Nota de autor: Antes de comenzar a leer recordar que todo lo explicado no es tal como está en el manga, es desde la perspectiva y entendimiento de la protagonista. Por si ven algo que no está siendo bien explicado. Gracias, espero lo disfruten.

Disclaimer: No soy dueña de One Piece, ni de ninguno de sus personajes a excepción del OC.


No podría haber pedido un peor maestro que aquel niño de siete años. Su resiliencia se basaba solo en aguantar, aguantar golpes, caídas, lo que se atravesara, lo cual para alguien de nuestra edad era un poco abusivo, y para mi cuerpo poco ejercitado de niña de 7 años aún más. Cada noche regresaba a casa de Dadan con mi ropa sucia de tierra, mi pelo enredado aparte de sucio, y con muchos raspones en mi cuerpo.

La primera vez que los bandidos de la montaña me vieron en esas condiciones, creyeron que me había ocurrido algo muy malo, que me habían atacado, o incluso que mi gemelo se atrevió a golpearme. Le exigieron una explicación a Ace en cuanto entró después de mí a la casa, lo cual me parecía en cierta manera injusta, aunque fuera mi hermano mayor, él no tenía porque hacerse responsable de lo que pasara.

Necesité mucha persuasión para convencerlos que solo me estaba ayudando a ser más fuerte, al ellos estar deacuerdo que en este mundo solo los fuertes sobrevivían, y que era de esperarse que en algún momento estaría sola, sin nadie que me defendiera. Aun así, eso no hizo que los días que le siguieron fueran más sencillos.

Comencé a entender a Sanji al no usar sus manos, las mías comenzaron a llenarse de callos al escalar montañas, y árboles, tenía piel dura en comparación a hace dos meses. Lo cual detestaba, era molesto, y horrible, por lo que comencé a ejercitar mis piernas para no tener que usar tanto las manos, no tenía la meta de volverme una guerrera, o algo por el estilo, pero necesitaba la fuerza para usarla si hacía falta.

Siendo lógico en este mundo, pero en absoluto en mi otra vida, dos meses fueron una gran diferencia de poder al entrenar. Pasé de ser una niña indefensa que podía caerse hasta corriendo, a poder trepar como el mono de mi hermano, y cazar con mis propias manos lo que quisiera.

El haki del rey era otra historia. No tenía idea de como activarlo, nunca lo había entendido al ver el anime, se suponía que en teoría era la voluntad manifestada, pero no entendía a que se refería. Solo lograba activarlo cuando mi vida estaba en peligro real, lo cual se dificultó en cuanto más fuerte me volvía. Si mi cuerpo estaba seguro que con un puñetazo me libraba de un animal, no activaría el Haki del rey, y no tenía a nadie para preguntarle.

La persona más cercana era el abuelo, pero sabía lo extraño que iba a sonar que le preguntara de repente por ello, y se atrevía a hacerme daño para activarlo si sospechaba que estaba al tanto que lo poseía. La siguiente opción que consideraba no estaría en este mar hasta dentro de tres años más, si es que acaso me tomaba en serio siquiera para conversar.

—Lo que dices es una tontería —me comentó Ace en cuanto le expliqué lo del haki del rey y como fue eso lo que usé con el oso que logré noquear sin tocar—. No es posible que solo con voluntad logres doblegar a alguien o algo.

—Créeme que tampoco lo entiendo del todo —argumenté esquivando el tubo con el que me estaba atacando mientras entrenábamos. Cada día lograba esquivarlo mejor, anticipando sus movimientos, quizás sin saberlo estaba desarrollando el haki de observación también—. Pero una vez logras dominarlo, la fuerza bruta queda de lado.

—¿Lo has visto en acción? —preguntó con curiosidad mientras yo saltaba para esquivarlo con arrogancia.

—Sí, no preguntes como —me apresuré a soltar riendo logrando detener su tubo con mi rodilla sin lastimarme—. Ves eso, mi pierna, como no me hice daño al esquivarte, es haki de armadura, uno muy débil, pero es… como una segunda piel que te sirve de escudo, seguro también la tienes sin saberlo —le expliqué llamando su atención y arrojándome su tubo para que sea mi turno de atacarlo, lo cual acepté sin rechistar—. Está también el haki de observación, cuando intentas predecir mis golpes, lo usas, puedes entrenarlo tan bien que podrías hasta esquivar balas, flechas… lo que sea —logré darle en el antebrazo al él usarlo de escudo magullándose un poco.

—No entiendo del todo lo que dices —se quejó mientras volvía a atacarlo—. ¿No hay una manera más sencilla de explicarlo?, sin contar que todavía no me dices como aprendiste todo eso.

—La condición era sin preguntas —le recordé con sorna—. Es difícil de explicar hermanito, nuestro padre dominaba los tres haki, así logró ser rey de los piratas sin una fruta del diablo —comenté con orgullo logrando que me dirigiera esa mirada de odio que ponía cada vez que mencionaba a Roger—. Deja de enojarte con él, no quería abandonarnos, murió…

—Murió por ser un pirata, la marina…

—La marina no lo atrapó —le aclaré lo que pocos sabían—. Gol D Roger se entregó a la marina porque sabía que su ejecución sería televisada, quería que su muerte sirviera para las futuras generaciones, las nuestras —no logré apaciguar su rabia—. Papá estaba muriendo, estaba muy enfermo —el niño detuvo sus golpes mirándome con suma incredulidad, lo cual aproveché para dejar el tubo en el suelo—. Cuando encontró el One Piece, no le quedaba más de un año de vida, y ese año completo se lo dedicó a nuestra madre, ahí nos concibieron —le conté caminando hacia uno de los arboles para recostarme de él—. Él la amó, tanto que usó sus últimos días de vida para estar con ella, y cuando supo que estaba embarazada, hizo lo único que pudo moribundo —una lágrima comenzó a correr por mi mejilla.

Sabía la historia de Roger, no me importó mucho cuando me enteré en el arco de Wano de esta completa, pero la perspectiva ahora no era igual, ese hombre era mi padre, y me llenaba de orgullo llevar su sangre, ser producto del amor que le tenía a nuestra madre, que no fuéramos un error o un accidente, sino algo de él que prevalecería en este mundo.

—Sé que por eso nuestra vida es algo complicada, que debemos enconder quienes somos, pero él nunca lo quiso así —intenté agregar al ver como no lograba inmutarlo—. Nosotros valemos no por lo que los demás digan o crean de nosotros, sino por el valor que nos damos nosotros mismos —concluí al saber los pensamientos suicidas que tenía acerca de su existencia apartándome del árbol para caminar hacia él con una sonrisa—. Si eso no es suficiente para ti, entonces cuenta siempre conmigo, venimos juntos al mundo, y junto lo enfrentaremos —le propuse estirando mi mano para que pudiera tomarla en forma de un trato, la cual miró de manera poco confiada.

—No puedo confiar del todo en ti si me guardas secretos —exclamó resultándome más molesto de lo que esperaba, sabía que tenía un punto, pero no se me ocurría una manera sencilla y no invasiva a este mundo de contarle de donde provenían mis conocimientos.

—Eres un idiota —me limité a hacer un berrinche con pucheros apartando mi mano—. Después haberte contado sobre los haki, algo que no deberías saber hasta dentro de más de diez años… no tienes idea de como te hubiera ido sin saber todo esto en cuanto salgas de esta isla —solté con rabia sin pensar mucho en lo decía, un defecto que me traje del otro mundo, en el momento en que me sentía acorralada o furiosa, hablaba sin pensar, y casi siempre me traían consecuencias, las cuales apenas noté en cuanto observé el rostro de Ace perplejo—. Olvídalo, iré a…

—Lo viste —comentó de golpe sin lograr entender a que se refería—. Las cosas que me enseñaste del Haki, sobre Roger, sobre mí, tú lo viste, por eso lo sabes —concluyó demasiado rápido para mi gusto—. ¿Cómo? ¿Cómo es que viste…?

—Supongo que si voy a pasar otros diez años aquí contigo, algo debes saber —acepté que necesitaba darle algo para que dejara de molestarme, no la verdad absoluta, que venía de otro mundo y que en él todo esto era solo una animación japonesa, pero si la que pudiera explicar todo de manera fantasiosa pero lógica—. Puedo ver el pasado de las personas, de algunas no todas, no es algo que pueda controlar del todo —inventé con seguridad, lo cual en parte era cierto, o era una forma de verlo—. Y puedo ver algunos futuros, pequeños retazos, posibles futuros —añadí cruzándome de brazos y Ace mirarme sorprendido, dando señal de que me había creído por completo.

Sabía que era una información peligrosa de dar, pero no podía continuar intentando tratar con él sin que confiara primero en mí. Si dejaba que pusiera de nuevo una barrera entre nosotros terminaría por morir tal como tenía predestinado. Por lo que no me importó que tan peligroso fuera, aposté por que guardaría el secreto, que confiaría de manera impoluta a partir de ahora.

—¿Cómo es que…? —intentó decir como si aun no lograra procesar mis palabras—. Viste a Roger, por eso sabes de él…

—Sí, sus aventuras, su muerte, toda su vida, fue un gran hombre, y también te vi ir a la ciudad a preguntar por él, y que las veces que vienes herido es porque peleas cuando lo insultan —respondí con una mueca antes de negar—. Ni se te ocurra preguntar sobre tu futuro, es peligroso saber algunas cosas —le advertí antes de que se le ocurriera intentarlo.

—Siento que me estás tomando el pelo, no es posible que puedas ver el pasado o el futuro —comentó después de pensarlo, lo cual le daba crédito, era algo difícil de entender.

—No lo veo per se, solo veo algunas cosas —lo corregí encogiéndome de hombros—. Pero es algo peligroso, si alguien más supiera de ello…

—Serías cazada —aceptó el azabache con rapidez, uno de mis mayores temores en este mundo con respecto a mi conocimiento, si alguien poderoso se enteraba de mí, tendría problemas, sería cazada, encerrada, usada a su antojo. Fue una de las primeras cosas que entendí cuando supe en donde me encontraba—. Sin embargo, confiaste en mí para decírmelo.

—Eres mi hermano mayor, un idiota, pero mi sangre —me encogí de hombros para luego reírme—. Te daré una sola prueba de lo que te digo es cierto, pero no quiero que se lo comentes a nadie jamás —exclamé esperando no arrepentirme de esto en un futuro.

—Te doy mi palabra —aceptó Ace con arrogancia como si esperara que no lograra convencerlo—. No diré nada de lo que me dijiste si logras darme una prueba de lo que dices.

—Has estado ahorrando desde hace dos años, lo llamas tu tesoro, lo obtienes robando, un pequeño botín para salir de aquí en un barco y ser un pirata —mencionó con arrogancia mientras veía su sonrisa desvanecerse y mirarme con desconfianza.

—¿Me seguiste? —me acusó para luego negar—. No, ni siquiera podías salir de casa de Dadan sin que te mataran hace dos meses —cayó en cuenta solo de su conclusión—. Espera, si sabes del tesoro, entonces…

—También sé de Sabo —terminé su frase notando el momento exacto en su perspectiva sobre mí cambiaba—. Sé que después de que me entrenas te encuentras con él, son mejores amigos desde hace un año que lo encontraste —añadí de manera vaga al no recordar con exactitud los meses, pero creo que tenía cerca de un año conociéndolo.

—Podríamos sernos rico con tu don —exclamó haciéndome reír para luego negar—. Por favor, debes tener conocimientos de muchas cosas, cosas útiles que podríamos usar, información que vender, que…

—No quiero usarlo, no quiero que alguien se entere, porque sé a la perfección lo peligroso que es este mundo, y es una información que no quisiera que terminara en las manos equivocadas —le aclaré de la mejor manera posible—. Por eso necesito que guardes el secreto.

—¿Incluso de Sabo? —preguntó haciéndome dudar, dado que habían cosas que quería hablar con él también.

—Le puedes contar a Sabo, si él promete guardar el secreto —respondí al saber que de todas formas él perdería la memoria en tres años, su conocimiento sobre mi don no sería peligroso en un futuro.

—Confío en él, va a hacerlo —exclamó con más confianza de la que me tenía—. Vamos, iré a presentarlos, ni siquiera le he mencionado que tengo una hermana —añadió sin yo dejar de pensar en los peligros que me traería esta decisión, pero a la vez como sabiéndolo, Ace me escucharía cuando le advirtiera sobre Teach antes de salir de la isla, necesitaba su confianza para salvarlo, para evitar que Barbanegra lograra su cometido.