Tomé una gran bocanada de aire. Sentía como si hubiera pasado demasiado tiempo bajo el agua, y hubiera estado a punto de quedarme sin aire en los pulmones. Mi visión era demasiado borrosa, y me encontraba desorientada. Sentía una punzada de dolor palpitar en el estómago.

Lo único que recordaba era haber sido mordida por un lobo en el cuello, y luego todo se había vuelto negro… ¿Qué había pasado?

Noté cómo un cálido brazo me envolvía, ayudándome a incorporarme. Se trataba del Señor Sesshomaru. Aquello debía ser el paraíso, permitiéndome vivir en mi anhelada fantasía. Con la cabeza aún embotada, me dejé estrujar contra el pecho de la imagen idílica de mi esposo. Su cuerpo se sentía muy acogedor.

Sin embargo, la presión de aquel abrazo comenzaba a ser demasiado sofocante, me costaba respirar. Aquel hecho me trajo de vuelta a la realidad. Se trataba de él, en carne y hueso.

- Se… or… Ses… maru… N… pue… respirar… - Exhalé con dificultad.

Sesshomaru me liberó, clavando su mirada en mis ojos. Aquella hipnótica sensación de perderme en aquel color dorado era demasiado real.

- ¿Te encuentras bien… Rin? – Me preguntó en voz baja, con dulzura.

Asentí débilmente. Me sentía aturdida, aunque no podía ignorar la molestia que se había instalado en mi estómago. Por lo demás, me encontraba en buen estado.

- ¿Qué ha pasado? – Balbuceé, observando los alrededores.

Seguía en el mismo sitio donde había sido atacada por el lobo salvaje. ¿No había sido todo un sueño?

- Moriste. – Confesó Sesshomaru, en tono calmado. – El poder de Tenseiga te ha traído de vuelta.

Tras escuchar sus palabras, acudieron a mi mente las imágenes del momento en el que había tratado de defenderme del ataque del animal con aquella katana.

- Esa espada… ¿No puede cortar a través de seres vivos?

Él asintió, en silencio. Parecía haber sabido todo este tiempo cuál era el poder real de Tenseiga.

- ¿Me ha salvado la vida, Señor Sesshomaru? ¿Esto no es una ilusión, un delirio de mi cabeza? ¿Seguro que no estoy en el más allá…?

El demonio dejó depositó su frente contra la mía, con los ojos cerrados, acallando mi balbuceo inconexo.

- Todo esto es real. Has fallecido y luego vuelto a la vida, Rin. – Me explicó con pesar.

Sentí las lágrimas acudir a mis ojos, conmovida.

- Gracias por haber usado el poder de Tenseiga por alguien como yo… - No tenía palabras para expresar lo agradecida que me sentía.

- No digas tonterías. – Me interrumpió, estrechándome contra su hombro.

- Pensaba que me odiaba por ser una simple humana, Señor Sesshomaru… - Sollocé. – Y tenía miedo de no volverle a ver nunca más…

El contacto cercano con él liberaba mis temores, reprimidos por tanto tiempo en el rincón más oscuro de mi corazón.

- Jamás he sentido nada remotamente parecido al odio por ti.

Sintiendo mi cuerpo aún entumecido, estiré los brazos para alcanzar su rostro. Necesitaba que me mirase a los ojos mientras pronunciaba sus sentimientos por mí. Sin embargo, el dolor de mi estómago se agudizó, dejándome inmóvil.

- Huele a sangre. – Dijo Sesshomaru estudiando mi rostro con seriedad.

El fugaz recuerdo de la ausencia de mi periodo cruzó mi mente a la velocidad del rayo. El punto exacto del que provenía el dolor coincidía con mi bajo vientre. Sólo había una persona con conocimientos suficientes para saber qué hacer en aquella situación.

- Lléveme… de vuelta a la aldea, por favor… Kaede sabrá que hacer… - Mi voz perdía fuerza a medida que las fuerzas abandonaban mi cuerpo una vez más.

- ¿Kaede? – Inquirió Sesshomaru.

- Es una anciana sacerdotisa… Tiene un parche sobre el ojo… - Murmuré, mientras el mundo de sumía en la oscuridad de nuevo. – Ella sabrá… Qué hacer…

- No te duermas. – El grave tono de Sesshomaru se perdía en la distancia. - Rin. ¡Rin!

Cuando volví a abrir los ojos me encontré dentro de una familiar cabaña. Se trataba del hogar de la anciana Kaede. La sacerdotisa estaba sentada a mi lado, dándome de beber un líquido de sabor amargo y origen desconocido. Reprimiendo la repugnancia ante aquel sabor, tragué todo el contenido que fue vertido dentro de mi boca. Tosí un poco una vez se hubo acabado.

- Veo que has despertado, Rin. – Dijo Kaede con gravedad.

- Sí… Me siento mucho mejor.

- Me alegra escucharlo, porque tengo que hablar muy seriamente contigo.

Se la veía genuinamente molesta. Suspiré, viendo venir la dirección que iba a tomar aquella conversación.

- Tú ya sospechabas que podías estar embarazada, ¿verdad? – Asentí en silencio, no tenía ninguna justificación que ofrecer. - ¿Por qué no me dijiste nada? Kohaku entró en pánico tan pronto como le dije que te habías marchado y me habló de tus constantes mareos. ¿Y aun así querías salir en busca de Sesshomaru, sabiendo los riesgos?

Sabía que no había hecho bien en ocultarle mis sospechas, pero siempre tuve la certeza de que aquella mujer iba a intentar sobreprotegerme si se lo hubiera contado antes.

- No estaba segura, pero no quería preocuparos más por mí, o por el posible bebé… Tampoco quería ser una molestia o sentirme inútil…

La mirada de Kaede se ablandó mientras yo musitaba excusas.

- Comprendo cómo te sientes, pero has puesto tu vida en peligro sin necesidad…

- ¿Qué ha pasado con el bebé? – Le interrumpí para preguntarle la pregunta acuciante que asomaba mis labios.

Vaciló antes de contestar.

- Lo has perdido. – La mujer me puso en pie, recogiendo sus bártulos. – No tengo ni idea de lo qué ha pasado, pero la conmoción ha sido tan grande que tu cuerpo lo ha expulsado.

No pude evitar sentirme triste ante aquella noticia, aunque quizás fuera para mejor, dadas las circunstancias. Aquel último pensamiento me provocó una punzada de culpabilidad en el pecho.

- ¿Sabe algo de esto el Señor Sesshomaru? – Pregunté en un susurro.

- Lleva rondando la casa desde que te trajo aquí, pero no es que se deje ver demasiado. Tampoco es que me haya parado a conversar con él en ningún momento. De cualquier manera, Rin, si el bebé era suyo, creo que te corresponde a ti decírselo, no a esta anciana.

- Gracias. – Respondí en un murmullo.

La mujer se paró antes de dirigirse la entrada de la casa.

- Voy a salir a por más hierbas medicinales para tu hemorragia. Tú descansa un poco.

Apenas me hube quedado sola, una desoladora sensación de vacío se instaló en mi estómago. Había tratado desesperadamente de evitar pensar en la posibilidad de un embarazo, esforzándome al máximo por ignorar aquella cruda realidad. Sin embargo, lo cierto era que había albergado a mi bebé en el vientre durante algún tiempo y lo había perdido por no haber tenido en cuenta que mi cuerpo ya no me pertenecía solo a mí. Me sentía terriblemente culpable por haber permitido que mi obsesión con el padre de aquella criatura me hubiese nublado el juicio de aquella manera. Sabía que a aquellas alturas no tenía sentido llorar la pérdida de una vida que ni siquiera había tenido la oportunidad de existir, pero la sentía como una responsabilidad que había descuidado por completo.

Mientras el remordimiento me acosaba, Sesshomaru irrumpió en el interior de la cabaña a través de la ventana, sobresaltándome. Su porte era majestuoso mientras cruzaba la sala en mi dirección y se arrodillaba a mi lado, junto al futón. Se me cortó la respiración por un momento. Había sido tan veloz y silencioso que apenas había tenido tiempo para procesar su presencia a mi lado.

- Parece que ya estás fuera de peligro. ¿Cómo te sientes, Rin? – Murmuró mientras me estudiaba con atención.

Me arropé con la manta hasta la barbilla. La intensidad de su mirada me hacía sentir cohibida, e incluso culpable. No podía explicarle lo que había pasado, no estaba preparada, ni sabía que palabras utilizar. Rogaba internamente porque no me preguntase directamente.

- Estoy… mucho mejor, gracias…

Un incómodo silencio se instaló entre nosotros. Se sentía extraño que estuviera allí a mi lado, después de todo lo que había ocurrido. No estaba muy segura de cómo debía tratarle. Tampoco me sentía con fuerza ni valor suficiente para haberle de nuestro bebé todavía, necesitaba algo de tiempo.

- Señor Sesshomaru… - Lo llamé, aunque él no despegaba sus ojos de mí. - ¿Podemos hablar de lo que ha pasado? Aún sigo un poco confundida.

Los dedos de la mano derecha de Sesshomaru alcanzaron mi mejilla, acariciándola con ternura.

- Preferiría que descansaras y te recuperases antes de tratar temas complicados. – Respondió.

Tomé su enorme mano entre las mías, tentada de depositar un beso sobre su dorso, aunque reprimí el impulso de hacerlo. No sabía si era correcto dejarme llevar. La sostuve con las pocas fuerzas que tenía.

- ¿Puede prometerme que no volverá a marcharse? – Pregunté mientras mantenía la mirada fija en sus ojos.

- No tengo intención de volver a separarme de tu lado, siempre que tú no desees lo contrario.

Sus palabras parecían sinceras, lo cual me despertaba nuevas incógnitas.

- Señor Sesshomaru, ¿por qué me mintió la última vez que nos vimos aquí?

Pareció sorprendido de que hubiera podido leer a través de su máscara de hielo con tanta seguridad y precisión.

- Quería protegerte. – Fue su escueta respuesta.

- ¿Por qué desapareció aquella noche, sin explicarme lo que estaba pasando?

- Sólo… intentaba hacer lo mejor para ti.

Se veía demasiado abrumado por el interrogatorio. Seguramente ni siquiera él se sentía orgulloso de sus acciones, aunque jamás admitiría sus errores en voz alta.

- Podemos hablar de todo esto cuando estés recuperada. – Me ofreció como compensación.

Supe que no tenía más opción que respetar sus tiempos si quería tener una conversación provechosa con él.

- Está bien. – Acepté mientras escrutaba su rostro con cautela. – Aunque me gustaría que me confirmarse una cosa más…

- ¿De qué se trata?

El demonio se puso tenso, mientras esperaba que me pronunciase.

- ¿Fue usted el responsable de la masacre de aquella noche? ¿Usted planeó acabar con todas aquellas vidas inocentes en el castillo?

Sabía que no era justo dudar de él sin pruebas, pero necesitaba dar calma a la terrorífica posibilidad de estar enamorada de un asesino a sangre fría.

- No.

- ¿No asesinó ni a un solo habitante del palacio? – Le presioné en busca de cualquier rastro de duda.

Se quedó pensativo unos instantes.

- No aquella noche.

- ¿A qué se refiere?

Tenía miedo de conocer la respuesta, pero me angustiaba más seguir creando teorías alocadas en mi cabeza.

- Taeko.

Aquel nombre despertaba en mí los recuerdos horribles del día que la jefa de servicio me reprendió por haberme escapado del castillo. Había aparecido sin vida al día siguiente, aunque yo había vivido convencida hasta aquel momento de que debía de haber ocurrido por causas naturales, dada su avanzada edad.

- ¿Por qué? – Inquirí.

- Te hizo llorar.

¿Realmente creía que aquella era una razón suficiente para justificar un asesinato a sangre fría?

- Pero no tiene derecho a arrebatar una vida por ese motivo. - Le reprendí.

Él desvió la mirada, fijándola en el suelo.

- Tienes que descansar. Por favor.

Era la primera vez que le escuchaba implorar de aquella manera. Quizás estaba siendo demasiada dura con él en aquel momento. Olvidaba que jamás mostraba hasta qué punto podía estar sufriendo, y no sería extraño que pudiera estar abatido. Yo no era la única que había pasado por una situación dura, después de todo.

Sin embargo, nada podía mitigar el impacto de saber que había acabado con la vida de alguien por mí. Volvería a retomar esa conversación más adelante, me negaba a dejarlo estar.

- De acuerdo… - Musité mientras me recostaba de lado.

Cerré los ojos, fingiendo dormir. No podía hacer nada más por el momento, pensé con amargura.

Los días siguientes transcurrieron con lentitud entre medicinas y visitas por parte de mis conocidos en la aldea, preocupados por mi condición. En los momentos en los que me quedaba sola en la cabaña, Sesshomaru no tardara en dejarse caer por allí, deslizándose a través de la ventana. El demonio evitaba a conciencia a otros humanos (salvo a Kaede, no parecía rehuir su presencia cuando la mujer regresaba a casa), y parecía especialmente cuidadoso de no cruzarse con su medio hermano.

Poco a poco, comencé a recuperar las fuerzas y pude ponerme en pie por mi cuenta. La abuela Kaede insistió en que debería seguir tomando las medicinas, pero me alegraba de poder volver a cocinar, al menos. Así no me sentía tan inútil.

Aquel mediodía, Sesshomaru apareció en el umbral de la puerta mientras Kaede y yo recogíamos los enseres de la comida. Me sorprendió tanto verlo entrar por la puerta que casi dejo caer el cuenco que tenía entre las manos. No lo esperaba de aquella después del carácter clandestino en el que habían tenido lugar sus visitas.

El pequeño Shippo se sobresaltó ante la imponente presencia del demonio, y su gesto se volvió defensivo. Kaede le dedicó una clara mueca de disgusto al demonio, no le agradaba su presencia, a pesar de que lo tolerase en su morada por mí.

- Rin. – Se dirigió a mí con su tono de voz neutral. - ¿Puedes venir conmigo?

- Sí, esto, primero tengo que terminar de… - Comencé a balbucear, su repentina aparición me había tomado completamente por sorpresa.

- ¿A dónde te la quieres llevar, exactamente? – Inquirió Kaede con cautela, tensa por su inesperada visita.

Kaede aún era algo recelosa del hombre que me había traído de vuelta a casa cubierta de sangre. Yo tampoco sabía cómo explicarle que Sesshomaru me había revivido con su espada, por lo que no le había contado nada de lo sucedido. Era normal que actuase de aquella manera con él.

- Sólo quiero hablar en privado con ella. – Explicó el demonio, desafiándola con la mirada. – La traeré de vuelta antes de que anochezca.

En aquel momento, de detrás de Sesshomaru apareció el pequeño Jaken, corriendo en mi dirección.

- ¡Rin, cuánto me alegro de que estés bien!

- Cuánto tiempo, señor Jaken. – Le saludé, genuinamente feliz de verle. – Gracias por hacerme aquel favor la última vez.

- Puedes quedarte a mi siervo como garantía. – Dijo Sesshomaru a la anciana, en tono calmado. – Si no vuelvo antes de la noche, puedes hacer lo que te plazca con él.

El pequeño demonio verde quedó helado ante aquellas palabras.

- ¡Señor Sesshomaru…! – Chilló con lágrimas cayendo de sus ojos en forma de cascada - ¡¿Cómo puede venderme de esta manera ante unos insignificantes humanos?! ¡¿Acaso no le importa lo que me suceda?!

- No se preocupe señor Jaken, me aseguraré de volver antes del anochecer, tiene mi palabra. – Le aseguré al demonio con tono calmado.

Kaede puso fin al jaleo con su sentencia:

- No pienso hacer daño a nadie, el cielo me libre. Tu compañero puede quedarse aquí mientras estáis fuera, Sesshomaru, no hay problema.

Me pareció fascinante la forma en la que la perspicaz anciana había percibido que aquella había sido la sutil forma de aquel hombre de pedirle que retuviese a Jaken, de manera que no fuésemos interrumpidos. Él asintió en silencio, ignorando las protestas de su fiel sirviente y clavó su mirada en mí, provocándome un escalofrío a lo largo de toda la columna vertebral.

- ¿Nos vamos, Rin?

Adoraba la manera tan sofisticada en la que pronunciaba mi sencillo nombre.

- C-claro, Señor Sesshomaru. – Accedí con nerviosismo.

Le seguí hasta el exterior con cautela, donde nos esperaba una extraña criatura que parecía una especie de caballo dos cabezas, las cuales llevaban bozales cubriendo sus hocicos. Aquel demonio tenía la piel recubierta de gruesas escamas, como si se tratase de un lagarto, y su altura rebasaba la mía por media cabeza.

- Es tu medio de transporte. – Me indicó él. – Puedes montar en su lomo.

Me acerqué despacio. A pesar de su macabra apariencia, sus expresiones parecían amigables, por lo alargué el brazo para acariciar sus cuellos. Ambas cabezas emitieron un sonido de satisfacción.

- Son muy lindos. – Admití, algo más calmada. - ¿Tienen nombres?

- No. – Admitió Sesshomaru con tono neutral.

- ¿Puedo llamarlos Ah-Un? – Siempre había querido tener unas mascotas a las que llamar de aquella forma, me resultaba un nombre adorable desde que era niña.

La criatura parecía complacida por su nombramiento.

- Como quieras. – Dijo el demonio del cabello plateado, sin mucho interés.

Sesshomaru me tendió su brazo, ofreciéndome ayuda para montar sobre la grupa de la criatura. Dudé un instante antes de tocar su piel. Su calidez me hizo sentir un agradable cosquilleo que me hizo sonrojar, mientras apoyaba mi peso sobre él. No me inmutó ni un ápice, firme y estable como la tierra que pisaba bajo los pies. Una vez acomodada sobre el lomo de Ah-Un, la criatura se elevó por los cielos, siguiendo a su amo, que volaba rodeado de un luminoso haz de luz, conduciéndonos hacia el interior del bosque. Sin embargo, sin haber llegado muy lejos, tomó tierra en mitad de un pequeño claro. Cuando traté de apearme del lomo de Ah-Un, Sesshomaru me ayudó una vez más, dejando que me apoyase sobre su brazo al descender.

- Gracias. – Le dije, con una tímida sonrisa.

- Sujétate a mí para caminar, aún estás débil.

Lo cierto era que podía hacerlo sola, pero disfrutaba demasiado su cercanía. Aun así, no estaba segura de cómo debía tratarle en adelante. Supuse que no me quedaba mucho para definir aquel asunto, por lo que simplemente me dejé llevar.

Sesshomaru depositó su estola pulcramente contra un árbol y me ayudó a recostarme sobre ella. La verdad es que era bastante cómodo, por lo que no me quejé. Él se sentó con las piernas cruzadas frente a mí.

- Ahora puedes podemos hablar de todo lo que quieras. – Anunció con tono solemne.

Fue tan repentino que no tenía ni idea de cómo empezar. Todas mis dudas parecían haberse disipado ahora que volvía a acostumbrarme a su presencia.

- Esto… ¿Cómo ha estado todo este tiempo?

Alzó una ceja, extrañado.

- ¿De verdad esa es tu mayor inquietud? – Preguntó, perplejo.

- Bueno… - Entrelacé los dedos de mis manos con nerviosismo. – El Señor Jaken me contó algunas cosas respecto a su sello… y sobre su forma demoníaca, y… en fin, parece complicado, por lo que me preguntaba cómo debe haber sido este tiempo para usted.

Dejó caer sus hombros, deshaciéndose de la tensión.

- Ya veo… No sabía que ese mequetrefe se había ido de la lengua.

- Fui yo quién le insistió, Señor Sesshomaru. – Excusé al pequeño demonio.

- No me cabe la menor duda. Te encanta hacer preguntas sobre cualquier cosa.

A pesar de sus palabras de reproche, me dedicó una cálida mirada que me hizo sonrojar. Carraspeé.

- ¿Puede responderme a mi pregunta, entonces?

Sesshomaru se quedó algo pensativo.

- Ha sido bastante intenso, en más de un sentido.

Sus respuestas eran demasiado escuetas.

- Me gustaría que se abriera un poco más conmigo, Señor Sesshomaru. – Le pedí.

Su rostro serio me escrutaba atentamente.

- Al principio… - Comenzó a hablar con dificultad, como si le costase dejar salir las palabras. - No era capaz de detener la transformación por las noches. Aproveché el exceso de energía para acabar con los demonios de los alrededores. Sin embargo, no tenía el control de lo que hacía, sólo me dejaba llevar por mis instintos.

- ¿A qué se refiere exactamente? – Inquirí, sintiendo cómo mi cuerpo se tensaba ante las terribles posibilidades que se planteaban en mi cabeza.

- Hablo del instinto de caza de los demonios de mi especie, mezclado con la necesidad de… - En aquel punto se volvió más cauteloso con las palabras que empleaba. - Mantener a salvo lo que la bestia considera su "propiedad".

- ¿Se refiere a la marca?

Le pilló totalmente desprevenido que estuviera al tanto de aquella cuestión.

- ¿Cómo sabes sobre eso?

- Había muchas cosas que no entendía, y hablando un poco con todo el mundo, conseguí que Inuyasha me contase al respecto.

Se tomó unos segundos para procesar lo que había dicho.

- Tiene sentido. Después de todo, la sangre de mi padre fluye por las venas de ese bastardo. Sería más deshonroso que ni siquiera pudiera percibirlo.

El rencor y el desprecio que sentía por su hermano me resultó impactante. Nunca le había visto mostrar tanto desdén abiertamente. Sin embargo, otro día ahondaría en aquel tema, aquella conversación tenía otras prioridades.

- ¿Por qué me colocó la marca, Señor Sesshomaru? Usted ya sabía que otros demonios podrían venir a por mí y que sería peligroso, ¿verdad?

Su semblante se ensombreció.

- Soy consciente de que fue un error por mi parte. – Observó mi hombro con cautela. – Fue el resultado natural de… nuestro… - Parecía que le costaba encontrar una palabra adecuada- matrimonio, y… que aquella noche perdiera el control. Nunca tuve intención de dejarme llevar por mis instintos, pero la bestia no podía soportar que el resto del mundo no pudiera ver claro como el día que eras "suya".

Me estremecí al recordar aquella noche. Embriagada por el alcohol, mezclando mi aliento con el de mi esposo y montándome sobre él para volvernos uno. Fue desde aquel instante que todo comenzó a desmoronarse. Sin embargo, sus palabras me confirmaron que, efectivamente, la marca estaba vinculada con las heridas de mi espalda, motivo por el cual su efecto parecía estar disminuyendo según las cicatrices desaparecían.

- Comprendo que no lo hizo a propósito, pero… Precisamente si era conocedor de todas las implicaciones que la marca suponía, ¿por qué se marchó sin darme ni una sola explicación al respecto? Además, ¿cómo sabía usted que su hermano iba a ayudarme o acogerme con buenas intenciones? Si los dos se odian, ¿qué motivo iba a tener Inuyasha o su acompañante para portarse bien conmigo?

- Inuyasha jamás ha dañado a un ser humano, va en contra de su propia naturaleza, y su propio olor le delata. – Declaró sin dudar. – Y la humana que lo acompañaba quería protegerte de mí aquella noche. Cuando hay un demonio involucrado, los humanos tienden a unirse para defenderse de lo que consideran un "enemigo común", por lo que supe que estarías más segura con ellos que cerca de mí, que ni siquiera podía controlar mis actos como bestia.

Sesshomaru debía haber sopesado todo aquello en su mente tras perder su brazo izquierdo, justo antes de marcharse sin mí. Muchas decisiones que procesar para un momento tan caótico y delicado.

- ¿Usted fue consciente de todo lo que sucedió cuando se transformó? – Pregunté, tratando de evitar su brazo fantasma con la mirada.

- Sí. – Respondió, tajante. – Aunque no podía hacer nada por controlar mis acciones. – Admitió, algo abatido.

Debía recordar entonces cómo intentó acabar conmigo de un zarpazo. Decidí no incidir en aquel aspecto, podía ser delicado para él.

- ¿Ahora mismo sigue teniendo problemas con su transformación?

Su rostro se volvió serio.

- ¿Acaso crees que me arriesgaría a estar contigo de esta manera, en caso de ser así? – Le observé sorprendida ante su seguridad. – Es el principal motivo por el cual me alejé aquella noche, Rin. No quería volver a ponerte en peligro de aquella manera.

Observé con tristeza su hombro izquierdo, del que pendía una lánguida manga de kimono vacía.

- ¿Le sigue doliendo? – Musité señalando el lugar que debería ocupar la extremidad que había sido mutilada.

- No.

- Lo siento. – Musité, sin pensar.

- ¿Por qué? – Sonaba molesto.

- Me siento culpable de que haya perdido el brazo por mi culpa, no tenía ni idea de que Inuyasha iba a… No me hubiera acercado a usted su me hubiera imaginado que…

- Prefiero perder cualquier parte de mi cuerpo antes que a ti. – Dijo con seguridad.

Lo miré a los ojos. La intensidad de sus iris dorados hacía que derritiese por dentro. Quería dejar de remover nuestros problemas pasados para lanzarme a sus brazos, aunque sabía que aquella conversación era necesaria.

- Me siento… muy halagada con eso, Señor Sesshomaru. – Admití, sonrojada. – Usted… ¿Ha pensado en mí todo este tiempo?

Sesshomaru respiró hondo.

- Resultaba complicado no hacerlo. – Confesó, con la voz ronca. – He intentado no pensar en ti porque sabía que, si lo hacía, no podría soportar seguir separado de ti.

Lo que me estaba diciendo era que sólo se había alejado pensando en mi bien, pero nunca le había gustado la idea de alejarse de mí. Ahora podía comprender mejor lo que había hecho, aunque seguía opinando que podía simplemente haberlo hablado conmigo, aunque no podía negar que me tranquilizaba que tras todas sus acciones pareciera haber una buena intención de fondo.

- Yo… yo también le he extrañado muchísimo. – Admití, al borde del llanto. – Todo este tiempo he temido que yo fuera la única que… - Traté de recuperar el aliento para no echarme a llorar. – Tenía miedo de ser la única para la que el tiempo que habíamos pasado juntos era especial.

Sesshomaru se levantó para acercarse a mí y retiró su mano justo antes de rozar mi hombro. Sin embargo, su rostro estaba muy cerca del mío, sus ojos me miraban fijamente.

- Rin, no te haces ni la más mínima idea de lo especial que eres.

Sus palabras parecieron insuflarle vida a mi moribundo corazón. Le había añorado tanto que sentía que había perdido una parte de mí para siempre. Pero esa parte siempre estuvo con él. Quizás aún era pronto, pero sabía que no necesitaba más justificaciones, todo mi ser rogaba por perdonar y olvidar todos los errores que había cometido. Saber que sentía lo mismo por mí era toda la confirmación que necesitaba para dejar de tener miedo a abrirme con él de nuevo. Me moría por lanzarme a sus brazos y besarlo, pero aún le sentía distante. No podía materializar aquellas muestras de cariño, no era un momento apropiado. Además, aún tenía muchas dudas sobre él que resolver.

- Agradezco que esté siendo tan sincero conmigo, y comprendo todo por lo que ha pasado. Sin embargo, hay un asunto más que me gustaría retomar de nuestra última conversación, me siento intranquila al respecto. – Sesshomaru se echó hacia atrás, recuperando la distancia entre nosotros. – Se trata de Taeko. – Asintió en silencio, esperando que prosiguiera. – Necesito… necesito saber si… usted… ¿qué pasó exactamente?

No tenía el valor de preguntarle directamente si era un asesino a sangre fría. Me mortificaba lo que podría pensar de sí mismo si pronunciaba aquellas palabras.

- Taeko… - Murmuró Sesshomaru. – Era una mujer de avanzada edad. Quise… asustarla con mis poderes, y asegurarme de que jamás se atrevería a volver a hacerte llorar de aquella manera. No tuve en cuenta que podría ser demasiado para su viejo corazón.

Aquello cambiaba mucho las circunstancias de aquella muerte. No había sido un asesinato, sino un accidente, a fin de cuentas.

- ¿No fue su intención acabar con su vida? – Necesitaba asegurarme.

- No. Se me fue de las manos.

Me imaginé a la pobre mujer perdiendo el aliento envuelva en el terror de la noche. No quería saber qué había hecho exactamente Sesshomaru, pues no deseaba una imagen más gráfica de aquel momento en mi cabeza. No estaba bien lo que había hecho, pero me sentía un poco más tranquila con la certeza de que no era alguien que mataría por cualquier motivo, como si las vidas no valiesen nada, y sin ningún tipo de remordimiento. Podía llegar a perdonarle aquel episodio… con tiempo.

- Entiendo que todo lo que ha hecho tiene sus motivos… - Le concedí- Sin embargo, Señor Sesshomaru hay algo para lo que no se me ocurre ninguna justificación, y no termina de encajarme en todo esto… - Murmuré, sosteniéndole la mirada- ¿Por qué tomó la decisión de casarse conmigo?

El demonio dejó escapar un profundo suspiro mientras meditaba su respuesta.

Notas de la autora: Por fin llegó el ansiado reencuentro... Espero que tenga un mejor sabor de boca que la última vez :') Se avecinan conversaciones complicadas, pero estoy muy feliz de volver a escribir escenas de los dos juntos, no sé si os sentís igual.

Mil gracias por todos vuestros comentarios, me encanta vuestras leer opiniones y teorías! No os imagináis la sonrisilla que me saca cualquier notificación que llega respecto a esta historia!

Nos leemos la semana que viene, va a estar bien cargadita de información jugosa ;) ¿Sabremos finalmente el motivo del matrimonio?