"Sé quién mató a tu hija Emma."

El cochero no podía creer lo que había escuchado, no era posible, no había visto a esa misteriosa mujer en su vida, ¿o tal vez sí? No reconoció su voz y su identidad aún estaba oculta tras la capa que llevaba puesta.

-¿quién eres? Dímelo, si esto es una broma no tiene ninguna gracia.-

La mujer entonces se quitó la capucha, su piel era blanca y pálida, su cabello negro como la tinta, ondulado y que caía hasta sus hombros, sus ojos verdes brillaban de forma antinatural y sus labios eran finos de un rojo sangre intenso, llevaba puesto un vestido largo rojo con mangas amplias y largas hasta las muñecas y unos pendientes de rubí en forma de luna creciente.

-Disculpe la descortesía de presentarme así, pero no he podido comunicarme antes con usted.-

-No has respondido a mi pregunta.-

-Oh, pero usted me conoce cochero, usted y todo el pueblo en realidad, se habla mucho de mí en las festividades de finales de octubre.-

-¿octubre?-

-Sí, ya sabe... cuando contáis las leyendas del pueblo alrededor de una hoguera en la plaza del pueblo.-

El cochero intentó pensar en alguien que hubiera visto allí, pero una joven de pelo negro y ojos verdes... no, no había nadie así en el pueblo, intentó pensar en la festividad, tal vez algún artista ambulante, no tampoco, así que sin opciones y un poco molesto preguntó a modo de broma.

-¿acaso eres la bruja escarlata?-

-Acertaste mi querido amigo.-

El cochero abrió los ojos ahora molesto por la respuesta.

-O estás loca o eres idiota, ahora si has dejado de hacer el estúpido me iré de aquí.-

El cochero se dispuso a darse la vuelta, pero se asustó cuando vio que una cuerda había atado misteriosamente sus manos y le impedía moverse, no, no era una cuerda, era una estela de luz roja lo que lo mantenía retenido, el hombre dirigió de nuevo sus ojos al rostro de la mujer que ahora sostenía un utensilio en su mano izquierda, una varita mágica, similar a la del hada azul, con mango negro y coronada en un extremo por la figura de una luna creciente tallada en un rubí que relucía con un brillo mágico que resultaba inquietante.

-¿Me crees ahora?-

-¿cómo? Es imposible, es solo una leyenda.-

-No son leyendas, existo, y mi hermana,el Hada Azul, también.- confesó.

-¿Y qué quieres de mí? No he hecho nada malo, no realmente, sí, trafico con otros delincuentes pero nada más.-

-Tranquilo, no vengo a castigarte por nada.- dijo chasqueando los dedos y haciendo que las ataduras que mantenían retenido al cochero desaparecieran.- Vengo a ofrecerte un trato.-

-¿Un trato?-

-Sé lo que te pasó, lo que le ocurrió a tu hija Emma, tuve suerte esa noche, la estrella Azul de mi hermana fue cubierta por las nubes y pude observar la ciudad.-

-Yo también sé lo que ocurrió, vi su cuerpo tirado en ese callejón.-

-Pero no sabes quién fue.- la bruja miró a los ojos a quien había ido a buscar.- Yo sé quien mató a tu hija, puedo darte el nombre y el poder para acabar con ellos si lo deseas.-

El cochero pensó en las palabras de la bruja, si realmente las leyendas eran ciertas...¿podía fiarse de ella?.

-¿cómo sé que no me engañas?¿puedes demostrarme que lo que dices es cierto?-

-Puedo enseñarte cómo pasó.- dijo antes de poner la varita entre ambos.

La piedra roja en forma de luna empezó a brillar cada vez más iluminando el callejón pero nadie parecía darse cuenta, el cochero cerró los ojos, cegado por la luz hasta que ésta se desvaneció y entonces miró a su alrededor, ya no estaban en el callejón, estaba en una de las calles del pueblo, el mismo grito que lo había alertado esa noche se volvió a escuchar cerca de allí.

-Ven conmigo.- ordenó la mujer con seriedad. El cochero la siguió sin hacer preguntas.

-¡suéltame Peter!- dijo una voz que reconoció de inmediato ¡era su hija!

El cochero se acercó al callejón y vio a su pequeña forcejeando con el muchacho.

-Maldito bastardo. Suelta a mi hija.- él intentó agarrar al joven, pero sus manos lo atravesaron como si fuera un fantasma.

-Las cosas no funcionan así, no puedes hacer nada, esto forma parte del pasado.- dijo la bruja mientras Peter intentaba ponerse encima de Emma en la ilusión de aquel recuerdo antes de hacerlo desaparecer.

El cochero vio entonces que habían regresado al callejón donde se habían encontrado.

-¿Y por qué me enseñas esto? La policía no me creerá cuando les cuente esto, no tengo pruebas y si digo al verdad me encerrarán en el psiquiátrico.-

-Es que no he venido a ayudar a la policía, he venido a proponerte un trato.-

-¿Qué puedes hacer tú?-

-Puedo hacer pagar a Peter por lo que le hizo a tu hija. Pero quiero algo a cambio.-

-¿qué es lo que quieres?- dijo el cochero arqueando una ceja.

-Lo sabrás a su debido tiempo¿Te interesa o no?-

El hombre dudó por unos instantes, las leyendas decían que aquella mujer daba regalos envenenados una ventaja que conllevaba un castigo peor, pero deseaba tanto vengar la muerte de su hija, el responsable debía pagar, no solo por la muerte de su hija, también por la de su esposa.

- Está bien, acepto el trato.-