N.A.: Eventos marcados del pasado hacia el presente.

Capítulo 8: Todo sobre mi pasado.

(diciembre. Dos años antes.)

– Mírate, estas hecha un desastre.

Sango estaba recargada en el asiento del bar con una bebida en sus manos, su melena castaña y suave estaba hecha girones, la piel bronceada se veía seca, los ojos castaños parecían renuentes en mantenerse abiertos, su aliento apestaba a licor y cigarro.

Al escuchar la voz de su mejor amiga, su cara se ilumino de felicidad y se levantó con los brazos extendidos. –¡Viniste! –Grito emocionada aventándose a los brazos de Kagome, quien con dificultad sostuvo el peso. –El bar tender no me quiso vender más tequila.

Ante lo dicho, quiso reír. –¡Gracias a dios!

Sango la miro como si estuviera loca. Aun así, se sujetó del cuello de ella para que sus piernas dejaran de temblar como gelatina.

– Me traje mi identificación falsa, podríamos seguir festejando. Todavía aguanto unas rondas más, no me siento ebria ni un poco. No siento nada de nada.–. Dijo guiñándole un ojo.

Era obvio que estaba completamente perdida. Su monólogo solo tenía sentido si dejaba de arrastrar las palabras.

Kagome se tambaleo con el peso extra. –Sí, otro día. –Le prometió. –Espérame aquí, iré a pagar la cuenta–.

Sango le sonrió de manera que la hizo desconfiar.

– No te vayas a mover de aquí–. Le advirtió con la mirada azul. La dejo sentada y se dirigió hacia la barra. Cuando tuvo por liquidada la cuenta, se giró para casi dejar caer su cartera.

Sango se había salido corriendo del local.

– ¡Ay no! –. Grito Kagome quien solo atino a tomo el abrigo, la bolsa y sus cosas para poder alcanzarla.

Para su alegría, Sango se había detenido en la esquina mientras cantaba a todo pulmón y giraba como una bailarina al compás de la música que solo resonaba en su cabeza. No era la primera vez que la veía así, tenía algunos meses que su amiga hacia eso, irse de fiesta, dormir con cualquiera, y amanecer borracha.

¿La razón? Un completo misterio.

– Tenemos que ir a mi casa ahora. Si tu madre se entera que no dormiste conmigo, y que estas ebria, te matará y después vendrá por mí. Sin olvidar que, si no estamos listas para las cinco de la tarde, te juro que Naomi Higurashi nos cortara en pedazos–. Reía mientras sujetaba de la cintura a la castaña para que no se callera. –Además, tenemos que ayudar a mi papá, preparará su famoso tarta de manzana, ¿te gusta verdad?

Sango sonrió. – ¡Si! Es mi favorito.

– Bueno, dejaremos la fiesta para otro día. Hay que ir a mi casa, y… lo primero que haremos será bañarte–. Dijo ayudándola a ponerse el abrigo, hacia frio y no quería que Sango se enfermase.

El olor a alcohol y tabaco mezclados le dio lleno a sus fosas nasales. Definitivamente su mejor amiga estaba perdiendo cada vez más el control. Tenía que hablarlo con Kikyo, ya no podían seguir así de fiesta.

– ¡Quiero tarta! –. Grito con voz suplicante, se soltó del agarre de Kagome y comenzó a girar de nuevo sobre su propio eje.

– ¡Ya deja de hacer eso o vas a…!

Dos vueltas bastaron y Sango vomito todo el alcohol que había ingerido. Tres arcadas con desperdicios salieron de su boca.

– El lado bueno, es que tendrás espacio suficiente para el postre–. Comentario que fue ignorado por los sonidos que hacia su amiga. –Está bien, es un mal chiste.

Sango se incorporó con dificultad, su cuerpo estaba muy débil, sus rodillas flaquearon y casi se cae sobre su propio vómito, pero Kagome la sostuvo. Al sentirse la barbilla sucia, solo atino a limpiarse la boca con su abrigo.

– ¡No hagas eso!, ¡qué asco! – Grito sintiendo una arcada por reflejó. Se quitó del cuello su bufanda, era su favorita, la extrañaría, y con ella limpio el rostro de su amiga. –Hay que irnos, ¡ya!

Tomaron un taxi, y durante el trayecto Sango iba dormida, sus ronquidos hicieron que el taxista se riera.

Llevarla a su pent-house fue todo un reto, Kagome lucho contra el elevador para que su mejor amiga no se matara en el intento de escaparse corriendo por toda la recepción. No todo acabo ahí, tuvo que prácticamente amarrarla a una de la silla del desayunador cuando intento subirse a la mesa para bailar. Convencerla de mantenerse tranquila fue la tarea del señor Higurashi, quien le prometió un gran pedazo de tarta si se mantenía sentada, acto seguido le puso una gran porción de puré de papas justo enfrente de sus narices. El postre sería después de la cena.

Sango procedió a comerlo con sus dedos.

– Señorita ayudante, el chef necesita con urgencia de usted–. El señor Higurashi ese día llevaba un suéter con un estampado de reno y la nariz de este tenía una luz que parpadeaba en color rojo.

Kagome se levantó de la silla mirando la vestimenta de su padre. –A sus órdenes, chef–. Dijo soltando un risita divertida. –Te vez encantador con esa ropa–. Lo abrazo por la espalda.

– Gracias, princesa–. Guiño un ojo de forma cariñosa. –Veo que se le han ido las copas. – hizo referencia a la castaña.

– Un poco, señor Higurashi–. Contesto Sango mirándolos y haciendo ademanes con las manos llenas de comida.

Aquello lo hizo reír, en el proceso mostrando su blanca y estética sonrisa. –Bueno, entre más gente me ayude a hacer el tarta, mucho mejor. Qué bueno que nos acompañaras esta noche, dulzura.

Sango le sonrió y siguió comiendo.

La puerta de la cocina dejo entrar a Naomi, quien ni siquiera se dio cuenta del estado de ebriedad de Sango. –Kagome, ¿ya comiste?

– No tengo hambre–. Camino hacia Sango y le limpio los dedos y la boca con una servilleta.

Naomi miro de forma extraña su esposo, mientras le susurraba: –Me preocupa que este volviendo a… ya sabes.

El señor Higurashi también susurro. –El doctor dijo que ella estaba volviendo a comer, no te preocupes.

–Tienes razón. Soy una exagerada. Por cierto, agregare una silla más, hoy vendrá Jakotsu a cenar.

– ¿Quién?

– Un nuevo modelo–. Lo miró fijamente. Su esposo no era el hombre más guapo o sexy, pero definitivamente era encantador, un caballero chapado a la antigua y un buen prospecto para cualquier mujer… u hombre. –Por favor, cariño, a este no, ya le di el contrato y necesito trabajar con él.

Era sabido por todos que el señor Higurashi tenía un gusto por enamorar a los modelos de su esposa. En especial a los de aspecto afeminado.

Él se puso serio. –Te prometí que no volvería a pasar.

– ¡Feliz Navidad! –. Grito Inuyasha desde el marco de la puerta.

– ¡Inuyasha! –Sango corrió a sus brazos. Le deposito besos en toda la cara y volvió a abrazarlo.

Kagome sonrió, mientras veía como su novio se sonrojaba. – Basta, o harán que me ponga celosa.

– ¿De qué me perdí? –Pregunto Inuyasha zafándose del agarre que ejercía su amiga, y camino hacia su novia, le dio un suave beso en la comisura de sus labios y la abrazo por la cintura. –¿Volvió a beber?

Kagome se recargo en su pecho. –¿Puedes llevarla a mi habitación? Debe bañarse, cuidado, tiene vomito en la ropa. Solo prepárale el baño y no la dejes salir por nada del mundo.

Se había embobado acariciando con sus dedos el largo cabello negro. A regañadientes dejo de hacerlo, camino hacia su amiga y la sujeto de los hombros. –Hueles horrible, Sango–. Dijo saliendo de la cocina.

Naomi miro la escena, y se volvió a su hija. –¿No crees que sería más conveniente que tu hicieras eso?

Fue hacia su padre y lo abrazo. –¿Y dejar a este guapo hombre solo? No, Inuyasha se puede hacer cargo. Tengo total confianza. Él me ama y Sango es mi mejor amiga, mamá.

– ¿Qué no ves que el chico está loco por ella? –. Dijo Higurashi a su esposa, abrazo por el hombro a su hija y con ternura le dio un beso en la frente. –Eres muy buena amiga, dulce Kagome.

– Bueno, si en verdad él te ama, nunca te va a traicionar–. Dijo lanzando una indirecta a su esposo, quien le sostuvo la mirada.

– O tal vez, te ama tanto que prefiere estar contigo ante cualquier adversidad.

Kagome los miro confundida. –¿Están hablando todavía de mi relación?

Naomi y su esposo decidieron dejar la hostilidad y abrazaron a su hija.

S:S:S:S:S:

Inuyasha llenaba la tina con agua tibia mientras evitaba que Sango se fuera a romper la cabeza en una caída. La condición poco a poco se iba bajando, pero aún quedaban rastros de lo que había sido una noche de diversión. Traía una bata gruesa de baño bien cerrada, solo esperaba dejarla en la tina y poder salir de aquella situación. Ella hablaba de lo bien que se la pasó junto a Kikyo, y él dejo que terminara de contarle su noche loca.

Lo único bueno, es que su Kagome no le seguía a ellas el juego. No podría soportar imaginarse que su novia estuviera con otro.

–… y ella empezó haciendo ese acento horrible en inglés para ahuyentar a esos chicos. Le gusta jugar a eso para alejarlos de nuestro lado–. Sus ademanes eran bastante tontos por el poco control que tenía todavía de su cuerpo.

Él lo sabía. –Sango, ¡ya báñate!

– Les dije que no aceptaría un solo trago porque no tenía nada que ofrecer– Ella soltó una risa loca acordándose de lo que había pasado. –y pues mírame, estoy ebria todavía.

Inuyasha levanto una ceja, su característico gesto que hacía que su rostro se viera arrogante; había entendido claramente que ofreció ella. –¿Y Kikyo?

Ella se alzó de hombros. –Solo recuerdo que me dijo que nos fuéramos, pero decidí ir a divertirme yo sola con mi nuevo amigo.

Dispuesto a no escuchar una historia sexual, cambio el tema. –Ven aquí–. Dijo de forma tosca intentando sujetarla del brazo.

– ¡No me quiero bañar! –. Sango esquivo las manos de su amigo, y de forma juguetona hizo un gesto como si lo fuera a morder.

Él la tomo de una mano y la jalo. – ¡Que vengas!

Sango se zafó del agarre. Lo miro y sonrió de forma coqueta. Se alejó más de él y, cuando Inuyasha se acercó para tomarla de nuevo, con una carcajada, la castaña se aventó a los brazos.

Por poco se le cae a Inuyasha, quien la sujeto a una milésima de que se golpeara contra la bañera. La ayudo a ponerse recta, pero los pies femeninos una y otra vez se resbalaron en el azulejo.

Con su mano derecha, ella se sujetó al hombro izquierdo de Inuyasha. –Hueles muy bien–. Dijo cerrando en el acto sus ojos.

Tenía entre sus brazos la delgada cintura, apretándola sin intención.

Ella aprovecho esa sensación para colocar ambas manos alrededor del cuello. Acariciando con sus dedos entre la quijada y la oreja.

– Deliciosamente bien.

La voz femenina convertido en un susurro hicieron que los ojos dorados de Inuyasha se abrieran con sorpresa. Ella estaba todavía borracha y no sabía lo que decía; definitivamente era eso, porque Sango jamás en su vida podría querer acercarse a él con los ojos cerrados e intentar besarlo.

Lo empezó a jalar con fuerza hacia abajo, dispuesta a que pegara sus labios con los suyos.

– Sango…– Se resistió aún más, haciendo su espalda hacia atrás, tratando que eso no pasara, y no supo que hacer excepto empezarle hacer cosquillas, justo entre los pliegues de las axilas y las costillas.

Ella se partió de risa, olvidándose de sus deseos. Le pego juguetonamente mientras su amigo la sujetaba para que no se volviera a caer. Ambos se miraron con brillo de diversión. Ojos castaños se adentraron a los dorados. Ella subió su mano desde el antebrazo hasta el hombro masculino, dibujando las venas que sobresaltaban. Sus dedos subieron lentamente ante la mirada dorada.

– ¿Ya estas lista? –La voz de Kagome resonó.

Ambos se soltaron al ver como la pelinegra entraba al baño, en el proceso Sango se calló de sentón.

– Inuyasha, ella sigue igual–. Dijo entrecerrando los ojos con dejo de molestia.

Él ayudo a Sango, la coloco en la orilla de la bañera.

Inuyasha se giró hacia Kagome, la sujeto de una mano y la jalo bruscamente hacia sus brazos mientras también le hacía cosquillas, en el proceso dándole besos suaves en el cuello.

Dejaron a Sango adentro del baño, cerrando la puerta, sin notar como sus ojos se llenaron de tristeza.

Inuyasha sujeto a Kagome con sus brazos alrededor de su cintura, y con fuerza se dejó caer sobre la cama. Ella entre risas con sus débiles manos le pego en el pecho para que se quitara de encima, pero él la sujeto ambas muñecas sobre su cabeza para que no se fuera nunca de su lado.

– Te amo–. Le dijo mientras que la besaba tiernamente.

Kagome nunca admitiría que había sentido celos, pero ante los besos que le daba su novio, eso se olvidó pronto.

Mientras besaba a Kagome, no pudo evitar pensar en Sango.

S:S:S:S:S:

Las lenguas danzaban entrelazándose con deseo una con la otra, las manos de Takeda sujetaron las de ella de forma cariñosa. Tenía que admitirlo, era bastante atractivo, ojos color miel decoraban su rostro.

Takeda había estado loco por ella desde siempre, pero Sango solo lo conocía como el chico de la nariz sucia y solo hasta que él se convirtió en el capitán del equipo de futbol, ella se fijó en él. No la juzgaba, al contrario, estaba feliz de poder tenerla en sus brazos.

– ¿Te gustaría ir a mi casa? –Pregunto él mientras mordía despacio el labio carnoso de ella.

– Siento interrumpir, pero Sango ya quedo de ir conmigo a cenar–. La femenina voz atrajo la atención de Takeda y Sango. Era Kikyo, quien les sonreía. –Continúen, ignoren que los estoy viendo.

Takeda entorno su mirada.

– ¿Mañana? –. Pregunto tratando de ignorar a su exnovia.

– Estará tan alcoholizada que no despertará–. Kikyo aguanto una carcajada.

– Basta, no digas eso–. Dijo Sango riendo.

Ante el rechazo, Takeda le dio un beso ligero. –Está bien, ¿Nos vemos el domingo? Me gustaría invitarte al cine y a cenar, iré por ti en la limosina.

– Escucha, yo…– Sango nerviosa, dijo. –Sí, está bien–. Él era guapo y atlético, pero no lo quería como novio. –¿Te confirmo mañana?

El apuesto de Takeda le dio otro beso. –Está bien-. Dijo y se dirigió con molestia hacia la otra chica. -Adiós, reina K.

Ella solo hizo el ademan de despedida. Sus ojos cafés lo miraban con diversión. Cuando se hubo alejado, camino hacia la castaña y tomo su mano de forma amistosa. –Valla, sí que está loco por ti. Fue buena idea la apuesta–. Era una forma de vengarse de Takeda, quien la dejado unos meses antes, cuando descubrió que estaba enamorada de otro.

– Si, es lindo–. Dijo soltándose y pasando una brazo sobre el hombro de Kikyo.

– Me sorprende como haces que siga queriendo más. Cómo perdí, me toca invitarte las bebidas.

Sango negó soltándola. –Llevo sobria un mes completo, Kagome me matara si lo hago. Mejor te acepto una invitación a cenar.

La sonrisa de Kikyo se amplió, pero sus ojos estaban serios. La sola mención del nombre "Kagome" la hacía sentir malestar. –Vas a romper mis corazón, y sabes cómo me pongo cuando me lastiman.

– Esta bien, vamos a mi casa, a cambiarnos de ropa. aprovecho en llamar a Kagome, para que valla con nosotros.

– No–. Dijo molesta. –Es una invitación solo para ti. Últimamente me está colmando la paciencia. Todo el tiempo se la pasa con Inuyasha en lugar de estar con nosotros.

Kikyo había acogido a las dos chicas bajo su grupo de amigas. Sango era bastante amigable y le caía bien, pero Kagome le daba pelea, eso le colmaba los nervios. Sumando, además, que su mejor amigo y amor secreto era el novio de esta.

Con la insistencia de Sango de no beber, Kikyo la llevo a un restaurante bar. Primero empezaron con una ronda de margaritas, después pasaron a unas bebidas con vodka de los cuales no recordaba el nombre. La cena fue olvidada en la mesa.

Los sentidos se le estaban relajando. Le encantaba esa sensación.

– ¡Inuyasha! –. Grito Kikyo mientras levantaba la mano para que las viera.

La miro confundida. –¿Qué hace aquí?

– Es mi mejor amigo, lo invite. Pensé que te caía bien.

Meses atrás, casi lo había besado. Ella no quería perder el control, podría cometer una locura. Amaba a Inuyasha, y se negaba a jugarle de manera sucia a Kagome.

– Hola chicas. Así que ya empezaron sin mí–. Dijo sentándose al lado de Sango, a la cual abrazo por los hombros de forma juguetona.

Del bar se habían pasado a un antro. La música, los tragos, el baile estaban haciendo mella en su estado. El alcohol la tenía al borde de un coma etílico lleno de diversión, la cual la mantenía dando vueltas.

– Iré al tocador–. Dijo Kikyo haciéndole señas a su amigo. Era una evidente invitación a que la acompañara. En su mente, Inuyasha aceptaba y hacían el amor, pero en la realidad él no comprendió. Quiso golpearlo por ser virgen. Decepcionada siguió su curso.

Inuyasha veía como Sango bailaba, ella siempre era así cada vez que bebía. Sensual por naturaleza, conquistando con su forma de mover las caderas. Pensó en su Kagome, a él le encantaría que ella perdiera el control y dejara de ser tan perfecta. Que bailará cómo Sango lo hacía, de manera sensual y desinhibida. Su Kagome que lo amaba tanto que confiaba ciegamente en él. Su Kagome que se negaba hacer el amor.

– ¿Te han dicho que tienes ojos hermosos? –. Pregunto dejando de bailar para sujetarse de los hombros masculinos y fuertes de su amigo.

– Solo me lo digo a diario al espejo–. Dijo sonriendo de forma arrogante.

La hizo sonrojarse. Tomo las manos de Inuyasha quien no se atrevía a tocarla, y las puso sobre su cadera. El ritmo de la música se hizo más sensual, haciendo que Sango moviera lentamente su cuerpo rozándolo con descaro.

Inuyasha no podía dejar de mirarla y sentirla. Ella era quien llevaba el ritmo, y no es que él no supiera bailar, claro que sabía, pero jamás había hecho algo así con ella.

Ella pego sus redondos y firmes pechos a él, una muy clara invitación. Lo comprendió. Sin poderlo evitar la pego más a su cuerpo, de forma casi salvaje, sacándole el aire en el proceso.

No supieron en qué momento dejaron de bailar solo para abrazarse. Inuyasha olía su cabello castaño y suave. Sango entrelazo sus dedos con los platinados, oliendo la colonia masculina que desprendía.

Inuyasha se separó lentamente, apoyando su frente a la de ella. cerrando los ojos para evitar besarla, no podía, no debía. Se había dado cuenta de sus sentimientos hacia ella en la navidad, cuando ella estuvo a punto de besarlo. Sus nariz hacían contacto y sus alientos se mezclaban. Ella olía a alcohol y a sensualidad pura.

Para sango, él olía a testosterona mezclado con whiskey. Ladeo su rostro para sentir la mejilla recién rasurada junto a la suya. Cerca de su oído pudo decirlo:

–Te amo.

Inuyasha se aferró al cuerpo en sus brazos. No deseaba soltarla, no quería hacerlo. – Sango, yo… no puedo.

Aquellas palabras hicieron que ella se sintiera sofocada. Lo sabía, él jamás podría ser suyo. Siempre pertenecería a Kagome.

– Lo siento tanto. No podemos hacer. Ella no se merece eso.

Sango se separó lentamente, mirándolo a los ojos. –¿No sientes nada por mí?

– Yo…

Fue interrumpido por ella. Sango lo estaba besando, era un beso lleno de deseo, amor y pasión que se sentía por cada cruce de lengua, y no se detuvo en eso. Las manos de Inuyasha exploraban el femenino cuerpo que parecía quemarle. Él era virgen, pero sabía cómo besar y estimular a una mujer.

Ella gemía ante los besos feroces, jamás había imaginado que él lo hiciera tan bien.

Se separaron por la carencia de aire. Sango solo entreabrió los ojos, no podía hacerlo de otra forma porque la lujuria no se lo permitía. Estaba húmeda, solo para él. –Vamos a otro lado.

Inuyasha volvió a besarla profundizando aún más su lengua.

– ¡¿Que están haciendo?! – El grito femenino los saco de su estupefacción.

Se separó inmediatamente de Sango, tan rápido y fuerte que casi la empuja de espaldas. –Kikyo…

Ella estaba furiosa. Tenía toda la vida esperando por Inuyasha, y no solo Kagome lo tenía en sus garras, ahora la promiscua de Sango lo seducía. Se sentía ofendida, ¿Por qué ella no podía tenerlo? Quería golpearlo, que se diera cuenta que ella era su mejor opción, que ninguna otra mujer lo amaría como ella.

Miro a Inuyasha, quien parecía renuente en levantar sus ojos del piso; después a Sango, quien tenía una cara de terror digna de una película.

– Lo siento, Fue mi culpa. Yo… me tengo que ir–. Avergonzado, no quiso mirarlas.

Sango sintió que todo el alcohol se le subió a la cabeza de golpe. –Tenemos que...

– Ve al baño a quitarte el labial de la cara. Te espero en la mesa.

Sango no sabía qué hacer, estaba totalmente borracha y era peligroso irse sola. Se metió a los sanitarios y trato de pensar rápido. Su cerebro no respondió. Busco su celular y marco a Inuyasha, pero lo tenía apagado. Con miedo le marco a Kagome, quien enseguida contesto.

– Soy tan estúpida. Lo siento tanto–. Sus palabras eras arrastradas por su poca capacidad de habla.

Sango, ¿estás ebria?

– Kikyo… vine con ella.

No te muevas. Dime donde estas y enseguida iré por ti.

S:S:S:S:S:

Kikyo tenía en los labios su cigarrillo prendido el cual temblaba. Con molestia se limpió las lágrimas de sus mejillas y reprimió el llanto.

Inuyasha… su único amigo, él que jamás podría verla como mujer. El desinterés la habían hecho compararse con Kagome, la santurrona, pero definitivamente con Sango en el juego, estaba eliminada.

¿Por qué él no podía quererla? Toda la vida siendo amigos, y por más que se insinuaba, él no caía. Ella pensó que era su apariencia, que a él no le gustaban las mujeres de cabello negro, pero cuál fue su sorpresa cuando llego tomado de la mano con Kagome. Todos les decían que podrían ser hermanas, eran tan parecidas… y, aun así, él prefirió buscar amor lejos de sus brazos.

Y Sango… ¿Qué podía ver en ella? Claro, era guapísima, su cuerpo era sensual, era buena persona…

– ¡Demonios! –. Grito, porque en el fondo, en verdad valoraba la amistad de la castaña, le agradaba, le tenía aprecio; en cambio ella era una perra. Todo el mundo se lo decía.

Hasta su nombre estaba maldito.

En su mente se reprodujo el beso que vio, y no supo que la motivo, pudo ser celos o ira, sea lo que sea, ella estaba cansada de ser la sombra de Sango, porque hasta su exnovio Takeda la prefería, así que aplasto una comprimida de éxtasis y la cual puso en su bebida.

Cuando Sango regreso a la mesa, ahí estaba Kikyo fumando, le sonrió y le dio un vaso. –Brindo por nuestra amistad.

Sango contesto el gesto y sin pensarlo se bebió el contenido de un solo trago.

No dejo de sonreír. –iré a bailar–. Se puso de pie.

Sango la tomo del brazo, impidiendo su marcha. –No le digas a nadie, por favor. Destruirías mi amistad con Kagome. Inuyasha y ella terminarían. Me siento tan estúpida, estoy muy ebria no sabía qué hacía.

– ¡Cálmate! Compartimos un secreto. A partir de hoy serás mi mejor amiga. Ahora conozco todo de ti.

Sango la soltó ante esas palabras.

Kikyo le dio una bocanada a su cigarrillo, pero no libero el humo. Se acercó a Sango, pegando su cuerpo. La miraba directo a los ojos cuando tomo un mechón de su cabello castaño, lo enredo entre sus dedos y pego su frente a la de ella, en ese momento libero el humo que tenía retenido en la boca para que Sango lo aspirará.

Sin más, se alejó para bailar sola. Estaba contenta, las pupilas dilatadas de Sango ya mostraban indicios de que el comprimido estaba haciendo efecto.

Sango tuvo que tomar asiento. Si ya su cabeza daba vueltas ahora parecía que el mundo se iba a derrumbar, su corazón comenzó a palpitar vuelto loco, su cuerpo sudaba, su boca empezó a secretar más saliva, su intimidad empezó a desbordar humedad. Todo su cuerpo vibraba.

¿Qué le pasaba?

Se tomó la punta de los dedos y sintió que ese solo roce la excitaba. Despacio se pasó la lengua por los labios resecos, y casi se le salía corazón del pecho. Se pasó una mano despacio por los brazos y su escote, sintiendo que los vellos se le erizaban en el proceso, un rápido escalofrió se encamino hasta su nuca, dejándole un cosquilleo. Se palpo los labios, sintiendo aun el beso de Inuyasha sobre ellos.

Se estaba tocando, no lo podía evitar.

En ese momento estaba volando muy alto, imaginando a Inuyasha junto a ella entre las nubes de placer.

Inuyasha de su fantasía sexual metía su lengua en su boca, mordiendo sus labios, metiendo dedos para que los chupara. Ella gemía escandalosa presa del deseo. Sentía como el besaba despacio su cuello hasta su espalda. Ante tanto goce, ella apoyo su cabeza en el hombro izquierdo de su Inuyasha, tenía los ojos cerrados para no perder la fantasía.

Él le mordió suavemente el lóbulo de la oreja lamiendo todo lo que encontraba en su camino. Sango se frotaba los pechos sobre la tela de algodón, estaban erectos. La mano experta de su Inuyasha bajo hasta meterse por el pantalón de vinipiel y sin ningún aviso empezó a estimularla.

No paso ni cinco minutos en que la estuvo tocando su punto sensible, cuando Sango cayó ante un poderoso orgasmo que amenazo con volarle la cabeza. Cuando abrió los ojos, ella aún tenía la mano en su zona intima.

Con toda la vergüenza que podía tener, vio como la gente se había reunido a mirar tremendo espectáculo. Desorientada no supo que hacer más que cubrirse el rostro con las manos.

– ¡Sango! – un grito femenino se hizo sonar.

Aturdida miro como Kagome se hacía espacio entre la gente y tomaba a su amiga de la mano.

– Ven, Sango. Vámonos a casa.

Sango sintió con el roce que le proporcionaba la pelinegra, que la flama del deseo volvía a revivir dentro de ella.

– ¿Dónde está esa perra? – Grito furiosa mirando a todos lados. –¿Qué te pasa?, ¿Qué te dieron?

Sango reía, mientras pegaba su cuerpo al de su amiga por la espalda. –No lo sé. Pero eres mi heroína–. Le dio un suave beso en la mejilla.

– Estas drogada. ¿Fue…? – Se interrumpió al sentir como su mejor amiga hacia girar su rostro y le rosaba los labios con los suyos. Kagome voltio su cara molesta. – ¡Contrólate! –. Se soltó del abrazo de Sango y pudo ver que Kikyo reía a carcajadas.

– Bravo por el espectáculo, Sango. No imagine que eras una exhibicionista–. Dijo aplaudiendo.

– ¡Tú!

La risa burlona se hizo presente. –¿También quieres un poco de eso? Tal vez así puedas dejar de ser virgen, dulce Kagome.

Camino unos pasos hacia ella y le soltó una bofetada.

– No te quiero cerca de Sango, o te las veras conmigo.

Kikyo se sujetó la mejilla y la miro con rabia. Furia contenida, sin embargo, sonrió. –De nada, Kagome–. Dejando la duda de a que se refería,

Ignorando sus palabras, juntas salieron del establecimiento, lo primero que sintieron fue el aire fresco de la noche en el rostro. Kagome no la soltó, no la dejaría sola, aunque su vida dependiera de ello.

Un lloriqueo llamo su atención, –¿Qué te pasa?

– Estas molesta conmigo–. Dijo cubriéndose el rostro. – y Me odiarás por lo que hice.

Kagome suspiro intentando tranquilizarse. –Sí, porque me prometiste que ya no beberías. Tienes una responsabilidad contigo y tu cuerpo, no puedes dejarle ese deber a nadie más. No siempre estaré para cuidarte.

– Inuyasha…

Aquello la sorprendió. –¿él estaba contigo? A veces olvido que esa perra es su amiga.

– Sí, pero yo lo bese, Kagome. Lo siento mucho. Él no tuvo la culpa. Yo…

Kagome vio el estado de su amiga. –¡Olvídalo! Estoy segura de que no eres capaz de controlarte en estos momentos. Inuyasha es un tonto, te dejo aquí por una insignificancia. Lo que haremos será ir a mi casa, dormir, y mañana empezaremos a buscar ayuda para tus problemas con el alcohol.

No fue capaz de decirle la verdad.

Al subirse al taxi, la castaña hablo: –No quiero que nadie se entere de lo que hice, es tan vergonzoso.

– Sango...

– Promételo.

S:S:S:S:S:

Decir que Inuyasha estaba molesto era quedarse corto. Ese día se celebraría la boda de unos amigos de su padre y Kagome no estaba, iría solo.

Peor aún, iría con Sesshomaru.

– Ya deja de mirarte en el espejo y vámonos–. La voz del mayor de los Taisho se hizo sonar en el momento en que entraba a la habitación.

El imbécil de su hermano traía un traje azul con chaleco interior color plateado, le daba un toque bastante elegante. En cambio, él había decidido ponerse un sencillo traje color negro, reflejando su estado de ánimo. Lo tenía furioso Kagome quien había decidido viajar con sus padres ese fin de semana a París para celebrar su cumpleaños número diecisiete.

– ¿Te quedaras ahí todo el día viéndote como imbécil?

– Déjame en paz, idiota–. Grito.

Después de ir discutiendo todo el camino, por fin habían llegado al evento. Era una fiesta en la icónica iglesia católica St. Jude, la cual solo permitía eventos de gente rica, famosa o políticos. Los antiguos vitrales y el fino acabado de mármol poco le importaban a Inuyasha, quien decidido se sentó junto a su hermano en las filas de atrás.

– Con que aquí se están escondiendo.

Inuyasha levanto la vista al ver la silueta de Sango que se acercaba, traía un hermoso vestido rosa con listones negros, en su cabello también portaba un lazo en forma de moño sobre su peinado elegante.

– Sango…–. Se apresuró a decir mientras le hacía espacio en la banca de madera. Ella se veía hermosa.

Ella le sonreía. –Inuyasha, déjame te ayudo–. Dijo mientras le acomodaba el moño que portaba sin lazar en su cuello. –Pensé que no vendrías Sesshomaru.

– Tuve que–. Contesto simplemente. Todos sabían que Sango y él no se soportaban.

– Papá lo obligo–. Él la miraba fijamente, y Sango le sonreía de forma coqueta, después de terminar, ella se acomodó a su lado.

– Se te van a meter las moscas a la boca, Inuyasha–. Sesshomaru se burló de la situación. Esa mujer estaba enamorada de su hermano. Lo podía ver a kilómetros, solo un ciego no se daría cuenta… Y no había peor ciego que Kagome.

Durante la ceremonia, Inuyasha no podían despegarse de ella, era como si estuviera hipnotizado por su olor, y cuando Sango lloro, se sintió celoso de la lagrima que escurrió por su mejilla. Sin que nadie pudiera evitarlo, le tomo la mano, en señal de confianza.

Sango la sujeto con todo su ser.

Eso no pasó desapercibido por Sesshomaru.

"Traidora." Era su pensamiento cada vez que le veía la sonrisa de idiota en su rostro. "Además de fácil, mentirosa."

Durante la fiesta estuvieron bailando, todas las piezas estuvieron juntos, las mejores canciones eran las románticas, porque así Sango se acurrucaba perfectamente en su pecho, y cuando ponía sus manos sobre sus hombros, él podía sentir como ella inhalaba su fragancia.

La novia aventó el ramo, y Sango fue la afortunada en atraparlo

Cuando la boda termino, ellos decidieron seguir la fiesta. Sango, Inuyasha, Sesshomaru y una amiga de Kagome llamada Sara, se subieron a la limosina bebiendo y bromeando.

El momento incomodo fue cuando Sesshomaru se subió a Sara sobre las piernas mientras ella lo besaba con frenesí. Gemidos de parte de la chica al ser besada de forma tan salvaje se escucharon.

– No se olviden que aquí estamos con ustedes–. Susurro molesto Inuyasha cruzándose de brazos.

Sesshomaru se bajó la chica del regazo, con burla se dirigió a su hermano – ¿Quieres con ella? Le gustas.

Ante la mirada asesina de Inuyasha, Sara y Sesshomaru rieron.

– Sango es tan bonita, ¿no te parece? –. Pregunto la ojiazul a Sesshomaru con una mirada feroz.

Él ni siquiera hizo ademan de aceptación, solo se colocó un cigarrillo en la boca y lo prendió.

Sango lo miraba molesta, esperando alguna oración cargada de un comentario pervertido, esperando para contraatacar.

Sesshomaru la examino de arriba abajo, y luego a Sara. –No.

Sus ojos azules no le parecían tan brillantes ni tan dulces como a él le hubiera gustado.

Al llegar a su casa, rápidamente Sesshomaru y Sara se perdieron. Escuchándose los gritos de placer que daba la chica hasta donde Inuyasha y Sango se encontraban intentando disimular la incomodidad.

Un trago tras otro, fueron servidos empezando con Whiskey seco, celebrando el pasado cumpleaños de Inuyasha.

Pasando el tiempo, él reía mientras Sango trataba de recitar un poema en algún idioma inexistente. Un listón de su vestido se desenlazo.

Inuyasha lo sostuvo jalándola sin querer en el proceso, Sango se tropezó con sus propios pies y fue a dar directo al piso. Pero él la ayudo a levantarse.

– Vamos Sango...–. Dijo tomándola del brazo. –ya es demasiado alcohol.

Arrastrando las palabras, y con los ojos sutilmente cerrados, se sujetó del chaleco gris de Inuyasha. –Déjame beber más, quiero olvidarte.

Aquellas palabras hicieron que abriera los ojos, el aire pesado expandió sus pulmones. –Ya hablamos de esto. El beso que nos dimos fue un error. Hicimos la promesa que nunca más pasaría.

Una lagrima cayó por su mejilla y despacio se la limpio. –Yo te amo, desde hace mucho tiempo. Kagome, ella y tu…– El llanto se apodero de ella. Las palabras se murieron en su boca.

Inuyasha odiaba ver a las mujeres llorar.

Aferrándose a su chaleco, a su pecho y a su cuello, Sango lo abrazo. Él también la abrazaba. Estaban los dos solos. Nadie podía intervenir en lo que hiciera.

Así de simple se besaron.

Ese beso fue mucho mejor que el primero, porque sus bocas ya se conocían, las papilas gustativas de ambos probaron el sabor a whiskey del otro. Las manos masculinas estaban firmemente en la cintura, y subieron a la cara de Sango, no para detener el acto, más bien para sincronizar el apasionado momento.

Sango gimió al sentir como él recorría con sus manos desde su espalda hasta su trasero, fue tan rudo que tuvo la necesidad de quejarse, separando sus labios.

– Lo siento–. Dijo besándola de nuevo. La soltó, porque tenía que hacerlo, quería mirar los ojos castaños para poder continuar. –Te amo, pero estas muy ebria. Tenemos que parar.

Sango dijo que si, aun así, lo beso suavemente en la barbilla y bajo hacia el cuello.

Inuyasha se dejó hacer, mientras iba retirando el vestido, tela innecesaria que estorbaba para ver la piel desnuda de la mujer que tenía en sus brazos.

Sango bajo por su pecho, despacio. Disfrutando descubrir que era lampiño. Sonrió, porque debajo de la ropa, él era perfecto. Su cuerpo fuerte, delgado y musculoso se marcaba desde los hombros hasta cada milímetro de fibra que tenía en su cuerpo. Era un ejemplar de hombre apuesto, con piernas varoniles que le dejaban a la imaginación los miles de cosas que podían resistir durante el acto sexual.

Él la desnudo, y sobre la exquisita y delicada piel fue besando, mordisqueando, tocando. Era virgen, pero ya había tenido algunos juegos con su novia, sabía que podía hacer para enloquecer a una mujer, y cuando vio los redondos y grandes pechos de Sango erectos solo para su deleite, se enfocó en succionar y probar.

Ya no había vuelta atrás, ambos estaban entregados al placer de tenerse. Y cuando ella lo condujo sus dedos masculinos hacia su interior, Inuyasha sintió que estaba tocando el cielo. Eso sí era algo completamente nuevo.

El primer orgasmo de ella llego, para deleite de su ego. El lugar donde estaban se llenó de gritos y gemidos obscenos por parte de ambos. Ella tenía toda la experiencia que se requería para enseñarle, así que se subió sobre Inuyasha, haciendo que disfrutara.

En esos momentos no existía Kagome, y en su mente no se asomó ningún pensamiento hacia ella hasta la mañana siguiente, que despertó desnudo y solo en el lugar donde Sango lo había abandonado. Había hecho el amor dos veces con ella, solo para que lo dejase solo.

Ignorando completamente que Sesshomaru los había visto en pleno acto.

S:S:S:S:S:

– ¡Feliz Navidad! –. Dijo Kagome recibiéndolos en su casa. –Que galanes. Pensé que no iban a venir, está haciendo mucho frio–. Ella les guardo el abrigo y los saludo. Miro fijamente a Sesshomaru, sonrió. –En especial, tú.

– Te dije que lo haría–. Dijo simplemente. Miro la recepción, y solo estaban unas amigas de Kagome que al verlo comenzaron a susurrar, y un amigo de Inuyasha.

– Esta muy solo, por la tormenta nadie vino a la fiesta. Igual si se les antoja algo, hay ponche, bebidas, bocadillos, y mi papá dejo listo su famoso tarta el cual está en la cocina.

Inuyasha poso su mano en la cintura de su novia, se acercó a ella y le susurro: –Te vez hermosa, Kagome.

Sesshomaru la observo. Su atuendo la hacían ver de una forma que no encontraba palabras, traía puesto un vestido blanco con un escote llamativo, el cual logro que posara sus ojos un instante más de lo permitido.

Al ver como su hermano se acercaba con ella a darle un beso, paso de largo y antes de entrar a la fiesta, miro su reflejo en el espejo. Tenía algún tiempo en que la presencia de ella le comenzaba a irritar, no entendía porque o como comenzó eso, pero Kagome le daban ganas de maltratarla y hacerla sentir mal por algo. Ella siempre estaba feliz, reía, se divertía, y desbordaba entusiasmo. Todas esas emociones que lo hacían sentir mareado.

Pensó en que la huida de Sango la habría derrumbado, pero ella se mantuvo fuerte. Triste, pero seguía siendo la misma. Sesshomaru pensó en contarle sobre la infidelidad de su hermano, para saber que tanto podía cambiar su rostro; sin embargo, no lo hizo.

– ¿Y tus padres? –Pregunto Sesshomaru al no verlos.

– Mi papá fue por mi madre al aeropuerto. Ahora que lo dices, debieron haber llegado hace una hora.

Ella miraba su reloj de pulsera, uno que Inuyasha le había regalado en su cumpleaños.

– Es por la tormenta, nosotros tardamos una hora en llegar aquí–. Comento Inuyasha pasándole su brazo por el hombro. Juntos caminaron donde estaban los demás.

Vio como el amigo pobretón de su hermano, un chico llamado Miroku, se sentaba junto a una de las chicas y le enseñaba un muérdago, y ella le respondía con un beso.

Era listo. Le caía bien.

Se sentó en uno de los cómodos sillones, y Sara, su pasatiempo en turno, uso el truco del muérdago, él no dejo pasar la ocasión. Era un beso húmedo lleno de erotismo. Cuando paso la euforia, la chica de cabello castaño le sonreía de forma sensual. Él no supo porque desvío la mirada justo frente a él.

Kagome abrazando a Inuyasha, el muy idiota le enseño el muérdago. Ella le sonreía con todo su amor.

Aquello lo hizo sentir incómodo. Como si se sintiera celoso, pero era una locura, él jamás podría estar celoso de Kagome. Simplemente era ridículo.

Con la necesidad de relajarse, camino hacia la cocina, dejando a la chica en la sala, y sin más prendió un cigarrillo mientras se servía un vaso de whiskey. Se lo tomo de un solo trago, y después otro más.

Definitivamente el escote del vestido blanco y los labios rojos lo estaban haciendo sentir mareado.

– Valla, no pensé que fueras enserio con Sara–. Kagome entro a la cocina. Su único interés era una botella de vino tinto. Si, solo el vino. El comportamiento extraño de su cuñado la tenía sin cuidado.

– Nunca voy enserio con nadie.

Kagome lo miro como queriéndolo matar. Cretino cómo siempre, ¿Por qué no podía ser como los demás? –Eres horrible.

Sesshomaru se dio cuenta que ella se había puesto como adorno en su peinado un muérdago, se veía como tonta, así que se acercó y se lo quito. –¿Por qué traes esto?

La sonrisa venia acompañada de dientes blancos. –Para que cada vez que Inuyasha me vea, me bese–. Dijo quitándoselo, y poniéndoselo otra vez.

Él le dio una bocanada a su cigarrillo. –Si yo fuera tu novio, no tendría que usar como excusa esa cosa.

Aquella confesión le dieron ganas de golpearse a sí mismo. ¿Por qué lo había dicho? Si no fuera Sesshomaru Taisho se habría sonrojado ante tal revelación.

Kagome abrió los ojos con sorpresa, parpadeo un par de veces, y solo le regalo una mirada de incredulidad. –Acabas de llegar y ya se te subió el alcohol. Por cierto, aquí no puedes fumar–. Fingió dureza.

– Aquí no molesto a nadie–. Dijo sin hacerle caso.

Tiro ese cigarrillo, saco otro de su estuche y lo encendió. Cuando termino el proceso levanto sus ojos dorados hacia ella que había seguido todos sus movimientos.

– Pareces un gánster cuando haces eso.

Él sonrió de forma seductora. Una sonrisa que pudo haber conquistado a cualquiera.

Kagome no captó eso. –Nadie fuma dentro de esta casa.

– Ven y quítamelo.

Con el desafío puesto sobre la mesa, Kagome se aproximó más.

Sesshomaru se sacó el cigarro de la boca, inhalando antes de hacerlo, y aprovechando que era más alto, lo elevo lo más arriba que podía.

Ante eso, ella, la chica que era por mucho centímetros más baja que él, lo fulminó con su mirada azul.

Al verla de puntillas, la tomo rápidamente de la cintura con su mano libre y la pego a su cuerpo. Kagome lo veía confundida, sus lindos pechos estaban pegados a su torso. Sus labios rojos estaba tan cerca…

Deliberadamente soltó el humo directo en ella.

Ante ese hecho ella tocio, dándole un empujón.

Sesshomaru la libero. La risa salió de su boca en forma bastante burlona.

– Eres un…

– Guapo, millonario y seductor hombre que nunca podrás controlar.

– iba a decir que eres un tonto–. Sonrojo y molestia se adueñaron de sus facciones. –Allá tú si te quieres morir de cáncer–. Dijo dándose media vuelta. Y en el proceso le saco la lengua antes de salir.

Sesshomaru sonreía… Eso no podía ser bueno, había tenido la tentación de besarla. Él estaba coqueteando. Ella era la novia de su hermano.

Dispuesto a dejar a un lado eso que lo estaba incomodando, comenzó a coquetear con Sara, quien no perdió oportunidad para incitarlo a que fueran a uno de los cuartos. Él la rechazo. No supo porque, pero los ojos azules de Sara se veían tan opacos y su cabello castaño se le antojaba más en color negro.

Pasaron de las diez y los invitados poco a poco fueron despidiéndose, todos volverían a casa para pasarla con su familia. En la sala solo quedaron ellos tres.

Sesshomaru solo fumaba recargado con elegancia en uno de los sillones, mientras veía como Inuyasha y Kagome estaban comiendo un poco de postre frente a la chimenea.

Ella estaba sentada en la alfombra recargando su hombro al de su novio. El fuego hacia sombra sobre su perfil fino. Labios rojos disfrutaban de las sensaciones dulces. Ojos azules cerrándose ante el placer que podía brindar el azúcar. Con una acción tan sencilla, ella era capaz de manifestar esas emociones.

Se imaginó sentado junto con ella, viendo sus expresiones de cerca, oliendo su cabello oscuro, sintiendo el rose de su brazo con el suyo, dándole el siguiente trozo de tarta en su boca solo para ver su disfrute.

¿Cuáles serían sus gestos ante el goce del sexo?

Se puso de pie de un brinco. Tenía que detener eso, ¡ya!

– Me voy.

Inuyasha y ella volvieron para mirarlo con sorpresa.

– Claro que no, esta horrible afuera–. Dijo ella poniéndose de pie. –Podría pasarte algo.

– Déjalo, Kagome. esta aburrido aquí con nosotros–. Inuyasha daba gracias a que su hermano los dejara. Quería estar solo con su novia. le guiño el ojo a su hermano en señal de confianza.

Sesshomaru capto el mensaje. Inuyasha la haría suya. Aquello lo hizo sentir como si hubiera tragado un enorme hueso de durazno y se hubiera atorado en su tráquea.

Si, ella tenía que ser de su hermano, para que él olvidará por completo como lo hacía sentir.

– ¿Estás seguro?

Él solo inclino un poco la cabeza. Se dio media vuelta, se puso su abrigo y espero el elevador. Cuando estuvo en la recepción, espero el auto para irse. Pero la voz de su hermano llamo su atención.

– Sesshomaru, usaremos el auto, tenemos que ir al hospital.

Aquello lo sorprendió, Kagome venia de la mano de su hermano con cara de preocupación.

– ¿Qué paso?

– Mis papás...

Al llegar al hospital, los mantuvieron en la sala de espera durante lo que parecieron infinidad de horas. Inuyasha parecía león enjaulado, lleno y viniendo, estaba nervioso. Kagome solo miraba preocupada sus manos, estaba temblando.

Y él, no podía hacer nada.

Inuyasha dijo mientras se aleaba: – Ahora regreso, iré por unos cafés.

Sesshomaru vio como ella cerraba sus ojos y preocupada comenzaba a mover las piernas de desesperación. Se sentó a su lado, y con toda la delicadeza que podía tener, tomo su mano.

Kagome abrió los ojos, topándose con los dorados de Sesshomaru, que parecía taladrar su alma.

Ellos no hablaron. Kagome dejo de temblar, solo atinaba a sentir el calor que emanaba la fuerte mano del hermano de su novio. Solo habían miradas, y por primera vez vio fuego en los ojos dorados.

– Gracias. – Dijo, acercándose hasta apoyar su cabeza en su hombro.

Sesshomaru por primera vez olió su cabello negro.

Olía a pecado.

– ¡Higurashi!

Kagome se levantó, y lo arrastro con ella… no soltó su mano.

El doctor informo que la madre de Kagome estaba bien, requeriría de una cirugía en ambas rodillas. Su padre era otra historia, el accidente le había fracturado el cráneo, dejando como paso muerte cerebral. No había nada que hacer.

Los dejaron pasar a despedirse. Kagome sintió que gritaba de la impresión, casi desmayándose en el proceso de digerir lo que estaba viendo. Su guapo padre estaba irreconocible. Ella solo pudo abrazarse con fuerza a Sesshomaru, ahogando otro grito contra su pecho. No tenía el valor de mirar hacia la camilla del hospital porque su padre estaba roto. Brazos y piernas parecían haber sido acomodadas cómo piezas de diferente rompecabezas.

Sesshomaru también estaba impresionado. El señor Higurashi no necesitaba ser declarado oficialmente muerto para saber que sería imposible su recuperación, y aunque su cerebro no hubiera colapsado, su cuerpo jamás volvería a su posición natural.

Kagome se sujetó con fuerza, pasando sus brazos por toda la espalda fuerte y ancha de su cuñado, oliendo su distinguida y elegante fragancia masculina que a partir de ese momento no saldría jamás de su mente.

Él la sujeto con ambos brazos, no quería soltarla. Apoyo su mejilla izquierda sobre la cabellera negra, esperando que ella sintiera confort. Era mucho más pequeña que él, pero encajaba perfecto.

Al volver su vista hacia la puerta de la habitación, Inuyasha lo veía de forma sombría.

Tuvo que soltarla.

S:S:S:S:S:

El funeral se había llevado a cabo con el ataúd cerrado.

Kagome regresaba a su casa junto con Inuyasha y Sesshomaru, su madre estaba en el hospital recuperándose de la cirugía.

Ella deseaba estar sola con Inuyasha. Ella deseaba que Sesshomaru dejara de mirarla, porque eso la hacía sentir débil.

– Iré a cambiarme–. Susurro subiendo por la escalera.

Inuyasha metió sus manos en los bolsillos de su pantalón.

Sesshomaru pensó que era la forma de prepararse para decirle que se fuera, que los dejara solos, que él mismo podría consolar a su novia. Que…

– ¿Puedes quedarte con ella dos horas?

Ante esas palabras Sesshomaru abrió sus ojos sorprendido. –¿Vas a dejarla así? ¿Adónde rayos vas?

Inuyasha no quiso mirar los ojos mezquinos de Sesshomaru. –Iré a ver a la familia de Sango, quisiera ver cómo está ella y poderle dejar un recado por si tiene alguna llamada con su madre.

– Tu novia te necesita.

– Por eso quiero que Sango regrese, para que esté también con Kagome.

Sesshomaru sabia la verdad. Su hermano estaba enamorado de la amiga de su novia.

– ¿Por qué quieres ir tras esa perra?

Inuyasha sintió la sangre hervir, apretó los puños. –¡No te vuelvas a referir así de Sango!

– Tu novia te necesita. Sango, Kikyo y todos las demás deberían importante una mierda.

Sango se había ido. Kikyo se había mudado, se sentía tan solo. Kagome ya no lo llenaba como quería. Pelear con su hermano incluso había perdido la gracia. Al mirar a Sesshomaru lo hizo como si le hubieran robado el corazón.

– Vuelvo en dos horas. Si tanto te interesa, quédate a cuidarla.

Y se fue.

Sesshomaru golpeó con fuerza la mesa, lo hizo tan fuerte que sus nudillos sangraron. Estaba realmente furioso. Se encamino a la habitación de Kagome, y tocó.

– Pasa.

Al entrar la vio de espaldas, intentando desesperadamente bajar el cierre de su vestido, brincaba y se movía de forma graciosa, y ante la imposibilidad grito frustrada.

– Maldito vestido, ¡te odio!

– ¿Te ayudo?

Kagome se quedó impresionada sin moverse. -pensé que eras Inuyasha.

Sesshomaru camino hacia ella despacio. –Mi padre lo solicito, no tarda.

– No tienes que quedarte.

– Quiero hacerlo.

Kagome lo miro, sin creer lo que decía. –Está bien, pero ¿me ayudarías? no puedo hacerlo sola. Quiero ponerme algo más cómodo.

Se giró dándole la espalda, Sesshomaru sintió algo extraño en el estómago. Le bajo el cierre despacio, deleitándose con el ruido que hacía al separar la prenda de su suave piel, hermosa piel, y dejo de bajar hasta que llego al final.

La tentación de besar sus pecas casi lo hace enloquecer.

– Gracias, ¿podrías esperar?, siento que si bajo las escaleras yo sola me voy a caer.

– Aquí estaré.

Kagome busco su bata y su pijama, y se encamino al baño.

Sesshomaru se sentó en el borde de la cama, y sin más se dejó caer de espaldas en el colchón, las sábanas olían a ella, jamás había entrado a su habitación, pero estar ahí lo hacía sentir en el cielo. Agarro la almohada, y la olio intentando grabar en su mente su perfume.

Pero entonces… escucho un gemido de lamento. Kagome lloraba dentro del baño. Sesshomaru camino hacia la puerta, giro la perilla, y la vio, tirada en el piso con el rostro bañado en lágrimas.

La levanto, sus músculos de las piernas se tensaron, pero no le importo, la tomo entre sus brazos y la cargo sujetándola por la cintura. La acostó suavemente sobre la cama y cuando pensó en irse, ella con fuerza le tomo su mano.

– No me dejes.

Le hizo espacio en la cama y él se acostó, mirándola de frente.

Kagome acercó su cara a su pecho, permitiendo que la abrazara. Grito. Tan fuerte que sintió que la garganta se le destrozaba, las lágrimas escurrían mojándole la camisa negra.

Así estuvo, por más de una hora, intentando controlarse. Sesshomaru no decía nada, acariciaba su cabello negro, recordando cómo se sintió cuando su madre murió y como se obligó a sí mismo a encerrarse en esa capa de frialdad, cinismo y lujuria.

– Kagome, si necesitas, estaré siempre… para hablar.

Él no quería que ella le pasara lo mismo.

– Tenia un amante–. Susurro, separándose para mirarlo.

Sesshomaru ya había escuchado los rumores que decían que el señor Higurashi le gustaba tener aventuras.

– Era otro hombre, un modelo de mi mamá.

Aquello también lo había escuchado, le gustaban los hombres jóvenes.

– Lo odio.

– Si tenía un amante, eso no tenía nada que ver contigo.

–Pero...se iba a ir a vivir con él, me iba a dejar.

Sesshomaru negó. –Dejaría a tu madre, no a ti.

Le sujeto la barbilla. Su aliento pegaba con el suyo. Estaba tan cerca. Ella olía a fresas. Sus pulmones se llenaban de ese vapor caliente que salía de su boca, deleitándose con el sueño de atrapar sus labios y hacerle olvidar su dolor.

Le acaricio el rostro, pasando sus dedos desde la mejilla y complaciéndose al enredarlos entre la sedosa cabellera negra. Lo hacía despacio y delicado. Seduciendo. Deseando tenerla.

Cerro los ojos para aliviar la sensación que le subía por las piernas y terminaba en su estómago. La tenía tan cerca, que su nariz podía casi rozar con la suya. Su respiración se estaba acelerando debido al deseo contenido.

Y abrió los ojos, los opuestos estaban confundidos. Ella no comprendía el alcance que tenía esas caricias nunca mostrados hacia otra mujer. Porque para Sesshomaru, las mujeres solo podían estar a su lado para complacerlo.

La volvió a tomo de la barbilla, sin dejar de mirarla, quería una señal de aceptación, una señal de ser correspondido. Él estaba a su merced.

Kagome por primera vez vio a Sesshomaru. Más allá de su nariz recta, su piel perfecta, sus labios delgados, y su aliento olor a menta. Sintió que podía verlo. Cómo si la frialdad hubiera caído solo para ella. Cómo si permitiera que ella se adentrarse en la coraza dura de cinismo y arrogancia que lo protegía.

Le daba acceso y ella quería entrar, pero… Inuyasha. Ella no podría traicionarlo. Ella se estaba dejando corromper por la oscuridad que Sesshomaru representaba.

Sangre llamo su atención, él tenía lastimada su mano.

– No es nada.

Kagome no le creyó.

Para liberar la tensión, le dio un beso en la frente. Ella en respuesta, acomodo su cabeza en su pecho, buscando apoyo, y él se la dio.

El momento de tomarlo todo de él se había perdido. Kagome lo había dejado ir. Tenía que alejarse de él porque no era lo suficientemente fuerte para resistirse, pero por ese día, disfrutaría de su compañía.

– Extraño tanto a Sango.

– En su ausencia, yo estaré para ti.

Solamente se abrazaron. Sesshomaru no la soltó. Kagome sintió su pecho llenarse de su aroma.

Al cabo de un rato, Kagome se quedó dormida. Él pudo disfrutar de su calor mientras la tenía entre sus brazos, acariciando de vez en cuando sus manos y brazos. Era tan suave que tuvo tentación de meter sus femeninos dedos dentro de su boca, succionarlos y lamerlos. Sus pensamientos sucios comenzaron a hacerse presa de su mente, por lo que mejor la soltó. Con todo su pesar se separó delicadamente de ella y le acomodo la ropa y el edredón.

Salió de la habitación y se quedó sentado en la sala fumando. Hasta que llegó Inuyasha.

Cuando Kagome despertó, ojos dorados la observaban con un brillo diferente. Inuyasha le tocó el rostro y la beso. Ella le respondió con todo su amor sujetándolo dentro de sus pensamientos, aferrándose a él, esperando sentir la calidez que había sentido con Sesshomaru. El aliento a menta había hecho estragos en su sentido olfativo tanto que cuando la lengua de Inuyasha invadió su boca le supo a decepción.

Tuvo que separarse.

Él le acaricio toscamente el cabello y junto su frente a la suya.

Ella se prometió no dejarlo. Inuyasha la amaba, no podría lastimarlo de esa manera. Se concentraría solo en él y su relación. Ya había perdido a un padre, no perdería al hombre que amaba, ¿Y Sesshomaru?, ¿Qué significaba ese momento compartido? De seguro nada.

Continuara…

Hola!

Volvimos!

Mi querida amiga ElizabethShane y yo regresamos!

Continuaremos con esta historia y con Love of my life. Lo sé, nos tardamos muchísimo, pero ya estamos haciendo también nuevos proyectos y queríamos ir finalizando los pendientes.

Tengo que decir que este capítulo prácticamente solo se basó un 15% de la serie original, que, aunque me encanta, admito que tiene sus fallas, por eso aquí les desarrollamos un poquito más lo que provoco los eventos del primer capítulo. Así como el comportamiento que provoco que Kagome se volviera así de fea persona, pero no se preocupen, ella poco a poco está recuperando su verdadero yo.

Espero que les haya gustado, y si prefieren que nos apeguemos más a la serie, nos lo escriben en los comentarios, porque siento que a partir de este punto los capítulos o la mayoría de ellos serán así.

Dejen sus comentarios, enserio se los agradecemos muchísimo.

N.A´S.: Me encanta este Sesshomaru!