IKIGAI
"La razón de ser"
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Página XIV
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—… la forma en que se expandía y me perseguía la máscara de carne era terrorífica. Por un largo momento creí que me atraparía y mi piel, mi pelo, yo por completo, me convertiría en parte de ella —no es la primera vez que leo esto y siempre me detengo al pensar en el miedo que debiste sentir. Yo estoy, y estaba por entonces, acostumbrado a enfrentar a criaturas de todo tipo, sin embargo todo esto aún era nuevo para ti—. En mi mente se repetía una y otra vez el nombre de InuYasha. Había enviado a Souta por él y esperaba que pudiese convencerlo, debo agregar que por entonces pensaba que InuYasha no se molestaría en salvarme y sólo cruzaría el pozo por los fragmentos de la perla.
En este momento me detengo y te miro.
—Ya sabes que esto no es cierto ¿Verdad? —refuto, del mismo modo que lo hice la primera vez que leí y la siguiente.
Tú me estás mirando, la brisa que se ha levantado a media tarde te mece el pelo, y entonces sonríes.
—Sigue, otōsan —dice Moroha, que permanece balanceando las piernas desde una rama del mismo árbol que te sirve de apoyo.
—¿Cuándo comenzarás a leer tú? —le he formulado la pregunta muchas veces.
—Me gusta escucharte —y ella siempre responde igual.
—InuYasha llegó y enfrentó a la máscara que ahora era una masa de cuerpos que se movía pesadamente e incluso así resultaba peligrosa y su cara expresaba locura, mientras tanto todo lo demás parecía capaz de engullir incluso al edificio en construcción en que nos hallábamos…
¡Moroha! —escucho la voz de Hisui, el hijo pequeño de Sango y Miroku.
Nuestra hija salta desde el árbol y cae elegantemente de pie. Cuenta con unos ocho ciclos de edad, lo que la hace cada vez más independiente de nosotros.
—¡Luego seguimos! —nos dice a ambos, con un tono cantarín y alegre en la voz. A continuación se echa a correr hacia su amigo y las hermanas gemelas de éste.
Tú y yo observamos en la dirección por la que ella se va y un poco más luego que se pierde.
—¿Recuerdas cuando esta historia la asustaba? —aquello parece haber ocurrido hace muy poco.
—Lo recuerdo —escucho la sonrisa que acompaña tu respuesta.
Regreso la mirada a la lectura y aunque no lo hago en voz alta, leo la parte en la que hablas de Souta y lo aliviada que estabas de verlo. Recuerdo lo pequeño que era tu hermano por entonces, quizás como Moroha ahora y noto esa extraña sensación que se me instaló en el pecho cuando supe que esperábamos a nuestra hija. Se trata de una extraña mezcla de temor y expectativa, no obstante, y sobre todo, amor por la vida creada por ambos.
La idea se instala en mi mente y aunque la posibilidad de un nuevo hijo nos ha rondado, no lo hemos planteado con seriedad.
—Kagome —digo y giro la cabeza lo suficiente para mirarte. Tus ojos me observan con la inocencia preliminar de quien aún busca comprensión. Sin embargo el castaño de tu mirada se vuelve intenso y luego brillante, del modo que siempre sucede cuando me lees el pensamiento.
Entonces sonríes.
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N/A
Una nueva página en esta historia que recrea momentos que deseo para esta familia.
Gracias por leer, comentar y acompañarme.
Anyara
