Los Dioses del Amor
El primer baile
–¿Son en verdad necesarios todos estos listones y flores falsas?
Rozemyne asintió, sonriendo complacida al notar como Justus observaba a su alrededor con sorpresa mal disimulada, justo igual que Eckhart, Sthral, Cornelius y Mattias. El único que seguía acomodando todo y dando indicaciones sobre los adornos y arreglos era Razfam.
–El próximo año podríamos hacer una decoración que recuerde la nieve y el hielo, si es lo que prefieren –sugirió la Aub antes de mostrarle un diagrama a Razfam.
–Aub Rozemyne, es un acomodo audaz, ¿está segura?
–Por completo, Razfam. Necesitaremos un espacio donde interpretar los bailes, además de espacio para los instrumentos.
El asistente miró de nuevo el papel, asintiendo despacio antes de mirarla a los ojos y cruzar los brazos frente a su pecho.
–¡Se hará como mi señora ordene!
Luego de lo cual el hombre comenzó a dar indicaciones al resto de los asistentes ahí reunidos.
Rozemyne nunca había visto a aquel hombre brillar de esa manera. En verdad era un asistente de primer nivel.
–Aub Rozemyne, ¿hay alguna razón para que nos llamará a todos? –inquirió Sthral.
–Deseo su opinión en el acomodo de los guardias para coordinar el evento y que elijan a los caballeros que llevarán dicha labor a cabo. Además de eso, me gustaría que ustedes asistieran cómo invitados junto con mi séquito privado, ya que son quienes conocen los pasos de baile.
La muchacha habló un poco más con los caballeros, sonriendo al escuchar como se ponían de acuerdo en tanto Clarissa anotaba todo en un díptico.
Una vez dio el visto bueno y les solicitó instruir a los caballeros de la lista, paso a hablar con Justus.
–¿Cómo va el proyecto?
–¿Le parece prudente hablar aquí, mi señora?
Clarissa soltó una risa divertida, contagiando a Rozemyne, haciéndola experimentar una sensación de complicidad imposible de resistir.
–Lord Justus, Aub Ferdinand se encuentra en la ciudad baja con mi marido y Lord Laurenz para verificar los nuevos instrumentos que ambos planean introducir durante esta temporada.
Justus le dedicó una mirada de entendimiento, seguida de una sonrisa cómplice. El hombre estaba disfrutando más de lo que era sano escondiendo algo tan grande a plena vista de su señor, luego procedió a sacar un libro de entre sus ropas que Rozemyne se apresuró a verificar.
El tamaño de las hojas era más pequeño de los libros que solían hacerse incluso en sus talleres. La cubierta estaba hecha de papel grueso con un terminado en marmoleado blanco con azul y pétalos rojos al frente que saltaban a la vista de manera escandalosa. ¡Era perfecta!
Confiando en que los dos eruditos cuidarían sus espaldas, Rozemyne se aventuró a abrirlo, sorprendiéndose de manera grata al observar los elegantes diseños que mostraban los genitales y sus explicaciones. El tamaño de las hojas hacía imposible tener los cuatro diagramas en dos hojas, de modo que las primeras dos páginas después de la contraportada y el índice eran la flor y el cáliz, mientras que al dar la vuelta, podía verse la espada enfundada de frente en una hoja y erecta, desglosada y abierta por un lado en la otra.
Después venía una especie de glosario, en el cual se explicaba la masturbación, el juego previo, la excitación, el orgasmo… por supuesto todo llevaba nombres que, obviamente, eran nobles eufemismos para la alcoba, cerrando con la explicación sobre el ciclo de Gedhuld y como calcular el mejor momento para quedar embarazada, además de la explicación sobre la fecundación. Sonrió al notar que su discusión con Ferdinand la última noche del festival de la cosecha, hubiera alcanzado a ser agregado al manual.
La siguiente página mostraba la silueta de una pareja besándose, anunciando la sección de los besos.
No había muchas ilustraciones a la vuelta. No se necesitaban. El nombre de cada beso estaba escrito en una letra preciosa y artística, en tanto la explicación se mostraba en letras de molde. Había algunas imágenes de flores y pétalos en los márgenes, dándole una estética minimalista y agradable.
Al terminar la sección de los besos, había una imagen de Leidenshaft y Bremwärme junto con una oración, el conjunto entero estaba en azul.
Al dar la vuelta, era posible encontrar a Ewigeliebe y Beischmachart con su respectiva oración en rojo.
Finalmente, a la vuelta de esto había una imagen tan hermosa como las que ilustraban los tomos de la biblia para niños en donde se mostraba a Ewigeliebe y Gedulhd fundidos en un abrazo íntimo y miradas que mostraban el preludio de un beso.
Rozemyne miró a Clarissa con una sonrisa de lado. Su erudita miró y luego sonrió sonrojada, mostrándose nerviosa.
–¿La idea fue tuya o de Harmut?
–De ambos, Aub. Nuestras investigaciones nos hicieron darnos cuenta que una parte del mana compartido durante el disfrute es ofrendado a los Dioses, pensamos que lo más conveniente sería, entonces, agregar algunas oraciones para ellos.
¡Claro! Harmut y Clarissa no solo eran sus más devotos servidores, también eran un par de fanáticos religiosos desde que los hiciera entrar al templo.
–Comprendo. Supongo que es una manera de mostrar nuestros respetos a los dioses.
Clarissa sonrió contenta. Justus las miraba divertido. Seguro a él también le había saltado algo de esas páginas añadidas en algún momento.
–¿Quién hizo las imágenes de los dioses? ¡Las tres ilustraciones se ven mucho como el estilo de Wilma!
–¿Pudo notarlo? –susurro Clarissa con una mirada que parecía estar llena de estrellas–, le diré a Harmut para que informe a Lady Wilma, se sentirá honrada de que lo haya notado.
¿En serio? ¿Cómo…? ¿Cuándo…? Decidió que lo más sano era dejar esas preguntas para otra ocasión. Tal vez le hiciera una visita en algún momento, entonces podrían sentarse a tomar una taza de té y podría preguntarle.
La siguiente página, por suerte, no la mostraba a ella, cómo había temido. En su lugar había una intrincada ilustración de una flor parecida a un alcatraz, con el pétalo rojo y el espádice en blanco… se sonrojó sin dejar de sonreír al comprender el significado. Tenía que admitir que era un diseño muy inteligente y acertado, en especial al hacer uso de una hoja de color azul vomo fondo.
Al dar la vuelta comenzaban las posiciones. El nombre del primero encabezaba la página con las mismas letras elegantes y adornadas en tinta rojo vibrante.
"El Hielo de Ewigeliebe" ponía donde en su mundo de sueños diría "El Misionero". A continuación, la letra de molde explicaba en qué consistía la posición, las áreas estimuladas, el nivel de intensidad de las sensaciones e incluso el comportamiento del mana. Eso llamó su atención, era algo que desconocía.
–Mi señora –murmuró Justus, cubriendo las letras con su mano–, comprendo que, cómo fiel seguidora de la diosa Mestionora deseé leer ahora mismo aquello que desconoce, sin embargo, debo recordarle que Leidenshaft no práctica ditter en las aguas de su hermana Flutrane.
Para todo hay un lugar y este no era el adecuado para leer. Rozemyne agradeció, mirando ahora el hermoso diagrama que había en la página colocada a un lado del final de la explicación. Si bien eran siluetas en color, tenían suficiente detalle para comprender la posición, haciéndola sonreír. Esto era adecuado. Ni muy minimalista para que no se entendiera, ni tan detallado para ser considerado vergonzoso o descarado.
La joven revisó con rapidez las demás páginas, deteniéndose en una para leer el nombre.
"La forja de Vulcanif"
Cuando miró la ilustración se encontró con una mujer apoyada sobre una superficie y su pareja sosteniéndola desde atrás por las caderas. No recordaba el nombre que se le daba en su mundo de ensueños, pero si sonrió al recordar la vez en que ella y Ferdinand la habían usado. Podía recordar el contraste de la fría y lisa superficie de una mesa bajo sus senos y su vientre con las manos cálidas de Ferdinand en su cintura y la virilidad del hombre bombeando violentamente en su interior.
Siguió hojeando hasta llegar al final. Una flor distinta ilustraba la página. Azul sobre blanco con toques de verde y rojo, anunciando que habría más información en el segundo tomo.
Lo cerró complacida. El libro era compacto, elegante y fácil de comprender.
–¡Es perfecto, Justus! ¡Clarissa! ¡Estoy más que agradecida con los tres!
–¡Es un honor servirla, Aub! –respondio la castaña.
–Ha sido interesante y divertido –mencionó el peligris sonriendo–, el Giebe encargado se mostró un poco reacio al inicio, por fortuna, sus hijos vieron potencial en todo el plan y han sido los más entusiastas en el acondicionamiento de la zona. Me solicitaron que le pidiera eregir los templos apenas le sea posible, incluso me mostraron algunos planos como sugerencias de dónde colocarlos y cómo diseñarlos.
Rozemyne sonrió emocionada, lamentando que los planos le serían entregados en algún momento de la socialización de invierno. Harmut se encargaría de distraer a Ferdinand en tanto Justus la presentaba con el Giebe que estaría a cargo y sus hijos.
–Bien, va siendo hora de prepararse para la cena de esta noche –comentó la peliazul cubriendo el libro con su díptico y algunos planos sobre el baile–, Justus, en cuanto puedas, consígueme otra copia, la pagaré, usaré está para un obsequio.
–Hablando de obsequios –interrumpio Clarissa–, su costurera exclusiva me pidió que le entregará un paquete. Lo guardé en su ropero, Aub.
–Gracias Clarissa. Con esto, el regalo estará completo.
–Aub –inquirió Justus–, ¿Puedo preguntar a qué regalo se refiere?
Las dos chicas sonrieron entonces, Rozemyne notó como el mayor temblaba de pronto, como si hubiera sentido un escalofrío.
–Es un obsequio para que Entriduge visite a mi hermano Cornelius lo antes posible. Quiero enviarlo a él y a Leonore a un largo descanso de al menos dos semanas, pero necesito que escojan bien esos días.
Esta vez, Justus sonrió con entendimiento, mirando alrededor antes de referirse a ella de nuevo.
–No sé si solicitarle que me busque una esposa o pedirle que nunca lo haga, mi señora, podría terminar maquinando lo que sucederá en mi alcoba.
–Es culpa de ambos. Llevan al menos dos temporadas quejándose porque desean un hijo y no lo consiguen.
Grettia se acercó a ellos en ese momento. Su rostro serio recordándole de sus otros preparativos.
–Debo retirarme ahora, por cierto, Justus, ¿tienes algún acompañante para el baile de esta noche?
–Temo que no, mi señora.
–Grettia tampoco, ¿te importaría ser su compañero por esta noche?
Ambos asistentes se miraron entre si, sorprendidos, luego Justus la miró a ella con una sonrisa retorcida.
–Supongo que no me haría daño convivir con mi compañera de trabajo fuera del trabajo.
–Solo se amable con ella y trátala bien, no me gustaría que la espantes, Justus.
Grettia los miró a ambos de nuevo antes de respirar y mostrar una sonrisa noble.
–Si es lo que mi señora desea, así se hará –respondió Grettia en voz neutral antes de mirar al erudito–. Por favor cuide de mí, Lord Justus.
El hombre asintió y ellas dos caminaron hacia los aposentos de Aub.
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–… este año, mi esposa, Aub Alexandria ha ideado un nuevo tipo de entretenimiento en el cual puedan participar niños y adultos antes de comenzar a enviar a nuestros jóvenes a la Academia Real, motivo por el cual se les ha citado un día antes para la Socialización de Invierno.
Hubo algunos murmullos luego de que Ferdinand diera el discurso inaugural. Rozemyne dio un paso al frente sin soltarle el brazo, sonriendo antes de tomar el aparato amplificador de sonidos.
–Hemos preparado un festín para todos ustedes, encontrarán que la configuración de las mesas no es usual, ya que hemos dejado un espacio abierto en el centro para crear, lo que me gusta llamar, una pista de baile. Estoy segura de que disfrutarán de la música creada con los nuevos instrumentos que estaremos introduciendo este año y posteriormente, Aub Ferdinand, nuestros séquitos y yo daremos una demostración de los bailes que han sido creados para el disfrute social. Gracias por su atención.
Entre murmullos y todo tipo de miradas, Ferdinand y ella caminaron entonces hasta la sala que se había preparado, manteniéndose de pie entre sus asientos para poder observar al resto de los nobles conforme entraban.
Los Giebes y los nobles que no trabajaban en el castillo parecían impresionados conforme entraban. Rozemyne sonrió al notar varias jóvenes damas cubrir sus rostros con sus abanicos, dejando ver solo sus luminosas miradas cargadas con fascinación ante el aspecto que las decoraciones daban al lugar. También notó las miradas curiosas que algunos nobles dedicaban al piano de cola negro que descansaba junto a los músicos, al otro lado de donde se situaban las mesas.
–Sigo esperando que todas mis diosas se tome el tiempo de enseñarme a tocar ese enorme instrumento negro –murmuro Ferdinand mediante el manos libres.
–Pronto, My love, quería dejar antes a alguien que se dedicará solo al perfeccionamiento de su técnica en el piano para este momento.
–¿Sabes tocar esos otros también, todas mis diosas?
Ferdinand señaló con la barbilla un enorme contrabajo castaño rojizo de madera sostenido por un músico con un arco para tocarlo en la otra mano. A su lado, Rosina sonreír emocionada sosteniendo un violín y su correspondiente arco contra su pecho.
Rozemyne sonrió, Rosina estaba tan obsesionada con la música, que había aprendido a tocar el violín con rapidez.
–Conozco las notas de las cuerdas y tengo una leve noción de como deben tocarse. Solo debí darle ese conocimiento a Rosina y otro músico capaz que trajo Justus y ellos se encargaron de todo.
–Tu habilidad para usar a los demás ha vuelto a probar su valía entonces.
Ella le sonrió, disfrutando la diminuta sonrisa sincera que Ferdinand le obsequió a cambio. Estaba segura de que el tiempo que su marido pasaba en el laboratorio iba a disminuir por lo menos una temporada o dos, en lo que se familiarizaba con cada uno de los nuevos instrumentos y definía si alguno le gustaba lo suficiente para especializarse y dominarlo hasta la perfección como había hecho con el harspiel.
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La cena fue espléndida. Por todos lados, Rozemyne podía ver rostros satisfechos que solicitaban un segundo plato de algún platillo o gente conversando animadamente con copas de vize, rumptoff o tazas de té en las manos.
Harmut y Clarissa se pusieron en pie entonces, caminando hacia ellos con un par de cajas.
–Aub Rozemyne –dijo Harmut con una enorme sonrisa que intentaba disimular su fanatismo–, Aub Ferdinand. Lady Elvira y Lord Karstedt les envían estos de aquí. Lady Elvira fue muy insistente en solicitarles que ocuparán estos atuendos para su baile de apertura.
Ambos se miraron confundidos por un momento, aquello no estaba en los planes. Un vistazo a la mesa donde se encontraba su familia de Erenfhest, salvó por Lamprecht y la enorme sonrisa de Elvira le hizo saber que no era una petición a la que pudiera negarse.
–De acuerdo –suspiró ella al tiempo que Ferdinand se ponía en pie, ayudándola a levantarse.
Poco después, ambos volvieron a entrar. Ferdinand la escoltó al centro de la pista y la música comenzó a sonar. Era una tonada similar a la utilizada para el giro de dedicación, sin embargo, ella había modificado algunos pasos y la interacción entre los danzantes para que Ferdinand y ella pudieran darse la mano para girar juntos, para luego soltarse y girar por su cuenta antes de que él la tomara de la cintura y ella saltara, siendo levantada para dar una vuelta antes de tocar de nuevo el suelo y proseguir con el baile, cuyo contacto físico era poco. La joven sonrió, sintiéndose como una bailarina de ballet.
Rozemyne observó como la ropa de ambos se agitaba con cada movimiento, haciéndola sonreír. Su madre noble le había confeccionado un atuendo similar al que se usaba para la diosa de la luz, constando en un vestido blanco de cuello halter con la tela transparentándose cada vez más conforme bajaba hasta ser del todo traslucida en sus pantorrillas y tobillos, mientras encima de ello, llevaba otro vestido más tradicional, con amplias mangas de tela transparente colgando de su codo. Cintas doradas adornaban su espalda en vertical y su pecho en diagonal, en tanto un largo sash dorado aprisionaba su cintura, manteniendo la forma. Rozemyne se sorprendió al dar el primer giro. La falda del vestido que iba sobrepuesto tenía cortes a ambos lados, de modo que la falda pudiera abrirse en cada giro, aun si no tenía muchas puntadas de repulgue en la cintura.
En cuanto al traje de Ferdinand, el negro de la tela hacia un contraste increíble con su piel y sus cabellos. Las mangas más ajustadas en el traje de Ferdinand llevaban mangas de tela translucida negra por encima, dando la impresión de una manga abultada y luego una manga amplia y larga que colgaba desde el codo, haciendo que la tela flotara con cada giro. Esta túnica negra, a pesar de llegarle a los tobillos a él también, tenía cortes a ambos lados como la falda de ella, de modo que pudiera moverse con libertad, dejando al descubierto las lustrosas botas negras que complementaban a la perfección con la tela de su pantalón negro. El sash en la cintura de Ferdinand era idéntico al de ella, aunque él lo había cerrado al frente, en lugar de a un lado.
El primer baile acabó y por el rabillo del ojo pudo notar el brillo de varios schtappes en el área de las mesas.
Harmut habló entonces, conforme los séquitos de ambos se acomodaban cerca de ellos con ropas que les permitieran bailar y moverse con la misma libertad que las ropas que ellos estaban usando ahora.
—Luego de esta variación de la música que nuestra amada Aub ha decidido nombrar como Rondas, tendremos un par de bailes de cuadrilla que esperamos disfruten tanto como los danzantes. Nuestra Aub espera con sinceridad contar con la compañía de algunos de ustedes en próximos bailes dentro de la pista. Muchas gracias.
Hombres y mujeres se formaron unos frente a otros en dos filas. Los músicos estaban por comenzar a tocar de nuevo cuando Rozemyne notó los bordados plateados en la parte superior de la túnica de Ferdinand, un reflejo perfecto de los bordados que ella misma lucía en la parte superior de su vestido.
—Mi madre se ha esforzado porque luzcamos a juego, ¿no crees? —dijo ella usando el manos libres.
—Elvira nos ha vestido como el Dios de la Oscuridad y la Diosa de la Luz. No estoy seguro de si su descaro se debe a que al fin puede verte hacer giros o a sus novelas de romance —respondió Ferdinand con una brillante sonrisa que indicaba que la mención del atuendo lo había molestado.
La música empezó. Las parejas se hicieron algunas caravanas antes de dar algunos pasos para cambiar de lugar, girando cada quien en su lugar antes de dar una palmada a un lado y luego al otro, caminando en círculos lentos con su pareja de baile antes de voltear al frente, encarando a los comensales y dando algunos pasos hacia ellos, estirando las manos para mantenerlas sobre la mano de la pareja sin llegar a tocarla.
Ferdinand la tomó de la mano para girar a su alrededor, llevando una rodilla al suelo y la otra mano a su espalda cuando regresó a su lugar de modo que ella pudiera girar alrededor de él sin soltarse en ningún momento. Rozemyne sonrió al notar que los demás bailaban bien coordinados.
Cuando todos los hombres volvieron a ponerse en pie, las parejas volvieron a encararse, esta vez, ella giró con Clarissa, quien bailaba detrás de ella sonriendo emocionada y con los pómulos sonrojados, dejando a Clarissa bailando con Ferdinand y a Harmut bailando con ella. De nuevo dieron algunos pasos para girar con la pareja que tenían ahora.
—Aub, Clarissa y yo nos sentimos en verdad honrados de poder ayudarla con esta nueva tendencia —le expresó Harmut haciendo obvios esfuerzos por no soltar una verborrea de alabanzas en ese preciso momento, antes de que cada quien girara en su lugar y las dos parejas estiraran una mano al centro para girar ahora los cuatro hacia un lado con pasos lentos.
—Me alegra que lo disfruten —respondió Rozemyne al frente, sintiendo una mirada penetrante en su espalda.
Los cuatro levantaron las manos para girar en sus lugares, quedando esta vez mirando hacia el lado contrario para estirar la otra mano y volver a girar despacio, hasta regresar al lugar donde el cambio de parejas había empezado.
Clarissa y ella volvieron a girar despacio, cambiando de lugar entre ellas.
—¡Esto es maravilloso, mi Diosa! —exclamó Clarissa antes de regresar a su lugar y continuar con el baile.
Algunos giros más, algunos pasos atrás todavía en línea y la música terminó.
Rozemyne se sentía emocionada ante la aceptación que parecía recibir. Cuando miró a Ferdinand, él la miraba con el ceño fruncido y las orejas sonrojadas.
—¿Todo bien, mi dios oscuro? —preguntó ella por el manos libres.
Su esposo la tomó de la cintura, cambiando de lugar y quedando ahora ambos al fondo de la segunda fila de parejas. La música empezó con otra pieza y de nuevo, comenzaron a ejecutar otro baile con pasos similares en un orden distinto.
—¿Era necesario que bailáramos con "ellos"? —respondió él sin perder el ritmo.
—Es parte de la diversión bailar con los demás —aseguró ella sin dejar de sonreír.
—Si, pero… —Ferdinand no terminó lo que decía, soltando un suspiro resignado antes de tomarla de la cintura con ambas manos y cargarla para poder girar con ella, tal y como estaban haciendo los demás, antes de bajarla y tomarla de la mano—, preferiría bailar cerca de otras personas, todas mis diosas.
—¿Porqué?
Giraron, esta vez cambiaron de pareja con Philine y Damuel, quien se veía bastante contento antes de tomarla de la mano para hacerla girar en su lugar y luego pasarla despacio a su otra mano, haciéndola girar de nuevo.
—Esta ha sido una idea estupenda, mi Lady —le comentó Damuel siguiendo el ritmo—, no veía a Philine tan emocionada desde que atamos el nudo.
—Me alegra escucharlo, Damuel —respondió ella con sinceridad, antes de que ambos giraran y Damuel la hiciera girar una última vez para intercambiarla por Philine con Ferdinand.
—Todas mis Diosas —dijo Ferdinand en el manos libres, retomando la conversación—, ¿qué tan necesario es esto de intercambiar a las mujeres por un breve lapso de tiempo en cada cuadrilla?
—Como dije, Ferdinand, es parte de la diversión. Nos da la oportunidad de interactuar con otras personas.
Ferdinand dio un vistazo atrás cuando la música terminó. Ella también. Su caballero de escolta y su encargada principal de la biblioteca habían quedado detrás de ellos con todo el movimiento del baile. Philine estaba sonriendo hasta que captó la mirada de Ferdinand, momento en que todo el color pareció escurrirse de su rostro. La peliazul miró a su marido, ignorando el anuncio de Harmut acerca de los valses que vendrían a continuación.
—¿Qué le hiciste a Philine? —preguntó ella entre divertida y alarmada.
—Absolutamente nada. Tu asistente sigue teniendo un temperamento demasiado débil.
Se forzó a mirar atrás para darle una mirada de disculpa a Philine, quien sonrió un poco avergonzada para ella, justo antes de voltearse y tomar a Damuel del codo con una mano y de la mano con la otra.
Ella también tomó la posición en ese momento. Esta vez estarían girando a un compás de tres cuartos con alguna que otra figura muy básica de las pocas que recordaba de los que había visto en la televisión con Shuu en las competencias de baile de salón cuando era Urano.
El tema de El Castillo Vagabundo, ahora renombrada como Vals de Flutrane comenzó a sonar en el piano. Poco a poco se fueron uniendo el violín, el contrabajo, el harspiel, la flauta y los tambores, aumentando un poco la velocidad de la música.
Si era sincera, estaba disfrutando más con el vals que con los bailes de cuadrilla o la ronda basada en el giro de dedicación. Incluso Ferdinand parecía más relajado ahora, como si hubiera empezado a disfrutar con la actividad.
Cuando la música terminó, el rostro de Ferdinand estaba tan cerca y sonrojado, que casi podía tocar la punta de su nariz con la de ella.
—Siento que nos has mostrado el ritmo exacto al que baila Bluanfah con esta pieza, todas mis diosas —le dijo él sin el manos libres. O había olvidado que lo estaban usando o no le importaba que los demás escucharan su comentario.
—No estoy del todo segura —respondió ella con sinceridad, sonrojándose cuando Ferdinand jaló la mano que aún tenía en la suya para besarla.
Escuchó algunos suspiros y ruidos de sorpresa viniendo de los comensales. Los ignoró, no había vuelto a escuchar ruidos como ese ante los despliegues de afecto "descarado" por parte de Ferdinand desde la Conferencia de Archiduques. Sonrió divertida, poniéndose en puntas para darle un beso en la mejilla solo para escuchar si alguien se desmayaba en las mesas.
—Mi pequeño gremlin perverso —murmuró Ferdinand sonriendo igual de divertido que ella.
Tuvo que voltear para ver el desastre que había causado a pesar de estar casi ocultos a un lado de la pista. Varias mujeres mayores desviaban la mirada con las caras rojas de vergüenza al igual que algunos de los nobles más viejos de su ducado. Las jóvenes en cambio escondían sus rostros detrás de bellos abanicos adornados con perlas, encajes o plumas, algunas incluso se abanicaban, dejando escapar risillas tímidas desde detrás de los accesorios que ella y Letizia habían estado poniendo de moda las últimas dos temporadas.
—A continuación —anunció Harmut, de pie con Clarissa al centro del círculo que se había formado durante el vals—, presentamos una balada que ha sido compuesta por nuestra Aub Rozemyne en persona, esperamos que esta última pieza sea también de su agrado.
—¿No compusiste todas acaso? —preguntó Ferdinand de manera insidiosa conforme retomaban la posición para el vals, con los codos y las manos en alto.
—Sabes que no, son lo que recuerdo de mi mundo de sueños. Le dije a Rosina y los otros músicos que recordaba haber escuchado esas piezas, sin recordar donde.
El harspiel comenzó a tocar de manera solitaria y nostálgica por un momento antes de que el piano, el bajo, el violín y el tambor comenzaran a sonar también. Una flauta llevaba lo que se podría considerar como la voz principal. Ferdinand la hizo girar antes de atraerla de nuevo en un abrazo de espaldas, donde solo las puntas de sus dedos se tocaban a pesar de tenerla encerrada y con los brazos cruzados. Ambos se movieron a lados contrarios sin dejar de mirarse un par de veces antes de que él la hiciera girar de nuevo, cargándola para girar con ella, depositándola en el suelo de nuevo y deteniéndose para retomar la postura inicial antes de seguir girando junto al resto de las parejas.
—¿Y esta melodía tiene una letra? Pareciera que la flauta está cantando.
Se sonrojó un poco, como siempre, este hombre era demasiado perspicaz.
—No. La música que he introducido para bailar no lleva letra, me temo.
Mitad verdad, mitad mentira,. No importaba, el hombre parecía estar disfrutando de pasar este tiempo juntos mucho más de lo que lo había disfrutado durante las lecciones de baile, era un verdadero alivio. Cuando vio las cajas con ropa enviadas por Elvira, temió que Ferdinand estuviera tan ofuscado por el súbito cambio en los planes, que no pudiera disfrutar de la velada. Una suerte que no fuera así.
La melodía terminó, de nuevo, con el harspiel solitario imitando una tercera vez el último coro. Ferdinand le robó un beso rápido antes de besarla en la mano y esta vez, estaba segura, había escuchado el sonido de alguien entre la audiencia cayendo al suelo.
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La fiesta de bienvenida había sido del agrado de muchos nobles, quienes habían estado solicitando que se habilitará un momento en el día para tomar clases de baile. Rozemyne y Ferdinand habían recibido solicitudes de organizar otro baile para despedir a todos sus huéspedes y al invierno mismo.
Algunos jóvenes habían pedido también que se abriera un grupo de aprendizaje para los nuevos instrumentos ya que estaban interesados en aprender a tocarlos y en comprar algunos. El taller de Ingo y todos los que se habían sumado para crear el piano estarían ocupados el resto del año ante la solicitud de dos pianos, tres violines, dos contrabajos y una guitarra, la cual solo se mostró al final con una canción corta cantada por Rosina que nadie bailó.
Una vez todos los invitados despejaron el Gran Salón dónde habían cenado y contemplado a los dos Aubs bailando con sus séquitos, Ferdinand le ofreció su brazo a Rozemyne para escoltarla a sus habitaciones, pidiendo que los dejaran solos a un pasillo de distancia.
–¿Ferdinand? –canturreo Rozemyne, haciendo lo posible por contener su risa y un par de gemidos traidores cuando su esposo la acorraló a unos metros de la entrada a su habitación donde esperaban cuatro shumils guerreros fuera y cuatro más al interior.
–Todo este, baile –ronroneo Ferdinand entre un beso y otro, levantándole la falda con una mano, sujetándole la cintura con la otra–, no tenia idea de que Bremwärme y Kuntzeal pudieran danzar a la vez.
Lo sintió mordisquear su cuello y obligarla a subir una de sus piernas para acariciarle el muslo, apretándola contra él, haciéndola sentir cuan excitado estaba.
–Ferdinand, jajaja, aquí no.
Él la besó, abrazándola, desatando el sash dorado alrededor de su cintura para luego colgárselo del cuello con una sonrisa perversa y socarrona.
–Ven aquí, vamos, te mostrare que pueden danzar un poco más.
Las manos de Ferdinand la soltaron. Sus ojos le mostraban un brillo de curiosidad demasiado característico. Ella lo tomó del sash que le había quitado, sonriéndole de manera invitante hasta la habitación.
Una vez dentro, lo besó más quitándole el sash dorado a juego que él mismo había portado para el baile, así como la túnica negra, desanudando la camisa interior de Ferdinand, de modo que su clavícula y parte de sus músculos quedarán a la vista.
–¿Querías desvestirme primero, todas mis diosas? –preguntó Ferdinand de buen humor.
–No, mi Dios Oscuro, solo deseo hacer esto un poco más, cómo en Japón.
Ella se quitó la parte opaca del vestido, quedando en el delgado vestido blanco de cuello halter y espalda descubierta, cuya tela era transparente en sus tobillos, tomando más nitidez conforme subía, adornado por algunos bordados de enredaderas doradas en el cuello.
Se sintió sonrojar al notar la forma en que la miraba ahora.
–¿En tu mundo de sueños vestían tan escandaloso?
–Más, de hecho, ¿no lo recueerdas? Aunque con muchas menos joyas y amuletos –explico Rozemyne caminando hasta una caja de madera de dónde sacó un ordonanz más grande de lo normal, el cual colocó en un taburete que se había instalado de manera reciente a los pies de su cama.
–¿Qué es eso?
–Un reproductor. De momento solo le caben cinco melodías, pero…
–¿Cinco? ¿Deseas hacerme sufrir, todas mis diosas?
Caminó hasta él, acomodando las manos de él sobre su cintura, justo antes de colocar una de sus manos sobre el hombro de su esposo, antes de invocar su schtappe con la otra.
–La última melodía que bailamos hace rato… te mentí, si tiene letra.
–¿Es así?
La miraba divertido y resignado. Ella se paró en puntas para besarlo, sonriéndole, consciente de que su marido estaba mirando con fijeza a su escote.
–La letra… cuando la escribí estaba pensando en nosotros y…
–¿Así que ahora tenemos una segunda canción desvergonzada?
Sonrió, asintiendo antes de lanzar un poco de mana al reproductor con su schtappe y terminar de abrazarse a su esposo sin dejar de sonreírle.
–Sigue mis pasos, bésame si quieres, hazme girar, tócame dónde quieras…
–Esto se está volviendo un baile sucio –se quejó Ferdinand en tono de broma.
–Solo para los estándares de Yurgesmich –murmuro Rozemyne cuando la música comenzó a sonar–. Por favor, no te detengas antes que la música.
Ella lo guiaba dando pasos de lado al lado al compás de la balada cuando a la voz del piano se unió su propia voz saliendo desde el reproductor.
Tíñeme con tus colores
Quiero recibir junto a ti el invierno.
Píntame con tus caricias
Y enciende conmigo
El fuego de Beinschmart.
Deja que bese tus labios
Mientras Bluanfa baila por nosotros
Toma
Ya
Ésta rifa.
Ferdinand la hizo girar e incluso la cargó un par de veces sin dejar de mirarla. Sus orejas y pómulos estaban sonrojados y sus manos, que al principio se habían mantenido quietas en su cintura, la envolvieron con fuerza.
Quiero que me lleves en tus brazos
Hasta el palacio de Sterrath
Une tus estrellas con las mías
Déjame a tu lado siempre estar.
Lo sintió besarla sin dejar de bailar con ella. De pronto era él quien guiaba cómo si hubieran bailado de este modo toda su vida.
Tíñeme con tus colores
Y toma las flores
Que por ti han abierto.
Quiero que la primavera nos traiga muy pronto otra felicidad.
Quiero compartir contigo
Los dones que tenga la casa del fuego.
Y no
Te vayas
Más.
Rozemyne no sabía si era el baile, los atuendos o la letra, pero las manos de Ferdinand le apretaron los glúteos un par de veces conforme la boca de él se deslizaba por su cuello, mordiendo y besando con fervor antes de hacerla girar de nuevo para luego abrazarla, poniendo una de sus manos en su cabeza, deshaciendo el peinado y dejando la otra mano en el hueco de su espalda.
Y si es necesario, ten mi nombre.
Ruego a Ventuhite una vez más
Que enrede mi hilo con el tuyo
Y que ninguno solo vuelva a estar.
La besaba con vehemencia ahora. Era la primera vez que Rozemyne sentía que flotaba bailando lo que fuera, comprendiendo al fin esa expresión de bailar entre las nubes.
Quiero estar cubierta con tu mana
Y sentirte siempre al avanzar
Y que dure tanto este tejido
Que se impregne
Siempre siempre
Hasta el final…
De felicidad.
–Mi Geduldh –lo escuchó suspirarle al oído cuando la música se acabó–, mi bella Efflorelume –murmuro de nuevo, sembrando algunos besos en su cabello antes de levantarla de tal modo, que Rozemyne le envolviera la cintura con las piernas–, nunca tienes idea de lo que me haces con estas cosas, ¿cierto?
Ella solo le sonrió restándole importancia a lo caliente que sentía su rostro.
En el reproductor siguieron sonando las otras piezas de música que habían bailado esa noche, sin embargo, ninguno parecía poner especial atención al asunto.
Apenas acostarla en la cama, Ferdinand comenzó a desvestirla, retirándole el vestido sin dejar de mirarla con adoración y besando cada pedacito de piel expuesta.
La mirada de Ferdinand le transmitía tantas emociones juntas, que Rozemyne se sentía como la mujer más amada y afortunada de todo Yurgesmich mientras lo observaba retirarse la camisa blanca interior y desabrocharse el pantalón negro y el interior blanco antes de arrodillarse frente a ella, retirándole la bombacha de medio muslo y las calcetas mantenidas en su lugar con un par de ligueros azul claro con filos dorados.
Ferdinand se sentó en el borde de la cama para poder deshacerse de sus botas y Rozemyne lo abrazó por la espalda, besándolo al ritmo del vals que sonaba ahora en el reproductor.
Cuando su marido terminó de desvestirse, la tomó del rostro con tanta gentileza cómo si ella pudiera romperse en cualquier momento.
Lo amaba tanto y estaba tan necesitada de él y de su afecto en ese momento, que lo recibió de inmediato en su interior.
Ferdinand estaba sobre ella, penetrándola al ritmo de la música, besándola una y otra vez sin dejar de acariciar su cuerpo, haciéndola saber que su cuerpo no era movido por la lujuria esta vez, sino por algo más profundo y eterno.
–Mi Dios Oscuro –suspiro Rozemyne entre un beso y otro–, mi Leidenshaft, mi hermoso Ewigeliebe.
Le escuchó reír con una risa tonta que no era propia de él. Lo vio sonriéndole con timidez y las orejas rojas sin dejar de moverse en su interior con dulzura.
–Estoy lista para que dejes de tomar los tés que evitan la llegada de Entriduge.
La melodía siguió su curso, no así Ferdinand, quien la miraba con el asombro pintado en su rostro.
–¿Estás segura? ¿Pensé que tú…
–Quería esperar más, hace un año quería esperar más, pero, yo.
La peliazul se aferro al cuerpo de su amante con fuerza, besándolo entonces con devoción, tratando de hacerle saber cómo se sentía, sintiendo que su corazón bombeaba más rápido, su respiración se agitaba y sus ojos se llenaban de lágrimas ante la profundidad de sus sentimientos.
–¡Te amo, Ferdinand! Y estos meses en que hemos estado haciendo el amor tan seguido… los últimos tres me sorprendí sintiéndome frustrada al comprobar que no estaba embarazada a pesar de no estarme cuidando… al menos hasta el festival de la cosecha.
Lo sintió limpiarle el rostro con los pulgares, besando su rostro y recostándose a su lado, abrazándola cómo si fuera lo más valioso en el mundo sin salir de su cuerpo.
–¿Quieres un hijo mío? –preguntó el hombre luego de cubrirle la cara con besos dulces y cortos.
–Con todo mi corazón, deseo cargar con una parte de ti en mi vientre.
Había miedo en esos ojos oro pálido, algo que no le dejaba ver a menudo. Había confusión también, algo que se había habituado a ver mientras crecía.
Una de las manos de Ferdinand se mantenía sobre su espalda, pintándole figuras con su mana en tanto con la otra se daba golpecitos en la sien, pensando.
–Si crees que eso te haría feliz…
–¡Y lo hará, Ferdinand! Con el tiempo, a ti también te hará feliz tener más personas en nuestra familia que te amen por ser tú.
Aversión, inseguridad, miedo, confusión, reticencia. Había tantos sentimientos negativos desfilando por esos ojos inteligentes y astutos que tanto amaba… no habría insistido de no haber visto el brillo de la esperanza ahí, si no recordara con cuánto cuidado la había instruido y protegido años atrás o lo resiliente que era este hombre con las cosas nuevas que tenían un impacto positivo en cualquiera de los dos, habría desistido de la idea, guardándola en lo más profundo de su ser.
Lo vio ceder antes siquiera de que él se diera cuenta de que estaba cediendo. Antes de que la besara con tanto afecto y necesidad que dolía. Antes incluso de que volviera a moverse con fuerza en su interior, girando con ella como si bailarán hasta quedar de nuevo sobre su cuerpo, acelerando el ritmo hasta causarle un orgasmo encadenado a un segundo y un tercero, gimiendo, gruñendo y cayendo exhausto sobre de ella cuando alcanzó su propio éxtasis con tanta fuerza, que el cuerpo de ella no pudo evitar seguirlo en un eco de su sentir.
Respiraban con dificultad ahora. Ella lo abrazaba, haciendo lo posible por acompasar su propia respiración con la de Ferdinand, quien luego de dejarle caer su peso, había ocultado su rostro en el hueco de su cuello.
Lo sintió envolverla entre sus brazos luego de un momento, cuando ella había readquirido el control sobre su propia respiración, sintiendo un ligero temblor en el cuerpo de Ferdinand o la humedad en su cuello. Estaba llorando.
Una vez invertidas las posiciones, Rozemyne intento enderezarse sin éxito alguno. Ferdinand cubría sus ojos con una mano, apretándola tan fuerte con el brazo que rodeaba su cintura, que no podía consolarlo.
Incapaz de limpiar sus lágrimas, sabiendo que no eran palabras lo que él necesitaba ahora, Rozemyne lanzó un washen para limpiarlos antes de abrazarse a él con fuerza y comenzar a regar besos largos sobre su hombro, esperando con paciencia a que su amante pudiera desahogarse, recostando su cabeza en el fuerte hombro de Ferdinand en algún momento.
–No más tés entonces, todas mis diosas –susurro Ferdinand luego de un rato, soltándola para que ella pudiera retirar el brazo que cubría la mitad de su cara y limpiar los rastros de las lágrimas con sus manos, besándolo en la frente y dedicándole una sonrisa sincera.
–¡Vas a ser un excelente padre, Ferdinand! Y yo estaré ahí contigo.
Se besaron de nuevo, luego él suspiró, dedicándole una sonrisa triste y envolviéndola en sus brazos.
–Mientras tú sigas a mi lado, nada más me importa, todas mis diosas.
Tuvo que besarlo de nuevo, pegando su frente a la de él antes de buscar las puntas del edredón para taparlos a ambos y abrazarlo de nuevo.
Sabía que sería difícil para Ferddinand, lo había sabido cuando tuvo que volver en el tiempo y vio la manera en que este hombre había pasado su niñez. Lo confirmó de nuevo cuando se sentaron a hablar sobre lo que esperaban de su matrimonio, al menos dos semanas antes de anudar sus estrellas. Él había aceptado con presteza esperar tanto tiempo como ella deseara antes de tener hijos si es que eso deseaba, mostrándose más inclinado a adoptar incluso plebeyos con el devorador.
Rozemyne lo abrazo entonces, sintiéndolo relajarse y comenzar a dormir con la música sonando todavía de fondo. Esperaba poder sanar ese corazón maltrecho con el tiempo. Esperaba verlo convertirse en un padre tan excepcional como lo había sido Gunther para ella. De hecho, tenía confianza en que Ferdinand solo necesitaba experimentar la paternidad y recibir afecto tanto de su primer hijo como de ella para cicatrizar del todo las heridas que su infancia le había dejado.
Sonrió.
Ella se aseguraría de ayudarlo a acercarse a sus hijos poco a poco y estaba segura, sin importar cuántos fueran, todos ellos amarían a Ferdinand como ella amaba a Gunther.
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Notas de la Autora:
Antes que nada, una disculpa por hacer llorar a Ferdinand, solo sucedió.
Para los que querían mini gremlins, si, ya van a venir, damas y caballeros... solo que no en este capítulo, recuerden que aqui son los hombres los que toman anticonceptivos, así que, necesitamos que el té le deje de hacer efecto a Ferdie y que Roz esté en el punto perfecto de su ciclo para que nos venga la primera bendición, jejejeje, por mientras, es posible que el próximo sea un SS de otra pareja, se aceptan sugerencias porque todavía no empiezo ni a pensar en el que se viene.
Cuidense todos, mil gracias por sus comentarios, Follows y Favs, nos vemos en un a semana... o antes.
SARABA
PD.- Había olvidado, sobre la canción, si algún día llego a conseguir grabarla con música y todo, prometo anunciarlo en esta historia, tanto como un postdata de las notas de autor de este capítulo, como en las notas de autora del capítulo que suba para ese momento.
