Durante la noche luego de enterarse del estado de su hermano, Todomatsu se preguntaba las razones que habían tenido sus padres para ocultarle la verdad. No debería de ser muy malo habérselo dicho a él. Ya no era una criatura.

Sin embargo, notaba un ligero cambio en su hermano. Se le veía más sereno, justo como su propio estado actual.

Después de darse cuenta de todo aquello que le había sido oculto, estaba seguro de algo: el comportamiento de Choromatsu durante los últimos meses tenía una justificación y había una buena razón para los desmayos y el malestar. Se había quitado la duda, pero no el peso de encima.

Pasaron los días…
Pronto su padre les hizo saber a los desconsolados muchachos que no le estaba yendo muy bien en el trabajo y que tendrían que ir a la escuela en bus, pues la camioneta no estaba en muy buen estado y necesitaba reducir ciertos gastos mientras pudiera. Ellos aceptaron, sin estar conscientes del enorme problema que ello conllevaría.

Habian pasado casi tres semanas desde que el "menor" conocía la verdad sobre su gemelo.
Camino a la parada de autobús, Todomatsu dijo:

—Choromatsu nii-san, ¿puedes seguir caminando? Si quieres podemos regresar a casa…
—No —respondió Choromatsu yendo a paso lento—, pronto van a entregar las calificaciones de los exámenes finales, así que…
—¡Puedo hablar con los profesores sobre eso! Creo que deberías descansar por ahora. —Todomatsu estaba preocupado y no podía disimularlo, pero la determinación de Choromatsu era mayor.
Se notaba a leguas que andar a pie significaba en gran sacrificio para el mayor, pero no quería dejarlo, pues sabía que en cuanto se echara para atrás, su cuerpo se acostumbraría y no podría volver a hacerlo sin tanto esfuerzo.

Cuando llegaron a la escuela (tarde) después de la caminata, Choromatsu tuvo que disculparse con el profesor por su llegada tardía e igual Todomatsu, que había acompañado a su hermano hasta su salón de clases y después había vuelto al suyo propio. Las miradas se clavaron en ellos.

Después de las primeras tres horas de clases tuvieron un breve receso, en el que pudieron ir a ver a Osomatsu con brevedad. Estaba llegando recién a la cancha de baloncesto.

—¡Osomatsu-san!
Sin embargo, el mencionado no volteó a ver a Choromatsu. Todomatsu, que estaba junto a su hermano, gritó todavía con más fuerza:
—¡OSOMATSU-SAN!

Osomatsu y algunos de los muchachos que le rodeaban voltearon a ver a los gemelos. Ambos se aproximaron y el mayor se alejó un poco del grupo.

—Hola, chicos. ¿Qué sucede?
—B-Bueno, yo… —Choromatsu no hallaba las palabras exactas—. Ha pasado ya mucho tiempo, pero quiero disculparme contigo porque… la última vez que hablamos hace varias semanas, arruiné tu último partido de baloncesto.
Todomatsu observaba a su hermano con curiosidad.
—Ah, eso… No te preocupes. Nadie pudo haber visto venir aquello, es agua pasada.
—¡Pero…!
—Mira, si alguien no recurría a tu ayuda podrías haber empeorado. No hice mucho por ti, la verdad. Pero asustaste a todo el mundo…
Choromatsu hizo una reverencia.
—¡Lo siento mucho!
Osomatsu ni dijo nada más. Sonrió como característicamente lo hacía y se frotó la punta de la nariz con el dedo índice. Lo único que estaba haciendo era ver el juego de otros chicos; ya no le apetecía jugar más en aquel campus. Lo que Choromatsu no sabía, por supuesto, era que no todo había acabado para él. Dentro de unos meses iría a las nacionales, aunque no se lo había mencionado simplemente porque lo había pasado por alto. Lo único en que pensaba era en el bobo torneo del instituto, que había quedado atrás.
En aquel instante, cuando Choromatsu todavía mantenía su cabeza baja, la joven Totoko que aproximaba sonriente a Osomatsu con una caja de bento.

—¡Osomatsu-kuuun! ¡Comamos junt…! —Al ver a los gemelos frente a su novio, detuvo su andar infantil y su sonrisa amistosa. Ahora solo tenía una expresión dubitativa—. ¿Qué es lo que pasa?
Cuando Choromatsu cayó en cuenta de que no tenía nada que estar haciendo ahí, con las mejillas sonrojadas y torpes movimientos se alejó rápidamente. Aquella mujer nunca sería suya… ¡Ella estaba con Osomatsu! El tan solo recordar la pequeña esperanza que había albergado su corazón para llegar a gustarle algún día le hacía sentir apenado consigo mismo a rajatabla. A como pudo, echó a correr. Todomatsu reverenciando rápidamente tanto a Osomatsu como a Totoko, siguió a Choromatsu.

—¡Choromatsu nii-san, espera! —Rápidamente le dio alcance—. ¡Sabes que no debes moverte así!
Choromatsu jadeaba con fuerza. Había llegado a uno de los pasillos de la primera planta.
—¿Qué sucedió? —le cuestionó Todomatsu—. Corriste de repente, y además te disculpaste con Osomatsu-san.
—Totoko-chan no me gusta…
—¿Eh?
—¡Totoko no me gusta nada!
—¿A qué viene esto?
—Ella… La vez que salimos juntos me rechazó… porque se había dejado llevar por los rumores y sus instintos. ¡Ja, ja! ¿Qué clase de chica querría tener como novio a un chico débil y enfermo como yo? Osomatsu-san le va mucho mejor… Ya no me importa…
Todomatsu se sintió mal por él. Choromatsu dijo:
—Este año los de tercero se gradúan de la preparatoria, ¿cierto? Osomatsu-san y Totoko-chan… no van a estar por lo que resta para nosotros.
—Cielos, Choromatsu nii-san, no tiene caso decirlo… pero, no pienses en ello. Osomatsu-san es un buen tipo… Algo idiota como todos los arrogantes de tercero, pero es una buena persona.
—¿Por qué dices eso?
—No estoy seguro. —Todomatsu puso su mano sobre el hombro de Choromatsu dándole leves palmaditas, mientras lo ayudaba a subir las escaleras con lentitud—. Volvamos arriba. La clase va a empezar pronto y es mejor que ya estés ahí. Y, por cierto, ya que mencionaste lo de los terceros, deberíamos reunirnos más en el salón del club… Karamatsu-kun va a graduarse pronto.

Choromatsu no dijo nada más.

El día había sido cansado. Las materias no variaban mucho de entre matemáticas, álgebra y química. Todo el mundo estaba exhausto. Las calificaciones de los exámenes fueron entregadas.

Choromatsu tuvo una calificación perfecta, Ichimatsu no tenía una muy buena ni muy mala, Todomatsu había sacado una casi perfecta, Jyushimatsu pasó por los pelos y Karamatsu no era muy diferente a su hermano.

Todos comparaban sus calificaciones cuando estaban en el salón del club.

5:30 pm.

—¡¿Puntaje perfecto?! ¿Quién rayos eres, Choro-chan? —le decía un Karamatsu sorprendido mientras sostenía la hoja con el puntaje escrito en ella.
—¡Es un genio! —dijo Jyushimatsu.
—¡Hum! Pude haber corrido con la misma suerte… ¡Pero era sospechoso que en ocho preguntas seguidas fuera la A! —se quejó Todomatsu con las mejillas infladas, pero internamente orgulloso de su hermano.
—Yo… mejor no digo nada —dijo Ichimatsu con un tono tan decaído que causó tanta gracia incluso para él mismo.
Todos juntos se echaron a reír. Jyushimatsu no estaba nada cabizbajo por sus notas. Solía decirse: «¡No necesito una buena nota en matemáticas para ser un beisbolista profesional!»

Esa tarde además de quejarse de los estúpidos exámenes y las materias que parecían querer matarles, hablaron de muchas otras cosas. De muchachas, de las vacaciones de verano, sobre qué comerían más tarde, del partido de béisbol que se llevaría a cabo dentro de unas tres semanas y de temas que no tenían nada que ver con el momento. Era un tonto club sin propósito, realmente.

Ichimatsu sacó de su mochila un paquete de galletas de chocolate que no se había comido durante el receso y las ofreció a los chicos. Todos quisieron.

Karamatsu de repente había mencionado que pronto se graduaría y que estaba ansioso por ello, aunque no de manera negativa pero tampoco una tan positiva.

—¿Y qué vas a hacer?
—¡Qué bueno que lo preguntas, Totty! —respondió Karamatsu con energía—. ¡Voy a dedicarme a la música!
Todos se rieron, menos Choromatsu. Karamatsu se defendió:
—¡¿Qué?! Voy a volverme famoso. ¡Cuando vean mi bello rostro en las portadas de las revistas de todos los locales que recurran, ya lo van a lamentar! El único al que le daré mi autógrafo sin negarme cada que me lo pida será a Choromatsu-kun. ¡Ni siquiera tú, my sunshine!
Jyushimatsu no se inmutó. Seguía masticando las galletas de chocolate.

En aquel momento de paz, Choromatsu consideró que podía hablar sobre su enfermedad a sus amigos. Para que comprendieran su lentitud en casi todo, su extraño comportamiento y el resto de sus problemas… Miró a Todomatsu de reojo en varias ocasiones, pero el menor no le devolvía la mirada; no se inmutaba. Al final de pensarlo mucho, no lo hizo. Sentía miedo y vergüenza todavía. No deseaba la compasión… Ya podría esperar.

Por los seis meses que quedaban del siclo escolar, intentaría disfrutar de sus pocos pero verdaderos amigos. Sin embargo, estaba desesperado. Sabía que tarde o temprano todos se cansarían de él. Sabía en sus adentros que, Ichimatsu, estaba comenzando a sentir un leve rechazo involuntario.

Cuando salían tarde del salón del club que se encontraba hasta el final del pasillo, bajaron hasta llegar al principio del segundo piso y se toparon con una ruidosa voz, proveniente del salón de maestros.

—¡Pero no es justo, viejo! ¡Necesito de verdad que subas mi nota!
—Uno cosecha lo que siembra, Osomatsu-kun.
—Si mantengo esta calificación, ¡ninguna universidad va a quererme! ¿Cómo van a aceptarme en los clubes superiores de baloncesto?
—¡Presenta el examen después de las vacaciones entonces, y ven a clases extras!
—¡Pero…!
—¡No hay peros! La nota final fue totalmente justa.
—Tch.

Ichimatsu, los gemelos, y el otro par de hermanos que escuchaban desde el pasillo —el cual ya estaba vacío y algo oscuro—, se rieron un poco al enterarse que Osomatsu había reprobado la mayor parte de las materias. "¡Incluso existe alguien con peor nota que Jyushimatsu!", pensaron todos.
El desenlace de aquello fue desconocido para ellos, que abandonaron el lugar. Ichimatsu tomó su propia ruta, Karamatsu y Jyushimatsu tomaron el tren a casa después de comprar unas sodas en una máquina expendedora durante el camino, y Choromatsu y Todomatsu caminaron juntos a casa.

—¡Cielos! —se quejaba Todomatsu—, ya sé que dije que la camioneta podía quedarse en casa, pero no quiero caminar hasta allá…
—Solo un poco más, Totty.
Choromatsu estaba notablemente más cansado que su hermano. Con las piernas un poco separadas, se esforzaba en dar un paso tras otro. El equilibrio a veces le traicionaba. Fácilmente en lo que Todomatsu daba tres pasos, Choromatsu apenas daba uno.
Cuando el sol estaba ya escondiéndose en el horizonte y el estridulante canto de los grillos se hizo presente, Todomatsu se quitó la mochila de la espalda y se la puso colgando de un hombro. Se puso de cuclillas enfrente de su hermano y dijo:
—Sube a mi espalda, nii-san.
—¡¿Qué…?! Totty…
—¡Vamos! Si llegamos cuando el sol ya se ha metido vamos a preocupar a mamá.
—P-Pero… ¡todos van a ver! —Choromatsu estaba sonrojado—. ¡No quiero!
—¡No puedes poner tus reglas ahora! Además, nadie va a ver. ¡Mira la carretera! No hay una sola alma.
Choromatsu, cruzado de brazos, pensaba en lo que le convenía. Cerrando los ojos con fuerza y soltando un suspiro, se montó en la espalda de su hermano. Todomatsu sonrió.

En ese momento, Todomatsu se sintió con un ligero pesar. Se había dado cuenta de que Choromatsu había perdido peso. Varias veces habían jugado juntos recientemente, cargándose el uno al otro, y Choromatsu tenía apenas un poco más de peso que Todomatsu, pero ahora la diferencia era muy diferente.

Choromatsu estaba más delgado ahora… y Todomatsu apenas caía en cuenta de ello. Comenzó a preocuparse. Y no solo aquello; notó que el cuerpo de su hermano temblaba.

Cuando llegaron a casa, cenaron y se fueron a dormir. Sin embargo, Choromatsu no paraba de quejarse por el malestar de las piernas. Cuando fue consciente de ello, Todomatsu se quitó de la cama de abajo y le ordenó a su hermano que bajara del segundo piso.

—Bájate de ahí, Choromatsu nii-san. A partir de ahora, ¡vas a dormir abajo siempre! Y si necesitas ir al baño, llámame.
—¡Nunca pensé que llegarías a decir eso! Ja, ja…
—¡Mhm! Calla.

Cambiaron de lugar. Luego de un masaje rápido que Todomatsu le dio a Choromatsu, ambos se fueron a dormir.

Cuando amaneció, Choromatsu estaba solo en la habitación. Oía voces procedentes del primero piso:

—¿Una credencial de discapacitados? ¡Claro que no! Sabes que la gente no es tolerante con eso.
—¡No seas así, cariño! Sabes que el muchacho lo necesita. —La voz era procedente de una preocupada Matsuyo.

Después de que el menor de los gemelos les explicara a sus padres el enorme problema que significaba para su hermano ir y venir de la escuela a pie, comenzaron a comentar sus posibles medidas.

—Ha avanzado muy rápido… —dijo el hombre—. Esta enfermedad no puede esperar ni un minuto. Sería mejor que… consiguiéramos una silla de ruedas para él.
—¡Pero…!
—Tal vez ustedes no lo han visto —se unió Todomatsu a la conversación—, pero la manera de andar de Choromatsu nii-san no es normal. Hay quienes se burlan de él a sus espaldas… Yo no puedo soportarlo.
—Esto es realmente malo —dijo la mujer con lágrimas asomándose por sus párpados—, ¡esta maldita enfermedad avanza muy rápido! Apenas ha aparecido hace seis meses…
—Debemos pensar en esto más a fondo. Volvamos al hospital de nuevo, querida. Debería haber una novedad.

Todomasu únicamente escuchaba.
De ser posible, le gustaría estar siempre con Choromatsu, pero ahora notaba los cambios que su estado conllevaba. Era demasiado cruel, y lo peor de todo era que su malestar aún no había asomado ni siquiera la punta de la nariz.

Temía que, en algún futuro cercano o lejano, tuviera que separarse de su otra mitad. ¡Haría lo que estuviera en su mano!