"Yo soy la señora Malfoy y este es mi legado"


Capítulo veinte: Dejando el temor, trayendo una nueva paz


Callejón Diagon

24 de diciembre de 2017

6 pm


Esto estaba resultando más fácil de lo planeado. A Ginny Weasley no había tenido dificultad para encontrar a la familia Potter como había predicho. Tal como lo había predicho, Harry había asistido al lugar para hacer las compras de regalos de último momento. La bruja pelirroja incluso podía sentirse afortunada, ya que cuando empezó a buscar a su antiguo esposo, se dió cuenta que había ido por su lado para poder adquirir los regalos de sus hijos. Por su parte, la estúpida purista amante de su ex marido, había sido asignada para cuidar a Lily y la pequeña bastarda. La pregunta era, ¿Dónde están James y Albus?. Quizá las cosas eran mejor así, mientras menos personas tuviera en su camino, realizaría su cometido con mejor precisión.

Ahora solo debía idear una manera para que la chiquilla se separara de Greengrass y Lily. Con cuidado, se acercó al trío de femeninas, pasando desapercibida gracias a su nueva apariencia. Su solución habia sido uno que otro hechizo Glamour para cubrir sus razgos más llamativos. Un cambio de color en su cabello, que había pasado de ser rojo a rosa pálido. Sus ojos cafés cambiaron radicalmente por unos verdes oscuros, y por último, su piel blanca como la leche termino de un tono bronceado. Las pecas habían desaparecido. La cantidad de trausentes era mucha, las calle estaba aborratada de magos y brujas que hacían sus compras navideñas de último momento.

— ¿Será que pueden esperarme aquí afuera unos minutos?. Necesito entrar por un pedido especial. — explicó Daphne calmada, señalando la tienda en la cual estaban enfrente. Lily se dió cuenta que era de artículos encantados. Suponía que a lo mejor Daphne compraría un regalo para su padre.

— Claro que sí, Daph. Yo me quedo cuidando a Alheli. — respondió Lily con una sonrisa tranquilizadora.

— No será mucho tiempo. No vayan a alejarse. — comentó la bruja rubia un poco preocupada. Estar a cargo de pequeños no era nuevo para ella, quizá no tuvo hijos antes de la llegada de Alheli, pero siempre fue muy responsable al cuidar a todos sus sobrinos. Incluso a sus ahijados más traviesos, Tyl y Cygnus.

— No te preocupes, mami. Yo cuido a Lily. — dijo Alheli con dulzura, mientras se abrazaba a la pierna de la mujer. Ella le sonrió con dulzura y entró a la tienda como pudo. En el proceso tuvo que empujar con levedad a una que otra persona, pero había logrado su cometido.

— Bien, ahora solo nos queda esperar… — dijo Lily en armonía y tranquilidad. Estaban a punto de empezar una conversación con su hermana más pequeña, hasta que apareció alguien muy conocido por ella.

— Lily Potter, no pensé verte por aquí este año. — dijo una voz femenina a sus espaldas. Al darse la vuelta, Lily descubrió a sus primas. Alheli Potter se escondió detrás de su hermana. Le tenía un poco de miedo a las personas pelirrojas desde que se había cruzado con Ginevra.

— ¡Molly! ¡Lucy!. — exclamó Lily sorprendida. — ¿Qué hacen aquí?

— Estamos aquí por papá. Olvidó comprar el regalo de navidad de mamá. — explicó Molly tranquila. Se dió cuenta de la más pequeña, pero decidió mantener la distancia. Su padre les había advertido de la hija que tuvo Harry Potter con otra mujer que no era su tía Ginny. Si él las descubría tratando de congeniar con ella, se iban a meter en problemas.

— Eso es muy extraño en Tío Percy. — comentó Lily anonadada. Hasta donde sabía, Percy Weasley era el miembro más estirado de esa familia.

— Ha estado un poco ocupado en el ministerio.— lo excusó Lucy, sonriendo nerviosa.

Mientras ellas hablaban, Alheli Potter empezó a aburrirse. Con sus ojitos, empezó a observar a todas las personas que por ahí pasaban. Aún era nueva en esto, pues el callejón Diagon era mágico y hermoso en esa época navideña, muy diferente al Londres Muggle. Aún lado de la tienda de dónde esperaban a su mamá, estaba uno de aquellos callejones que les servía a las personas para aparecer sin llamar tanto la atención. Justo en esa esquina, una señora llamó su atención. Tenía el cabello de color rosa y unos ojos verdes de color apagado, pero lo llamativo era su piel bronceada, como si hubiera apenas regresado de un viaje de la playa. Cuando la señora de dió cuenta que tenía la atención de la pequeña Potter, le hizo señas para que se acercará. Alheli le miró dudosa, después giró a ver a su hermana, pero ella seguía ocupada hablando con la par de chicas Weasley. No haría daño si se acercaba, ¿O sí?. Al fin y al cabo, la señora parecía amable.

Con pasos sigilosos, se acercó a la esquina del callejón, sin que su hermana o las Weasley se dieran cuenta.

— Hey pequeña. — la llamó la señora con urgencia, en lo que parecía ser un susurro modesto.

— Hola, ¿Qué pasa?. — respondió Alheli un poco tímida.

— Tienes un cabello hermoso, solo que un color muy desafortunado. — comentó Ginevra fingiendo pesar, tomando un mechón del cabello de Alheli. La niña se estremeció un poco, pero se dejó hacer.

Ginny sonrió como demente al tener frente a ella el recurso que la haría vengarse de Harry.

— No me diga eso, a mí me gusta ser pelinegra. — se defendió la niña tímidamente, jugando con sus manos, después miró extrañada a Ginny. — ¿Qué le pasa al tuyo? Es raro, pero divertido. A mi me gustaría tener uno así. — halagó la pequeña.

— No tiene nada de malo, solo está teñido. Te puedo mostrar la tienda en dónde lo compré, claro si tú gustas. Así podrías convencer a tus padres de probar con un color temporal. — explicó Ginny fingiendo amabilidad, tratando de sonreír cálidamente.

— No lo sé, mi mamá puede que se moleste, si me voy contigo sola. — explicó Alheli tímidamente. Luego miró a la señora con más atención. Algo andaba mal, la conocía de algún lugar, ya la había visto. — ¿Te conozco de algún lugar? Luces familiar… — Murmuró pensativa y con inquietud. Ginny trató de no girar sus ojos con fastidio, pensó que la chiquilla sería más fácil de manipular.

— Soy dueña de una tienda de por aquí, quizá ya me has visto. — explicó Ginny con facilidad. Alheli se quedó meditando unos instantes, ante esto, la mujer Weasley se asustó. ¿Qué tal si la pequeña bastardita empezaba a gritar y llamar la atención de todos?. Eso sí sería un problema. Cuando estaba sopesando la idea de hacerla callar de una vez, Alheli le sonrió ampliamente.

— ¡Suena razonable! Vamos. — dijo emocionada, tomando a la bruja de la mano. Ginny sonrió radiante, ante la idea que había logrado todo.

Alheli Potter, a pesar de ser una niña que había escapado del orfanato muggles y ser más despavilada que los demás niños, no dejaba de ser una niña inocente. Pensaba que las personas del mundo mágico no eran tan malvadas en su mayoría. Un pequeño grito muy familiar se dejó escuchar a la salida del callejón donde estaban escondidas.

— ¡Alheli! ¿A dónde vas?. — preguntó Lily Potter mirando la situación con desconcierto.¿Quién era esa mujer?. — ¡Ven aquí en este instante! ¿Quieres que Daph y papá nos regañen?. — refunfuñando la pequeña pelinegra.

— No pasa nada Lily, solo está señora quería mostrarme en dónde compra su tinte para el cabello. — explicó Alheli entusiasta, sonriendo a su hermana para tranquilizarla, situación que no funcionó.

Fue ahí cuando Lily se tomó la molestia de analizar con mayor profundidad a la persona que se quería llevar a su hermana. A pesar de tener cabello, ojos y piel diferente, había algo en su esencia que no podía engañarla. Miró nuevamente sus ojos. Al parecer, la señora se sintió incomoda ante su mirada y la desvió.

— ¿Mamá? ¿Qué haces aquí? — preguntó Lily pálida, con miedo a equivocarse, pero estaba segura. Esa señora era su extraña y peculiar madre. Ante esto, Alheli giro su cabeza con rapidez para encarar a su "nueva amiga".

— ¿Señora Weasley?. — preguntó Alheli con terror.

— Diablos. — Masculló Ginny por lo bajo. Posterior a esto, trato de dejar de fruncir el ceño y sonreír a su legítima hija con calma. — Hola Lily, ¿Qué tal todo?.

— ¿A dónde llevas a Alheli?. — demandó Lily con urgencia y ansiedad. Alheli las miraba sin entender nada.

— Hija, esto no es de tu incumbencia. Creeme, esto lo voy a hacer por nuestro bien. — explicó Ginevra con determinación.

— Pensándolo bien, mejor me quedo con mi hermana, señora Weasley. — comentó Alheli asustada, tratando de deshacer el agarre.

— ¡Ella no es tu hermana!. — gritó Ginny con ira. De solo escuchar que la niña que no tenía su sangre, le decía "Hermana" a su Lily, ardía en cólera.

— ¿Eh?. — balbuceo Alheli con sus ojos a punto de derramar lágrimas.

— Mamá, será mejor que te vayas. — dijo Lily con seriedad. Con determinación y sin miedo, empezó a avanzar hacía ellas.

— Perdóname, Lily. Algún día lo entenderás. — dijo Ginny con pesar, para después sacar su varita con rapidez y apuntar a su propia hija. — ¡Desmaius!

El hechizo dió de lleno en el pecho de Lily Potter, quien inmediatamente había caído al suelo como costal de papas, aturdida. Alheli abrió mucho los ojos ante esto.

— ¡No! ¿Qué le ha hecho?. — gritó con terror. Ella no sabía aún mucho de magia, nadie le podía asegurar que su hermana estaba viva.

Cuando Ginny estaba a punto de responder, un grito en la salida del callejón se dejó escuchar, más la autora no se dejaba ver aún.

— ¡Alheli! ¡Lily! ¿Dónde están?. — gritó Daphne con urgencia y desesperación.

— ¡Mamá, mamá! ¡Ayuda, aquí estamos!. — gritó Alheli llorando. Ella trataba de zafarse del agarre de la bruja pelirroja, pero era demasiado fuerte para ella.

— Cállate, niña insulsa. Tu madre ni siquiera es rival para mí. — comentó Ginny molesta, zarandeando a la niña con fuerza.

— ¡Mamá! — gritó Alheli con desesperación.

Sin esperar dos veces, Daphne entro al callejón sin dudar. Topandose con una escena que le daba terror. Ginevra Weasley apuntaba con su varita a su pequeña hija.

— ¡Alheli! — gritó Daph tratando de sacar su propia varita.

— ¡Desmaius! — gritó Ginny apuntando a la niña, que cayó rendida al suelo.

Daphne consiguió sacar su varita, pero algo más también había llamado su atención. Cerca de ahí estaba tendida Lily en el suelo. Fueron solo unos segundos para que le dirigiera una mirada fria a Ginny, pero si distracción le costó caro a la rubia. Ginny ya había lanzado otro hechizó, que se encontraba tan cerca de ella que no le dió tiempo a bloquearlo.

Petrificus totalus. — instantáneamente, Daphne Greengrass quedó petrificada.

Daphne sabía que había actuado como una idiota. ¡No debes de distraerte en un enfrentamiento!, Pero no pudo evitarlo, ver a sus pequeñas hijas tendidas en el suelo fue impactante. Ahora, estaba a merced de Weasellete.

— Vaya, al parecer la serpiente ni siquiera muerde. No eres tan ponzoñosa cómo yo pensaba. — comentó Ginevra con burla, mirando con superioridad a la rubia. Daphne le fulminó con la mirada, ya que sus ojos era lo único que podía mover. — No pongas esa cara, esto te pasa por meterte en una familia que no te correspondía. — añadió con chuleria. Para este punto, los hechizos glamour en Ginny habían dejado de tener efecto.

Con satisfacción, la mujer Weasley se pavoneo frente a su rival que le lanzaba dagas metafóricamente por los ojos. Después, Daphne miró con preocupación a Lily y Alheli.

— No te preocupes por todo, me deshare de ese estorbo y tú serás libre de hacer tu vida en otro lado. Claro, si sobrevives a esto. — explicó con tranquilidad la pelirroja.

Daphne abrió sus ojos sorprendida. Iba a matarla, eso era un hecho…

— ¡Sectumsempra! — bravo Ginny con satisfacción. Cuando dijo aquellas palabras del hechizo, le supieron a gloria. Por su puesto que hubiera preferido torturar a la amante de su ex esposo con alguno que otro Crucio, pero lamentablemente el tiempo lo tenía medido, debía de salir de ahí antes de que la gente se percatara del asunto.

Yacía Daphne tendida en el suelo, cubierta de cortes profundos en su cuerpo. Poco a poco, la sangre fue brotando de sus heridas, manchando el suelo sucio del lugar. Debido al impacto del nuevo hechizo, la parálisis había quedado en el olvido, pero ella no tenía fuerzas para incorporarse y seguir peleando. Con ojos débiles, pero sin disminuir su odio miró a la antigua esposa de su Harry.

— Eres un monstruo. — musitó Daph con dificultad. Los ojos empezaban a pesarle, quería cerrarlos. Ginny se agachó para mirarla directamente a su rostro.

— Aquí la malvada eres tú, una antigua mortifaga que corrompió a mi familia. — le dijo con repudió. — Solamente quería ser feliz con el hombre que podría darme todo, eso era todo. — añadió fingiendo pesar.

— Harry va a hacer que pagues. — dijo la rubia con advertencia.

— Mira como tiemblo. — se burló la pelirroja, lanzando una carcajada descarada. Después, Greengrass pudo notar como se alejaba y tomaba a Alheli en sus brazos como una muñeca de trapo. — Hasta nunca Greengrass. — dijo Ginny maliciosa, antes de desaparecer del lugar.

Y hasta ahí habían quedado las esperanzas de Daphne Greengrass. Por su distracción había permitido que una de sus hijas fuera secuestrada, la otra estaba tendida a unos metros de ella. Por su parte, ella iba a morir.

— Harry, lamento que no hayamos podido compartir más tiempo… — pensó con melancolía, mientras unas lágrimas traicioneras escapaban de sus ojos.

Sintiendo que la inconsciencia la abordaba, analizo su entorno por última vez. Que horrible lugar para morir, estaba asqueroso y frío. ¡Incluso tenía algo dejado de su brazo que le molestaba!. ¡Ni para morir cómodamente servía!.

— Espera un segundo… — pensó inquieta. Cómo pudo, logró tomar aquel objeto que me incomodaba. Sonrió quedamente al tener su varita en su débil mano. No conocía el contra hechizo del sectumsempra, pero podía hacer el intento de buscar ayuda lo más rápido posible. Rápidamente pensó en su momento más felíz: No pudo evitar pensar en Harry, sus hijos y sus amigos.

Expecto patronum… — Murmuró la rubia con la voz entrecortada. De la varita surgió una hermosa cierva.

Si Daphne no estuviera incapacitada en este momento, estaría muy sorprendida. En el pasado había logrado conjurar un patronus de cuerpo corpóreo, que si no mal recordaba había sido una especie de leopardo. Está vez, había salido un delicado y elegante ciervo. Por más sorprendente que fuera para ella la situación, no había tiempo de sorprenderse. Con voz entrecortada, logró balbucear su mensaje con prisa:

— Harry, se llevaron a Alheli. Ayúdanos… —


Juguetería El emporio mágico de Mr. Magorium .


Muchas veces Harry había escuchado sobre el rumor de un señor que era dueño de una juguetería muggle estadounidense que tenía productos muy curiosos. Incluso se rumoreaba que Estados Unidos había producido una película basada en esos rumores. Hace poco, la juguetería del señor Magorium había abierto sus puertas en el callejón Diagon, con una amplia variedad de juguetes mágicos. Los rumores eran ciertos, el señor Magorium había sido un mago que había tenido la ilusión de compartir un poco de magia con los muggles, especialmente con los niños, pero había sido amonestado y reprendido por el Mágico Congreso de Estados Unidos, en pocas palabras la MACUSA había decidido intervenir antes de que el Señor Magorium pusiera en peligro el mágico secreto. George veía con él asombrado toda la juguetería, pues él también había decidido acompañarlo para comprar un regalo extra para sus hijos.

Tan tranquilo y alegre se encontraba Harry buscando los regalos perfectos para sus hijos y sobrinos, que había perdido la noción del tiempo. Eso, hasta que un patronus había interrumpido el momento y se había colocado frente a él.

— ¡Un ciervo!. — pensó sorprendido. La única persona que podía invocar un ciervo a parte de él, había sido el profesor Snape, pero desde luego que eso ya no era posible.

— ¿De quién es ese? — preguntó George curioso.

Varias personas a su alrededor también pusieron atención a los hechos, después de todo, los magos no se salvan de ser entrometidos también.

— Harry, se llevaron a Alheli. Ayúdanos… —

No tuvo que escuchar más, esa frase fue suficiente para que saliera corriendo de la tienda.

— ¡Harry, espera!. — gritó George detrás de él, tratando de seguirle el paso.

Los nervios le carcomían, claramente había escuchado la desesperación de Daphne en el mensaje. Con paso veloz siguió al ciervo que se abría paso entre las olas de gente. Él sin ningún cuidado las empujó e hizo a un lado. La gente le dedicó uno que otro improperio, mientras que otros más sensatos se hacían de lado. El camino jamás se le había hecho tan largo.

Cuando llegó a la tienda donde se supone que estaban su novia y sus hijas, no las vio por ningún lado. Siguió al Patronus que se adentro al callejón oscuro de al lado. Cuando ingresó, vio en el suelo a su bruja en medio de un charco de sangre espesa. Eso tampoco era lo peor, Lily se encontraba a un par de metros de ahí, al parecer inconsciente.

— ¡Lily! ¡Daph! — gritó Harry horrorizado y con urgencia. George se puso pálido y se acercó a Lily, dejando a Harry con Greengrass. Potter primeramente se hincó con la rubia, ya que se veía que estaba perdiendo mucha sangre. Con mano temblorosa uso el contrahechizo. — ¡Vulnera sanentur!

Rápidamente, la sangre regresó al cuerpo de la bruja. Ella empezó a respirar quedamente, por último abrió sus ojos con dificultad.

— Daphne… — Susurró Harry asustado, pero un poco más aliviado al verla abrir sus ojos. — Llama a San mungo. — gritó Harry a George. Después con urgencia le preguntó: — ¿Cómo está Lily?

— Solo está desmayada. — dijo George con seriedad, cargando a la niña. Después envió su patronus de Urraca para redactar el mensaje a San Mungo.

— Falta la pequeña Alheli. — dijo Harry, buscando frenéticamente con la mirada a su otra hija. Situación que fue interrumpida por la mano de Daphne que tocó con suavidad la mejilla del hombre.

— Harry, Se la ha llevado… — Murmuró Daphne en tono lastimero. Los ojos de Harry se volvieron fúnebres.

— ¡Expecto patronum! — dijo el hombre que había sobrevivido. A pesar de la tristeza y desolación que sentía, había sido capaz de invocar a su guardián. Cuando el ciervo se materializó frente suyo, con claridad comunicó su mensaje, las lágrimas no fueron impedimento para que pudiera hablar. — Hermione, se la han llevado. A mi pequeña hija. Te veo en San mungo.


Malfoy Manor

Habitación principal

Ala este


Dentro de la habitación, recostados tranquilamente en la cama estaban Draco y Hermione. El mago acariciaba con ternura y mimo la cabeza adornada de rizos. Ella estaba recostada en el pecho de su marido, dejándose consentir. Había sido un día un poco movido para ambos, aunque un poco más exigente para Hermione. No todos los días tenías un juicio acalorado como lo fue el de Ginny.

— Por fin, tenemos un poco de tiempo para los dos. — suspiró Draco con serenidad.

— Fue una grandiosa idea acondicionar uno de los salones como una sala de cine. — concedió Hermione, cerrando sus ojos con satisfacción por las caricias.

— ¿Y de quién fue la idea? — insistió Draco con petulancia.

— Dragon presumido, yo fui la que te mostró el mundo del cine muggle. — contestó la mujer con soberbia.

— Pero aún así yo tuve la idea de construir una en la Mansión. — respondió Malfoy con chulería. Hermione entornó los ojos.

— Por esta vez gana, señor Malfoy. Solamente porque quiero estar en paz. — dijo ella con templanza. Draco solo sonrió socarrón. — Me preguntó qué estarán viendo, espero que no sea nada inapropiado. — añadió con un deje de preocupación.

— Mis padres y Teddy están con ellos, nada malo puede pasar. — dijo Draco con seguridad. Teddy era muy responsable con sus demás hermanos, a veces tenía uno que otro fallo, pero nada de gravedad.

— Me preocupa un poco Lucius. Desde que descubrió las películas de asesinos seriales le ha gustado compartir su gusto con todos los pequeños. — explicó Hermione un poco disgustada. Hace un par de meses, su querido suegro había descubierto un libro suyo que hablaba sobre casos de asesinos seriales a través de la historia, además de explicar su perfil psicológico de las personas presentadas en el libro. A Lucius le había parecido interesante como unos cuantos muggles se las habían ingeniado para no ser capturados por la ley después de muchos años de haber cometido el delito. En la actualidad, de vez en cuando se la pasaba buscando películas de terror relacionadas a ese tema. — De todos modos, si se les ocurre hacer alguna travesura, mañana pienso castigarlos con no permitirles jugar con Víktor. — añadió ella con firmeza. A veces las películas Thriller sacaban la creatividad traviesa de sus hijos.

Mañana en la fiesta que tenía organizada, iba a asistir muchos conocidos de la familia. Entre ellos estaba Víktor Krum, que había decidido tomar un descanso de Noruega y pasar las fiestas en Londres con sus amigos y sobrinos favoritos. Los niños Malfoy adoraban al jugador de Quidditch, así que sería un buen castigo no permitirles jugar con el Tío Víktor.

— ¿Castigarias a tus hijos en Navidad?. — preguntó Draco sorprendido. Hermione pareció meditar mejor la situación. — Granger, que malvada. — añadió con humor. Ella enrojeció de golpe, pensando mejor la situación.

— Así que cuando soy mala, soy Granger, ¿Eh?. — respondió Hermione tajante. Eran contadas las veces en las cuales su esposo aún se dirigía a ella por su apellido de soltera. Estaba decidida a seguir protestando, pero recordó que necesitaba atender otro tema con anticipación. — Por cierto, necesito consultar contigo un asunto. Amelia merece un aumento, se ha dedicado de lleno a cuidar de Flourish y Blotts. ¡Casi nunca tengo que ir a supervisar, es muy eficiente!

— Podemos dárselo, si en realidad se lo merece, ¿Quienes somos nosotros para negárselo?. — comentó Draco sereno. — ¿Has pensado en traer alguna nueva colección a la librería?. — preguntó interesado. Hace mucho que su esposa no traía alguna línea de libros nuevos a la librería.

Draco jamás le había preguntado a Hermione la razón por la cual la librería seguía conservando el nombre de sus antiguos dueños. Ella simplemente podía nombrarla Granger y Malfoy, pero sus razones tendría ella. ¿Era una situación de legado o simplemente añoranza del buen recuerdo?.

— Estaba pensando en tener disponibles los nuevos libros de pociones medicinales. Tu sabes que los libros de Hogwarts sobre esa materia están "aceptables", pero ¿No sería fantástico que los jóvenes se interesarán desde antes en la rama de la medimagia y las pociones?. — preguntó ella ilusionada.

— Sería estupendo, la mayoría de los mocosos se interesan por ser aurores o jugadores de Quidditch. Es un trabajo respetable ser auror, pero los medimagos son escasos en estos tiempos. — dijo de manera analítica su esposo.

— ¿Entonces Harry es un hombre respetable para ti?. — preguntó Hermione burlesca. Draco parpadeó sorprendido por la pregunta.

— Se ha ganado mi respeto estos últimos meses. — admitió el rubio. Después añadió con pesar: — No le digas a Potty que dije eso.

— Soy Granger, soy malvada, ¿Recuerdas?. — dijo la bruja con malicia. Draco le miró con seducción y sonrió de lado.

Antes de pasar a cualquier cosa, el Patronus de Harry Potter se hizo presente frente a ellos, deslumbrandolos momentáneamente por el brillo. Cuando reaccionaron, se dejó escuchar la voz desesperada del mago.

Hermione, se la han llevado… A mi pequeña hija. Te veo en San Mungo en diez minutos. —

— Por Morgana, esperaba que no actuará tan rápido. Será mejor alistarnos, Draco. — dijo Hermione con urgencia. No había tiempo de ponerse nerviosa, era momento de actuar. Aunque, no pudo evitar preocuparse. — No me agrada que nos haya citado en San Mungo. — dijo pensando en lo peor.

Draco ayudo a su esposa a pararse de la cama.

— Más razón para alistarnos. — respondió serio. Después llamó a su elfo personal, que no tardo nada en aparecer. — Roy, avisa a mis padres que iremos a San Mungo: Que Alheli Potter ha desaparecido.


San Mungo

Emergencias

7 pm


— Papi, lo siento mucho. Por mi culpa Daph está así y Alheli ha desaparecido. — lloriqueo Lily Potter con desesperación, en los brazos de su padre.

En la sala de espera de encontraba Harry tratando de tranquilizar a su hija. Afortunadamente, ella había salido bien librada de cualquier daño. A su lado estaban James y Albus sin decir nada, pero sus caras reflejaban si preocupación e impotencia. George se había marcado a la madriguera en busca de su madre, para poder darle de alguna manera la noticia sobre que una de las hijas de Harry había sido secuestrada.

— Tranquila, no tienes la culpa. Tu hiciste lo que pudiste. — respondió Harry con un deje de tristeza.

— Papá tiene razón, ¿Qué más podías haber hecho?. — cuestionó James, suspirando melancólico.

— Además ni siquiera tienes una varita… — añadió Albus con lógica.

— Pude haber hecho mejor las cosas. — refutó Lily obstinadamente.

— ¡No Lily, escucha!. — alzo Harry la voz un poco molesto. Su hija le miró pasmada mientras él la tomaba de sus brazos para que lo mirara directo a los ojos. — Aún eres una niña, solo tienes nueve años. Al contrario, estoy orgulloso porque te enfrentaste al secuestrador tu sola. — dijo con dureza, pero dejando también ver el orgullo que sentía por la valentía de su hija.

— Tu padre cuatro ojos tiene razón. Apostaba a qué serías un lindo tejón, pero los leones te recibirán en Hogwarts gustosos. — halagó una voz masculina a sus espaldas.

— Tío Draco, Tía Mione. — exclamaron James y Albus al unísono. Los Malfoy por fin habían aparecido en San Mungo sin tanta demora. Hermione les sonrió tratando de infundirles calma.

— Mocoso Potter y Mini Potty. — saludó con cinismo su "querido tío". El par de niños Potter no tenía que partirse la cabeza para saber quién era quién. Claramente el mocoso era James, el mini Potty siempre sería Albus.

— Dulzura, ¿Cómo estás?. — preguntó Hermione preocupada, mientras abrazaba con fuerza a la fémina de los Potter.

— Yo estoy bien, pero Daph… — mencionó Lily con pesadumbre. Hermione miró confundida a Harry.

— Daph recibió un Sectumsempra. — Masculló Harry con dificultad, tratando de no sonar herido en el intento. No quería romperse frente a sus hijos. — La está tratando Theodoro…

Draco Malfoy podía ser un mago excéntrico que tenía un gusto culposo por burlarse del mago de gafas redondas, pero esta vez, no pudo evitar apiadarse de él. Después de todo, la novia del hombre era una de sus grandes amigas.

— Daphne es una persona muy fuerte. Ése simple hechizo no la dejará caer. — mencionó el mago rubio confiado. — Por experiencia puedo decirte que saldrá bien librada, si yo lo hice cuando me lo mandaste, ella también lo hará.

A Harry la mirada se le oscureció al recordar la ocasión en que casi mata al esposo de su amiga en Hogwarts.

— Draco… — protestó Hermione como advertencia.

— ¡Pero es verdad!. — refutó el blondo.

— Una poción para recomponer sangre y un poco de reposo y estará como nueva. — dijo la señora Malfoy conciliadora, poniendo su mano en el hombro del hombre pelinegro.

— También debes tener en cuenta que las pociones mágicas que utiliza Theo para sus pacientes las surto yo, así que ella tendrá lo mejor. — comentó Draco con petulancia.

Harry Potter quería sentirse aliviado, pero no podía.

— Tranquilo, Harry. Nosotros nos vamos a encargar de traer a Alheli. — dijo la bruja con seguridad y determinación. Eso hizo explotar a Harry.

— ¿Pero cómo? ¡Ni siquiera sabemos quién se la ha llevado! — gritó enojado. Hermione apretó sus labios produciendo una mueca, pero no protestó. Draco le lanzó una mirada envenenada por gritarle a su esposa.

— No seas imbécil. — siseó Malfoy con desagrado. Harry compuso un semblante derrotado. El trío de pequeños Potter miraba la escena descolocados. Hermione suspiró, los niños no debían presenciar la escena.

— ¿Por qué no dejas que tus hijos vayan a Malfoy Manor de nuevo?. Nuestros hijos pueden darles compañía mientras nosotros resolvemos esto. — propuso ella con iniciativa, esperando el permiso de su amigo. Los tres pequeños Potter estarían más seguros en su mansión, e incluso ellos parecían de acuerdo, ya que lo denotaban al asentir rápidamente.

— Lucius y Cissy también estarán ahí. Estarán seguros. — añadió Draco, persuasivo.

— Tenía pensado enviarlos con su abuela Molly. — comentó Harry pensativo.

— Eso es una estupidez, Potty. — dijo Draco con desdén. Harry arqueó una ceja, interrogante.

— Lo que Draco quiere decir es que es una decisión arriesgada. — explicó con mayor claridad la mujer del grupo.

— ¿A qué te refieres?. — preguntó Harry con inseguridad.

— Es posible que Weasel esté ahí, y a menos que desees que él sea tu niñera, nosotros no nos meteremos, pero ten en cuenta que incluso pueden llegar visitas indeseables a buscar a tus hijos, como por ejemplo, cierta persona que… — explicó Draco impaciente, pero fue interrumpido para su desagrado. Hermione bufó exasperada, los pequeños Potter seguian contemplando todo.

— ¿Acaso crees que…? ¡Fue ella!. — aseguró ferviente, con ira contenida.

James palideció, pareciendo descompuesto, por su parte Albus lucia imperturbable, y por último Lily agachaba la mirada, después de todo ella sabía que su madre había sido la autora del secuestro, solo que no había tenido oportunidad de decirle a su padre.

— Fue Mamá, ¿Verdad?. — preguntó James con inseguridad.

— Ya nada me sorprende… — Susurró Albus serio.

Hermione ya no espero más la autorización de Harry para llevarse a los niños, rápidamente llamó a su elfina personal.

— ¡Elle! — exclamó con urgencia. En un dos por tres la criatura apareció frente a ellos. — ¿Podrías llevar a estos pequeños a Malfoy Manor?. — preguntó con amabilidad, pero sin dejar las prisas de lado.

— Que estén con nuestros hijos en la sala de cine, y que se pongan cómodos. No quiero fallos. — demandó Draco, pero sin sonar grosero.

Elle miró al trío de niños Potter con una sonrisa. Después efusivamente contestó a sus amos.

— Claro que sí, Elle y los demás elfos de la mansión haremos un trabajo extraordinario. —

— ¡Wow! ¿Tienen una sala de cine en su mansión? — preguntó James asombrado. Ante ese hecho pareció olvidar la situación que le preocupaba.

— Un Malfoy no decepciona nunca. — declaró Draco con misterio y una sonrisa torcida. James silbó impresionado. — Teddy y Scorpius les ayudarán a sentirse cómodos, cualquier cosa pueden pedírselo a ellos o a mis padres.

— Entendido, Tío Draco. — expresó Albus confiado. Harry se atragantó con su saliva, era muy extraño escuchar aquellas palabras salir de la boca de su hijo más tímido y sereno.

— Los veré pronto chicos. Cualquier cosa sobre la salud de Daphne y del paradero de Alheli les daré aviso. — dijo Harry un poco más calmado.

— Está bien, papá. Yo cuidaré de mis hermanos. — respondió James confiado.

— Traigan a Alheli a salvo, por favor. — pidió Albus a Hermione, ella solo le sonrió.

Draco de repente, sintió que alguien jalaba con sutileza su capa, cuando se giro vió a la responsable. Lily Potter le miraba con timidez y un poco de desesperación.

— Se que mi madre es inestable, pero eso no justifica lo que hizo. Traigan a Alheli de nuevo con nosotros. — pidió la pelinegra. Draco solo pudo sonreír quedamente y asentir.

— Muy bien, los pequeños Potter tomen las manos de Elle fuertemente y no se suelten. — canturreo felizmente la criatura mágica.

Rápidamente los niños siguieron las indicaciones y desaparecieron junto con la elfina. Cuando los adultos se encontraron solos en la sala de espera, Harry miró con determinación a sus compañeros.

— Empezaré a movilizar algunos equipos de Aurores para la búsqueda de Ginevra. — dijo con seriedad a punto de desaparecer del lugar, pero fue detenido por su amiga.

— Eso no será necesario, aunque un equipo sería suficiente como precaución. — comentó la bruja con templanza. El hombre que sobrevivió le miró con los ojos muy abiertos.

— ¡No voy a ser modesto! ¡Si es necesario, moveré a todo el jodido cuerpo de aurores!. — dijo Harry incrédulo y un poco molesto.

— Cálmate, Potter. Mi esposa ya había previsto esto. Escúchala primero sin interrumpir o te ató a la silla y te lanzó un Silencio. — respondió Draco ligeramente amenazador e impaciente.

— Lo siento, esto es difícil para mí… — se disculpó avergonzado.

— ¿Recuerdas el regalo anticipado de Navidad que les hemos hecho a tus hijos? — cuestiono la bruja.

— ¿Los relojes y brazaletes?. — preguntó confundido.

— No eran simples adornos. — completo Draco con soberbia.

— Dentro de estos, cada uno contaba con una piedra de protección y ubicación. — explicó Hermione con paciencia. — Así que podremos saber con el encantamiento adecuado, la posición del dueño de la piedra.

— En este caso, será pan comido encontrar a Alheli. — añadió Draco positivo. Harry parpadean rápido.

— Por Godric, escucharte decir dichos muggles es aterrador. — comentó el mago pelinegro horrorizado. — Iré con ustedes desde luego, pero ¿Quién cuidará a Daphne?. Había dado por hecho que lo haría Hermione.

— No te preocupes por eso, ya hablamos con Pansy, Luna y Tory. Ellas vendrán pronto a velar por ella. — comentó Hermione tranquilizadora.

Harry le sonrió agradecido.

— Será mejor apurarnos, vamos a mi oficina en el ministerio. — declaró, antes de que los tres partieran de la sala de espera del área de urgencias.


Malfoy Manor

Salón principal


— ¿Entonces los Potter se quedaron con nosotros está tarde y noche?. — preguntó Scorpius a una elfina bastante alegre.

No habían tardado mucho en hacer acto de presencia los hijos de Harry Potter en la Mansión Malfoy. Lo primero que hizo Elle fue avisar al primogénito de los Malfoy sobre las instrucciones que se le habían comunicado. Scorpius desde luego que estaba encantado por tener a sus amigos de visita, especialmente por la linda y tierna pelinegra del grupo. Él no había sido el único al acudir al llamado de Elle, pues le acompañaban varios de sus hermanos, entre ellos Antares, Abraxas y por último Cissa que tenía a su gato en sus brazos.

— Efectivamente amo Scorpius. — contestó Elle complaciente.

— Perfecto, pueden pedir lo que quieran a Elle, Roy, Abathor o cualquiera de nuestros elfos. — explicó el rubio amable.

— ¡Sigamos viendo una película en la sala de cine! Nuestro abuelo puso Halloween II. — anunció Cissa entusiasta.

— ¿Una película de Halloween en navidad?. — preguntó James extrañado. La Malfoy más ruda le miró con petulancia.

— Lo siento princesa, si quieres podemos poner "Barbie en un cuento de navidad". — respondió Cissa, fingiendo consideración. James le fulminó con la mirada, pero no sé quejo ya que el gato que tenía la pequeña bruja le dirigió una mirada escalofriante, poniéndole los nervios de punta. Obviamente le gustaba las películas de Barbie, gracias a Lily, pero eso no quería decir que dejaría de lado una buena película de suspenso.

— Nuestras hermanas pequeñas estarían encantadas. — mencionó Tares encantada.

— Ustedes pueden escoger la que les guste. — indicó Abraxas para evitar una futura discusión entre hermanos.

— Meh, la verdad Halloween suena bien. Nuestro padre no le gustan las películas de terror, así que me apunto. — contestó Al con aprobación.

— ¿Tu que opinas Lilu?. — preguntó Scor educado, sonriéndole con confianza.

— Cualquiera estará bien, no habrá problema. — respondió Lily con frescura y una gran sonrisa radiante. Scorpius ligeramente se sonrojo por los gestos de la niña y sin querer su cabello paso a ser color rojo. Ella le miró curiosa. — Nunca te había visto usar tus habilidades de metamorfomago.

Esa frase pareció captar la atención de todos los niños presentes. Scorpius se maldijo internamente por ser tan descuidado.

— Oh, no me había dado cuenta. — fingió demencia. Sus tres hermanos le veían con burla.

— Yo solamente a Antares, es grandiosa. — comentó Albus tratando de salvar a su amigo del escrutinio de los niños Malfoy.

— Que no te escuché Lysander, sino te meteras en problemas. — advirtió Scorpius cauteloso. Antares le miró con frialdad.

— Pues yo a Scorpius, el día que tomo la forma de Louis, fue asombroso. — recordó James con diversión.

— Ya sabía que soy grandiosa, pero también modesta. Vengan chicos, no tienen nada de qué preocuparse. Nuestros padres resolverán todo. — ignoró Antares al primogénito de los Potter.

Fue así como el grupo de niños se internó aún más en la mansión.

— Ya que eres tan grandiosa, ¿Puedes poner trompa de puerquito? Teddy una vez me contó que su madre biológica sí podía hacerlo. — preguntó James con curiosidad retomando el tema.

— Preferiría no hacerlo. — respondió Antares con disgusto, componiendo una mueca.

— Es una lástima, me daba curiosidad. Incluso Teddy también he visto que lo hace de vez en cuando. — comentó Lily con algo de decepción.

Al parecer no se quedó con las ganas, ya que automáticamente al escuchar sus declaraciones, Scorpius usó sus dotes mágicos de metamorfomagia.

— Oink, Oink. — exclamó Scorpius con una trompa de puerquito. Lily cuando lo vio empezó a reírse risueñamente. Los demás le miraron pasmados.

— Por Salazar, esa Lilu lo tiene a sus pies. — comentó Cissa horrorizada, apretando a su gato entre sus brazos, que se removió incómodo.

— Es realmente escalofriante… — Susurró James con desagrado. Estaba el pequeño mago tan cerca de Narcissa que el gato de la chica le soltó un zarpazo. — ¡Ah maldita sea! Tu horroroso gato me rasguño.

— No le agradan los Leones. — dijo Cissa con calma, mientras acariciaba la cabeza de su mascota con delicadeza.

— Genial, yo no soy un león. — exclamó Albus acercándose a tocar al animal.

— Pues lastima porque algunos de tus hermanos serán leones. ¡Tu mamá fue Gryffindor! Incluso apuesto que tú serás leona. — gritó James impaciente.

— Está bien, no le agradas tú en específico, eso es todo. — declaró Cissa con dignidad. James abrió la boca para protestar, pero se calló su mal humor.

— No te sientas mal, esa cosa odia a todos. Al menos Nix, el gato de Antares solo odia a Scorpius, pero el de Cissa es una amenaza. — confesó Abraxas sin ninguna vergüenza.

— ¡No hables así de Mulciber! Míralo, se lleva bien con Al. — exclamó Cissa ofendida. El gato bufo y se erizó su pelaje gris.

— Curioso, tiene los ojos rojos. — analizo Al con gran atención.

— Joder, hasta el nombre es aterrador… — Murmuró James ligeramente atemorizado.

— Vocabulario… — dijo Tares cómo advertencia.

— Cada vez te pareces más a tía Mione. Me asustas. — chilló el primogénito de los Potter, los demás rieron.

— Empiezas a sonar como Bruno. — se defendió Antares fastidiada.


La madriguera

Sala de estar


La siempre abarrotada madriguera se encontraba sumida en un silencio sepulcral. Muy pocas veces se podía ver aquella morada en ese estado. George Weasley había llegado a su hogar de la infancia a través de la aparición en el patio. Cuando estubo frente a la puerta, ni siquiera se espero que está estuviera abierta. Cuando ingreso a la sala, se encontró con su hermano pequeño sentado en un sillón orejero. Se veía cansado, mientras bebía de su vaso.

— ¿Dónde está mamá?. — preguntó George con seriedad, sin ni siquiera tomarse la molestia de saludarlo.

— Está dormida en su habitación. ¿A ti qué te pasa?Hace años que no te veía con esa cara. — dijo Ron con intriga, tratando de averiguar que pasaba por la mente de su hermano.

— ¿Qué sabes de Ginny?. — preguntó George cauteloso, examinado con detenimiento la sala y parte de la cocina.

— ¿Ginny? Pues lo mismo que tú, no la he visto desde la tarde. — respondió Ron consternado. — ¿Le ha pasado algo?. — añadió preocupado.

Al comprobar que su hermana no se encontraba alrededor, George dejo ir un suspiro cansado.

— No es eso, tengo la ligera sospecha que acaba de cometer la estupidez más grande de su vida. — comentó pesimista.

— ¿Qué quieres decir? — preguntó Ron asustado. George le miró, debatiéndose si debía de compatir aquella información con su estúpido hermano menor.

— La hija de Harry ha sido secuestrada hace una hora en el callejón Diagon. — confesó con seriedad mortal.

— ¿Lily?. Por Godric, ¡Ginny tiene que saberlo, es su madre!. — exclamó Ron escandalizado, incorporándose de su asiento abruptamente.

— No fue Lily, ella está bien por fortuna. Estuvo en el altercado, pero se han llevado a Alheli. — corrigió el pelirrojo mayor con cautela, esperando ver cómo reaccionaba el otro.

— ¿La hija de Greengrass?. — cuestionó Weasel sorprendido.

— También es la hija de Harry, Ronny. — dijo George con seguridad. Le molestaba un poco que a estas alturas, Ron aún no aceptará a la pequeña Alheli como una miembro más del clan Potter. Ron pareció meditar la situación unos segundos.

— ¿Pero qué tiene que ver Ginny en eso?. — increpó.

— Usa la cabeza, Ronny. Uno no tiene que ser tan inteligente para sumar uno más uno. — comentó George un poco burlón.

— Estás exagerando, George. Ella no sería capaz de hacer eso. — declaró Ron, entrecerrando los ojos. Sabía que George creía que Ginny tenía que ver algo en el secuestro de la hija de Harry. Aunque ahora que lo sopesaba, la situación no sonaba tan descabellada, después de todo, era mucha coincidencia que la niña fuera raptada el mismo día que Ginny había sido notificada sobre sus nuevos cargos y su situación legal. — ¿O si?. — se preguntó a si mismo con inseguridad.

George al verlo tan confundido sintió algo de remordimiento dentro suyo. Ok, aceptaba que su hermano era un completo idiota, que solamente hasta la fecha se había dedicado a sembrar el caos y los problemas en su familia y grupo de amigos. Aún así, a George le dolía la situación, quería verlo feliz y bien. Ron aún no cometía errores tan garrafales cómo los de Ginny, él aún tenía oportunidad de redimirse.

— ¿Sabes algo?. Aún estás a tiempo de no cometer los mismos errores, Ron. Deberías reflexionar sobre ello. — comentó George suavizando su mirada, poniendo su mano en el hombro de su hermano en señal de apoyo. Ron abrió mucho los ojos ante tal declaración. — Voy a ver a mamá a su cuarto, necesito ver cómo está. Seguramente aún sigue muy afectada por el juicio.

Fue así como George dejo solo a su hermano, reflexionando en mitad de la sala. Ron no quería verlo, pero todo lo que le dijo su hermano era verdad. Hasta ahora se había dedicado a destrozar a su familia a su paso, sin llevar a pensar en los sentimientos de su esposa e hijos. Los había apartado como si de un par de ropas viejas se tratarán. Luego estaban sus amigos, principalmente Harry. Hasta ahora lo había perdido gracias a que no pudo aceptar a las nuevas compañías de su amigo, entonces era verdad que él tenía prejuicios de lo peor, ¿Por qué era tan juzgador?, nadie lo había nombrado un verdugo. Él no debía de haberse metido en el matrimonio de Harry. Si el mencionado y su hermana no habían funcionado como matrimonio, él no debería haberse metido todos esos años. De haber sabido que Ginny había encantado a Harry para que se enamorara de ella, él hubiera tratado de hacerla razonar a tiempo.

Por último, estaban los Malfoy. Vale, en verdad la familia aristocrática le sacaba de sus casillas con su perfección y egocentrismo, pero hasta ahora ellos no habían hecho algo malo. Solo se habían dedicado a defender a los suyos a capa y espada. Hermione, su hermosa Hermione muy en el fondo seguía siendo esa bruja delicada y sentimental que amaba a todos sus allegados. Quizá estaba casada con el estúpido de Malfoy y su carácter se había endurecido un poco, pero tal vez ella era la misma niña que seguía luchando por una mejor comunidad mágica y desinteresada. La mujer justiciera seguía latiendo fuertemente en el alma de la bruja. Pero debía admitir que en efecto, no todo era perfección en ella. Solamente estaba el falló de que ella realmente amaba a Malfoy, no eran mentiras como él había creído.

Quería golpearse, al darse cuenta de lo estúpido que había sido.

Cómo había creído credulamente que sería capaz de separar a un matrimonio de años, que hasta ahora le habían demostrado que eran maravillosos juntos. Un tipo de amor no convencional, pero al fin al cabo era amor de verdad. Le dolía, pero debía dejar ir el viejo recuerdo de su amor por Hermione. Eso era pasado, ya no había marcha atrás. Ahora solo le quedaba tratar de solucionar sus errores y si tenía suerte, volver a recuperar algunas de las cosas y personas que realmente han valido la pena en su vida. Ver la situación en la que se había metido su hermana le había hecho abrir los ojos. Hace varios días que empezaba a dudar de su comportamiento, pero no creyó que llegaría a tales extremos. Ella quizá ya no tenía salvación, no quería terminar él de la misma manera.

— Ginny, ¿Por qué hicimos todo mal?. — pensó Ron con melancolía, mirando por la ventana de su casa, perdido en sus pensamientos.


Ministerio de magia Londinense

Departamento de aurores

Oficina privada de Harry Potter


A esas horas el ministerio se encontraba ya casi vacío, a excepción de las personas que trabajaban en el turno de la noche en los diferentes departamentos como seguridad. Harry había roto el tiempo récord al llegar prontamente a su oficina. Los Malfoy cuando arribaron, rápidamente empezaron a colocar un par de velas en su escritorio y convocaron un mapa de Londres en medio de ellas. Lo que lo alarmó al mago, fue la daga victoriana de hoja ligeramente curva que sacó Hermione de sus ropajes.

— ¿Para qué diablos quieres eso?. — preguntó Harry escandalizado.

— Lo que estamos a punto de hacer es una especie de encantamiento. Es magia muy antigua, así que por obvias razones requiere un poco de sangre. — explicó ella serenamente, agitando el arma como juguete, ante la atónita mirada de Harry.

— Con eso sabremos dónde está tu hija. No te vayas a desmayar por ver un poco de sangre, Potty. — dijo Draco con sarcasmo. — Naturalmente nosotros somos los guardianes de tus hijos, ya que técnicamente nosotros les hemos dado esas piedras disfrazadas. — explicó sonriendo guasonamente.

— Con Hermione cómo guardiana me siento tranquilo, pero a ti… Tengo mis dudas. — respondió Harry malhumorado.

— Gracias por tus bellas palabras, yo también te aprecio. — dijo Draco sonriendo con solemnidad.

— Basta de juegos, empecemos. — reprendio Hermione con obstinación. Draco que no quería hacer enojar a su esposa, se acercó a su lado.

Con ayuda de sus varitas, prendieron el par de velas del escritorio. Las luces se apagaron y la habitación solo era iluminada por las tenues llamas. Draco y Hermione tomaron la daga y se hicieron un pequeño corte en la palma de su mano, para así derramar un par de gotas en el mapa. Después de esto, se tomaron de las manos y con otra apuntaron hacia al mapa cada uno con su varita. Harry se quedó frente a ellos, del otro lado del escritorio observando todo en silencio.

— Revelare locum. — dijo Draco.

— Nos custodes petimus venatum magicarum activationem di Alheli. — anunció Hermione con voz serena.

— Revelare locum. — dijo Draco nuevamente.

— Revelare locum. — dijeron los magos al unisono.

Sin esperar más, la sangre de los dos brillo en el mapa y se empezó a mover con vida propia por el mapa. Una pequeña esfera hecha de sangre giraba y giraba sin cesar. No tardó demasiado en detenerse en un punto fijo.

— ¡Hogsmeade!. — exclamó Harry ansioso. El lugar exacto que señalaba la esfera de sangre era la casa de los gritos.

— Cómo sospeche, Ginny nunca ha sido muy astuta. — sonrió Hermione con suficiencia.

— Por Salazar, habiendo tantos lugares para esconderse y escoge esa pocilga. — dijo Draco con desaprobación.

— ¿Ya puedo enviar a mi equipo de aurores? Mi hija está en peligro. — preguntó Potter desesperado. Sería cuestión de un santiamén convocar a su equipo predilecto para llevar a cabo esa misión.

— Creo que es hora. Prepárense, iremos a una caza de brujas. — dijo Draco con determinación. Se sentía ansioso, hace mucho que había dejado atrás esa combinación de adrenalina con acción. La última vez había sido en la guerra contra Voldemort y no había salido muy bien parado, pero al menos tenía la certeza que está vez todo saldría como debería ser.

— ¿Es correcto decir eso cuando nosotros también somos magos?. — preguntó Hermione chulería.

— Leona, te amo, pero no te pongas tan técnica en este momento. — contestó Draco con insolencia.

— Ustedes no pueden venir, son solo civiles. — Masculló Harry autoritario. No quería poner en peligro a gente de manera innecesaria.

— Auch, no somos magos de cuarta Potty. Sabemos lo que hacemos. — dijo el rubio ligeramente ofendido, haciendo un gesto de desagrado.

Harry estaba a punto de objetar, pero Hermione de le adelanto.

— Lo que Draco quiso decir, es que somos una de tus mejores opciones. — confesó ella de manera analítica. — Ginevra puede dar su brazo a torcer si se siente rodeada y amenazada por nosotros. Quizá podamos distraerla y poner a Alheli a salvó sin necesidad de hacer tanto escándalo.

— Incluso puede huir si se da cuenta que viene un equipo grande de aurores. Las comadrejas son escurridizas. — añadió Draco persuasivo. — Si vamos nosotros con ustedes, no podrá resistir la tentación de hacemos frente. Así perderá de vista a Alheli y podremos ponerla a salvó de manera más eficiente y rápida.

— ¿Funcionará? — preguntó Harry esperanzado. Ese par de magos sí que podían ser convincentes. Al fin y al cabo dudaba que les fuera a suceder algo. Los dos eran magos talentosos que sabían defenderse muy bien, así que estarían bien, después de todo, solo querían acorralar a su ex esposa.

— Ella es igual de idiota que su hermano, te lo garantizo. Además, que mi querida Leona te pateaba el trasero cuando éramos más jóvenes, estoy seguro. Era obvio que ella era la mejor en ese estúpido ejército de Dumbledore. — halagó orgulloso.

— Dragón, no es para tanto. — se sonrojó un poco apenada.

— De eso nada, te vi combatir mortifagos en la guerra. Esto es un juego de niños. — dijo su esposo con una gran sonrisa complacida en el rostro.

— Uh… Ustedes me dan algo. — Masculló Harry ansioso, mientras entrecerraba los ojos. Ver tanto amor le ponía incómodo, más que nada porque su bruja se encontraba en el hospital.

— Envidia, será… — dijo Draco con insolencia, haciendo maldecir a Harry por lo bajo.


Hogsmeade

Casa de los gritos


La siempre silenciosa casa de los gritos está vez era la receptora de gritos y lloriqueos interminables. Apenas empezaba a anochecer, por lo tanto la luz aún era suficiente, pero muy pronto necesitarían un par de velas o algún lumos. Los habitantes del famoso pueblo ni siquiera se habían percatado de que la casa de los gritos estaba ocupada, tan alejada estaba del centro del pueblo que muchas veces era olvidada. Ginny Weasley miraba con fastidiado a la niña pequeña que se encontraba llorando de manera desconsolada, en una esquina de lo que parecía ser la sala.

— ¡Niña cállate de una vez!. — gritó la mujer harta.

— ¡No! Llévame con mis papás. — pidió desconsolada la niña, sorbiedo el contenido de su nariz en el proceso.

— Tu madre era una odiosa, se metió con lo que más quería, aunque ya no debo preocuparme, debe de estar muerta a estás alturas. Así que tú vas a pagar la deuda que dejó. — explicó sin paciencia la bruja, señalandola con el dedo.

— ¡Mi mamá no está muerta! — exclamó Alheli con desesperación. — Pero soy una niña, ¡Ni siquiera trabajo! ¡No tengo dinero para pagarte!

— Me refiero a que me voy a encargar que desaparezcas. — dijo Ginny fastidiada, girando sus ojos. Después miró a la infante con dureza. — Así mi Harry no tendrá la necesidad de hacerse responsable de una bastarda, de un desliz pasado. Así los dos huiremos de Londres, para hacer una nueva vida.

— No puedes llevarte a papá. Yo no te he hecho nada, señora Weasley, déjeme ir… — exclamó la menor de las Potter desconsolada. La bruja mayor se tapó los oídos por el chillido.

— Tu y tu madre solo han traído problemas. Desde que apareciste Harry dejó a su familia. ¡Son peor que la peste!. — exclamó escandalizada.

— Eso no es cierto, mis hermanos están felices con nosotros. — refutó Alheli obstinada.

— ¡Ellos no son nada de ti! Ellos deben estar conmigo, ¡Yo soy su madre, no Greengrass!. — gritó Ginny encolerizada, haciendo callar de golpe a la menor que la veía con ojos asustados. Después de eso, una revelación vino a la mente de Weasley. — ¿Sabes que es lo peor de todo y apenas me doy cuenta? Los verdaderos culpables de todo esto, los que empezaron la situación y alentaron a Harry fueron los Malfoy. — declaró ferviente, recordando repentinamente la existencia del clan Malfoy.

— ¿Tío Draco y Tía Mione? — Susurró Alheli asustada.

— Si ese par nunca hubiera parecido, mi familia seguiría en mi poder. Seguiría siendo la respetable señora Potter. Aún tendría dinero y reconocimiento. — Ginny no sabía porque le explicaba esas cosas a una niña de 6 años. Quizá ella no entendía la situación, pero Alheli si lo entendía. Había estado en la calle alrededor de un año en el mundo muggle cuando escapó del orfanato. Ella sabía que existía la gente mala, pero nunca pensó que la regla también se aplicaría en el mundo mágico.

— Pero ellos no te han hecho nada… — dijo la menor con cautela, sopesando las confesiones de la bruja.

— ¡Lo han hecho todo!. — bramó Ginny encoleriza. — Hermione desde que apareció en la vida de mi familia ha sido un estorbo. Siempre llamando la atención de todos mis hermanos, mis padres, nuestros amigos. ¡Incluso Harry siempre la prefirió por encima de mi! ¡Cuando ellos pelearon hace 17 años pude ver la cara patética de arrepentimiento de mi marido por sacarla de su vida!. — explicó con amargura, recordando como Harry siempre se mostraba arrepentido por ese acto. Repentinamente dejo de lado el enojo y su cabeza empezó a planear más cosas. — Y Draco Malfoy sigue siendo el estúpido mago bully que debo quitarme de encima. Después de quitarte de mi camino, mi siguiente paso será acabar con los Malfoy. Primero iré por la zorra de Hermione, luego vendrán todos sus asquerosos hijos y por último el mortifago con el que se casó. — añadió con malicia. Su cara era de satisfacción pura, un gran contraste, ya que hace unos momentos se mostraba enojada. Alheli de planteó seriamente que esa tipa era bipolar.

— Estás loca, eres mala… — concluyó Alheli Potter atemorizada. Está vez no podía escapar, su captora era una bruja experimentada, ella apenas era una cría que empezaba a conocer el mundo mágico. No había manera.

La bruja pelirroja pareció sonreír aún más por las palabras dichas. Con cautela se acercó a la niña, apuntando su varita al cuerpo de la pequeña.

— Oh, querida niña bastarda. Esto no es nada con lo que tengo pensado hacer contigo. Podrás tener la sangre de Harry y compartirla con mis hijos, pero eso no va a detenerme. ¿Por qué no comenzamos de una vez?. — propuso Ginny con una voz melosa. Alheli estaba segura que esa varita sacaría flores y colores, no era nada bueno.

— ¡Crucio! — gritó Ginevra convocando uno de los maleficios imperdonables, juntando todo el odio que sentía y que podía dirigir. Algo salió de la varita y se estrelló contra el cuerpo de la niña.

— ¡AH! — gritó asustada, más no adolorida. No sabía que sucedía, pero aquel maleficio había hecho contacto con ella, pero no sentía nada de dolor. Era como si un cosquilleo molesto le recorriera, pero no pasada de ahí.

— ¿Pero qué? ¿Qué acaba de pasar?. — Masculló Ginny frustrada y sorprendida de no ver a la niña retorciéndose del dolor en el piso, gritando como una posesa. En lugar de eso, su Crucio había chocado con la víctima, luego había una especie de barrera muy delgada que no dejaba hacer efecto el maleficio. Cuando estaba dispuesta a alzar su varita de nuevo en contra de Alheli, una voz la interrumpió.

De entre las sombras salieron los Malfoy de manera enigmática, misteriosa y silenciosa. Ginny nunca se hubiera percatado de su presencia sino fuera porque alguno de ellos había decidido hablar.

— ¿En serio Weasellete? ¿Un Crucio a una niña?. — cuestionó Draco con repulsión. — ¡Estás enferma!. — añadió mortalmente serio. En verdad que estaba cabreado. Si algo realmente le molestaba en la vida, era que de metieran con los niños pequeños que no sabían cómo defenderse.

— Se queja tanto de los mortifagos, cuando ella es la peor escoria. — añadió Hermione con frialdad. Comprobó de manera rápida el estado en que se encontraba Alheli. Al parecer seguía sana y segura físicamente, al menos eso era un alivio.

— ¡Ustedes! ¿Qué hacen aquí? ¿Cómo me encontraron?. — gritó Ginny iracunda, pero ligeramente nerviosa. Qué la encontrarán tan rápido no significaba nada bueno, pero eran los Malfoy, ¿Qué tan mal podían salir las cosas para ella?. Al menos no estaba Harry.

— Eres demasiado idiota. No supones mucho reto. — respondió Draco con insolencia.

— Veo que el inepto de Harry ni siquiera ha sido lo bastante bueno para encontrarme aún, no puedo creer que sus amiguitos se le adelantarán. — escupió las palabras con coraje. Alheli permanecía muda en el fondo de la habitación, mirando con ojos suplicantes a sus tíos.

— Me sorprende lo ingrata que puedes ser. Harry siempre estuvo para ti, ¿Por qué hiciste todo eso?. — preguntó Hermione hostil.

— ¡Él nunca estuvo para mí! ¿Qué no ves? ¡Siempre fuiste tu asquerosa sangre sucia! — gritó con rencor. Hermione arqueó una de sus cejas denotando curiosidad, Draco apretó su mandíbula con fuerza. Podía pasar mucho tiempo, pero aún era inaceptable para él que alguien se dirigiera a su esposa con aquel apelativo. — Hermione, esto. Hermione, aquello. Oh, pobre Hermione, no debí tratarla así, ¿Qué será de ella?.

— ¿A qué te refieres? — preguntó la mencionada con dureza. Ginny le miró como si fuera tonta.

— Él nunca superó que te fueras. Lamentablemente siempre fuiste especial para él. Quizá no románticamente, pero era un fastidio que pensará en ti. — explicó con un tono un poco celoso. — ¿Por qué no se preocupaba por mí? ¡Yo era su esposa, no tú!.

Hermione se encogió de hombros por la situación. Era hora de olvidar el pasado, de las malas relaciones que tuvo con Harry ya de los errores que cometieron.

— Qué yo sepa nunca te trató mal. ¿Acaso te faltó alguna vez el respeto?. — preguntó Hermione escéptica.

— No, nunca lo hizo. ¡Era demasiado aburrido!. — expreso la pelirroja exasperada. — Se supone que si me case con el elegido era para ser reconocida, aprovechar la fama y el momento. Las fiestas, las amistades y eventos. Harry nunca quería ir… — añadió caprichosa. — Y luego me salen con el cuento que me engaño y tuvo una hija con otra. ¿Cómo debía reaccionar?. Él nunca me ha amado realmente.

Ante la rabieta infantil de la bruja, Draco compuso cara de horror.

— Puedo entender sus razones a la perfección. — dijo el mago con repulsión.

— Cállate, asqueroso mortifago. — Masculló Ginny de mal humor. — Ahora me toca hacerlo pagar. Empecé con su asquerosa amante, ahora me deshare de la bastarda que engendro.

— ¿Crees que vamos a permitir que te escabullas ahí como la comadreja que eres? — preguntó Hermione con burla ácida.

— Eso no será necesario, pienso hacerles frente. Como la valiente y digna Gryffindor que fuí. — contestó la pelirroja con orgullo. Después señaló despectiva al par de magos. — Ustedes solo son un par de magos de cuarta. ¿Qué podrían hacer en mi contra un estúpido mago pocionista y una abogaducha en un duelo?.

Hermione y Draco se miraron en silencio por un momento, antes de romper en estridentes y ruidosas carcajadas.

— ¡Jajajajajajaja! —

— ¿Qué es tan gracioso? — preguntó Ginny ofendida, su rostro estaba sonrojado por la molestia.

— Pensar que podrías con nosotros Weasellete. — Masculló Draco petulante.

Ella no espero respuesta, volvió a levantar su varita sin vacilar.

— ¡Crucio! —

Los magos esquivaron el maleficio como si nada, desenfundado sus varitas.

— ¿Eso es todo? ¿No te sabes otro maleficio?. — preguntó Draco provocador.

— ¡Avada Kedrava! — dijo con todo el odio posible. La estela verde iba directamente hacia Hermione y con habilidad, la bloqueo de manera elegante y rápida con un encantamiento de protección.

— Aburrido… — dijo la mujer de oro, bostezando cansada.

— Será mejor que te encargues tú, ya me empezó a fastidiar. — dijo Draco a la nada. Hablándole a nadie en concreto, situación que confundió a Ginevra. Draco miró a la pelirroja con hastío. — Con sinceridad Weasellete, esperaba cosas mejores de ti, pero como siempre resultaste ser una decepción.

Ginny furiosa estaba a punto de volver a atacar. Ya sabía que quizá no era una bruja tan hábil, pero tenía lo suyo. La mejor opción era deshacerse de la bastarda de su ex marido ahora que tenía oportunidad. Eso les dolería a los Malfoy.

— ¡No pensarás eso cuando me deshaga de la mocosa!. — gritó con energía renovada, dándose la vuelta para encarar a Alheli. Grande la sorpresa que se llevó al no verla al fondo de la habitación.

— ¿A dónde carajos se fue?. — gritó alterada con confusión. Empezó a girar su cabeza en diferentes direcciones.

— De nuevo, tu odio te cegó. Es fácil ocultarse mi capa de invisibilidad. — dijo una voz a un lado de los Malfoy. Una voz muy conocida que hizo que los vellos se le erizarán. Dónde antes no había nadie, ahora estaba Harry Potter sosteniendo su capa y detrás de él su pequeña hija, que se aferraba con fuerza a su cadera.

— ¿Harry? — balbuceó Ginny.

— ¿Creiste que no vendría a rescatar a mi hija?. — preguntó Harry retador. Estás palabras hicieron salir del letargo a la bruja.

— ¡Ella no es tu hija! ¡Tu solo tienes dos hijos conmigo! — expreso molesta.

— Cómo siempre dejando a Al a un lado. — contestó Harry con desprecio. Ginny hizo una mueca ladina. — Me arrepiento de haber estado contigo, lo único bueno de nosotros fueron nuestros "tres hijos".

— Al menos me deshice de tu zorra teñida. — sonrió la mujer maliciosa. Harry empezó a negar con la cabeza. Los Malfoy permanecían en silencio, ellos ya habían cumplido su parte al mantener ocupada a Weasellete.

— Lamento decepcionarte, ella está viva. Y créeme que planeo pasar el resto de mi vida con ella. Formar la familia que nunca pude contigo, porque a diferencia de ti, a ella le amo. — dijo Harry defendiendo a su familia, con seguridad y sin vacilar. A Ginny se le descompuso el rostro y dejo de sonreír.

— Auch, eso me dolió hasta a mí. — comentó Draco socarrón.

Ginny ya ni siquiera espero a que se dijera otra palabra, giro sobre sí misma para apuntar al fondo de la habitación.

— ¡Bombarda Maxima! —

Fue así como quedó un gran agujero en la pared de la casa de los gritos. Sin más preámbulos, Ginny salió corriendo por ese lugar. Harry, su hija, Draco y Hermione caminaron tranquilos por el mismo camino, mirando como la otra bruja huía desesperada.

— No te asustes cielo, no pasa nada. — consoló Harry a su hija que aún se encontraba no muy nerviosa.

— ¿En serio acaba de destruir la casa de los gritos? ¡Qué le pasa! Esto es casi un patrimonio mágico. — exclamó Hermione ofendida.

— Papi, detén a la señora mala. — comentó Alheli tímidamente.

— ¿No van a detenerla?. — preguntó Draco intrigado. Veía muy pasivo al jefe de los autores.

— Le estamos dando ventaja, mi equipo de aurores está en la redonda. Incluso pusimos un manto contra desaparición en Hogsmeade. — explicó Harry con tranquilidad, mientras se encogía de hombros. — No irá a ningún lado, su única opción es correr.

— Oh, miren. Ahí están, rodeándola. — dijo Hermione, señalando a la lejanía como un grupo de cinco aurores rodeaban a la bruja pelirroja, que a juzgar por sus gestos, empezaba a entrar en frustración.

— 50 galeones a qué se pone a llorar y a pedir clemencia. — dijo Draco burlon.

— No, yo apuesto a que lanzará hechizos para tratar de escapar. — dijo Hermione obstinada.

— ¿Qué dices Potty? ¿Entras a la apuesta? — preguntó Draco entusiasta.

Harry les miró muy extrañado, entrecerrando sus ojos. Vale, Hermione era confiable, pero muy competitiva. Draco por su parte sabía que era un tramposo de primera.

— No, ustedes me dan mala espina. — Masculló Harry desconfiado.

— Aguafiestas. — contestó Malfoy girando sus ojos fastidiado.

Se quedaron mirando como el equipo de aurores hacía su trabajo. En efecto, Ginny se había desesperado y empezó a lanzar hechizos a diestra y siniestra, que iban desde los más sencillos, hasta los más peligrosos, pero a pesar de los intentos ellos le ganaban en número. No resultó mucho esfuerzo poder derribarla y lanzarle un incarcerous.

Hermione miró triunfante a su esposo.

— Creo que alguien me debe 500 galeones. — dijo la mujer con chuleria.

— ¡Dije 50! — respondió el rubio a la defensiva.

— Yo no escuché eso. — dijo la señora Malfoy sonriente.

— Potty y Alheli son mis testigos. — dijo Draco con terquedad, cruzándose de brazos.

— A mí ni me metan. — comentó Harry sonriente. Ahora lo entendía, la verdadera amenaza siempre había resultado ser su amiga.

— Qué gran aliado resultaste ser. — dijo Malfoy sarcástico. No habia de otra, su leona tendría sus 500 galeones, no representaba una perdida de dinero. — Uf, ha sido un día largo. Al menos ya es hora de descansar. — dijo perezosos, estirándose para quitarse el cansancio de encima.

— No tan rápido, tenemos que ir a ver cómo está Daphne a San Mungo y llevarla a qué descanse a casa. — advirtió su esposa.

— Yo tengo que ir a hacer el papeleo y entregar mi reporte de los hechos al ministerio. ¿Puedo encargarles a Daph y mis hijos? — preguntó Harry preocupado.

— Claro que no es molestia. Los atenderemos está noche en nuestro hogar. — respondió Hermione con rapidez, sonriendo radiante. Draco solo se encogió de hombros.

— Ah, me las deberás. Eso es todo… — declaró serenamente.