaras "Takeuchi-san" era extraño, puesto que iba a casarme con tu padre.
—Lo sé, pero, aun así, muchas gracias.

Yanagida no dijo nada, pues, después de todo, Atsushi estaba agradeciendo en su lugar. ¡Y por supuesto que Kaede sabía ya cuán agradecido estaba!

[Tiempo actual… ]

Cuando recién Atsushi hubo salido de su casa, creía que si no pensaba en ello quizá el tiempo se iría mas rápido, pero no funcionaba así. Las horas y los días eran indescriptiblemente más largos y atormentadores a su percepción.
Estaba realizando su trabajo desde su computador, cuando de repente un dolor de cabeza comenzó a atacarle. Se había quedado solo en un hotel, otra vez, al sur del país.
Fue a la segunda semana cuando Yanagida lo contactó. Se vieron en el hotel, durante una tarde ajetreada. No compartían misma habitación.

—Comenzaremos los movimientos sobre el asunto ese dentro de tres días. ¿Estás listo?
—Sí. —Fue una respuesta vaga.
—Bien. Voy a dejar que te encargues de tus asuntos —dijo Yanagida al ver que Atsushi se encontraba sumido en cuentas frente a su computadora—, voy a estar en la habitación de a un lado.

Atsushi asintió. Yanagida hizo un gesto y se dio la vuelta para salir de la habitación de Atsushi. Había suficiente espacio para ambos, pero, ninguno quería recordar los días en los que dormían juntos como si fuesen dos hermanos que se aprecian más que a nada y a nadie. Aunque la calidez del pasado seguía ardiendo en sus corazones, los recuerdos de aquellas noches jamás se borrarían.

Yanagida al final se había aburrido y se había ido a dar una vuelta a las afueras del hotel. No era un sitio muy bonito ni muy transcurrido. Tampoco era demasiado caro y no había suficiente ruido como para estresar a alguien que estuviese poco acostumbrado a las ciudades.
Recorrió las calles a pie, en busca de algo rico que comer. No le había llamado la atención nada. Durante su camino, algunas chicas y mujeres poco mayores que él le habían pedido un autógrafo o un apretón de manos. Le habían reconocido. Después de todo su rostro estaba en las portadas de revistas de moda o de perfumes. Le pareció una molestia, pues ese día no estaba de humor, pero no le parecía correcto salir corriendo. Aceptó los apretones de manos.

Al final volvió al hotel por algo para cenar. La comida del hotel no tenía nada en que destacarse, pero tampoco era mala. Tenía un sabor muy bueno en realidad. Se le pasó por la mente subirle algo a Atsushi, pero supuso que se negaría a probar bocado. Aun así…

Salió del ascensor para dirigirse a su habitación, pero en su trayecto se detuvo delante de la puerta de su primo. Tocó la puerta de madera tres veces con los nudillos y dejó una bolsa de papel en el suelo, delante de la habitación.

—¡Eh, Atsushi! Aquí te dejo algo. Ahora sí me voy a dormir. Adiós.

Yanagida no se quedó a esperar respuesta. De inmediato se retiró a la habitación vecina, dispuesto a dormir lo suficiente para despertar temprano. Quería meditar las cosas. Pensaba mucho en su hermana, en Kaede, en su tío, y en Atsushi… No podía negarlo; todavía lo apreciaba mucho y lo tenía preocupado. Era como el hermano varón que nunca tuvo. Se sentía extraño, pues ahora que por fin lo tenía tan cerca suyo después de años, una parte de él quería permanecer distante todavía. Como temer a volver a meter las manos al fuego.

Se recostó en su cama, y con las luces ya apagadas se dispuso a dormir. Prestaba atención en los posibles movimientos de Atsushi, pero no logró nunca escuchar siquiera algún paso o sonido. Se quedó dormido.

Atsushi, que no había oído la voz del otro, se sentía curioso por saber qué estaba haciendo. "¿Todavía estará afuera o ya habrá regresado?" Grande fue su sorpresa cuando, dispuesto salir a buscar algo para beber, vio justo en frente de la puerta de su habitación una bolsa de papel. Miró a los lados en busca de un posible espectador, pero no había nadie. Supuso que había sido Yanagida. Cuando cerró la puerta detrás suyo volviendo a la cama donde le esperaba únicamente su laptop y un montón de papeles, revisó su contenido. Había un café en vaso y un sándwich envuelto en plástico, junto a un pequeño envase de natilla de vainilla. Sonrió al imaginar el moreno comprando aquello para él.

12:45 am.

Se puso sus anteojos para observar mejor la pantalla que comenzaba a encandilarle la vista. Siguió haciendo su trabajo sin poder evitar dejar escapar un suspiro de fatiga de vez en cuando. Masticaba el sándwich a la vez que corregía montones de archivos y documentos que resultaban un problema.
El café estaba ya un poco frío cuando salió por el, por lo que lo había dejado a medio beber. La natilla fue lo primero que se comió; era un amante de lo dulce.

En ese momento surgió una llamada entrante.
Por un instante se albergó en su corazón la esperanza de que la llamada fuera de Todomatsu, pero no había sido así. Era uno de sus superiores. Si bien era cierto que Atsushi estaba entre la gente más importante de la empresa y tenía montones de subordinados, también era cierto que había varios individuos por encima de él. Atendió la llamada con pesadumbre.

—Atsushi Takahashi. ¿Diga?
—¡Atsushi! ¿Dónde has estado?
—Estoy al sur del país por un asunto personal, señor.
—¿Vas a volver pronto, no?
—Quizá vaya a permanecer fuera por dos semanas más. ¿No se lo dijo mi secretaria? Voy a realizar mi trabajo a distancia durante estos días. Volveré antes de que empiece el otoño.
—Mhm, no me mencionaron nada de eso. Voy a revisar el expediente.
Hubo silencio por parte de Atsushi, por lo que el hombre continuó diciendo:
Atsushi, la compañía está pasando por un asunto delicado. Puede que cientos de personas pierdan su trabajo por problemas internos. Es necesario que apliquemos las medidas que le convienen a la empresa para que prospere y se mantenga en sus ingresos.
—¿Perder empleos?
—Sí, y bueno… creo que tú eres bueno para este tipo de situaciones, ya que gran parte de los subordinados dependen de ti. Aun así, sabes que mantener el estatus es lo primordial, ¿cierto? En la universidad tuviste que prever algo así.
Atsushi se quedó en blanco por un momento con el teléfono en mano. No había sido bueno para deducir y reaccionar ante aquella información rápidamente. Carraspeó y dijo:
—¿Me está pidiendo que realice un fraude, señor?
—Si no lo haces, puede que corras con mala suerte y pierdas tu puesto. O en el peor de los casos, podrías perder tu trabajo.
—Y-Yo no podría…
—¡La empresa corre peligro! Puede que todo por lo que trabajamos hasta el día de hoy sea en vano si no tomamos medidas al respecto. Necesitamos recuperar las inversiones de hipoteca y además llevar a cabo un plan para prosperar, independientemente de cualquier acción deshonesta. ¿Entiendes? Ya lo has hecho antes. Esta vez no será diferente.
Atsushi suspiró con cansancio.
—Entiendo. Puedo hacerlo.
—De acuerdo, informaré a los otros. Pero ten en cuenta algo, Atsushi: deberás deshacerte de unos cuantos hombres y mujeres de tu edificio.
Atsushi no agregó más, y el hombre se despidió.
—Cuento contigo. Entonces, hasta luego. Apresúrate a volver, el caos no va a tardar en llegar sin ti.

La llamada terminó.
Un exhausto y estresado Atsushi arrojó el teléfono a la cama y comenzó a sobar sus sienes con molestia. Los problemas se le estaban juntando. De repente tenía el peso de una pesada carga encima de sus hombros, de nuevo.
Cuando su laptop le avisó que se estaba quedando sin batería, la conectó al enchufe más cercano para terminar un asunto pendiente y se dispuso a dormir. Mañana continuaría con lo que tuviera que hacer.

A la mañana siguiente Yanagida se encontraba ya bien acicalado en una de las plantas bajas, donde estaba el comedor de los huéspedes. Cuando miró a Atsushi, sus ojos de abrieron de par en par repentinamente y alzó su mano para indicarle que se sentara con él. Atsushi lo hizo.

—Buen día, Atsushi. No dormiste bien, ¿eh? —dijo juguetonamente en un tono parecido al que solía usar Osomatsu. Las ojeras que se habían pintado en el rostro de Atsushi le delataban. Tenía el sueño bastante atrasado.
—No, en realidad dormí más de lo habitual. Si hubiese bebido el café que compraste en realidad me habría matado. Que por cierto, gracias.
Yanagida fingió que el agradecimiento no le importó y tras un breve y vago gesto de afirmación, dijo:
—Los tipos de oficina como tú viven a base de café. Me sorprende que digas eso.

Atsushi no dijo nada. Al ver que Yanagida tenía un plato vacío en frente suyo supuso que ya había desayunado, por lo que se puso de pie para ir por su desayuno a la recepción. Estaba hambriento, así como seguía estando exhausto.

Luego de un rato cada uno siguió por su lado. Yanagida había realizado varias llamadas a su manager y Atsushi seguía encargándose de asuntos fiscales que trataría de manera cercana pronto. Suspiraba de vez en cuando sin poder evitarlo.

Cuando Atsushi se encontraba en medio de una crisis, de repente venían pensamientos aleatorios que se disponían a arruinarle su bienestar emocional y empeorar de a poco su existencia. A veces, venía de repente la imagen de Osomatsu a su memoria. No quería admitirlo, pero había algo en él que le molestaba. Y sobre todo había algo que le parecía curioso, y era que, aunque Todomatsu tuviese seis hermanos con el mismo rostro, podía decir con exactitud quién era quién, sin equivocarse. ¿Por qué? Desde el primer momento no significó nunca un reto para él. Sentía que algo de ello era demasiado extraño.
Esa clase de pensamientos no le permitían desempeñar adecuadamente su trabajo del diario. Pensaba específicamente en el rostro de Osomatsu y luego en el de Todomatsu. «Aunque son iguales, puedo pensar en ellos como personas distintas. Esto me molesta, pero… no lo entiendo».

5:35 pm.

Yanagida estaba regresando de afuera para quedarse de nuevo en el hotel, sitio en donde Atsushi estaba permaneciendo las 24 horas desde que se habían hospedado. Lo miró en el comedor de la planta alta, pero por debajo de sus habitaciones. Estaba con la computadora sobre la mesa tecleando varias cosas a la vez que usaba una calculadora, mientras otras chicas lo miraban de reojo como si no se atrevieran a pedirle su número.
Cuando el moreno siguió su camino dispuesto a encontrarse con Atsushi, éste se robó varias de las miradas de las chicas. También era muy atractivo. Atsushi no se había dado cuenta de la presencia de ellas, y Yanagida que sí se percató, fingió no haberlas visto. Ninguno de ellos dos tenían ánimos de lidiar con aquello. Yanagida ocultó su rostro a como pudo con su saco.

Atsushi seguía tecleando incansablemente y sin parar. Estaba tan absorto en su labor que no advirtió que Yanagida estaba a un lado suyo sin decir nada. Cuando al muchacho en pie estuvo ya cansado de que el castaño claro no le dijera nada, puso su mano sobre la de Atsushi mientras tecleaba, provocando que los ágiles movimientos cesaran repentinamente. Fue entonces cuando el mayor levantó la vista y se encontró con el rostro de Yanagida.

—Detente por un momento, ¿quieres?
—Yanagida.
—Tenemos mucho por hacer, y es mejor que nos concentremos en eso. Por eso vinimos aquí, principalmente. Acuérdate.
—No puedo dar esto de lado tampoco —dijo Atsushi, regresando su atención a la computadora y alejando la mano de Yanagida de la suya—, es igual de importante.
—¿Más importante que planear lo que vas a decir en el juicio de un criminal que podría ser liberado como si no hubiese hecho nada malo, el cual es tu padre?
—Yanagida, no hablemos de esto aquí —dijo entre dientes, sin verle a los ojos.
—Atsushi, olvídate de tu trabajo solo por estos días.
—Es imposible… No le restes importancia.
—¡Atsushi, el mundo va seguir moviéndose con o sin ti! ¿Entiendes? Todo sigue en movimiento… El mundo no va a detenerse solo porque tienes algo que hacer. Incluso si no haces tu trabajo, no pasa nada. Alguien va a hacerlo por ti tarde o temprano. Deja que todo fluya.
—¡Es tan fácil para ti decir eso! ¿Acaso tu trabajo beneficia o perjudica a alguien?
—Atsushi…
—¡No deberías decir que…!
—¡Hey! —Yanagida lo interrumpió haciendo el ademán para indicar silencio, poniendo el dedo índice entre los labios, sin evitar sisear. También puso su mano sobre el hombro de Atsushi, marcando cierta distancia—. Shhh… Mejor vamos a mi habitación. O a la tuya, me da igual. Pero hablemos sobre el asunto que nos espera en unos días. —Al ver que Atsushi no se veía convencido ni dispuesto a moverse, añadió sonrojándose un poco—: Por favor.
—Bien… —dijo Atsushi al fin—, pero que quede claro que voy a seguir con lo mío luego de esto.
—¡Y yo con lo mío! Pero por el momento, esto es lo que importa. —Se alejó de Atsushi, dirigiéndose a la habitación.
Atsushi lo siguió por detrás con su laptop debajo del brazo.
Cuando estaban en el ascensor, el mayor vaciló para cuestionar al otro, pero al final terminó haciéndolo.
—¿En dónde estabas?
Yanagida se sorprendió por la pregunta, aunque aparentaba estoicidad.
—Caminando por ahí. A unas cuantas cuadras hay un sitio en donde puedes tener una buena comida por un precio más bajo de lo normal. Y la taza de té o café la rellenan sin límite, hasta que ya no puedes más. Aunque… creo que no es muy de tu estilo. Viéndote, dudo que tengas buen apetito.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Bajaste de peso, ¿no?
Atsushi hizo una mueca de disgusto. Cambió el tema con habilidad. Cuando llegaron al piso destinado, dijo:
—No te alejes tanto. Hace mucho que no estamos en esta parte del país. Podría… sucederte algo.

No hubo más palabras. Entraron a la habitación de Atsushi.

Aunque no era demasiado tarde, ya había poca luz. La iluminación del hotel se encendió, pintando de un cálido ámbar los pasillos.
Ambos estaban sentados sobre la cama. Atsushi se sentía incómodo estando tan cerca de Yanagida, mientras que a éste poco le importaba; se sentía como si estuviese en soledad, en su propia casa.
Atsushi vestía un pantalón negro de vestir, con zapatos igualmente negros y una camisa azul cielo sin corbata, perfectamente abotonada. Yanagida traía un saco color gris oscuro con unos jeans azul claro, una camiseta blanca y zapatillas deportivas también blancas.

—Habla.
—Si lo dices de ese modo no hay manera de empezar.
—Algo debes de querer decirme, ¿verdad?
—Bien, Atsushi. Pues… ¿sigues molesto conmigo?
—Claro que sí. Aprovecharte de la confianza de alguien es cruel.
—¡Ja! Por teléfono suenas más intimidante… Lo siento, lo digo en serio.
Atsushi entornó los ojos.
—No es conmigo con quien debes disculparte. Arruinaste todo. ¿Sabes que por tu culpa Todomatsu y yo tuvimos una pelea? Creí que quizá él había tenido una aventura a mis espaldas, y luego creí que tú lo habías vio…
—¡Dios santo! ¡Claro que no! —lo interrumpió—. Como dije, solo con un asunto de gravedad querrías verme. Desde que ocurrió lo de tu padre no tuvimos chance de volvernos a ver. Tenía que meterme en tu territorio, y es lo que hice. Na-Nada más.
—¡Qué remedio! Tan imprudente como de costumbre.
—Atsushi…
—¿Sí? —dijo en tono no muy agradable.
—¿Has… recordado algo más de tu papá?
—No me gustaría recordar algo nuevo.
—Algo debe de haber.
—Suficiente…
—Hey, aunque no quieras ni verme, somos familia. Compartimos varios de nuestros recuerdos… Tu padre es el hermano mayor de mi madre. Estamos bastante unidos. Y creo que, aunque Kaede no llegó a adoptarme, la aprecio tanto como tú. Me preguntaba si recuerdas algo nuevo de ella…
En ese instante varias imágenes se cruzaron por la mente de Atsushi, una tras otra, como si de un analepsis se tratara. Fue en ese momento cuando se sintió decidido a hablar. Fue más como un acto de reflejo en lugar de una acción voluntaria.
—Yo… —La mirada de Atsushi se clavó en la nada mientras hablaba. Yanagida le prestaba atención—. Yo recuerdo que ella… me decía que corriera, mientras ese monstruo la tomaba. Ella lloraba y gemía de dolor, y mi padre me decía que viera. ¡Que tenía que ver! ¡Y yo quería huir lejos, pero…! ¡Pero Kaede…!
—¡Atsushi! —Yanagida sujetó a Atsushi de los hombros, haciendo que volviera en sí. Lo sacudió un par de veces sin mucha fuerza. Cuando vio que su respiración comenzaba a agitarse y en su rostro se dibujaba una mueca de terror, lo obligó a volver al presente. Hacerle recordar esos días no era bueno. Por lo que veía, podía ser que como en el pasado, entrara en una especie de trance—. Tienes razón, es suficiente, Atsushi. ¡Lo siento! Lo siento mucho. Creo que todavía… no puedes pensar en esa época de tu vida.

Atsushi se sumió en la preocupación y la culpa. Luego de eso, no pudo reponerse el resto de la noche. Yanagida le hablaba, pero para él era como si nadie estuviera allí.

—Sé que es difícil, Atsushi, pero necesitas concentrarte en el momento presente. ¡¿Entiendes?! —Yanagida estaba preocupado. Al notar que Atsushi le restaba importancia a sus palabras, lo sujetó de las muñecas para obligarle a verle a los ojos—. ¡En el presente! Aquí y ahora. No importa todo aquello que sucedió o que va a suceder… Lo que importa es que estamos aquí, ¿bien? Estamos vivos, y somos capaces de tomar una decisión. Hay un poema que dice: "Coged las rosas mientras podáis, veloz el tiempo vuela. La misma flor que hoy admiráis, mañana estará muerta". A ti siempre te ha gustado la poesía, Atsushi… ¿Sabes lo que significa?
Atsushi tardó en recordarlo. Finalmente dijo:
—Ese es un poema de Robert Herrick, ¿cierto?
Yanagida se rió.
—Ja, ja, ja… ¡sí! Exacto. No eres un tonto, Atsushi. Si lo conoces entonces sabes el significado. Hay que aprovechar… cada momento. La vida se nos va así como se escurre el agua entre las manos. ¡Mira! —Yanagida inhaló y exhaló profundo con una sonrisa—. Dentro de unos siglos seremos incapaces de hacer algo tan sencillo como esto.
Atsushi lo miró y soltó una risita. Aun así, su rostro lucía triste.
—Explicándome todo esto… haces que me sienta como una criatura. Lo sé, ya tengo 28 años.
—¡Puede que seas dos años mayor que yo, Atsushi! Pero no pones en práctica tus conocimientos. ¡Házlo! Concéntrate en el hoy. Es la única manera cuerda de vivir.
Atsushi ya no dijo nada. Sus pensamientos lo obligaron a sumirse en el eterno abismo de su memoria. De repente la voz del moreno se oía tan lejana e inalcanzable, como un eco imposible de descifrar.
Todo había marchado mal. Su vida de infancia, su vida amorosa, su vida familiar, en su trabajo, su presente… Todo estaba hecho pedazos.
—Hey, ¡hay esperanzas! —dijo con mucho ánimo—. Aun sigues aquí, pese a todo. Has hecho tu vida y seguirás haciéndolo… Solo hay que enfocarse en el presente. Ya vas a ver… —Cuando se dio cuenta, Atsushi se miraba más cansado de lo que se había visto en días anteriores, y además, aunque tal vez solo fuese su percepción, parecía que estaba a punto de llorar—. Hey, Atsushi… Conozco esa cara. Significa que quieres estar solo, ¿verdad? O quizá, que necesitas un abrazo.

Atsushi no dijo nada. Se cubrió el rostro con una mano mientras se mantenía con la cabeza agachada. Sintió que vomitaría.

7:00 pm.

—Me voy a mi habitación por ahora. Es temprano todavía y planeaba echarme una siesta porque también he trabajado demasiado últimamente, ¿pero, sabes?, es probable que no despierte hasta mañana. Necesito despejar mi mente también. —Se levantó de la cama y se aproximó a la puerta—. Mañana es el último día que tenemos para pensar en una estrategia, Atsushi. Mi tío no espera que ninguno de los dos estemos ahí. No tendrá tiempo de idear algún plan malicioso.
"Es más listo de lo que parece, Yanagida", pensó Atsushi con miedo. Después de decir de manera casi inaudible un "buenas noches", Yanagida desapareció del cuarto. Atsushi no respondió nada.

Cuando se hubo quedado en la habitación completamente solo, pensó sobre todo lo que estaba pasando. Ya no podía más. Apagó la luz y se recostó obligándose a dormir.
Venían a su mente fugaces recuerdos de su madre y de su padre… Recordaba su antigua casa, su antigua vida. Entonces comenzaba a revivir memorias que prefería no desenterrar. Su respiración se agitaba y su pulso se aceleraba. Recordaba las sensaciones, los olores y los colores de esos días… Los sonidos y los sentimientos. No podía deshacerse de aquello. Lo aterraba con locura. No quería llorar por tener que recordarlo.

El sonido del piano. El sonido de las cámaras. El sonido de los gemidos…

De repente su mente se confundía y mezclaba todo aquello que alguna vez hubiese experimentado. Dolor, miedo, alegría, vergüenza, enojo, envidia, excitación, tristeza, placer…
Su cuerpo y mente estaban rememorando los días de su juventud. ¡No sabía qué debería sentir! La delgada línea entre una sensación y la otra era extremadamente endeble. No quería recordar los rostros de aquellos que formaron parte de su adolescencia; ni siquiera el rostro del presente Yanagida.

En cambio, prefería pensar en el rostro del muchacho que quería. Imaginar a Todomatsu hacía que sus pensamientos negativos se despejaran un poco, sin embargo, la plenitud no podía durar mucho. Los recuerdos de las sensaciones placenteras del pasado llegaban a él como oleadas de brisa marina, tan fuertes y avivadoras, y la imagen de Todomatsu en su mente no ayudaba a disiparlo.

Prontamente se dejó llevar por la desesperación, siendo víctima de la fiebre sexual. No podía apaciguar el calor de su cuerpo y tampoco podía evitar las fantasías que no hacían más que avivar el ardor.
Dio vueltas en la cama una y otra vez con exasperación, intentando conciliar el sueño.
Pasaron varios minutos antes de que el deseo de placer desapareciera por completo de su cuerpo.

Logrando finalmente escapar de los recuerdos de su niñez con sensaciones ajenas a las recurrentes, se quedó dormido.

Por la mañana siguiente, Atsushi despertó más tarde de lo normal. Yanagida tocó a su puerta esperando respuesta, la cual obtuvo de manera tardía.

—¡Atsushi! ¡Ya casi son las 12:00 del día! ¡Levántate, dormilón! —Como no contestaba nadie, exclamó a modo de burla—: ¡Despierte, señor Takahashi!
Atsushi se cubrió el rostro con la almohada y soltó un largo bostezo.
—¡Ya voy! —gritó con voz aun somnolienta.

Atsushi se dio cuenta de que lo único que había hecho fue quitarse los zapatos, pero se había dormido con la ropa que traía puesta durante el día. Estaba tan sumido en sus cavilaciones que ni siquiera mostró molestias o incomodidad.
Se fue a dar una ducha tras luchar contra las sábanas.

Yanagida estaba haciendo tiempo en la planta baja. Se preguntaba cómo se encontraba Atsushi aquel día. Le daba miedo que su estado de ánimo hubiese empeorado. Y a su vez se cuestionaba cómo lidiaría con él y con el recluso, ya que estaba consciente de la ambivalencia de su primo. Después de todo, Atsushi no sentía un completo odio por su papá y se notaba a leguas. Simplemente estaba demasiado asustado.

Glosario.

Carpe diem: Significa hacer lo que uno desea en el presente, aquí y ahora, sin someterse a los compromisos del pasado o las especulaciones estratégicas sobre el futuro. Aprovechar el presente ante la constancia de la fugacidad del tiempo.