"¿El doctor no le dijo que hiciese reposo?" Preguntó Kudo al ver a su viejo amigo liado con uno de sus inventos.
"Tranquilo, es algo sencillo. Además, estoy sentado." Comentó subiendo sus gafas sin apartar la mirada de su proyecto.
"Yo también le he advertido." Intervino Fusae apareciendo con una bandeja con té. "Pero esta semana ha sido imposible decirle que no después de lo insistente que ha sido. No puede estar quieto ni estando jubilado."
El profesor dejó las pinzas a un lado para mirar a su mujer mientras se rascaba la cabeza. Tenía mucha suerte de tenerla.
"Has madrugado mucho, Shinichi." Comentó Agasa limpiándose las manos.
"Me ha costado un poco despertarme, pero no podía remolonear mucho, hoy tengo bastantes cosas que hacer."
"¿Quieres un poco de té,¿O prefieres que haga café?" Le ofreció Fusae sirviendo los vasos.
"El té ya va bien, gracias." Le sonrió amablemente.
"¿Y a que se debe tu visita?" Preguntó el profesor azucarando el té. No hacía ni dos días que se habían visto, y lo conocía muy bien para saber que tenía algo molestándole entre ceja y ceja.
"Solo…solo me apetecía pasarme a visitar un rato." Contestó el detective removiendo su té. El FBI no se había cansado de seguir la pista de esos malditos cuervos, pero se escondían tan bien, que era desquiciante. "Ayer…Ayer a cuando atardecía confundí a una chica con ella, pero al final, como siempre solo era alguien más totalmente distinta…" Comentó antes de darle un pequeño sorbo al té. "Ran me está apoyando mucho en esto…pero me molesta mucho no poder saber nada de ella, ni llamarla o tener una conversación de pocas palabras…"
"A mi también." Suspiró el mayor, a diferencia del joven, para él era como su hija. Y los días pasaban y la incertidumbre era la misma.
"Es mi mejor amiga…pero su ausencia solo me ha hecho darme cuenta que no sé mucho de ella. Hablábamos continuamente, pero aún así…apenas sé nada sobre ella."
"Ya sabes que es una mujer bastante reservada." Dijo el profesor con una sonrisa triste. "Pero yo sé que ella se acuerda de nosotros."
El detective sonrió. No había hablado mucho con el profesor sobre Haibara desde que había sufrido aquel ataque. Las conversaciones que había tenido con Amuro, no le transmitían muy buenas vibraciones por parte de la organización y no quería preocuparlo más de la cuenta sin saber nada con certeza. Porque aunque no lo dijese en voz alta, él sufría su ausencia como el que más.
Y sí, tenían una pista. Un fino hilo del que podían tirar para llegar hasta ella, pero no podía decírselo. Los temas de la organización era bastante confidenciales, y tampoco quería que sus esperanzas crecieran para luego destrozarlas a pedazos si la operación no salía bien.
"¿No es tu teléfono?" Preguntó el profesor al escuchar la leve melodía que procedía de uno de sus bolsillos.
Shinichi sacó su móvil del bolsillo de su americana con los dedos algo nerviosos. Era Akai. Desbloqueó el teléfono sin contestar a la llamada y se levantó para dirigirse al recibidor. "Tengo que irme."
"Pero, no te has acabado el té."
"Lo sé, pero me necesitan para un caso." Mintió. "Me pasaré otro día con más calma, cuídese mientras tanto."
El profesor asintió, pero su rostro no se vio nada convencido con sus palabras. Lo conocía desde que era un mocoso, no podía engañarle tan fácilmente.
Sherry se despertó escuchando el ruido del agua correr, la puerta del baño estaba cerrada y la ausencia de la persona que ocupaba el otro lado de la cama, le hizo saber rápido donde se encontraba.
Se mordió el labio recordando que ya era la segunda vez que se acostaban desde que se habían reencontrado. "Eres una idiota." Se insultó mientras negaba con la cabeza a la vez que palpaba por el suelo para alcanzar una camisa y ponérsela. "¿Es que no has aprendido nada?"
Miró el reloj para comprobar que no eran ni las siete de la mañana, era pronto, pero no podía entretenerse en otras cosas, tenía que echar a Gin de ahí antes de que apareciesen Bourbon y Vermouth.
Se levantó de la cama después de abotonar cuatro botones sueltos de la camisa y se peinó el pelo con los dedos mientras se asomaba por la ventana después de robarle un cigarro al rubio.
Las nubes se veían oscuras y la humedad del ambiente le hacia saber que no iba a tardar en ponerse a llover. El ruido de unos cuervos que volaban cerca de la ventana le provocó que su piel se erizara y su malestar subiese por su estómago.
Un ligero ruido metálico llamó su atención, pero antes de que pudiese girar la cabeza ya tenía el cañón de una pistola presionando su nuca.
"Es verdad lo que dicen de que tienes una mente brillante, pero desgraciadamente nunca has dejado de ser una ingenua, ¿Nunca te lo han dicho, querida Sherry?"
Su bello se erizó al escuchar la fría voz, no se habían visto mucho cara cara, pero con la voz era más que suficiente para saber de quien se trataba sin tener que girarse para verle.
"Yo también he escuchado comentarios de todo tipo sobre ti." Sus rodillas amenazaron con flaquear pero ella se mantuvo rígida e intentó respirar profundamente para no darle el gusto de verla derrumbarse. Quería demostrarle que se había hecho más fuerte, sin embargo, esta era la primera vez que lo enfrentaba a solas. "No esperaba tu visita, imagino que tiene que ser un asunto muy importante como para reclamar tu presencia, Rum."
Sabía muy bien que su presencia no significaba nada bueno. Rum nunca se dejaba ver, bueno, casi nunca, pero parecía que tanto ella como el rubio habían acabado con la paciencia de la organización.
Su corazón, tenía los latidos contados.
El hombre rió a la vez que movía el cañón de su pistola para acariciar un mechón de su pelo antes de desviarla hacia su cuello. El frío cañón chocaba contra su piel caliente, bajando del cuello al espacio de su hombro parcialmente desnudo a causa de la camisa mal abotonada.
"No sé si me sorprende ver como nuestra pareja estrella se ha reencontrado después de la fatídica traición. Parece ser que el odio, no siempre está por encima de todas las emociones, ¿no?"
La pelirroja se aferró a los botones de su camisa queriendo cubrir cada centímetro de su cuerpo, pero se había quedado paralizada. Odiaba ver como disfrutaba de la situación, de su dolor, e incluso de su confusión.
"Gin siempre ha tenido buen gusto con las mujeres." Continuó hablando volviendo a acariciar su hombro con el cañón hasta volver a su cuello. "Ha sido una lástima que sus elecciones le hayan hecho perderlo todo…"
Podían ser las personas más importantes de toda la organización, pero en ese punto ya habían perdido toda credibilidad y confianza. Ya no valían nada para ellos.
"Mírate…Yo era de los que pensar que Gin nunca tendría un punto débil." Rió levemente apartando la pistola para agarrar su cuello y empujarla a la pared manteniéndola contra ella.
Se escuchó el agua del grifo dejar de correr y ella se puso más nerviosa con solo penar en como iban a empeorar las cosas con la presencia de Gin.
"Tus tonterías me han hecho perder al mejor asesino y una cantidad muy grande de dinero…¿Has pensado ya como vas a pagármelo?"
Ella tragó saliva todavía con la mejilla pegada en la pared. No era capaz de decir nada, no le salían las palabras.
El hombre sonrió acercándose a ella hasta pegar su pecho en su espalda. "Se me ocurre una muy buena idea por la que podríamos empezar a negociar." Susurró cerca de su oído a la vez que buscaba su lencería con su mano libre.
Su sangre se heló y el mareo y las ganas de vomitar volvieron. No podía estar pasando, otra vez no.
Apretó los puños con fuerza e intentó separarse de su agarre, pero ese hombre era mucho más corpulento de Gin. Podía destrozarla con una sola mano si quería.
Pero aún así, ella no iba a rendirse fácilmente.
Consiguió darle un codazo que le dio un par de segundos para darse la vuelta, seguía retenida, pero al menos podía defenderse mejor. Aunque no por mucho tiempo, ya que Rum no tardó en agarrar una de sus muñecas y retorcerse la hasta hacer que sus rodillas flaquearan de dolor contra el suelo.
Rum se agachó hasta ponerse a su altura, sin apagar ni un segundo esa sonrisa vomitiva de su cara. "El problema que siempre hemos tenido contigo, es que deberíamos haber sido más estrictos. De esa manera, no hubieses crecido siendo una estúpida niñata insolente."
Sherry intentó bajar la mirada pero él le agarró de la barbilla para seguir obligándole a mirarle. Se veía convencido a continuar con su charla, pero el leve ruido metálico de una conocida beretta cargándose, hizo que la atención de ambos se desviara rápidamente hacia otra persona.
"Vaya, vaya…Parece que finalmente estamos todos." Amplió su sonrisa sin el más mínimo miedo de que el rubio estuviese apuntando con su beretta hacia su sien."¿Tú también te has vuelto un desvergonzado?" Preguntó con descaro a la vez que se daba la vuelta para enfrentarle, apoyando la frente contra el cañón con una sonrisa vacilante.
Gin nunca se había atrevido alzar la voz o el cañón de su pistola ante un cargo tan alto como Rum. Pero ahora, fruncía el ceño frente a él y apretaba los dedos alrededor de su pistola sin apartarla ni un milímetro. "¿A que viene esta agradable visita?" Preguntó con el mismo descaro que él.
"Bueno, llegados a este punto no voy a mentirte. Esa persona me ha enviado para acabar de una vez por todas con un par de problemas que parece que han acabado enquistándose en nuestra compañía."
Gin apretó los dientes a la vez que Rum apartaba el cañón de su pistola con su dedo índice. "No te enfades, solo me estaba distrayendo con nuestra pequeña científica mientras te esperábamos." Dijo volviendo su atención a la pelirroja, rodeando su cuello con su brazo mientras la apuntaba de nuevo su pistola.
"Aléjate de ella."
"¿Me vas a obligar tú?" Preguntó Rum rodando los ojos.
"Ha cumplido con su parte desde que ha vuelto." La defendió.
"No me hagas reír…Ya no tienes ningún poder, Gin. La cagaste con aquel detective en Tropical Land, poco después volviste a hacerlo al dejar escapar a Sherry, y finalmente has cometido traición moviéndote a nuestras espaldas. Y si hablamos de ella, empezó a tener los días contados desde el momento en que decidió alejarse."
Era extraño para Gin escuchar esas palabras. Los había traicionado…él, que se había pasado la vida defendido a la compañía sin cuestionar ni un solo acto. Y ahora, estaba justo delante de su superior, sin despegar el dedo indice del gatillo.
Gin podía haber sido el mejor, pero Rum era demasiado poderoso, y la confianza y poder que tenía en ese momento, eclipsaba el fantasma en el que se había convertido Gin.
"Pensábamos que podíamos recuperarte, pero creo que eso es algo imposible. Ya estás acabado, Gin." Sonrió Rum segundos después de desviar su pistola para herirle el hombro izquierdo.
Gin se inclinó después de recibir la bala, aguantando su beretta con las pocas fueras de su mano para no soltarla. Gruñó apretando su herida con su mano derecha y sintió como el odio por si mismo crecía. El Gin de cinco años atrás, no hubiese dudado ni fallado de esta manera, ahora era como una sombra de lo que era esa persona.
Rum chasqueó los dientes y disparó de nuevo dándole en la pierna y obligándolo a inclinarse frente a él.
"¡Gin!" Chilló Sherry intentando inútilmente desprenderse del brazo que la rodeaba. "¡¿Vas a dejar que te maten tan fácilmente?!"
El rubio alzó la mirada para sonreír.
¿Iba a hacerlo?
Rum aflojó su agarre de la cintura de la pelirroja a la vez que volvía a cargar su pistola. Y Gin aprovechó la situación para deslizarse hacia un lado cambiando su pistola de mano antes de dispararle en la palma de la mano, provocando que soltase su pistola y emitiese un gruñido fuerte.
No era lo mismo con la derecha que con la izquierda, pero Gin seguía siendo ágil y muy hábil.
Sherry se quedó sorprendida cuando su agarre se soltó y el hombre corpulento se abalanzó sobre Gin para empezar a golpearlo sin importarle la cantidad de sangre que brotaba de su mano.
El rubio sabía tanto disparar como pelear, pero ella no le había visto recibir ese tipo de golpes nunca. Rum estaba a otro nivel, era como un humano que con los años había llegado a convertirse en una especie de monstruo de la noche.
Y entre ellos dos, apenas podían defenderse.
Ella cogió la pistola que Rum había soltado minutos antes y apuntó hacia ellos, pero con lo que se movían, apenas sabía si podría disparar a Rum sin herir a Gin.
Guardó la pistola y dio un par de zancadas para abrir el cajón de su mesita de noche y sacar una navaja del interior. En ese momento agradecía haberla guardado, parecía que si que la iba a acabar necesitando.
Los ruidos de la pelea cesaron y ella se giró hacia ellos para ver a Rum presionando el cuello de Gin con su pie.
Gin no podía más, estaba realmente acabado.
"Parece se que tu grandeza no era más que un mito…" Dijo apretando su pie para cortarle la respiración. "…mírate, te puedo pisar como a una cucaracha."
Gin le miró sin tener apenas fuerzas ni para mantener los ojos abiertos, y de un momento a otro, el agarre se aflojó sin apenas entenderlo y la tos apareció al poder recuperar el aire.
Los ojos de Rum se habían abierto como platos y la sangre empezó a brotar de su boca y de su pecho.
El rubio se apoyó en el suelo para levantarse como pudo y observó como la pelirroja todavía tenía las manos enganchadas al cuchillo o navaja que parecía haber clavado en su espalda. Sus ojos estaban cerrados y sus manos temblaban sin soltar el mango mientras Rum sufría algún tipo de shock cardiogénico.
"¡Sherry!" Dijo su nombre con desprecio a la vez que empujaba su espalda contra la pared como pudo para intentar deshacerse de ella.
La pelirroja chocó contra la pared y le retorció el cuchillo antes de sacarlo y caer al suelo.
Rum gritó a la vez que se agarraba el pecho y cayó de rodillas poco antes de que el latido de su corazón parase.
Gin se acercó rápido a ella agarrándola por los hombros. "¡¿Estás bien?!" Preguntó palpando su cuerpo.
"Estoy bien." Contestó sin tener apenas voz, todavía con los ojos cerrados con fuerza.
"Tenemos que irnos." Dijo Gin a la vez que se agarraba el hombro y buscaba sus pertenencias. "Recoge todas tus cosas, tenemos que irnos de aquí."
