INUYASHA NO ME PERTENECE, PERO LA TRAMA SÍ.

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UNA JOYA PARA HITEN

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CAPITULO 2

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Hiten Whales estiró la pierna para descansar luego de permanecer tantas horas sentado. Entre revisar cuentas, dictar requerimientos y supervisar el local con ojo de halcón, estaba agotado.

Pero tampoco nada que una buena siesta no arreglase. Además, estaba acostumbrado al trabajo duro desde niño.

Hoy disfrutaba del fruto de ese arduo esfuerzo.

Hiten acabó comprando el Palladium al cien por ciento cuando Bankotsu Culpeper anunció su deseo de retiro del negocio, pero con la condición de seguir manteniendo el espíritu original benéfico y seguía aportando parte de las ganancias al comedor comunitario en East End. Con respecto al aporte a la viuda de Koga, Bankotsu se negó a ceder y había establecido una renta vitalicia para la familia de su fallecido amigo.

Para Hiten no fue difícil comprarlo. Llevaba ahorrando desde que era un niño, además ganó buen dinero trabajando como mano derecha de Bankotsu cuando éste era el dueño.

Aun así, pese a la holgura económica, seguía viviendo en la tercera planta del edificio del club, lo que daba a entender su escasa disposición a una independencia fuera de ella.

Era un hombre reservado y tranquilo, pero justamente aquella aparente pasividad podían convertirlo en un hombre siniestro si se enfurecía.

Huérfano de pequeño, se crio en los oscuros y peligrosos corredores del East End, entre rufianes y bandidos que llevaron al chiquillo por el mal camino del carterismo y descuidismo.

Hasta que fue rescatado por el propio Bankotsu, otro niño de casi su misma edad, a quien intentaba robar.

El chico lo detuvo y tuvo el gesto de llevarlo a dormir a su casa y darle una taza de comida caliente aquella invernal noche sin estrellas. La madre de Bankotsu, que en ese momento fungía de concubina del duque de Bedford, acogió al chico porque le recordaba a su propio hijo.

Tenían bastante parecido físico con Bankotsu, pero que ellos supieran no tenían vinculo sanguíneo alguno, pero era imposible poner la mano en el fuego por el duque de Bedford, el padre de Bankotsu.

Hiten nunca olvidaría aquel gesto de amabilidad y juró permanecer leal a Bankotsu por el resto de su vida. De allí nació su particular asociación.

De naturaleza cautelosa, al principio desconfió de la señorita Kagome cuando se cruzó en la vida del Demonio de East End. Pero al final tuvo que reconocer que era una buena mujer, que hacía muy feliz a su amigo.

Él no tenía las mismas aspiraciones que Bankotsu.

A diferencia suya, no poseía un título ni una familia que pudiera responder por él, así que nunca compró una casa ni buscaba relaciones sólidas con nadie. No era de los que se casaba.

Además, estaba seguro que muchas de las damiselas que se le acercaban, lo hacían por su dinero. Si fuera un pobre muerto de hambre más del East End, ni siquiera lo mirarían.

Precavido y escéptico, también tenía una cierta aversión por las mujeres de sangre noble, ya que la mayoría eran arpías, altaneras y peyorativas con respecto a la gente de condición social inferior, así que las evitaba al máximo.

La única excepción era con la propia esposa de su amigo Bankotsu.

Pero el resto de las mujeres estaban vetadas.

Sin que pudiera evitarlo, en ese momento lanzó un estornudo.

Arqueó la boca de disgusto. Iba a ordenar que le subieran una taza caliente de té para evitar el resfriado que pugnaba por cogerlo, desde que hace dos días tuvo la casualidad de rescatar a cierta señorita del agua. En ese momento, no lo pensó dos veces, simplemente se arrojó a salvarla. Sólo al quitarla del agua la reconoció como la pariente de Kagome.

Amparado en esa familiaridad y deseoso de cubrir a la joven que se encontraba en aquel sitio de forma inconveniente, se atrevió a traerla discretamente al local.

Esperaba cierta amabilidad de su parte, pero la joven se portó bastante soberbia y altiva.

Al recordarlo, le regresaba el mal humor.

En ese momento, Hachi su principal croupier y mano derecha venía presuroso al despacho.

―Ha venido a verte una joven.

―Si es Abby, no tengo tiempo ahora ―mosqueó Hiten, pensando en su amante ocasional.

Pero Hachi negó con la cabeza.

―Es la prima de la señora Kagome, aquella que trajiste el otro día.

Hiten enarcó una ceja, sorprendido. Esperaba a cualquiera, menos que ella volviera a pisar su club. Podía ignorarla, pero le daba curiosidad que podría buscar aquella muchacha.

―Hazla pasar ―autorizó―. Asegúrate que nadie la vea, no quiero problemas con su familia.

Todavía tenía sentido común.

La joven entró acompañada de su doncella, la misma del otro día.

Por un momento, Hiten tuvo que controlar su impulso de mirarla más de lo normal y aducir toda la indiferencia posible.

Vestida enteramente de azul, la joven entró calmada y lejos de la actitud combativa del otro dia.

Buena señal.

― ¿En qué puedo servirle, señorita Chandos? ―le preguntó

Ella parecía algo avergonzada de lo que estaba por decir, pero al final cogía valor para hacerlo.

―He venido a disculparme por mi actitud del otro día.

Hiten no podía creerlo.

Ella siguió hablando y mientras lo hacía apretaba el pañuelo entre sus manos.

―Usted salvó mi vida, y yo estaba muy nerviosa.

―No es necesario, no iba dejarla morir frente a mis ojos.

Hiten no necesitaba preguntar para saber que su interlocutora era muy joven y notaba por sus gestos que estaba avergonzada.

Hablaba bien de ella, que viniera a disculparse por su actitud, pese a toda a su vergüenza.

―Justamente por eso, le pediría que este asunto se mantenga en reserva.

A Hiten se le desinfló el globo, al notar para donde iban los tiros.

―No quiero que comente este asunto con el conde de Winchester y menos a su esposa, mi querida prima.

― ¿Entonces quiere que le guarde el secretito?

― ¿Acaso pensaba ventilarlo? ―ella sacó su altivez natural para increpar.

Hiten sonrió de lado. Nunca se equivocaba con respecto a este tipo de muchachas.

―Tiene que admitir que su estadía en ese sitio era inconveniente e inadecuado.

―No es asunto suyo ―alegó la joven.

Hiten sonrió, a modo de aflojar la tensión.

―Le pediré una taza de té, no quiero que se vuelva a ir enfadada. Mantendré en reserva este asunto.

―No he venido a tomar el té con usted, sólo a agradecerle y poner en claro mi deseo de discreción.

―Que lástima, puedo asegurarle que mi té no tiene nada que envidiar al que seguro sirven en una de las elegantes casas de su familia ¿Por qué no toma asiento? ―la invitó él, pero lo cierto es que encuentro era tensión pura.

―También vine a advertirle sobre aquella mujer ―lanzó de repente la muchacha.

Aquel repentino cambio de tema era notorio.

― ¿Qué mujer…?

―Usted sabe bien de quien hablo, no finja demencia ―retrucó ella

Hiten finalmente la relacionó con Abby, la mujer con la que estuvo vinculado los últimos meses. Quizá esta muchacha pudo haberlos visto esa tarde, cuando él tuvo la fantástica idea de rescatarla del agua y traerla al club.

―Es una ladrona de joyas, o al menos es cómplice de uno. Debe cuidarse de ella y esta advertencia se lo hago, porque usted me salvó la vida.

Hiten enarcó una ceja.

Abby no era ninguna santa, pero de allí a ser una delincuente había un trecho. Se levantó del sillón.

Quizá esta impertinente muchacha tenía unos líos y de paso, venía a difamar a Abby.

―Si tiene algún problema, le ofrezco mi asistencia y ayuda ―propuso él más como forma de zanjar la cuestión.

―No necesito su ayuda para nada ¿está claro? ―alegó Sango―. Tal vez mi prima confíe en usted, pero yo no. Nuestro encuentro solo ha sido mera casualidad y ya le agradecí su intervención.

Hiten sólo sonrió de lado.

La muchacha era demasiado arrogante y él no estaba por la labor de seguir conversando con alguien que a leguas se notaba que lo detestaba.

Además, no tomaba en serio su advertencia.

¿Qué podría saber una chiquilla rica, sin marido ni hijos, al que sus padres tenían entre algodones?

Era rápida en juzgar a Abby, que sólo era alguien que sobrevivía buscándose la vida.

―Entonces le agradará saber que ni siquiera nos cruzaremos de casualidad ―adujo él―. Viajaré Edimburgo a reunirme con los condes de Winchester por un proyecto de remodelación que Bankotsu desea que le ayude a supervisar.

Ella suavizó su expresión.

―Entonces se topará con mi prima. No es necesario que la salude por mí, ya que siempre mantenemos correspondencia ―manifestó Sango. Parecía deseosa de no deberle ningún favor.

Él volvió a mirarla con una sonrisilla de lado, haciendo que la muchacha ladeara.

―De todos modos, yo tampoco estaré en Londres. Regresaré a Derby con mi familia.

Hiten arqueó una ceja.

―Le deseo suerte en su viaje, con su actitud la necesitará.

―No menos que usted ―ella tampoco pensaba retroceder un milímetro―. Adiós, señor Whales.

La joven salió del despacho, no sin antes dirigirle una última mirada desdeñosa, seguida de su doncella que parecía muy avergonzada de todo lo ocurrido.

Hiten no le apartó la mirada hasta que la silueta de la joven desapareció tras el pasillo.

Sólo allí, Hiten volvió a arrojarse al sillón.

Hizo una mueca e intentó volver a concentrarse en los papeles que tenía que ordenar antes de su viaje.

Pero los volvió a soltar de mal humor.

Aquella imprevista visita lo había puesto en ese estado.

―Pero que muchacha tan maleducada. Habrase visto.

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Sango iba a grandes zancadas y no paró hasta subir al carruaje.

Sentía una mezcla de vergüenza y coraje.

Era cierto que tenía un carácter muy impulsivo, pero no entendía porque sacó lo peor de ella al estar frente a aquel hombre, que mantenía una fría tranquilidad frente a sus exabruptos.

El carruaje se movía rápido y Sango no había dicho ninguna palabra desde que subió y Anne, su doncella la acompañaba en el silencio.

―Di lo que tienes en la punta de la lengua ―la autorizó a hablar finalmente.

―Señorita, pienso que hubiéramos pedido ayuda al señor Whales con respecto a las joyas, con sus contactos quizá…

― ¡No! ―cortó Sango―. Porque puede ir con el cuento a mi prima Kagome y ya lo oíste, él está a punto de viajar a Edimburgo junto a ellos y no quiero añadirle problemas a mi querida prima, quien está transitando un embarazo complicado.

―Él no pareció creerle con respecto a la mujer.

―Pues eso será problema suyo, ya he pagado mi parte dándoselo a conocer y bastante hemos hecho viniendo a este lugar.

Anne asintió.

Pero se guardó de decirle a Sango, que incluso a ella le dio vergüenza ajena el modo tan altivo con el cual se comportó frente a aquel hombre.

Sango había cumplido recientemente los veinte años y no acababa de aplacar su parte fierecilla

Su último lote de joyas le fue robado y ni siquiera podía recuperarlo, porque aquel timado estafador era un hombre de cuidado que no temía herir a damas de su clase. De hecho, hubiera acabado muerta de no ser por el señor Whales.

Al recordar a ese sujeto, hizo una mueca.

No entendía de donde sacaba tanta animosidad en su contra, pero suponía que venía dentro del paquete emocional de una joven que debía manejarse contra el mundo por causa de su género.

―Asegúrate de empacar todo para el viaje a Derby ―ordenó a Anne, quien asintió con la cabeza.

Habia perdido sus joyas y ahora debía pensar en un buen plan para seguir esquivando los planes de su padre de casarla con el primer hombre rico que cruzara frente a sus narices.

En Derby, esperaba que el asunto fuera más sencillo.

Pero sin dinero, se complicaba.

Y debía encontrar un modo de seguir engañando a su padre para que éste siguiera creyendo que su tío de la casa de Gloucester no tenía problemas en darle dinero.

Y con ello, seguir esquivando el fastidioso asunto del matrimonio.


CONTINUARÁ

Gracias compis por la paciencia, fueron días muy difíciles para mí, han pasado cosas muy tristes pero voy a seguir con esta historia porque me pone feliz tener contacto con ustedes.

El capitulo 3 creo que sale el domingo.

Besitos a mis lectoras de siempre LUCYP0411, NENA TAISHO que yo tambien las extrañé mucho. Y MANU, a mi me gusta el INUYASHA SANGO, ya sabes me gustan las parejas raras, pero cuando acabe este fic, comenzaré otro BANKAG, sólo hago este Hiten/Sango como ejercicio para salir del bloqueo.

Besotes y nos leemos este domingo.

Paola.