Tú crees que tienes los recuerdos pero no, son ellos los que te tienen a ti.

La playa despejada, las olas rompiendo contra las piedras.

— ¿Una debilidad?

—No lo sé, ¿Tal vez? — Respondió ambiguamente con una sonrisa cómplice.

Ambos rieron aunque nadie más que ellos entendería porqué.

Ella se sentó a su lado mirando el horizonte.

Sus manos sobre la arena, una junto a la otra.

Sus miradas se encontraron.

El sol abrazador, el mar salvaje.

Tan cerca.

Tan lejos.

Sintió la tentación de estirar sus dedos pero...

"No.

Aunque me quieras. Aunque te quiera. No podemos."

Su voz un estaba fresca en sus oídos, reciente, pese a que había pasado tiempo.

Veintidós meses exactamente.

La peor desgracia fue confirmar que era mutuo. Estúpida suerte.

Recordaba que ni siquiera derritió su hielo para decir que lo quería, fue seca y tajante, lo que significaba que eso no cambiaría nada.

Era cierto, no lo hacía. Ambos tenían una decisión tomada.

Finalmente abrió los ojos en aquel abismal y luminoso espacio blanco. Su rostro reposaba en el puño, el codo en la piedra del trono. El trono del Rey.

—Creo que ya lo descubrí...

Miró al niño, imperturbable. Un bebé pequeño.

El pequeño gran "No podemos".

— Tú estás aquí. ¿No?

Suspiró sonriendo con melancolía.

—Tanto tiempo...— Su voz intacta.

El precio por una noche fue alto pero lo pagaría mil veces.

Al menos la cuenta a saldar se dividía en dos. O quizás no. y se multiplicaba.

Aquella idea quedó flotando en la nada cuando otra voz hizo acto de presencia.

—Creo que me equivoqué y acabamos muertos. Lo siento hermano. — Se excusó con una risilla al final.

La disculpa por haberse matado a él, a su hijo y a ella sonaba tan hueca.

Su gemelo no parecía tener sangre en las venas, bueno si es que tuviera cuerpo. A su entender carecía de chispa, de vigor, lo que a él le sobraba.

Inhaló con paciencia — Gran sorpresa. — Dijo con sutil mordacidad. — Las guerras son el sitio ideal para los bebés, cómo un parque de diversiones pero con menos gente viva. — El sarcasmo le ayudaba a mantener su porte. —No debiste llevar a tu hijo en primer lugar.

Se dirigía exclusivamente a Yoh a pesar de saber que no era el único responsable del niño. Simplemente no podía sumarle a ella otra obligación.

Siempre había sido así, y acababa por exculpar a Anna de culpa y cargo, al menos en estas cuestiones.

—Ya deberías haber entendido que el mundo no cambiará con tu intervención. Los opresores y oprimidos seguirán existiendo. — prosiguió alejándose de sus cavilaciones, ya tendría tiempo de sobra para internalizarse en su síndrome de negación. — Ya te lo había dicho.

Arriesgar insensatamente a su familia era descabellado, sobre todo considerando que cuando hubo la oportunidad de quedarse en el Gran Espíritu lo había rechazado precisamente para tener una familia.

—El ciclo se repite una y otra vez Yoh. — Continuó. — Siempre se encuentran a punto de una nueva guerra-

—Ahorrarte el sermón. Ya sabes a qué hemos venido. —Lo interrumpió ella— ¿Nos puedes regresar a la Tierra ahora? — La pregunta fue categórica.

Esa cortesía ceremonial era más ofensiva que el intento de orden en sí.

— ¿De verdad esperas que diga "sí, claro", así de fácil?— Rió. —Creí que ya sabías esto, pero te lo explicaré... — Suavizó la voz con sorna.

Yoh abrió un poco más los ojos palpando la tensión formándose en el ambiente "limpio e inmaculado"

—...no se puede devolver un alma a un cuerpo repartido en trozos. —Expuso. —si es que acaso quedó alguno. —Dijo por lo bajo reprimiendo el gruñido alojado en su garganta.

Ellos se habían acercado al altar, ella se apoyó con la mano en el respaldo del trono, cómo una sombra cerniéndose sobre él.—Entonces danos un cuerpo. — Su voz gutural provocó un silencio contundente.

«Habría sido una excelente cabecilla de la mafia. Sin dudas tiene el toque espeluznante que se necesita» Pensó.

Seguía reposando la mejilla en la mano como si dormitara.

— ¿Qué necesitas a cambio? — Fue su hermano quien habló.

La pregunta lo tomó por sorpresa, por lo que abrió los ojos. Se encontró con que el pequeño gateaba para evitar los brazos de Yoh que lo perseguía inclinado.

Ahora notaba que tenía el mismo cabello rubio de ella, cuando se acercó con su gateo hasta él alzó su pequeño rostro con el ceño completamente fruncido, a punto de hacer una rabieta.

Se maldijo por no poder controlar la débil mueca de sonrisa que se le había asomado.

¿Era posible que una criatura tan pequeña tuviese ya los rasgos de su madre?

El niño inhaló dispuesto a demostrar que tenía pulmones pero unas manos delicadas de finos y letales dedos largos lo alzaron, atrapando su mirada, por lo cual ya no podía seguir fingiendo que ella no estaba ahí.

Sí que estaba...

Llevaba un puesto una especie de vestido negro largo con una capa cubriéndole la cabeza, tenía detalles ámbar en las terminaciones, era un tipo traje tradicional de medio oriente. En Siria habría querido pasar lo más desapercibida posible, aunque no estaba seguro de que opción fuese probable para una persona como ella.

Anna se enderezó con el bebé contra su pecho. El contacto con ella había sido un calmante instantáneo.

Quien podría culparlo, ella poseía un poder sedativo, como bien pudo comprobar en el pasado.

Cerró los ojos un instante fugaz controlando el sabor a nostalgia que amenazaba con invadirlo.

Se recuperó con facilidad y desplazó la mirada por los tres.

—Muy bien. Existe una manera. — Sus ojos se posaron fijamente en los brazos de Anna y ella instintivamente aferró más a su hijo como si presintiera que esto se lo quitaría de las manos.

Un frío inexistente le recorrió la espina dorsal a Yoh y un segundo después ya no se encontraba en la alta esfera del GS sino en un espació flotante y caleidoscópico; se sentía ligero y pesado a la vez. Se le hacía tremendamente familiar. Quizás estuviese regresando a la vida, cruzando un puente. Dejándose llevar por aquel tranquilizador efecto que lo adormecía cerró los ojos.


—Su alma está a salvo y segura. — Se adelantó.

—¿Y-

—Puedo llamar a Yoh cuando lo desee, en cambió a ti no. — podía anticipar las preguntas obvias. Algo la había llegado a conocer. —Tú vienes, si quieres. — «Es lo mismo que decir nunca.» No era un reproche, era lógico que ella lo evitara, de hecho él también lo hacía. Incluso en esta ocasión se había abstenido de mirarla todo lo que le había sido posible.

El bebé se había dormido. Era inverosímil cómo el mundo material y tangible se traducía de la misma forma con las mismas leyes y necesidades en este plano no terrenal.

— ¿Qué quieres?

—Lo mismo iba a preguntarte. — No la miraba directamente pero de soslayo notó cómo inclinó su rostro bajo la capucha que le ensombrecía la cara. — No pasaré por encima de tu voluntad.

— Ah, ¿no?— Dijo con indiferencia. No había perdido su temperamento provocador.

Su cabello rubio sobresalía por los costados evidenciando cuanto había crecido, pero su rostro estaba escondido entre los mechones y la tela.

Hao se puso de pie.

—Por si no lo notaste...— Se colocó frente a ella y le quitó la capucha con un movimiento suave de sus dedos. Anna elevó el rostro por la sutil diferencia de altura. — Yo no soy Yoh. — Susurró encontrando sus ojos. «Jamás tomó decisiones por ti.»

Las pupilas se dilataron como si hubiese escuchado su pensamiento

Dominó rápidamente el dolor que le atravesó la mirada, pero él llegó a notarlo, sin embargo no era un cretino insensible, al menos no con ella.

Hao desviar su atención al bulto entre sus brazos.

—Todo tiene un costo, conoces las reglas del equilibrio.— Habló observando el semblante adormecido del niño, reflejaba la paz que sentía en el cobijo del pecho de su madre . —Si quieres algo tienes que dejar otra cosa. —Agregó por lo bajo. — ¿Podrías?

— ¿Por él? — Bajó la vista su hijo un instante y sonrió. —Sin dudarlo.

—Entonces se hará. —Dictaminó enlazando las manos por detrás y se volteó dándole la espalda para caminar hasta la poltrona de roca.

El silencio los embargó

Todos los involucrados debían dar algo, lo que significaba que también él.

— ¿Lo harás, igual?— Le preguntó extrañada.

«"Igual"» ¿Qué si lo haría a pesar de saber que por la criatura ella se alejó de él?

Se giró de nuevo hacia ella para verla. — ¿Por ti?— Preguntó aludiendo a su anterior contestación. La respuesta era más que obvia.

«Hubiera dejado la corona que busque durante mil años por ti.»

Los ojos de ella se agrandaron casi imperceptiblemente.

—No hagas eso. — Le advirtió ladeando una risa silenciosa para luego sentarse y cruzar una pierna sobre la otra.

Ella no parecía estar convencida del todo. —Prometo ser un buen tío. — dijo sonriendo taimadamente. —Puedo ser una excelente influencia. —Arqueó una ceja.

Esa ironía no se le pasaba por alto. —Suena como todo lo contrario. — Habló reacia.

Hao pasó sus ojos de las delineadas facciones de Anna al pequeño cuando este se removió encontrándose con sus ojos bien abiertos observándolo.

Eran exactamente igual a los de ella. El mismo color, la misma forma, hasta el cabello que le crecía desordenado era heredado de Anna.

Hao apoyo la cabeza en el respaldo con un gesto sereno aunque sintiera frustración. No iba a poder despreciarlo. Intuía que se parecería mucho a más a ella a medida que creciera.

Ahora existía un vacío tirante y glacial entre los dos.

— Les haré saber las condiciones. — Sentenció con voz grabe y monótona. —Te enviaría de regreso pero tú conoces el camino sola. — Habló con desapego dirigiendo la mirada a cualquier punto mientras recargaba el rostro en su puño holgadamente.

Un momento de nostalgia no lo sacaría de foco.

Ella sonrió orgullosamente y luego se volteó dándole la espalda. Dio unos pasos pero se detuvo.

Hana.

Hao no pudo dominar el gesto de completo desconcierto ni mucho menos pudo evitar mirarla.

Desencajarlo, era su misión en la vida.

Anna ladeó el rostro viéndolo por encima del hombro. —Su nombre es Hana. — Jamás había oído su voz con el grado de dulzura que pronunciaba aquel nombre, ni el atisbo de sonrisa plena que se le asomaba de perfil. —Más te vale que vengas a conocerlo oficialmente. Es inconcebible que no te hayas presentado a conocer a tu único sobrino como es debido. —Habló ahora con severidad, juntando las cejas y enmarcando una mirada fulminante.

Drástica y cambiante. Era su maldito karma. Pero a diferencia de él ella lo controlaba, lo hacía adrede.

—Y...— Volvió a sonreír. — Gracias Hao. — Dijo antes de desaparecer en la bruma blanca dejando al Rey Chaman con una absurda expresión risueña.

Quería creer que ella pronunció su nombre con la misma dedicación que el del niño, "Hana", pero no podía estar seguro, ni tampoco importaba.

—Esto le traerá una larga cola— La voz familiar resonó. —Señor acaba de sellar su reinado. Tendrá mayoría ahora que ha hecho algo que no debía. — El Nekomata se encontraba a su lado

—Pasaría tarde o temprano. Además ese niño tiene un potencial interesante por ser hijo de ella, para ese entonces estará listo.

—Pero usted no lo ha hecho por eso ¿O sí? — Lo vio entrecerrando los ojos con agudeza y este sólo pudo curvar una tenue sonrisa en respuesta — ¿Esta seguro que fue lo correcto?

—No. — Contentó con sinceridad cerrando los ojos y esbozando una sonrisa cálida. —Pero es lo que siento.

Los ojos rasgados del gato se agrandaron, cómo si le hubiese salido otra cabeza.

Ella había conseguido lo que nadie.

Y sobrados estaban de todo lo que había podido ser pero no fue.

Se encontraban separados en dos realidades que no podían conectarse de nuevo, pero irónicamente ahora tendrían que trabajar juntos, como equipo.

O más bien, como familia.


Sé que "A punto de caer" era un one-shot pero pasaron cosas.

Y ahora los dejo llorar en paz.

Pero para que se pongan felices (ponele), esto continuará, porque necesito reivindicar el rol de maternidad de Anna y darle algo de autonomía, me desquicia su potencial desperdiciado. En cuando a la pareja habrá mas interacción por supuesto.

Gracias por leer 3

Pd: Prometo que los próximos capítulos serán mas cortavenas, a este le faltó (?) no es cierto, bueno sí... quizás, pero habrá mas acción. Aun les debo escenas más intimas, no lo olvido.

Ahora sí lloren sin interrupciones.

Gracias totales