Marinette.
—¿Y sabes que le dijo Juleka? —me preguntó la madre de mis amigos.
Estaba apunto de estallar de la risa. Nos encontrábamos cenando, pero estábamos contando historias divertidas sobre nosotros cuando eramos más pequeños.
Negué con mi cabeza. —¿Qué le dijo?
—Pues puedes morirte ya, vieja estúpida. —todos los que nos encontrabamos en la mesa empezamos a soltar grandes carcajadas.
—¡Yo no recuerdo eso! —dijo Juleka muerta de la risa.
—Oh, créeme hermana que si lo dijiste. —dijo Luka, que se encontraba a mi lado, comiendo helado de chocolate.
Estar con él todo el día había echo que olvidara por completo a Adrien. No me acordé de él en ningún momento, y supongo que es algo bueno si quiero olvidarlo.
Miré la hora de mi teléfono, que marcaba las 20:18. Mamá me dijo que no llegara muy tarde a casa, y creo que se me está empezando a hacer de noche.
—Muchísimas gracias por dejarme cenar esta noche aquí. —sonreí en forma de agradecimiento mientras me levantaba de la mesa. —Pero creo que es hora de que me vaya. Mi madre me dijo que llegara pronto a casa.
La mujer de gafas rojas me sonrió. —Claro, cariño. ¡Eres bienvenida cuando quieras! Eso sí, tienes que contarnos más historias tuyas. —soltó una carcajada mientras se limpiaba una lagrima de la risa. —¡Tus historias son divertidísimas!
Solté una gran risa. —Claro que si.
Me fui a la habitación de Luka, donde estaba mi mochila. La cogí y Suspiré. Tikki me miraba desde el bolso con una gran sonrisa. Le guiñé un ojo y me giré, pero me choque contra alguien.
Abrí mis ojos rápidamente, y observé que era Luka con quien me había chocado. Estábamos muy cerca, y sentía su calor corporal... Mi garganta se secó, y miré sus ojos azules.
—Perdón por asustarte, preciosa. —me dio una sonrisa. —Pero quiero acompañarte a casa. —dijo guiñandome un ojo.
Le saqué la lengua para intentar quitar los remolinos que empezaba a crear Luka en mi interior.
—No hace falta. —le esquivé mientras empezaba a reírme, y salí de su habitación.
—Te acompaño igual. —por el rabillo del ojo vi como se encogió de hombros, y se vino detrás de mi.
Salimos al comedor, donde me despedí de Juleka y su madre, y salí del barco. Luka se puso a mi lado mientras empezaba a silbar alguna melodía al azar.
Esta noche en París era cálida, a diferencia de las demás; frías, oscuras, nubladas... Hoy no había ni una sola nube en el cielo, y eso hacía que se pudieran ver las estrellas brillar.
Pasamos por delante de la Torre Eiffel, y los recuerdos de Adrien se me vinieron a la cabeza. Paré en seco, y tapé mis ojos con mi flequillo. Las lágrimas empezaban de nuevo a caer por mis mejillas.
Luka al ver que me había parado, se giró. Cuando vio que mis lágrimas caían, se acercó a mi y empezó a darme leves caricias por mi pelo.
Mi pecho volvía a doler. Su mirada esmeralda estaba clavada en mi alma, y no podía borrarla de mi mente por mucho que quiera. Sonará muy alocado y puede que hasta para algunas personas, inmaduro, por solo tener 16 años y decir que amo a un chico.
Y es verdad, amaba a Adrien. Este sentimiento había pasado de una simple atracción, a estar calada hasta los huesos por ese rubio. Desde el día que me regaló su paraguas, no he dejado de pensar en él. Y duele saber que él no siente lo mismo hacia mi.
Me acurruque más hacia el pecho de Luka mientras dejaba que mis lágrimas se escaparan de mis ojos.
Joder, como duele. Duele mucho.
La Torre empezó a hacer pequeños parpadeos con brillantes. Me separé de los brazos de Luka y observé el precioso monumento que se encontraba delante de nosotros. El ojiazul también miró con admiración la preciosa torre Eiffel.
Sorbí mi nariz y empecé a quitar las lágrimas que amenazaban de nuevo con salir de mis ojos. Negué con mi cabeza, y cerré mis puños con fuerza.
Vamos Marinette. ¡Eres fuerte!
Asentí con mi cabeza y agarre con fuerza las asas de mi mochila.
—Oye, Marinette... —la voz de Luka hizo darme un pequeño brinco.
—D-dime. —dije mirando aún la torre Eiffel.
Él se puso delante de mi, y posó su mano en mi hombro derecho. —Sé que duele mucho el declararte y que te rechacen. —me miró, y sentí como mi pecho empezaba a doler de nuevo. —Pero preciosa, esto es una pequeña roca que te ha puesto la vida en tu camino. —mis ojos se posaron en los suyos. Sus ojos brillaban como nunca antes los había visto. —Si quieres seguir adelante, debes olvidar el pasado y vivir el presente, por que sino, te quedarás sin futuro.
Quedé de piedra ante sus palabras. Tenía razón... Debía seguir adelante, y con ayuda de mis seres queridos, seguro que lo lograría sin dudar. Asentí con mi cabeza y abracé a Luka.
—Tienes razón, Luka. Gracias. —apreté más mi cara hacia su pecho.
La verdad, no sé que hubiera echo sin Luka ahora mismo en mi vida. Él me está ayudando a salir del bache en el que me he caído.
Suspiré y cogí su mano. Seguimos caminando hacia mi casa, mientras hablamos de cosas sin sentido. Luka era muy divertido, y demasiado coqueto. Me hace reír con sus intentos de coqueteo.
—Y voila —dije mientras me ponía delante de él. —, hemos llegado. —sonreí.
Él me sonrió. —Duerme bien, ¿vale? —él me guiñó un ojo. Bajé la vista avergonzada. Asentí con mi cabeza.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. —Muchas gracias. —miré de nuevo sus ojos azules, y vi como estaba sorprendido.
Sus mejillas se pusieron rojas un momento, y luego me sonrió.
—De nada, preciosa. Descansa. —se dio media vuelta y puso de nuevo camino hacia su casa. Me quedé allí hasta que vi como giraba por la calle, y me miraba de nuevo.
Me volvió a sonreír, y siguió con su camino. Sonreí y me adentré a mi casa. Tikki salió de mi bolso y se puso en mi hombro. La miré por el rabillo del ojo, y vi como subía sus cejas enérgicamente.
Negué con mi cabeza juguetona, y llegué a mi casa. Abrí la puerta, donde encontré a mamá y a papá viendo la televisión.
Los dos me miraron y sonrieron. Los salude con un beso en la mejilla. Fui al pote donde solemos dejar las galletas, y cogí unas cuantas.
Me despedí de ellos, y subí a mi habitación. Dejé mi mochila en el diván, cuando unas manos me taparon los ojos y la boca. Pegué un salto enorme por el susto.
—Sh, Marinette. Soy yo, Chat. —la voz de aquel felino me relajo los músculos.
Quitó sus manos de mi ojos y mi boca y me Giré hacia él con una ceja levantada. ¿Qué hacía él aquí?
—¿Qué haces aquí, gato? —dije mientras cogía de nuevo mi mochila, y la dejaba en la mesa.
Me Giré y vi como me miraba obvio, pero luego cambió su espresión.
—¿No te ha pasado nada hoy? —me observaba con una ceja levantada.
Lo miré mientras cruzaba mis brazos por encima de mi pecho. ¿Y esto a que viene ahora?
—¿Y eso de que ahora quieres saber sobre mi? —Dije mientras movía mi pie de arriba a abajo. —¿No deberías preocuparte por París y esas cosas? —dije intentando persuadir aquel "tema" del cual no quería hablar.
Él suspiró. —Te vi llorando nada más salir del instituto, quería saber si... Estabas bien, ya sabes. —él bajó sus orejas. —Entiendo si no me quieres aquí. Solo soy... Un gato que estorba en cualquier sitio. —dije cabiz bajo mientras empezaba a subir las escaleras.
Mordí mi labio.
Me sentía super mal.
