Nota de autor: Antes de comenzar a leer recordar que todo lo explicado no es tal como está en el manga, es desde la perspectiva y entendimiento de la protagonista. Por si ven algo que no está siendo bien explicado. Gracias, espero lo disfruten.
Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.
Era difícil seguir a mi gemelo a donde iba, y se fue complicando aún más según pasaron los meses, el pequeño idiota desaparecía de mi vista antes de que pudiera darme cuenta, trepando algún árbol cercano o solo adentrándose al bosque, lo cual no me extrañaba, era justo como lo recordaba, al haberle hecho lo mismo a Luffy, o más bien como se lo haría en unos años. Aunque quizás un poco más molesto de lo que esperaba, al no dejarme ir con él cuando se iba al decir que solo lo atrasaría.
Sin contar que Dadan siempre lo regañaba cuando lo hacía, acusándolo de ser una mala influencia para mí, aun así, nuestro vinculo de hermanos se fue haciendo más grande según pasaban los años. Por ahora solo éramos los dos contra el mundo, en esta pequeña isla del mar del este, aún faltaba algunos años más para que se complicara todo, por lo que estaba decidida a disfrutar mientras pudiera de esta paz temporal.
Volví a correr detrás de él en cuanto vigilé el momento en el que se escapaba en la mañana de Dadan, la cual en vano intentaba detenerlo antes de que saliera. Con una sonrisa burlona, aproveche que la señora estaba ocupada con él, para salir corriendo justo debajo de sus piernas gracias a mi corta estatura. Pese a tener la misma edad, el condenado de Ace me llevaba más de 20cm de altura, lo cual me hacía lucir aun más pequeña de lo que era. Aunque me resultaba útil para escapar de mi cuidadora.
Podía escucharla gritándome esta vez junto con el nombre de Ace, mientras corría con mis pequeñas piernas lo más que podía sin dejar de reírme. Puede que mi gemelo fuera un poco cruel al dejarme de lado, pero era divertido fastidiarlo.
—¡No me sigas Heis! —me gritaba mientras comenzaba a saltar en los árboles, haciéndome preguntar si no era familia de algún tipo de mono, no creo que sea natural subir saltando a esas ramas como si nada. Lo cual comprobaba cada vez que intentaba imitándolo, terminando con mi cara justo en el suelo de manera dolorosa.
Quería gritar y llorar como la niña pequeña que físicamente era, pero mi orgullo era más grande que eso, no iba a darle el gusto a ese idiota de hacerme llorar por dejarme atrás. Me levanté con rabia, para ponerme a sacudirme la tierra del pantalón que llevaba cortesía de Garp. Prácticamente nos traía la misma ropa a ambos, sin distinción, y era algo a lo que me había acostumbrado, los vestidos y faldas, eran molestos para escapar y correr en un mundo como este.
Sin contar que sabía que aun siendo una niña, podría provocar a algún adulto enfermo más de lo usual. Oda nunca puso de manera explicita esos detalles dado el rango de edad hacia el cual iba dirigido, pero no era necesario para los adultos, al imaginárnoslo. Era un mundo de pirata, donde vendían hasta personas como si nada, la violación de una niña, era lo menos que podía pasar aquí en comparación.
Observé el panorama actual una vez pude quitarme la tierra de la ropa y la cara, me encontraba en medio del bosque, alejada más de lo usual de la casa de Dadan, dado que no podía verla por más vueltas que diera. Lo era lo que me faltaba perderme a mis cortos siete años, quizás esta vida no seria tan larga como la anterior.
Rogando no tener el sentido de la orientación de Roronoa, pensé a caminar en camino recto, o eso creía yo, esperando llegar a algún lado, con suerte de vuelta a mi casa. De la cual no volvería a salir tan lejos al menos que lograra mantener el paso del idiota de mi hermano. Quizás debería ir hasta la Villa Foosha, ver a Luffy, hacerme su amiga, y me iría mejor que con Ace. El niño era un mimado en ese lugar, podría lograr que me consiguiera comida y cama.
Lamenté para mis adentros no haber estudiado un poco como orientarme con el viento, el sol, o algo parecido, la mayoría de mis conocimientos serían inútiles en un lugar como este. Estaba demasiada acostumbrada a ubicarme con una aplicación en mi celular y listo, era una de las tantas cosas que extrañaba de mi mundo. La tecnología, aunque sabía que la de aquí era extraña y no tardaría en equipararla, no tendría acceso a ella al menos que lograra hacerme de dinero.
Terminé sentada en medio del bosque en cuanto sentí que mis piernas reventaban del dolor, al ser tan pequeñas y poco acostumbradas a caminar tanto tiempo. No podía negar lo mimada que estaba en este mundo, al contrario de Ace, Dadan no solía darme muchos deberes, y cuando lo hacía lograrla convencerla con solo mirarla a los ojos, dándole ternura.
Nunca me había visto el rostro bien, solo en el reflejo del agua cuando me bañaban, o de la que tomaba, pero según los bandidos era sumamente hermosa y tierna. No sabía hasta que punto podría ser cierto, pero usaba eso a mi favor cada vez que podía, y por eso mi cuerpo era tan débil como la de cualquier niña pequeña.
Terminé acostada mirando el cielo con frustración, rogando que Magra o Dadan vinieran por mí y me llevaran de vuelta. No me importaba siquiera llevarme algunos regaños por delante. Lo único que quería era volver a orientarme y no sentir que estaba en un camino sin salida.
Como si las cosas no pudieran empeorar, pasó lo inevitable siendo una niña solo en medio de un bosque. Un animal se escuchaba cerca, evocando que me hiciera pensar que criaturas vivían aquí, pero no llegaba nada a mis memorias sobre ello. El arco de la infancia de los tres hermanos apenas lo había visto una vez hace años, sabía lo básico de ellos, nada más. No recordaba…
Mis pensamientos dejaron de correr al tener a la mira un oso gigante caminando hacia mi dirección. Bonita manera de morir, desgarrada por un animal salvaje a una edad tan inocente, era peor que la última. Intenté mantenerme quieta, imitando un animal muerto, pero este animal era más listo de lo que habían en mi mundo, dado que se mantuvo mirándome como si le estuviera haciendo un mal chiste, sin dejar de acercarse.
Sin otra idea en mente, me levanté del suelo con cuidado, retrocediendo lentamente, al no querer alterarlo. Consideré correr, pero mis piernas regordetas de bebé no eran rival para un oso de su tamaño, en pocos minutos lograría atraparme en sus garras. Luchar tampoco era una opción viable, no tenía nada a mi alrededor más que pequeñas piedras, y aun si hubieran de mayor tamaño tampoco podría levantarlas.
Maldije a mi gemelo por ponerme en esta posición, espero que se culpe de mi muerte lo que le quede de vida, me dije sin dejar de intentar alejarme del oso, mientras este acortaba la poca distancia entre ambos. Sin lugar a donde correr, terminé de espaldas a un tronco de árbol, sin apartar la mirada del animal que me observaba como si fuera su próximo aperitivo.
Estuve tentada a gritar, pero no estaba segura que algún humano lograría escucharme, y tampoco estaba dispuesta a que otro animal salvaje viniera hasta aquí a pelearse por mi carne. Intenté mantener mi respiración serena al verlo pararse delante de mí listo para atacarme, y sin poder hacer más cerré los ojos y le grité para ahuyentarlo con todas mis fuerzas, esperando el primer impacto que nunca llegó.
Una muerte rápida fue lo primero que pensé, que había muerto de manera indolora, y que volvería a nacer, pero al abrir los ojos, supe que estaba equivocada, el animal estaba en el suelo como si algo lo hubiera golpeado, pero no había nada alrededor. Solo el oso inconsciente, haciéndome entender lo había sucedido. Lo había visto en varias ocasiones a través de la pantalla de mi computadora.
Haki del rey.
Haki del rey despertado por una situación de vida o muerte, como le ocurría a la mayoría de sus portadores. Sin saber como lo había invocado o que era al menos que alguien se los explicara. En mi caso sabía a la perfección de que se trataba, y no me sorprendió que lo tuviera, al estar al tanto que mi gemelo lo despertaría tres años después si todo iba según el transcurso de la historia.
Logré respirar con alivio agradeciendo tener ese poder conmigo, algo que podía ser una gran ventaja para una chica sin fruta del diablo ni ningún tipo de entrenamiento. Por lo menos no moriría en manos de algún animal o una persona débil, pero sabía que era una desventaja. El haki del rey casi siempre atraía a las personas equivocadas, y con ideas equivocadas de su portador.
Dejé descansar mi cabeza en el tronco sin querer pensar en cuantos problemas me causaría esto en el futuro. Quizás al final de cuentas quedarme en esta isla por el resto de mi vida tampoco era una mala idea, lo peor que había aquí era el reinado a unos kilómetros en la ciudad, pero mientras me mantuviera alejada no me pasaría nada. No vendrían piratas peligrosos. Al menos no tanto como los del Grand Line.
—¿Cómo hiciste eso? —llegó a mí la voz de mi molesto doble evocando que alzara la cabeza encima del árbol del que estaba recostada.
—Tú, engendro del demonio, ¡Ibas a ver como me desgarraba un jodido oso y no hiciste nada! —lo acusé con rabia apartándome del árbol para apuntarle con mi dedo y gritarle lo mejor que podía con mi voz de niña pequeña.
—Estaba a punto de salvarte antes de que lo noquearas sin tocarlo —se defendió sin perder la calma, cada minuto que pasaba lo toleraba aun menos, no tengo idea de como Luffy logró soportarlo por siete años y quererlo tanto. Yo solo quería matarlo cada minuto que pasaba con él—. Y bien, ¿Cómo lo hiciste? —volvió a preguntar bajando del árbol con su característico tubo viejo de metal.
—No sé de que hablas —respondí con arrogancia denotando ignorancia al disfrutar vengarme un poco de todo lo que me había hecho dejándome atrás—. Y aun si lo supiera no te lo diría —añadí sacándole la lengua y dando la vuelta para comenzar a caminar. En el peor de los casos me encontraba con otro animal peligroso y terminaba afinando mejor mi haki del rey.
—La casa de Dadan queda del otro lado —se burló sin yo prestarle atención ni devolverme—. Vamos Heis, ¿no vas a contarme que hiciste?
—No, porque no te lo mereces —le respondí aun de espaldas a él—. Me has ignorado durante años, apenas me prestas atención y después te vas dejándome atrás, así que si crees que aun cuando me has tratado así de mal te diré algo, sigue esperando —me desahogué con lágrimas en los ojos, no de tristeza, sino de la rabia que tenía. En ocasiones así me hacía dudar en salvarlo de su futura muerte.
—Eres una niña Heis, no voy a llevarte conmigo —explicó de manera machista logrando que me girara a verlo con incredulidad—. No sabes pelear, eres débil, solo serías una carga, y…
—Eres un idiota —lo interrumpí mirándolo a los ojos con rabia sin pensar con la cabeza fría—. En vez de dejarme de lado, deberías ayudarme a entrenar, a hacerme fuerte, que importa que sea una niña, somos hermanos, gemelos, compartimos el mismo vientre de nuestra madre —me limpié las lágrimas con rabia—. Sé que estás molesto con nuestro padre…
—Ese hombre no es nada nuestro —me contradijo con dolor más que con rabia, se le denotaba en sus palabras.
—Lo es, es nuestro padre, y nos quiso antes de que naciéramos, por eso nos dejó con el abuelo Garp, que es un abusivo, pero nos protege, sino fuera por él, ya estuviéramos muertos —intenté hacerlo caer en razón como sabía que nadie lo había hecho antes—. Sé que es difícil cargar con el peso de ser hijo del rey de los piratas, que muchos nos odiarían de saber que somos sus hijos, pero no por eso debes odiarlo, si supieras todo lo que hizo si…
—¿Acaso tú lo sabes? —me preguntó cortándome el discurso mientras caminaba hacia mí—. Porque la manera en que hablas es como si lo supieras, si estuvieras enterada de algo que yo no —añadió mirándome como si fuera la primera vez que lo hacía—. No tienes idea de como hablan en la ciudad de él, como hablan si hubiera tenido un hijo.
—Que dicen que sería un hijo del demonio, que estaría mejor muerto, que debería pedir que lo mataran, claro que lo sé —lo contradije haciendo que me mirara con preocupación, algo que no recordaba haber visto provocado por mí—. Eso no me va a afectar como persona, que hablen lo que quieran, yo sé quien soy, sé lo que valgo, y sé quien fue nuestro padre, eso ningún idiota que nunca ha salido al mar me lo hará cambiar de opinión.
—¿Qué sabes de él? —preguntó afirmando que yo sabía algo que él no—. Hablas del viejo con orgullo, algo, no sé cómo, pero algo sabes, algo que yo no —refutó haciéndome sonreír de lado y cruzarme de hombros.
—Hablaré con una condición —le propuse con arrogancia al haber logrado que idiota por fin me prestara atención—. Me ayudarás a entrenar y no volverás a dejarme de lado.
—Espero que lo valga Heis.
