Día 14.
Prompt: Glory Hole/Cum Dump/Aftercare
Trigger Warning: Hay más advertencias que las que voy a listar, simplemente porque no consigo recordarlas todas. Así que prefiero pediros antes de nada que lo leais bajo vuestra propia responsabilidad. Sexo explícito, Glory Hole, Cum Dump, Aftercare. Sexo vaginal/oral/anal. Sexo brusco que puede ser doloroso. Masturbaciones. Sexo en público. Piercings en genitales. Interacciones sexuales entre muchos personajes sin relación romántica entre sí. Sexo con desconocidos. Rimming y Fingering. Dobles penetraciones. Juguetes sexuales. Swallowing. Prácticas sexuales de riesgo sin protección con la excusa de que "son magos y hacen magia, así que usan magia de protección". Referencias a arneses sexuales. Creampie. Prácticas sexuales que implican manipular semen con la boca o con las manos. Objetificación (no sé cómo expresar esto, básicamente, que hay personajes que gustan de ser utilizados como objeto sexual para obtener orgasmos). "Mazmorras" sexuales. Añadiría orgía, pero no sé si encaja del todo. Iré añadiendo más según las vaya recordando. En todo caso: CONSENTIMIENTO.
Glory Hole: Agujero en una pared o tabique, usualmente cuartos de baño, por donde practicar sexo anónimo. En este fic, me he basado en el concepto de clubs de Glory Hole, clubs sexuales especializados en proporcionar sexo a través de agujeros anónimos.
Cum Dump: En este fic, concretamente, persona que obtiene excitación sexual mediante numerosas penetraciones de otras personas que eyaculan dentro de él o ella.
Aftercare: Cuidados después de una relación sexual, especialmente si ha habido prácticas de dominación, que implican dolor o sumisión o agresiones.
EL CLUB DE THEODORE NOTT - CAPÍTULO 2
El edificio en cuestión no parece particularmente diferente de los del resto de la anónima calle londinense. Ni siquiera parece un negocio, ya que apenas tiene una puerta que da acceso a él, sin cristalera. Sólo una discreta placa informa de que se trata del Club Glory, exactamente como indica la nota que Theo le envió. Viktor no ha podido ir, porque va a pasar varios días convocado por la selección búlgara de Quidditch para un torneo europeo en el que, por lo que Ron sabe del panorama deportivo, no tienen muchas posibilidades. Se entristece por Bulgaria, equipo al que apoya férreamente desde que sale con Viktor, salvo que juegue contra los ingleses, pero también tiene la secreta esperanza de que regrese pronto a casa. Luego tendrá que jugar la liga con los Chudley Cannons, pero estar en la misma isla facilita mucho mejor dormir en casa casi todas las noches.
Es Hermione quien llama a la puerta, y Theo en persona quien abre, invitándolos a pasar con un gesto pomposo.
El vestíbulo es estrecho, apenas una entradilla con una diminuta oficina atestada de papeles pulcramente ordenados a la izquierda, donde Higgs y Vaisey dejan de trabajar un momento para saludarlos con entusiasmo, y un largo pasillo enfrente, con dos tres puertas intercaladas entre medias y otra al fondo.
—Bienvenidos al club Glory —dice teatralmente Theo.
—¿Club? —pregunta Ron, entrecerrando los ojos y mirando con sospecha a Theo, que sonríe con el mismo gesto que podría un niño justo antes de hacer una travesura bajo la atenta mirada de sus padres.
—Voy a tener que pediros que guardéis el secreto de la existencia de este lugar —dice Theo, inmune—. Es un club exclusivo, al que no tienen acceso demasiadas personas. No os preocupéis, todos los Slytherin lo conocen, incluido Potter, nuestro… Slytherin honorífico.
—¿Harry conoce este lugar? —pregunta Hermione, ahora más curiosa.
—Así es. Fue nuestra última incorporación. Afortunadamente, porque así pudimos recuperar a Draco. No se ha arrepentido ni por un momento, eso os lo puedo asegurar. Ahora está vacío, prefería que lo vieseis con comodidad antes de tomar ninguna decisión. Venid por aquí.
La primera puerta da lugar a unas pulcras duchas, y un vestuario. La sala huele a limpieza y desinfección. En un rincón, una enorme estantería está llena de esponjosas toallas blancas, dobladas y listas para ser utilizadas. Al fondo, un par de cubículos y lavabos revelan un pequeño cuarto de baño común.
—Hay duchas comunales, otras en cubículos. El vestuario también tiene privacidad, por si alguien la necesita para cambiarse. Justo en la puerta de enfrente están las taquillas. Cada miembro del club tiene la suya propia, exclusiva. Proporcionamos todo aquí, no es necesario traer nada: jabón, toalla…, pero hay quien prefiere su propio gel o traer colonia antes de irse.
Las dos siguientes puertas, también una enfrente de otra, son una cocina, surtida con varias neveras, mesas, sillas y un montón de microondas. Hay varios armarios, en forma de despensas, y una amplia sala de estar, repleta de libros, tableros de ajedrez y cómodos sillones, mesas y sillas.
—La cocina siempre está bien surtida. En los armarios hay pan, galletas, dulces. Todo muggle, eso sí. En la nevera de la izquierda, comida que se pueda cocinar rápidamente en menos de un par de minutos en el microondas. En la de la derecha, bebidas frías: tanto agua como refrescos. Hay, literalmente, cualquier cosa que se encuentre en el supermercado, para que los socios puedan beber lo que necesiten. Oh, y hielo. —Hermione pasea por la sala, intrigada, y Ron acaricia una de las mesas, donde reposan dos tableros con partidas a medio jugar—. Cualquier socio puede venir aquí cuando quiera, dentro del horario estipulado. Esta sala y la cocina siempre están disponibles para ellos. Tenemos personal que limpia a diario y repone los alimentos, rotándolos. Si van a caducar, los donamos con tiempo suficiente para que puedan ser aprovechados.
—Es impresionante —dice Hermione, aprobándolo.
—Lo sé. Hemos puesto muchísimo mimo en todos y cada uno de los detalles, creando un club al que nosotros mismos quisiéramos pertenecer. —Theo les deja explorar la sala de estar, pero se mueve, impaciente, como un niño pequeño que se reserva una sorpresa—. Es fundamental para nuestros socios que puedan disponer de un lugar cómodo, incluso si no desean participar de la actividad principal, pero sobre todo si desean hacerlo. ¿Estáis listos?
Theo los guía hasta la última puerta, que abre teatralmente y luego les cede el paso. Ron frunce el ceño, sin comprender. Es una sala amplia, limpia y cómoda. Esta muy iluminada, pero Theo enseguida les muestra que tiene una segunda iluminación, más suave, con colores cálidos, que la sume en una agradable penumbra, con suficiente luz como para ver con claridad, pero no tanta como para parecer un hospital. Está dividida en paredes. O cajas, Ron no sabe bien cómo definirlas, porque las paredes aparentan tener entre un metro y medio o dos de grosos y pueden rodearse. Además, están plagadas de huecos, pero el interior está oscuro y unas cortinas de tiras de tela obstruyen gran parte de la visión.
—Este es el plato estrella del club. —Les tiende una tarjeta, que Hermione y Ron leen, desconcertados, donde figuran los diferentes horarios—. Cualquier miembro puede venir en ese horario a relajarse, a comer algo o… aquí.
Al mirar de nuevo, una idea se abre paso a través de la mente de Ron, que sospecha cuál es la actividad principal del club. Hermione, a juzgar por sus ojos abiertos de par en par por la sorpresa, ya ha comprendido de qué se trata.
—Cada socio decide qué quiere hacer —informa Theo, divirtiéndose con sus rostros de muda incredulidad—. Muchos sólo quieren venir y desahogarse, elegir una, dos o más cabinas y luego marcharse. Otros a lo mejor quieren descansar un rato en la sala de estar antes de volver. Sin embargo, dos tercios prefieren ocupar los puestos de las cabinas o, si acaso, decidir según qué les apetezca ese día.
Theo va guiando a Ron y Hermione por la sala, que lo siguen, sin atreverse a hacer demasiadas preguntas. El interior de las paredes es cómodo. Theo les asegura que se preocupan mucho por la comodidad de los socios que deciden estar allí.
—Tenemos un asistente en la puerta de cada cabina, atendiéndolos. Si hay algún problema, están preparados para cancelar la pared y ayudar a la persona. Hasta ahora no ha habido ninguno, y esperamos que siga así, pero todas las precauciones nos parecen vitales, porque algunos de nosotros solemos estar ahí.
—¿Soléis? —pregunta Ron, estupefacto.
—Por supuesto. ¿Quieres probar cómo funciona? —dice Theo, abriendo una pequeña puerta invisible que da acceso a una de las paredes.
Ron acaba tumbado, totalmente vestido, dentro de una de las paredes, apoyando la espalda sobre la plataforma y con las piernas colgando por fuera de la cabina. Theo lo ata con varias cintas y cuerdas, asegurándole que sólo es para inmovilizarle adecuadamente y que los movimientos no lo desplacen o golpeen en la cabeza contra el fondo de la pared. Antes de salir del interior de la pared, Theo le indica cuatro interruptores justo al alcance de sus dos manos, todos fáciles de pulsar.
—El verde indica que estás disponible, el naranja, que dejarás de estarlo cuando la persona que estás atendiendo termine y no aceptarás a nadie más. El rojo, que necesitas parar. Si pulsas ese botón, la persona que esté fuera debe detenerse de inmediato e interrumpir lo que esté haciendo. Si no lo hace, es expulsada instantáneamente. —La forma de decir instantáneamente hace que Ron piense que el método taxativo puede implicar un hechizo, porque a pesar de ser un club muggle, nota la magia impregnarlo todo, y eso lo hace sentirse más seguro—. ´También significa que, aunque estés aquí, no estás disponible. Puedes necesitar descansar, pero no desear irte todavía. Nadie te toca si el botón rojo está encendido.
—¿Y el cuarto? —pregunta Hermione, curiosa.
—Oh, ese enciende la luz dentro de la pared. Si te sientes agobiado por la oscuridad y la luz verde o naranja no es suficiente, puedes iluminar el interior para estar más cómodo.
—¿Y si necesitas al asistente, pero no puedes hablar?
—Luz roja. Si hay algún problema, luz roja. Incluso aunque luego sea una falsa alarma. La seguridad es lo primero.
Después, sale por fuera de la pared. Hermione se queda dentro, con Ron. Ambos intercambian una mirada, un poco impresionados por el despliegue del lugar y, al mismo tiempo, con una sensación extraña en el estómago. Con delicadeza, Theo ata las piernas de Ron, colgándolas en alto y obligándolo a levantar las caderas, pero no tanto como para ser molesto. Es similar a cuando Viktor le sostiene los tobillos junto a sus hombros, doblándolo en noventa grados, para follárselo. Ron podría aguantar así un par de horas sin problema, porque su peso está totalmente sostenido por la camilla de su espalda y las cintas, suaves y aterciopeladas. Además, aunque seguramente sus piernas acaben resentidas, es difícil que note el cansancio al no tener que sostenerlas por sí mismo. Y su culo que da por fuera, justo en la ventanilla, expuesto a alguien que Ron no podría ver por la cortina, que cae suavemente sobre lo que sería la base de su pene.
—¿Estás cómodo? —pregunta Theo desde fuera. Ron hace un sonido de asentimiento—. No importa la hora a la que quieras ocupar un puesto. Nuestros asistentes te indican cuáles están libres o cuales van a quedarse libres pronto y te ayudarán a instalarte en el que elijas. Como estarán contigo todo el tiempo, tras la puerta para permitirte intimidad, puedes informarles de cuándo te sientes cansado, de si necesitas alguna cosa, como agua, o de cuándo vas a retirarte o si quieres estar más tiempo. Ellos te liberarán también, cuando hayas puesto la luz roja, y te guiarán hasta la puerta. Y si, y esto sí ha ocurrido, necesitas ayuda para llegar al vestuario, habrá personal también preparado para ello, aunque la mayor parte de la gente del club que quiere utilizar este tipo de instalaciones viene acompañada por otros socios y no suelen necesitar esto. Ten en cuenta que, aunque no lo parezcan, ciertas posturas son bastante agotadoras, aunque cueste percibirlo gracias a las ataduras que te sostienen. Es normal que, tras utilizar esta cabina, por ejemplo, las piernas tarden unos minutos en reaccionar.
—Entiendo.
—No creo que haya problema en eso en un caso como el nuestro —dice Hermione, y Ron asiente, pensando como ella: si su novia quisiese utilizar algo así, podría hacerlo con la tranquilidad de que él o Viktor estarían para ayudarla después—. ¿Entonces, se puede venir acompañado?
—La entrada es exclusiva para socios y socias, pero no aceptamos miembros sin aceptar a sus parejas también.
Prometiéndoles más detalles sobre la admisión más tarde, Theo desata a Ron y les continúa explicándoles con detalle cada cabina, mostrándoles el código de indicaciones en todas ellas. Por lo que Ron puede ver, hay, literalmente, todas las combinaciones posibles.
—El lugar que ha probado Ron es para sexo anal y, en caso de que sea una persona con vulva, vaginal o anal, a decisión de quien se sitúa delante de ella. Además, es un lugar donde la persona puede introducir la mano a través de la cortina y manipular los genitales de quien está dentro, así como introducir sus dedos o lengua en el ano o vagina, si lo desea. —Señala las cabinas adyacentes, que son similares, pero luego otras que también lo parecen—. Otras, como esas, son para la misma posición, pero sólo está permitido el sexo vaginal o el anal, no ambos, para las personas que no desean experimentar alguno de ellos. Y en aquellas no está permitido tocar los genitales de la otra persona, sólo follársela, sin más.
Unas escalerillas en una de las paredes permiten a Hermione tumbarse, quedando justo a la altura de la barbilla de Ron. La indicación reza que es un lugar para practicar cunnilingus, beso negro o introducir dedos a la persona en uno o más lugares. Hay varios sitios similares, algunos donde sólo se permite una cosa, otros donde se combinan dos o más, otros con todas las posibles a la vez.
—Como veis, nos hemos cerciorado de que cada socio o socia pueda elegir exactamente qué quiere en cada momento, tanto en un rol como en otro. Eso sí, eso puede significar que haya horas a las que determinado «servicio» no está disponible porque nadie desea ocuparlo. Forma parte de la dinámica. Es más frecuente que eso suceda los jueves y los domingos, eso sí, que los sábados.
Agujeros estrechos y redondos, similares a los del de la discoteca, para aquellas personas que desean felaciones, aberturas donde poder ofrecer senos a la altura de las caderas de quien quiera masturbarse con ellos, cabinas que permiten recibir sexo tumbado bocabajo o bocarriba, a elección, donde además de la penetración está permitido introducir dedos, lamer o chupar a la otra persona, y donde no lo está. Una de las paredes, la más estrecha, con tres cabinas, es lo que Theo llama servicio total. Cada una de las camillas tiene dos aberturas, una similar a la que ha probado Ron y otra al otro extremo, permitiendo a la persona tumbarse bocabajo para recibir sexo oral y anal o vaginal al mismo tiempo.
—Esa es una cabina de doble penetración —explica Theo a Hermione, a verla observar una en concreto con interés—. No hemos conseguido una manera de que dos personas con pene puedan hacerlo a la vez, así que, para utilizarla, la otra persona tiene que utilizar un dildo. Te aseguro que, como desde dentro no ves nada, la sensación se asemeja mucho a la rea. De hecho, hay gente que guarda diferentes juguetes en la taquilla y los deja luego junto a la cabina, por si alguien prefiere utilizarlos en lugar de usar su cuerpo.
—¿Sólo es para chicas? —pregunta Ron, curioso.
—O personas con vagina —matiza Theo—. No necesariamente. Tiene un botón extra: azul es que aceptas la doble penetración en un solo orificio.
—Habéis pensado en todo —asiente Hermione, impresionada.
—Ahora está todo recogido, eso sí. Unas horas antes de la apertura, los asistentes organizan el espacio interior de las paredes para que haya disponibles toallas limpias, agua, lubricante, algunas golosinas con azúcar… También hay lubricante a disposición de las personas de fuera, pero si deseas algo más… seco… puedes decírselo a la persona en el momento. No creo que nadie se haya negado hasta hoy.
Cuando han terminado de curiosear, Theo les guía hasta la sala de estar, sentándose en un sofá para contestar sus preguntas.
—¿Cómo se mantiene esto? —Ron pone los ojos en blanco. Por supuesto, Hermione quiere los detalles.
—Todos los socios pagan una cuota mensual. No es barata, desde luego, pero ya habéis visto que merece la pena. Los ingresos sirven para pagar al personal, los gastos del local y el pequeño beneficio en concepto de gastos de gestión. No pagan por sexo, sino por acceder al espacio que les permite reunirse y las condiciones adecuadas. Podrían hacer esto en el cuarto de baño de un local sórdido, pero aquí es mucho más fácil e higiénico. Tres o cuatro centenares, no estoy seguro. Es algo que lleva Vaisey —dice Theo, adelantándose a la siguiente pregunta de Hermione—. Todos muggles, menos nosotros. Para evitar escándalos en el mundo mágico, nos gusta nuestro anonimato y, al final, en el Callejón Diagon nos conocemos todos, aunque sea de vista. Sobre todo, si eres un exmortífago, lo fueron tus padres o eres el Niño-Que-Vivió.
—¿Cómo entran?
—Los contactamos nosotros. Tenemos varios locales más, similares a la discoteca donde estuvimos el otro día.
—¡Es tuya! —exclama Ron, comprendiendo ahora su insistencia en llevarlos allí.
—Nuestra, en realidad, comparto el negocio con Higgs y Vaisey. Pero sí. Industria del entretenimiento, ¿recuerdas? —Con una carcajada, sigue hablando, inmune a la cara de sorpresa de Ron—. Cuando observamos a alguien que puede cumplir los requisitos del club, le invitamos amablemente a considerar la idea. Atención personalizada.
—¿Requisitos?
—Pasar algunos test y entrevistas personales, sobre todo. No queremos gente violenta, ni que pueda causar problemas. Sólo… gente que le guste este tipo de sexo y quiera un lugar seguro y agradable donde practicarlo. La mayoría son parejas abiertas, swingers o relaciones poliamorosas. No aceptamos infieles, tampoco. Ni gente coaccionada por su pareja que accede a probar sólo por presión. Quien venga aquí, tiene que ser libre de hacerlo y de irse cuando quiera. A veces encontramos un perfil bueno que no puede pagar la cuota, pero que es perfecto para el club y entonces la rebajamos lo suficiente como para que pueda entrar. Tampoco discriminamos por la apariencia, género, peso, color de piel… Eso no es importante para nosotros.
—A veces la moral Slytherin me confunde —gruñe Ron.
—Eso es que estamos haciéndolo bien —se ríe Theo—. Los miembros rotan. Encuentran otros clubs, se hastían, encuentran relaciones cerradas… Algunos son antiguos, eso sí. Y todos y cada uno de ellos aman el anonimato tanto como nosotros, así que no hay peligro.
—¿Y el Ministerio…?
—No tiene ni idea. Por eso es un secreto. —Theo les guiña el ojo, cómplice—. El gobierno muggle cree que es un club de lectura y deporte.
—¿En serio se han creído eso? —pregunta Ron, pero Hermione se está riendo.
—Y ni siquiera hizo falta un confundus. Tampoco parecen haber caído en el dato de que es mucho más grande por dentro que los metros que marca el local, pero no seremos nosotros quienes les digamos nada —dice Theo, riéndose también.
—Y supongo que tu propuesta es ofrecernos una membresía —dice Hermione. Theo asiente, satisfecho, creyendo que los ha convencido—. Bueno, tenemos que hablarlo con Viktor, considerar el gasto…
—Oh, me he explicado mal. Mis amigos no pagan. Son socios honorarios. Yo asumo vuestras cuotas con mi parte del beneficio, porque no necesito ganar dinero con este local teniendo el resto de discotecas. Vaisey y Higgs creo que donan los suyos a alguna asociación local. Es nuestra forma de… igualarnos al resto de socios. De que obtenemos exactamente lo mismo que ellos: un sitio seguro y limpio donde poder practicar las cosas que nos gustan.
—Tenemos que hablarlo entre nosotros aún así —insiste Hermione. Ron asiente, apoyándola, aunque sabe, por la expresión de ella, que es un mero trámite.
—Eso a mí me da igual. Si no queréis venir nunca, no tenéis por qué hacerlo. Si concluís que esto no es vuestro rollo, seréis miembros que no usáis el club. SI un día cambiáis de opinión u os separáis, pues aquí estará si deseáis venir. Hay varias reglas, eso sí. Las tenéis en el folleto de los horarios, pero son bastante básicas: Llevar calzado cómodo en todas las instalaciones, menos en la ducha que se utilizan chanclas; se exige una buena higiene, de hecho, es aconsejable utilizar la ducha no sólo después, sino antes de entrar. No se folla fuera de la sala de cabinas, y hay que estar mínimamente vestidos, aunque sea con ropa interior o toalla en la parte inferior, en la cocina y la sala de estar, por una cuestión de higiene. Importante: Ni anillos, ni colgantes. No queremos accidentes. —Ambos asienten, comprendiendo.
»Sí está permitido portar plugs anales, vibradores vaginales, piercings o pinzas y cadenas para pezones. Es obligatorio pasar por las duchas si alguien que ha penetrado el culo de una persona quiere realizar sexo vaginal u oral, sea con quien sea, pero no hay problema si es al contrario. Y, por supuesto, no se viola la luz roja y no se causa daño o dolor a nadie de forma intencionada. Esto implica que es necesario utilizar lubricante. Si se consensua con la persona un poco de dolor o falta de lubricante, no hay problema. Tampoco lo hay si ocurre un accidente, para eso está la luz roja, aunque hasta ahora no hemos tenido más problema que alguna penetración más brusca y dolorosa.
—Y si alguien viola las normas…
—Expulsado inmediatamente, con un obliviate.
—¡Nott! —se escandaliza Hermione, pero Theo se encoge de hombros.
—La seguridad de todo el mundo es lo primero. Si alguien no tiene el cuidado de mantener una higiene básica, utilizar el calzado o seguir las indicaciones de la sala, entonces sólo va a dar problemas. Queremos un sitio seguro donde cumplir fantasías, tener sexo y divertirnos, no problemas que lamentar.
—No has hablado de enfermedades o embarazos —dice Ron. A él no le preocupa, tiene cuidado de utilizar siempre los hechizos adecuados, pero los socios son muggles.
—Oh, eso fue una idea genial de Draco. Cuando cruzas la puerta, se te aplica un hechizo protector que funciona como un preservativo, sólo que sin margen de error. No hay riesgo alguno. Ellos creen que les damos un tratamiento preventivo que encuentran en su taquilla al llegar y que es obligatorio tomar, pero son bolitas de azúcar. Y cuando salen del local, lo hacen firmemente convencidos de haber utilizado todos los condones necesarios, olvidando las píldoras, para que no bajen la guardia cuando estén en otros sitios.
—Guau, eso es un hechizo muy avanzado —se admira Hermione.
—Draco está muy orgulloso de él. Potter dice que lo ha puesto en la puerta de casa también, para no perder el tiempo cuando follan, así que cuando entréis, si estáis atentos lo notaréis —se ríe Theo. Pero a Ron le preocupa otra cosa, algo que ha estado molestándolo desde que Theo ha dicho que Harry conoce el club.
—Esto… Entonces… ¿Harry no sólo conoce este lugar, sino que es socio?
—Y activo, además, Draco y él lo usan de vez en cuando. Y a veces quedamos todos. Podemos invitaros, si queréis, pero si no estás cómodo con la idea de que haya gente conocida, es mejor que vengáis cuando queráis, sin preocuparos por nada más. Lo peor que puede pasar es que os crucéis con nosotros, pero podéis ignorarnos, nadie se va a enfadar por ello.
—No sé si estoy cómodo con la idea. No ya de cruzármelo sin más. La idea de que pueda ser él quien esté al otro lado de la pared. No…
—No estás seguro de que funcione con él lo mismo que conmigo —completa Theo. Ron asiente—. Pero no te preocupa Blaise, ni Pansy o Adrian, ¿verdad?
—Supongo que no. O sí. No lo sé.
—Bueno, en ese caso es algo que deberás considerar tú. Lo más que puedo hacer es, si me avisas de que quieres venir, decirte si hay gente de nuestro grupo ese día, pero no si quien está aquí es Harry o Adrian. Lo siento, forma parte de la gracia de esto, creo yo.
—Sí, la verdad es que yo tampoco querría que avisases a nadie de que estoy aquí para que no venga —admite Ron. Theo sonríe, comprensivo, contento porque lo haya entendido.
—Creo… Perdóname si me equivoco, pero creo que, hasta donde sé, pensando en nuestros dos… encuentros, tienes una idea bastante clara de qué querrías hacer en tus ratos aquí. —Ron asiente. Hermione le aprieta la mano y le da un beso en la mejilla—. Al margen de nuestras conversaciones sobre el sexo y la amistad, he de decir que entiendo tus reparos. Yo a veces no quiero arriesgarme a estropear una amistad sólo por un rato de sexo que, probablemente, sería incómodo.
—Básicamente —asiente Ron.
—Lo bueno de estar aquí en el sitio que tú quieres… Es que eres anónimo. Nadie tiene por qué saber que eres tú. Y tú no tienes que saber que son ellos. Pero siento decir que eso no garantiza nada. Puedes escucharlos hablar, verlos en la cocina… Sí puedo asegurarte que lo que pasa en el club se queda en el club. Y eso debería afectar a Potter, si quiere continuar viniendo.
—No quiero que le hagan un obliviate a mi mejor amigo sólo porque a mí me apetezca follar —gruñe Ron.
—Vosotros no sois socios normales, sois nuestros amigos. No contáis en los obliviate. Si tú o Potter os sentís incómodos, tendréis que lidiar con ello sin afectarnos a nosotros. Igual que si Krum y vosotros cortáis. Los Slytherin tenemos muy mala fama por nuestra ambición, pero se olvida a menudo que nuestra lealtad nos hace estar al lado de los nuestros. Y ahora sois de los nuestros. Y, si queréis una prueba tangible, mirad a vuestro alrededor. Hay que confiar al cien por cien para mostraros esto sin pediros un juramento inquebrantable o amenazaros con un obliviate. Haced honor a esa amistad y confianza.
A pesar de sus palabras, Theo los mira con simpatía, y Ron comprende que no está juzgándolos ni pretende amedrentarlos. Sólo expone con claridad los pros y contras para que pueda tomar la mejor decisión.
—Gracias —susurra, y Theo sonríe con satisfacción, mirándole con algo que parece orgullo y satisfacción.
Hermione asiente, sumándose a sus palabras, y Theo se acomoda en el sofá, cambiando de tema. Cuando Hermione y Ron abandonan el local, están llenos de dudas por el conflicto del segundo, pero sin duda Theo ha conseguido impresionarlos.
—Ese desgraciado ha montado una mazmorra sexual. —Cuando Viktor regresa, unos días después, Hermione y Ron le ponen al día de su visita.
—¿Qué? —Viktor no sabe si reírse o sorprenderse. Opta por lo primero.
—Te lo juro —dice Ron, categóricamente.
—No sé si estás más escandalizado o excitado con la idea —se burla Viktor.
—Excitado, créeme, mientras no menciones a Harry.
—¡Calla! —exclama Ron, tapándose los oídos.
—¿Y cómo es? —pregunta Viktor, curioso.
Cuando Hermione y él acaban de explicárselo, Viktor se ha puesto serio y frunce el ceño, con el folleto que incluye los horarios y las reglas en la mano, leyéndolo mientras ellos siguen describiéndole el local.
—Entiendo que a vosotros os gusta la idea.
—¿A ti no? —pregunta Hermione, tentativa.
—Sí. Es… bueno, no es muy diferente de salir de fiesta, ligar con alguien e ir a un hotel. Lo bueno es… Que aquí al menos te aseguras de que hay unas normas, gente que busca lo mismo que tú y todo parece tan bien planificado…
—Al principio dudé —confiesa Hermione—. Me preocupaba que estuviesen… no sé, prostituyendo a los muggles o algo así. Pero es cierto que pagan por la pertenencia al club y el usufructo de las instalaciones, no por follar en sí mismo. Y que todo el mundo está en igualdad de condiciones, nadie se enriquece.
—Entonces, ¿cuál es el problema? Ron lleva semanas fantaseando precisamente con esta idea. Es obvio que Nott os ha llevado allí porque sabía que él iba buscando algo así. Y tú, Hermione, has insinuado en varias ocasiones que quieres abrir la relación. Incluso diste permiso a Ron para que se tirase a Theo o probase su fantasía si tenía oportunidad. Por no hablar de que nunca me habéis retirado el permiso para tener sexo por mi cuenta, aunque no haga uso de él. —Viktor los mira, desconcertado.
—Harry —dicen Hermione y Ron a la vez.
—Verás… —Ron coge aire—. Lo de Theo… ¿recuerdas la conversación que os conté? Bueno, es cierto que él afirma que tener sexo con los amigos es fantástico, pero se refiere a que el sexo con alguien que es tu amigo es genial, como dedujo Hermione. No a que quiera follar con sus amigos. No… no estoy seguro de que yo quiera que eso suceda con Harry.
—Y ninguno queremos que nuestra amistad con él se deteriore por algo así.
—Queréis decir que no tenéis problema si, por lo que sea, en la mazmorra pervertida de Nott Malfoy encuentra vuestro culo, pero sí que lo haga Harry, que es su pareja —dice Viktor, genuinamente confuso.
—La verdad es que visto así… Suena incluso peor.
—Por lo que decís, suena como si ellos hiciesen esto todo el tiempo.
—No sé si todo el tiempo —dice Hermione, encogiéndose de hombros—. Pero por lo que dijo Nott… No es infrecuente. Es decir, crearon el club porque querían poder ir a un sitio así.
—Y Potter va. —Hermione y Ron asiente—. Y folla con gente que, obviamente, no es Malfoy.
—Eso suponemos —murmura Ron, sin comprender dónde quiere ir a parar Viktor.
—Y ahora, nosotros tres estamos dentro del secreto también, igual que Harry y el resto de Slytherin del grupo, pero ningún amigo por parte vuestra.
—Oh, pero eso creo que tiene que ver con la confianza —explica Hermione—. Simplemente… después de que Ron se haya acostado con Theo ha cambiado la relación y por eso nos han incluido.
—Theo y yo somos mucho más amigos ahora que antes —asiente Ron—. Pero yo creo que lo que dijo es cierto: ya confiaban en nosotros antes, esto ha sido porque supo por nuestra conversación, cuando follamos, que íbamos a disfrutarlo. En cambio, no creo que Neville quisiera ir a un lugar así. —Hermione y Viktor asienten: Neville tiene la relación más monógama que han visto en todo el variopinto grupo que conforman por un lado y otro.
—O sea, que esto tiene más que ver con lo ocurrido el otro día con tu fantasía que con la confianza, pero además confían en nosotros tanto como para revelarnos el secreto. —Ron y Hermione asienten una vez más—. Pues, como yo lo veo, Harry debe de tener exactamente la misma información. Dudo que nos hayan dado un pase sin consultar con todos los demás. Me sorprendería mucho, de hecho, que invitasen a alguna persona conocida a partir de ahora sin contar con nosotros o, al menos, informarnos.
—¿Quieres decir que Harry está de acuerdo con esto? —pregunta Ron, frunciendo el ceño.
—Probablemente. O, al menos, sabe que estamos dentro. Es decir, que podría tener el mismo dilema que tú.
—Podemos preguntarle —dice Hermione. Viktor asiente.
—¿Queréis mi consejo? Olvidaos de Harry. —Hermione y Ron niegan con la cabeza, confundidos—. No lo digo en broma. Harry sabe perfectamente las consecuencias de seguir asistiendo al club después de aprobar o que se apruebe nuestra entrada y aun así no ha dicho nada. Podría habernos vetado o haber renunciado él, pero por lo que decís, Nott da por hecho que sigue dentro.
—De hecho, dijo que era nuestro dilema y nuestra decisión —dice Hermione. Ron asiente. No fue exactamente así, pero es un buen resumen.
—Según lo veo yo, hay tres opciones: Harry sabe que os han invitado a un sitio donde deseáis estar, pero tiene el mismo dilema, en cuyo caso dejará de asistir o querrá coordinarse con vosotros; Harry comprende perfectamente la situación y está dejando en vuestras manos la decisión, sin influiros con la suya; O, tres, Harry sabe que no os vais a encontrar y no le importa lo que decidáis.
—¿Dices que no hablemos con él?
—Oh, no. Hacedlo si es lo que necesitáis. Vosotros conocéis a vuestro amigo mejor que yo. Pero creo, sinceramente, que la respuesta va a ser que disfrutéis del club y, si os encontráis, pues dejar que lo que pase dentro de la mazmorra se quede dentro de la mazmorra.
—Eso es lo que dijo Theo —asiente Hermione.
—Y me parece lo más juicioso. Y, si me preguntáis a mí, la incógnita le añade cierto punto de peligro muy interesante que se pierde si Harry manda una lechuza diciendo que el domingo que viene ira a follar o ser follado durante un par de horas.
—Lo cierto es que tampoco sé si estoy preparado para tener esas conversaciones con Harry. Con Theo y con vosotros es… más fácil. La relación entre Harry y yo… —Ron se interrumpe. A su lado, Hermione le echa un cable:
—Es más fraternal. Más inocente, porque viene desde que teníamos once años.
—Entonces, vayamos al club. Si tenemos la mala pata de encontrarnos a Harry, sencillamente ignorarlo, tratarlo como un desconocido. Y, al día siguiente, recordadle que sois hermanos y que nada cambiará eso, aunque os tropecéis en un cuarto oscuro y os reconozcáis demasiado tarde. Y quizá haya formas de reconocernos allí dentro, establecer límites y evitar interacciones incómodas. Tan sencillo como, si os cruzáis con él, avisarle de en qué cabina estaréis para que pueda evitarla.
—No había pensado en eso —dice Ron, más convencido ahora que tiene una manera de gestionar su miedo.
Al final, llegan a un acuerdo. Primero planifican una visita en conjunto, para tantear el terreno y aprender la dinámica. Más adelante, organizarán posibles escapadas en solitario o por parejas, si lo desean, prometiendo reservar un día al mes para ir los tres a la vez si les gusta el ambiente. La primera vez, Vaisey los saluda desde la oficina de la entrada, sonriéndoles antes de bajar la vista al libro que está leyendo. No tiene la camiseta puesta, dejando ver su torso repleto de tatuajes, sin un ápice de piel libre. No reconocen a nadie. No saben si hay mucha o poca gente, porque han ido uno de los días, según Theo, con menos afluencia. Se desnudan y se duchan, cada uno en un cubículo, todavía tímidos. Ron se lava a conciencia, preocupado por primera vez en mucho tiempo por su olor corporal. Salen al pasillo en toalla y, como Theo les prometió, un asistente le abre la puerta a la sala de las cabinas, dándoles la bienvenida con una sonrisa.
La luz es suave y colorida, sumiendo la sala en una agradable penumbra, y suena música, moderna y rítmica, a un volumen alto, pero no molesto. Otra asistente, que pueden identificar por el pulcro uniforme que lleva, a diferencia del resto de personas, que se deambulan desnudas por la sala o se paran en las cabinas, se hace cargo de sus toallas y les pregunta qué desean hacer. Viktor lo tiene claro.
—Yo quiero ser activo. No os perderé de vista, por si necesitáis algo. —Se despide de ellos con un beso. Ron lo sigue con la mirada, pero Viktor parece más interesado en examinar las diferentes indicaciones de las cabinas y reconocer el lugar por primera vez que en ponerse a follar. Aunque es cierto que su polla ha empezado a erguirse.
—¿Alguna idea previa o preferís saber qué puestos están libres? —pregunta amablemente la asistenta.
—Yo esperaba… —Sin saber cómo referirse a ella, Ron le describe la cabina que probó durante su visita. No parece que deba tener ningún nombre en particular, porque la asistenta asiente y le deja en manos de otro hombre, de rostro amable. Deja a Hermione atrás, con la asistenta inicial, que parece estar ayudándola a elegir.
El asistente se hace cargo de todo. Desde abrirle la puerta, ajustar sus ataduras, cerciorándose de que no se pueda mover cuando la gente empiece a empujar contra sus caderas para follarle, y luego lo deja a solas, asegurándole que está justo detrás de la puerta. Ron respira profundamente y se concentra en escuchar la música para relajarse antes de encender la luz verde e indicar su disponibilidad. No tarda en tener a su primer visitante. Unos dedos lubricados se abren paso por su culo, tanteando. Ron se ha preparado en casa, un poco acobardado por el hecho de que fuesen demasiado bruscos la primera vez, pero su temor ha sido infundado.
La persona del otro lado utiliza los dedos durante varios minutos. La polla de Ron empieza a reaccionar, poniéndose dura. Ron gime cuando el pene del visitante lo invade lenta, pero inexorablemente. Después, adopta un ritmo regular. Ron cierra los ojos y cruza las manos sobre su cabeza, relajado ahora que parece que todo ha funcionado correctamente, dispuesto a disfrutar de las sensaciones. El hombre se empuja caóticamente dentro de él justo antes de correrse. Ron aprieta el culo, sólo por la satisfacción de que el hombre gima en voz alta, agradeciéndoselo. Después de correrse, algo suave le acaricia la nalga derecha y la mano del visitante se introduce por la cortina de la cabina y da varias sacudidas en la polla de Ron, que se retuerce de placer, contento de que se dé una muestra de complicidad así en un sitio anónimo.
No le da tiempo a prepararse para el siguiente. Todavía está pensando en el primer visitante cuando un dedo se introduce dentro de su culo, comprobando que ya ha sido dilatado y lubricado y se empuja dentro de él de un empujón. Ron se sujeta al cojín donde está tumbado, pero las correas están bien ajustadas y no se mueve ni un ápice. Las embestidas son tan rápidas y tan bruscas, directas justo en la próstata de Ron, que este no puede evitar gritar al correrse, manchando su abdomen abundantemente. El visitante sigue a su ritmo, indiferente a las sensaciones de Ron hasta que se empuja una última vez, corriéndose. Se despide, como el primero, con una caricia leve en su nalga y un par de sacudidas en el pene de Ron, sensible y prácticamente sin erección, que este agradece porque el significado del gesto le ha encantado.
Lamentando haberse corrido tan pronto, está a punto de poner la luz roja y avisar al asistente, pero otra polla entra de golpe en su culo, sin probar antes con los dedos. Este visitante, además de follarle con movimientos igual de bruscos que el anterior, mete la mano y acaricia el sensible pene de Ron para obligarlo a apretar el culo alrededor de la polla intrusa, casi volviéndolo loco, hasta que se corre en su interior. Comprendiendo que puede quedarse ahí, siendo usado todo el tiempo, aunque ya se haya corrido, Ron cambia de idea y no quita la luz verde. Con la mano, busca una toalla y se seca el sudor de la frente y luego el abdomen, al mismo tiempo que otra polla entra dentro de él.
Y una quinta. A la sexta, Ron ya ha recuperado la erección y ha perdido el sentido del tiempo. Sólo puede agarrarse al borde del cojín de la tarima donde está tumbado, gimoteando, mientras se corre por segunda vez y una séptima polla entra dentro de él. A veces dos de ellos entran muy seguidos, como si esperasen el turno o fuesen juntos. Otras, se demoran varios minutos, permitiéndole beber agua, y secarse el sudor y el semen de su abdomen con la toalla. En esos periodos entre un visitante y otro, puede notar el semen escapando de su culo dilatado. Trata de cerrarlo, contrayéndolo, pero este sigue resbalando. Y la sola idea de su piel manchada por el semen de tantas personas lo marea.
Hasta ahora, todos y cada uno de los visitantes le han acariciado la nalga derecha, débilmente, al terminar. Anota mentalmente preguntar a Theo al respecto, por si hay alguna norma tácita que no conoce. Varios de los visitantes le han tocado la polla con el gesto de sacudírsela un par de veces al final, algo que sí está más o menos seguro de que es un mudo agradecimiento o una despedida. Salvo el tercer y el sexto visitante, que lo han masturbado con movimientos bruscos y poco cuidadosos, tratando de obtener una respuesta en la forma en la que Ron aprieta el culo, el resto se limita simplemente a usarlo para obtener su placer y descargarse dentro de él. Algunos con movimientos rápidos y cortos. Otros lentamente, tratando de durar más tiempo. Pero para todos sólo es un agujero caliente y apretado donde obtener su placer. El octavo le folla un rato, pero no se corre dentro de él, yéndose antes de llegar al orgasmo. No sabe si porque no le ha gustado o porque prefiere correrse en otro sitio, pero también es el único que no le acaricia el culo, y Ron echa de menos el gesto.
A estas alturas, está exhausto, y no está seguro de soportar la sensibilidad de su polla y el dolor suave que siente en el ano, fruto del uso continuado de su culo con algunos de los ritmos más fuertes. Ese leve dolor es una de las cosas que más le gusta de cuando folla con Viktor y, sobre todo, con Theo, que la tiene más grande y sus piercings contribuyen a ello si follan durante mucho rato y el lubricante empieza a secarse, pero antes de decidir si quiere retirarse o no, la novena polla se introduce dentro de él. Mientras este entra y sale de él, Ron cambia la luz a naranja, pero tarda tanto en correrse que Ron disfruta aún de un orgasmo más, a pesar de que no tiene la polla dura, casi tan doloroso como placentero, que apenas emite semen. Cuando el visitante se corre, estremeciéndose contra su culo, hace algo sorprendente, que no sabe si es particular de esa persona o porque va a cambiar la luz a rojo, finalizando su ofrecimiento: le besa el culo con suavidad y luego le hace la consabida caricia de la nalga derecha.
Ron cambia la luz a rojo. El asistente lo desata, liberándolo, pero él está más concentrado en el semen que parece caer de continuo de su ano. Cuando se pone en pie, fuera de la pared, las piernas le tiemblan, pero el asistente le sostiene, impidiéndole caer. Le dice que alguien le acompañará a la puerta, pero Viktor, que aparentemente estaba cerca de la cabina, aparece a su lado, recogiéndolo entre los brazos del asistente. Con sumo cuidado, Viktor lo sujeta por la cintura y lo ayuda a salir de la sala, llevándolo hasta la ducha.
—¿Cómo te encuentras? —le pregunta, con un ligero gesto de preocupación, abriendo el agua caliente sobre ambos.
—Yo… cansado.
—¿Necesitas ir a casa? ¿Al médico?
—No, no —se apresura a negar Ron, sonriendo débilmente. Al ver el gesto, Viktor también sonríe, aliviado—. Estoy bien. Muy bien, de verdad. Ha sido… guau. —Está tan agotado, que no es capaz de encontrar mejores palabras.
—Me pareció que te lo estabas pasando bien, pero no estaba seguro.
—Oh, ¿me viste? —pregunta, suponiendo que ha sido justo antes de abandonar la cabina, a juzgar por lo cerca que estaba. Viktor asiente y en sus ojos se refleja una expresión hambrienta y excitada—. ¿Te ha… gustado? —pregunta, tanteando si su suposición es correcta.
—Ha sido un gran espectáculo. La tenía durísima sólo de verte.
—Puedes metérmela si quieres —se ofrece Ron, valientemente, deseando que su novio pueda aliviarse también y disfrutar dando rienda suelta a su excitación, sintiéndose un poco mal por haberlo sacado de la sala de las cabinas antes de tiempo.
—No —se niega Viktor—. Pero no porque no quiera. Ahora mismo te follaría, pensando en cómo has aguantado delante de todos esos tíos, pero no puedes tenerte en pie, apenas. Pero más adelante, cuando controles mejor tus fuerzas, lo haré si quieres.
—No pasa nada, me han follado no sé, ¿Seis? ¿Ocho? Puedo aguantar una más —insiste Ron, pero Viktor sonríe y le besa en los labios, apartándole un húmedo mechón de pelo de la frente.
—No está permitido en las duchas y llevarte de vuelta está descartado, casi no te tienes en pie. Lo he pasado bien ahí dentro yo también, pero ahora voy a cuidarte. Y el próximo día tú tendrás un poco más de práctica, estarás menos cansado y yo te haré caso, ¿de acuerdo? —Ron asiente, feliz de sentirse tan cuidado—. Han sido ocho, por cierto. Has llevado bien la cuenta.
Antes de poder preguntarle cómo lo sabe, Viktor señala la nalga derecha de Ron. Este se retuerce tratando de verse. Varias marcas de rotulador, cuatro líneas rojas con un tachón diagonal atravesándolas y otras tres líneas más justo debajo. La leve caricia de casi todos sus visitantes tiene entonces su explicación. Sacude la cabeza, negando. Viktor lo mira, extrañado.
—Uno no se ha corrido, así que no ha marcado. En total han sido nueve, entonces. —«Y he tenido el semen de ocho personas dentro de mí», piensa, emocionado. Ocho personas que lo han utilizado para satisfacerse, llenándolo, y una más que sólo ha querido meterla un rato.
—Tiene sentido. Yo no he podido contarlos, obviamente. Y no puedo saber quién se corre dentro de ti —se ríe Viktor, acariciándole las marcas de cuenta—. Además, estaba pendiente de Hermione también, no quería perderos de vista a ninguno.
—¿Ella…?
—Está bien, descansando. Terminó hace rato y le ha gustado tanto como a ti, aunque no ha terminado tan cansada. Vamos a ducharte y volvemos con ella.
Viktor lo limpia con sumo cuidado. Ron apenas contiene un gemido de placer cuando su mano pasa por su culo y su dedo se introduce con cuidado, tanteándolo, y ayudando al semen que aún queda dentro de él a resbalarse por sus muslos. Luego lo ducha, cariñosamente, secándolo con una toalla. Lo sienta en un banco del vestuario, regresando de su taquilla con algo de ropa para vestirlo y lo lleva hasta la sala de descanso, donde lo recibe la luz, en penumbra también, pero con colores suaves, y la música, instrumental y de acompañamiento, suena muy bajita.
Vestido sólo con los calzoncillos y una camiseta limpios, lo sienta en un sofá junto a Hermione. Esta está en ropa interior también, y sonríe beatíficamente. Viktor se disculpa un momento, avisando que va a por algo de comer.
—¿Ha… estado bien? —pregunta Ron, en voz baja. Hermione sonríe más y Ron se alegra por ella—. ¿Me… lo cuentas?
—Por supuesto. Primero estuve en uno de los agujeros de mamadas. Se la chupé a… no sé… ¿Tres? ¿Cuatro tíos? Uno de ellos fue Viktor, reconocí su polla, pero él no ha sabido que era yo hasta que se lo he dicho al salir. Después pedí ir a un sitio similar al tuyo, pero tumbada bocabajo. Me pusieron un banco en los pies, para apoyarlos y que pudiese estar más cómoda, pero sólo pude atender a dos. El segundo follaba tan bien, que me corrí y no pude seguir sin volverme loca por la sensibilidad, así que me retiré.
—Joder… —jadea Ron, excitado por la idea—. ¿Tienes…? —Hermione comprende, porque se gira, bajándose la cintura de la braga para enseñarle sus dos marcas de cuenta.
—¿Tú? —Ron le muestra su nalga derecha. Hermione silba y levanta las cejas—. Esa sí que es una historia.
—Uno no se corrió —añade Ron, orgulloso y excitado, feliz de que su novia también esté orgullosa de él y tanto o más excitada por la situación.
—Estuve hablando con Vaisey antes, se pasó a saludar cuando Viktor volvió a la sala. Le pregunté, por curiosidad y me dijo que, que él sepa, el récord está en doce.
—Guau. Pues… No está mal para ser el primer día, ¿no? Claro, con razón estoy… —Ron apenas se puede mover. Tiene calambres en las piernas, en el culo y en el abdomen. Le duele un poco el ano y tiene la polla un poco sensible, pero es un dolor difuso y agradable, sobre todo el de su culo, que le resulta excitante—. Joder… —repite, satisfecho e impresionado.
—Sí… Joder —coincide Hermione.
Viktor vuelve, con refrescos y sándwiches calientes para los dos, mientras Hermione lo está interrogando acerca de todos los detalles que es capaz de recordar. Ron responde lo que puede, porque está un poco confuso sobre algunos de los acontecimientos o el orden en que han sucedido. Ron se abalanza sobre la comida y luego le pregunta a Viktor por su noche también, queriendo enterarse de detalles. Este le confiesa que, sobre todo, ha estado observando y evaluando la sala.
—Pero lo he pasado bien, no os preocupéis. Además de la cabina de Hermione, estuve con alguien, una chica, creo. Follé un rato con ella, pero luego cedí el turno para… —Se interrumpe, como si no quisiera seguir hablando, pero Hermione le incita con un gesto— ir hasta donde estabas y terminar allí, suponiendo que te apetecería una polla más.
—Espera… —dice Ron, abriendo los ojos como platos.
—Sabía que eras tú, porque vi dónde te ponían. Fue excitante ser… anónimo. Fue al rato de haber llegado, antes de que Hermione terminase. De hecho, cuando me corrí, fui a buscar a Hermione y, como ya había puesto la luz naranja, me quedé para acompañarla a la ducha y asegurarme de que estaría bien aquí. Me pareció que ibas a necesitar ayuda, así que volví a la sala simplemente para, cuando decidieses terminar, poder hacerme cargo de ti también.
—¿Quién fuiste? —pregunta Ron, excitado, tratando de hacer memoria, pero Viktor niega con la cabeza.
—No lo sé. Quizá el tercero, o el cuarto, pero no pensé en contar las marcas. Lo más que puedo decirte que en un momento que no tenías a nadie me he acercado y te la he metido. Sí puedo decirte que estabas muy abierto y húmedo, y que mientras te follaba el semen de los otros tíos se escurría por la base de mi polla, porque creo que lo arrastraba hacia afuera. —Con una oleada de excitación en el estómago y los ojos abiertos de par en par, Ron escucha su relato. Hermione también, lamiéndose los labios, sin perder detalle—. Estaba tan caliente con la situación, que no he durado mucho, así que te he follado todo lo que he podido aguantar hasta que me he corrido y he hecho la marca, igual que el resto. No sabía si contártelo, porque a lo mejor tú querías que hubiese sido un anónimo.
—Entonces sí te has corrido dentro de mí. —Viktor asiente, con una sonrisa cariñosa—. Pensaba que te habías limitado a mirar al final, por eso antes quería…
—Lo sé. Está bien, Ron. Lo habéis hecho muy bien los dos. —Los besa a ambos en la sien, instándolos a comer algo más con un gesto.
—Gracias. Y… siento que hayamos sido una carga para ti. El próximo día ya… sabré que tengo que medir mejor mis límites.
—Vamos a hacer un trato. Vosotros aquí os permitís hacer lo que queráis, yo follo con quien quiera y, como voy a durar menos que vosotros por pura cuestión de lógica, os cuido cuando terminéis. Y, si mi pene descansa lo bastante como para permitirme un segundo round, pues bienvenido sea.
—Pero… —Ron protesta, porque no quiere que las visitas al club se conviertan en una responsabilidad para Viktor.
—Ron, ¿te ha gustado la experiencia?
—Mucho —admite este, con sinceridad.
—Pues a mí me ha gustado tanto tenerte entre mis brazos, vulnerable, y tener que cuidar de ti. Vendría aquí cada día sólo para poder hacerlo. Sólo… cuídate si vienes solo y no te extralimites, pero si estoy yo… Confía en mí y déjate cuidar.
—Prometido.
Ron tarda en recuperarse de la experiencia el resto de la semana. Ninguno vuelve a mencionar regresar al club durante el resto del mes, pero Viktor se escapa una noche, dejándolos a él y a Hermione solos, para visitarlo mientras ellos aprovechan para compartir un rato a solas, íntimo y romántico.
Cuando recibe una de las cartas de Theo, con los movimientos diarios de sus partidas de ajedrez, con una nota adjunta donde le pregunta si le acompaña esa noche, Ron acepta. Confía en Theo como para saber que, si este lo ha invitado, sabiendo sus reticencias y desconociendo su decisión final, tiene sus razones para ello. Se despide de Hermione y de Viktor, dispuesto a dejarles que sean ellos esta vez quien tengan una noche romántica.
—¿Listo, Ron? —pregunta Theo cuando traspasan la puerta de la sala de las cabinas—. Deduzco que tú vas abajo —Ron asiente.
—Tú vas…
—Arriba. Aunque si alguna vez cambias de opinión y decides ser un poco versátil, avísame para buscar un sitio donde pueda esperarte, porque no querría perderme tu cara de inocencia y la forma en la que temblarías al correrte dentro de alguien.
—Llegas más de diez años tarde, idiota. Tengo novia y a ella le gusta el sexo anal y vaginal —gruñe Ron, provocando que Theo se ría—. ¿Nos vemos luego en la sala de estar?
—Antes tengo que decirte una cosa: Krum me ha pedido que cuide de ti.
—Le dije que no se chivara, joder —Ron frunce el ceño—. Puedo cuidar de mí mismo, no necesito que me sigas a todas partes o esto no será divertido.
—En realidad, sus palabras exactas fueron: cuida de él para que pueda relajarse y disfrutar —añade Theo con tono petulante—. No voy a seguirte, no te preocupes. Tú tómate el tiempo que necesites y, cuando lo necesites, búscame.
Como la primera noche que fue con Hermione y Viktor tardaron muy poco en terminar, esta vez quiere condurarlo un poco más. Estudiando la sala, elige una cabina de sexo oral en primer lugar. No sabe si porque quiere probar la experiencia de Hermione o porque le agradaría reconocer la polla de Theo en medio de un montón de penes desconocidos. Quizá eso es lo que quiera probarse a sí mismo, concluye, que puede reconocer a alguien y seguir disfrutando. Además, hacerle mamadas a Viktor es una cosa de las que más le gustan y, desde que Theo lo elogió, le excitan especialmente. Pero tras comerse tres pollas distintas, una de las cuales se ha corrido en su boca, las tres circuncidadas y sin piercings, se ha rendido. Como se encuentra bien, después de secarse la cara con una toalla limpia, deja al asistente de esa cabina limpiando y desinfectando por si aparece un nuevo ocupante, y deambula por la sala.
Hay muchísima más gente que el día que fue con Hermione y Viktor. La música suena, metiéndose debajo de su piel y animándolo. Casi todas las cabinas están en diversos estados de funcionamiento y un grupo variopinto de hombres y mujeres, cis y trans, de edades, físicos y complexiones diferentes, pasan de un lugar a otro. Hay urgencia en sus movimientos, pero también pausa y tranquilidad. Algunos quieren correrse rápido, otros disfrutar. Unos pocos más, hombres que se han corrido y han abandonado la sala para ducharse, comer y descansar, regresan a por un segundo orgasmo. Hay cierta familiaridad en el ambiente. No ve a Theo por ninguna parte.
Una cabina superior se ilumina con la voz naranja y Ron pregunta al asistente que está a su lado si se la puede quedar. Sigue observando mientras espera a que su ocupante desaloje y la limpien para él, dándose cuenta de que muchas más personas hacen lo mismo. En la misma cabina en la que estuvo la vez anterior, mientras un hombre folla a su ocupante, dos miran, masturbándose lentamente. Se pregunta si están esperando su turno o si simplemente quieren correrse mirando. Si alguien miró cómo se lo follaban, excitado sólo al verlo. No puede comprobarlo, porque el asistente le informa de que la cabina está lista.
Ron se acomoda. Es un poco más difícil que la primera vez, porque esta es alta, tiene que entrar gateando hacia atrás hasta sacar las piernas por el hueco y tantear en busca del apoyo que tiene, exponiendo su culo y su polla, cuya erección choca contra la pared. Como es alto, lo encuentra fácilmente, más seguro al comprender que no hay manera de caerse. Cuando el asistente le ha asegurado, Ron mira a su alrededor antes de encender la luz verde. Hay botellas de agua precintadas, toallas limpias y huele a un desinfectante agradable.
Enciende la luz verde y pasa la siguiente hora, u hora y media, recibiendo un festín de dedos y lenguas que pugnan por acariciar y entrar en su culo. No sabe cuándo cambian, ni cuantas personas son, salvo en una ocasión, que pasa casi un minuto desde que alguien lo abandona hasta que llega otra persona. Se corre en las manos de alguien, que le acaricia el glande mientras le folla con la lengua. Y luego siente sus dedos, viscosos por el semen, introduciéndose en su culo. La idea de que alguien le esté metiendo los dedos manchados por su propia corrida en el culo le parece brillante.
Se siente tentado de quedarse un rato más, sabiendo que es probable que en la sala haya gente que elija precisamente su culo para lamerlo si lo ve gotear un poco de semen, pero la perspectiva de poder ir ya a que lo follen, aprovechando todos los dedos y lenguas que lo han preparado, utilizando su propio semen como parte del lubricante, le pone muy cachondo. Excitado, opta por la segunda opción y, enciende la luz roja en cuando la otra persona se marcha.
—¿Quiere descansar o ir a otra cabina? —pregunta amablemente el asistente. Ron comprende que, evidentemente, hay puestos que requieren más rendimiento físico, como el del primer día, y otros que pueden utilizarse como un punto intermedio antes de acceder a otro, si la persona lo desea.
—Quiero una cabina de sexo anal donde puedan tocarme —dice. Otra asistenta lo guía hasta una cabina al lado de la que tuvo el primer día. Ron se instala en ella con la familiaridad de quien ya sabe qué debe hacer, dejándose amarrar.
No tarda en tener su primer visitante tras encender la luz verde. Deja la mano sobre la luz naranja, poco dispuesto, a pesar de la oferta de Theo, a acabar como el último día, sobre todo teniendo en cuenta la cantidad de gente que hay en la sala, listo para pulsarla en cuando lo necesite.
La primera polla, no obstante, no quiere follarle. Se limita a quedarse dentro de él mientras una mano se introduce en la cabina, masturbándolo suavemente. Ron pone las manos debajo de la nuca, relajado, olvidando el interruptor. El visitante no se marcha hasta que Ron no se corre en su mano, sin terminar dentro de él ni marcarle con el rotulador, probablemente alargando su orgasmo un poco más. Tarda en tener al segundo, quizá porque ha estado demasiado tiempo monopolizado, pero este lo penetra con más brusquedad. No mucha tampoco, pero suficiente para correrse dentro de Ron al cabo de menos de cinco minutos e irse tras hacer la correspondiente marca de cuenta.
Después de que unos dedos le tantean el ano, esparciendo un poco lubricante, que lo hace estremecer por lo fresco que está en comparación con su cuerpo, una tercera polla entra en su culo. Tiene una textura diferente, reconocible. Para empezar, es ancha y entra abriéndole poco a poco, estirando su culo. El piercing de la punta lo acaricia al entrar, lento y constante, y las barras de acero que le atraviesan el pene en horizontal se deslizan una a una por el borde de su ano, permitiéndole contarlas. No tiene ninguna duda de que es Theo, pero no sabe si está bien hablar con las otras personas. Ni el primer día, ni este, nadie se ha dirigido a él, así que no sabe si debería avisar a Theo o simplemente dejarlo disfrutar de follar un culo anónimo, aunque duda que le fastidie saber que es él cuando ya han follado anteriormente. Cuando su polla termina de entrar, la mano de Theo repta por debajo de la cortina y sujeta la polla de Ron, masajeándola suavemente. Este ha olvidado limpiarse con una toalla, así que está húmedo y pegajoso por la corrida, pero a Theo no parece importarle, porque busca con los dedos más restos en su pubis para luego utilizarlos como lubricantes en la polla de Ron.
—Veo que lo estás pasando bien —dice, en voz suficientemente alta como para ser oído.
—Hola —murmura este. Theo se está tomando su tiempo, dentro de Ron, acariciándole la polla que, sensible, vuelve a despertarse bajo sus dedos—. No sabía si… estaba bien hablarte.
—Oh, me has reconocido —dice Theo, y en su voz se adivina alegría.
—Tu polla es… reconocible —admite Ron, con una risita—. Es más sorprendente que me hayas reconocido tú a mí.
—Te vi antes. Ha sido todo un placer comerme tu culo. Después de meter toda la corrida que he podido dentro de tu culo, me he chupado los dedos, que lo sepas, porque ha sido un manjar. —Las palabras de Theo lo hacen estremecerse de excitación.
—Diría que gracias, pero... ¿Cómo lo has sabido? —pregunta Ron, un poco asustado por la posibilidad de ser tan reconocible.
—Te he visto desnudo y te he follado. No olvido un culo tan sabroso como el tuyo jamás. Menos si es de un amigo —explica Theo, riéndose—. No te preocupes, es normal no hablar con nadie. Nosotros, el grupo, quiero decir, sí lo hacemos, porque ya nos reconocemos con facilidad y nos resulta agradable. Sé de algunas otras parejas o grupos de amigos que también lo hacen, pero lo habitual es no entablar conversación. ¿Prefieres que guarde silencio la próxima vez y te deje pensar que soy otra persona?
—No. Está bien por mí así. Es… agradable saber que he sido objeto de tus atenciones hoy.
—A su servicio. —La polla de Ron ya está dura en la mano de Theo. Este acaricia su frenillo en círculos, mandando sensaciones de placer a todo el cuerpo de Ron, porque su polla sigue sensible tras dos orgasmos tan seguidos. Nunca antes había conseguido algo así. Quizá porque ni siquiera se había planteado intentarlo. Impaciente, aprieta el culo alrededor de la polla de Theo—. Bueno, parece que ya estamos listos ambos para empezar. Es hora de contribuir a rellenar este culo, pero me gustaría que me dijeses si lo quieres fuerte o suave.
—Creo que… fuerte —suplica Ron, mordiéndose el labio, pensando que es una buena forma de dar por terminada la noche.
—A sus órdenes.
Theo cumple. Vaya si cumple. Antes de que dé la primera embestida, Ron apenas tiene tiempo de encender la luz naranja. Theo saca toda su polla antes de meterla de un golpe, haciendo que Ron grite un poco. Repite el movimiento, cada vez más rápido, haciendo que las joyas de su polla rocen su ano y las paredes del interior de su culo una y otra vez, cada vez que se desliza hacia adentro o hacia afuera. Aumenta el ritmo y Ron nota cómo su culo se ensancha con su polla, mareándole de placer. A pesar de la fuerza de sus empujones, Theo no ha dejado de acariciarle la polla suavemente, llevando a Ron hasta un paroxismo de placer cada vez que su polla se clava dentro de él con fuerza mientras sus dedos lo acarician con suavidad.
Y, cuando Ron aprieta el culo, corriéndose por segunda vez en los dedos de Theo, este se entierra profundamente, corriéndose también. Y luego, antes de que el asistente desate a Ron, le pinta el culo con el rotulador, añadiendo una segunda marca al contador, y colabora con el asistente para liberarlo.
Se duchan cada uno en un cubículo y luego se sientan en una de las mesas de la cocina, vestidos con ropa interior y camiseta, para comer algo. Ron, que está seguro de querer repetir la peripecia del primer día, se alegra de haber medido mejor sus fuerzas hoy, pues puede alargar la noche un poco más charlando con Theo de partidas de ajedrez, de otras aficiones de él que no conocía o de su trabajo en la tienda con George, conociéndolo un poco mejor.
Al regresar a casa, se acurruca junto a Viktor y Hermione, que no se despiertan, aunque sí lo incluyen en su desnudo abrazo. Ron sonríe, porque las sábanas están húmedas, y eso sígnica que ambos, sobre todo Hermione, lo ha pasado especialmente bien. Y eso le resulta tan excitante que a la mañana siguiente la despierta con besos, recorriendo su cuello, su pecho y su abdomen, antes de enterrar la lengua dentro de su vulva. La chica se despierta, jadeando, y el pequeño gritito de placer que da despierta a Viktor, que se incorpora, muerto de sueño, antes de comprender qué está pasando y arrastrarse hasta el culo enrojecido y un poco hinchado, por la noche anterior, de Ron.
Lo acaricia suavemente con las yemas de los dedos, de forma tan placentera como consoladora. Sus uñas se clavan en el lugar donde las dos marcas del rotulador, desvaídas, se distinguen todavía. Cuando Hermione grita una última vez, tirando del pelo de Ron con fuerza y enroscando las piernas alrededor de su cabeza, Ron repta hacia arriba, utilizando una mano para dirigir su erección hacia el interior de la chica, húmeda por sus fluidos y la saliva. Tras él, Viktor hace lo mismo, deslizándose dentro de su culo con lentitud y quedándose dentro, sin moverse. Es Ron quien lo hace, decidiéndose por un ritmo lento que despierta agradables pinchazos en su ano que estimulan la dureza de su erección dentro de Hermione. Se corre él antes que Viktor, un poco sobrepasado por las sensaciones, pero este toma el relevo, adoptando exactamente el mismo ritmo que Ron, que le permite relajarse, abrazado a Hermione y sin salir de ella todavía, hasta que llega al orgasmo. Después de correrse, todavía sin salir de él, Viktor trastea en la mesita de noche hasta encontrar un bolígrafo muggle que Hermione utiliza para subrayar sus libros y tomar notas, y hace una tercera línea al lado de las otras dos. Murmurando un agradecimiento, Ron se acomoda, decidiendo que los tres pueden seguir durmiendo un rato más.
Con el paso de los meses, la valoración del club por parte de Ron es positiva. Hermione está tan entusiasmada como él por los resultados. Viktor no lo demuestra tan efusivamente, pero la forma en la que, cuando descansan en la sala de estar después de una sesión, parece estar completamente relajado y tranquilo, le indican que él también está disfrutando con la novedad. Tras la novedad del primer día, en la que los tres apenas estuvieron un par de horas en el club, ahora han aprendido a disfrutar de una experiencia más agradable y completa, y sus noches allí se alargan más del doble. Además, gracias al club, Ron ahora tiene a su disposición tres cosas que le gustan y disfruta:
Primera: el sexo íntimo y enamorado con Viktor y Hermione, que no ha cambiado en absoluto a pesar de que visitan el club una o dos veces al mes, al menos una los tres juntos y otra por separado o en parejas, si alguno tiene otro plan o Viktor tiene que pasar la noche con el equipo. De hecho, el club los ha ayudado a tener intimidad extraordinaria que ahora aprecian muchísimo. La mayor parte del tiempo, follan los tres juntos, salvo que alguno no esté. Ahora, cuando uno de ellos visita el club por su cuenta, los otros dos tienen tiempo para cenar juntos y tener una velada romántica.
Ron redescubre las noches a solas con Hermione, que le recuerdan con nostalgia a los tiempos en los que Viktor no estaba tanto tiempo con ellos y disponían de más tiempo para descubrirse mutuamente. También las noches a solas con Viktor, que pocas veces ha tenido la oportunidad de hacer eso con Ron hasta ahora, y la intimidad de estar juntos. Los tres acaban por convertir en una costumbre de la relación convertir el día que uno de ellos está en el club en una cita romántica que incluye cena, algún plan a solas y sexo entre los dos que no lo están. Y si ese sexo es brusco o tierno, depende de la ocasión y de sus deseos.
Además, cuando van los tres juntos al club, ha aprendido a identificar inmediatamente la polla de Viktor, aunque no pueda verla, que siempre lo encuentra, da igual en qué cabina se encuentre. También se acostumbra a deambular por fuera, buscando a Hermione para deslizarse un rato dentro de ella, dejar que le chupe la polla o hundir su cara en su vulva antes o después de buscar a otra chica. Y esta lo complace eligiendo una última cabina antes de retirarse a la ducha, para que Ron pueda visitarla y lamer el semen que gotea de ella, sobre todo después de que Theo le asegure que no hay problema por concertar algunos encuentros y que otras personas también lo hacen cuando van con sus parejas o amigos.
En segundo lugar, puede cumplir su fantasía con regularidad. Sexo con desconocidos, cuyas pollas son diferentes y extrañas y cuyos gruñidos de placer no conoce, que no saben cómo moverse para desatar un orgasmo dentro de él, o que lo saben, pero por instinto o casualidad, que quieren vaciarse dentro de él o utilizarlo un rato antes de visitar a otra persona. El club es lo suficientemente grande como para no reconocer a nadie, pero también tan pequeño como para encontrarse alguna vez más, de forma anónima, con la polla que se entierra dentro de su culo sin moverse mientras lo masturba o el que le besa el ano justo después de terminar dentro de él, sin importarle cuántas personas hayan podido pasar por él antes. Lo más satisfactorio es que, si se cruza con ellos en la ducha, en la sala de estar, o en la misma sala, no podría saber quiénes son. Y eso le excita tanto como no reconocer a la mayoría de pollas que lo usan para llegar al orgasmo y descargar su semen dentro de él.
Y, por último, está el sexo con sus amigos. Al principio sólo es Theo, que va con él y siempre se asegura de visitarle, aunque sólo sea unos minutos. Llega a confiar en él tanto como en Viktor y Hermione, dejándose llevar hasta el agotamiento si está ahí para cuidarlo después. En esas ocasiones, sospecha que Theo, como Viktor, hace guardia cerca de él para asegurarse de que está bien, y eso le hace sentir un enorme cariño hacia su amigo, agradecido por su preocupación. Al final, tenía razón y el sexo ha mejorado y fortalecido su amistad.
Tanto, que a veces follan fuera del club. Theo cumple su promesa, casi olvidada, de hacer un trío con él y Hermione una de las noches que Viktor pasa fuera, y la chica queda tan fascinada por sus piercings, que Ron está seguro de que Viktor acabará cediendo y haciéndose uno sólo para sorprenderla y complacerla.
Sin embargo, un día, estando los tres en el club, coinciden con Theo, que acompaña a Pansy Parkinson y a Adrian Pucey. Los ve entrar en la sala de descanso, cuando ya están los tres descansando, Ron acurrucado en los brazos de Viktor, como hace siempre que van juntos, dejándole que satisfaga su deseo de cuidar de él. Por la sonrisa que esbozó Pucey y el comentario en broma sobre el color de pelo de Ron que hizo al sentarse con ellos, ha acabado deduciendo que este sí ha relacionado que es la misma persona que ocupaba una de las cabinas y que la broma era un intento de tantear si debía o no revelarse.
No obstante, como Ron no le dio ninguna señal al respecto en el momento, Pucey no había dicho nada y Ron se ha limitado elucubrar si, además de reconocerle, es una de las marcas de cuenta de su nalga. Sabe que, si pregunta a Viktor, este estuviese cerca, cuidándolo como acostumbra, y pueda aclarárselo, pero no lo hace. Al final, concluye que, probablemente, fue la polla que lo folló justo después de la de Theo, al cual sí reconoció por los piercings, como siempre.
Su principal argumento al respecto es que normalmente Theo lo saluda al deslizarse dentro de él para hacerle saber que está con él, pero esa noche no lo hizo. Ron prefirió ser cauteloso en el momento y respetar su silencio, comprendiendo que tendría razones para ello. Ahora cree que Theo quería salvaguardar su intimidad. Inútilmente, dado que Pucey supo quien era. Quizá no en la cabina, en el momento, pero sí después, cuando lo vio en la sala de estar y su cabello rojo le llamó la atención. Además, Ron sospecha que Parkinson puede ser la chica de la cabina adyacente a Hermione. Si es así, tanto Viktor como él se han turnado para follársela, pero ninguno lo dice delante de ella, aunque cuando lo comenta en casa, tratando de parecer casual, su novio se muestra de acuerdo con él.
Sorprendentemente, la idea de que eso haya sucedido no le molesta. Quizá porque, aunque se haya enterado después de la identidad de sus amigos, en el momento todo ha sido anónimo para él y la revelación posterior no puede cambiar el placer que ha sentido durante esa noche. Tampoco se siente extraño al respecto, ni nota que el ambiente de la amistad se haya enrarecido. Ya en la sala de descanso, todavía dentro del club, sentados en ropa interior y con la sospecha o certeza de haber compartido cierta intimidad juntos, la conversación fue distendida y agradable. Pucey y Parkinson se preocuparon por el bienestar de Ron sin juzgarle ni interrogarle. Al contrario que cuando está a solas con Hermione, Viktor y él, que les gusta contarse qué ha ocurrido por la simple excitación de hacerlo, ese día es una charla tan placentera como la que pueden tener cenando en su casa o chapoteando en la alberca de Malfoy. Y, cuando Theo se deja caer en el sillón adyacente, uniéndose a la conversación mientras sacude la cabeza y los salpica con agua aún tibia de la ducha y abre un refresco muggle, es casi como estar en un bar cualquiera, charlando intrascendencias y pasándolo bien.
Curiosamente, a pesar de que el incidente con Pucey le ha hecho caer en la cuenta de que, precisamente él entre todo el grupo de amigos, debido a su color de pelo, es el más llamativo y que es suficiente como para que sus amigos puedan reconocerle en la cabina si saben que está en el club, el encuentro casual con Pucey y Parkinson los relaja tanto a él como a Hermione y sofoca algunos de los recelos de Ron.
Por eso, aunque su corazón da un bote en el pecho, asustado, un día que ha ido con Theo al club y se cruza con Zabini al entrar en la sala de cabinas, esboza una sonrisa tímida. El chico los ve y se detiene para intercambiar un breve saludo con ellos antes de ir en busca de otra cabina. Theo le pregunta, en tono amable y comprensivo, si prefiere marcharse, pero Ron respira profundamente y niega con la cabeza, aunque no las tiene todas consigo. Al fin y al cabo, razona, Zabini va a ser, en el caso de que se dé la situación, un anónimo más para él.
Esta vez, Theo sí lo saluda cuando lo visita en su cabina, lo que hace pensar a Ron que no hay probabilidad alguna de que, si Zabini pasa cerca de la cabina, no vaya a reconocerlo y por eso Theo no considera necesario extremar la discreción, como ocurrió con Pucey. Efectivamente, la polla de Zabini entra dentro de su culo un rato después de Theo, cuando Ron ha atendido a un visitante más. No habría podido identificarlo de no ser porque el chico lo saluda en voz baja, como suele hacer Theo. Preguntándose si es una especie de tradición en el grupo saludarse así cuando coinciden, Ron le devuelve el saludo. Es curioso, porque no se siente molesto porque Zabini haya revelado su identidad, y concluye que es porque los iguala en condiciones, cuando el otro chico podría no haber dicho nada y Ron no se habría enterado nunca. Relajado por el ritmo cadencioso con el que lo folla, Ron aprieta el culo también para él y suspira satisfecho cuando este añade otra marca en su nalga.
Después de que Theo lo acompañe hasta la ducha, asegurándose de que Ron se encuentra bien, vuelven a coincidir con Zabini, esta vez en la sala de estar. Relajados, cenan juntos, charlan y Zabini se sienta en una silla a su lado, observándolos jugar un par de partidas de ajedrez rápido mientras siguen hablando de cualquier cosa, de nuevo sintiéndose la situación igual que un día normal y no un club de índole sexual. Cuando Ron tira el rey de Theo, venciéndole por segunda vez consecutiva, Theo pregunta, con una sonrisa traviesa, si se sienten valientes como para una segunda visita a la sala de las cabinas antes de volver a casa.
Ron acepta, apurando su bebida, y los sigue hasta la sala. Al entrar, los dos chicos se quedan de pie, en actitud expectante y respetuosa. Ron, que desea haber interpretado bien la situación y supone que Theo no hablaba de pasear por la sala igual que en la incursión anterior, sino seguirle allí donde decida ir él, escoge una de las cabinas donde puede atender a dos personas a la vez.
Curiosamente, en lugar del asistente, Theo y Viktor se ocupan personalmente de sujetarle, asegurándose de que está cómodo. Ron asiente, tumbado bocabajo, aunque la cabina le resulta más estrecha del que está acostumbrado en las que usa más a menudo, porque su culo queda encajado fuera de la cabina y su boca a la altura de un agujero, por donde aparece la polla de Theo al mismo tiempo que otra, tan grande como la de este, se abre paso con algo de dificultad por su culo después de que Ron haya descansado sin prepararse de nuevo
—Es Blaise —le informa Theo, aunque no es necesario, Ron ya ha cambiado la luz a naranja, para que nadie espere un turno que no va a suceder. Ninguno de los tres planea continuar al terminar. Sin poder jadear, porque tiene la boca llena de la polla de Theo, aguanta las embestidas de Zabini, menos gentil que Theo al follarle. Este le folla la boca con suavidad, sin entrar más adentro de lo que Ron puede tomar, porque la cabina, al contrario que los agujeros para el sexo oral, no tiene espacio que le permita mover la cabeza o utilizar las manos para manipular su polla, así que sólo puede abrir la boca, esconder los dientes y lamer lo más que puede cada vez que entra y sale—. Avísame cuando Blaise termine si quieres que me corra en tu culo.
Ron gime, porque en ese momento es él quien se está corriendo, su polla apretada contra la camilla por su propio cuerpo, en un orgasmo tan potente que no puede concentrarse en seguir chupándosela a Theo, así que se limita a dejar que este entre y salga de su boca libremente. Cuando un último empujón de Blaise, un minuto después, le indica que este se está corriendo, vuelve a gemir lo más alto que puede, avisando a Theo, suplicante, porque sí quiere llevarse su corrida en el culo esa noche. Este capta el mensaje, porque se aparta, liberando su boca y, cuando Blaise termina de correrse y saca su polla, no transcurren ni dos segundos antes de que sea Theo quien le invada el culo, eyaculando en apenas dos o tres sacudidas al mismo tiempo que Blaise le acaricia la nalga, sumando dos líneas más al contador.
Decidiendo regresar directamente a casa sin pasar de nuevo por la ducha, deja que Theo lo aparezca en la calle donde se encuentra el apartamento que comparte con sus novies. Camina los últimos metros que lo separan de él y entra en casa, tratando de no hacer ruido, notando que las corridas de Theo y Blaise humedecen la parte interior de sus muslos. Está a punto de pasar de largo el dormitorio de Hermione para ir al suyo, ya que es más tarde que otros días, pero no quiere que, si alguno se ha despertado, se preocupe. Abre la puerta con cuidado de no hacer ruido, asomando la cabeza. Hermione duerme profundamente, lo sabe por la forma en la que respira, acurrucada en un extremo de la cama en posición fetal, apretando la espalda contra el cuerpo de Viktor, que ha dejado libre el espacio que le habría correspondido a Ron. Igual que sabe perfectamente que Hermione está dormida, cree que Viktor no lo está por la forma en que se remueve.
—Ya estoy en casa, voy a acostarme —susurra en voz muy baja para, si se equivoca, no despertarlo.
—Te hemos guardado sitio —murmura Viktor en respuesta, adormilado, palmeando suavemente el trozo de colchón libre a su lado. Ron cambia de idea con respecto a donde dormir y, quedándose en calzoncillos, se mete debajo de las sábanas, de espaldas a Viktor, y este lo abraza, atrayéndolo hacía sí—. ¿Te ha cuidado bien Theo?
—Sí, incluso me ha traído a casa.
—Bien. Así no tendré que recordarle que en Durmstrang nos enseñaban maldiciones más sutiles y desagradables que una Cruciatus. —El pecho de Viktor se mueve tras la espalda de Ron cuando este se ríe.
—Con razón se comporta como una gallina clueca —dice Ron, poniendo los ojos en blanco.
—Me alegro de que se preocupe por ti. Me gusta. —Ron coge la mano con la que Viktor lo abraza y se arropa más estrechamente con su brazo—. ¿Lo has pasado bien?
—Genial, mañana os cuento —asegura Ron. Se queda callado, porque no quiere que Viktor termine de perder el sueño por hablar. A él le va a costar unos minutos quedarse dormido porque, aunque está agotado, se siente demasiado despierto. Sin embargo, Viktor hace un ruidito, pidiéndole sin palabras que no se guarde lo que hay que contar—. Nos hemos encontrado con Blaise en la sala de cabinas nada más hemos llegado.
—¿Sí? —pregunta Viktor, interesado—. Y sabía…
—Me reconoció, claro. Y me saludó cuando me visitó, así que yo también supe que era él.
—¿Cómo te encuentras? —De pronto, la voz de Viktor suena más alerta, despejado. Ron, que no ha querido preocuparlo innecesariamente.
—Bien. Muy bien —asegura una vez más—. Lo he pasado muy bien. Ha sido… como cuando follo con Theo. Parecido, al menos. Luego estuvimos descansando un rato en la sala. Theo sugirió que repitiésemos y todo parecía tan natural y estaba tan relajado que me pareció bien. Por eso se nos ha hecho tan tarde.
—¿Has repetido con ellos? —La mano de Viktor deja de abrazarlo y baja hasta las caderas de Ron y luego pasea los dedos por su nalga derecha, justo donde deberían estar las marcas de cuenta—. ¿Cuántas?
—Cinco. Pero sólo tengo tres marcas, dos no quisieron. Creo que porque era temprano. —De pronto, recuerda que mientras Theo lo follaba por segunda vez, Blaise había añadido tanto su marca como la de este junto a las que ellos mismos habían hecho un rato antes—. No, espera. Son cinco marcas. Una el segundo que atendí, luego Theo, Blaise y, cuando repetimos, Theo y Blaise de nuevo, porque sólo lo hicimos entre nosotros. En realidad, quería pasar un buen rato sin agotarme, porque tú no estabas, así que terminé pronto.
—¿Así que te contuviste porque yo no estaba? —La voz de Viktor suena, de pronto, con un gruñido de excitación. Ron se sonroja, aunque en la oscuridad, y de espaldas a su novio, este no puede verle. La mano se separa de Ron, que lo siente removerse tras él. Luego, la misma mano tira torpemente de sus calzoncillos, descubriéndole el culo lo justo para frotar su erección contra las nalgas de Ron—. No puedes decir esas cosas sin consecuencias, joder. Mueve el culo hacia atrás, vamos a hacer que sean seis.
—¿Con qué soñabas? —bromea Ron, obedeciendo, pero Viktor gruñe, tras él, frotando la punta de la polla entre las nalgas de Ron, buscando posicionarla correctamente antes de empujar.
—Ningún sueño me la pone tan dura como tú reservándote para que yo te cuide. —Los dedos de Viktor le tantean el culo y va a decir algo, pero Ron lo interrumpe comprendiendo que quiere que le pase el lubricante que guardan en la mesita de noche.
—No es necesario, no me he duchado después de repetir con Theo y Blaise —le informa Ron, suponiendo que debería tener el culo lo suficientemente dilatado y húmedo todavía como para aguantar la penetración de Viktor.
No se equivoca. Este se introduce lentamente dentro de su culo, utilizando los restos de lubricante y semen de su interior para deslizarse con facilidad. Suspira cuando su pubis, liso y suave, sin vello, roza las nalgas de Ron, totalmente dentro de él. Sin moverse, le acaricia las marcas de cuentas una vez más y luego vuelve a abrazarlo, apretándolo contra sí. Se queda quieto tanto tiempo, llenándolo, que Ron llega a pensar que al final se ha quedado dormido, pero al cabo de un rato empieza a moverse despacio, con movimientos suaves para no molestar a Hermione. Ron cierra los ojos y se relaja, feliz. Ha creído que Viktor querría desahogarse rápido, como forma para volver a recuperar el sueño, pero se toma su tiempo entrando y saliendo tan desesperantemente despacio que no está seguro de que pueda llegar a correrse.
—Hermione estaba tan cachonda hoy que hemos follado dos veces, una antes de dormir —le cuenta Viktor en un murmullo quedo junto a su oído, que lo hace estremecerse—. Y vienes tú y me pones tan caliente contándome esas cosas, sabiendo que me ponen tanto. Así que te prometo que te voy a follar hasta quedarme a gusto y que deje de estar tan caliente. Y, como es mi tercer polvo hoy, voy a tardar siglos en correrme y vas a tener que aguantarme dentro de ti hasta que eso ocurra. ¿Te parece bien?
—Me encanta —gime Ron, estremeciéndose. La sola idea de Viktor follándole durante tanto tiempo, tan despacio, tan íntimamente, hasta correrse dentro de él, usándolo para el desahogo de su propio placer, lo marea. Hundiendo la cara en la almohada, arruga las sábanas con una mano y con la otra se sujeta al brazo con el que Viktor le rodea la cintura en el estrecho abrazo y se deja follar en la oscuridad durante lo que le parecen horas.
—Estás tan caliente por dentro… Aprieta para mí —le ordena Viktor. Aunque su polla sigue flácida, agotada tras su incursión al club, y contraer el ano le despierta una sensación por lo sensible que está, Ron se esfuerza en apretar el culo lo más fuerte que puede, ofreciéndole la fricción que el ritmo pausado que ha adoptado no le permite. Cuando Viktor se corre dentro de él, con un último gemido ahogado, y Ron se puede relajar por fin, está exhausto por el tiempo que ha tardado Viktor en correrse a pesar de su esfuerzo.
—Para tu colección —dice todavía dentro de él, metiéndosela lo más profundamente que puede. Ron no puede notarlo, pero está seguro, por la forma en la que Viktor aprieta el culo, que de su polla todavía están saliendo pequeños borbotones de semen poco espeso. Cuando por fin acaba, Viktor da dos toques con un dedo en la nalga de Ron que, comprendiendo qué quiere, le alcanza el bolígrafo de la mesita de noche. A tientas, Viktor le hace su marca. No se lo devuelve, dejándolo perderse entre los cuerpos de ambos y las sábanas y, sin salir de él ni recolocarle la ropa interior, vuelve a apretarle en un estrecho abrazo. Unos segundos después, su respiración tranquila le indica a Ron que se ha quedado dormido.
Agotado por el esfuerzo de contraer el culo para satisfacer a su novio, Ron cierra los ojos y se relaja, dejando que el sueño le invada a él también al mismo tiempo que la erección Viktor se ablanda dentro de su culo. Tarda varios minutos en quedarse dormido, no sabe cuántos, pero sí suficientes para que su novio empiece a roncar suavemente en su oído, profundamente dormido, y su polla se engrose de nuevo en una erección nocturna sin carga sexual. Y, con el interior de su culo lleno de Viktor, Ron se duerme.
Ese día es plenamente consciente, aunque ya lo intuía antes, de que a Viktor, además de gustarle tanto cuidar de ellos al terminar cada sesión en el club, le pone especialmente cachondo que Ron y Hermione se entreguen a sus brazos cuando acaban exhaustos, sobre todo si se ha reservado a que esté él para hacerlo. Y ahora, a juzgar por lo caliente que se ha puesto al imaginarse a Theo y Blaise follándolo, está completamente seguro de que también es uno de los que observa cómo le follan los demás, aunque Ron no pueda verlo, antes de tomar su turno; y que no lo hace sólo por estar pendiente de él y sus necesidades, sino que es su forma de disfrutar del club.
Unas pocas semanas después del encuentro con Blaise, Theo envía una nota para invitarles a los tres esa noche, especificando que van a estar todas las personas del grupo que conocen la existencia del club. y que estarían encantados si les apeteciese unirse a ellos. Ron sabe, porque su amigo se lo ha dicho, que las demás veces que quedan no les han avisado para acompañarlos, así que deduce que sólo les estaban dando tiempo, sobre todo a él y a Hermione, para adaptarse.
Aceptan.
Continuará...
(parte 2 de 3)
