Adrien.
Después de ver salir corriendo a Marinette por la puerta, mi corazón se rompió en pedazos. Yo sé lo que duele ser rechazado, y lo peor es que sé que no querrá hablarme tras lo ocurrido.
Suspiré, y me acerqué hacia mi taquilla. La abrí, y Plagg salió del bolsillo de mi camisa. Empezó a revolotear y sin previo aviso, abrió mi mochila y sacó el último camembert que tenía. Cogí mi mochila, y miré a Plagg.
El felino me miró, y rápidamente empezó a comer su camembert.
—Que seas un rompecorazones no quiere decir que lo tengas que pagar con mi camembert. —dijo indignado.
Rodé los ojos. —Come rápido, no estoy de humor. —dije cerrando la taquilla y sentandome en los bancos.
—Oh vamos, ¿no me digas que estas así por Marinette? —dijo Plagg comiendo queso. —Has sido cruel. Decirle que te gusta pero que estás enamorado de otra...
Lo miré con tristeza. —Yo quiero a Ladybug.
Plagg rodó los ojos y cruzo sus pequeños brazitos. —Ladybug no te da ni la hora. Además, creo que hubiera sido mejor que le hubieras dicho que si a ella. —Plagg me miró mientras seguía comiendo su queso.
Suspiré y me levanté. Apreté los puños con fuerza y cerré los ojos de rabia. Plagg tenía razón, he sido demasiado cruel diciéndole eso a Marinette, pero tenía que ser honesto con ella. Sería incapaz de mentirle, no a ella.
—Vamos Plagg. Tengo clase de piano y luego chino. —dije abriendo un poco mi camisa para que el entrara.
Él felino se acercó a mi, y se tiró un pequeño erupto. Solté una risa que hizo alegrarme un poco la tarde y emprendí camino hacia la salida donde gorila ya estaba listo con el coche.
Me metí en él, y de inmediato, el coche arrancó. Puse el codo encima del apoya brazos, y puse mi cabeza en mi mano. Observé lo que había por la ventana. Pasé por los preciosos campos elíseos, por el arco del triunfo, y finalmente pasé por delante de la torre Eiffel.
Era espectacular. Simplemente sencilla. No tenía palabras este monumento, y además, significa tanto para mí... Por desgracia, el coche siguió avanzando, llevandome directo a casa.
Cuando llegué, Suspiré y bajé de él. Me despedí de gorila y fui corriendo a mi casa, por que seguro que mi profesor ya se encontraría allí. Y no me equivoque. Ya se encontraba allí, sentado, tocando una preciosa melodia de Chopin.
—Buenas tardes, messier Ford. —dije con dificultad para respirar por correr y subir las escaleras tan rápido. —Estaba con una amiga y...
Él señor Ford dejó de tocar el piano, y se fue a mi mesita de noche. Levanté una ceja de confusión, y cuando se giró, pude observar que llevaba una botella en la mano. Se acercó a mi con ella, y me la extendió.
—Buenas tardes, Adrien. —dijo Ford. Nunca le había preguntado por su edad, pero yo le echaba más o menos unos 28 años. Se le notaba en los rasgos de la cara.
Cogí la botella, Sonreí y empecé a beber de ella.
—Y dime, ¿que hacías con tu amiga? —preguntó poniendo camino hacia el piano que se situaba en el centro de mi habitación.
Escupí el agua que tenía en la boca ante tal pregunta. ¿Como le iba a decir eso al señor Ford? Seguro que se lo diría a mi padre, y mi padre me haría un interrogatorio de como era Marinette, y el por qué la habría rechazado.
Negué con mi cabeza un par de veces, y me inventé la escusa más tonta que se me vino a la cabeza.
—Estaba ayudándola a encontrar a su hamsters. —dije nervioso, esperando que él se creyera eso.
Hizo un amago de que me sentara en la silla del piano. Me acerqué, y Suspiré. Se la había tragado. Menos mal.
—En tus ojos hay amor, querido Agreste. —dijo cuando estaba apunto de empezar a tocar. —Entiendo si no me quieres contar lo que pasa, pero quiero que sepas que soy un experto en el amor. —dijo dándome un codazo.
Abrí mis ojos como platos. —No, no hay amor... —al decir eso, pensé en mis palabras. Me dolía hasta a mi el decir eso.
Ford carraspeó su garganta. —Bueno, pongamosle amor al piano, entonces.
Suspiré, y empecé a tocar la melodia que estaba tocando él antes, pero no llegaba ni a igualarse al nivel de Ford. Mientras tocaba, Marinette se me venía a la cabeza.
Su sonrojo, sus pecas... Y lo que hizo por mi siendo Chat Noir... Mordí mi labio y seguí tocando. Cuando estaba la música por acabarse, se me ocurrió una increíble idea.
Iría a verla como Chat Noir para saber como estaba. Si iba como Adrien, me echaría a patadas de allí, además de que seguro que ella no me quiere ver ahora mismo.
La clase con Ford pasó normal. Sin ningun inconveniente más sobre lo que había pasado con la "chica misteriosa". Cuando acabó mi clase de piano, messier Ford se marchó, y por la puerta apareció mi profesor de chino.
Hice lo mejor que pude, pero hoy no me encontraba en condiciones de pensar en chino, hablar en chino, y escribir en chino. El profesor lo notó, pero supongo que pensó que como todos, tenemos un mal día.
Me despedí de él cuando la clase acabó, y me tiré a mi cama exhausto. Eran las cuatro de la tarde. No había comido nada, pero tampoco tenía hambre.
Plagg salió del bolsillo de mi mochila, y empezó a revolotear por mi habitación hasta llegar al cajón donde escondía sus apestosos quesos.
Suspiré y me di la vuelta en mi cama. La increíble idea que se me ocurrió antes, empezaba a tener problemas. No sé si sería capaz de ir a casa de Marinette y estar con ella... Si se llega a enterar de que Chat Noir es Adrien Agreste, podría salir muy mal parado.
Pero quiero ayudarla.
Me levanté de la cama, y me acerqué al cajón donde se encontraba Plagg comiendo su apestoso queso.
—Oye, oye, privacidad con mi quesito y yo, Adrien. —me miró muy mal mientras clavaba mi vista en el armario.
—¡Plagg! ¡Tragón! Ya casi te has comido todo el queso. —dije abriendo mis ojos como platos.
Él se encogió de hombros. —Mi obsesión es el queso, la tuya es Ladybug. Yo respeto tu opinión, respeta la mía. —me sacó la lengua y siguió comiendo su queso.
Mi ojo empezó a hacer un tick raro, mientras suspiraba. Este gato nunca cambiara.
—Solo espero que hayas cobrado mucha fuerza, puesto que es hora de irse. —dije mientras me levantaba.
—¿A que te...
—¡Plagg, transformame! —dije sin tiempo alguno a darle explicaciones. Seguro que replicaria como siempre, y sinceramente, no quería escucharlo quejándose.
Salí por el gran ventanal de mi habitación y puse camino a casa de Marinette. Llegué en un abrir y cerrar de ojos, y me de un salto, me puse de pie en su balcón.
Estaba por tocar la buhardilla, pero vi que estaba abierta, así que supuse que estaría en casa. Bajé a su habitación, pero mi sorpresa fue enorme al ver que Marinette no estaba en su habitación.
Empecé a preocuparme. ¡Donde narices se habrá metido! Ay no, como le haya pasado algo por mi culpa...
Mientras empezaba a imaginarme cosas en mi cabeza sobre lo que posiblemente no le habría pasado a la ojizaul, escuché el teléfono sonar en el comedor de la casa.
Me acerqué a la buhardilla, que gracias a los cielos estaba cerrada, y puse en acción mis orejas ficticias de gato. Escuché unos pasos, y como el teléfono era descolgado por alguien.
—¿Marinette? —la voz era de una mujer, así que supuse que era de la madre de mi amiga.
Hubo un silencio, pero era imposible escuchar lo que Marinette estaba diciendo por la otra línea.
—¡Claro cariño! Sólo no llegues muy tarde, ¿está bien?
De nuevo, hubo silencio, hasta que la señora Cheng habló de nuevo.
—Está bien, mi amor. Pásatelo bien con Luka. Te quiero.
¿Luka? ¿Qué tiene que ver él en todo esto? Un extraño sentimiento se instaló en mi cuerpo, mientras las ganas de pegar algo se hacían cada vez más grandes. Suspiré varias veces, y decidí que me quedaría aquí hasta que Marinette llegara.
Iba a averiguar sea como sea, que narices hacia ella con Luka.
