La historia y sus derechos me pertenecen, los nombres de los personajes a S. M. NO AL PLAGIO

Una madre sin esposo (SAGA LA VIDA DE ELLAS)

V La que madruga, igual llega tarde

Angielizz (Anbeth Coro)


Agradezco mucho sus comentarios: Lore562, Cary, Adriu, Wenday14, SAndy56, Maryluna, Noriitha, Maribel1925, EriCastelo, Moni Belmudes, Yi, Miranda24, OnlyRobPatti, Miop.

Bella quería ser una madre ejemplar.

No lo era, pero lo quería.

Quería llegar a decir que jamás perdía la razón y que siempre se mantenía tranquila. Quería decirle a la gente que sus hijos obedecían al primer llamado dulce de su voz; quería presumir que nunca había tenido que darle una nalgada a ninguno, que ella era suave pero firme con ellos.

Quería ser esa madre con delantal de revista, la que va bien peinada, maquillada y sonriente. Sin ojeras, desvelos ni impaciencia.

Quería ser la mamá que se quedaba despierta sin quejarse cuando sus hijos se enfermaban, contar que jamás cabeceaba mientras los cuidaba.

Quería contarle a la gente que ser mamá era su mayor logro, que no aspiraba a más, que con ellos lo tenía todo.

Quería ser esa madre.

La madre ejemplar que tenía hijos que corrían a sus brazos con amor y que jamás le sacaban arrugas en su rostro.

Quería ser la madre que la gente señalara y dijera, pero mirala que buena.

Quería fingir que dar pecho no había sido una penuria, que el parto era solo un poco más fuerte que un cólico, quería tanto repetir a quien le preguntara que ser madre era una bendición, incluso aunque se convirtiera en una a los diecisiete años, aunque eso la hubiera empujado a un matrimonio forzado, aunque eso se llevara sus planes.

Quería contar que después de tener a su bebé en brazos jamás volvió a pensar en esos sueños que dejó atrás, a la persona que dejó atrás, a la mujer que abandonó para convertirse en la madre que ahora era.

Quería mentir y decir que jamás pensaba en lo que hubiera sido si…

Quería llorar de emoción como lo hacen algunas madres cuando les preguntan por el primer día en que nacieron sus hijos. Un llanto feliz, sin dolor ni pena.

Quería desesperadamente ser esa madre ejemplar y a veces era terrible darse cuenta que tan lejos estaba de ser ella.

Lo único que la tranquilizaba era saber que los amaba, con locura y ejemplarmente a cada uno. Que toda ella era una madre defectuosa, pero su amor por ellos no podría ser más perfecto, aunque a veces, como en ese momento, la sacaban de quicio.

Persiguió a Nessie hasta que se dejó poner la ropa interior, y luego agarrándola del estomago la cargó hasta dejarla caer en la cama ignorando los lloriqueos de la niña que no quería ponerse vestido para ir a la guardería.

Jake por su parte estaba enfurruñado frente a su desayuno sin probar bocado, no quería quesadillas, estaba harto de las quesadillas, quesadillas para desayunar y para cenar y en fines de semana hasta para comer.

—No quiero –le dijo el niño moviendo su plato hacia el frente cuando Bella pasó a su lado.

—Te lo vas a comer.

Nessie seguía llorando a todo pulmón porque no quería el vestido blanco sino el otro, para ir del mismo color que su patito.

—Jake, cometelo y luego te lavas los dientes.

—No es justo. Tú trabajas en un restaurante. ¿Por qué tengo que comer esto?

Porque era lo más rápido y sencillo, porque Nessie le quitaba demasiado tiempo por las mañanas y porque se les hacía tarde porque nuevamente el tiempo le faltaba a Bella para hacerse cargo de todas las tareas matutinas.

—Por favor, cariño, mañana te haré waffles.

Pero no era el día de convencer a sus hijos, Nessie lloró inconsolable y cuando Bella cedió a ponerle el vestido amarillo el berrinche de Nessie había escalado y ahora no quería saber de colores amarillos, ni de chocolates o paletas, o televisión o juguetes, o crayolas o plumones, o nada que pudiera distraerla para calmarla.

Y Jake terco seguía con los brazos cruzados sin querer comer.

—No quiero, no quiero —le dijo a su madre parándose detrás de ella mientras Bella con prisas metía la ropa a la mochila de Nessie por cualquier percance.

—Por favor, Jake. Se nos hace tarde.

—No quiero.

—Mi amor.

—Papá siempre tiene fruta en el desayuno y malteadas de fresa.

Bella apretó los dientes, no había nada que odiara más que ser comparada con el padre que Jake veía una vez cada dos semanas y que se desvivía para cumplirle sus caprichos con tal de darle la contra a ella.

—Jake, por favor.

Y cuando Bella miró a su hijo mayor y el niño vio las lágrimas contenidas en los ojos de su madre cedió. Siempre cedía cuando había lágrimas de por medio.

—Está bien, pero mañana no más quesadillas.

—Lo prometo.

Pasado mañana las quesadillas volverían, pero mañana se juró que se despertaría más temprano para hacerle uno de esos desayunos que tenían en el menú del restaurante en el que ella trabajaba.

—¿Nessie? Vamonos linda, tus zapatos.

Nessie estaba sentada jugando en la sala con su conejo y sonreía feliz como si no acabara de hacer un berrinche de quince minutos.

—Mira mami conejo y yo vamos vestidas de blanco —dijo la niña apuntando su vestido blanco. Bella sonrío para no lanzar un grito exasperado.

—Dile adiós al conejo y ponte los zapatos.

—Okay —dijo la niña soltando al conejo y corriendo al sillón para que Bella le pusiera los zapatos como una niña obediente, como la niña que no había sido la última hora.

Jake había terminado el desayuno y estaba listo con su mochila al lado de la puerta mirando con extrañeza a su madre.

—¿Qué? —preguntó al fin ella.

—¿No te vas a cambiar de ropa, mami?

Bella miró hacia abajo y se encontró con sus pantuflas, su pantalón suelto de algodón y una blusa de seda. Respiro hondo y sonrío.

—Un minuto.

Esa era su vida, y le gustaba mucho, se dijo cuando por fin salieron de la casa. Los niños impecables, arreglados. Ella con tenis deportivos, un pantalón de mezclilla usado el día anterior, una blusa vieja y su cabello sujeto en un molote para que no se viera que no había tenido tiempo de peinarse.

Todas las mañanas Bella llevaba a los niños a la escuela y después regresaba a su casa a hacer la limpieza. Tenía un trabajo en un restaurante de doce de la tarde a ocho de la noche. Los niños salían a las dos de la primaria y la guardería pero por suerte Esme, la hermana de Bella, era la encargada de recogerlos y cuidarlos por esas horas. Esme era el único e incondicional apoyo de Bella.

Esme le llevaba diez años a Bella de diferencia. Curiosamente ambas tenían hijos de la misma edad, Rose y Jake tenían diez años. La diferencia era clara, mientras Bella tuvo a su bebé a los dieciocho años, Esme lo hizo con veintiocho años y todos sus sueños cumplidos, un trabajo estable y una vida organizada.

Ambas eran madres solteras.

¿La diferencia?

Bella era madre divorciada y Esme había elegido ser madre sin un hombre, en su lugar eligió una clínica de fertilidad para convertirse en madre. Esme lo llamaba la mejor elección de su vida, Bella no podría decir nunca lo mismo de su exesposo.

Aunque su peor error: su ex, había traido consigo sus dos más grandes tesoros: sus hijos.

Y eso pensaba cuando el celular comenzó a sonar mostrando un número desconocido.


Muchas gracias por la recepción de esta historia, ¿Adivinas quién está en la otra línea? Corre al siguiente capítulo.

Doble actualización.